No fue buena idea.

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—¡Vamos, llegaremos tarde! —dije por tercera vez, golpeando la puerta del cuarto de baño.

—¡Ya casi estoy! —respondió mi prima al otro lado.

Suspiré, frustrada y molesta a partes iguales. Íbamos con retraso, y para colmo, yo no quería ir.

Resultaba absurdo. Pedí un día libre para ponerme al día con los trabajos atrasados de la universidad, y aquí estaba, preparándome para asistir a una fiesta de una fraternidad de chicas con las que apenas tenía relación.

—¡Si no sales de una vez, me voy sin ti?—advertí, mi paciencia había llegado a su límite.

—Eres muy impaciente—comentó Diana al abrir finalmente la puerta del baño.

La observé detenidamente; parecía otra persona, con un maquillaje excesivo, luciendo un vestido plateado que apenas cubría su figura y tacones negros altos. "¿A dónde crees que va así?" A diferencia de ella, yo llevaba un mono corto y sencillo de color rojo vino.

—No es solo impaciencia, eres tú quien agota mi paciencia —expresé exasperada.

—Para empezar, ni siquiera quiero ir. Te dije que prefería quedarme para terminar mis trabajos y...

—Ya lo has repetido tres veces, pero no puedes encerrarte un sábado por la noche. Sería un desperdicio.

—¿Un desperdicio para ti o para mí?

—Para ambas, por supuesto. Según lo que has dicho, tus amigas también estarán, así que seguro que lo pasarás bien.

—No estoy segura.

Una de mis compañeras de clase, Sandra, junto con todas sus amigas, organizó una fiesta en su casa en la universidad, siendo una de las hermandades. Invitaron a toda la clase y permitieron que cada uno llevara uno o dos amigos. Mi prima, siempre entrometida, me escuchó hablar con mis amigas sobre no asistir. Insistió hasta que accedí, aunque en realidad no estaba de ánimos para fiestas, especialmente después de la discusión de ayer con Ángel, quien quería verme pero se vio frustrado por mi compromiso con Diana.

"No tenía ganas de ir a la fiesta y solo quería que la noche terminara pronto."

—Anima esa cara, será divertido, ya lo verás —intentó animarme.

Con renuencia, esbocé la sonrisa más convincente posible y salimos de casa para tomar un taxi hacia la fiesta.

—Por cierto, ¿Ángel no vendrá? —preguntó como si nada.

—No —respondí secamente.

Diana me lanzó una mirada y frunció el ceño.

—¿Habéis discutido? —volvió a preguntar.

—Algo así —contesté evasiva.

—¿Por qué fue esta vez?

—¿Por qué sino? Por tu culpa.

—¿Qué? ¿Yo qué culpa tengo?

—No pudimos quedar ayer porque tenía que estar contigo. Podía haber venido a casa, pero se negó porque no quiere verte —reproché, volviéndome a irritar al recordarlo.

—Podría haber venido, hace tiempo que no lo veo —comentó Diana, y la miré entrecerrando los ojos.

—Sabes que no soporta verte —le recordé.

—¿Todavía sigue con eso? —rió.

—¿Cómo podría olvidar que intentaste presentarme a otro tipo en tu último viaje, justo frente a él? —solte indignada.

—Fue solo una broma, Daniel. Ya tenía novia; solo queríamos ponerlo un poco celoso. Siento haber causado un problema. La próxima vez, pueden salir sin preocuparse por mí —aseguró con una sonrisa, pero yo solo deseaba que no hubiera una próxima vez.

Desde que la conozco, siempre ha tenido una personalidad bastante compleja. Cuando éramos pequeños, noté cierta hostilidad entre nuestras familias, y más tarde supe que todo eso se debía a la herencia que dejó mi abuelo a sus dos hijos.

No es que no les hubiera dejado nada al padre de Diana; diría que con todo lo que tenían podrían vivir cómodamente sin trabajar durante muchos años, si no se lo hubiera gastado casi todo en apuestas. El problema también estaba en el negocio que dejó el abuelo. Eran varios restaurantes que dejó todos a cargo de mi padre, ya que mi tío resultó ser alguien irresponsable y ludópata.

Después del intento de atraco, donde el culpable intentó incriminarla. "Menudo imbécil, debo decir." Nuestra relación mejoró un poco más; incluso ella fue una de las que me apoyaron cuando decidí irme de Italia para vivir mi vida lejos de la sobreprotección de mis padres.

Pero aún así, su personalidad seguía siendo difícil de aguantar. Caprichosa, egoísta, sin pelos en la lengua, decía lo que quería cuando quería, y sobre todo, le encantaba incomodar a las personas con sus bromas y comentarios pesados.

El taxi nos dejó en la casa donde se estaba celebrando la fiesta. Todavía no habíamos entrado, pero ya podía sentir la música desde la entrada. Había varias personas fumando, hablando e incluso besándose. "Solo quería irme a casa."

Diana pareció leerme la mente, por qué enredó su brazo alrededor del mío y tiró de mí hacia la casa.

—Cambia esa cara, que parece que vayas a un funeral—me pidió y ambas entramos en la casa.

Ni siquiera tocamos la puerta, estaba segura de que con la música tan alta, nadie se percataría. Además, estaba invitada, así que no había problema. Al ingresar al lugar, lo primero que golpeó mis sentidos fue la música ensordecedora, seguida del penetrante olor a alcohol que saturaba el ambiente. Por supuesto, los gritos y voces de los universitarios creaban un caos completo.

Nos adentramos en la enorme casa mientras buscaba a mis amigas. Pronto las encontré en la sala principal, participando en una animada partida de Beer Pong contra varios chicos, algunos conocidos de clase y otros no. Al acercarme, las que esperaban su turno para lanzar la pelota en el vaso de plástico se precipitaron hacia mí, rodeándome con sus brazos casi al punto de tirarme al suelo. "¿Ya estaban borrachas?"

—¡Has venido! —dijeron al unísono antes de estallar en risas.

—Y todo gracias a mí —añadió Diana, entrometiéndose.

Eva, Beatrix y Marian la miraron, luego dirigieron sus ojos hacia mí en busca de explicaciones.

—Vino a pasar unos días —expliqué.

—¿Quién es ella? —preguntó Marian, también confundida.

"Es cierto" no todas mis amigas la conocían, ya que cuando vino la otra vez, Marian estaba de vacaciones con sus padres.

—Sí, Marian, ella es Diana, mi prima. Vino a pasar unos días —la presenté.

Marian extendió la mano hacia ella, y Diana la estrechó con una sonrisa que me hizo fruncir el ceño.

—Parece que os estáis divirtiendo. Quiero unirme, espero que no os importe —dijo Diana con entusiasmo hacia los chicos.

Estos la miraron boquiabiertos, y tanto Eva como yo pusimos los ojos en blanco antes de unirnos al juego.


*  *  *


Nos unimos al juego, y para mi sorpresa, me lo estaba pasando bien. Conocía el juego, ya que había jugado con mis amigas en alguna ocasión. Esta vez, intentaba no beber tanto, lo que provocaba quejas de mis amigas. Diana se integró perfectamente al grupo. Era muy extrovertida, sabía ganarse a las personas, y, por supuesto, tenía a varios chicos babeando por ella.

Después de dos partidas, decidimos cambiar de juego e instalarnos en uno de los sofás de la sala. Me senté en el suelo junto a Trix y Diana. También nos siguieron tres de los chicos con los que jugábamos: Taylor y Pol, a quienes conocía de clase, y Caleb, amigo de los dos, que, por supuesto, no apartaba los ojos de mi prima.

—¡Juguemos a preguntas rápidas! —dijo Anna con varias copas de más.

—¿Preguntas rápidas? ¿Qué es eso? —preguntó Diana curiosa y entusiasmada.

—Es muy fácil, se trata de hacer preguntas a alguien y esa persona debe responder con otra pregunta. Pero si tarda mucho en responder, tendrá que responder a la pregunta hecha y beber, claro —explicó Beatrix.

—No creo que sea buena idea jugar a eso —dije, y todas mis amigas me miraron como si quisieran cerrarme la boca en este mismo instante.

—También podemos jugar a "yo nunca" o a la botella —se apresuró a decir Eva, y la miré con cara de pocos amigos.

"Maldita tramposa." Sabía bien que detestaba esos juegos, ya que siempre me ponían en compromisos.

—Las preguntas rápidas están bien —dije rendida, y todas aplaudieron entusiasmadas.

—¿Podemos unirnos? —soltó una voz a mi espalda, y todos dirigieron su mirada en esa dirección.

Frente a mí había un hombre de cabello castaño claro y rizado, con ojos marrones claros, sonriendo. A su lado estaba Dante, con semblante serio, sorprendido, quizás. A su lado, una mujer despampanante de cabello rubio y ojos cafés, con un vestido tan corto como el de mi prima, pero en rojo, al igual que sus labios.

El tipo que estaba con él me sonaba de algo, quizás estuvo en aquella despedida, pero no estaba segura. Lo más importante en ese momento era: "¿Quién era ella y qué hacían aquí?"

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