Sin remordimientos

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Laura:

—no puedo creer que nos hayamos encontrado aquí de nuevo, esto si es el destino—Soltó con entusiasmo Nathan que me sonreía de oreja a oreja.

¿El destino? Yo diría que mala suerte.

Decidí dar un paseo y acabé de nuevo en este parque, bueno, no conocía mucho más lugares, teniendo en cuenta que me la paso encerrada, casi sin salir de casa, vez que vengo aquí.

Estaba tan tranquila cuando escuché como alguien me llamaba a lo lejos, con demasiado entusiasmo. Supongo que eso que dicen que los dueños se parecen a sus mascotas es algo cierto.

También se me hizo raro que no viniera con Ónix, pero me explicó que estaba en el veterinario, pues había estado teniendo problemas últimamente.

Nathan, llevaba unos pantalones cortos deportivos y una camisa lisa de manga larga blanca, que marcaba su figura, una gorra del mismo color que se había quitado hace tiempo y unos cascos de color negro.

—espero no interrumpir tu ejercido—dije a modo de disculpa, pero enseguida le quitó importancia.

—no te preocupes, me alegra mucho haberme topado contigo, desde la última vez que nos vimos te fuiste tan deprisa, que pensé que había hecho algo malo—dijo con uno dejé de tristeza en su voz.

—no fue tu culpa, no hiciste nada malo, tenía prisa ese día, siento si fui muy grosera—hablé con algo de timidez y mostrándole una sonrisa de disculpa.

—entiendo, espero que sea lo que sea, no fuera nada grave.

—Está bien, no te preocupes—respondí intentando quitarle hierro al asunto.

Nos quedamos en silencio y él se acercó hasta sentarse a mi lado y rascarse la nuca y el cabello rubio.

—lo cierto es que, quería tu número, por qué me gustaste desde el momento en que te vi—soltó de la nada y yo me giré para mirar esos verdes claros.

—qué directo—se me escapó y vi sus mejillas enrojecer levemente.

—lo siento, si te incomodé otra vez, a veces no sé controlar mi boca.

Me lo quedé viendo por un momento y sentí simpatía por él, sonriendo y admirándolo de cierta forma, pues era capaz de decir lo que pensaba, aun si eso le avergonzaba. No como yo, que debía guardarlo todo dentro.

—Así que ahora que te encontré de nuevo, me gustaría poder tener tu número para seguir hablando y conocerte más—expresó y yo me tensé a su lado, debió notarlo por qué añadió.

—pero no estás obligada, así que no tienes que ponerte nerviosa.

—no es eso, es que…

—¿es que, qué?—me alentó a seguir y yo me quedé callada.

No podía decirle que tenía a un hombre que se volvería loco si supiera que tengo el número de otro hombre, pero enseguida deseché ese pensamiento y recordé el viaje. Pronto me iba a ir, así que podría hacer lo que me diera la gana para variar, por lo que saque mi móvil y acepté darle mi número de teléfono, al igual que él a mí.

Su sonrisa y el brillo en sus ojos por la emoción, me hicieron reír. Parecía un niño pequeño.

—me hiciste el hombre más feliz de la tierra, ¿Lo sabes?—me dijo con una sonrisa radiante en el rostro.

Guardé mi móvil y no pude evitar contagiarme por su entusiasmo.

—¿solo por un simple número de teléfono?

—no es un simple número de teléfono, es tu número de teléfono, eso lo hace diferente y especial—recalcó y yo me reí.

—eres un…

—¿Laura?—escuché que me llamaban.

Era él y su voz en mi espalda hizo tensar mi cuerpo al momento. Me levanté de golpe, para poner distancia entre Nathan y yo, pero me mareé por levantarme tan rápido y antes que cayera, Dante me sostuvo en sus brazos.

—¿Estás bien? ¿Te duele en algún lado?—preguntó preocupado y yo negué con la cabeza.

—¿Qué haces aquí? Te dije que te quedarás en casa y descansarán, ya sabes lo que dijo el médico, el bebé…

—lo sé, pero quería tomar un poco de aire, estar en casa es muy agobiante, solo me mareé por qué me levanté muy rápido, todo está bien—le expliqué y me incliné para darle un casto beso en los labios, para calmar su enfado.

Pero él me tomó de las mejillas con suavidad y volvió a besarme profundizando el beso. Sé lo que estaba haciendo, quería marcar su territorio conmigo frente a Nathan, haciéndole saber que yo ya estaba tomada. Odiaba cuando hacía estás cosas, pero debía seguir fingiendo, tenía que tener su guardia baja hasta que pudiera irme, por lo que le seguí la corriente.

El carraspeo de Nathan, hizo que Dante cortara el beso, se giró hacia él, pasando un brazo por mi cintura, atrayendo me a él. Miró a Nathan de forma fría, recelosa y sentí su cuerpo tensarse, luego dirigió su mirada a mí, ignorándole completamente.

—¿Un nuevo amigo?—preguntó, pero antes que pensara en que decir Nathan se adelantó.

—se podría decir que sí, soy Nathan y tú eres…—extendió la mano a Dante que la estrecho.

—Dante ¿Y a qué te refieres con que se podría decir?

—bueno, nos conocimos hace unos pocos días en este mismo parque, me ayudó con Ónix, mi perro le tomó mucho cariño—explicó ajeno a las miradas asesinas que le estaba echando Dante.

—Por lo que veo no es el único—murmuró Dante y yo le di un codazo para que se comportara.

Se giró a mí y me mostró una media sonrisa, para luego volver a mirar a Nathan.

—lo siento, pero, tengo que llevarme a mi mujer, está embarazada y tiene una salud delicada y necesita descansar—le informó.

—entiendo y felicidades a ambos, espero que todo mejore.

—yo también lo espero y gracias, ahora si nos disculpas.

Dante tomó mi mano y tiró de mí, sin darme tiempo a despedirme, por lo que me despedí con la mano de Nathan y le mostré una mirada de disculpa, a lo que él asintió.

. . .

—¿Dónde prefieres? ¿Habitación o salón?—me preguntó después de llegar a casa.

—Puedo caminar por mí misma, no estoy inválida—le recordé al ver como me sostenía como si me fuera a caer en cualquier momento.

—¿Salón o habitación?—volvió a preguntar, ignorando mis palabras y yo le indiqué el salón.

Me llevó allí y me depositó en el sofá con cuidado, se sentó a mi lado y tomo el mando, encendiendo la tele y pasando los canales.

—¿Quieres ver algo en especial?—preguntó y yo lo miré atónita y confusa.

Esperaba que al llegar a casa, me gritara y me reclamara como solía hacerlo, pero lejos de eso estaba tranquilo y sereno, cosa que me inquietaba aún más si cabía.

—Laura—me llamó haciéndome volver en mí.

—eh… cualquier cosa estará bien, siempre y cuando no sea de miedo—me apresuré a decir.

—bien, lo tengo—respondió y vi como las comisuras de su boca se curvaban en una sonrisa.

¿Qué le hizo gracia? Quería preguntarle, pero decidí hacer otra.

—¿Cómo te fue? ¿Pudiste solucionar lo que sea que pasaba?

—si—habló sin apartar la mirada de la tele, buscando algo que ver.

—¿Puedo saber qué pasó?

—solo una pequeña disputa en el club, algunos bebieron de más y empezaron a hacer un escándalo, tanto que la policía se metió, pero ya lo solucione—explicó dejando una película de humor.

—¿Sueles tener problemas de este tipo a menudo?—quise saber.

Dante me atrajo hacia si y yo apoyé la cabeza en su hombro.

—por suerte no, ya que no me gusta que la policía meta sus narices en mis asuntos, por lo que lo tengo controlado todo muy bien, pero a veces no se puede evitar—explicó y yo asentí.

Entendía a qué se refería, cuando trabajaba para Luka, algunas cosas de ese tipo solían pasar también, pero sabían manejarlas.

Ambos nos quedamos en silencio mirando la tele, aunque yo no la veía del todo, nunca me gustó mucho ver la televisión, por qué siempre estaba saliendo o pasando el rato con mis amigas.

—Laura, Quiero que te mudes aquí conmigo—soltó de repente.

—¿Qué? ¿Mudarme?

¿Acaso he oído bien? ¿Ha dicho mudarme con él? Me giré para verle a esos ojos negros esperando que estuviera de broma, pero su semblante estaba serio.

—¿Por qué?

—al menos en lo que dura tu embarazo, si te dejo ir a tu casa, estaré preocupándome sin descanso, quiero cuidarte y estar seguro que todo vaya bien, además has pasado aquí la mayor parte del tiempo, así que no sería un gran cambio—explicó y yo lo miraba con la boca abierta.

¿De quién es la culpa de que pasara más tiempo aquí que en mi propia casa? Pero me negaba, no quería quedar prisionera de él, más de lo que ya le tenía, sería el infierno.

—¿Qué pasa con mi casa? No quiero estar pagando un alquilar donde no estaré viviendo—solté intentando ocultar mi desconecto.

—yo te ayudaré a pagarla, lo cierto es, que me gustaría que te mudaras permanentemente conmigo, pero sé que no querrás eso, por eso propuse que solo fuera hasta lo que durara el embarazo, por tu salud y mi paz mental—indicó y yo volví a respirar hondo.

—bueno, si es solo por lo que dure el embarazo, está bien—dije y él me mostró una sonrisa radiante, haciéndome tener sentimientos encontrados.

No tienes que sentirte culpable, fue él quien te llevó a tomar esta decisión, es la mejor decisión, para ti él y el bebé.

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