Reto: ¿Quién es el villano? (Borrador)

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Esta noche el palacio pareciera estar más bullicioso que de costumbre. Observo a mi alrededor y una sonrisa torcida se forma en mis labios rojos. Este lugar de día es todo lo contrario a sus noches. Mi instinto me avisa que él otra vez me observa, estoy cansada de su acoso, pero no puedo hacer nada todavía, nada hasta que él cruce la línea. Mi rey me mataría si voy a por la garganta de alguien a quien no me ha ordenado matar, a menos que me atacara primero.

— ¡Hey, Dría! ¿Qué haces aquí tan solita? –se acerca Evans, un príncipe, tercer hijo del rey. Es un chico rubio, alto y ahora que lo observó bien, se ve algo femenino para mi gusto en este momento. Es de piel bronceada, sonrisa  y cuerpo sexy. Todas babean por él, su voz es un canto de sirena, eso no se lo niego tiene bonita voz. Pero me abstengo, no soy buena compartiendo y eso muchas de las que han estado a punto o se han acostado con Saf lo saben desde el más allá.
Además meterse con un príncipe, es la muerte de cualquier guerrero oscuro si el rey se entera.

—Evans, ¿Acaso no te han enseñado que cuando una chica quiere estar sola, quiere decir exactamente eso? ¿Qué te dije hace un rato? –saco mi navaja y me acerco a él, recorro con ella su bellísimo y expectante rostro– Tan dulce y desobediente. –le susurro muy cerca de sus deseables labios. Mientras que acarició con mi navaja la piel expuesta de su cuello. Puedo escuchar su corazón acelerado. Arqueo una ceja, Evans nunca se pone tan nervioso, pero lo dejo estar, no estoy de humor para tratar con este príncipe.

— Lo siento, no quise molestar. Solo... Me pareció extraña tu salida tan abrupta de la reunión. Saf... ¿Él te hizo daño? –me alejo de él al escuchar ese nombre que deseo y odio a partes iguales.

— Terminamos.

— Maldito bastardo... Si tan solo yo pudiera hacer algo por ti. Si tan solo me dejarás...–lo miro con tristeza, él es tan inocente, todo lo contrario a Saf, quien es cruel y desalmado, oscuro y bello. Pero no hay otro que pueda hacerme estremecer como él. Ni siquiera el dulce y sexy de Evans. O eso es lo que pienso– yo, Evans... también puedo protegerte Dría.

— Debes irte, ¡Ahora! –le grito esto último al sentir que el peligro nos acecha, antes era solo a mí, pero ahora con él a mi lado no es seguro. Y el rey me destriparía si algo le llegará a suceder a su precioso hijo. Él me mira y asiente con decepción, lo observo hasta que se pierde por las grandes puertas del castillo.

— ¿Te vas a mostrar hoy, o seguirás jugando a las escondidas? –susurro sabiendo que él me escuchará. Un pequeño aleteo en el aire me hacen agacharme y dar la vuelta con rapidez antes que me crucé con su espada.

— Buenos reflejos. –chasquea, y su voz se me hace conocida, aunque es más ronca y atrayente. Es imposible que sea él.

— Idiota. ¿Qué es lo que buscas acechandome como un enfermo? –saco mi espada alejándome de él. Su rostro está cubierto por una máscara roja y negra.

— Es excitante verte en estado de alerta Dría. –su voz es baja y profunda.

— Y desnuda, ¿Qué mierda hacías en mi dormitorio, mientras follaba con Saf? Eres un jodido enfermo. –lo apunto con mi espada, ahora estamos frente a frente.

— Jajaja ese imbécil, apuesto a que ahorita mismo tiene a otra en su cama, como siempre Dría. –sus palabras me escuecen por que es verdad, Saf nunca me ha sido fiel. Aunque en mi mundo, la fidelidad es algo efímero. Pero sus palabras me hacen darme cuenta que él no es alguien desconocido, no por como pronuncia mi nombre. Con tanta familiaridad y algo más.

— ¿Me quieres matar? Pues te tengo noticias. Esta noche no estoy de humor para morir.

— Ja eres muy chistosa sabías. Solo quise probar tus capacidades, por eso te ataqué. Si te quisiera muerta, ya lo estarías...–y con eso un humo negro aparece entre nosotros. Luego ya no hay nadie más que yo.

Suspiro frustrada, este tipo me tiene harta, la próxima vez lo estaré esperando.
Me encamino hacia el castillo, necesito descansar algo. Estas últimas semanas han sido de las peores, el rey nos ha enviado a más misiones de las que estamos acostumbrados. Al pensar en el rey sonrió con maldad, él es un soberano cruel, acostumbrado a hacer su voluntad, y si sus súbditos no obedecen, somos quienes nos encargamos de limpiar de su camino lo que le estorba.

Tiene cuatro hijos, el mayor su heredero es una mezcla de la reina fallecida con el rey, bello y siniestro. El segundo nunca lo he visto en persona, pero según sé, es un geniecillo de la tecnología, que inventa armas y cosas por el estilo. Es débil, jamás mataría ni a un mosquito, es algo enfermizo. Pero fuera de eso es un ángel, todo sonrisas y calidez. El tercero es el más hermoso de los cuatro, se parece a la que fue nuestra reina, son sus ojos, su piel su todo, del rey solo saco su porte. Ese es Evans, quién también es algo enfermizo y débil. Es una pena, aunque de todas maneras hace su pelea cuando de llevarse a alguna mujer a la cama se trata. El cuarto príncipe es igual al rey, déspota y cruel. De belleza perversa, es un maldito embustero para sus tan solo 22 años. Él ha estado muchas veces en misiones con los soldados oscuros del rey. Es decir nosotros, hombres y mujeres entrenados desde niños, para ser invisibles y matar con eficacia.

Camino hasta el que es mi dormitorio, que queda en una de las torres del castillo. Abro y cierro la puerta, busco algo sospechoso, nada.
Cierro y pongo seguro a la puerta. Me quitó la ropa pero no me deshago de mi espada, la llevo conmigo. Me tiró en la cama con mi espada a mi lado. Mañana será un día muy ajetreado. Tenemos que cruzar el portal al mundo humano, ya que el rey quiere deshacerse de uno de los humanos que le desobedeció.
Nuestro mundo es el infierno mismo para la raza humana. No hay nada bueno en nosotros, a excepción de la que fue nuestra reina. Ella era pura, amorosa. La luz de nuestro mundo, pero ella murió dejando su estirpe, la única esperanza.
Porque nuestro rey es un ser malvado que quiere reinar por sobre todos los mundos. Y tiene el poder, la única que podría pararlo ya no está.

*****

A la mañana siguiente.

— Dría, ¿Qué haces con tu espada? Hoy tenemos que cruzar al mundo de los humanos y tu espada no está invitada por obvia razones. –me dice Sarah, una de mis compañeras de misión, nunca confiaría en ella a pesar de la dulzura y preocupación que muestra. Tomo mi espada y aprieto un pequeño botón que hay en la empuñadura, y ésta automáticamente se achica, convirtiéndose en una pequeña navaja de bolsillo.

—Ni creas que voy a esta misión sin mi Dona, olvídalo. Además, ¿Quién nos asegura que no hay alguno de nosotros coludido con el que traicionó a nuestro rey? No, ni hablar.

Al final no dice nada y nos encaminamos hacia nuestro equipaje y armas. Nos cambiamos la ropa de nuestro mundo, por la del mundo humano.

*****

La misión resultó más difícil de lo que pensábamos, resulta que quién traicionó al rey, asegura que es nuestro rey quién está vendiendo nuestro reino a diferente mundos, sobretodo a nuevos guerreros y guerreras, la tecnología y demás. Que es el mismísimo rey quién nos está traicionando.
Algo en mí me dice que le dé el golpe final, pero entonces aparece él, mi fantasma acosador. Soy reducida por mí misma gente, Sarah es la única a parte de mí que no sabía de esto.

— Por fin estás aquí Dría. Llevenla a ella a la celda 11. –ordena apuntando a Sarah– y tú... Traiganla conmigo.

Soy llevada contra mi voluntad a una recámara, allí soy esposada a uno de los postes de la gran cama. Luego todos se van, excepto él.

—Tu rey y su heredero acaban de morir por mi mano. Los príncipes tercero y cuarto son mis súbditos ahora. Y tú, Dría, eres mía. A la buena o a la mala, eres y serás solo mía.

La máscara es sacada, ¿Cómo es posible? Si él estaba conmigo en ese momento fuera del castillo.

— Ya veo que me reconoces, verás, mi hermano es muy parecido a mí, es como si fuéramos gemelos. La única diferencia es que él, no es un él, es un ella. La única manera de sobrevivir que tuvo, fue convertirse en un príncipe, cómo le enseñó mi fallecida madre.

— Tú eres... Eres... Sabía que me habías parecido muy femenino esa noche. Además tú... No te pones nervioso por mi cercanía.

— Eres tan inteligente, y sí, sigo siendo Evans, pero no soy el tercer príncipe, si no que el segundo.

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