𝖔. Risk It All Or Stay Forever

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midnight rain; prólogo
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o. ARRIÉSGALO TODO O QUÉDATE PARA SIEMPRE

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🌊 Casa Mayor, Vrosanya
⏳ Unos días antes de la fiesta de Amarantha

LAS BRUJAS SEGUÍAN EL RITMO DE LA MÚSICA, bailando sin preocupación alguna en el medio del gran salón de la Casa Mayor. Reían, cantaban y bebían mientras conversaban sin tener que cuidarse la espalda. Nadie las traicionaría allí, en su comunidad todas se apoyaban y eran amigas, hermanas. Eran una gran familia de decenas de brujas de diferentes edades que celebraban que una de ellas era lo suficientemente mayor como para ir a buscar un humano y reproducirse. Para darle vida a una bruja más en la familia.

Sin embargo, dos mujeres solo eran espectadoras de la diversión y estaban cruzadas de brazos apoyadas en el marco de la puerta de salida. Aunque Reva ya estuviera familiarizada con ese tipo de celebraciones, nada cambiaba el hecho de que siempre estaba lo suficientemente apartada como para no sentirse parte de nada. Ni de la fiesta, ni de la alegría compartida por sus hermanas. Una serpiente reptó hasta enroscarse en su pierna y subir por todo su cuerpo hasta posarse sobre sus hombros demasiado derechos, admirando la fiesta con ojos de depredador, preparada para acabar con todas las que causaban el descontento de su dueña.

—¿Qué tal si vamos a cazar unas ratas, Bethia? —le habló Reva a su compañera desde la infancia, sin querer que se repitieran catástrofes pasadas donde terminaba con sus colmillos clavados en algún tobillo—. Vamos, Wen, acompáñame tú también.

La media fae pelirroja que había llegado como una estrella de fuego a su vida solitaria la miró con una ceja alzada. Había llegado solamente hacía un año a Vrosanya luego de un incidente que casi le costaba la vida y Reva no podía estar más agradecida de haber intervenido para salvarla. Gracias a eso, había conseguido a su primera amiga de sangre caliente y que podía contestarle cada vez que le hablara. No es que se estuviera quejando de Bethia, por supuesto.

—¿Pretendes que sea la cena de tu reptil subdesarrollado? —preguntó con sorna, sonriendo con malicia al notar que Bethia giraba su cabeza hacia ella con ganas de arrancarle la suya.

Reva estaba segura de que Wendolyn tenía un deseo suicida, porque amaba hacer enojar a Bethia y por la tarea que colocó sobre sus hombros que incluía venganza, peligro y muerte. De la que la intentaría detener cuando la apartara del epicentro de la felicidad en la que no la incluían. La castaña se hizo una coleta alta y le hizo un gesto a la pelirroja para que la siguiera hasta los establos. Procuró que los caballos con los que nunca había simpatizado demasiado no vieran a su amiga escamosa y se subió a una yegua de pelaje oscuro que las camuflaría en la noche.

—Mira que mañana tengo que levantarme a primera hora así que cualquier cosa que tengas planeada...

—¿No eras tú la que amaba las aventuras? —retrucó Reva ayudándola a montarse detrás suyo y empezando a galopar al instante solo para asustarla.

Wendolyn se abrazó a su cintura y la insultó a sus espaldas.

—Estas no suelen apetecerme cuando incluyen un cara a cara con tu serpiente.

—Oh, a Bethia le caes muy bien no tienes nada de lo que preocuparte.

—Eres una mentirosa.

—Lo soy, pero no te queda otra alternativa que creerme porque el recorrido es un poco largo —dijo girándose para mirar a su seria amiga con una gran sonrisa—. ¿Cuánto me vas a extrañar cuando te vayas?

—Mucho cuando saques a tu monstruo de mi cara —exclamó pegando un grito cuando Bethia hizo el amago de treparse por su brazo.

Reva se rió sin dejar de prestarle atención al camino que debían seguir para llegar a la costa boscosa. Todos los caballos conocían más que bien los senderos hacia los diferentes sitios de Vrosanya, al igual que cada una de las brujas que desde su infancia nacían y morían allí. Reva a veces se preguntaba si en el resto del mundo todo era igual que en su hogar: las plantas, los animales, el cielo. Seguramente sí, pero las preguntas sobre el mundo exterior la perseguían hasta en sus sueños y amaría poder responderlas visitándolo en la realidad. Lo cual era imposible. Pero en la cantidad enorme de libros que leía a diario, ese mundo ficticio era muy similar al suyo por lo que asumió que no se estaba perdiendo nada de las tierras más allá del mar. Lo que Reva temía era que llegara un día en el que esas historias no fueran suficiente para satisfacer su deseo. Ese momento estaba más cerca de lo que creía.

El bosque las recibió con un abrazo congelado. El viento se tornaba cada vez más frío con la cercanía del mar por lo que Wendolyn se colocó mejor su capa y también acomodó la de Reva. La bruja agradeció el gesto de su amiga conociendo lo friolenta que era y si no estuviera cargando con las riendas le ofrecería su propio abrigo para que se cubriera. Porque la verdad era que aunque la temperatura del ambiente hubiera descendido, en Vrosanya el clima jamás era demasiado helado y esa brisa era un regalo para el enojo creciente de Reva, quien buscaba aplacarlo de cualquier forma posible. Los sonidos de la fiesta eran suspiros olvidados, pero el ardor de la alegría de la que la excluían alimentaba las voces de su cabeza que le vociferaban todos los pensamientos de resentimiento que quería olvidar. Lo único que la salvó de ese odio fue la risa que soltó Wendolyn al llegar a su destino y pegar un salto para hundir sus pies en la arena.

—Amo esta playa —dijo como cada vez que visitaban aquella zona en los límites del bosque con vista al mar donde del otro lado estaba Prythian—. Las noches son tan tranquilas, no viene nadie. Somos solo nosotras y la naturaleza.

Reva le sonrió, su odio reemplazado por una cálida felicidad al ver a su amiga con esa mueca que era tan rara en sus labios. Una sonrisa por la libertad que tenía en el mismo lugar donde Reva sentía que el cielo se le caía encima.

—Si quieres podemos ir a la cabaña —le ofreció porque sabía que le gustaba sentarse en el alféizar de la ventana que daba al mar.

—Hoy no. No en mi última noche.

Bethia se enroscó en el torso de su dueña, conteniéndola para que su fuerte respiración no alterara a la pelirroja, pero aún así ella la vio y rodó los ojos sin dejar de mirar el cielo nocturno.

—Dilo, Reva.

—¿Qué? —preguntó haciéndose la tonta mientras ataba las riendas del caballo en la rama de un árbol y caminaba hasta pararse a su lado.

—Siempre tienes mucho para decir, tanto que es irritante, ¿y ahora te callas?

El suspiro de Reva podría haber rivalizado con los bramidos de las olas. Los ojos chispeantes de Wendolyn la observaron con las cejas alzadas.

—¿Y?

Hasta Bethia siseó, instándole a Reva a hablar.

—Para mí no tienes que ir —dijo comenzando a caminar de un lado a otro sin conectar miradas, hiperactiva por no saber cómo convencerla—. Si quieres irte de Vrosanya hazlo, pero no vayas a Bajo la Montaña. Tu venganza no debería hacer que arriesgues tu vida.

Le sorprendió que la media fae no le respondiera al instante. Se mantuvo en silencio, pensativa, y bajó la mirada de las estrellas para enfocarla en la desacatada Reva que seguía dejando huellas en la arena sin cesar.

—Tengo que ir, Reva —le respondió con una tranquilidad que la aterrorizó, porque la resolución en su rostro era de acero, inmutable—. Es lo único que mi madre repitió durante toda su vida. Que mi padre la amaba con locura, que por algo la ayudó a escapar de la Corte Otoño, que volvería a buscarla. Esas fueron sus últimas palabras.

La caminata de Reva se detuvo, juntando sus labios en una línea que temblaba por las ganas contenidas de decir algo. Pero ese era un tema delicado para Wendolyn y no le gustaba dar su opinión al respecto porque no había vivido lo mismo que su amiga. Sin embargo, Reva se guardaba para sí el hecho de que ninguno de los padres de la media fae la merecían, ni a ella, ni a su venganza. La única razón por la que le había revelado lo que la Hermandad informó sobre el encuentro de los Altos Lords en Bajo la Montaña fue porque la amaba demasiado como para negarle aquello que desde el inicio estaba buscando. Tal vez nunca hubiera tenido una amiga antes, pero en su desolación Reva había aprendido a cuidar a las personas que amaba y la amaban de regreso.

—Si era verdad —continuó acercándose a quien la rescató de una muerte inminente, tomando sus manos y apretándolas hasta que sus nudillos se tornaron blancos—, si las palabras de mi madre no eran delirios de su enfermedad, voy a buscarlo. Voy a encontrar a mi padre y lo quiero ver arrepintiéndose de haber abandonado a mi madre mientras moría.

Esta no era primera vez que Reva escuchaba aquel plan. Se había cansado de intentar hacerla entrar en razón y aún así no se hartaría de hacerlo si no fuera porque era la víspera de su partida y Wendolyn la enfrentaba con una seguridad absoluta.

—No podrás volver —le recordó Reva con una sonrisa lastimera, apretando con más fuerza sus manos entrelazadas—. La Hermandad te explicó que el encantamiento que protege a Vrosanya del mundo te afectara apenas pongas un pie en Prythian. Te olvidarás del camino.

Esa era otra de las causas del dolor de Reva, que una vez que su amiga se fuera nunca más podría regresar a su lado. Solo las brujas podían salir de su reino y volver sin problemas, cualquier intruso, que en el caso de los últimos siglos solo fue Wendolyn, no tendría memoria de cómo encontrar Vrosanya de nuevo. Y luego de haber pasado un año juntas, Reva ya se había acostumbrado a tener a Wen a su lado y superar la eterna soledad que siempre la perseguía.

—Ven conmigo —exclamó de repente Wendolyn con una sonrisa tan brillante como la media luna que las observaba desde el cielo—. Reva, odias Vrosanya, ni siquiera sé por qué te quedas. ¡Vámonos juntas!

—No puedo —fue la respuesta automática de Reva sin haber procesado siquiera el ofrecimiento—. No... tengo prohibido salir de Vrosanya.

—Nunca te vi como alguien a quien le importaran las reglas.

—Es por mi bien...

—No me repitas las razones por las que ellas no quieren que te vayas —la interrumpió Wendolyn antes de que pudiera decir lo que ya había escuchado miles de veces, señalando en la dirección de la Casa Mayor con cara de asco—. Tienes más de doscientos años, literalmente ya podrías haber recorrido cada rincón de Prythian como cinco veces si te lo proponías. ¿Por qué no lo haces?

Aunque Reva tuviera muchas razones solo una era la que importaba, la que la anclaba en aquella isla de la que desearía marcharse. Su serpiente se posicionó sobre sus hombros preparándola para el golpe de realidad que la había aturdido desde su nacimiento.

—Porque no tengo magia —dijo con el mismo dolor que sentía cada vez que una de sus crueles hermanas se lo recordaba—. Soltarme en el mundo con todos los secretos de las brujas sin tener sus poderes para protegerme significa un peligro demasiado grande. Un riesgo que ellas no están dispuestas a permitirme y que a mí me aterra por todo la destrucción que podría causar si alguien me atrapa y me obliga a revelarle todo.

Luego de su confesión, Reva se sentó en la arena escondiendo se cabeza entre sus piernas, atormentada por sus deseos conflictivos. Ser libre y feliz con el peligro constante de que la descubran como una bruja y destruir la paz de su especie, o vivir para siempre en una isla que no era su hogar para proteger a una familia que ni siquiera la quería. Pero toda oveja negra alguna vez fue una blanca que era querida e incluida, y el cariño que sintió en ese tiempo por Vrosanya y sus habitantes no la abandonaba. Al igual que la culpa en el hipotético caso de que su rebeldía causara su perdición.

Sintió a Wendolyn sentarse a su lado y a Bethia intentar introducirse en el escudo creado por sus brazos. Su serpiente al igual que su amiga son los únicos seres por los que daría todo, aunque ambos quisieran que lo hiciera por ella misma.

—¿Por qué mañana Lamilia se va de Vrosanya? —preguntó Wendolyn, como si hubiera ignorado las palabras de Reva, pero la bruja sabía que quería probar un punto.

—Porque cumplió doscientos cincuenta años y a esa edad todas las brujas deben ir a las Tierras Mortales para enamorar un humano y traer una nueva bruja al mundo.

—Y tú tienes doscientos treinta y cinco, o sea que en quince años será tu turno.

—No tiene sentido que yo lo haga porque cualquier hijo que tenga no tendrá magia.

Wendolyn le agarró el brazo y la hizo sentarse bien para que se miren de frente. Bethia se replegó en la arena a los pies de Reva, sin defenderla del casi ataque de la pelirroja que la miraba como si estuviera a punto de prenderle fuego el pelo.

—¿A quién le importa que tus hijos tengan magia? Hijos hipotéticos que ni siquiera existen porque todavía no te has enamorado...

—Las brujas no se pueden enamorar.

—¡Ese no es mi punto! —la interrumpió pateando un montículo de arena que llevado por el viento terminó sobre su regazo. Reva no se rió porque si no Wendolyn de verdad querría incendiarla viva—. Mi punto es que esa es tu excusa para irte. Diles que, magia o no, eres una bruja y tienes que seguir la tradición. Y cuando estés en Prythian la libertad será tuya. Arriésgalo todo o quédate para siempre, Reva. Pero, por favor, la próxima vez que te vea quiero que sea con una sonrisa en el rostro.

¿Era posible? Apelar a la tradición y luchar a capa y espada hasta que le permitieran irse de la isla que la conocía mejor que nadie. Había pocas chances de que se lo permitieran, ¿pero por qué no tener esperanzas? Cuando descubrieron que no tenía magia le dijeron que seguro sería mortal y moriría antes de llegar a los noventa años. Ahora tenía el doble de esa edad, una vida inmortal por delante y nada que perder. ¿Qué haría cuando la libertad estuviera a sus pies? Porque ciertamente no iría a buscar a un hombre que la ayudara a tener un bebé, eso a Reva no podía importarle menos.

Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer sobre sus cabezas y un pensamiento tan fugaz como una estrella volando por los cielos borró todas sus inquietudes. Era una locura, pero su existencia también era algo que podría considerarse loco.

Wendolyn le estaba hablando, tomándola de la mano para que fueran debajo de los árboles, pero Reva la volvió a arrastrar hasta la arena para darle un abrazo. A su amiga que siempre se había sentido tan sola como ella, perdida en un mundo donde la rechazaban constantemente, esperando encontrarse con un alma que la aceptara. Así fue cómo se encontraron cubiertas de cenizas en el medio de una hoguera, sus manos uniéndose para escapar del odio que las había perseguido toda su vida, porque juntas crearían un santuario donde no podría alcanzarlas. Puede que ahora sus caminos se bifurcaran, pero Reva estaba segura que la Madre tenía una razón para haberlas juntado y no permitiría que se separaran para siempre. Reva y Wendolyn se volverían a encontrar, libres y con la felicidad a su alcance.

Pero antes, ambas tendrían que sobrevivir a las aventuras que les aguardaban. Y Reva debería hallar el poder que la ayudaría a ganar su libertad: la Lluvia de Medianoche.

—Cuando nos reencontramos también quiero ver una sonrisa en tu rostro, Wen.

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