CAPÍTULO 22.

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En algún lugar de Alemania, 1915.

Klaus Morgan.

No entiendo porque sigo persiguiéndola a donde sea que vaya. Es estúpidamente inútil si ni siquiera me animo a acercarme.
¡Hey, hermosa Alice, soy yo, estoy vivo!

Los últimos años he estado detrás de su rastro, la vi por mucho tiempo con una chica joven algo parecida a Naelea, pero de esta última no he sabido nada en años.

—Señor, ¿Desea otra bebida?

—No, ya con esta estoy bien, gracias.

Se encontraba del otro lado de la barra, sonriendo como si no estuviese a punto de ser mandada a un lugar tan peligroso como lo es Alemania, se me es raro llamarle así cuando antes solía ser el gran Reino de Prusia. La gran guerra había desplegado hace un año y las tropas se encontraban en continuo disturbio, Alice ahora se hace llamar Loreana... Loreana Morgan.

Su risa me traía buenos recuerdos y puedo jurar que sigue usando el mismo perfume desde hace casi cien años, pero sus ojos eran diferentes, algo en ella era más frio, tanto que sin necesidad de tenerla cerca lo podía sentir.

Esconderme detrás de un sombrero no es algo sutil, pero es necesario cuando la mujer a la que amo está tan cerca de mi rodeada por decenas de ojos que se deslumbran con esa inmortal belleza que ella porta. Decidí quedarme en mi lugar y escuchar las charlas que ella mantenía con un grupo de hombres casi en mi nariz.

—Entonces, señorita, ¿Es usted casada o espera a algún amor luego de esta guerra?

—¿Yo? —el chico asintió— Oh, yo no espero a nadie, soy devota a lo que hago.

Su sonrisa era calculada y de poca emoción. Estaba incomoda.

—¿Podría yo pretenderla?

—No creo que sea lo adecuado para usted.

Alice o mejor dicho Loreana se puso de pie y se encaminó fuera del lugar. El chico la siguió y mi primer instinto fue salir detrás del él y evitarlo, pero entre el bullicio y todos estos cuerpos se me perdió de vista. Tardé unos minutos en encontrar la puerta por la que ellos debieron de haber salido y cuando la atravesé me encontré con un callejero gélido y desolado, solo el murmullo de un cuerpo quejumbroso llamó mi atención cuando caminaba. Mi corazón se aceleró creyendo que era ella, pero no, era el chico, se encontraba sangrando por la boca y un cuchillo vislumbraba clavado en medio de su pecho.

—Ayuda —masculló como pudo, pero yo de algún modo solo pude sonreír ante esto. Alice había cambiado, para mal, pero lo había hecho.

...

Me enlisté para el bando contrario, no tengo idea de porque, pero en el fondo creo que es la mejor manera de evitar verla sin ser visto por ella. Espiarla era un trabajo fácil, pues con el tiempo se volvió descuidada y a donde sea que iba dejaba cuerpos de personas que se atrevían a enfrentarla, se había vuelto desalmada, con poco cuidado y un tanto loca.

—¿En que piensas? —preguntó la chica que se encontraba desnuda a mi lado— Eres muy hermoso como para sumirte en esos pensamientos horribles, ¿Son de guerra?

Me quedé un momento en silencio.

—Una guerra que hace años inició para mi.

—Lo siento tanto —dijo acariciando mi pecho y depositando pequeños besos a su paso— ¿Cómo es posible que alguien así de precioso esté tan atormentado?

—La vida es algo ruda, sobre todo cuando tienes que vivirla una y otra vez.

—No entendí —sonrió con ternura y yo moví la cabeza ligeramente alejando los pensamientos.

—Es mejor así.

La dejé durmiendo sobre la cama y me vestí, debía volver al embarcadero antes de que anocheciera. Acababa de tener sexo con una mujer hermosa, pero que más me daba sin no era la mujer que he estado deseando desde que tenía quince años.

...

Podía escuchar los disparos a distancia, nuestra tropa se encontraba encerrada en un pequeño buque que intentaba atracar en un puerto al sureste de Rusia. Nuestros mismos soldados nos atacaban, por lo que, aunque muy tarde, nuestro cabecilla cayó en cuenta de que esto era una trampa.

—¡Todos ármense! No tardarán mucho en llegar a nosotros.

—Señor, no deberíamos salir y contraatacar.

—Han de ser más de cien hombres allá afuera, aquí solo somos 32, no tendría lógica.

—Pero tenemos a Klaus, es un buen francotirador.

—Sin el arma adecuada no puedo hacer nada —contesté sentado en uno de los asientos.

El único que conservaba toda su tranquilidad era yo, sabía que todos iban a morir, esto fue planeado desde el inicio y si nuestro cabecilla tenía algo que ver yo lo mataría a él en cuanto despertara.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¡Vamos a morir de por dios!

—Si no estás listo para tu destino, ¿Por qué iniciarlo, Viktor?

—Me enlisté por honor.

—Y morirás por el también, ¿Lo has pensado?

—En casa me espera mi esposa —dijo con pena— Mi esposa y mi hija. Deberías por lo menos estar nervioso en el último momento de tu vida, ¿Nadie te espera en casa?

Un disparo impactó directo al metal con el que nos estábamos recubriendo. Se empezaron a escuchar voces desde afuera, ya estaban aquí, los soldados simplemente se rindieron ante las ordenes de nuestros atacantes.

Nos sacaron a cubierta en donde nos hicieron arrodillarnos frente a ellos y esperar nuestra muerte.

—Me habías preguntado hace rato que si nadie me esperaba en casa ¿No?

—¿Por qué hablas de eso ahora? —los ojos de Viktor estaban cristalizados de lágrimas y miedo.

—Para hacerte la partida más amena —respondí enderezando mi espalda— Nadie me espera —me sinceré— Mi esposa murió, mi hijo murió con ella y yo también morí.

—¿De qué hablas?

—Hablo de que ya estoy muerto, literalmente, pero eso nunca lo podrás entender.

Un primer disparo resonó por cubierta y uno de nuestros hombre cayó, luego vino el segundo y el tercero, y siguió así uno por uno hasta que el hombre que portaba el arma apuntó directamente a la cabeza de Viktor.

—Te veo en otra vida, compañero.

La bala atravesó su cráneo en cuestión de segundos y su cuerpo se desplomó en un sonido seco.

—Klaus —nuestro cabecilla sonrió al verme arrodillado— ¿Algo que decir antes de tu muerte? Quedarás como uno de los valientes soldados que perdieron la vida al ser atacados por Alemania.

—Si quieres otorgarme ese titulo me parece bien por ti —dije con tranquilidad— Pero seguro es que te atormentaré hasta tu muerte, que no será tan lejana a esto.

—Disparen.

...

Mi cuerpo se tambaleaba con las olas y la cabeza me zumbaba del dolor agudo debido a la bala, tanteé el lugar donde entró y sentí como el pequeño agujero iba cerrando lentamente. Estuve horas a la deriva en medio del océano viendo a la lejanía los cuerpos de mis otros compañeros.

Fui rescatado por una tropa contraria, una perteneciente a Alemania, pude hacerme pasar por uno de ellos con facilidad, pues por suerte aun se habla el idioma natal de la vieja Prusia, solo así lograron ignorar el tipo de vestuario que traía conmigo.

—¿Hablas más de un idioma?

—Hablo varios, pero mi natal es el Alemán —respondí cubriendo mi cuerpo con una manta que me habían prestado— ¿Hacia donde se dirige este embarque?

—Gran Bretaña —respondió otro militar que lucia, por mucho, más joven que yo— ¿Cómo terminaste a la deriva?

—Me tenían secuestrado. La milicia de Rusia, alguien les tendió una trampa y los asesinaron a todos.

—¿Por qué a ti no?

—No lo sé. ¿Enviar un mensaje quizá?

—Más vale que estés diciendo la verdad o tendremos que deshacernos de ti.

Llegamos a un embarcadero en donde ellos me dirigieron hacia el lugar donde estaba establecido el hospital ambulante, no tuve que verla, con tan solo escuchar su voz todos los vellos de mi cuerpo se erizaron y mi garganta se secó por completo.

—¡Busquen más gasas! —gritó mientras corría de un lado a otro— Marina, han traído a alguien, ve tu.

—Dicho y hecho jefa.

Marina era una pelirroja con pecas muy marcadas, su vestuario blanco estaba manchado de sangre y otros fluidos, pero aun así se acercó a mi con una sonrisa inmaculada.

—Soy Marina, yo te ayudaré.

—Hola Marina —le sonreí y ella se sonrojó un poco— Mi nombre es Klaus.

...

Era raro que me gustara verla dormir, pero extrañamente lo hacía con una tranquilidad inaudita. Su pelo descansaba sobre la almohada del catre y su piel blanca casi brillaba ante la poca luz que se colaba. Hoy he sido demasiado obvio y creo que cuando escuche el nombre se volverá todavía más desquiciada, pero tengo que hacerlo, todavía no estoy listo para enfrentarme a ella y contar todo lo que tengo guardado.

Robé algunas cosas del hospital ambulante, comida, gasas, dos armas y algo de ropa, todo eso lo entré en un bulto que encontré tirado y me marché en medio de la noche.

Recorrí varios kilómetros a pie, eso no bastaba para agotarme y hacerme dejar de pensar en ella, pero al final una familia que viajaba al norte terminó llevándome a la central que buscaba. El cabecilla de mi tropa, mejor conocido como Steve Hamilton se encontraba alrededor de una hoguera con varios hombres más, se le veía tranquilo contando como fue que logró "sobrevivir" al ataque en el buque. Sus ojos verdes daba una sensación terrorífica ante la llama que se alzaba, tuve que esperar varias horas escondido para poder cacharlo solo y cuando al fin lo hice le pegué en la nuca con una de las armas.

—Podrías tener mejor rango, pero jamás lograrás ser lo que yo soy —comenté viendo como él se despertaba— Bienvenido al mundo de los vivos Steve Hamilton.

—¿Morgan?

—¿Sí? —sonreí ante su cara de espanto— Te dije que atormentaría hasta el día de tu muerte, ¿No?

—Tu estás muerto...

—Desde hace más de tres décadas, querido amigo. Ahora, ¿Necesitas saber algo más antes de que acabe contigo?

Su rostro de terror me dio una alegría inmensa y me desconocí momentáneamente. Sé que este no soy yo, pero que más puedo hacer si la venganza es algo que se me da demasiado bien, sobretodo si mis razones son exactas.

—Sabes —me senté frente a él— Creí que eras un buen hombre, es más, hubiese sospechado de cualquier persona en el buque menos de ti. Vaya que mi radar funcionó mal.

—Morgan... por... por favor, no me hagas esto. Tengo una esposa, tengo hijas...

—Viktor también, Andersen también, Mirlan también, la mayoría de hombres en ese barco eran padres y esposos, ¿Pensaste en eso? ¿Pensaste en su familia?

—Cometí un error.

—Uno que no veo te esté mortificando. Así que para tu desgracia te topaste con la persona equivocada.

—¿Cómo sobreviviste? Vi como la bala atravesó tu cráneo.

—Eso fue molesto, gracias por recordarlo, pero en otras ocasiones ya me ha pasado, lo que me molestó esta vez fue que lanzaste los cuerpos por la borda, vaya que desgraciado eres.

—Klaus, todo fue un error. Por favor, no me hagas daño.

—Desearías que lo único que yo te fuese hacer es daño, Hamilton.

Lo golpeé en la cabeza con un tubo de metal lo cual lo hizo volver a caer inconsciente. Arrastré su cuerpo hasta el auto que vi más cerca y me fui de ese lugar, estaba dispuesto a pelear, pero no con toda una tropa de traicioneros.

Hamilton no despertó en todo el trayecto, lo cual hizo más fácil el paso entre las fronterizas de guerra, pude moverme por la ciudad sin ningún problema hasta llegar a un pequeño pueblo que recordaba muy bien. La pintura estaba desgastada y el suelo lleno de polvo, pero nadie había tocado nada desde la ultima vez que estuve aquí.

—Bienvenido a mi humilde hogar, Hamilton.

Tiré su cuerpo a un lado y me acomodé frente al piano que adornaba el centro de la sala. Desde que mis padre murieron este lugar se encerró en un vació espantoso, se que mi hermana nunca pudo poner un pie aquí desde entonces, la vigilé hasta el ultimo día de su muerte y pude estar con ella un momento antes de que la locura la apartara de este plano.

El legado Morgan murió con mi hermana, aunque algunas veces suelo ir a Londres a visitar a las hijas de mis sobrinos, ellas no saben quien soy, pero me siento bien al estar cerca de ellas y poder tener algo de mi familia conmigo.

—Espero estés listo —tomé un cuchillo que siempre escondía dentro del cuerpo del piano. Ese mismo cuchillo que Alice siempre tenía consigo, ese con el que la asesiné en una ocasión, ese que apareció a mi lado luego de mi muerte— Porque sinceramente no planeo tener piedad contigo.

...

La luz de la mañana bañaba todo el lugar, era como si se alzara una era dorada. El aire acariciaba mi pelo con una suavidad tranquilizadora y Alice se encontraba tirada a la orilla de un lago luego de haber sido ahogada allí mismo horas antes.

Su cuerpo pálido estaba tieso y con una ultima imagen de lucha grabado en si. Las heridas iban sanando lentamente mientras el día empezaba.  La observé con el mismo amor que siempre le he tenido, como si por su culpa no hubiese nacido el cuento del temible Jack El destripador. Si tan solo supiera que no era un Jack, sino una mujer de cien años atrapada en el cuerpo de 16.

Me agaché para acariciar un poco su pelo. Estaba húmedo y enredado, se cuanto odia sentirlo así.

—Siempre he pensado que luces hermosa aunque estés muerta, mi eterna Alice. Te prometo que siempre me tendrás cerca, pero no es tu momento para saber eso.
Sus dedos se movían como si reconociesen la voz que se dirigía a ella, eso me asustó por lo que terminé huyendo. La he perseguido los últimos años viéndola hundirse en su miseria, volverse loca y una asesina en serie.

He visto todas las etapa de ella, la vi joven y llena de alegría, la vi sufrir su eternidad y la estoy viendo sucumbir ante ella. Mi hermosa y eterna Alice, una asesina que jamás podrá ser detenida por el hombre, sino por ella misma.

"Hermosa Alice.
Te veo desde la distancia, espero no te moleste eso..."







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