CAPITULO 9.

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Hannover, Reino de Prusia 1832.

No debía estar aquí. Debí quedarme en casa.

Las personas caminaban apuradas por todos lados, llevando flores, telas, comida, de todo. En ocasiones así de especiales es cuando únicamente puedes ver a todo el pueblo unido y olvidando los terrores que han sembrado desde hace años.

La boda de unos hijos del pueblo siempre es motivo de celebración.

-¿Estás segura de que quieres quedarte? -Naelea preguntó tomando mi brazo- A mi es posible que no me reconozcan, pero a ti si, Alice.

-Necesito verlo antes de dejarlo ir -dije sintiendo cada una de mis palabras- Quiero una despedida.

-¿No pensarás interrumpir la boda o sí?

-Jamás le haría eso a ninguno de los dos -me quedé sentada en la hamacá mientras se mecía con ligereza- Puede que Lucia y yo nunca hayamos tenido una buena relacion, pero es su boda... y es la de Klaus.

-Sigo creyendo que todavía están muy jóvenes para casarse.

-Es que apenas cumplió los 18, es ilógico que se casen a tan temprana edad, pero se que tiene una razón para hacerlo.

-Y lo más seguro esa razón eres tú.

-Espero que no.

Naelea quería explorar el lugar, jamás había visitado el pueblo, pero yo no podía darme el lujo de andar por ahí con libertad. Puede que lograse confundirlos, me he cortado el pelo al nivel de los hombros y ahora uso tanto maquillaje cuanto me sea posible para parecer más mayor, pero la gente de este lugar no olvida.

Entré a la inglesa y me colé al segundo nivel, allí había un pequeño balcón de donde podría observar toda la ceremonia sin ser vista. El velo azul de mi vestido lo coloqué por encima de mi rostro y me quedé sentada en el lugar observando como colocaban las flores.

-Hija...

Volteé la mirada y el padre Ángel estaba de pie a mi izquierda.

-La vida te ha tratado con tanta delicadeza que no ha cambiado nada de ti -comentó sentándose en la silla contigua- ¿Cómo te ha ido en Londres, Alice?

Sonreí para mis adentros porque era la única persona que sin necesidad de ver mi rostro me reconoció y estoy más que segura de que también es el que sospecha tantas cosas de mi y nunca ha dicho nada.

-Padre Ángel -lo miré sin quitarme el velo- Londres me trató bien durante muchos años. Ahora estoy viviendo en un lugar llamado Ciudad de Oregón en América.

-Wao, quien diría que llegaste aquí con 16 y mirate, toda una joven de ¿cuántos? ¿28, no? -yo asentí ligeramente- Vienes a acompañar al joven Morgan en su día de bodas.

-Pero es necesario que ninguno se entere de que estoy aquí, padre.

-Como decidas -se puso de pie y yo hice lo mismo- Dios te bendiga y cuide tu largo camino, Alice Müller.

...

Agradecí el hecho de que la boda se realizaría casi al anochecer, así se me hacía más fácil colarme entre las personas mientras las cosas tomaban su lugar. Las personas empezaban a llegar y yo desde mi lugar veía a todos reír y disfrutar del evento; una pequeña risa me sacó de mi pensamientos y me provocaron ganas de llorar, vi a una pequeña de aproximadamente un año que reía como si no hubiese mañana, venía sobre los brazos de un hombre de mediana edad que pude reconocer de inmediato, era David, el padre de Kath y Klaus.

-Lo preguntaré por última vez, ¿Vas a soportar toda la ceremonia o tendré que taparte la boca en cuando el padre haga la pregunta?

-Estoy bien -susurré secándome una lágrima rebelde.

-El novio ya está en la puerta, le acabo de ver.

Me quedé quieta observando la escena que se daba frente a mí, Klaus se acercó a su padre y sostuvo a la pequeña en sus brazos, la niña al parecer le tiene mucho cariño y se notaba. El caminó con ella cargada hasta el altar y ahí estuvo de pie hasta que Katherine tomó a la niña y un piano empezó la conocida melodía de la marcha nupcial. Lucia caminaba mostrando un hermoso vestido que estoy segura fue hecho por manos de Katherine.

La ceremonia empezó y el rostro feliz de Klaus me hizo tanto daño en el corazón, suena egoísta, pero en serio me dolía ver como tenía que dejar ir algo que nunca fue mío, algo que de algún modo se sentía prohibido.

-...Ahora los novios pasarán a pronunciar sus votos.

Todo el lugar se quedó en total silencio y Lucia fue la primera en hablar.

-Yo Lucia Marie Becker, te recibo a ti Klaus Stephen Morgan para ser mi esposo, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe.

Mi corazón palpitaba tan rápido que sentía que se iba a salir de mi pecho. El rostro de Klaus era decidido pero su mirada alrededor de los invitados me hacía sentir que buscaba a alguien... que me buscaba a mí.

-Señor Morgan, su turno -habló el padre y Klaus sacudió la cabeza ligeramente.

-Sí... lo siento, me distraje un poco.

-Puede proceder.

-Yo Klaus Stephen Morgan, te recibo a ti Lucia Marie Becker para ser mi esposa, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe.

-Dichos los votos, ¿Alguna persona con una razón justificable se opone a la unión de estos dos jóvenes que hoy han venido a consagrase a la casa de nuestro creador?

Instintivamente me puse de pie y Naelea copió mi movimiento tomándome inmediatamente del brazo. Me quedé en silencio viendo como el padre los unía como un matrimonio ante todos y no pude evitar dejar salir algunas lágrimas. Salí del lugar sintiendo como me ahogaban las emociones y me permití liberar ese grito que había escondido durante el último año.

-Vamos, Alice, no te alteres de esa manera. No quiero sonar como la mala, pero te recuerdo que el chico se paso un año completo rogándote mediante cartas que lo volvieras a ver.

-Lo sé, Naelea, lo se -lloré desconsoladamente- Es injusto que me sienta sí. ¡No entiendes que lo vi crecer! Se siente mal los sentimiento que tengo hacia él.

-¿En algún momento hiciste algo para que él te viera como algo más que una amiga? -negué con energía- Pues no tiene porque sentirse mal, Alice. El chico se enamoró de ti dentro de todas sus facultades mentales, tu te enamoraste de él cada vez más mientras intentabas poner especio entre ambos. De alguna manera todo lo mal que sientes te lo estás inventando.

-Ya para... -lloré mientras me sostenía el pecho.

-No lo haré. Te observé deprimirte un año completo porque no quisiste hablarle, te observé coleccionar las cartas una por una, te he visto llorar por horas cuando Caleb no está en casa, te estoy viendo destruite por ese amor que intentaste ocultar, pero llegaste tarde -se arrodilló frente a mi- Alice, los últimos tres años te he visto hundirte en la anda, y no sé desde hace cuánto hacías eso. Te quiero mucho, pero no quisiste amarlo cuando tuviste la oportunidad, ahora es momento de que lo dejes ir.

...

Nos quedamos hasta la fiesta.

La noche cayó cálida y me sentía devuelta en casa después de mucho tiempo. Las voces le daban un habiente risueño a todo esto y debajo de la tenue luz de las lámparas que colgaban por todo el lugar me permití pasearme con libertad. Observé durante un rato a la pequeña hija de Katherine, la niña es hermosa.

-¡Alicia! No te metas eso a la boca -escuché a Benjamín vociferarle a la pequeña que avanzaba a paso decidido hacia mi- Cariño, vamos, no seas necia con los invitados.

La pequeña alcanzó al ruedo de mi vestido y empezó a halar de él con insistencia. La tomé del suelo y la cargue, ella me sonrió con una familiaridad extraña.

-Alicia, ven, no molestes a la señorita.

-No es ninguna molestia -dije con un nudo en la garganta- Es muy linda.

-Le gusta amistar con todo el que conoce.

-Eso es muy bueno, es una niña preciosa y amigable. Pero su nombre, es un nombre muy hermoso.

-Sí, la nombramos Alicia por una buena amiga intima de mi esposa. Su nombre es Alice.

-Alice... es lindo -susurré sintiendo como las lágrimas querían salir- Han de ser muy cercanos a ella para nombrar a su hija por su nombre.

-Ella aun no la conoce, pero esperamos verla pronto. Se ha distanciado un poco de la familia.

-Que pena.

-Vamos, Alicia, tu mami está esperándote para llevarte a dormir, preciosa.

-Adiós Alicia -sonreí y ella pareció haber notado mi rostro debajo del velo- Nos veremos algún día.

Luego de ver a la pareja bailar y de que todos hubiesen empezado a llevarle sus presentes decidí que ya era momento para yo marcharme. Tenía un trayecto que tomar y un barco que nos esperaba dentro de unas horas, con esto en definitiva despedía mi vida en Prusia ya más adelante buscaría la manera de que ellos se deshicieran de mi recuerdo.

-¿Lista?

-Eso creo.

...

El viaje de vuelta me trajo memorias dulces y otras no tan dulces. Las pesadillas se han vuelto más vividas mientras el tiempo avanza y las sombras ya nunca están quietas, ellas vienen a donde sea conmigo.

-Ya no solo se esconden en las arboles ¿No? ahora caminan sobre el mar- comenté y una ola azotó fuerte el casco- ¿Qué tan desesperante ha de ser esconderse entre las sombras? Vienen conmigo desde que fallecí, pero ¿qué demonios quiere decir que se acercan tanto cada vez más?

-¿Alice? ¿Con quién hablas? ¿Y qué haces a la orilla del barco a esta hora de la noche?

-Hablo con mis acompañantes -respondí todavía con la mirada perdida en el vago reflejo de la luna a mar abierto.

-¿Estás bien?

-Nunca he estado bien -dejé caer el peso de mi cuerpo en la orilla- Mi padre abusaba de mi de pequeña, cuando quise detener las cosas me lancé al vacío y mágicamente aparezco viva en otra ciudad, conozco una familia maravillosa, me doy cuenta de que jamás podré envejecer, que jamás podré tener hijos, me enamoré del niño al que vi crecer, lo tuve que alejar de mí y lo acabo ver casarse con otra mujer. En conclusión no estoy bien y jamás lo estaré. Y no es de nadie la culpa excepto mía.

-Alice...

-Ahora no necesito consuelo ni consejos, Naelea, solo quiero pasar mi pena en paz. Y ellos son mi única compañía.

-¿Sabes que son?

-No, pero aparecieron meses después de que aparecí en Hannover. Nunca cuestioné su existencia y jamás lo haré, porque cuando me siento sola esas sombras titilantes son las que me hacen compañía.

-Está bien si lo sientes así, pero por favor, vamos a dormir otra vez. Bien que no puedas morir, pero si puedes perderte a mar abierto y no confió en tu estabilidad sentimental ahora mismo.

-¿Crees que me voy a lanzar del barco?

-Sí, ahora vamos a dormir otra vez.

Hace mucho no tenía sueños tan lucidos, pero este me heló la sangre y todos los sentidos.

Mientras duermes nunca estás supuesto a ver los rostros de las personas en tu sueño, pero cuando logras verlos, diferenciar cada rasgos es una gran señal de peligro.

Mi sueño empezó de la siguiente manera.

La luz teñía las cortinas de un naranja oscuro, estaba en mi habitación, pero no la habitación en casa de la familia Morgan, sino aquella que había en la casa de mis padres. Una gigantesca llena de pequeños tarros con muchas flores y pequeños arbustos, por instinto creerías que ya la noche estaba cerca, pero algo me decía que no era así. Bajé de la cama sintiendo una pesadez horrible en todo mi cuerpo y es ahí donde miré el inmenso vientre que llevaba.

-¿Qué mierda...?

-Señora Morgan, que bueno verle despierta.

-¿Señora Morgan?¿Qué diablos es esto?

-Su esposo nos ha pedido que le sirvamos el desayuno temprano.

-¿Esposo?

-¿Señora se encuentra bien?

-¿Tú quién eres?

-Mirna... Mirna Coleman, mi madre fue su sirvienta hasta que murió.

-¿Coleman? Eres hija de Naelea.

-Si señora. ¿Quiere que le ayude a prepararse para bajar?

-Naelea nunca fue mi sirvienta, era mi mejor amiga.

-Entiendo que la vea así, pero siempre le sirvió desde que la rescató a los 13 y me tuvo a mí a los 16.

-¿Naelea murió?

-Señora, ¿Seguro que se encuentra bien?

-No entiendo nada.

Bajé de la cama y empecé a caminar por todo el lugar. La casa era exactamente igual a como la recordaba, largas ventanas que dejaban ver hacía el exterior en donde un bosque se extendí a lo lejos. Mis pequeños perros corrían por el jardín tal cual los dejé la ultima vez que estuve allí, pero algo estaba demasiado mal en todo esto.

De las paredes colgaban fotos de bodas, extrañamente no podía siquiera percibir mi propio rostro, pero era todavía más extraño que hubiesen fotos y no pinturas. Si esa chica que me estaba sirviendo era la hija de Naelea algo estaba muy mal, ella lucía de unos 26 años, mi mejor amiga había muerto y yo estaba casada... ¿Con quién estaba casada?

-Amor...

Una voz masculina se hizo en todo el lugar, era una voz que no conocía, pero cuando vi a la persona mi corazón dio un vuelvo y no supe descifrar si era miedo o emoción.

-Klaus...

-Mi hermosa esposa, madre de nuestro hijo -se acercó a mi y me tomó en un abrazo- Alice, mi hermosa Alice, no sabes cuando esperé para tener esto.

-No reconozco tu voz.

-Han pasado casi treinta años, ¿Cómo lo harías?

Entonces el entorno se volvió rojizo, mi vientre sangraba a mares y Klaus había envejecido tanto que ya no lucía como él.

-Eres una abominación Alice, mereces morir -su mano volvió a introducir el cuchillo en mi vientre y sentí como la criatura que llevaba adentro luchaba para no morir.

-¿Qué haces? -grité desconsolada sosteniendo mi estomago- Vas a matar a nuestro hijo.

-Tú no puedes ser madre, Alice. ¡Estás muerta! Y todos moriremos.

-¡Klaus detente! -grité arrastrando mi cuerpo por el suelo mientras me desangraba- ¡Por favor para!

El sueño se desvanecía en lo rojo de la sangre y lo pesadas de mis lágrimas, sé que no era real pero toda la desesperación si lo era. Las palabras de Klaus si lo eran, aunque sé que esa figura, ese hombre, no era mi Klaus.

...

-¡Alice! -la voz de Naelea me sacó de trance y fue ahí donde sentí la punzada más dolorosa que se me hizo tan familiar- Oh Dios, ¿Qué has hecho?










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