El fin de un linaje

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Todo Ragako estaba reunido alrededor del funeral de Hitch, tapada con una manta blanca, la cual estaba descansando eternamente rodeada de heno.

Marlo, en cambio, había sido sepultado en el cementerio del pueblo, era un joven inocente y aún era humano.

— Espero que puedas encontrar la paz y el perdón en la otra vida, pequeña Dreyse — Hablo Nanaba mientras colocaba una antorcha prendida en el pecho de la chica, por más que odiara los actos de la bruja, ella aún recordaba con tristeza y felicidad los momentos en los que hablaba con Mike sobre adoptar a la niña.

Mikasa, junto a Farlan, observaba con seriedad a la bruja siendo quemada, el final de una bruja que causó temor en el pueblo, una gran adversaria, a la que logro vencer sola, aunque para eso tuvo que ser salvada de la muerte varias veces por su compañero.

Respecto a la maldición, no le tomaba importancia, solo era el último aliento de una bruja.

Todos en Ragako festejaron, algunos por la muerte de la bruja, otros, entre ellos Nanaba, solo por el fin del terror en el pueblo, Mikasa decidido quedarse a participar del festejo mientras sus heridas sanaban.

Durante la fiesta, varias personas empezaron a tocar sus instrumentos componiendo una orquesta improvisada, ocasión que varias parejas aprovecharon para bailar.

Incluso los pequeños Falco y Gabi decidieron imitar a los mayores bailando animadamente.

Nanaba observaba la fiesta para luego desviar su vista a la tumba de Mike, ella haría honor a su valor y sabiduría guiando a la población de Ragako en su ausencia.

Mikasa estaba comiendo un pedazo de carne de cordero en la mesa de platillos, ignorando el baile, pero la batalla con Hitch la había hecho estar alerta en todo momento por lo que al sentir una presencia a su lado tomo un cuchillo de la mesa y lo puso rápidamente en la garganta de su posible enemigo.

— Tranquila Mikasa, no pensaba hacer nada — Comento Farlan con miedo mientras ponía sus manos a la defensiva y una gota de sudor bajaba por su rostro.

Mikasa suspiro tranquila y aparto el cuchillo — Lo lamento, imagino que estoy muy estresada por lo que sucedió.

— Es normal, pero ¿sabes que es bueno para quitar el estrés?, Un baile — Comento Farlan extendiendo su mano hacia Mikasa — ¿Me concede está pieza señorita?.

Mikasa estaba por rechazar la propuesta, pero Nanaba se acercó a ellos.

— ¿Porque no aceptas Mikasa? Debes aprovechar el tiempo, antes de que sea tarde... — Nanaba sonreía con melancolía recordando cuántas veces rechazo a Mike antes de caer ante sus encantos.

Mikasa entendió las palabras de Nanaba y suspiró — Bien, pero solo porque te debo la vida — Aún así no iba a ceder completamente a los caprichos de la doctora.

— Por mi, salvarte fue un placer además de que si no lo hacía Levi me habría cortado en pedazos — Bromeó Farlan, aunque esa broma tenía una gran parte de verdad, o quizás todo.

Ambos cazadores de monstruos empezaron a bailar a la luz de las estrellas, Mikasa se movía torpemente debido a que no sabía bailar bien y también por las heridas de su cuerpo, mientras que Farlan bailaba de forma natural.

Aquella noche fue como la calma después de la tormenta, como el cielo despejado y soleado al final del diluvio.

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Antes de irse de Ragako, Mikasa tenía un asunto pendiente, un asunto en el pantano.

Caminaba entre el fango y la maleza, por un camino que parecía ser impenetrable, pero ella veía todo como un camino bien conocido.

Cuando sufrió el hechizo de destrozamentes de Hitch, vio los recuerdos de la bruja, y en especial los de su época viviendo sola en aquél pantano, entre cosas sin importancia como que debía comer insectos o que usaba ramas para peinarse, había algo en especial que llamo su atención.

Tras caminar varios metros dentro del pantano logro verlo, el árbol hueco que sirvió a Hitch como hogar por varios años.

Mikasa se adentro a aquel refugio natural y contempló la que había sido la vivienda de la bruja todos esos años.

Un lugar pequeño pero acogedor, un colchón de musgo con algunas piedras y troncos vagamente tallados para servir de mesas y repisas, claramente no pasaba mucho en casa, habían varios insectos en las paredes, lo que le dio náuseas a la Ackerman con solo recordar el como Hitch los comía sin dudar, incluso el sabor de cada insecto quedó grabado en su memoria.

Mikasa sacudió la cabeza para quitarse esos recuerdos de la cabeza y fue a uno de los troncos, que servía de intento de mesita de luz, lo giro lentamente encontrando un hueco en el lado ocultó, adentro había un objeto celosamente envuelto con telas y cuerdas.

Mikasa deshizo cada nudo y aparto cada tela que lo envolvía para descubrir una brillante y fresca granada, sin embargo, aquel fruto se sentía extraño, su sola presencia era repulsiva para la cazadora.

Según los recuerdos de Hitch, consiguió el fruto de un árbol muerto, tras entregar como ofrenda en abono los huesos molidos de sus víctimas, regado con las inmundas aguas del pantano, aquel fruto era el poder entregado por un demonio, un ente de los abismos del infierno.

Mikasa coloco el fruto en una bolsa que aseguro en su cinturón y se alejo del que había sido el refugio de la última de las brujas, ella termino con el trabajo de su tío, el de exterminar a todas las brujas, ese fruto sería la prueba de su gran logro.

Mikasa volvió a Ragako dónde los pobladores y Farlan la esperaban con aclamaciones y amabilidad, Nanaba le dió algunas monedas de plata y bronce, aunque Mikasa las rechazo declarando que tomo las del carro que perteneció al joven Springer, aún así les dieron alimentos para el viaje y dos caballos.

Mikasa sentía que lo que más había ganado en ese pueblo era la experiencia pero no iba a negar que le encantaba su corcel negro, su nombre al parecer era Heichou, debía admitir que su tamaño pequeño, pelaje azabache y gran velocidad le recordaba mucho a su primo, solo le faltaba que sea obsesivo con la limpieza.

Farlan también recibió un caballo, uno de color marrón oscuro, llamado Tatakae, algo más grande y difícil de dominar, pero Farlan confiaba en que podría con él.

— Todo Ragako les desea suerte en su viaje y esperamos escuchar de sus grandes proezas en el futuro Mikasa Ackerman y Farlan Chruch, los salvadores de Ragako.

Mikasa aguanto la emoción de gritar al escuchar que ya se había hecho de un renombre, en un pueblo aislado y pequeño pero sabía que con el tiempo Ragako volvería a ser un gran pueblo y todos sabían la leyenda de la chica que derrotó a la bruja del pantano y su temible monstruo del lago.

— Muchas gracias por salvarnos señor y señorita cazadores — Agradeció el pequeño Falco haciendo una reverencia.

— ¡Cuando crezca seré una gran cazadora de monstruos como usted! — Gritó animada la pequeña Gabi mientras agitaba una rama en el aire — ¡Muere demonio!.

Los adultos y jóvenes reían al ver a la adorable niña imitar a su nueva heroína, para que luego Mikasa tirará de las riendas de Heichou haciéndolo relinchar y retomar su camino hacia la ciudad de Sina.

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