Noche 43: La lámpara

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[Silencio solemne, una risita... y Coco aparece para hacer una reverencia. Aplausos]

Hola a todos, aquí Coco, quien se complace en anunciar el épico final de otra de sus obras, y está que no puede contenerse de felicidad hoy que sus noches árabes por fin tocan su fin [más aplausitos de su staff y sonido lejano de música árabe]

Antes que nada, quiero agradecerles a todos los que siguieron esta historia fielmente en este y mi otro perfil. Son maravillosos, no saben lo importante que ha sido su amor para inspirarme a tener la magia suficiente para escribir cada semana. Juntos nos reímos, lloramos, nos enojamos y nos ruborizamos >w< y,ahora que ha llegado el final, no puedo menos que reconocer todo su apoyo y decir : ¡MIL Y UNA VECES GRACIAS! ^u^ <3<3<3

Ha sido un hermoso viaje, espero que lo hayan disfrutado tanto como yo, y si están de acuerdo en que cumpla mi promesa y cierre el ciclo de esta fabulosa obra hoy sábado y en domingo, entonces mejor no los demoro más y me hago a un lado para que vayan a disfrutar nuestra última ronda de noches árabes. Ya saben que hacer <3 

Posdata: hoy y mañana serán capítulos dobles UwU 

***

Era el fin. Meliodas lo sabía, y sólo podía mirar cómo la enorme nube de energía oscura iba aumentando, un tornado de maldad fuera de control destinado a acabar con el mundo. Relámpagos púrpuras y dorados tronaban por todas partes, y una tempestad de fuerza tan demoledora como para destruir el techo se alzó para permitir que la masa de poder en que se había convertido su hermano siguiera creciendo. Aún estaba tendido en el piso, bañado en su propia sangre, sintiendo como la fuerza vital dejaba su cuerpo con cada aliento. Y estaba feliz. Nada de eso le importaba, porque Elizabeth se encontraba con él, y no había cosa que pudiera hacerlo más dichoso que contemplar su bello rostro una última vez antes de morir.

Estaba viva. Cuando la vio tendida con la misma ropa con la que habían enterrado a su madre, sintió que su corazón también había dejado de latir. El tiempo paró, ni la venganza ni el odio hubieran sido suficientes para volver a darle sentido a su vida. Ya hacía tiempo que lo sabía: sólo su amor le daba un propósito a su existencia, y la noción de que sobreviviera le dio tal esperanza que no pudo dejar de sonreír. Entrelazaron sus manos húmedas de rojo mientras ella lloraba. Sin apartar los ojos del otro, se sonrieron y él susurró las que seguramente serían sus últimas palabras.

—Te amo. —Era como si solo estuvieran ellos, como la primera vez que hicieron el amor, como cuando despertó en sus brazos tras haber resucitado. Elizabeth era su todo y, aunque el fin del mundo hubiera llegado, él no se arrepentía de nada. Finalmente la energía mágica se condensó, una risa atronadora rasgó el cielo y, de las nubes, emergió la aterradora figura de aquel que desde ese momento sería el genio más poderoso.

—¡Por fiiiiiin! —gritó el demente ser sobrenatural, ebrio de sí mismo. Jugó con los vientos y los truenos que salían de sus manos, invocó a las estrellas y la energía del cosmos, cubrió su cuerpo de fuego y de oro—. ¡Esto sí es poder! ¡Por fin soy el ser supremooo! —Se hinchaba en su regocijo. El genio oscuro siguió creciendo hasta ser más alto que su palacio, más alto que cualquier palacio del mundo, y cuando al fin se convenció de que no había ser más grande que él, miró a los insignificantes humanos a sus pies. Decidió que era hora de acabar con ellos—. Ladronzuelo, gracias. Me hiciste descubrir la verdadera grandeza y, como recompensa, los exterminaré de un solo golpe. Lo siento, hermanos, pero ahora incluso nuestra corona es demasiado pequeña para mí. Este reino desaparecerá junto con ustedes. ¡El universo será mío a partir de hoy!

El genio Estarossa alzó las manos al cielo creando entre sus palmas un gigantesco sol con el que devastaría todo, y quienes aún no se habían convertido en estatuas se prepararon para enfrentar su final. Elaine se abrazó a la figura dorada en que se había convertido Ban, el rey Arlequín cubrió los ojos de Diane, Gelda sujetó al inconsciente Zeldris contra su pecho, y Meliodas le dio un apasionado beso a Elizabeth. Pero Arthur simplemente sonreía. Estaba orgulloso, de pie frente al genio oscuro, con las manos en la cintura y una sonrisa victoriosa. Echó la cabeza hacia atrás para reír a todo pulmón y, al momento siguiente, la genio de la lámpara original apareció detrás de él.

—¡¿De qué te estás riendo?! —gritó confundido el genio supremo.

—De usted, mi señor. Me complace ver que ha quedado satisfecho con sus deseos, pero me temo que ha llegado el momento de despedirnos.

—Tienes razón —dijo el peliplateado, dando al pequeño por loco—. Adiós, ladronzuelo. ¡Y hasta nunca, Siete Pecados Capitales! —La enorme esfera incandescente destelló en sus manos, aumentó una última vez mientras se preparaba a lanzarla... y súbitamente se desvaneció—. ¿Qué...? —Un sonido como de metal forjándose hizo eco por todas partes, y entonces, ante la aterrada vista del genio, un par de esposas con cadenas se ataron a sus muñecas—. ¡¿Qué es estooooo?!

—Su deseo hecho realidad, mi señor —le reveló Merlín—. Ciertamente, nosotros los genios somos los seres más poderosos. Pero es precisamente por eso que no podemos permanecer en este mundo mucho tiempo. Un genio sin un amo debe volver a la lámpara. Ahora que usted es el más grande de nosotros, deberá comenzar su condena inmediatamente. —Apenas esas palabras salieron de labios de la morena, una lámpara pintada del negro más profundo se formó en el piso, absorbiendo lentamente a Estarossa y arrastrando con él toda magia que había activado.

—Siempre fuiste esclavo del poder —rió Arthur—. Ahora, lo serás por toda la eternidad.

—¡Noooooooo! —Las parejas presentes se aferraron a lo que pudieron para no salir volando mientras el poder más enorme jamás visto era vertido en aquel diminuto objeto de metal, arrastrado sin remedio a un encierro que tal vez duraría eras—. ¡Me vengaré! —rugió por última vez Estarossa—. ¡Algún día volveré, y mi venganza caerá sobre todos ustedes! ¡Lo jurooooooo! —Luego, todo fue silencio.

*

Elizabeth abrió los ojos lentamente aún aferrada al cuerpo de su amado y, cuando finalmente pudo entender la escena que estaba ante sus ojos, lágrimas de felicidad se derramaron por sus mejillas: habían ganado. Bailando entre escombros y jugando con la lámpara negra estaba Arthur, y solo unos pasos más allá, Merlín, con la sonrisa más radiante y dulce que le había conocido. Los supervivientes surgían por aquí y por allá entre montículos de arena, y la maldición de las estatuas de oro parecía estar desapareciendo, pues las personas afectadas despertaban solo ligeramente cubiertas de polvo dorado. Pero faltaba alguien.

—Despierta, amor mío. —dijo la diosa mientras empezaba a emanar una luz pura y blanca.

Su esposo aún respiraba, y cada inhalación se fue fortaleciendo mientras su sanación se iba extendiendo en olas enormes que alcanzaron las orillas mismas del reino. Al ser bañados en aquella cálida energía, todos comprendieron lo que acababa de pasar. Habían sido salvados, y sus héroes debían estar en la sala del trono tratando de reagruparse. Meliodas abrió los ojos pensando que tal vez en esta ocasión sí había llegado al paraíso.

—Elizabeth... —Su sonrisa era tan maravillosa que le transmitió lo que estaba pasando sin decirlo—. ¿Hemos ganado? —Ella ni siquiera pudo contestar. Solo asintió con la cabeza, lo abrazó, y volvió a besarlo lenta y dulcemente. En su caricia recordó todo lo que habían vivido juntos, desde el momento en que entró a formar parte de su harem, hasta la batalla de hacía unos segundos, y se dió cuenta de que aquello debía llevar mucho tiempo escrito en las estrellas. Lágrimas y risa, miedo y esperanza, guerra y amor. Ahora, por fin, eran libres de amarse verdaderamente, y una nueva era de paz iniciaba.

—¡¿Todos están bien?! —gritó una voz conocida a unos metros de ellos, y entonces se dio cuenta que aquellos lazos hechos con sus amigos también eran una cosa del destino. Ban se acercaba ayudado de su princesa, y cada una de las parejas que formaban parte de la orden de los Pecados Capitales se fueron aglomerando alrededor de la pareja real.

—¡Hermano! —exclamó Zeldris dejándose caer a su lado seguido de Gelda.

—Bien hecho. —dijo Merlín abrazando a Arthur mientras lo acercaba con su familia.

—Todo ha terminado. —susurró Arlequín con ojos brillantes mientras estrujaba a Diane en un abrazo.

—No —dijo la castaña viendo cómo el pequeño de ojos morados también acababa en el piso abrazado por Meliodas y Elizabeth—. Esto sólo ha empezado.

—Sí, hablando de eso —dijo Gowther súbitamente llamando la atención de todos. Por fin había dejado de ser un sueño para tener un cuerpo físico, y ahora, sostenía la lámpara maravillosa original que pertenecía a la maga—. Creo que falta solucionar uno o dos cabos sueltos antes de comenzar la fiesta. —Marchando hacia su salvador con paso solemne, el pelimagenta se arrodilló y entregó el artefacto a su legítimo amo. Todos esperaron en silencio su veredicto.

—Aún le quedan algunos deseos, mi señor —dijo Merlín haciendo una reverencia—. Lo que pida, será un placer para mí cumplirlo. —Un momento de silencio, miradas cómplices, y entonces el joven se puso de pie mientras encaraba a cada uno de ellos.

—Meliodas... —exclamó enfrentando sus ojos morados contra los verdes—. ¿Prometes seguir a lado de mi hermana hasta la muerte?

—Mucho más allá de la muerte. Eternamente. Por más de mil vidas. —El chico sonrió y giró para mirar a Ban.

—Señor Ban, ¿se casará con la princesa Elaine?

—¿Lo dudas, chico? —afirmó abrazándola—. Le hice una promesa hace mucho tiempo. Y hoy, al fin puedo cumplirla.

—Bien. —Los iris amatista del joven héroe recorrieron los rostros de Zeldris, Gelda, King y Diane, y no tuvieron que decirse nada para entender lo que él pedía.

—Protegeremos la alianza entre nuestros reinos —afirmó el oji ámbar—. Nunca más habrá otra guerra.

—De acuerdo. Entonces... —afirmó Arthur encarando a la hechicera—. Querida Merlín, te dejo el segundo deseo a ti. Deseo que hagas justicia y des a cada uno de mis amigos aquello que creas que merecen. —Llena de gozo, la morena alzó las manos al cielo e invocó su magia una vez más.

—¡Sus deseos son órdenes! —Una nueva tormenta de poder se alzó con ella en el centro, y los cubrió de una energía pura y resplandeciente que ondulaba con los colores del arcoiris. Se fue expandiendo rápidamente hasta alcanzar las orillas más recónditas de la tierra, regenerando todo a su paso y restaurando lo que antes existía, sólo que aún más hermoso que antes. Plantas y flores llenaron los rincones de verdor, fuentes de agua cantaron en las calles, de las viejas ruinas se alzaron los hogares de cientos de personas, y el palacio resurgió en su antigua gloria. Hasta el salón del trono se levantó nuevamente, con la diferencia de que, en vez de escenas de batalla, las paredes estaban decoradas con pinturas de alianzas entre los descendientes de todos los pueblos. Luego, aquella luz empezó a transformarlos también.

Ban y Elaine se encontraron vestidos con el mismo color verde, señal de los embajadores y de las parejas casadas. Sobre la cabeza de Diane fue puesto un aro de oro idéntico al de King, símbolo de la familia real. Zeldris recuperó sus atuendos de visir, y Gelda vio como de la nada se materializaba en su cuello el collar de plata del escribano. Pero los que más cambiaron fueron Meliodas y Elizabeth. Recuperando el poder que legítimamente le pertenecía como rey, el rubio descubrió que se había convertido en un ser aún más poderoso que antes. Sus iris se volvieron negros, la marca del sol reapareció en su frente, y en su espalda surgieron dos alas que, al abrirse, mostraron a todos la visión de un manto nocturno. Ella brilló como una estrella caída a la tierra y, al momento siguiente, sus ojos eran dorados y resplandecientes. Sus alas resurgieron sanas y espléndidas, y un hermoso traje de bailarina se ciñó a su cuerpo con gentileza. Su arete de compromiso tintineó en su oreja y ahora, además, llevaba una delicada corona de plata en la frente. Una que el mismo Arthur llevaba también. Él cambió sus desgastadas ropas por unas sencillas de algodón, llevaba un anillo con el símbolo del león en la mano, y portaba una fina faja roja en la cintura, una que anunciaba que él ahora oficialmente era...

—Un príncipe —susurró Meliodas acercándose para abrazarlo otra vez—. Es lo que siempre has merecido ser. Y es lo que serás a partir de hoy.

—¡Entonces...! —exclamó Merlín alzando nuevamente sus manos para acatar inmediatamente el tercer deseo de su señor—. ¡Lo escucho, alteza! ¡¿Cuál es su mandato?! —La primera orden que diera como príncipe sería la última que daría al genio de la lámpara. Se miraron de nuevo intensamente, y entonces ella sonrió—. Sin importar lo que elijas, estoy orgullosa de ti. Cumpliré tus deseos pase lo que pase. —súbitamente, Arthur pareció nervioso.

—Espero que sigas pensando lo mismo después de lo que voy a decir —Todos se le quedaron viendo con expresión de confusión, él respiró de nuevo para darse valor. Y entonces, finalmente frotó la lámpara por tercera vez—. Merlín, deseo tu libertad.

La genio experimentó lo que era la gratitud y el amor infinito mientras lloraba y veía como las pulseras en sus manos, que en realidad eran cadenas, iban desapareciendo. La lámpara se disolvió también y, para cuando el deseo terminó de cumplirse, ella casi se desmayó de la impresión. Todos guardaron silencio ante la importancia del momento, y Arthur se le acercó, preocupado por la expresión extraña que estaba haciendo.

—¿Merlín?

—Amo, pida algo. Lo que sea.

—¡De... de acuerdo. Esto... espero que no sea para comprobar si puedes negarte porque... —Se colocó frente a ella, tomó sus manos entre las suyas, y súbitamente se arrodilló—. Lo que quiero es pedirte que te cases conmigo. Dime, ¿lo harás? —Su primera elección como genio libre era también la primera que hacía como mujer.

—Sí... —dijo con un hilo de voz para después arrojarse a sus brazos—. ¡Claro que sí! —Y por la forma en que lo besó cuando por fin se separaron, todos supieron que su amor no podría terminar de narrarse ni en mil y una noches.

Los Siete Pecados Capitales se acercaron a la pareja para dar sus bendiciones, y los amigos reunidos por el destino empezaron la celebración levantando al joven héroe en hombros. Elizabeth veía esta escena a un par de metros, tan feliz que sentía que su corazón no podría soportarlo. Un nuevo futuro. Un nuevo comienzo. Una nueva historia. Y entonces pasó. Súbitamente comenzó a sentirse muy débil. Un frío extraño la recorrió hasta la punta de los dedos, y fue como si el piso dejara de existir.

—Me... Meliodas... —Alzó la mano para tratar de alcanzarlo y, en cuanto él la vio, corrió a atraparla justo a tiempo para evitar que cayera a lo que ella sentía como un vacío. La oscuridad la arrastraba. Lo último que escuchó antes de perder la conciencia fueron las voces de su amada familia llamándola.

***

¡Chan chan chaaaaaan! *o* Oh no, ¿qué le pasa a Eli? ¿Todos están bien? ¿Por qué Coco nos hace sufrir de este modo? >o< La respuesta es simple cocoamigos: porque amo hacerlos sentir, fufufu ^w^ ¡El terrible Estarossa por fin ha sido derrotado! Así que ya no se preocupen que, a partir de ahora, sólo nos queda ver cómo nuestros héroes inician una nueva era de paz. Además, en la próxima página veremos qué es lo que le ocurre a Eli, ¡no desesperen! *u* La magia aún arderá mucho antes de terminarse. 

Pero bueno, antes de ir al siguiente capítulo, ¿qué tal un secreto de este ? ¿Sabían que, originalmente, creía firmemente que Arthur Pendragon siempre iba a ser bueno y se convertiría en uno de los mayores héroes de la siguiente generación en Nanatsu no Taizai? Alerta de spoiler: ahora mi amado bebé es el villano U_U me rompió el corazón, aún espero su redención o al menos sus motivos, pero mientras espero dolorosamente a que el manga de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis avance y esos misterios sean revelados, mejor me quedo con mi versión heroica y luminosa de este libro. 

Sí, él permenecerá de esta forma en mi obra para siempre... ¿o no? *w* Dejándolos con la intriga de qué quiero decir, los dejo para que den vuelta a la hoja... 



 

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