Noche 5: Te amarían como yo

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¡Hola a todos! Aquí Coco, en un martes relajado y tranquilo, lista para volver a disfrutar las noches árabes con todos ustedes UwU Solo que, en este caso, esta es la calma antes de la tormenta *u* Creo recordar que se vienen giros dramáticos en la trama de esta historia, y además, pueden esperar una pequeña sorpresita extra, fufufu. Pero no los interrumpo más, mejor retomemos la lectura y veamos qué pasó con nuestro amado melizabeth en el palacio del sultán. Ya saben que hacer <3 

***

—Hey mocoso, ¿Qué crees?

—Me llamo Arthur, señor Ban.

—Como sea. Adivina quién ha encontrado un excelente método para colarse en el palacio del sultán.

—¡¿En serio?! —El joven ladrón había progresado mucho en el tiempo que llevaba entrenando, pero su ansiedad crecía con cada día que pasaba, y no había visto oportunidad siquiera de acercarse al lugar donde tenían a Elizabeth.

—¡Pues sí! En unos días, el sultán de la nación vecina vendrá de visita, y hará una entrada espectacular con un desfile que nos dará la oportunidad perfecta de tomar prestados los uniformes de algunos de sus sirvientes, y colarnos a la fiesta para rescatar a tu princesa.

—Es mi hermana, señor.

—Como sea. ¿Estás listo, Arthur? —Por fin había dicho bien su nombre. Y no solo eso, su sonrisa de burla había pasado a ser una llena de confianza, inundando a su pupilo del entusiasmo que necesitaba.

—Más listo imposible, señor.

*

—Y entonces, Sinbad el marino se hizo de nuevo al mar, en busca de una nueva aventura.

—Estupendo... —Elizabeth y Meliodas estaban sentados uno al lado del otro bajo las ramas de un gran árbol de sésamo. Él apoyaba la mejilla en la palma de su mano, y tenía una mirada tan brillante y emocionada que Elizabeth sintió que su corazón iba a estallar de gozo. Cerró el libro con una hermosa sonrisa antes de hablar.

—Le gustan mucho las historias sobre aventuras en tierras lejanas, ¿verdad mi señor? —El semblante serio del rubio volvió de golpe mientras apartaba la vista.

—Claro, es obvio que me interesan. Casi nunca salgo del palacio, y las pocas veces que lo hago es para ir a la guerra. Créeme, es muy difícil conocer a la gente si están ocupados temblando a tus pies. —Elizabeth reflexionó sobre sus palabras y, al final, se atrevió a ir un poco más lejos con aquel tema.

—¿Eso quiere decir que jamás ha visitado los suburbios de sus propios reinos? ¿Jamás ha conocido directamente a su pueblo?

—Obviamente no, eso iría completamente contra la tradición. —Ella vio una oportunidad en eso y, una vez más, decidió decir lo que pensaba.

—Pienso que eso es un error. Si el pueblo lo conociera, estoy segura de que todos llegarían a amarlo. Y si usted conociera al pueblo, vería su pobreza y hambre, y estoy segura que haría algo al respecto. —Meliodas abrió los ojos como platos, y se dejó deslizar lentamente por la corteza del árbol hasta que estuvo acostado por completo.

—¿Tú crees?

—Estoy segura de eso.

Sus palabras habían puesto a Meliodas a reflexionar sobre muchas cosas. ¿Pobreza y hambre? Se suponía que él se partía el lomo todos los días precisamente para evitar que eso pasara. Pero, ¿qué tanto ignoraba cómo para que Elizabeth pensara que tenía que hacerse algo al respecto? Por lo general dejaban esos asuntos al gran visir, pero claro, Estarossa no era la mejor opción cuando se trataba de cuidar de los demás. Pero hubo algo más, implícito en las palabras de Elizabeth, que había calado profundamente en él.

—Elizabeth... ¿tú me amas? —El silencio que siguió hizo que Meliodas sintiera como si su corazón estuviera siendo estrujado desde adentro. Luego que ella hizo su movimiento. Sonrió de una manera que era como ver directamente una estrella, tomó sus manos entre las suyas, y beso sus nudillos con adoración.

—Algún día, me gustaría ir a ver el mundo con usted, mi señor. Justo como Sinbad. —No era una respuesta directa, pero el sentimiento oculto tras esas palabras hizo que a Meliodas se le hiciera un nudo en la garganta.

—Creo que es suficiente de historias por hoy. Me siento cansado.

—Mi señor... esperó no ser muy atrevida al sugerirle esto pero, ¿le gustaría dormir en mi regazo? —No tuvo que repetirlo. Antes de darse cuenta ya lo tenía sobre ella, y su cara durmiente era un poema a las cosas que ella más apreciaba en el mundo. Se veía tan adorable, que Elizabeth no pudo resistirse: comenzó a acariciar su cabeza. En un principio el cuerpo del sultán pareció tensionarse, pero con cada vez que ella metía los dedos entre su cabello, él se fue relajando más y más.

Lo quería. Sencillamente no podía evitarlo, y cada vez comprendía más su soledad y su tristeza. No era malo, solo que era así como le habían enseñado a vivir. Y ella lo quería, quería todo de él. El recuerdo de la conversación que tuvo con Diane decidió aparecer justo en ese momento para destrozarla por dentro. Jamás podría tenerlo del todo; él estaba destinado a casarse con una princesa, y ella pasaría a ser solo una diversión más.

Un momento más, por favor. Solo un momento, permíteme soñar con otro destino.

En su desesperación, Elizabeth colocó la palma de su mano sobre el pecho de Meliodas, justo a la altura del corazón. Aunque jamás le perteneciera, quería estar cerca de él el mayor tiempo posible. La esperanza volvió a su cuerpo cuando él colocó su propia mano sobre la de ella.

*

—¡¿Ves?! ¿Ves eso hermano? Eso no es normal. —Cuando Estarossa y Zeldris escucharon que su hermano mayor estaba otra vez en el jardín, no podían creerlo. Durante las sesiones de la corte, nadie podría decir que el sultán actuaba diferente de alguna manera, todo era como siempre había sido. Sin embargo, ellos lo sabían: todo el tiempo libre que tenía lo usaba para estar con esa mujer. Ahora, al verlo dormido plácidamente en su regazo, ambos príncipes comenzaron a preocuparse de verdad, aunque por razones diferentes.

—No le durará el gusto —dijo el pelinegro—. La delegación que viene dentro de unos días trae a la amira Melascula y a la princesa Elaine. Ellas son las mejores candidatas para convertirse en la primera esposa del sultán.

—Esa mujer debe coger como las diosas.

—¿Eso es lo que te interesa?

—¿Qué cara crees que pondría nuestro hermano si su joya lo engañara? ¿Crees que su rostro sería reconocible después de los golpes que él le dé?

—Que pensamientos tan mórbidos y mal intencionados, visir. Pero me temo que, de engañarlo, no sería contigo —La mirada de odio que Estarossa le lanzó hizo que Zeldris sonriera complacido—. No sé nuestro hermano, pero es obvio que el corazón de ella si está cautivado. Y no hay mejor manera de asegurar a una mujer que tenerla enamorada.

—¿Quién diría que resultaras ser una persona tan sentimental y cursi, señor verdugo? Pero hay más de una forma de robar un corazón.

—¿Otra vez tus locas ideas sobre objetos mágicos? ¿Por qué no te unes a ellos en su lectura de cuentos? Ahora, si me disculpas, tengo asuntos serios que atender.

Estarossa no replicó ni pestañeó siquiera, pero lo que había dicho sobre sus intenciones era completamente en serio. Sus incrédulos hermanos no podían saberlo, pero una vez que obtuviera el poder mágico que había buscado por años, sería capaz no sólo de poseer a la mujer que deseaba, sino de derrocar a su hermano y tomar el trono para sí mismo. Solo necesitaba encontrar al hombre indicado para meterlo en la cueva de las maravillas y recuperar lo que estaba destinado a ser suyo. Pero, ¿dónde encontraría a un ladrón de corazón puro, dispuesto a caer en la trampa por unas monedas?

*

El día de la visita real por fin llegó, y la ciudad entera se vistió de fiesta. La avenida principal que conducía al palacio fue mandada a limpiar y pintar, y a lo largo de todo el camino había decoraciones con flores y lienzos. Incluso visto desde el palacio, aquel paisaje era asombroso. Pero esa no era la única razón por la que Elizabeth estaba emocionada. En honor al huésped real, ella y las demás bailarinas darían un espectáculo de bienvenida. Eso la tenía brincando en un pie.

Deseaba dar el baile más hermoso que jamás se hubiera visto, aunque no precisamente por querer lucirse o destacar. Lo único que ella deseaba era complacer a Meliodas. El entrenamiento había sido duro, sobre todo desde que Zaneri había decidido dejar de hablarle y Gelda había comenzado a servir al verdugo. Pero ese era el gran día para todas ellas, y la peliplateada se sentía más preparada que nunca. Una fuerte trompeta anunció la llegada de las visitas, y fue cuando el gran desfile dio comienzo.

*

—¿Estás listo?

—A su señal, señor Ban.

Elefantes, bailarinas, sirvientes y todo tipo de acompañantes. Colarse sin ser vistos por los guardias fue casi demasiado fácil. El plan era simple: tomar el uniforme de algunos siervos noqueados, tomar lo que pudieran y salir por los pasadizos secretos que había dicho el informante. Aunque claro, el robo que ellos iban a hacer era el más difícil. Tenían que llegar hasta los cuartos del harem para rescatar a la bella Elizabeth.

—No todo lo que brilla es oro, muchacho.

—¿Qué dijo, señor Ban?

—Que ahora es cuando, ¡vamos! —En dos segundos noquearon a sus víctimas elegidas y las amordazaron para después ponerse sus ropas. Ban quedó vestido como un camarero, mientras Arturo tomó la apariencia de un mensajero—. Te queda bien, chico de los recados.

—Por favor no se burle, líder. —Arthur intentó salir corriendo por uno de los pasillos laterales para ser detenido en el acto por su maestro, que lo agarró del cuello y volvió a ponerlo donde estaba.

—Qué falta de profesionalismo, joven. No puedes entrar corriendo como loco y por donde quieras, debemos actuar con calma, y avanzar según el ritmo de la fiesta lo vaya permitiendo.

—Pero...

—Oye, está muy mal que te arriesgues a equivocarte habiendo hecho todo bien hasta ahora. Actúa natural. Después de todo, nosotros también somos realeza —La expresión de incredulidad de Arthur fue tan graciosa que volvió a hacer sonreír al ojirojo—. Así es amigo mío. Somos los príncipes de los ladrones. 

***

Y ahora, un dato curioso sobre esta historia: ¿sabían que la palabra amira significa algo así como "princesa" o "realeza" en árabe? Es el título que le di  a Melascula para dar a entender que competiría en rango con la princesa Elaine, y ambas, a su vez, ahora competirán contra otras por la mano del sultán. Si bien la dama serpiente es una villana en esta historia (la escribí antes de convertirme yo misma en Melascula para entrar a mis obras), ella es uno de esos personajes en los cuales deseaba profundizar más. Bueno, ahora ahora tengo la oportunidad, así que no les sorprenda encontrar pronto material extra por acá ^u^ 

No se vayan amigos, que la noche árabe aún no termina <3 



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