[49] - Joselyn: Mínimo respeto

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Joselyn

Luego de días, al fin me animo a ir a trabajar, pues no recibí la carta de despido de Milton y me siento un poco más valiente. Quizás desea relevarme de mi cargo en persona o sugerirme a otra sucursal, pero mientras eso no pase, son solo especulaciones mías.

Todavía estoy pensando en si debería renunciar, sin embargo, ni me atrevo a mirarlo a la cara y él parece que tampoco. Hoy, en todo el día, nada más cruzamos dos o tres palabras. Me parece bien, es el trabajo, aun así, me siento tan incómoda.

Cuando el día termina, me levanto de la silla de mi escritorio y voy a su despacho. Como toda la jornada de hoy, no me mira, solo se dedica a observar sus documentos.

—Qué bueno que estás aquí. —Oigo más de tres palabras de su boca al fin—. Llévale esto a producción. —Levanta una carpeta.

Trago saliva y me siento en la silla que está delante de su escritorio. Baja su mano con el objeto cuando hago esa acción.

—¿Qué sucede? —consulta y continúa sin verme, así que decide volver a prestarle atención a sus papeles—. Estoy ocupado, tengo mucho trabajo con retraso, las cuentas no van bien y debo concentrarme.

—Hemos mejorado con la venta del último modelo —sugiero, pero no me contesta. Sigue con lo suyo, así que agrego—: ¿Vas a despedirme?

—¿Por qué? ¿Acaso hiciste algo mal en tu trabajo? —Su concentración se dirige a su computadora—. Creo haber dicho que de mi parte no ocurriría algo así, soy un hombre de palabra.

Bajo la vista, sintiendo mis mejillas arder.

—Sí, recuerdo cuando no me odiaba.

—No te odio. —Teclea, puedo oír como escribe despacio, no está realmente concentrado como aparenta.

Mis ojos se humedecen.

—¿Entonces por qué no me mira?

Alza la vista de manera brusca y me observa, así que me sobresalto. Me ve de una manera intensa, así que no abandona su postura.

—Joselyn —expresa de una forma tosca, ya no dice "Josy"—. Estamos trabajando.

—Debería emitir mi renuncia.

—Si haces eso no tendrías indemnización.

—Yo... —Tiemblo—. Debería enviarme con alguno de sus socios.

—¿Un traslado? —Enarca una ceja—. No obtendrás el mismo sueldo que aquí, sería como empezar de cero.

—Entonces supongo que debería irme a trabajar con mi hermano.

—¿A un club fetichista?

—En el área de administración —me defiendo.

—No deberías hacer todo eso si te comportaras profesional. Haz como yo... —Guarda unos papeles en un archivo—. Ignórame.

Presiono los dientes.

—Pero...

—Hace unos días tuvimos una situación incómoda —me aclara, así que me recuerdo en su cama—. Es simple, si nos ignoramos, no volverá a ocurrir.

—¡Esto es incómodo! —Siento que mis mejillas queman—. ¿Por qué no deja que me vaya?

—Yo solo te estoy dando consejos, no te estoy obligando.

Suspiro.

—Milton, no me estás ayudando —aclaro.

—Querías respeto, ese es el mínimo que puedo darte.

—Yo...

—No sé qué quieres de mí, Joselyn, te trato como debería, como un jefe.

—¿Usted se escucha cuando habla? No ve que todas sus objeciones están plagadas de control.

—Repito. —Se mantiene serio—. Son consejos, no obligación.

—¿No se da cuenta de que vernos es totalmente tóxico?

—Mira quién lo dice. —Se forma un silencio antes de que continúe—. ¿Por qué viniste a trabajar, Joselyn? Si tanto querías renunciar, pudiste enviar una carta.

—Quería matar mis esperanzas en usted, pero no me estaría funcionando. —Suspiro—. Lo que hicimos... y sus actitudes, me confunden.

—¿Acaso eres masoquista? —Enarca una ceja.

—¡No! —Me alarmo.

—Pues no parece.

—¡No, no lo soy! —Insisto, luego me lo pienso, cuando tengo calor—. Quiero decir... ¿Qué siente por mí?

—Disculpa, no soy gay.

Frunzo el ceño.

—Ignoraré eso. Además, con tranquilidad, podría tener otra orientación, y no necesariamente tendría que ser homosexual. Como sea, dicen que los borrachos hablan con la verdad y es claro que usted dejó expuestos sus sentimientos por mí.

Entrecierra los ojos.

—Sí que eres masoquista. Te he dicho cosas horribles, ¿y eso es lo que te queda en la cabeza? Creo que la que no se escucha cuando habla, eres tú.

—No es mi culpa que casi tuvimos sexo en su cama —contraataco.

Se queda en shock por un momento, luego traga saliva antes de contestar.

—Es por eso que debemos ignorarnos. —Se acomoda la corbata, mientras se le ve un pequeño rubor en las mejillas—. Hay cosas que no pueden volver a pasar.

—Vas a ir al infierno —me burlo.

—No si me arrepiento.

—No eres tan creyente, déjalo ya.

—Soy bastante tradicional, así que esas cosas impuras no pasan por mi mente.

—¿A quién tratas de engañar? —Me levanto de la silla—. Será mejor que me vaya, esto es estúpido. Recibirá mi carta de renuncia pronto, no se preocupe.

Milton se apresura a pararse, camina rápido a la puerta y se pone en mi camino, para que no me retire de su despacho.

—No te vayas —pide.

Me sonrojo.

—Yo... ¡¿Qué es esto?! —Reacciono—. ¡¡Deja de molestar!!

—Sí, suena contradictorio, pero no puedo evitarlo.

—Bien. —Hago una pausa—. Pídeme disculpas —expreso con orgullo.

—¿Disculpas? —Enarca una ceja.

—Sí, por tratarme de hombre, pídeme disculpas.

Rueda los ojos.

—No voy a pedir disculpas por decir la verdad.

Le doy un cachetazo.

—Muérete. —Intento irme, pero me agarra del brazo, entonces me empuja hacia el borde de la puerta y se aproxima a mi boca, la cual mira por unos segundos—. ¿Qué...? ¿Qué? —Mis mejillas arden.

Cuánta tensión sexual.

—Tú también eres una contradicción, solo mírate.

Me enfado y le piso el pie.

—¡Al menos yo no niego lo que siento! —Lo empujo, así que al fin logro irme—. ¡Imbécil!

Regreso directo a casa para hablar con Exiel. Al llegar, me encuentro con Ramir, comiendo un cereal, y recuerdo que ahora está viviendo con nosotros. Dejó de convivir con Milton porque estaba insoportable, y lo entiendo bastante, yo tampoco lo soporto. Ni sé por qué fui a trabajar hoy, ahora sí, es definitivo, lo dejaré. Me alejaré de Milton para siempre, y si es necesario, le pondré una orden de restricción.

¡Me tiene harta!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro