Esa noche la luna brillaba de un color rojo, como de la hoja de un sable y bello como la sangre, en aquella casa azul, oculta entre las montañas, dos jóvenes danzaban en la sala, con la luz de la luna alumbrando sus pasos gracias a las ventanas. Estos chicos no tenían música más allá de la respiración del otro, cada vez sus pasos se hacían un poco más fluidos, más apasionados, en cierto punto sus labios estaban a escasos centímetros, el chico ansioso por tales labios carmesí decide adelantarse y plantar un beso en la pelirroja, está estaba un poco sorprendida por la acción, pero rápidamente le siguió el juego, sus cuerpos poco a poco se juntaban hasta el punto en que podían sentir sus latidos.

—¿Sabés?— dijo el chico de pelo castaño terminando el beso— anhelaba este día con ansias, el estar con la mujer que amo justo bajo la luz de la luna roja, un suceso que pasa cada 20 años, fue sin duda lo mejor que me ha pasado—

La chica solo se limitaba a escucharlo, amaba oír su voz, también sabía que ese día lo recordaría por el resto de su vida, pues fue su primer beso y fue junto a la persona que ama.