Capitulum XV

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Había transcurrido un mes desde entonces. La primavera se hizo presente con la llegada del mes de marzo y la ciudad de Busan comenzaba a poseer de esas zonas verdes abundantes de árboles con frutos nacientes. Las tormentas reducían su presencia y la temperatura aumentaba con el pasar de los días. Una primavera más se estaba abriendo paso y con ella había empezado un periodo nuevo de mi vida, uno que compartía junto a un castaño de baja estatura que se dedicaba a escuchar y ayudar en los problemas de sus pacientes y el cual había hecho florecer unos sentimientos que siempre anhele por sentir.

Como ya había dicho mil veces antes, Jimin revolvía mi mundo con su sola presencia y, una mirada suya, podría hacerme sonreír en el día más triste.

Debía agradecerle, él era quien me estaba ayudando a superar mi enfermedad así como mis miedos. Encontrarme en sus brazos me hacía sentir seguro, como si ningún mal pudiese alcanzarme estando junto al mayor y eso, era la mejor sensación del mundo. También cuando nos besábamos o compartíamos suaves caricias se sentía como estar en el cielo. Estaba completamente enamorado del castaño y cualquiera que viese los destellos desbordantes de amor en mis ojos cuando lo miraba, podría notarlo.

Hablamos después de separarnos para tomar aire, ese toque de labios que el mayor inició pegando mi espalda contra la pared y capturando mis belfos en una muestra de desespero por que yo no pudiese decirle adiós, fue la prueba y señal que necesité para poner mi corazón a merced del bajo y demostrarme a mi mismo que, el contacto que manteníamos Jimin y yo nunca llegaría a dañarme como yo había pensado por años que pasaría si tocaba a alguien. Él me demostró que a su lado podía volver a vivir, vivir de una forma normal y acompañado sin sentirme solo nunca más. El psicólogo rellenó el vacío de mi alma, complementándola con la suya y demostrándole que no debía temerle, él nunca me haría daño.

Los roces de labios acompasados no llegaron a más que eso y tras separarnos con ambas respiraciones agitadas acordamos que nosotros mantendríamos una relación de coqueteo, nada oficial por el momento pero que nos impedía vernos con otras personas. Por mi parte eso no suponía un problema, el castaño era el único al que mi cuerpo toleraba y dejaba tocar o ser tocado, mantener una relación con otra persona sería algo difícil por no decir imposible. El problema era que conocía de la vida activa del mayor y lo mucho que le gustaba mantener relaciones con otros. Aquello me entristecía, por el momento yo no era capaz de entregarle mi cuerpo y ser completamente suyo. No podía y por ese motivo le dije que—a pesar de que doliese—- podría estar con quien quisiese, al fin y al cabo nosotros no éramos nada más que amigos. A pesar de tener mi consentimiento Jimin negó estar con alguien más que conmigo porque decía que no lo deseaba. Eso me sacó la sonrisa más tonta del mundo y no pude evitar sentir como si el mundo girase en torno a mí en lo que se refería al castaño.

Ese día lluvioso deseé quedarme en sus brazos para siempre, sin embargo, le pedí al rubio que me acercase en su coche a mi departamento cuando recordé que mañana debía madrugar por el trabajo y el chico no objetó nada solamente puchereó cual niño a quien le arrebatan su caramelo y accedió a mi pedido. Esa noche tuve el mejor sueño de mi vida, uno en el que el mayor y yo éramos los únicos en un campo de amapolas; sin problemas de los que preocuparse; sin trabajo que nos separase o sin misofobia que se interpusiera entre nosotros. Solo nuestras almas unidas y nuestras risas perdiéndose en el viento. Deseé que aquel sueño se volviese realidad con el pasar del tiempo y pudiese demostrarle al castaño en algún momento mi amor devoto hacia él entregándome en cuerpo y ser. Pero aquel mundo en el que todo era pura felicidad en mi cabeza se desvaneció con el tono de despertador que mi móvil poseía y no tuve mas remedio que despertarme y salir de aquella realidad ficticia que esperaba porque algún día se volviese verdad.

Como había dicho antes, un mes era el periodo de tiempo que había trascurrido desde la última vez que os relaté sobre mi vida—espero que os estéis entreteniendo con mis desgracias— y en ese corto lapsus de tiempo que al ver del universo era como un pestañeo, el óleo en el que parecía vivir con una escala entera de tonos grisáceos tomó los colores de la vida que Jimin me mostraba con cada sonrisa, roce o palabra para así pintar mi mundo de una variedad de gamas infinitas y de un modo resplandeciente, no con el tono mate sin brillo que antes portaba. Pero yo aún tenía una cantidad de colores nuevos por descubrir, desde los momentos más felices al lado del castaño hasta los momentos más tristes en los que también deseaba poder estar ahí para apoyarlo. Pinturas desde el amarillo más intenso al azul más opaco y amargo.

A lo largo de estas cuatro semanas los encuentros con el bajo aumentaron casi hasta convertirse en una rutina. Si bien nosotros no podíamos vernos por el trabajo, las llamadas estaban presentes todas las tardes independientemente de si nos habíamos visto esa mañana o no. También tuvimos varias quedadas que podrían denominarse como citas pero que para nosotros eran más bien pasar el rato al lado del otro.

El día de ayer Jimin y yo hablamos por unas cuantas horas al teléfono. Amaba hablar con él y el tema de conversación ameno nunca se acabaría. Esa semana no habíamos podido vernos, Jimin tuvo algunas complicaciones respecto a sus consultas y yo… bueno, yo me encontraba cargado de documentos que inspeccionar y ordenes que entregar a mi equipo. Nuestros oficios nos estaban consumiendo a ambos por el inicio de una nueva estación y se notaba lo exhausto que terminábamos al final de cada día. Por ese motivo el castaño organizó una quedada para vernos y hablar un poco, sin trabajo y sin pacientes, solo conversaciones tribales y risas.

Nuestra suerte era que el fin de semana estaba a unas horas y como el viernes laboral que era debía trabajar igualmente desde temprano. La diferencia era que, cuando terminase de rellenar aquellos papeles, los dos siguientes días serían descanso y relajación absoluta, por ello me encontraba feliz. También influía que después de una semana vería al más bajo, pero el descanso era primordial.

Como bien había esperado desde que nuestra llamada finalizó, una mezcla de nervios y alegría abundaban cada poro de mi piel. La hora a la que me vería con Jimin estaba a pocos minutos de ser marcada en el reloj y escasos metros de distancia me separaban de la residencia del chico castaño. La emoción me había llevado a ir casi corriendo a buscarlo antes del tiempo citado que él me había solicitado. Pero, ¿qué podría hacer? Estaba locamente enamorado de aquel chico bajo y no podía no perder la cabeza con solo verlo.

Pero toda esa emoción y fantasía solo podían ser pasajeros. Aquella voz aguda en mi cabeza me decía que no debía bajar la guardia porque algo malo pasaría. Y cómo no, una vez más, aquella voz no fallaba.

La vista de la casa del mayor se alzó ante mis ojos pero la sonrisa radiante en mi rostro desapareció cuando pude divisar el cuerpo del castaño hablando con otra persona e, inconscientemente, detuve mis pasos a varios metros. El rostro de Jimin no parecía estar en un buen momento, su mandíbula estaba tensa y sus pupilas desbordaban seriedad. El hombre en cual estaba de espaldas a mí —porque era un hombre—, tenía el cabello moreno y era unos centímetro más altos que yo. Lo oí gritar.

—¿¡Esto es en serio, Park!?—Jimin no mostró señal de miedo en referencia a lo grave y autoritaria que la voz había salido. Sin embargo, el grito del desconocido me hizo temblar y retroceder un paso, causando que un cubo de basura se zarandease, provocando ruido.

—¿Jungkook?

Mierda.

La atención de las dos personas que discutirán se puso en mí y distinguí por fin de quién se trataba el hombre moreno. Namjoon—si no recordaba mal su nombre—posó su mirada fría directa en mí. Aquello me hizo temblar.

—H-hola—reverencié ante ambos.

Quería salir de allí. Desde que notaron mi presencia la tensión en el aire aumentó y ahora este gas no llegaba a mis pulmones correctamente. Cabía añadir que estaba más que nervioso. El castaño solo me miraba tensando su quijada y Najoon… bueno, básicamente me estaba asesinando con los ojos. La rabia se apreciaba en ellos y estos desbordaban destellos rojos en busca de sangre. El problema era que no sabía el motivo de porqué la pelea entre en psicólogo y el hombre alto si tenía entendido que ellos se acostaban.

Recordar aquello me hizo entristecer y el aullido de mi corazón se perdió en el viento con olor a flores. Lo más seguro era que el mayor hubiese llamado al otro chico para tener sexo. Había pasado un mes desde que el castaño y yo comenzamos con esta relación de algo más que amigos y Jimin podría sentirse frustrado al no haber tenido ningún tipo de contacto como él requería.

Me sentí inútil; yo no era capaz de brindarle lo que necesitaba, pero saber que había buscado su consuelo en un cuerpo ajeno me hizo doler.

Oí reír con sarcasmo al moreno y como este se giraba para observar la expresión del más bajo.

—¿Esta es la mierda por la que me has cambiado?—dijo con burla, se podía notar el tono de recelo en sus palabras.

Pero oírlo hablar me hizo recuperar las esperanzas. El tal Namjoon estaba reclamándole al castaño por "cambiarlo" y yo podría entrar en esa posible opción. Mi corazón bombeó con fuerza.

—Lárgate, Kim—Jimin dijo con un tono frío que me hizo temblar cual gelatina. Sonó tan ruda e imponente que me sentí pequeño de repente. Namjoon río con sorna y me miró de arriba a abajo.

—¿Qué pasa, cariño? ¿Tienes miedo de que te robe a tu nuevo juguete?— se acercó a mí peligrosamente, frunciendo una sonrisa de lado. Nada bueno iba a salir de ahí, mi estado congelado por el miedo me lo decía.

—Namjoon, lárgate.

—Hola chico… Jungkook, ¿Cierto?—ignoró el pedido del mayor y me preguntó, posando una de sus manos en mi hombro y haciéndome tensar por su contacto.

El sentimiento de asco de tener una mano posada en mí me estaba invadiendo. Di un paso más tras intentando librarme de la poca distancia que nos separaba, distancia que Namjoon acortó sujetando mi muñeca con fuerza y no dejándome escapar. Un gemido adolorido salió de mis labios por la fuerza ejercida y miré mordiendo mi labio inferior al hombre que me agredía.

—No te creas especial por tener a Park ahora a tu lado—me susurró en el oído—.Te desechará como a todos—forcejeé, tratando de librarme de su agarre, cosa que fue imposible cuando éste se intensificó, haciéndome sentir las lágrimas acumularse.

Sentía asco, sí, pero no era tan intenso como la mezcla de miedo, tristeza y molestia que oprimía mi pecho. Estaba decepcionado de pensar que el hombre tenía razón y no era más que una diversión para Jimin, algo que cuando se aburriese desechará y no volvería a ver. Debía tener un mínimo de esperanza en que aquello no fuese así, confiaría en Jimin y en cómo me mostraba sus sentimientos diariamente, con llamadas y besos, él era una buena persona y, a pesar de saber sobre su activa vida sexual, pondría toda mi confianza en sus manos.

El terror también hacía acto de presencia. El aura que desprendía aquel sujeto que agarraba el contorno de mi extremidad era similar al de el agresor que en un pasado abusó de mi debilidad como niño, idéntica en la mirada amenazante, y el empleo de fuerza para someterme a sumisión no faltaba. La diferencia entre el agresor ahora y en antaño era que yo era más alto y más fuerte que cuando era niño, eso me daba algo más de valor.

—Eso no será verdad y voy a demostrártelo—le murmuré de vuelta, con nuestros ojos manteniendo contacto directo y rezando por que aquel tipo me soltase. La zona de mi piel donde hacía presión estaba tornándose rojiza casi morada.

—Te he dicho que te largues— me estremecí al oír la voz de Jimin que tan dulce estaba acostumbrado a escuchar ahora ronca y desafiante.

El castaño apareció por la espalda de Namjoon, tomándolo con rudeza de su brazo y haciendo que el hombre soltase mi muñeca por la fuerza ejercida al separarnos. Jimin parecía enfadado, nunca —en estos casi 8 meses— lo había visto de aquella forma. No tenía expresión, su rostro se encontraba calmado y sin arrugas pero su mirada era dura y llegaba a hacerte sentir vulnerable si se cruzaba directamente con la tuya. Era el terror más grande personificado, desde ese momento supe que no querría verlo de esa manera nunca más.

—Vamos, Park, solo me estaba divirtiendo con tu nuevo juguete, ¿Podemos compartirlo?— el moreno se vio obligado a levantar las manos a la altura de su cabeza en son de paz cuando Jimin lo agarró por el cuello de la camisa y atrajo su rostro al suyo para mirarlo con molestia desbordante.

Tragué saliva costosamente, no era yo con quien el psicólogo estaba enfadado pero podía sentir esas vibras del infierno salir de él y no me estaba haciendo sentir bien el momento en el que estábamos.

—No es un juguete y no, no se comparte— Namjoon sonrió de lado asintiendo divertido cuando el más bajo lo soltó al fin con algo de brusquedad haciéndolo retroceder. 

—Tranquilo, cariño—Jimin gruñó por ese apodo—. Está bien, me iré, nos vemos otro día— caminó en mi dirección con una sonrisa amable. La falsedad de ésta era notable y mi cuerpo se tensó cuando se inclinó en mi oído—. No sé que mierdas tengáis tú y Park pero no os durará mucho, me encargaré de ello— me sonrió una vez más, alejándose por fin calle abajo y perdiéndose entre las personas que transitaban la vereda a esas horas.

Simplemente mi corazón latió asustado, ¿A qué se refería? No era conocedor de lo que ese hombre podía llegar a hacer y aquello me hacía estar en alerta. Si bien cumplía con su palabra, haría todo lo posible por interponerse entre el castaño y yo, y no estaba muy seguro de si podría hacer algo para evitarlo o el miedo me consumiría y resistiría al mayor. Rezaba por que nada ocurriese en un futuro con Namjoon o podría haber consecuencias peores que un hematoma al rededor de la muñeca y un Jimin con cara de pocos amigos.

—¿Estás bien?—preguntó con su tono de voz normal y acercándose más calmado. Agradecí que la mala vibra se esfumase.

—Sí, no es nada— observé la parte de mi extremidad dañada, esta era pintada de un color violáceo pero sabía de antemano que no era nada grave y no había fractura existente. Los años en medicina ayudaban bastante.

—¿Estás seguro? Siento esto—tomó mi mano y acarició la zona lastimada. Tuve que reprimir un gemido adolorido para que no se preocupase en demasía y retiré mi brazo de su agarre lentamente.

—Estoy seguro—le sonreí al ver su cara de cachorro lastimado—. ¿Por qué discutíais? Lo siento, si se puede saber claro— bufó molesto, desviando la mirada a otro lado, parecía no agradarle en absoluto la mención de los sucesos anteriores.

—Le dije que ya no podíamos vernos porque tenía a alguien— mis mejillas se encendieron de un rojo intenso y mi órgano golpeo con fuerza al escucharlo.

¿Ese había sido el motivo de su disputa? ¿Por qué se sentía tan bien de repente recordar que todo lo que había pasado era porque Jimin me prefería a mí? 

Saber que, la razón por la que el alto y Jimin discutían era porque el último decidió dejar su relación de sexo con el hombre para centrarse solo en mí, era algo de lo que no podía estar más agradecido. El castaño era una gran persona y aquella confesión solo me hacía darme cuenta de lo errónea que eran las palabras de Namjoon sobre que mi actual relación con el bajo era solo algo pasajero. 

Yo iba en serio, completamente, mi corazón estaba en sus manos y mi felicidad dependía de él. Le agradecía al destino por colocar en mi camino a alguien tan bueno, dulce e inteligente como Jimin; él era simplemente perfecto y no habría ser en la Tierra que pudiese negar aquello. Era él, tan simple pero a la vez complejo, con una mente brillante que utilizaba para ayudar a otras personas con sus problemas y un corazón enorme que parecía latir de la misma forma que el mío. Lo quería, lo amaba y cada día que pasaba a su lado caía más rendido por él.

Pero también sentía pena en lo más profundo de mi ser. Por mi culpa la persona que quería había terminado peleando con otro hombre porque decidió cortar su relación para ser fiel a nuestro coqueteo. Me parecía triste que el mayor llegase a sentir enojo por ese hecho, sabía de lo mucho que disfrutaba teniendo relaciones con otros y por mi presencia él había acabado con ellas. No me parecía del todo justo para mi débil corazón, pero estaría bien siempre y cuando Jimin lo estuviese.

—No tienes que cortar relaciones con él, te dije que podías s-

—No quiero, Jungkook— interrumpió con algo de molestia. Eso me hizo callar al instante—. Sé lo que me dijiste pero no soy estúpido. Sé cómo eres y cómo piensas, en eso consiste mi trabajo—hizo una breve pausa y me miró con cierta tristeza que no logré distinguir—. No hagas esto por mí, Jungkook, yo estoy bien, no es necesario que te dañes para que yo pueda tener algo de diversión —desvié la mirada al suelo, me sentía regañado.

—No me importa, en serio...—murmuré.

—Tienes que dejar de mentir por el bien de los demás— su suave mano se posó en mi mejilla y alzó mi rostro, mirándome con ternura—. Tienes que ser sincero conmigo.

—Soy sincero.

—No, no lo eres, y hasta que no me lo demuestres yo tampoco te diré lo que me molesta o no—me soltó, dejándome más que confuso y comenzó a caminar con rumbo a no sabía donde.

¿Había cosas que le molestaban?

—No, Jimin, ¡Oye!— corrí detrás de él—¿Hay algo que te molesta?—negó con la cabeza mientras fruncía una sonrisa victorioso— No me mientas, sé que hay algo que te molesta.

—En absoluto.

—Dímelo—agarré su mano sin detener nuestro andar.

Claramente había dicho aquello para molestarme, pero la idea de que algo pudiese estar molestándolo me oprimía el pecho. Lo único para lo que aspiré en esta vida desde que conocí al mayor hacía unos meses fue verlo sonreír, risueño y sin preocupaciones, una sonrisa sincera que reflejaba el mundo entero en una curvatura de labios. 

Amaba verlo sonreír porque siempre pensé que los humanos no se preocupaban más que de sí mismos y no les importaba si el resto estaban bien o simplemente desaparecían. Las sonrisas que visualicé por años, incluso aquellas falsas y cargadas de sufrimiento oculto de mi progenitora, todas eran fingidas. Las personas solo sonreían para posar en las fotos y más tarde enseñárselas al resto y fardar, o cuando tenían un interés personal y los encantos eran necesarios para conseguir los propósitos. 

Pero Jimin no, con Jimin era diferente. Sus sonrisas eran claramente perfectas y tan radiantes. Llegué a pensar que, en días lluviosos, si él sonreía el cielo se calmaría y el diluvio se esfumaría. En invierno, las sonrisas dentadas del más bajó descongelarían los lugares fríos y convertiría los malos sentimientos en recuerdos memorables que querer recordar. Y, cuando tu vida no fuera bien y el estrés, los trabajos, las obligaciones y todo recayese en tus hombros, haciéndote sentir como si un cúmulo de rocas gigantes se hubiese desplomado a tu espalda, tener a alguien como el castaño a tu lado, recordándote que le importas a alguien en este vil mundo y con una de sus cálidas sonrisas reconfortantes era justo lo que cualquier ser humano en malas condiciones necesitaría para seguir adelante. Solo eso, una sonrisa que te demostrase que rendirte no era una opción y te demostrase que no estarías luchando solo. Y yo, amaba su sonrisa.

—Por favor, Jiminie...— me colgué de su brazo olvidando de mi principal fobia, aquello no tenía relevancia con el bienestar del mayor— Puedes hablar conmigo, si algo te molesta dímelo...

—Eso es lo que quiero, Jungkook— se detuvo en medio de la acera para mirarme, haciéndome soltar mi agarre al no seguir avanzando. Lo miré con expresión de súplica—. Quiero que me digas si algo te molesta, no que me mientas y aparentes estar bien.

—¡Pero de verdad no me molesta!— exclamé en réplica. 

Chistó su lengua contra el interior de su mejilla con notable molestia por la situación. Me miró serio después y sus pupilas avellanas me hicieron bajar la cabeza.

—No puedes decirme eso cuando fui yo quien te cubrió cuando estabas enfermo y decidiste pasarte la noche de navidad levantado en vez de reposar en cama— hice un puchero—. Jungkook, yo estoy bien con esto, te quiero y no necesito a nadie más que tú a mi lado, ¿Lo entiendes?— dijo dulcemente.

—Pero no está bien…— comenté. No me parecía lo correcto y no deseaba que mi primera relación sentimental fuese tóxica.

—¿El qué no esta bien?

—Que porque estés tonteando conmigo no puedas hacer tu vida normal— lo miré triste—. Sé lo mucho que disfrutas teniendo sexo con otras personas y yo ahora mismo no puedo dártelo. No quiero interferir en tu vida, está bien...

El mayor negó con la cabeza y acortó los pasos de distancia que nos separaban, acunando ambas de mis mejillas y juntando su frente con la mía. Sonrió.

—Te lo he dicho antes y te lo diré siempre, no necesito nada más que a ti, y me enamoré de ti sabiendo las condiciones, esperaré lo que haga falta, Kook— dio suaves caricias en mis cachetes levemente sonrojados y no tardó mucho en unirnos en un beso. Dios, como amaba a ese hombre.

Escuché como mi corazón reía y bailaba contento por sus palabras sinceras, mis latidos comenzaron a formar una serenata alegre y rápida, la melodía del amor. Sonreí en mitad del beso y aquello ocasionó que ambos lo hiciéramos. Estaba feliz, feliz de que la persona a la cual quería me correspondiera y que pudiese compartir momentos tan emotivos como aquel lo era. Lo quería tanto y amaba todo de él.

—Siento no haber sido sincero— separé mi rostro un poco para mirarlo.

—Lo importante es que no lo hagas más a partir de ahora— asentí y dejó un pequeño beso en la punta de mi nariz—. Bien, vayamos a comer, esto de pelear me da hambre— agarró mi mano y me arrastro con él.

No sabía donde nos dirigíamos pero tenía una mínima idea. Había dicho comer, eso significaba llenar nuestros estómagos de alimentos, el problema era, ¿Dónde íbamos a comer?

[...]

—Un restaurante— sonrió parándose frente un local especializado en pasta italiana y carne.

—No puedo comer en lugares donde no conozco la cocina del lugar o de dónde vienen los alimentos, lo sabes…— posé mi vista en el más bajo que parecía feliz frente la intención de almorzar en aquel lugar.

Sin embargo, mi estómago se revolvió al pensar en qué podría ser lo que la comida del lugar llevaba y las infecciones que podría contraer al tomarla. 

No me gustaba la idea, preferiría regresar a mi hogar y preparar una deliciosa pizza casera o unos espaguetis con gambas, incluso preferiría cocinar todo la carta de aquel local si fuese por no probar nunca su comida. Pero, a diferencia de mí, Jimin no tenía ese tipo de pensamiento de irnos a casa y cocinar algo nosotros y no tardé en verme arrastrado de nuevo por la pequeña mano del castaño dentro de aquel restaurante.

El más bajo ordenó una mesa para dos, sentándonos en un lugar algo alejado del centro del lugar, en una esquina donde no éramos molestados por nadie. Jimin se apresuró en tomar el menú y revisar cual sería el plato que lo engatusaría con su nombre y el paladar. Lo único que yo fui capaz de hacer, fue jugar nerviosamente con mis dedos en mi regazo y rezar por salir de allí cuanto antes. 

¿Creen que rezo mucho? Tal vez, pero ahora necesitaba una fuerza divina que redujera las náuseas crecientes con solo pensar en alimento y que me brindase de la ayuda para huir de allí sin molestar a mi acompañante.

—¿Qué comerás?—me preguntó dejando el papel plastificado a un lado y mirándome sonriendo— Jungkook...— el mayor fue a decir algo cuando uno de los meseros dejo dos vasos de agua sobre la mesa.

—No tengo hambre, ordena tú—comenté, sonriendo.

—Hace menos de media hora dijiste que no ibas a mentirme— mordí mi labio inferior desviando la vista a los dos recipientes con el agua.

—Lo siento, se convirtió en una mala costumbre.

—¿Eres mitómano?— tomó su respectiva bebida y sorbió de esta.

—No, o al menos eso creo—respondí.

—¿Debería hacerte un test para descubrirlo?—cuestionó ladeando su cabeza. Tierno.

—No hace falta, solo tengo que acostumbrarme a no esconder lo que pienso.

—Bien entonces, preguntaré de nuevo—dejó el recipiente en la mesa y me miró fijamente—, ¿Qué vas a ordenar?

[...]

—¿No te gusta? ¿Por qué lo ordenaste?— Jimin preguntó mientras dirigía una pinchada de su plato a la boca.

Seguí aquel recorrido con la mirada, sintiendo las náuseas amenazar con hacerme correr hasta el aseo y despojar lo poco que tenía en el estómago. Esto era asqueroso. No ver comer al mayor, sino pensar en todos los lugares sórdidos en los que aquellos alimentos pudieron estar o proceder antes; las manos por las que fueron preparadas y si la sarten estuvo limpia sin resto de otro alimento previamente. Esos eran los pensamientos que tenía cada vez que alguien comentaba de comer fuera y, para ser sincero, no era nada agradable.

—No es que no me guste, es que…

—Te da asco— fue más una afirmación que una pregunta pero estaba en lo cierto.

Mi orden junto la del mayor habían sido dadas quince minutos atrás. Un entrecot por parte del castaño y pasta para mí. Pedí en el menú lo que supuse que traería menos alimento con él, así no debería comer tanto y el sufrimiento estaría ahí pero terminaría antes. Sin embargo, este local estaba valorado con cinco estrellas y grandes reseñas en los comentarios donde se estimaba que la atención al cliente y la comida aquí eran de primerísima calidad junto con las raciones —sí, había estado buscando información del restaurante mientras esperaba por el pedido para saber si había más posibilidad de morir por ingerir alimentos en mal estado o intoxicación alimenticia—. Para mí desgracia, la cantidad por plato era la suficiente como para sentir que explotarías al terminar si tu estómago no estaba preparado. 

Tenía claro que si no fallecía por comer esos alimentos y los gérmenes y bacterias que estos llevasen moriría por reventar al estar tan lleno si conseguía probar de aquella pasta con un aroma a especias increíblemente bueno y una apariencia deseable.

—Si…— afirmé por fin.

—¿Qué es lo que no te agrada exactamente? ¿Saber de dónde viene o por quién ha sido cocinado?—me preguntó, dejando a un lado su plato para mirarme.

—Es más bien todo, también si donde ha sido cocinado estaba limpio, o si la persona no tenía ninguna enfermedad, o-

—Jungkook— me interrumpió tomando una de mis manos—, intenta no pensar en eso, piensa en algo que te agrade y te aleje de estar aquí—negué con la cabeza.

—No entiendo.

—Mmm…—pareció pensar y sonrió más tarde cuando algo pasó por su brillante mente y pareció iluminarlo con una buena idea— Se sincero, ¿En qué piensas cuando nos besamos?— preguntó ocasionando que mi rostro se tornase de un leve rojo y mirase a mi alrededor alertado por si alguien pudiese habernos escuchado. Por suerte, la mesa estaba alejada del resto de personas.

—¿Por qué preguntas eso?—le cuestioné pero no respondió mi pregunta e insistió con la suya. Suspiré rendido y pensé en qué era lo que sentía cuando mis labios eran atrapados por los suyos y mariposas despertaban en mi estómago para hacer acto de presencia y ocasionarme sentir como en el mismo cielo— Pues... No pienso en nada, solo dejo mi mente en blanco.

—Ahí está—fruncí mi ceño al no comprender y el mayor me miró con un brillo en sus ojos, como si yo hubiese dado en el punto clave para encontrar un tesoro o descubrí un nuevo hallazgo sin ser consciente—, no debes pensar en nada, deja tu mente en blanco y no habrá problemas en comer—aclaró.

Pero por más que intentase pensar que podía hacerlo, que yo era capaz de superar la misofobia y comer de aquel plato con una pinta increíble, las malas cavilaciones seguían ahí y, poniendo un gran esfuerzo, no lo conseguiría nunca.

—No puedo hacerlo—retiré mi mano de debajo de la suya con una expresión desilusionada. Lamentaba mucho no ser normal y capaz de comer en un restaurante, lo sentía por Jimin—, lo siento…

—Si de verdad lo sientes, hazlo—habló seguro y su tono de voz me hizo sentir más indefenso aún.

Era como si mis miedos aumentasen de tamaño cada vez que yo sentía temor por algo y aquellos se encargaban de hacerme sufrir desde lo más profundo de mi ser, volviéndome cada vez más y más diminuto hasta que conseguía tenerme en la palma de sus oscuras manos y opacándome el ser libre o alcanzar la felicidad. Así me estaba sintiendo.

—Jimin, yo no…—miré al castaño en busca de unas palabras de consuelo que me dijesen que yo no estaba obligado a comer aquello pero una mirada profunda fue lo que obtuve en su lugar.

—No lo superarás nunca si no lo intentas—una estaca cargada de verdad atravesó mi corazón ese mismo instante—. Puedes hacerlo, el problema es que no lo intentas— las astillas se incrustaron en mi interior—. Nada malo va ha pasar porque pruebes la comida de un restaurante, y yo estoy aquí contigo— y después de esos desgarradores segundos, con mi órgano agonizando entre la tristeza de no verme capaz y la frustración de no ser lo suficientemente valiente como para intentarlo, Jimin entró en mi alma y, con aquella sonrisa de seguridad como si del más grande escudo se tratase y unas palabras de aliento, retiró todas las estacas que me oprimían seguir adelante en mi vida, quitandolas una a una sin ser yo consciente de cuándo había empezado a trabajar de aquella forma tan dura para sanar mi corazón, pero que, ahora, era lo que más agradecía, pues todo el dolor se esfumó con una mirada suya.

—Tienes razón—miré aquel plato con la pasta y cogí el tenedor a mi derecha—, al menos debo intentarlo— recalqué.

Pude que mi voz saliese segura de lo que quería hacer pero en realidad todo mi cuerpo temblaba y la acción de siquiera sostener la cubertería se me estaba tornando difícil. Mi acompañante notó aquello, el cómo estaba requiriendo de todo mi esfuerzo tanto físico como mental para completar mi objetivo, me cogió de la mano libre para darme fuerzas y le agradecí por ello.

Pero déjenme adelantarles algunos hechos o se dormirán leyendo lo siguiente; cómo los nervios me consumían, la falta de aire, el sudor frío, los temblores y la dulce pero dolorosa agonía de saber que podría sufrir un ataque de nervios en cualquier segundo. Saltando esa parte en la que todo mi mundo parece llegar a su fin y el destino decide acabar con mi vida, yo fui capaz de superarme a mi mismo y todo fue gracias al mayor—eso no lo olviden nunca—.

El resumen, yo, Jeon Jungkook, después de más de once años proveé por primera vez la comida de un lugar público, un sitio donde no sabía que protocolo de limpieza seguían o si los alimentos llevaban algún germen con ellos. 

Pero déjenme aclararles, tal vez penséis "Jungkook ya esta curado y tendrá una linda y larga vida junto a Park Jimin, llena de roces y contacto", ¿Algo así? Bueno, no era del todo mentira, pero quiero añadir un pequeño comentario a esta etapa de la misofobia que yo sufría por un trauma infantil y que, de cierta forma, el más bajo influenció.

Jimin me dijo que no pensase, que me olvidase de todo y que nada fuese lo que sucediese en mi mente. No obstante, no le hice caso. No porque no quisiera, sabía que Jimin era una persona inteligente que pensaba las cosas antes de hablar. El motivo fue que sí que estuve pensando cuando llevé el primer trozo de comida a mi boca. Yo sí que estaba pensando y era consciente del grave acto que estaba cometiendo, pero les contaré lo que pensé en ese momento para que me entiendan.

Por mi mente, las palabras "al lado de Jimin" eran lo único que sucedían, como si estuviesen en un desfile aquella frase cabalgaba por mi cabeza, bloqueando cualquier otro posible pensamiento. Creía que si algo llegaba a sucederme por probar el alimento de aquel lugar no tendría nada de lo que arrepentirme. La persona a la que amaba sabía de mis sentimientos y yo también conocía de los suyos recíprocos. Había podido tocar a esa persona y ser rozado por él, y pude entregarle mi primer contacto de labios. Jimin me había ayudado a superar ciertas etapas de mi enfermedad y al principio lo veía como una especie de lanza de guerra que me ayudaría a defenderme de las infecciones y a mantenerlas a una cierta distancia. Pero ahora no era así mi imagen del mayor. En la actualidad, Park Jimin, el chico anteriormente rubio, se había convertido en mi escudo protector. Mi corazón se sintió a salvo entre sus brazos y mi mente terminó adaptándose también al cálido confort que él desprendía. Jimin fue mi barrera, una que siempre necesité, más, nunca fui consciente de ello. Él llegó en el mejor momento de mi vida cuando más necesitado estaba por la abrumadora soledad a la que me exponía día y noche, y cubrió aquella con su baja estatura y risa alegre, dándole sentido a mi monótona existencia.

Me superé a mi mismo, pude afrontar una etapa más de la cura a mi fobia y todo había sido porque él estuvo a mi lado. Ahora era alguien más fuerte y que se veía capaz de todo. "Todo parece imposible, hasta que se hace" me dijo una vez mi padre, en ese momento no lo pensé con claridad, ahora entendía su significado y lo cierto en lo que ese hombre estaba.

Para mí, esa frase se traducirá como "Nada es posible hasta que Park Jimin me muestra la valentía de intentarlo".


Buenas!! Q tal les va la vida?? (◍•ᴗ•◍) Yo debo añadir que Últimamente tengo algún q otro problema pero que los estoy afrontando con la ayuda de alguien especial y a la cual me gustaría dedicarle está capitulo ('∩。• ᵕ •。∩') sweetnettle
Gracias por todo bb (*^3^)/~♡
Ahora, quería agradecerles al resto por votar mi historia y leerla. Muchas gracias!! Me ayudarían mucho si la compartiesen peor igualmente, gracias, no puedo quejarme de nada. (。・ω・。)ノ♡
Quiero aclararles q tal vez vaya un poco retrasada con los CAPS ahora foro intentaré publicar en el plazo. Hice una guía y en total saldrían  unos 22 capa y 2 o 3 epílogos. Cómo lo ven?
No quiero hacerla muy larga porq hay otra idea q tengo en mente desde hace tiempo y creo q será una buena historia ^^

Sin más q añadir, los dejo. Gracias por su apoyo y nos vemos en el siguiente cap!!
( ◜‿◝ )♡

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