➳Capítulo 29: Sé que siempre te quedarás

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Las ropas de Tae resultaron ser tan preciosas y elegantes que quise ponérmelas todas al mismo tiempo. Desgraciadamente, no podía llevar más de un pantalón, por lo que tuve que decidirme por usar el que más bien me sentaba, el cual era uno de algodón negro que terminaba en una cintura algo alta. Le agregué un cinturón a ese y en la parte de arriba me coloqué un suéter gris con una gabardina color crema. Como mi pelo no estaba demasiado largo, simplemente lo lavé y dejé que se secara así; lo que me dio un look como elegante-informal. Uno que decía que me importaban las impresiones pero que tampoco lo había pensado demasiado.

No sé que quería transmitir con eso, pero me veía malditamente bien. 

JungKook terminó eligiendo un estilo completamente negro— como le gustaba— jeans negros, chaqueta negra y esos zapatos con las suelas más gruesas que su antebrazo. 

Se veía bien también, y hasta YoonGi nos lo hizo saber. 

Subimos al auto a exactamente las siete y media como nos había dicho, y si dijera que no me sentí nervioso todo el trayecto, estaría mintiendo. Me la pasé jugueteando con la etiqueta del suéter, hasta que me empezaron a picar los dedos y tuve que dejarla. 

Recordé también traer la chaqueta que había tomado prestada de NamJoon, lavada y con aroma a limón, lastimosamente. Estaba seguro de que si aún tuviera su aroma simplemente podía acercar mi nariz a ella y tranquilizarme un poco. 

... ¿Qué estaba pensando, otra vez? 

Tardamos unos veinte minutos en llegar a la mansión, y JungKook miró maravillado a los jardines cubiertos de la luz naranja del atardecer, con los ojos bien abiertos brillando de emoción. 

Yo lo observé enternecido. Hacía mucho que no veía ese tipo de reacciones en él. 

YoonGi aparcó en frente de la casa cuando llegamos, en el mismo lugar en el que lo había hecho cuando me trajo por primera vez. Solo que ahora la fuente estaba iluminada de color violeta y la fachada de la casa por faroles amarillos. 

—Llegamos— anunció el azabache, procediendo a bajar del auto por una razón que desconocía. Yo enarqué una ceja, haciendo lo mismo. 

YoonGi caminó hacia la parte de atrás del coche y abrió el maletero. 

—YoonGi, no tienes que...—

Él sacó la silla de JungKook de allí, y la desplegó con habilidad. Luego me miró compasivo, su pelo revolviéndose por el ligero viento. 

—Esto no es nada, SeokJin, no te preocupes. 

Suspiré resignado, pero sintiéndome contento por dentro. Había pasado un buen tiempo desde que habíamos recibido tanta ayuda solo porque sí, y se sentía bien. 

Me acerqué hasta la puerta de JungKook para abrirla y sacarlo en brazos. Lo ubiqué en la silla y en cuanto lo solté, salió disparado hacia el sendero que llevaba hasta la puerta, entusiasmado. 

YoonGi rio y yo sacudí la cabeza. 

—¿Tú no te quedas?— le pregunté, a lo que él negó, sonriendo con las encías a la luz. 

—Tengo planes también. Será para la próxima— alzó y bajó ambas cejas, con la misma expresión que tenía esa tarde con JiMin. Yo puse los ojos en blanco para molestarlo. 

Se despidió de nosotros y subió al auto. Le correspondimos cuando este ya estaba maniobrando para salir por donde vinimos. 

JungKook y yo nos quedamos quietos cerca de la puerta, y suspiramos al unísono. Lo miré y él estiró una mano hacia mí para que la tomara. La estreché con fuerza, esperando que no notara mi palma sudada. 

—Le agradarás, Kookoo— conforté, antes de apretar el timbre. 

Mis rodillas temblaron al darme cuenta de que ya había sellado nuestro destino al hacerlo, y esperé porque la puerta se abriera, queriendo salir corriendo como cuando era un chiquillo y quería molestar a los vecinos. 

La perilla se movió entonces. La puerta se abrió para revelar a una mujer de mediana edad, quien tenía una sonrisa radiante en los labios y dos mechones color plata a los lados de su rostro.

—B-Buenas noches— solté, sintiéndome cohibido por alguna razón.—Soy...—

—Jin, ¿verdad? Sí, Namu me habló sobre ti, muchacho— dio una reverencia al mismo tiempo que yo. Me quedé extrañado. ¿Como había llamado a NamJoon?

Luego ella miró a JungKook, sin flaquear su sonrisa.—¿Tú debes ser su hermano? 

—Él es JungKook— lo presenté, porque JungKook se había quedado completamente mudo, con las mejillas empezando a colorearse. 

—Es un gusto, chicos. Soy Dawon, la mucama. Solamente pueden decirme Dawon, no hace falta formalidades, estoy para servirles— dicho eso, se alejó hacia un costado de la puerta y nos señaló hacia adentro.—Vamos, pasen. 

Murmuré un «gracias», sacado de lugar por la excesiva efusividad de esta dama. Parecía ser bastante cercana a NamJoon y ¿cómo que le había hablado sobre mí? ¿qué tanto le había dicho? 

Empujé la silla por instinto, mientras JungKook seguía con la lengua trabada. Pobrecito. No sabía como reaccionaría cuando viera a NamJoon en persona. 

Dawon cerró la puerta detrás de nosotros y se apresuró a caminar a nuestro lado. 

La sala estaba exactamente como la recordaba, pero ahora uno de los candelabros estaba encendido y el bol de ositos de goma estaba cerrado. 

—Déjenme colgar sus abrigos.

Le pasé el abrigo de NamJoon, advirtiéndole sobre ello. Ella solamente sonrió y asintió, como si no fuera raro que me la hubiera dado.

Quizás NamJoon era así con todos.

Después le pasé mi gabardina y la chaqueta de JungKook. Ambos la observamos colocarlas en el perchero, antes de señalarnos el lugar en donde se dejaban los zapatos. 

Una vez hecho todo eso, entramos a la segunda sala, en la que había encontrado a NamJoon recostado cuando vine a visitarlo. 

Él no estaba allí tampoco. 

—Por aquí, por favor— seguimos una vez más a la agradable mucama y ella nos dirigió por un pasillo, uno que yo solamente había visto de pasada cuando entré en la cocina. Lo cruzamos, viendo pinturas a los costados que me recordaban a los de la oficina hasta llegar a otro cuarto que aparentaba más grande incluso que la sala principal. 

Tenía unas escaleras al fondo que llevaban a otra sección de habitaciones en el segundo piso, y un candelabro de luz blanca en el centro, también de cristal, que iluminaba el suelo como un reflector. 

En medio, había una mesa como para diez personas, completamente arreglada con manteles que brillaban dorados y sobre estos, cubiertos de plata más relucientes que la calva del señor Youngwoon. 

Todo en esa mesa y alrededores gritaba «ostentoso». 

Nos quedamos tensos antes de entrar por completo, maravillados por tanto lujo cerca de nosotros por primera vez en nuestras vidas, y Dawon caminó hacia las escaleras, con las manos juntas. 

—¡Namu! ¡SeokJin y su hermano están aquí!— gritó hacia las escaleras y luego se giró a enfrentarnos.—Lo siento, seguro estaba distraído en sus libros como siempre. 

Inmediatamente después de aquello, reconocí sus pasos viniendo por el pasillo y mi pecho se agitó inconscientemente. 

Apareció por el umbral, llevando unos lentes de pasta sobre la nariz, el pelo desordenado sobre su frente, unos pantalones oscuros y un suéter de color blanco que abrazaba su figura esbelta tan bien que casi me desmayo. Se bajó de las escaleras lentamente, sonriendo hacia nosotros a medida que lo hacía. 

—Buenas noches, bienvenidos. 

Yo sonreí a pesar de que estuviera empezando a sudar hasta en las axilas. JungKook soltó un sonido como de una chinchilla asmática. Traté de actuar tranquilo y cómodo, alzando una mano. 

—Buenas NamJoon, noches—Intento fallido número uno.—Uh, buenas noches.

Terminó de bajar y caminó hacia nosotros, con las manos metidas en los bolsillos. Solo me miraba a mí, y cuando estuvo delante, le sonrió a JungKook. 

Le di un empujoncito en la nuca para hacerlo reaccionar y no hacerlo más incómodo de lo que ya era.

—Eh, uh, yo soy J-JungKook, señor NamJoon, ¡es un gusto!— hizo una reverencia cuando NamJoon extendió una mano para estrecharla, por lo que se pegó la frente con ella. 

Ah, exactamente igual que su hermano. Estaba orgulloso. Unas cuantas más y podría competir en las ligas mayores conmigo. 

Me cubrí la frente mientras NamJoon se disculpaba y JungKook le decía que era su culpa, pidiendo perdón también. 

—Tranquilo, JungKook-ssi. 

—D-De verdad lo siento, señor NamJoon. Yo...¡Yo siempre he querido conocerlo! 

Mi jefe alzó ambas cejas ante ello, entre halagado y sorprendido. Luego, volvió a su sonrisa normal. 

—Presiento que nos llevaremos bien, JungKook-ssi. Pero, casi tengo la edad de tu hermano— me guiñó un ojo.—No me envejezcas tanto. 

—Oh, ¿h-hyungnim? 

NamJoon estiró una mano y le revolvió el cabello. JungKook relajó los hombros de inmediato y yo solté un suspiro contento. 

Dawon, quien había estado trayendo ya algunos platillos mientras estábamos presentándonos, hizo sonar una campanita entre sus dedos. Los tres la miramos consternados y ella rio. 

—Lo siento, siempre había querido hacer eso. La cena ya está aquí. 

No intentaré nombrar toda la comida que me llevé a los labios por ignorancia pura. Juraba que cada cosa que había probado merecía simplemente estar en algún restaurante cinco estrellas por el hecho simple de existir. 

Pollo, pescado, res, pavo, pato, no podría de verdad nombrar todo lo que había, pero si podía decir que nunca había comido tan bien como esa noche. 

JungKook estaba igual, por lo que noté, cuando luego de comer sus párpados parecían serle pesados, pero se forzaba a abrirlos porque estaba tan enamorado de NamJoon que no podía dejar de escucharlo. 

Creo que hasta lo entendía. Yo tampoco pude despegar mis ojos de mi jefe durante toda la noche. 

La única vez que lo hice, fue cuando terminamos de comer y este le preguntó a JungKook si le gustaban las películas de acción. Por supuesto, mi hermano dijo que sí, y terminamos sentados en su sillón viendo unas tres páginas de películas de Netflix, hasta que mi trasero se sintió entumecido y mis ojos me ardieron. 

Sin embargo, no me parecía malo. JungKook se veía realmente contento y con NamJoon comentaban cosas de las películas en cuestión como si fueran dos críticos de cine. Yo solo atinaba a agregar algunas cosas que me parecían interesantes, pero la mayor parte del tiempo solamente los miraba a ambos. 

Se había cumplido lo que NamJoon predijo, al parecer. JungKook no dejaba de sonreír genuinamente, y hasta llegaron al punto de hacerse bromas.

Llegué fácilmente a la conclusión de que NamJoon había cautivado el corazón de mi hermano muy fuerte. Y quizás el mio también. 

Tanto tiempo esperando ver a JungKook siendo así de feliz con alguien que no fuera yo o Tae, para que lo encontrara siéndolo con mi jefe. El hombre al cual le debía casi todo mi futuro y quizás mi presente, porque su mano había resultado el último hilo de esperanza para nosotros.

Mi corazón volvió a sentirse quebrado, aunque este ya lo estuviera desde hace mucho. 

A mitad de la tercera película, como JungKook estaba sentado a mi lado, recostado contra mí y NamJoon, sentí su peso intensificarse hasta que su cabeza rodó hacia la derecha y se posó en el hombro de este último. Enseguida comenzó a roncar despacio y NamJoon rio. 

Tuve escalofríos. Parecía la primera que lo oía hacerlo.

—Ya me preguntaba cuánto aguantaría. El pobre parecía exhausto— comentó él y yo suspiré. Quería atraer a JungKook hacia mí para no molestarlo, pero no queria parecer descortés. Cerré un puño y lo deslicé por mi pierna. 

—Heredó eso de nuestro padre. Le es imposible mantenerse despierto mucho tiempo después de haber comido. 

—¿Tú no lo hiciste? 

Su pelo brillaba casi blanco por la luz de la televisión. 

—No, aunque no lo sabría porque nunca como lo suficiente...— me detuve a media oración al ver el cambio en su rostro. No vayas ahí, SeokJin.—... Probablemente herede su calvicie a los cuarenta. 

Sin embargo, ese vestigio de recelo no desapareció del ceño de mi jefe. 

Me mordí el labio, desviando la mirada hacia la película. 

—Jin...—

JungKook roncó un poco más fuerte entonces y yo decidí que era hora de intervenir. 

—Creo... que debería despertarlo para irnos— me levanté en silencio, pero antes de que tocara a JungKook, NamJoon me agarró de la mano para que lo mirase. Lo consiguió, y me odié por ello. 

—No se vayan aún. Tengo una habitación para dejarlo descansar mientras— habló en un susurro.—No te vayas, por favor. 

Agradecí que Dawon hubiera insistido en apagar las luces para ver la película, de otra forma, mi rostro parecido a un tomate sería visible para él. 

La boca se me secó, por lo que la cerré y solo me concentré en su mano que aun rozaba la mía. 

—¿En donde está ese cuarto? 

Me soltó. Mi mano se sintió fría y quise decirle que no me soltara jamás. 

—Arriba. 

—Voy a...—

Él se removió con cuidado, acunando la cabeza de JungKook contra su hombro mientras lo hacía. 

—No te preocupes, lo puedo llevar yo. Será más fácil que lo haga. 

Sin esperar confirmación, simplemente recogió a JungKook entre sus brazos, lo pegó a sí mismo y me hizo un gesto con la cabeza. 

Yo, aun consternado por ello y por lo fácilmente que lo había cargado—¿qué clase de brazos escondía debajo de sus trajes?— lo seguí sin más, apagando la televisión con el mando porque no podía con mi genio. 

Pasamos el comedor que ya estaba limpio gracias a Dawon, y subimos las escaleras. Mientras yo me seguía preguntando qué estaba haciendo en esa situación. Me lo seguí preguntando cuando llegamos y solo pude mirar como su espalda se adentraba en un cuarto oscuro, dejaba a mi hermano en la cama más grande que tres de las nuestras unidas y lo arropaba hasta el pecho como si fuera su hijo o algo por el estilo. 

Era una escena demasiado tierna, demasiado doméstica, que me dolió el pecho. NamJoon encajaba tan bien con todo eso. 

Y tú no, SeokJin.

Me abracé a mí mismo, dejando que los pensamientos intrusivos me atacaran sin piedad.

NamJoon volvió junto a mí, cerrando la puerta sin llegar a tocar el metal con el marco. 

Di unos pasos hacia atrás para darle espacio, todavía pensando en las cosas horribles que mi cerebro tenía para decirme. 

Yo no era bueno para JungKook. Solo seguiría lastimándolo. NamJoon era tan habilidoso en ello que mi hermano ya lo había preferido más que a mí. No lo culpaba. Si fuera yo, también lo preferiría a él. 

—No necesita nada en especial, ¿verdad? Es que temo que la calefacción no sea suficiente o... ¿Jin?

Su voz al decir mi nombre se hizo tan suave y cariñosa que la voz me empezó a gritar. Bajé la cabeza y la sacudí, respondiendo a su pregunta y de paso no doblegándome ante las inseguridades. 

—E-Está bien. 

—Ey— dio un paso hacia mí y yo me abracé más fuerte.—¿Me acompañas? 

No era necesario preguntar. Lo seguiría a donde me pidiera. Y lo hice. Lo seguí aún cuando bien podría hacerme cualquier cosa. Lo seguí aun cuando mi mente me decía que lo estaba pretendiendo todo, porque alguien como él no podía estar siendo considerado conmigo. 

Y si era todo verdad, era hora de que supiera por qué yo no era alguien a quien querría tener en su vida. 

Él me llevó a otra habitación al fondo del pasillo. Asumí que era suya por la decoración algo sobria y los libros desperdigados por los estantes. Había una ventana enorme que daba a un balcón, desde el cual se podían ver los edificios ubicados más hacia el centro. La noche estaba completamente estrellada, negra como el abismo que era el cielo. 

Me adentré en la habitación, y me quedé parado a medio camino entre su cama y la puerta que él ya estaba cerrando. 

Un silencio cayó entre nosotros, a medida que soltaba mi cuerpo y dejaba caer mis brazos a los costados. 

Hazlo. Dile la verdad.

—¿Sabes... Sabes por qué JungKook no puede caminar?

—Jin...—

—No es mi culpa. Sé que no lo es— escupí, sin medir mi voz.—Pero ¿por qué se siente como si lo fuera? Yo debía estar en su lugar. Yo debía haberme llevado todo el sufrimiento, ¿por qué... no lo hice? 

NamJoon solo me observó con una expresión indescrifrable. Así que continué.

—Él iba con mis padres de camino a mi graduación de la preparatoria— narré taciturno.—Yo no estaba con ellos porque un amigo me había llevado en su auto.

—No tienes que...—

—En la intersección de Gyoksandom... Una de las luces del semáforo no funcionaba. Solo que nadie lo supo hasta que alguien murió por ello— Bajé la cabeza, ignorando su mirada inquisitiva.—Un camión se estrelló de lleno contra el auto de mis padres. Ambos murieron en el acto; JungKook se salvó gracias a que ellos se llevaron la mayor parte del impacto— sin darme cuenta, mi voz se estaba haciendo cada vez más dolorosa, y mis ojos me picaban aunque ya creí que lo había superado. Al parecer no. La herida nunca se había cerrado y se sentía como si estuviera sangrando.—De igual forma terminó con la columna partida en tres partes. Aún tiene posibilidades de volver a caminar, pero el presupuesto es más de lo que podría ganar yo solo en toda una vida— sacudí la cabeza como restándole importancia.—... Y pensar que esa noche quería decirles que iba a irme de casa. Los esperé para la ceremonia, pero jamás llegaron. Estaba enfadado; c-creí que me habían dejado plantado en mi noche. Los maldije m-mientras... ya estaban muertos y JungKook estaba al borde de estarlo también. 

Me cubrí los labios con una mano para evitar llorar en voz alta. Era demasiada la mierda que guardaba en mi interior, y no quería arrastrar a NamJoon demasiado fácil. Él no tenía nada que ver. 

—... M-Me avisaron de lo que pasó cuando volvía caminando a casa, porque necesitaban que alguien firmara para encargarse de JungKook o los de servicios sociales se lo iban a llevar. No tenía a nadie más que a mí y tuve que encargarme de él desde ese momento.

Terminé soltando las lágrimas que me había prometido no soltar frente a mi jefe.

Giré mi rostro hacia el otro lado, para limpiarme las mejillas miserablemente, cuando sentí que sus brazos me envolvían y me pegaban a su pecho.

Traté de alejarme, pero él no me dejó. Me tenía bien agarrado de la cintura y la nuca.

—Tú tampoco tenías a nadie más que a él, Jin— habló en mi oído, despacio.—¿O me equivoco?

—Nadie en el funeral se atrevió a preguntarme por nuestro futuro—confirmé, dejándome disfrutar del calor de otro cuerpo por el momento, porque hacía tanto que no abrazaba a alguien así; o alguien me sostenía tan fuerte como lo estaba haciendo él.—Nos abandonaron y n-nos dieron la espalda, me dejaron solo con JungKook y una casa demasiado grande para los dos. Él era demasiado joven y yo muy inexperto. El dinero solo iba a servirnos para máximo un año, así que empecé a trabajar dos empleos. Volvía a casa solo para ver a JungKook dormir y luego me levantaba cuando él seguía dormido. N-No quería dejarlo tanto tiempo solo, p-pero no sabía qué hacer. Él me necesitaba y yo nunca p-pude darle lo que quería. Ni siquiera ahora puedo hacerlo, NamJoon y yo ya no sé cuanto más p-pueda aguantar.

Sentí sus dedos acariciarme los mechones que se formaban en mi nuca. 

No quería llorar en frente de él, pero no lo pude evitar. Su presencia era demasiado reconfortante... demasiado necesitada. 

Porque yo no buscaba un príncipe azul que solucionara mis problemas o que pretendiera que podía hacerlo. Solamente quería alguien en quien apoyarme, porque había estado ya demasiado tiempo sin eso, y el mundo comenzaba a asfixiarme.

—Está bien— su voz era suave.—Lo has hecho bien. Todo lo que pase ahora quedará aquí; pretendamos que no soy tu jefe ni que eres mi asistente— Me abrazó mas fuerte.—Así que si quieres llorar o gritar, está bien. Solo descárgate como tengas que hacerlo.

Las palabras mágicas.

Dejé que las lágrimas fluyeran libremente y cayeran en su suéter Gucci o lo que fuera, manchándolo de grandes lagrimones y moco.

—Y-Yo aún era un niño también— lloriqueé.—Y extraño a mis padres, NamJoon. Los extraño tanto.

—Eso es...— me acarició la espalda y yo seguí sollozando como condenado.

—... Y tengo miedo de lo que pueda pasarnos. Tengo miedo de que le suceda algo a JungKook, de que no pueda seguir pagando lo poco que puedo darle para aliviar su existencia. Tengo miedo... de que él también me deje aquí solo.

Hundí mi rostro en su hombro, jadeando como un perro con sed, pero sin pensarlo demasiado. Eran tantas cosas embotelladas que tenía después de cuatro años.

Estaba tan absorto en el sentimiento, que no me di cuenta de que mis manos se habían aferrado a su espalda y yo también lo abrazaba fuertemente.

No pude mentir. Se sentía demasiado bien. Me sentía como que había regresado al lugar donde debía estar.

Cómo si el cuerpo de NamJoon se amoldara perfectamente para cubrir el mío, para hacer de escudo cuando todo era demasiado, como ahora.

—Estoy aquí ahora— murmuró en mi oído, aun acariciando mi pelo. Yo continué llorando sin pena, como nunca lo había hecho antes.—Estoy aquí, Jin. Puedes usarme para ser feliz. Te prometo... te prometo que seré lo que necesites, ¿entiendes? 

No pude contestar. Tampoco creía que fuera necesario. Ya estaba demasiado intoxicado por sus caricias y el latido de otro corazón que no fuera el mio como para negarme a nada. 

Ni siquiera a los besos discretos que lo sentí dejarme en la frente cuando estaba tan cansado de tanto llorar y mis ojos ya no podían mantenerse abiertos. 



Lo siento otra vez, Jinnie💔 el señor Kim te cuidará ahora😭

Pd: Stay sUpRemAcY

Gracias por leer💜😭 lxs amo


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