➳Capítulo 40: Me convierto en Idol pt.2

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Aunque sabía que a veces imploraba que mi vida dejara de ser tan caótica, otra veces lo tenía más que claro que sí no lo era, no sería yo. Me sentiría como si tuviera un picor constante, una expectativa de que en cualquier momento algo pasara sin saber específicamente qué.

Exactamente eso era lo que sentí luego de esa tarde en Moonbear, cuando regresamos a KimCo, cuando NamJoon se despidió de mí y de mi RJ— la alpaca que aunque le insistí que solo necesitaba que me ayudara a pagar, terminó pagándola entera y con un sobre de regalo y todo.— y cuando regresé a casa sintiéndome diferente.

Creí que aquel sentimiento detonaría algo al día siguiente, no sé, quizás una nueva oleada de situaciones inesperadas. Sin embargo, el miércoles pasó como una brisa. YoonGi y JiMin seguían sin aparecer y NamJoon seguía tan pomposo como siempre.

Nos hicieron la entrevista para el artículo sin mayores percances. Todo el papeleo del día lo completamos sin problemas y regresé al apartamento a las ocho.

JungKook y TaeHyung se habían hecho más melosos, por lo que tampoco pude hablar con ninguno por mucho tiempo. Olvidé cenar, y para las once de la noche estaba yaciendo en mi nueva cama de caoba con colchón viscoelástico, abrazado a RJ en la oscuridad porque simplemente mi mente no podía sacudir la idea de que esta calma era la que venía antes de la tormenta.

Era demasiado extraño. Tanto que soñé varias cosas que realmente no tenían sentido ni para mí.

Incluso por un momento llegué a pensar que había ido a algún universo paralelo o que me había vuelto invisible aunque todos parecieran verme.

No obstante, había estado en lo correcto: el miércoles tan solo había sido la calma antes de la tormenta. El respiro antes de que volviera a sumergirme en el gigantesco pantanal que era la vida de Kim SeokJin.

No por nada me pegué un susto a las cinco de la mañana ese jueves, estando apenas despierto, por cruzarme con TaeHyung en el pasillo del baño y que este me susurrara un «Buenas» que en el momento me pareció salido del infierno. 

Grité tan fuerte que los vecinos de abajo nos lanzaron zapatos al piso. 

—Hyung, hyung— repitió desesperado cuando terminé de ser la representación viva del Grito.—Solo soy yo. 

Me tomó de los hombros y yo sacudí sus manos.

—¡Exactamente! ¿¡Qué haces aquí tan temprano!? 

—Kookie me invitó a dormir. 

Entorné los ojos. 

—A dormir. 

—Sí. Usé la cama vieja. Es horrible. 

Ahogué un bostezo, sintiendo que mi enojo inicial se disipaba hasta una profunda indiferencia. No iba a estresarme por esto, no, señor.

—Agradécele a NamJoon que tu amado ya no tenga que dormir en ella. 

Hice un ademán con la mano antes de colocarla en el borde de la puerta del baño para entrar, pero TaeHyung me detuvo del hombro.

—Espera, Hyung, necesito preguntártelo... ¿Es cierto que NamJoon y tú son pareja en secreto porque su familia está en contra y planean ir a la Guyana Francesa para escapar del inminente atentado contra tu vida? 

—¿De donde sacaste eso?

—JungKook.

—Dile que deje de ver tantas novelas o leer esas... historias raras. Es ofensivo— clavé el dedo índice en su pecho.—NamJoon no me llevaría a- ¿Sabes qué? Se me hace tarde. 

Salté adentro del baño, intentando cerrar la puerta antes de que me detuviera otra vez. Vi uno de sus ojos asomarse por la rendija que se formó unos segundos antes de que lo dejara afuera.

—¿Entonces sí son pareja? ¿Se aman?— su voz sonó ahogada por la madera.—¿Se acarician? Se miran, se desean, se acues...—

—TaeHyung, tengo un rollo de papel higiénico y no voy a dudar en lanzártelo. Son las cinco y media; vete a dormir. 

—Solo quiero un sí o un no— moví el picaporte violentamente como si fuera a abrirlo.—¡Bien, ya! Pero aviso que se tapó el inodoro. 

Luego de eso escuché sus pasos pesados alejarse por el pasillo aunque solamente me estuviera concentrando en maldecir la plomería del edificio en todos los idiomas que conocía.

Golpeé mi frente contra la puerta un par de veces antes de sentir el eco de los pasos de TaeHyung volviendo sobre su camino.

Resoplé, esperando que insistiera con lo de hace unos momentos. Oí sus manos apoyarse contra la puerta también.

—Hyung.

—¿Ahora qué?

—Olvidé decirte que anoche llegó una carta. Realmente no sé por qué siguen usando eso si existen los emails, ¿sabes la cantidad de árboles que se cortan con...—

Cinco y media, Tae.

—Era de los servicios sociales. 

Mi corazón se saltó unos latidos, y de inmediato abrí la puerta para encararlo aunque mi vecino casi cayera contra mí por estar apoyado en ella.

—¿Y bien? ¿La leíste? Por favor, Tae, dime que lo hiciste.

Él asintió con el rostro inescrutable, apenas visible en la luz azul de la madrugada. Mi corazón continuó teniendo taquicardia y un paro al mismo tiempo.

—No hallaron huecos en lo que enviaste. 

Las palabras tuvieron sentido de a poco, y las terminé de comprender cuando TaeHyung me dedicó una de sus características sonrisas. 

Olvidé por completo el inodoro taponado y el cansancio de la mañana con tan solo saber aquello. 

—¡¿Enserio!? ¿¡Por qué no me lo dijiste antes!?— balbuceé, sin poder suprimir la sonrisa de oreja a oreja que llevaba en la boca. TaeHyung intentó contestar pero lo corté abriendo mis brazos.—¡Olvídalo! ¡Vencí a Cruella de Vil! 

Lo envolví en un violento abrazo, apretándolo tanto que sus articulaciones crujieron bajo mis brazos. Mi felicidad era demasiada que no podía pensar correctamente y sólo quedaba esa parte de mí que se aferraba a la esperanza hasta que creyera que todo me saldría bien al final. 

—No sé quién es, pero ¡la venciste!— me siguió la corriente y empezamos a dar saltitos en el abrazo como si acabáramos de ganar la final de un campeonato.

—¡JungKook se queda, Tae!

—¡Lo hará! 

—¡Estoy tan feliz que podría besarte!

—¡No lo hagas!— solté una risita ante eso, dándole un empujón en el hombro.—Soy fiel y no quiero que tu novio me mate luego. 

—¿Cuál no- ¡Kim TaeHyung!— recriminé al final, cuando el susodicho ya me había soltado para correr a la habitación de JungKook, riendo al mismo tiempo. Di unos pasos hacia allí inconscientemente aunque no pensara seguirlo.—¡Ven aquí y...—

—¿¡Puedes callarte, SeokJin!?— me gritaron desde abajo del suelo, seguido de los golpes secos de más suelas de zapatos siendo lanzados sin piedad.

Qué grosero.

Ofendido, me agaché y acerqué mis labios al piso para que me escuchara.

—¡El mundo es de los que despiertan temprano, TaeYang! ¡Por eso tu negocio quebró al tercer día! 

Un último golpe más estrepitoso sacudió el suelo y me quedé ponderando cuales eran las posibilidades de que TaeYang me hubiera lanzado mínimo su televisión o se hubiera lanzado él mismo de la rabia. Qué sensible. Tan solo le habia dicho la verdad. 

Me levanté de aquel lugar al sentir mis rodillas doler, sacudiéndome los pantalones en el proceso de buscar la foto de mis padres del pasillo y pegarla contra mi pecho, con la emoción a flor de piel que hasta creí que los tenía conmigo.

Se repetía en mi cabeza como un mantra: no me alejarían de JungKook. No me quitarían una de mis razones para seguir viviendo. 

Miré hacia arriba.

—Lo logré, eomma, appa. 

Estaba tan cegado por la felicidad que ni miré los mensajes que NamJoon me había mandado antes de salir de casa, teniendo la mente metida en las nubes. JungKook se había visto tan alegre también cuando le dije que ya lo sabía que no podía dejar de ver la imagen en mi cabeza; porque era la única expresión que quería apreciar en el rostro de mi hermanito. 

Quizás estaba exagerando con mi reacción, pero me sentía tan orgulloso de mí mismo que no quería salir de mi mundo para enfrentar la otra parte de la realidad. 

Así fue como no tomé nota del vehículo que me estaba siguiendo desde que había salido del complejo y no lo hice hasta que estuvo a poco y nada de subir a la acera para conducir a mi lado. 

Creí por un momento que de verdad HanJoon había enviado a alguien a hacerme polvo como Tae había sugerido, hasta que vi el brillante chasis plateado y que se trataba de él

El Mercedes de NamJoon. 

Así que por eso mi teléfono seguía vibrando. 

Me acerqué trotando aunque no quedara mucho camino entre nosotros, haciendo caso omiso de las personas que me miraban con cierta extrañeza por ir en sentido contrario.

La ventanilla del conductor se abrió cuando me asomé, revelando a nada más y nada menos que a Min YoonGi, lentes oscuros sobre la nariz, sonriente y con el pelo... menta. 

El color y su aparición me shockearon tanto que parpadeé un par de veces, mirándolo como estúpido. 

—¿YoonGi?

Se bajó los lentes y reveló unas ligeras bolsas debajo de sus párpados. No obstante, me guiñó un ojo.

—Tanto tiempo, Hyung. Súbete.

Las palabras desaparecieron de mi cerebro en cuanto me respondió, y cerré la boca antes de tragarme algún insecto. Sentía como si estuviera viendo la venida de Cristo; incrédulo aún con tenerlo frente a mí. 

Abrí la puerta y trepé al auto, todavía pensando en lo imprevisto de la situación, ensimismándome tanto en ello que cuando vi por el rabillo del ojo a una persona sentada en el asiento del acompañante, me sobresalté y pegué el codo contra la puerta al cerrarla.

—¿¡JiMin!?

Solo podía verle el borde del rostro y el cabello rosa chicle, pero supe que era JiMin fácilmente por la forma de sus mejillas y el arete con forma de cruz en su lóbulo izquierdo.

Él se giró al escucharme y me sonrió, agitando el aparato que lo traía tan concentrado en sus manos. 

—¡Hola, Hyung! Ha pasado un tiempo. Disculpa, es que estoy tratando de entender el condenado GPS de YoonGi.

YoonGi chasqueó la lengua.

—Te dije que era el botón rojo.

—Por supuesto—respondió el ahora pelirosa, pero lo sentí más sarcástico que nada.

El chofer aceleró el auto y maniobró fuera de la zanja en la que se había metido para seguirme, direccionándolo de vuelta a la carretera sin agregar nada más. 

¿Qué demonios?

—¿Y bien? ¿Qué pasó con ustedes? ¿Qué... Qué hace JiMin aquí?

JiMin levantó la vista del GPS para mostrarme su uniforme parecido al de YoonGi.

—Soy copiloto privado honorario.

—¿Co... piloto?

—Así es— confirmó YoonGi.—NamJoon lo ha contratado para ayudarme en los recorridos.

¿Como es que a medida que me lo explicaban lo dejaba de entender más? ¿Para qué un copiloto? ¿Por qué JiMin? ¿Acaso a NamJoon le gustaba el nepotismo? 

Me rasqué la nuca, mirando a sendas nucas coloridas. 

—... Perdón, pero, ¿Halloween se adelantó?— cuestioné sin malicia.—Por eso van de Cosmo y Wanda.

El silencio que le siguió a mi frase fue suficiente para que me arrepintiera de haberlo dicho.

—Ay, aquí viene— murmuró YoonGi antes de que JiMin colocara su cabeza entre sus manos.

—¿¡Ves!? ¡Te dije que los colores eran ridículos, YoonGi!

—¿Ridículos? ¡Tú fuiste el que dijo «Vamos, amor, nos darán un descuento si nos teñimos los dos. Necesitamos un cambio de look»! ¡Y te recuerdo que nos cobraron igual, y a mí me quemaron el pelo!

—¡Eso te ganas por ser tacaño!— soltó JiMin, apuntándolo con el GPS.—¡Además, los Lovelies lo querían!

—Todo por los Lovelies, ¿No?— dijo entre dientes YoonGi.—Vas a hacer todo lo que ellos dicen, ¿a que sí? «Mimi, por favor, haz aegyo», «Mimi, entra en Omegle con el abdomen descubierto», «Mimi, deja a YoonGi». ¡Son unos abusadores! Hasta me pusiste en el tag del novio por ellos dos veces, JiMin, DOS VECES.

—¡Eres mi novio!

—¡Voy a casarme contigo!

—¡Si esa es tu propuesta, Min YoonGi, mejor me dejas en esta esquina!

—¿¡Y quien aguantará tu trasero si no soy yo!?

—¿¡Ah!?— JiMin soltó un sonido de sorpresa, llevándose una mano al pecho.—¿Me acabas de decir culo gordo? ¿¡Crees que estoy gordo!?

Escuché una especie de nariz sorbiéndose luego de eso, mientras JiMin se limpiaba los ojos con la misma mano que estaba en su pecho.

—Oh, no, tesoro— Yoongi suavizó su voz, deteniéndose en un semáforo en rojo.—No creo que estés gordo.

—Solamente di que lo estoy— lloriqueó JiMin, soltando el GPS.—Por eso vas a irte con Suran, ¿verdad? Anda, quizás a ella sí le quede bien el rosa.

—JiMin, ya hablamos de esto— YoonGi le agarró una mano.—¿Y qué si hubieras subido de peso? Sigues siendo todo para mí. Y el rosa te queda perfecto, pollito.

—¿De verdad?

—No te mentiría. Además, amo aguantar tu trasero.

JiMin levantó la cabeza y lo vi sonreír hacia el pelimenta.

—No solo aguantarlo.

—Es muy temprano para eso, bonito.

—Nunca es muy temprano para el amor, gatito— ronroneó el pelirosa, mordiéndose la punta de un dedo.—Dime que me amas.

YoonGi sonrió también, y vi una de sus manos acariciar el muslo izquierdo de JiMin.

Todo muy lindo, todo muy tierno. ¿Pero cuanto mierda duraba este semáforo? Mis ojos vírgenes no aguantarían lo que sea que estos dos estuvieran a punto de hacer.

—Eres hermoso, JiMin.

—Creo que lo sé— batió sus pestañas.—Pero eso no es «te amo, JiMin». Lo espero.

—Es que eres hermoso.

Apreté mis labios, mirando el color rojo del semáforo.

—Joder, que ya lo sé, YoonGi. Solamente di «te amo». No lo he escuchado en tres años de relación.

—Te...— su garganta se cerró.—¿Te he dicho que me encantan tus manitos?

Min YoonGi...—

—¡Verde!— exclamé con voz alta y clara, esperando impedir el asesinato a sangre fría que parecía estar planeando el estilista. Creo que salvé a YoonGi también, porque soltó un suspiro y aceleró tanto que me recordó al taxista de la otra noche cuando le dije que «la vida estaba para vivirse». 

JiMin tensó la mandíbula, sin dejar de mirar al chofer mientras este tenía la vista clavada en frente. 

Me quedé moviendo intercalando la mirada entre ambos tórtolos, hasta que sentía que estaba viendo un partido de tenis muy intenso y muy silencioso. 

Gire a la izquierda en cien metros.

La dama robótica habló desde el GPS, con JiMin aún mirando a YoonGi fijamente y este último relamiéndose los labios con nerviosismo. 

Dejé mi bolso a un costado y me acomodé. Esto estaba interesante.

Aunque estaba claro que ambos querían decirse algo, no lo hicieron. Solo dejaron que la tensión que había entre ellos se hiciera tan gruesa y densa como una capa de polietileno. 

YoonGi me miró por el retrovisor, porque se había quitado los lentes para conducir. Yo enarqué una ceja cuando vi pánico en sus ojos gatunos. 

—Eh, um...— me aclaré la garganta y él asintió un poco, casi imperceptiblemente.—¿Quién es Suran?

Los ojos de YoonGi casi salieron de sus cuencas y deseé que un rayo me partiera en ese instante. 

¿Por qué dije eso? 

Al menos conseguí que JiMin dejara de mirar a su novio como si creyera que fuera Matilda. En vez, giró sus ojos hacia mí, con los labios torcidos.

—Mi prima. La ex-prometida de YoonGi. 

—Ah...— solté, sintiendome incómodo ahora por la forma en la que me miraba. ¿Como alguien tan adorable podía ser tan inquietante?

Se calló unos momentos.

—Creo que la intentaron emparejar con NamJoon, también— continuó y ladeé la cabeza.—Pero se le adelantaron los Bang. 

—¿Los Bang? ¿Hana?

JiMin asintió, alzando ambas cejas, el rostro completamente neutro. 

—NamJoon y Hana son prometidos, hyung. 

Mi sangre pareció helarse y peor con el tono severo en que lo había dicho. Me sentí traicionado por alguna razón, y me desinflé metafóricamente.

Así que por eso ella había estado tan resentida conmigo el día anterior.

—Creo que van a casarse dentro de unos meses, luego de la KFW.

Me quité el pelo del rostro para disimular el malestar que estaba creciendo como un veneno dentro de mi pecho.

—Y-Ya veo— mi voz se acabó y me odié por dejar que me afectara así. ¿Por qué me dolía que un hombre tan maravilloso como NamJoon, que estaba atraído por mí, estuviera casi legalmente atado a alguien que no era yo? 

Era ridículo.

—No llores, Hyung. Podrás ser el padrino de sus hijos, ¿verdad? 

Sacudí la cabeza. Pensé en el bebé imaginario y luego en mí teniendo que llevarle juguetes para cada cumpleaños pretendiendo que no le traía ganas a su padre. «¿Por qué no estás casado, tío Jin?» me diría, y yo, con cincuenta, barbudo y cirrosis hepática tendría que decirle que el amor era una mentira.

Luego vendría JungKook, se burlaría de mi credulidad, y yo moriría solo en un refugio para vagabundos desempleados teniendo alucinaciones sobre mi vida con mi jefe.

—No voy a llo...— sollocé. 

Carajo

—JiMin, te pasaste— escuché a YoonGi decir, mientras yo me apretaba los costados de los ojos para evitar que se cayeran mis lágrimas.

Definitivamente, lo de la carta de JungKook me había dejado grados más sensible.

—Dios, ¡lo siento, Jin-hyung!— JiMin dobló su torso hacia mí para sostenerme de las rodillas.—No esperaba que de verdad..., ¡solo estoy bromeando! Intentaron que NamJoon aceptara pero él los mandó a freír espárragos. 

Saber eso solo hizo que el alivio me sacara otro sollozo. Me cubrí el rostro con ambas manos, completamente sonrojado. 

—Lo siento. Por favor, no le digas que te hice llorar; ya tengo suficientes desgracias.

—Claro— murmuré, todavía limpiándome los ojos. ¿Así o más vergonzoso, tío Jin?—¿No vamos a KimCo? Ya lo pasamos.

Cambié de tema para desviar la atención de mí, porque JiMin seguía sosteniéndome las rodillas en aquella posición rara. 

—Sobre eso, la fotógrafa quiere hacer la sesión a primera hora. Vamos a Le Manoir, ¿lo conoces? 

Me sorbí la nariz.

—¿El estudio de Vogue Korea? 

—¡Exacto!— Me sonrió ampliamente.—Iré contigo para alistarte. ¿¡No estás emocionado!? Por cierto, ponte esto— se volvió hacia su lugar y me lanzó una especie de capucha de color negro.—Como no estás como la señorita Kim aún, tendremos que improvisar. Luego te pasaré los lentes y el cubrebocas...—

—Bebé- 

—Espera, YoonGi, estoy hablando aún. Como decía, Hyung...—

—JiMin, enserio-

—¡Gigi, santo cielo! ¿Qué...—

—¡El GPS! ¿¡A donde voy!?

Cuando recordó su trabajo, JiMin manoteó el aparato, viendo que en algún momento la mujer había dejado de hablar. Lo ví toquetear la pantalla torpemente y mirar un mapa que dudaba fuera de Corea.

—¡Izquierda!— YoonGi se preparó para girar, antes de que el pelirosa hablara de nuevo.—¡No, derecha! 

—Decídete— gruñó, apagando la luz intermitente de ese lado. 

—Derecha— El auto fue en esa dirección y JiMin resopló.—Este GPS es una estafa. Izquierda en veinte.

Seguimos conduciendo.

Miré los edificios de alrededor, frunciendo los labios luego de varios minutos.

—¿Seguro que es el camino?

—Claro. Izquierda en diez.

Giramos de nuevo, siguiendo el mismo patrón, antes de que la lamparita se encendiera en mi cabeza y al parecer, la de YoonGi.

—JiMin— empezó, mirando al mismo albañil que estábamos pasando por segunda vez.—¿Luego es izquierda otra vez? 

—Sí. En veinte.

—Amor... eres un idiota.

Llegamos unos cinco minutos luego de las siete al estudio, gracias a que tuvimos que valernos de Naver en vez del GPS de YoonGi para poder llegar, porque el condenado aparato se había echado a perder solo porque sí. 

Luego de minutos de escuchar disculpas entre JiMin y YoonGi, de verlos pelear por donde entrar al edificio y de escucharlos llamarse apodos cursis, al fin vimos el edificio a lo lejos.  

Resultó que Le Manoir solo estaba a unas calles de KimCo, y nosotros habíamos recorrido la ciudad entera buscándola. YoonGi se excusó diciendo que Mark había llevado a NamJoon aquella mañana y por eso no sabía dónde quedaba, así que no pudimos recriminárselo mucho. 

Solo nos quedó seguir las direcciones y finalmente alcanzar nuestro destino. 

Gracias a mi jefe no nos hicieron mucho revuelo al llegar. Nos dejaron entrar a JiMin y a mí en cuanto vieron mi gafete y confirmaron que se trataba de nosotros.

Lo agradecí. Me sentía bastante incómodo sin tener todos los arreglos de la señorita Kim y valiéndome solamente de lo que JiMin me había dado para cubrir mi rostro, la peluca y la capucha tres talles más grande que el mío. Ella sin duda estaría escandalizada de verse sin el brillo que la caracterizaba. 

Llegamos al camerino que nos prestaron cuando empecé a preguntarme por qué pensaba en ella como si fuera una persona independiente a mí. Quizás el alcohol todavía no se había evaporado del todo de mi sistema.

JiMin cerró la puerta con un suspiro, quitándose los lentes al mismo tiempo que yo lo hacía también. Me acerqué al sillón blanco mullido del medio y me desplomé sobre él, arrancándome la peluca de la cabeza y dejándola a un lado.

—Creo que empezaré ya, hyung. Siéntate ahí— me señaló la silla que estaba dolorosamente lejos de mi sofá en frente del espejo, recogiendo sus maletines de maquillaje para llevarlos sobre la mesa.

A regañadientes me asenté en donde me dijo, sin mirar mi rostro probablemente adormilado en el espejo. 

JiMin abrió los miles de compartimientos repletos de maquillaje y sin siquiera darle mucha atención sacó un par de bases, iluminadores y envases que mi limitado conocimiento no abarcaba. Me mareé mirando sus dedos seleccionar utensilios, así que miré el techo esperando que me tomara del rostro para comenzar a trabajar.

—¿Le habrán avisado a Joon que ya estamos aquí?— pregunté sin pensar, no esperando que mi acompañante me respondiera.

—Joon, ¿uh?— dijo con un tono que no entendí.—¿Por qué siento que me perdí de varias cosas en estos días? 

—Lo hiciste. Lo hicieron— al fin me agarró del rostro mientras hablaba y pasó una brocha por mis pómulos y frente. Sonreí de costado mientras lo decía, esperando que captara que lo decía en broma, pero su expresión pasó de ser indescriptible a una desolada y taciturna.  

Me preocupé, por supuesto. Porque sabía que lo más probable era que tuviera una razón específica para haber arrastrado a YoonGi a lo que sea que le haya pasado. 

—JiMin— llamé suavemente igual si me estuviera mirando. Tenía la sensación de que físicamente estaba conmigo pero mentalmente no.—¿Qué fue lo que pasó? ¿Necesitas hablar de ello?

Él cerró el estuche de base para agarrar otro en silencio. Embadurnó la brocha en el polvo y volvió a retocar mi rostro.

—JiMin-ah. 

—Mi familia— soltó adolorido. La mano que sostenía la brocha temblaba ligeramente.—Ellos son el destino al que odio. 

Dejó el polvillo sobre la mesa con desdén. Prosiguió a tomar otro envase de color azul Francia que no identifiqué.

—Cuéntame.

Se encogió de hombros forzosamente.

—Se enteraron de YoonGi y yo, y me hicieron elegir. Era o él o conservar mi estatus como Park JiMin— tragó saliva.—¿Acaso eso no es cruel? 

—Lo es.

—Obviamente lo elegí a él. Siempre lo elegiré a él— continuó.—Desde que tengo memoria me han hecho elegir entre ellos y él. ¿No lo comprenden? No me importa una mierda ser un Park, me importa menos que él sea un Min... yo solo lo amo tanto que duele. Y es tan irónico, Hyung, ¿sabes?— dejó de maquillarme lentamente, sus pupilas expandiéndose con la emoción.—Me criaron para odiar a la familia Min y yo vengo y me enamoro de su único heredero. 

La revelación me hizo abrir los ojos desmesuradamente.

—¿YoonGi... es un chaebol?

Él asintió, mirando el polvo en sus manos. Sus labios estaban tan apretados que estaban blancos.

—No sé cuál es la historia entre mis padres y los suyos. No nos lo han dicho. Solo quieren que nos odiemos sin razón, ¿por qué no amarnos sin una?— soltó una risita sin gracia.—Eso fue lo que les dije... p-pero luego...—

Vi las lágrimas juntarse en sus párpados justo antes de que yo abriera los brazos, compasivo.

—Está bien, JiMin-ah.

Él se lanzó a mi pecho, aferrándose a mi cuello como si fuera un niño pequeño buscando consuelo. No dudaba que internamente así era.

Le acaricié la espalda de arriba a abajo, viendo nuestro reflejo en el espejo de enfrente.

—M-Me dijeron que ya no sería un Park una vez que saliera de la mansión. Cortaron todas mis cuentas y tarjetas porque estaban al nombre de la familia y ahora dependo de YoonGi. A él también... A él también lo desheredaron hace mucho, Hyung. 

Me apretó más fuerte mientras hipaba.

—¿Por eso eres su ayudante ahora?

—Sí, NamJoon nos estuvo ayudando— volvió a sacudir sus hombros. Típico de mi jefe.—Pero no me gusta deberle a la gente y él ya ha hecho demasiado por nosotros. Buscaría trabajo, pero nadie me contrataría sabiendo lo que pasó; probablemente mis padres ya se habrán encargado hacerles saberlo a todos. 

Prosiguió a deshacerse en llanto una vez más, con el rostro pegado al hueco de mi hombro. Yo solo lo sujeté en el abrazo como hacía con JungKook, intentando aliviarlo al menos así, porque estaba claro que no podría hacer mucho más. 

Ahora entendía a lo que YoonGi se había referido aquella vez. 

—Lo siento mucho— dije sinceramente. Lo sentí sacudir la cabeza todavía encaramado a mí.

—No lo hagas. Esto era una bomba de tiempo— chasqueó la lengua.—Es más... hasta debería agradecértelo. 

Enarqué una ceja cuestionante y él soltó su agarre en mi hombros para sonreírme un poco, aún con los ojos y la nariz enrojecidos. 

—Sin ti no hubiera conseguido el número nuevo de YoonGi y no hubiera pasado por todas las cosas locas que nos llevaron a estar juntos de nuevo. 

No pude evitar sonreír yo también, viéndolo reemplazar la tenebrosidad en su expresión por ligereza. 

—Me gustaría saber qué fueron esas «cosas locas». Podemos competir— comenté y él rio. 

Te lo digo de verdad, JiMin.

—Hecho— suspiró, se limpió el costado de los ojos con un pulgar y volvió a tomar la brocha que dejó abandonada en el suelo.—Entonces, ¿listo para hacer que Joon se arrodille e implore piedad al verte? 

Hyun pareció haberme escuchado al fin y al cabo con lo de que el traje estaba muy ajustado (y me sorprendió que hubiera entendido mis balbuceos y explicaciones babosas cuando nos encontró), porque me había sido muchísimo más fácil colocármelo y caminar con él hasta el piso donde se haría la sesión. 

JiMin me acompañó, por supuesto, luego de alistarme por completo y al parecer, cumplir con lo de que iba a «resaltar mi belleza hasta que Afrodita bajara a rendirme culto» porque para cuando llegamos al ascensor, había un grupo de personas siguiéndonos, mirándome curiosos aunque pretendieran que solo estaban pasando por ahí. 

Antes de subir al piso, JiMin tuvo que echar a unos tres hombres que quisieron subir con nosotros. 

Me arreglé ansioso el borde del traje azul, ignorando a JiMin que me miraba como si fuera su obra maestra. Solo esperaba que no se me subiera a la cabeza. 

Las puertas se abrieron en un cuarto enorme, como un estudio de grabación, cuyas luces estaban todas apuntando a un sector del lugar decorado con paneles grises, un sillón lujoso en medio y alguna que otra utilería. En frente, al menos tres cámaras apuntaban al mismo lugar. 

La ansiedad me atacó y mis manos comenzaron a sudar mientras el espiral en mi mente me hundía por metros. JiMin me dio un empujoncito en ese momento hacia adelante, directo en la dirección en la que estaba NamJoon de espaldas hablando con una mujer de pelo corto y rojo. 

No me dijo nada aunque lo regañé con la mirada. Solo se dedicó a seguir empujándome hasta que hubiera llegado a unos metros de ellos, disculpándome con el staff que se me cruzaba en el camino.

Al último, mi estilista alzó un dedo pulgar y yo quise mostrarle otro en específico.

N'étais-tu pas un loup solitaire, NamJoon?— me llegó a los oídos el tono divertido de la mujer, aunque no entendiera lo que estaba diciendo.—Tu es tout un homme maintenant, uh?

NamJoon sacudió la cabeza, sonriendo un poco.

Pour rien, Mila. Il arrivera bientôt...—

—Creo que ya lo hizo— dijo en coreano de pronto la mujer, mirándome por encima del hombro de NamJoon. 

Mi jefe se dio la vuelta y yo me erguí inconscientemente. 

—Jin...— saludó antes de quedarse estático y mirarme de pies a cabeza, con los labios entreabriéndose más a medida que me observaba. Parpadeó varias veces, abriendo y cerrando la boca sin hablar.

Me fijé en el piso, queriendo esconderme detrás de JiMin aunque fuera más bajo que yo. Lo miré apenado y él se adelantó a mí, dirigiéndose a la mujer que también me estaba mirando embelesada.

Le susurró algo que no logré escuchar, y tampoco logré captar lo que hicieron después, puesto que NamJoon ya se había acercado a mí, tropezando con algunos cables por no despejar sus ojos de mi rostro. 

Se paró frente a mí, y su aroma me dejó viendo negro. 

—NamJoon...— hablé, porque no le veía ademán de hacerlo él primero.—¿Me veo bien? 

—Te ves increíble— respiró, y su pecho se aplanó exageradamente, como si lo hubiera estado reteniendo.

Sonreí cohibido, jugueteando con el pompón que colgaba de mi chaqueta. 

—Gracias... Tú también— ambos nos sonreímos, entre completamente avergonzados por las reacciones del otro y terriblemente inseguros.—¿Estamos a tiempo? 

Mi jefe miró sobre su hombro a JiMin y a la dama de hace rato, ambos conversando animadamente en francés. ¿Ser rico igualaba a saber hablar francés?

—Nosotros ponemos el horario. Empezaremos cuando estés listo; solo tenemos que decírselo a Mila, la fotógrafa.

—No perdamos más tiempo entonces...— di un paso avanzar y trastabillé con los zapatos nuevos que iban con el conjunto. No eran altos, de nuevo, pero los tacones eran de aguja y apenas estaba acostumbrado a los redondos. 

NamJoon se apresuró a atajarme de la espalda, diciéndome que tuviera cuidado. 

—Estoy bien...— murmuré antes de soltar un grito al sentir una de sus manos deslizarse hasta detrás de mis rodillas.—NamJoon, no, no...—

Y sin escucharme, me levantó a volandas mientras yo le empujaba un hombro. 

—Así será más rápido.

—¡NamJoon! ¿Qué pensarán...?

—Que piensen lo que quieran— comenzó a caminar hacia el centro del estudio.

—No seas tan descuidado— hice un mohín, realmente ya sujetándome de su pecho sin poner más trabas para que me llevara hasta el sillón.—Te dejo solo porque no sé caminar con estos zapatos.

—Claro— vi a uno sujetos del staff mirarnos con los ojos como platos.—¿Cómo te fue con Algodón de azúcar y Helado de menta? 

—Con sus altibajos. ¿Pensabas decírmelo o planeabas que me enterara yo solo? 

—¿Cuánto te dijo? 

—Supongo que lo necesario. Debemos hacer algo, Joon.

Él suspiró, llegando junto al sillón y aún así recogiéndome mejor entre sus brazos, sin planes de bajarme todavía.

—Esto ya es de años, Jinnie. Es algo que en lo que ya traté de meterme antes... y no salió bien. 

—Es que es tan injusto.

—La vida siempre es injusta con todos. 

—Bueno, pero, ¿sientes que es injusta ahora?— alcé la mirada hacia él.—¿En este mismo momento?

Se relamió los labios.

—Ni un poco. 

Lentamente me posó sobre el cuero del mueble, sin dejar de mirarme. Cuando mi espalda tocó esta, deslizó sus manos fuera de ella, pero trazó una línea de mi columna hasta mi cintura.

Sinceramente, ya me estaba volviendo adicto a ello.

Mi corazón se aceleró y entreabrí mis labios para dejar que más aire entrara a mis pulmones sin comprometerme frente a él. Porque simplemente me estaba dejando sin aliento.

Click.

—¡Hermoso!

Ambos nos sobresaltamos y nos separamos aunque no estuviésemos haciendo nada. NamJoon se cubrió la frente para captar a quien había gritado.

Yo tardé un poco en verla también.

—¿Mila?— soltó.—¿Qué...?

La chica movió su cámara hacia un costado con trípode y todo, sonriendo ampliamente.

—Eso es lo que necesito. Química, deseo— entrecerré un ojo ante eso.—Haremos esto como «la pareja más poderosa del imperio de la moda», o sea, ustedes.

Inmediato luego de decir eso volvió a su cámara, lista para sacar otra foto.

—Espera-

—Señorita Kim, ¿verdad?— inquirió, señalándome.—Mira a NamJoon, por favor. 

Por alguna razón obedecí aunque ni estuviera preparado. 

Resonó otro «click».

Parfait, parfait— se acercó a nosotros con la cámara en la mano, y yo me pregunté a base de cuantas tazas de café se mantenía funcionando esta mujer.—Me gustaría que se pararan. Aquí...— movió a NamJoon aún costado y yo me senté recto.—Señorita Kim, ven junto a él y dale la espalda. 

Me coloqué en el lugar, sin saber de repente cómo manejar mi cuerpo y quedándome firme cerca de NamJoon, manos a los costados como soldado. 

Mila chasqueó la lengua.

—Suéltate un poco, douceur

Dejé que mis hombros se destensaran, pero hizo que mis rodillas comenzaran temblar.

Ayúdame, Dios.

—Conozco esa mirada— agregó, agarrándome del brazo.—Eres preciosa, señorita Kim. Que no te de pena. Solo imagina que no estamos aquí y el resto le seguirá, ¿bien? 

Asentí vacilante, porque realmente no creía que pudiera hacerlo. Aun así, vi a JiMin, a ella y a NamJoon aléntandome silenciosamente que un poco del rechazo hacia mí mismo se disolvió. 

Ella sonrió y se volvió para apuntar la lente hacia nosotros.

Tomé una gran bocanada de aire y coloqué un brazo sobre el hombro de mi jefe, mirando a la cámara. 

—¡Sí!— más «click, click» y flashes en mis ojos.—¡Sigamos con eso! 

Mila continuó vociferando a medida que hacía poses que ni siquiera pensaba. Las tres siguientes fotos siguieron sintiéndose raras, pero cuando llegué a la cuarta... Las cosas cambiaron.

Quise pensar que era por la forma en la que Mila nos animaba y como parecía genuinamente emocionada y satisfecha con lo que estaba haciendo. Debía ser eso, porque de pronto las poses salían solas y al contrario de lo inicial, en algún punto hasta empezamos a colocarnos sin hablarnos entre nosotros, sin que Mila nos dirigiera. 

Y quizás lo llevamos demasiado lejos. 

Terminamos las fotos que irían en la portada, las de cuerpo entero, y proseguimos a las que irían con el artículo, con las cuales teníamos un poco más de libertad incluso. Por lo tanto, decidimos disponer del sofá de nuevo, pero esta vez solo NamJoon se sentaría en él. 

—Okay, mon chérie , solo necesito dos planos más y lo terminamos. ¿Listos?

Le coloqué una mano a NamJoon en el hombro y me sentí con la valentía suficiente para responderle yo. 

—Listos. 

Ella asintió y esperó a que nos colocáramos, el dedo sobre el botón para disparar. 

Me puse detrás del sillón con ambas manos en los hombros de NamJoon, pensando en inclinarme como si fuera a decirle algo por lo bajo en un oído. 

El flash nos iluminó momentáneamente. 

—La última...— avisó, y me apresuré a colocarme en otra pose, impaciente como era. No obstante, pisé la propia punta de uno de mis zapatos y me tambaleé hacia adelante, enterrando mis dedos en los hombros de NamJoon para no caer. 

Se giró  e intentó atraparme antes de cayera de cabeza al sillón como idiota, pero no contando con que yo ya tenía un agarre férreo en su espalda. 

—Jinn...—

Levantó la cabeza al mismo tiempo en el que iba a usarlo de apoyo y su oración quedó terminada por mis labios pegados a los suyos torpemente. 

No lo asimilé en el momento. Todo se sentía como si se hubiera detenido, por más cliché que fuera. 

Abrí mis ojos desmesuradamente cuando toda mi boca se dio cuenta de que lo que estaba tocando eran los endemoniadamente suaves labios de Kim NamJoon. 

Ambos, totalmente unidos. El ligero sabor a café en los de él y la frutilla de mi gloss entremezclados.

La cosa era que ninguno se alejó. Ninguno se movió. Lo único que se movía entre los dos eran nuestros latidos desenfrenados. 

NamJoon alzó una mano y me acarició el mentón, lentamente cerrando sus hermosos ojos, y solo pude asumir que lo estaba saboreando. 

Mis dedos se cerraron con espasmos sobre sus hombros, incapaz de sobrellevar la corriente eléctrica que parecía descender de mi espalda a mi pecho y terminar en mis dedos, en mi lengua y todo lo que lo estaba tocando. 

Entonces él dio el primer roce y lo perdí. 

Fue una hazaña que no hubiera terminado en estado líquido en el suelo, porque mi rostro se calentó tanto que creí que estaba teniendo fiebre y frío al mismo tiempo, por como me tiritaban los dedos. 

No era mi primera vez besando a alguien, claro. Pero era mi primera vez sintiéndome tan bien que quería llorar.  

Empecé a cerrar los párpados también, dejando que los roces pequeños, tímidos, siguieran a pesar de todo. 

«Click»

Eso probablemente explotó nuestra burbuja más violentamente de lo que hubiera querido. Rompimos el beso y NamJoon gruñó. Yo solo toqué mis labios con las yemas de los dedos. 

Miramos hacia Mila, y esta, con las manos vacías, señaló a JiMin a su lado, quién sonreía victorioso detrás de la cámara. 

—Creo que salió un poco borrosa, ¿una más?







----Sección de la página para secar sus lágrimas----

Señoras y señores, después de 40 capítulos: lo tenemos, un (1) beso 🤧
Gracias Mimi🛐 feliz cumpleaños atrasado, bebé 💜

Alguien puede explicarme cómo es que dejé esto casi tres semanas y vuelvo para encontrar que el primer capítulo tiene 100 votos y casi 1k de leídas? Sin contar que la novela va por los casi 15k también- no tengo palabras, de verdad😭 lxs amo💜

Gracias por todo el amor y por leer🥺 espero que les haya gustado el cap que hice con mucho sudor💜 tomen awita y cuídense

Paz y amor✨


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