01: Recompensa

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—Lo hiciste muy bien, mi pequeña ángel... —las suaves manos de Jennie se deslizan con cuidado, con devoción y ternura sobre la espalda desnuda y de piel blanca de su poseedora, marcada de rasguños que no fueron hechos intencionalmente—. Eres mi adoración, estoy orgullosa de ti, Lili —la pelinegra respira en calma, su boquita medio abierta y ojos somnolientos, sobre el pecho de Mami—. ¿Quieres que traiga algo para ti?

Lisa quiere dormir, dormir mucho y darse una ducha, pero no puede hacer todo al mismo tiempo, lastimosamente. Las mantas cálidas que la cubren acarician sus piernas, su espalda, sus brazos y cada tramo de su piel desnuda bajo un manto blanco y suave que Mami se asegura de mantener limpio y tibio para su bebé a diario.

—Agua —musita apenas, en un puchero sobre el pecho fuerte de Jennie, tan cálido y suave—. No tardes mucho, Mami...

Jennie sabe perfectamente que su pequeña no quiere sólo agua, no. Sabe que quiere leche de fresa, fría pero sin hielo, sabe que debe vestirla con cuidado antes de irse a la cocina, que debe tener cuidado al dejarla recostada en la cama porque, ah, su pequeño cuerpo fue sometido a tanto y nunca se quejó, pero sabe que necesita analgésicos, muchos besos, ropa limpia y un baño tibio, pero quizás después de dormir.

Así que le pone una de sus camisetas largas, las que más le gustan y le cubren hasta esos dulces muslos de leche sabor vainilla. Lisa está tan cansada, que se deja hacer en silencio, bajo las manos protectoras de Mami. Se siente a salvo, huele a suavizante de telas y es recostada nuevamente.

Mami se va, dejando a Lisa recostada boca arriba, nadando en el limbo del profundo cansancio. Al volver, Jennie trae consigo de su rápido viaje a la cocina una botella con tapita de chupón llena de leche de fresa, un analgésico, un bol con agua tibia y muchas toallas suaves de algodón. Limpia con parsimonia las piernas de su pequeña, mientras esta bebe de su lácteo en silencio. Le recorre con devoción cada sitio, por muy escondida que pareciera estar hasta que está libre de sus fluidos, tanto suyo, como propio.

Después, le coloca un par de pantalones de pijama y en bata, se recuesta a su lado. Lisa toma la medicina obedientemente y se acurruca en el pecho de su novia, cubierta por esas mantas que tanto le gustan.

Los dedos de Mami son finos, suaves y delicados cuando acarician su cabello negro desordenado. Le besa la frente, los párpados, la nariz, las mejillas y cada lado de su cuello. Le susurra palabras hermosas, le recuerda cuanto la ama y que siempre cuidará de ella.

Lisa se queda dormida entre los brazos de Jennie, el latir de su corazón es su canción de cuna y sus caricias son todo el medicamento que necesita.

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