06: Insegura

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Cuando Mami colgó la llamada y le dijo a su bebé que preparara una maleta, los ojos de Lisa brillaron casi tanto como la sonrisa de quien la abrazaba con todas sus fuerzas y le dio vueltas en medio de la sala.

Jennie estaba orgullosa, plenamente orgullosa de poder asistir a un evento tan importante y de renombre en el mundo de la publicidad, aunado además de poder llevar a Lisa como su acompañante y, presentarla como su novia después de un año. Su relación, como todo, se vio plagada de momentos dulces, íntimos y algunas discusiones que no duraron demasiado, porque su amor fue más fuerte que todo y lo sigue siendo al día de hoy, cuando vuelan a Tokio para asistir a la premiación de los Clio Awards.

Apenas llegadas al hotel, Lisa corrió las persianas para observar la vista a la ciudad iluminada por la noche, los rascacielos imponentes y tecnológicos, los anuncios de Neon y los autos tan pequeños desde el décimo sexto piso, como pequeñas figurillas de juguete.

Durmieron abrazadas, hablando de todo y de nada, entre caricias y besos en toda la cara, risas cómplices y sinceras y sus piernas junto a las ajenas. La mañana las recibió con los toques del servicio a cuarto con el desayuno, se dieron de comer mutuamente y jugaron en la ducha, cantando Lisa con su preciosa voz mientras Mami le enjabonaba el cabello.

Detrás de la puerta del baño, la menor se mira por el espejo una última vez, revisando que nada le falte o le sobre. Quiere estar perfecta, impresionar a todas esas personas importantes y mostrarle a Mami que puede ser una niña grande.

—¿Lili? —con la voz amortiguada por la puerta, Jennie la llama, colocándose sus últimos accesorios en la muñeca—. Cariño, ¿Todo bien? Estás tardando mucho...

—¡Sí, ya voy! —se pasa los dedos por el rostro y respira hondo, antes de abrir la puerta y dejarla entrar—. Listo...

Jennie queda inmóvil, parpadea muchas veces y mira de pies a cabeza a la pequeña frente a sus ojos, pulcramente vestida de un vestido negro, pegado a su delgado cuerpo, dejando apreciar esa diminuta cintura que tenía. La observa, tan elegante sin dejar de ser adorable y siente sus ojos llenarse de lágrimas, orgullosa de su novia.

—Wow... Te ves, es... Wow...

Sonrojada y cubriendo su boquita, Lisa se levanta sobre sus puntas.

–¿Te gusta? Me siento guapa.

—Eres la más guapa... —se acerca a pasos tranquilos, arreglando un poco su cabello para rematar con un beso fugaz en su nariz.

[...]

Lisa se mostró educada, hizo bromas, charló con la gente indicada y tiró cumplidos sutiles a las damas, elogiando sus vestidos o su belleza, acompañadas del brazo de algún empresario. Jennie no pudo contener una sola sonrisa de orgullo al presentarla como su novia frente a sus conocidos y algunas nuevas caras, elogiando su perspicacia y la forma en la que se desenvolvió, todos acertaron en una sola cosa: Lisa era una chica única.

[...]

Aburrida como curiosa sin freno que es, la pelinegra se recarga en un pilar del salón, ya habiendo visto todos los anuncios presentados al rededor del salón y con un martini en la mano derecha, a decir verdad, el segundo porque su resistencia al alcohol no es muy buena.

En algún momento perdió de vista a Mami y quiso darle su espacio, verla desde lejos en esa faceta que le encanta de empresaria, hablando con tanta clase y para qué mentir, con ese vestido color vino, que la vuelve loca. Lisa da un sorbito, casi tocándole la nariz la aceituna en la copa que mira sin demasiado interés, pero algo que no enfoca detrás, definitivamente si se lleva su atención entera.

Jennie, charlando animadamente con una mujer de su misma altura y de facciones únicas, sostiene su mano, mirando sus dedos y acariciando sus nudillos. La otra se ríe, claramente sonrojada y se pierden en el mar de gente elegante, antes de que a Lisa se le caiga la copa de la mano y estampe contra el suelo.

Una señorita, Chuu, recuerda vagamente, se gira en su dirección alejada del brazo de su novia, para mirarla con ojos angustiados.

—¿Se siente bien, Lalisa?

Lisa parpadea mucho, antes de mirar a los ojos oscuros de la señorita Kim y asentir con una sonrisa fingida.

—Disculpe...

Corrió, en los lados más oscuros del salón esquivando miradas y preguntas hasta dar con el baño y empujar la puerta con la espalda, para abrir cualquier cubículo y descubrirse la boca, llorando amargamente. Pequeños hipidos escapan de sus labios, se talla los ojos con esmero y nada funciona, no cuando tiene en las retinas grabada la sonrisa que le daba Jennie a esa mujer, como tomaba su mano y como se fueron lejos, solas. Lisa patea la puerta con fuerza, se saca el collar de diamantes que colgaba en su cuello y a pisotones, sale del baño y del edificio.

[...]

La buscó, como una loca por todos lados. Preguntó por la muchacha de cabello negro a todos quienes la vieron y cuando finalmente la novia de la señorita Jeon Heejin le dijo que la notó mareada y la vio marcharse, a Jennie se le fue el mundo encima.

La angustia se expande en su pecho de pensar a Lisa sola, perdida, asustada o enferma y lejos, lejos de sus brazos. ¿Mareada? Si no había bebido más de una copa, no era posible. Apenas la perdió un momento de vista y cuando la encontró por ahí curioseando los anuncios le puso un ojo encima, sutil y desde la distancia, dejándola respirar y mirar a gusto.

Pero todo es culpa suya, si no se hubiese entretenido tanto con Nayeon, pudo haber encontrado antes a Lisa. Se siente tan irresponsable, impotente e idiota mientras atraviesa el lobby del hotel y sale en busca de su princesa, a la noche de Tokio. El frío le golpea el rostro tan pronto atraviesa las puertas de cristal pero no se detiene, no pensando ahora que Lisa va por ahí sin abrigo y no conoce la dirección del hotel donde se hospedan.

Su primer instinto no falla y después de pedirle al Ballet Parking las llaves de su camioneta, recibe la respuesta que necesitaba.

Jennie corre hasta su camioneta, donde dentro espera Lisa de brazos cruzados en el asiento del copiloto, tallando a veces su carita. Puede ver su nariz roja, sus ojos empapados y como su pecho sube y baja en hipidos contantes, incapaz la mayor de mover un dedo al ver semejante escena frente a sus ojos.

Como puede, camina hasta la ventanilla, donde Lisa le da la espalda tan pronto como la ve.

—Lisa... —una mano en el vidrio—. Lisa, abre.

—No.

Jennie suspira, tratando de contener las ganas de romper el parabrisas y sacar a Lisa de ahí para darle un sermón de preocupación por irse sin más y después, llenarla de besos para que ya no llore. Sabe, oh, claro que sabe por qué su adoración está hecha un mar de lágrimas y tristemente, no puede explicarse como es debido a través de la ventanilla.

—Cariño, por favor, hablémos. Abre la puerta.

—Dije que no —continua negando, con la espalda hacia la mayor—. Me quedaré aquí hasta que sea hora de irnos. Déjame.

—Nos iremos, pero tienes que abrir —insiste, con los ojos angustiados—. Lalisa, abre la puerta, por favor.

Molesta pero sin dejar de lado su tristeza, Lisa se limpia las lágrimas con los puños, frustrada de no poder dejar de llorar frente a Jennie y peor aún, que no le pregunte que es lo que le pasa.

Un largo suspiro se escucha del otro lado del cristal, soltado con cansancio por la Coreana. Lisa se encoge, abrazándose a sí misma, dispuesta a hacer oídos sordos.

—No es lo que tú crees... No lo es —recargada con la frente sobre su antebrazo, Jennie patea el suelo bajo sus pies—. Nayeon, va a casarse y me mostraba su anillo —Lisa traga saliva al escuchar el nombre de la relación anterior de su novia—. Me fui, a conocer a su prometida y... Somos, compañeras de trabajo quieras o no, es un trato que necesito tener con ella ¡Va a casarse, Lisa! Ya... Ya no tengo nada que ver con ella, te lo juro.

La pelinegra suspira, encogiendo sus piernas en el asiento. Cierra los ojos y aprieta los puños, girando lentamente su rostro empapado hacia el interlocutor detrás del cristal.

—¿Me lo juras?

—¡Te lo juro! Se acabó, no me importa me importas tú, Lisa tú eres todo lo que tengo, todo lo que desearía y mil veces más —sus ojos tiemblan, pupilas encendidas y pulso disparado escuchando cada palabra ser dicha con tanta necesidad—. Eres mi cielo, mi ángel, eres la razón de todo lo que hago, mi respuesta... Eres... —Jennie baja la vista, dolida—. Eres mi niña, Lisa... Eres mi todo.

El sonido del seguro ser botado la regresa al mundo real, dos lágrimas escapan de sus grandes ojos y mueren en sus mejillas cuando Jennie observa a Lisa sonreírle temblorosa tras la puerta abierta. Se apresura a abrir la manija, encontrando los brazos extendidos de su ángel que abraza contra su pecho, sujetando su cabeza en su hombro.

—Te amo, te amo con todas mis fuerzas Lalisa Manoban...

Lisa sonríe, con la mejilla en el hombro de la mujer que ama.

—Vamos a casa, Mami...

Quería agradecerles por todo el apoyo que le han dado esta historia. Muchas gracias por votar, comentar o lo que sea. Realmente lo aprecio.

Tal vez, pronto haga una pequeña maratón.


¡Adiós! 💟

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