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~Quiero despertar, odio este sueño...

Tuvo que hacer una mueca cuando Niki la acorraló contra los casilleros, sonriendo con diversión, en tanto Daesung se cruzaba de brazos y negaba con la cabeza. El lugar en donde estaban se hallaba vacío, sin alguien cerca, ya que las clases terminaron minutos antes, por lo que Haerin no podía pedir ayuda de nadie.

—Estamos fuera del horario, Haerin —dijo Niki inclinándose, acercando su rostro—, así que podríamos ir al baño, y si me muestras tu lindo cuello...

Soltó un suspiro, sacudiendo la cabeza y tratando de no lucir intimidada a pesar de que estaba nerviosa y temerosa. Desde el momento en que Dongyul pasó cruzar esa pequeña línea invisible, días atrás, que estaba así con cualquier alfa que se acercara más de la cuenta, a menos que fuera una de sus amigas.

De esa fatal noche pasaron dos días. Y podía sentir los insistentes ojos de su padrastro sobre su espalda a cada momento.

—Deja que te marque, Hae —insistió el rubio, sonriendo y mostrando todos sus dientes.

Haerin levantó la vista, apretando con fuerza el borde de su mochila. ¿Dónde estaba Xiaoting cuando la necesitaba? ¿O Karina?

—Anda, di que sí —prosiguió Niki cada vez más cerca—, sabes que tu vida será mejor si dejas que te marque.

Por supuesto que sería mejor, todo el mundo lo sabía. Niki era no solo uno de los alfas más codiciados dentro de su colegio, sino también uno con buena posición económica y social, además de ser el capitán del equipo de fútbol en el colegio. Por otro lado, por supuesto, salía con la pequeña abeja reina del lugar: Park Jihye, una de las pocas omegas que gozaba de un buen lugar dentro de la jerarquía del colegio.

Pero Haerin tenía bastante claro que Niki solo la quería para un momento, y luego le dejaría abandonada con una fea marca en su cuello.

—Estás en el edificio omega, Niki —espetó Hae, tensándose—. Se supone que los alfas no pueden meterse aquí —hizo un mohín—, y si Jihye nos ve...

—Yo me encargo de mi novia —gruñó Niki, intimidándola—, así que no te preocupes de ello —el alfa deslizó su nariz por sobre la piel de la pelinegra—. Hueles tan bien, Haerin. Deja que te pruebe.

¿Y si lo dejas?, murmuró con diversión una voz en su interior. Si dejas que un alfa te haga suyo, Dongyul podría dejar de molestarte. Nadie querría estar contigo.

O Dongyul podría matarme por ello, pensó tragando saliva.

—Basta, Niki —Haerin levantó su barbilla, queriendo lucir decidida, aunque por dentro no era más que una bolita—, debo ir a trabajar ahora, así que si no te moles-

—Niki, aléjate de esa repulsiva omega ahora.

Soltó un chasquido al escuchar las molestas palabras de Jihye, que tenía sus manos en su cintura en una actitud irritada.

Niki resopló producto de la molestia, obedeciendo a pesar de que la omega fuera delgada y pequeña a su comparación. Pero Park Jihye podía ser una total hija de puta cuando quería, en especial cuando se trataba de defender lo que consideraba suyo.

Sobre todo, cuando se trataba de minimizar y humillar a Haerin.

La omega rodó los ojos, escapando del lugar donde Niki la acorraló, e hizo amago de marcharse para no ver la clara pelea que la pareja tendría en ese momento.

—No sé qué le puedes ver a esa estúpida omega —Haerin ignoró el insulto, acostumbrada a ellos—, yo debería ser suficiente para ti.

Haerin no odiaba a Jihye. De alguna retorcida manera, podía entender su actitud: la chica se comportaba bastante decente cuando Niki no estaba cerca, es decir, cuando estaban en clases. Incluso le hablaba con normalidad de vez en cuando. Pero apenas Niki estiraba la mano para comenzar a molestarla, la muchacha sacaba sus garras. Los omegas eran celosos por naturaleza, más aún cuando eran el primer omega de un alfa.

Y Jihye no iba a dejar que una omega, menos una chica como Haerin, le quitara ese puesto.

Siguió caminando, alejándose de la pareja que peleaba como siempre, y al salir del edificio se encontró con Xiaoting esperándola. Su amiga alfa percibió su estado de ánimo inmediatamente, pero solo le revolvió el cabello, comenzando a caminar hacia el café donde Haerin trabajaba.

—¿No estás con Yujin Unnie? —preguntó, luego de unos minutos en silencio.

—Tenía que hacer un trabajo hasta tarde, así que decidí no ir a verla —contestó la pelirroja con tranquilidad, una mano yendo a su cuello, allí donde brillaba una marca superficial que Yujin le hizo en señal de posesión para que nadie le coqueteara.

Haerin hizo una mueca, pensando también en el hecho de que no veía a una de sus mejores amigas desde hace tiempo. Como estudiaban en colegios distintos, no solían coincidir muchas veces por los horarios o las pruebas, así que el tiempo a solas era casi nulo. Además, estaba el hecho de que Xiaoting salía con Yujin, por lo que tampoco quería interrumpir sus momentos románticos por un capricho que bien podía omitir.

—Estás decaída, Hae —dijo Xiaoting sin perder su tono tranquilo, aunque notó la ansiedad por saber qué le pasaba.

Negó con la cabeza, encogiéndose de hombros.

—Los problemas de siempre, nada en especial, Unnie —respondió, distraída.

—¿Niki te sigue molestando? —preguntó la mayor, frunciendo su ceño con irritación.

—Por supuesto que sí —arrugó el entrecejo—, pero está bien, Jihye siempre llegando al rescate —dijo con sarcasmo, resoplando.

—Si quieres puedo hablar con Niki...

—No, no te preocupes —soltó un chasquido—. Queda medio semestre. Luego se irá a la universidad y me dejará en paz.

Xiaoting pasó un brazo por sus hombros, atrayéndola para darle un abrazo suave, sin dejar de caminar.

—Tú igual podrías estudiar si quieres —dijo la chica.

—Soy una omega, Xiaoting Unnie —murmuró—, si no me dejo marcar antes de los veinte, estaré en problemas.

Xiaoting bajó la vista, sin necesidad de preguntar sobre ello cuando Haerin tenía razón: el gobierno exigía que los alfas, a los veintidós años, debían contar ya con una pareja; mientras que los omegas, a los veinte, debían tener un alfa.

—¿No quieres ser marcada? Porque si no quieres-

—No es eso —le interrumpió, bruscamente—. No es eso —repitió con más suavidad, mirando al frente y llevando sus manos al bolsillo de su abrigo, mientras sus botas se hundían en la nieve.

¿Cómo podía explicarle lo que realmente quería? ¿Cómo decirle que solo deseaba a alguien que la amara, que la estrechara entre sus brazos, que la hiciera sentir única, especial?

Tendría suerte si conseguía ser la primera de un alfa. Pero nada más. Absolutamente nada más.

Se limitó a suspirar, dejando que Xiaoting le diera otro abrazo más fuerte, y siguieron caminando hacia el café.

***

El profesor dio por terminada la clase y todos cerraron sus cuadernos, suspirando por el alivio ya que era la última clase del día y del semestre: ahora iniciaban las vacaciones de Navidad, así que eso solo significaba que podrían dormir hasta tarde las siguientes dos semanas.

—¿Quieres ir a tomar algo, Danielle? —preguntó Minji, bostezando mientras salían del salón.

—No, debo ir a la biblioteca a devolver un libro —Marsh soltó un suspiro de exasperación al ver a cierta chica de pelo rubio jugueteando nerviosamente con sus manos, apoyada en la pared—. Mierda, y debo quitarme a Dayeon de encima.

—Bien, entonces me iré al departamento —habló Minji, divertida—. Trata bien a Dayeon, no querrás hacerla llorar otra vez, ¿cierto?

Danielle masculló una maldición por lo bajo, alejándose por entre la multitud, y Minji solo se rió entre dientes antes de salir del edificio de Medicina donde estudiaban, que, afortunadamente, quedaba cerca del centro de la ciudad.

Primero pensó en marcharse directamente al departamento y echarse a dormir, pero luego se dijo que podía aprovechar esas horas libres y pasar por la cafetería donde trabajaba la muchachita omega que debía llevar a la cama. ¿Cómo se llamaba? Estaba segura de que era algo con H.

Resopló, desviando su caminata hacia el pequeño café. No iba a perder esa apuesta, no señor, si había algo que le gustaba, era poder ganarle a Danielle.

Su celular vibró, y al mirar el número hizo una pequeña mueca. Cortó la llamada y apagó su móvil, así su mamá no seguía insistiendo con las llamadas. De seguro la mujer quería decirle que fuera a cenar a casa ese fin de semana para insistirle -otra vez- que buscara alguna omega con quien emparejarse.

Pero Minji no quería a ninguna omega por el momento, solo buscaba un poco de diversión, nada más. No sabía por qué insistía tanto si, de todas formas, todavía le quedaban dos años para cumplir el tiempo límite antes de que el gobierno buscara asignarle a alguna pareja.

Unos minutos después, se encontraba abriendo la puerta del café, buscando con sus ojos inmediatamente a la omega y viéndola atender una mesa con tranquilidad. Afortunadamente, la alfa con cara de amargada y cuerpo musculoso de la otra vez no estaba allí, solo la otra chica rubia que parecía muy ocupada preparando un pedido.

Tratando de no lucir demasiado ansiosa, fue a sentarse a una mesa vacía, viendo la pequeña carta y forzándose a pensar en alguna forma de conseguir lo que quería. Gracias al número falso que Haerin le dio, Minji pudo adivinar que no sería un reto fácil de cumplir.

¿Qué podría estar planeando Danielle para llevarse a la chica a la cama?

—Buenas tardes, mi nombre es Haerin y la atenderé el día de hoy. ¿Ya sabe lo que-?

La omega enmudeció cuando Minji levantó la vista, esbozando una sonrisa amistosa. Haerin desvió la vista, sus ojos buscando a la otra camarera, la rubia que Minji notó antes, y al ver a Bahiyyih demasiado ocupada, Hae solo dejó salir una queja baja, volviendo a mirar a Minji.

—¿Qué pedirá? —preguntó groseramente, rogando a cualquier persona que pudiera espantarla con ello.

—Oye, no tienes por qué ser tan mala —protestó Kim, volviendo a sonreír y tratando de lucir encantadora. No sabía si lo estaba logrando debido al ceño arrugado de la niña—. Me diste un número falso, Haerin —regañó con suavidad, su voz divertida, aunque en el fondo seguía molesta con esa broma.

Haerin mordió su labio inferior, tragando saliva. Después de unos segundos, se encogió de hombros, disimulando no sentirse ni incómoda ni molesta.

—¿Qué va a pedir? —insistió, queriendo desviar la conversación para no seguir torturándose.

—Haerin...

—Bien —soltó un chasquido, cruzándose de brazos—, seré directa, entonces —se inclinó un poco, sin poder ocultar la molestia en su rostro—. Uno, no sé cómo te llamas-

—Minji.

—... Ni me interesa saberlo —prosiguió Haerin como si nada—. Dos, en este momento, no estoy interesada en tener una relación y menos en darte mi número. Y tres, si sigues insistiendo, iré por la cafetera y te la lanzaré encima, ¿entendido?

La alfa tuvo que apretar su mano en un puño para tratar de contenerse, para no dar rienda suelta a su molestia. Mierda. ¿No era posible que esa chica fuera más fácil? Podría incluso ofrecerle dinero, aunque sabía que eso solo haría que se enojara más de lo que ya estaba.

No podía entender ni un poco porque tanta insistencia en hacerse la difícil, en tratar de demostrar que tenía el control, si era una simple omega. Incluso, si llegaba a follar con ella, y la omega no quería, no dejaría ninguna marca en su cuello, así que no sabía porque la negativa.

—Haerin, no tengo malas intenciones —habló con suavidad, negando con la cabeza mientras una vocecita chillona le gritaba en su interior que era una mentirosa—. Está bien, pediré un frappuccino —añadió, al ver los fríos ojos dispares de Haerin.

—Enseguida. —murmuró la otra, retirándose sin añadir algo más.

Cuando notó que la omega no la estaba mirando, Minji actuó con toda la madurez del mundo: le sacó la lengua, mostrando, claramente, lo descontenta que estaba. Bien, sus sonrisas encantadoras no estaban sirviendo para nada. ¿Cuál sería su segundo paso? El coqueteo, al parecer, tendría que descartarlo por mientras.

Frotó su frente con irritación, murmurando maldiciones por lo bajo. Sin sus sonrisas ni coqueteos, ¿qué otra cosa podría hacer? Danielle era la de actitud tranquila, incluso desinteresada cuando se lo proponía. Ella no servía para eso.

—Aquí está —Haerin volvió cinco minutos después y dejó la taza sobre la mesa junto con unas pequeñas galletas, y Minji, hábilmente, le acarició la mano cuidadosamente, llamando su atención.

—De verdad lamento hacerte sentir así, Haerin —dijo tragando saliva, el azul y café de los ojos de la chica mirándola sin mostrar nada—. Prometo... No venir a molestarte más si lo deseas —puso una expresión de perrito apaleado, de alguna forma desesperada para que la omega no la rechazara una vez más.

No iba a perder esa apuesta. No contra Danielle.

—Mira, Minji —Haerin, lentamente, retiró su mano—, puedes seguir viniendo al café, por supuesto. Eres una clienta, después de todo —esbozó un mohín molesto—, pero te pediría, por favor, que no... insistas con el coqueteo. No estoy interesada en las relaciones, así que es lo único que puedo decirte.

Minji la observó un momento sin decir nada, apretando los dientes, pensando en que, por primera vez en su vida, tendría que actuar como Danielle: lenta, sin apurar nada. Muy bien podría utilizar su voz alfa, su presencia, pero eso sería cruzar un límite invisible entre lo que era correcto y lo que no; ella no iba a forzar nada. Si bien veía a los omegas como simple entretención, debía ser una entretención aprobada, no algo obligado donde podría destruir a una persona por completo.

—Está bien —trató de sonreír, aunque por dentro bullía por la rabia—, sí, lo comprendo —luego, puso una expresión seria—. Espero que entonces no te moleste que venga a verte varias veces, Haerin. Realmente... Me llamaste la atención.

Haerin solo asintió, impasible, para luego alejarse de la mesa sin añadir algo más.

Minji, mientras, comenzaba a buscar alguna manera para avanzar más rápido y ganar toda esa apuesta.

***

Dayeon seguía parloteando en voz baja, tratando desesperadamente de llamar su atención, pero Danielle único que quería en ese momento era que la chica cerrara el hocico y la dejara en paz.

Maldita sea. ¿Era tanto pedir?

Dejó el libro sobre el estante, moviéndose por el lugar casi vacío, yendo a la sección de literatura contemporánea para buscar algo que lo entretuviera en esas cortas vacaciones.

—... Dicen que el parque recién inaugurado es precioso —prosiguió Dayeon, siguiéndola—. ¿Te parece si vamos, Danielle? Estoy segura de que las dos la pasaríamos-

—Dayeon, por favor, ¿puedes callarte? —murmuró Danielle sin ganas, y la omega calló en el acto, nerviosa.

La castaña sacó un libro, leyendo la sinopsis en silencio. Pasaron unos segundos en pesado silencio cuando decidió levantar la vista, mirándola, y enarcó una ceja.

La pobre muchacha, estudiante de enfermería, la observó con ansiedad.

—¿Sigues aquí? —preguntó Danielle con un suspiro agotado.

Pudo ver, con total claridad, como la rubia tragaba saliva.

—Danielle... —balbuceó—, nuestros... pa-padres se conocen y ellos...

—Por supuesto, sé lo que quieren —masculló Marsh, comenzando a caminar hacia el escritorio donde la encargada de la bibliotecaria estaba escribiendo unas cosas—, pero eso no significa que vaya a hacerles caso, ¿cierto? —Dayeon no dijo nada—. No voy a marcarte, Dayeon, ¿entendido? Al menos, no por ahora —le entregó el libro a la mujer, que escuchaba la conversación con aburrimiento. De seguro debía ser lo más emocionante que le ocurrió en el día.

—Pero Danielle —insistió la omega, jugueteando con sus manos—. ¿Por qué no te gusto? —mordió su labio inferior—. Soy un buen partido.

Danielle resopló, recibiendo el libro de la mujer, y se giró para marcharse. Pero la omega, decidida, se interpuso en su camino, queriendo una explicación.

—Un buen partido, sí —dijo Dani con un poco de exasperación—, pero nada más. No me provocas, no me llamas la atención, solo te tendría para un polvo —la chica hizo amago de querer darle un golpe, pero la alfa la detuvo antes de que siquiera su mano llegara a rozar su mejilla—. Y sumado a eso, parece que quisieras acapararme —Danielle entrecerró sus ojos en actitud amenazante—. Así que te lo diré ahora, Dayeon —le dio un brusco apretón a su muñeca—, yo no te pertenezco. No soy ni seré tuya, y no esperes, si estamos juntas en algún momento, que te sea fiel. ¿Lo tienes claro? —Dayeon apretó sus labios, enfurecida, pero Danielle simplemente soltó un chasquido, sin perder el tono dominante que usaba para intimidarla—. ¿Lo tienes claro? —repitió, y Dayeon supo que debía contestar si no quería que le fuera peor.

—Sí —masculló, completamente humillada mientras Dani soltaba su muñeca y se marchaba sin agregar algo más, saliendo con tranquilidad de la biblioteca y la facultad.

Todo ese insoportable intercambio de palabras le puso de mal humor, considerando que ese día fue bueno, por lo que pensó en algo para relajarse. Muy bien podía llegar a casa y ponerse a hacer ejercicio para tratar de quitarse la tensión que traía encima, pero si Minji estaba allí, su amiga le empezaría a molestar y, en definitiva, solo quería un poco de paz.

Su mente, entonces, pareció viajar hacia la omega que debía llevar a la cama, y se dijo que ya esperó bastante como para dar algún paso. Quizás hasta la chica se le ofrecería enseguida, y podría utilizarla para descargarse un momento de todo el disgusto que traía encima.

Silenciosamente caminó por las calles de Seúl, hasta que llegó al pequeño café, queriendo entrar pronto para darse un poco de calor.

El café, a esas horas, estaba casi vacío, y pudo notar a la niña de ojos gatunos detrás de la barra, limpiando las tazas. Al parecer, estaban a punto de cerrar, ya que solo estaba ella atendiendo.

—Buenas noches. ¿En qué puedo-? —Haerin enmudeció al verla, antes de fruncir las cejas—. Si estás buscando a tu amiga, acaba de irse hace unos minutos.

Enarcó una ceja, repentinamente curiosa por aquello. ¿Así que Minji pasó por allí antes que ella? Su amiga parecía que tampoco quería perder el tiempo.

—No la estaba buscando —Danielle se encogió de hombros, sentándose en las sillas frente a la barra, y usó uno de sus encantos: su sonrisa juguetona—, quería hablar contigo... Haerin, ¿cierto?

La muchacha, con tranquilidad, asintió y comenzó a calentar la cafetera.

—Sí —fue lo único que dijo, ni un poco interesada en saber su nombre.

Danielle tampoco insistió, sabiendo que debía tantear el terreno antes de comenzar a jugar sus cartas.

—¿Quieres algo en especial o no? —preguntó Hae, poniendo una expresión aburrida.

La alfa estuvo a punto de reírse al notar aquel fingido desinterés que la pelinegra esbozaba, de seguro queriendo hacerse la difícil. Muchos omegas gustaban de fingir ser complicados de conquistar para mantener el interés, el misterio.

—No, solo café —contestó, sacando su celular y aparentando contestar un mensaje de texto—. Solo vine por algo rápido —agregó, sus divertidos ojos moviéndose por el rostro de la menor, quedándose en esos preciosos orbes.

Azul y café le devolvieron la mirada.

Minji tenía razón en algo: imaginarla debajo de ella sonrojada, gimienda, la ponía dura. Muy dura, para su gusto.

—¿Y eso sería...? —insinuó Kang, llamando su atención.

—Ah —Haerin le sirvió café, tranquila—, quería disculparme por la actitud de mi amiga el otro día —humedeció sus labios, echándole un poco de azúcar al café—. Se nota a leguas que... no estás interesada en relacionarte con alfas como nosotras.

Haerin volvió a observarla, sin poder ocultar su rostro lleno de sorpresa.

Danielle desvió la mirada, probando el café y con su mente trabajando en alguna forma de llamar más la atención de la niña. Podía notar que lo estaba logrando si seguía esa pequeña pista que Hae le dio con su expresión.

Vamos, pequeña mosca, se dijo, no pasará nada si caes en mi red.

—Por lo que trataré de que mi amiga no regrese a molestarte —continuó relajada y observando otra vez su móvil—, no es mi intención que omegas como tú la pasen mal, de verdad.

La chica la siguió mirando con mudo asombro, pareciendo incapaz de decir palabra alguna por varios momentos.

Luego la notó parpadear, desconcertada.

—¿Omegas cómo...?

Danielle se encogió de hombros, casi como si estuviera aburrida.

—No parecieras estar desesperada por tener a un alfa —bebió un poco más de café—. ¿Cuántos años tienes, Haerin...?

—Diecisiete.

—Diecisiete —repitió la alfa—. Aun te quedan tres años para cumplir los veinte. Supongo que quieres estudiar algo y ahí conocer a tu persona especial, ¿no? Es totalmente respetable.

Haerin volvió a quedarse callada, sus dedos tamborileando sobre la barra mientras apoyaba su barbilla sobre su mano, repentinamente a gusto.

—¿Y tú no tienes a nadie...? —dejó la pregunta al aire, dando a entrever que le estaba pidiendo, también, su nombre.

La de cabello castaño casi quiso sonreír con placer.

—Danielle —respondió, revolviendo el café—. No, por ahora no estoy interesada en nadie. No me llama demasiado la atención —hizo un gesto despreocupado—. Todavía me quedan dos años para sentar cabeza, al igual que Minji.

—Te gusta la diversión.

Observó el rostro de Haerin, notando que apretaba el borde de su delantal, su rostro helado otra vez. Supo, entonces, que tendría que irse con cuidado con respecto a ese tema, ya que claramente la muchacha no estaba para juegos.

—Por supuesto que sí —dijo con suavidad—, pero no ando creando un harem, como debes pensar —enarcó una ceja—. Soy bastante cuidadosa con ello. Nunca ofrezco más de lo que puedo entregar.

La más baja asintió, pero Danielle notó que seguía recelosa con respecto a ese tema. Decidió no insistir con ello, no quería retroceder ahora que estaba analizando toda la situación. Minji siempre se lanzaba a la primera, ya que a muchos omegas les gustaba aquello, pero ella prefería esperar. Además, solía ser bastante selectiva con las personas con quienes se acostaba, no quería atrapar alguna enfermedad. Por qué decidió aceptar la apuesta cuando apenas conocía algo de esa niña, era algo que se seguía preguntando.

Quizás, el rostro bonito de Haerin la atrajo lo suficiente para ello. Después de todo, era una alfa con necesidades.

Quizás, Haerin lucía como todo un reto, y a Danielle le encantaban los retos.

Quizás, el rechazo natural de la omega la seducía a hacerla caer totalmente entre sus garras.

Fuera cual fuera el motivo, estaba dispuesta a ganar. Le gustaba probar la carne virgen.

Fingió mirar la hora, y soltó un suspiro exagerado.

—Bien, debo marcharme, Haerin —bebió lo último del café de golpe, sacando su billetera para pagar—. Vuelvo a repetir lo que dije al principio: lamento lo de mi idiota amiga, trataré de que no vuelva a repetirse —Haerin no dijo nada, recibiendo el billete—. Quédate con el cambio —añadió, viendo como su expresión parecía suavizarse con ello—. Evitaré pasarme por aquí con Minji para no volver a incomodarte.

—No... —se quedó en silencio, ladeando la cabeza y fingiendo una breve confusión al notar el rostro un poco compungido de Haerin, que bajó la vista con vergüenza—, ya... ya le dije a tu amiga que no tengo problema si se pasan por acá —Haerin tragó saliva, sin saber por qué estaba actuando de esa forma, tan avergonzada por una alfa. Sin saber por qué su cuerpo parecía pedirle que se acercara a esa alfa que no intentó nada con ella—. Solo... solo le dije que no me coqueteara —hizo una mueca, sintiendo sus mejillas ruborizadas, y quiso esconderse cuando esos juguetones ojos se posaron en ella—. No me gusta que me coqueteen —añadió en voz baja, para ella, casi inaudiblemente.

Pero Danielle lo oyó. Lo escuchó por completo, y lo anotó en su libreta mental. Si se ganaba por completo la confianza de esa niña, las cosas serían aún más fáciles a futuro. Esperaba, eso sí, que aquella apuesta no se alargara demasiado. Tenía mejores cosas que hacer que andar detrás de una omega.

—Si no te molesta, entonces podré pasarme por acá en algún momento —dijo, volviendo a sonreír ampliamente, y sus ojos se cerraron—, después de todo, preparas un buen café —la omega se ruborizó con más fuerza, a pesar de que el elogio fue dado sin segunda intención, eso era claro al ver la mirada distraída de Danielle sobre su celular otra vez—. Bien, nos vemos, Haerin —se despidió antes de girarse, marchándose sin mirar atrás en ningún momento y dejando a la chica sumida en el silencio otra vez.

La omega se quedó observando, tranquila, aunque un poco confundida, como la figura de Danielle desaparecía de la calle, para luego apoyarse en la barra. Mordió su labio inferior y cubriendo su rostro con ambas manos, respirando profundamente, y trató de ignorar los pensamientos revoltosos en su mente.

Tratando de ignorar esos divertidos, atrayentes ojos que parecían desnudarla con solo una mirada.

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