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~Estoy sintiéndome lunática, por favor, sálvame esta noche...

A Haerin la salvó la campana, así que cuando sonó, salió corriendo e ignoró los llamados de sus amigas. Se aprovechó de que en el edificio omega los alfas no podían entrar y, por lo mismo, no podían seguirla. Aunque eso no quitó las miradas curiosas puestas sobre ella, fijas en su rostro todavía magullado y herido. Ya no tenía ese aspecto horrible de los primeros días, pero eso no quitaba los pequeños moretones que todavía quedaban.

Sin embargo, al parecer, su aspecto no era todo lo que se comentaba.

—¿Tienes novia? —preguntó Sumin, su compañera con la que compartía asiento.

Haerin se puso colorada ante la pregunta indiscreta y notó que todo el curso parecía atento a su respuesta. De seguro algunos la vieron besarse con Danielle dentro del auto, abrazarse y despedirse. La noticia tuvo que correr como pólvora encendida por el lugar.

—Algo así —dijo, indecisa.

—¿Cómo que algo así? —exclamó su compañera de adelante, Leeseo—. ¡Todos las vimos, Hae! Además, ¡era muy guapa! ¿No tendrá una amiga que quieras presentarme?

Más rojo inundó su rostro por lo que oía, pensando en Danielle y Minji al mismo tiempo. Santo Dios, ¿cómo reaccionarían sus compañeros cuando se dieran cuenta de que, al día siguiente, otra alfa la fue a dejar? Estaba segura de que Minji también querría besarla para despedirse de ella, como hizo Dani.

—Debe gustarte mucho para que te pongas así —comentó Jihye, la novia de Niki, que desde el día en que Minji la defendió, dejó de molestarla. Parecía que la paliza que le dio la alfa sirvió para que aprendiera y Haerin no podía estar más que aliviada con eso. Además, como Niki dejó de molestarla, Jihye ya no actuaba como una odiosa a su alrededor.

Ahora quien la salvó de más preguntas fue el profesor de Álgebra, por lo que Haerin dejó de ser interrogada por sus compañeros.

La suerte de la omega, sin embargo, no era eterna. Cuando las clases terminaron y salió, se encontró con sus torturadoras: Xiaoting y Jimin. Y, detrás, una muy enojada Yujin se acercaba.

—¡Kang Haerin! —gritó Yujin, escandalosa—. ¡¿Cómo es eso de que tienes novias y no me habías dicho nada, tú mocosa insolente?!

—Unnie...

—¡Quiero que me lo cuentes todo! —insistió Yujin, antes de voltearse hacia Xiaoting y golpearla en el brazo. Xiaoting gritó por la sorpresa—. ¡Y tú, ¿por qué no cuidas mejor de nuestra hija?!

Haerin no podía con la vergüenza de la situación. Jimin tuvo que intervenir para que Yujin no cometiera un asesinato contra su alfa, que se escondía detrás de ella para protegerse.

La omega menor le envió un mensaje a Danielle para decirle que no la fuera a buscar, no todavía, porque iría a comer un helado con sus amigas. Su novia (noviaaaaa) le dijo que no se preocupara y si quería, después podía ir a buscarla. Haerin quedó en avisarle y partió con su grupito a una tienda cercana para comprarse algo.

—No he sido completamente honesta con ustedes —dijo, en medio del silencio cuando les aseguró que les contaría todo.

Y, después de eso, procedió a contarles todo lo ocurrido con Dongyul, su madre, Danielle y Minji. A medida que iba avanzando con su relato, Yujin iba palideciendo por el horror, mientras que el rostro de Xiaoting se llenaba de ira y Jimin parecía a punto de vomitar. Cuando les dijo que su padrastro estuvo a punto de violarla, su mejor amiga se puso a llorar y la abrazó, tan preocupada por ella, y Jimin saltó en su lugar.

—Lo voy a matar —gruñó, enfurecida.

—Te acompaño —apoyó Xiaoting.

—¡No, ya pasó, chicas! —insistió Haerin, abrazando a Yujin, que no dejaba de sollozar—. De verdad, ya estoy bien...

—No importa, ¡ese hombre es un peligro público! —insistió Jimin—. Debería estar muerto.

Haerin le dio la razón, pero no quería generar más conflictos con un alfa como él. Además, temía que si sus amigas le hacían algo, Dongyul podría recurrir a la justicia y ¿a quién le darían la razón? No, Haerin prefería cortar todo lazo directo con él y mantenerlo lejos de su perímetro.

Tardó varios minutos en calmarlas.

—Ya no estoy viviendo con mamá —confesó, y eso las hizo callar una vez más—. Me estoy quedando con Danielle y Minji.

La furia pareció disiparse momentáneamente, ahora con sus amigas sorprendidas por lo que oían. Fue mucho peor al escuchar que su padre, además, regresó.

—Estas son muchas noticias de pronto, necesito sentarme —dijo la omega mayor, y se sentó en las piernas de Xiaoting.

Haerin les contó lo que conversó con su padre y, además, que ahora estaba saliendo con Minji y Danielle. Les contó de manera muy superficial que habló con las dos y llegaron a un acuerdo.

—Ambas quieren cortejarme —dijo, nerviosa y ruborizada—, han dicho que están enamoradas de mí y... y que quieren que yo elija a una, por eso aceptaron eso.

La sorpresa era tanta, que por primera vez desde que la conocía, Yujin parecía haberse quedado sin palabras. Sólo abrió la boca, sin emitir ruido alguno, luciendo desconcertada y muy, muy sorprendida. Xiaoting también se veía bastante fuera de sí. Jimin, en cambio, parecía demasiado contrariada.

—Haerin —dijo Yoo, llamando su atención—, deberías...

—¡Oh, no empieces! —interrumpió Yujin.

—¿Qué? —Jimin frunció el ceño—. ¿Es malo que me preocupe por ella? ¡No quiero que esas alfas le hagan daño!

—¿Por qué me harían daño? —dijo Haerin, contrariada. La alfa hizo un mohín—. ¡Ellas se han portado muy bien conmigo! Ni siquiera... —no pudo evitarlo, y sintió un poco de vergüenza—, ¡ni siquiera han insistido en querer acostarse conmigo!

—Hae —Jimin se forzó a no alterarse—, no se trata de eso. Me preocupa demasiado que estés viviendo con ellas, ¿Y si una noche...? —bajó la voz un poco—. ¿Y si tratan de propasarse? Sólo piénsalo, ¿si tratan de violarte las dos?

Haerin se sintió repentinamente enfurecida ante las palabras de la alfa. Yujin también se veía muy enojada, pero Xiaoting, a su lado, parecía darle un poco de razón a su amiga. Eso le hizo rabiar más, ¿quiénes se creían ellas para hablar así de Danielle y Minji? ¡Ellas no eran así, no eran esa clase de alfas!

—Sólo dices eso porque soy una omega de segunda clase —escupió Haerin, poniéndose de pie—. ¡Lo dices porque sabes que unas alfas como ellas se fijen en mí es imposible!

—Hae... —habló Jimin, tratando de suavizar el ambiente con la pelinegra. Sin embargo, la menor no quería escucharla más—, por favor, piénsalo bien...

—¡¿Pues sabes qué?! —siguió Haerin, sin escucharla—. ¡Ellas dos me quieren, Jimin! ¡Ellas dos me ven por lo que soy, no cómo tú!

Agarró su mochila e ignoró los llamados de la alfa para que volviera, pero Haerin sólo comenzó a alejarse a paso decidido. ¿Qué pensaba Jimin? ¿Creía que ella debía simplemente rechazarlas por ser de distintas clases sociales, por ser mayores que ella? Ni a Danielle ni a Minji parecía importarles que Haerin no tuviera los mismos privilegios que ellas, ¿por qué an ella le importaría, entonces?

—¡Hae! —llamó Yujin, alcanzándola—. No te vayas así, enojada conmigo...

Haerin bufó, pero se detuvo y dejó que su mejor amiga la agarrara por el abrazo. Ambas volvieron a caminar, con la omega mayor queriendo calmarla.

—No le hagas caso, sólo está celosa y quiere protegerte.

—Puedo cuidarme sola —contestó Haerin.

—Mmm...

Qué mentira más grande, pensó la menor. Danielle y Minji la cuidaban, la protegían y permanecían a su lado cuando más lo necesitaba. Eso demostraba que ellas no eran malas personas. Puede que cómo se conocieron no fue la mejor forma, sin embargo, ahora que salía con ambas, sabía que la querían.

—Estoy feliz por ti, pero igual preocupada, ¿está bien? No quiero que esas alfas te hagan algún daño.

—No lo harán —aseguró Kang, abrazando a su mejor amiga, porque eso siempre servía—. Yo las quiero, unnie. Y ellas me quieren, te juro que me quieren.

—¿Quién no te querría? —Choi le dio un beso en la mejilla, sonoro y pegajoso, haciéndola reír—. De todas formas, ¡espero que me cuentes todo! Como vuelvas a ocultarme algo como esto, ¡me enfadaré mucho, Haerin!

La omega se rió con más fuerza, sintiéndose muy feliz. Mucho más feliz que en todos esos últimos años.

***

Danielle hizo un mohín pequeño cuando sintió una presencia conocida a su lado. Sabía, sin necesidad de voltearse, quién era.

—Dayeon —dijo, indiferente y mirando su cuaderno, donde escribía unas respuestas—, ¿ocurre algo?

—Sí —su tono le provocó algo de sorpresa, pues no sonaba tímido y cohibido, como la mayoría del tiempo, sino un poco enfadado y molesto. Sin poder evitarlo, le observó—, tu madre ha llamado a mis padres, histérica, diciéndoles algunas cosas sobre que ya tienes una omega.

Danielle se echó hacia atrás en su silla, con una sonrisa lenta y perezosa extendiéndose por su rostro. Dayeon pareció enojarse más ante su acción, como si no creyera posible lo que escuchó por parte de la madre de Danielle.

—¿Te ha sorprendido? —dijo la alfa, sus ojos moviéndose por el rostro de Dayeon—. Pues sí, no se ha equivocado. Le presenté a mi omega, pero creo que no le ha caído bien.

—¿Tu omega? —Dayeon apretó sus labios un momento—. Ella ha dicho que no es más que una puta aprovechada que quiere sacarte dinero.

Aquellas palabras le disgustaron de forma inmediata, poniéndose de pie y liberando feromonas alfas de ira. Dayeon, al olisquearlas, retrocedió de manera automática, con el miedo apareciendo en su rostro.

—Como repitas eso frente a mí, desearás no haber nacido, Dayeon —dijo Danielle con la voz helada y la mandíbula apretada en un gesto de furia.

—¿Cómo te atreves...? —la omega dio un paso, recobrando la valentía—. Te lo he pedido de buenas formas, Danielle. Me he humillado para que me dirijas una mirada, y todo porque sé que, al fin y al cabo, vamos a terminar casadas. Tanto tus padres como los míos lo saben. ¿Y ahora te atreves a meterte con la primera omega de clase baja que se te atraviesa?

Danielle gruñó en voz baja, su mano moviéndose con rapidez hacia la barbilla de la muchacha, agarrándosela de forma brusca. Sus dedos le apretaron las mejillas y Dayeon liberó de manera inmediata feromonas de susto.

—¿Casarme contigo? —se burló Danielle—. Ni en tus sueños, Dayeon. Cada vez que te miro, me provocas asco, ¿entendido? Asco —le sujetó con más firmeza, sin importarle si le hacía daño—. Ahora, ¿seguirás insistiendo en llamar a mi omega de esa manera, o tengo que regañarte un poquito más?

Dayeon apenas pudo negar con la cabeza, tan tiesa por el agarre que había allí, y Danielle, pasados unos segundos, la soltó. La chica se alejó unos pasos, con su mano derecha yendo a sus mejillas y frotándolas, haciendo una débil mueca de dolor.

—Me las vas a pagar —dijo Dayeon, rencorosa.

—Dile a mi madre que ella seguirá el mismo camino como siga así —espetó, recogiendo sus cosas para marcharse.

La omega desapareció casi de forma inmediata y la alfa soltó el aire que estuvo conteniendo, todavía enfurecida por la forma en que se refirió Dayeon, y su madre, a Haerin. ¿Quiénes se creían que eran para tratarla así? Haerin no era una puta, ni una ramera, ni una prostituta. Haerin era la omega más maravillosa que conocía, era suya, y no iba a dejar que ninguna persona la ofendiera en su presencia.

Se puso la mochila al hombro, saliendo de la biblioteca de la facultad. Observó un mensaje nuevo que recibió, con Minji anunciándole que ya recogió a Haerin y la llevaba al departamento. No es como si quisieran controlarla, pero estaban todavía muy preocupadas de que el padrastro de la omega apareciera y quisiera llevársela. Preferían, al menos esos primeros días, mantenerse en contacto sobre los pasos de la muchacha.

La idea de Minji con Haerin le hizo sentir una pequeña molestia, esos celos que conocía muy bien, aunque le sorprendía levemente que su alfa no estuviera vuelta loca. Es decir, los primeros días fue así, luego de conversar sobre lo que harían de ahora en adelante, pero ahora, parecía haberse acostumbrado que, como ocurría siempre, debía compartir sus cosas con su mejor amiga.

¿No era eso extraño?

Esa pregunta rondaba por su cabeza durante las noches, sin embargo, no encontraba una respuesta satisfactoria y, al final, la enterraba en el fondo de sus ideas. Sí, era raro y, aun así, sabía que era normal en ellas. Desde pequeñas, desde que conoció a Minji, que compartir todo con ella era normal. Iban juntas para todos lados, se ayudaban mutuamente, se contaban sus secretos e, incluso, llegaron a salir algunas veces con la misma omega, pero en momentos diferentes. No había Danielle sin Minji, y no había Minji sin Danielle.

Por eso mismo, que Haerin estuviera con ella, en lugar de volverla loca de celos, le hacía sentir un poco de tranquilidad, a pesar de que no lo dijera en voz alta. Ellas sabían, al fin y al cabo, que Haerin iba a elegir a una. La otra terminaría con el corazón roto y, muy probablemente, la amistad deshecha también, pero era un riesgo que estaban dispuestas a asumir. Lo conversaron, aclararon todo y decidieron seguir adelante, pues después de todo, eso era culpa de ambas. Las dos provocaron esa extraña situación y tendrían que solucionarlo a como de lugar, todo para que Haerin no saliera herida en el proceso.

Suspirando por el cansancio, entró a su auto y condujo al departamento. No le extrañó que, al llegar, encontrara a Haerin haciendo su tarea en la mesa del comedor, con Minji revoloteando a su alrededor. En el momento en que apareció, su amiga le estaba besando en la boca.

Su alfa gruñó en molestia, pero lo aplacó con rapidez, en especial al ver la vergüenza en el rostro de la más baja. Todavía no parecía acostumbrarse a esa dinámica entre ellas, en un inicio, siempre trataba de no besar a una frente a la otra, sin embargo, ni Minji ni Danielle podían aguantarse las ganas de estar a solas para robarle besos. Cuando ocurría eso, el besarse enfrente de la otra, se coloreaba y su carita se veía mucho más linda de lo normal. Había algo extrañamente seductor en el hecho de que Haerin, aun con todo lo que ocurría, se preocupara de ellas.

Le habían habilitado la pieza de invitados para que durmiera allí y se acopló bastante bien a la dinámica que ellas poseían. No tenía muchas cosas personales, además que estaba también bastante deprimida porque Dongyul rompió los regalos que le dieron. Ellas le prometieron que le darían otros regalos mejores para compensar esos otros, y sensible como estaba, la hizo llorar.

—No la distraigas de su tarea —dijo Dani, sacándose los zapatos y dejando su mochila en el suelo.

—Aun así, no la entiendo —Haerin se veía muy triste—, nunca he sido buena en las matemáticas.

—¿Y eso qué tiene? —preguntó Kim, desconcertada—. Eres buena en otras cosas. Por ejemplo, dibujas muy bonito, Rin.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de la omega, pero seguía luciendo insegura.

—Gracias, unnie —suspiró—, aunque no me servirá mucho para entrar a la universidad.

—La universidad no es tan importante —Danielle se acercó, agarrándole de las mejillas con delicadeza, y le besó en los labios—, pero si tanto quieres entrar, con Minji te ayudaremos a entenderlas.

—¿De verdad? —preguntó Haerin, mirando a Minji a pesar de que Danielle no la soltaba todavía.

La alfa mayor le miró con ojos oscurecidos en algo que no supo identificar bien. ¿Eran celos? ¿O era algo más? ¿Y qué más podía ser?

—Claro —Minji sonrió con lentitud—, de eso no te preocupes. No lo parezco, pero soy muy inteligente.

—¡Por supuesto que sí, unnie! —Haerin saltó en su lugar—. Ustedes dos son demasiado inteligentes, están estudiando medicina y les va muy bien. Uh... ¿en qué quieren especializarse?

Danielle se sentó al otro lado de la mesa. Así, Minji se quedó a la derecha de Haerin, y Danielle a su izquierda.

—Pediatría —dijo la azabache—, me gustan los niños pequeños.

—Traumatología —respondió Dani—, para ganar mucho dinero.

Haerin se rió ante su respuesta.

—¿Y tú, Rinnie? —preguntó Minji.

—Oh, yo... —la omega vaciló un momento—, me gustaría estudiar algo relacionado a las artes, pero todavía no lo sé. Quizás diseño o fotografía o animación, no lo sé...

—Hay muchos institutos para eso —señaló Marsh—, la universidad no lo es todo, Haekie. Con tu talento, podrías entrar muy bien a algún instituto.

Su halago provocó que la omega se pusiera colorada, tartamudeando un agradecimiento nervioso. Qué raro se sentía eso, compartir esos momentos entre las tres, sin alguna mirada de celos o de acusación entre ellas.

—Ah, se me olvidó decirles... —Haerin tragó saliva—. Mi papá me ha llamado más temprano. Me ha preguntado si quisiera acompañarlo a Busan el fin de semana a conocer a su familia.

Minji y Danielle se miraron con cierta tensión en sus rostros. Desde que llegó el padre de Haerin, percibían como sus alfas se revolvían en celos de posesión. Veían al adulto como una amenaza para lo que tenían con Haerin, no de forma romántica, sino en forma de manada. Como si el hombre les quisiera quitar a un miembro de su manada.

Tal vez era así. Sabían, por lo que les conversó Haerin, que su padre le ofreció irse con ella y hacerse cargo de sus gastos para que no dependiera más de su mamá.

—¿Quieres ir? —preguntó la más alta.

—Le he dicho que sí —Haerin parecía todavía bastante indecisa—, es que... no sé, me gustaría conocer a mi media hermana y saber cómo son, pero tal vez no sea buena idea, ¿y si me tratan mal? Si ellos...

—Oye, oye, bebé —Minji le llamó la atención—, no debes pensar así, ¿bien? Tu padre... —apretó sus dientes un momento—. Por lo que vi, se notaba bastante preocupado por ti. Ve a conocerlos, y si las cosas resultan mal, nos puedes avisar y te iremos a buscar enseguida, ¿cierto, Danielle?

—Claro —esta le agarró la mano, dándole un beso en los nudillos—, nos tienes todavía a nosotras, de eso no tengas duda alguna.

Haerin volvió a sonreír, mostrando sus colmillitos, y santo Dios, ambas alfas estaban condenadas. Ya no había vuelta atrás, lo sabían en ese momento.

***

Su padre la pasó a recoger en taxi. Haerin, cuando lo vio llegar, parpadeó con desconcierto.

—Pensé que iríamos en auto —dijo la omega.

—No, claro que no, es un viaje muy largo —Hyunmin la abrazó, ignorando a las dos alfas detrás de la omega—, vamos a ir en avión.

—¿En avión? —repitió su hija, atónita y sorprendida. Nunca antes viajó por ese medio—. ¿Es en serio, papá? —de pronto, el entusiasmo explotó en ella, ¡iba a viajar en avión!

—Sí, así que vamos, no queremos llegar tarde —agarró su bolso, entrando al taxi.

—Ya, voy enseguida —Hae fue donde Minji y Danielle, que la contemplaban con una sonrisa cariñosa—. Uh, nos vemos...

—Espera, ¿así te vas a despedir? —dijo Minji—. ¡Qué mala eres, Rin!

La omega soltó una risita antes de ser atraída por la alfa mayor, recibiendo un beso dulce en la boca. Casi de forma inmediata, Danielle la hizo a un lado y también la besó, y Haerin no podía con la vergüenza, ¡lo estaban haciendo en público! ¡Frente a su padre! ¿Qué iba a pensar de ella?

Retrocedió, tartamudeando una torpe despedida, y ambas sólo le dijeron que la iban a extrañar. Haerin no tardó en entrar al vehículo, que partió apresuradamente al aeropuerto.

—Así que... ¿novias? —preguntó su padre, luego de un instante en silencio.

—Mmm... —la omega bajó la vista—, ambas me están cortejando.

—Qué extraño —Hyunmin reflexionó un momento, como tratando de encontrarle lógica a lo que acababa de ver—, ¿y no se ponen celosas una de la otra?

—No, o sea... —mordió su labio inferior—, supongo que sí, pero no lo demuestran. Ellas... ellas parecieron acostumbrarse a que las bese frente a la otra.

—¿Sí? —su padre seguía luciendo un poco desconcertado—. Bueno, si tú estás bien con eso, Haerin, ¿quién soy yo para decirte algo? Sólo me preocupa que termines con el corazón roto.

A la omega igual le preocupaba eso. Sabía que las posibilidades eran altas, por decir lo mínimo, y que estaba casi construyendo un futuro con ellas, pero no podía evitarlo. Haerin las quería, a las dos, y sólo deseaba estar con ellas.

Llegaron al aeropuerto media hora después y, cuando pasó una hora más, estaban despegando del suelo. Haerin iba pegada a la ventana, como una niña, viendo como todo se iba haciendo más pequeño a medida que se alejaban de la tierra.

—Nora nos estará esperando —le dijo su padre mientras aterrizaban. Haerin nunca antes estuvo en Busan, ella siempre fue una chica de casa que no salía demasiado. Es más, podía decir que ni siquiera conocía muy bien Seúl, sólo las zonas centrales.

—¿Nora? —preguntó, sin dejar de observar a través de la ventana.

—Mi omega.

De pronto, recordó el motivo por el que se encontraba allí y sintió los nervios haciendo mella en su estómago. Nervios y ansiedad. Estaba casi segura de que iba a vomitar y, por lo mismo, se concentró en algún punto para que las náuseas pasaran.

Unos minutos más tarde, estaban ya dentro del aeropuerto, esperando los bolsos que llevaron para el fin de semana. Según lo que le contó su padre, se encontraba de vacaciones en su trabajo, por lo mismo se devolvería con ella a Seúl, al menos, hasta conseguirle un departamento en el que pudiera vivir. A Haerin se le hacía muy raro estar a su lado, como si todos esos años en los que estuvo fuera se hubieran evaporado. Su omega parecía querer estar alrededor de papá, sin embargo, su lado racional insistía en que podía volver a hacerle daño.

Fueron caminando hacia la salida, hasta que su papá fue hacia una bonita mujer que estaba de pie en el exterior. El adulto se adelantó hacia ella, abrazándola y dándole un beso suave en la boca, pero Haerin se quedó más atrás, sin saber exactamente qué hacer. Era tan incómodo y debido a eso tuvo el loco pensamiento de que fue mala idea, de que debía devolverse ahora a Seúl y nunca más salir de allí.

Aunque, antes de poder salir corriendo, su padre se giró y se acercó con la mujer. De cerca, Haerin apreció que era mucho más bonita: tenía el cabello corto hasta los hombros, levemente rizado, con una bonita nariz perfilada, piel de porcelana y ojos oscuros. Traía una sonrisa dulce en su rostro.

No pudo evitarlo y la comparación apareció en su mente: ella era mucho más bonita que mamá. Casi de inmediato, sintió vergüenza y pena, porque sabía que el aspecto desgastado de su madre se debía al trabajo, a la presión en sí misma, al hecho de tener un alfa inútil y sanguijuela.

—Hola, señora Kang —dijo Haerin, inclinándose y evitando mirarla a la cara.

—Hola, Haerin —dijo ella, con voz suave y melódica—, ¿cómo estás? ¿Fue un buen viaje?

Se enderezó y su padre les hizo un gesto para que caminaran hacia el estacionamiento. Haerin permaneció atrás de ellos, sus manos aferrándose a la correa del bolso.

—Um, sí —dijo, con la voz temblando—, era mi primera vez en un avión, fue divertido.

—¿De verdad? —ella avanzó más lento, como queriendo ir al lado de Hae—. ¿Te gustó mucho?

—Claro —seguía sin mirarla a los ojos, sintiendo su respiración agitada—, es decir, no tengo con que compararlo, pero... uh... —su voz se agotó y tragó saliva.

—Oh, verdad —ella soltó una risa, como queriendo relajarla—. Soy Nora, pero espero que tu padre ya te lo haya dicho.

—Ah, sí —Haerin casi suspiró de alivio al ver que llegaron al auto, subiéndose en el asiento trasero—, es un bonito nombre.

—Gracias —Nora le sonrió, mirándola hacia atrás—, tú también eres una muchacha muy bonita.

De alguna forma, esas palabras sirvieron para soltar el aire que estuvo aguantando tantos segundos. Su padre decidió intervenir, contándole a su esposa del viaje, y Haerin lo aprovechó para mirar las calles de Busan una vez el auto partió. De fondo, podía escuchar la conversación de ambos adultos, hablando sobre las cuentas, sus vecinos y de algunas cosas que no entendió, pero se quedó mirando el mar a lo lejos. Como era un día despejado, podía apreciarse de mejor forma el paisaje, y pensó en lo bonito que sería vivir así, en una casa frente a esa vista.

—¿Haerin?

El llamado la sacó de sus pensamientos, volteándose hacia Nora, que volvía a mirarla.

—¿Sí, señora Kang? —preguntó.

Ella hizo un pequeño mohín.

—No es necesario que me digas señora, me hace sentir muy vieja —señaló, pero Haerin no sabía cómo más llamarla—, estábamos conversando sobre qué comer para la cena. ¿Quieres algo especial?

—¿Qué tal pizza? —ofreció su padre—. ¿Todavía sigue siendo tu comida favorita?

—¡Pizza estaría bien! —saltó la pelinegra, emocionada, antes de reparar que estaba frente a la omega de su padre—. Oh, lo siento si fui grosera, señora...

—¿Qué dije, Haerin? —Nora le guiñó el ojo—. Nada de "señora". Puedes decirme Nora-imo.

¿No era esa demasiada informalidad, considerando que se estaban conociendo? Sin embargo, la mujer no parecía demasiado acomplejada con eso, con el hecho de que Haerin fuera no sólo una desconocida, sino que también la hija bastarda de su esposo.

—Umm... —barboteó, indecisa.

—Pizza suena como una buena opción —señaló Nora—, y no sientas vergüenza por entusiasmarte, Haerin, eres todavía una chiquilla.

Por la pena, Haerin terminó por bajar la vista otra vez.

Cuando se imaginaba a la omega de su padre, jamás pensó que sería una mujer como ella. Es decir, pensaba que sería bonita, tal vez con un aroma atractivo, pero no que fuera tan amable y dulce. Se esperaba un trato frío, lejano y casi despectivo, después de todo, ¿por qué tendría que ser buena con ella?

Su mamá, con toda probabilidad, no sería para nada buena con su media hermana.

Se quedó callada el resto del viaje, observando cómo cruzaban por el borde costero y entraban a un barrio que se veía bastante adinerado. Su papá trabajaba como un importante ingeniero ejecutivo de una empresa de tecnologías, en una de las sedes de Busan, y ganaba más que bien. No le sorprendió que se estacionara fuera de una casa de dos pisos, de color crema y con un gran patio delantero. El resto de las casas a su alrededor tampoco tenían cercos, pues el condominio era cerrado.

Bajó sus cosas y siguió a los adultos al interior. Casi de inmediato, una enorme figura apareció por el pasillo, ladrando, y se lanzó sobre Haerin, que retrocedió por el susto y la sorpresa.

—¡Mily, no seas grosero! —gritó su padre, y el dóberman lamió el rostro de Haerin, puesto en dos patas, antes de mirarla con ojos atónitos—. Oh, a tenido que confundirte con Hanni.

—Te pareces un poco a Hanni —señaló Nora, y el perro bajó al suelo, comenzando a olisquear a Haerin—, sólo que eres un poco más alta. No te preocupes, Mily es todavía un cachorrito, lo adoptamos la semana pasada.

Haerin acarició las orejas del perrito, que pareció llegar a la conclusión que la muchacha era inofensiva y ahora se ponía en dos patas para que le hiciera cariño. La omega sonrió, le gustaban mucho los perritos y siempre quiso tener uno, pero debido a obvias razones, nunca pudo cumplir ese pequeño sueño.

Entró a la casa, seguida de Mily, que meneaba su cola, contento. Observó alrededor, mirando lo bonita que era la casa por dentro también: una salita de estar con una gran televisión y sofás que se veían cómodos, el comedor más allá, cerca del ventanal que mostraba un patio grande y lleno de césped. La escalera que llevaba al segundo piso tenía una alfombra y la pared estaba con fotografías que se quedó viendo al subir. La primera era de la boda de su padre con Nora, ambos viéndose tan jóvenes y felices. Después el nacimiento de Hanni y la que parecía ser su media hermana con cinco años. Las siguientes fotos se las quedó mirando en silencio.

—¿Haerin? —su padre la llamó desde el segundo piso, pues le iba a mostrar el que sería su cuarto.

La omega sólo vio sus dos fotos: de ella siendo una bebé pequeña, siendo bañada en una tina de plástico. Su mamá no se veía en la foto, sólo sus brazos y manos, y no pudo evitar sonreír al verse a sí misma, tan gordita y rosada. Era gracioso de observar.

La segunda foto era de ella más grande, pero sólo siendo una niña. ¿Cuánto debía tener? Quizás cinco o seis años. Era ella en cuclillas, agarrando un dulce en una de sus manos y con la otra haciendo una orejita de gato con sus dedos, en forma de V invertida, mirando a la cámara.

No se dio cuenta de que estaba llorando hasta ese momento, en el que sorbió por su nariz, y su padre bajó las escaleras apresuradamente. Sintió el abrazo por sus hombros, con el aroma familiar rodeándola, y volvió a sollozar.

—Lamento mucho haber llegado tarde —le dijo su padre, y ahora el llanto fue sin control—, lamento mucho no haber estado para ti cuando me necesitabas, Hae. Pero te prometo que jamás pasará otra vez. Ahora que estás conmigo, no dejaré que vuelvas a sufrir de esa forma.

Haerin asintió con la cabeza, incapaz de hablar bien, y dejó que su papá la llevara a su habitación.

Más tarde, mientras ambos adultos pedían la pizza, Haerin ordenó sus cosas. Era un cuarto bien iluminado y grande, con un escritorio al lado de la ventana, que daba hacia el patio trasero. La cama estaba pulcra y limpia, y el armario era gigantesco. Su padre le dijo que, si quería, podía pegarle cosas en la pared, pues ahora ese sería su cuarto, ya fuera que viviera con ellos o si los iba a visitar.

Mily se encontraba acostado en su cama y gracias a él pudo adivinar que su media hermana llegó. El perro alzó sus orejas y se puso de pie, corriendo apresuradamente hacia el primer piso, y Haerin titubeó un momento. No es como si pudiera aplazar ese encuentro, después de todo, la iba a tener que ver tarde o temprano.

Suspirando y tratando de agarrar valor, salió de la habitación y caminó hacia la escalera. Desde el primer piso, escuchó una voz desconocida.

—Bueno, ¿y dónde está? —preguntó—. ¡Mily, no me muerdas las pantuflas!

—Hanni —pudo escuchar la voz de Nora regañándola—, no seas grosera.

—Ay, mamá...

Haerin llegó al primer piso y se dirigió a la cocina, de donde provenían las voces. Al entrar, aclaró su garganta.

—Um, hola —saludó, y su tono fue como un graznido.

Lo primero que observó fue que la chica frente an ella era ligeramente más baja, delgada y con unas curvas perfectas. Al voltearse, pudo apreciar, además, que era demasiado linda: labios gruesos, ojos pequeños, nariz perfecta y piel pálida. Lucía como esas idols de televisión que veía de vez en cuando.

Mily dejó de mordisquear los pies de la otra joven y fue donde Haerin. El perrito parecía tener una clara preferencia por la recién llegada, y es que la omega le dio muchos cariños.

Al olisquear el aire, se percató también de que su media hermana era alfa. Su aroma era como a coco y canela.

—Hola —dijo la alfa, oliendo también el aire y, con toda probabilidad, percatándose de su aroma—. Woah, ¿hueles a bebé o es mi idea?

Haerin enrojeció con fuerza ante esas palabras y pudo observar como Nora le daba un pequeño golpe a Hanni. La alfa se quejó.

—¡Que mala eres! —dijo, antes de poner una sonrisa perfecta—. Me llamo Hanni, pero puedes decirme Nini o Alfa más guapa que he visto en mi vida.

La omega parpadeó con desconcierto ante esa presentación, ¿qué demonios?

Pudo ver la cara de vergüenza de Nora, como exasperada por lo que acababa de hacer su hija. Hanni, en cambio, lucía como si no hubiera dicho una tontería.

—Um, yo soy Haerin —tartamudeó, inclinándose—, sunbae...

—¡Oh, no me digas así! —exclamó Hanni, sobresaltándola. Incluso Mily saltó en su lugar—. Unnie. Dime unnie. Después de todo... —sonrió engreídamente—, soy tu hermana mayor, Haerin. Desde ahora, no soy una extraña para ti.

Nora, detrás de Hanni, estaba moviendo su boca y parecía decirle un "no le hagas caso". La omega no sabía cómo comportarse, pues Hanni parecía haber entrado en confianza enseguida, importándole poco que jamás se hubieran visto antes.

—¿Y papá? —preguntó Hanni.

—Fue a comprar unas cosas que nos hacían falta en lo que llega la pizza —avisó la mujer.

—¡Bien! —Haerin volvió a saltar en su lugar cuando Hanni la abrazó por los hombros, empujándola al living—. Oye, me di cuenta de que tienes los ojos de Chi.

La menor parpadeó, desconcertada y dejándose llevar por la alfa.

—¿Chi?

—El gato gris de Chi's Sweet Home, duh —habló obvia—. Así, bien alargados e inocentes —Hanni parecía querer imitar su expresión, abriendo los ojos, pero se veía muy ridícula. Haerin no pudo evitarlo y trató de reprimir su sonrisa—. ¡Hablo en serio, Haerin!

Mily, detrás de ellas, les seguía con cara de felicidad.

—Hanni sun...

—¡Unnie! —insistió la alfa—. ¡Si me vuelves a llamar así, voy a enfadarme! —tiró de ella, sentándola en el sofá. Mily se subió a un costado suyo—. ¿Te gustan los chistes de padre?

Haerin no sabía si hablaba en serio. En realidad, no sabía si reír o llorar, pues la situación era bastante... rara e irrisible.

—¿Sabes cuál es el café más peligroso del mundo? —preguntó Han, y Haerin la observó sin entender nada—. ¡El ex-preso! —y rompió a reír escandalosamente, con una extraña risa de limpiavidrios.

Mily, a su lado, pareció cubrirse los ojos con una de sus patas. La omega se quedó quieta, ¿era una broma?

Hanni, al percatarse de que no se reía, bufó.

—¡Mamá! —gritó hacia la cocina—. ¡No me agrada Haerin, no se rió con mi chiste!

—¡Nadie se ríe con tus chistes, cariño! —gritó de vuelta su madre.

—Uh, público difícil —suspiró Hanni, y encendió la televisión—. Bueno, ¿y cuántos años tienes?

Haerin realmente se sentía fuera de su ambiente en ese momento, pero al menos, tendría mucho que contarles a sus novias y amigas cuando volviera a Seúl.

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