capítulo tres.

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Advertencias: omegaverse, fluff y angst mezclado. Jennie!Alfa x Rosé!Alfa x Lisa!Omega

Estoy atrapada dentro de mí misma,

Y estoy muriendo...

En el sueño, Lisa volvía a tener catorce años.

Se vio a sí misma más pequeña, delgada y nerviosa, tratando de hacer su tarea, aunque, miserablemente, no entendía nada de lo que estaba leyendo. Los números parecían confundírsele en su cabeza, mezclando las letras también, y soltó un gemido bajo, frotando su frente.

Idiota. Eres tan idiota, pensó haciendo una mueca, y tomó otra vez el lápiz. No quería pensar en la posible mirada de decepción que, con toda probabilidad, su mamá le dirigiría.

Su papá sólo suspiraría, tranquilo, antes de acariciarle el cabello con cariño, diciéndole que estaba bien. Que no importaba si no era buena en matemáticas.

Un alfa te tomaría si fueras más inteligente, murmuraría su mamá mirándola, ¿Qué importa si eres buena en artes? A nadie le interesa eso.

Hizo un rayón en el cuaderno, sin poder entender ni un poco las fórmulas, y escuchó el primer grito.

Cerró sus ojos con fuerza, poniéndose de pie y caminando hacia la cama. Una vez se echó sobre ella, no pudo evitar abrazar la almohada para hundir su rostro allí, como si de esa forma pudiera ahogar los gritos y las discusiones.

Otra vez estaban discutiendo. Lisa odiaba tanto cuando discutían.

Apenas podía oír lo que estaban gritándose sus padres, de seguro, algo sobre ella. Quizás sobre mandarla a otro colegio, quizás sobre buscarle algún tutor para las matemáticas, quizás sobre buscarle a algún alfa ricachón con el que pudieran casarla. Su mamá era la partidaria de esto último, y seguía insistiendo a pesar de la negativa de su padre, del terror de su hija.

Silenciosamente, abrió la puerta.

¡Me tienes harto, HyoYeon! —gritó Khun—. ¡No eres más que un maldito problema!

¡Soy tu omega! —contestó HyoYeon—. ¡Tuve a tu hija!

Tembló por algún extraño motivo.

¡Desde ahora, no lo eres más, ¿Me escuchas?! —Lisa volvió a temblar, apretando el borde de la puerta—. ¡Te reniego como mi omega!

Lisa mordió su labio inferior al oír el gemido de su mamá.

¡Me iré de aquí!

—¡Nichkhun, no!

¡Te quitaré de mi custodia! —Lisa dio unos pasos, ansiosa, desesperada.

Papá... —murmuró desde su habitación, sintiendo las lágrimas cayendo por su rostro.

—¡Khun, soy tu omega! ¡¿Qué pasará con Lisa?! ¡Es tu hija!

Papá... —susurró, temblando.

¡No metas a mi hija en esto, HyoYeon! —pudo escuchar la puerta abriéndose, y gimió, queriendo alcanzarlo, queriendo decirle que no se fuera, pero pareciera que el pasillo se alargaba, haciendo imposible que llegara al comedor.

¡Si te vas, Khun, nunca más la verás, ¿Me oyes?! ¡Nunca!

¡No puedes impedirlo!

Papá, no te vayas...

¡Me llevaré a Lisa de aquí!

—... Llévame contigo... —sollozó, como una pequeña, débil niña rota.

Alcanzó el comedor, pero entonces la puerta resonó, la habitación quedando vacía, y Lisa lloró, cayendo de rodillas.

¡No te vayas! —gritó, desesperada—. ¡Papá, vuelve! ¡Por favor, por favor! ¡No te vayas!

Pero solo el silencio le contestó.

Al principio, por supuesto.

Porque la pesadilla siempre terminaba de la misma cruel manera, no tenía forma de evitarla. No había forma de tratar de resistirse.

Unos fuertes, enormes brazos lo rodearon por la cintura, levantándola, meciéndola, pegándola a un frío pecho, y sintió el aliento de SeungHyun en su oreja, enviando escalofríos por toda su espina dorsal.

Ahora somos solos tú y yo, Lisa. —murmuró su padrastro antes de morder su cuello.

Lisa despertó de golpe, su rostro encharcado en lágrimas, y se sentó en la cama.

Cubrió su boca, tragando la bilis que subía con rapidez por su garganta. Forzándose a no romper a llorar, a no quebrarse por completo, miró la hora: las nueve de la mañana. Miércoles. Su turno comenzaba a las dos de la tarde.

SeungHyun debía estar en casa, al igual que su mamá, que tenía turno en la noche otra vez.

Estoy a salvo, quiso convencerse, fallando patéticamente.

Sus pies tocaron el suelo, y al levantarse, miró su rostro en el espejo, haciendo una mueca al verse.

Ojeras enormes bajo sus ojos. Rostro pálido, cansado. Las pesadillas, definitivamente, estaban volviendo otra vez. Pesadillas que aparecieron cuando su padre se marchó, que reaparecieron con la llegada de SeungHyun y que ahora hacían acto de presencia una vez más.

‹‹Lisa, por favor, ¿Puedes lucir más bonita? ¿Cómo piensas conseguir un alfa luciendo así?››.

Casi podía oír a su mamá diciendo eso.

Frotó su rostro con las palmas de sus manos, tratando de ahogar los pensamientos.

Lo hace por mi bien, pensó, poniéndose de pie, mamá solo quiere lo mejor para mí. Un buen alfa que me mime, que me preñe y nunca me abandone. Lo que ella quiso para su vida. ¿Lo que yo quiero para la mía?

Salió de su habitación para dirigirse a la cocina, y al entrar se arrepintió enseguida, porque su mamá estaba besando a SeungHyun como si en ello le fuera la vida. Frotándose con fuerza y liberando feromonas sexuales, comportándose como una omega sin control, como si estuviera casi en celo.

Quiso vomitar.

Sólo se aclaró la garganta, desviando la vista mientras iba a calentar el agua. Notó de reojo como HyoYeon soltaba una risa baja –como si fuera una tonta colegiala enamorada– y se ponía de pie para, con toda probabilidad, prepararle un café a su amado alfa.

Porque, por supuesto, HyoYeon era incapaz de hacer algo tan fácil como eso.

Lisa terminó de prepararse el té, sabiendo que quizás aquello la relajaría un poco, y se sentó en la mesa, evitando la fría mirada evaluadora del alfa sobre ella.

—¿Debes ir a trabajar hoy, cariño? —preguntó HyoYeon, dejando el pan tostado sobre la panera.

—Turno de dos a nueve. —dijo con calma, comenzando a untarle mermelada al pan.

—Lisa, tienes dieciocho años. —empezó a decir su mamá.

—Mamá... —murmuró Lisa, cansada.

—Deja de trabajar y preocúpate de conseguir a un alfa, Lisa —espetó HyoYeon—. Si no vas a seguir estudiando después, ¿Qué pretendes? Te tocará un alfa de baja clase y serás miserable.

—¿Me estás diciendo que busque a alguien ricachón? —dijo, incrédula.

—Por supuesto que sí —ella entrecerró los ojos.

—¡Los alfas con dinero suelen tener como veinte omegas! —gritó, descontrolada.

—¿Y qué? Si te tiene a ti en un buen lugar, entonces todo está bien —prosiguió HyoYeon.

Lisa desvió la vista, apretando la cuchara, sin dejar de sentir los ojos de SeungHyun sobre ella, burlones. Decidió no decir nada, porque sabía que, si seguía hablando, sólo terminaría perdiendo. No iba a jugar un juego donde la partida ya estaba perdida.

—¿Acaso quieres solo un alfa para ti, Lisa? —dijo suavemente SeungHyun, y la menor se tensó. Odiaba ese tono amable, dulce, porque siempre anticipaba algo peor.

—Por supuesto que no —contestó, antes de apretar sus labios para añadir:—. Sé cuál es mi lugar.

HyoYeon asintió, satisfecha, pero SeungHyun solo estrechó los ojos en actitud desconfiada.

Huiré antes de que me atrapes, pensó bajando la vista. Nunca seré tuya. Si tengo que matarme antes, lo haré, pero jamás me tocarás.

Esa fue una pobre promesa que sirvió para aliviarla un poco.

—Veamos, Jennie, ¿Quieres un... Café helado?

—¿Acaso eres adivina, Lili?

—Tienes cara de cansancio este día y cuando eso ocurre, te gusta el café helado —la de mechones decolorados le dirigió una leve mirada sorprendida, por lo que sólo se ruborizó, nerviosa repentinamente—. Te lo traigo enseguida.

Jennie asintió en respuesta, viendo a la chica girarse y marcharse, antes de bajar la vista hacia ese redondo, bonito trasero que notó el día anterior. Esos ajustados jeans le daban una vista espectacular.

Comenzó a juguetear con su celular, su mente distrayéndose por algún motivo hacia lo que pasó los últimos días. En especial con cierta omega con bonita sonrisa. Estuvo frecuentando ese café de forma inevitable, siempre bajo una pobre excusa, y muchas veces terminaba hablando con Lisa de cualquier tema, por muy superficial que fuera.

La miró de reojo, notando sus ojeras, y una sensación extraña se asentó en su estómago.

Su relación con Lisa estuvo mejorando de una inexplicable manera esos días. Al principio, la muchacha se mostraba nerviosa y alterada, limitándose sólo a hacer y dar preguntas y respuestas cortas, pero de a poco fue dándole conversación, sacándole cierta información importante con la que trabajar.

Y Lisa, raramente, comenzó a agarrarle cierto gusto a hablar con ella, incluso a sonreírle de vez en cuando, y a tratarle con mayor confianza. No así como estaba ocurriendo con ChaeYoung.

Estuvo a punto de sonreír de forma burlona al pensar en su amiga.

ChaeYoung se hallaba a punto de entrar en un colapso cerebral por el simple hecho de que Lisa la ignoraba descaradamente.

Jennie nunca tuvo tanta ventaja en una competencia: de alguna forma, se ganó por completo la confianza de esa muchachita, a diferencia de su amiga, que sólo obtenía de la omega palabras entrecortadas y respuestas frías. Definitivamente, la primera impresión para la menor fue lo importante.

Y nadie rechazó tantas veces a ChaeYoung, como lo hacía esa chiquilla de ojos bicolor.

—Acá está, Jennie —dijo Lisa llegando, dejando el café helado sobre la mesa junto a algunas galletas de chocolate—. Cortesía de la casa.

La alfa enarcó una ceja, negando con la cabeza y sintiéndose un poco divertida por ello.

De alguna forma, la chica era encantadora: con esos ojos dispares, ese largo, revoltoso cabello azabache, esa piel pálida y actitud tranquila y amable. Le sorprendía que alguien como la omega no tuviera a un alfa a su lado, pero logró adivinar, gracias a ciertas actitudes que captó observándola, que Lisa quería estar segura de su elección.

Podía comprenderla, de alguna forma. Si se dejaba marcar por un alfa, debía estar completamente de acuerdo con la persona que escogería. Su madre tuvo cierta suerte con respecto a su alfa.

—Te noto distraída —comentó de pasada, mirando nuevamente sus ojeras. La sensación que sintió antes volvió a su estómago—, ¿Está todo bien? Sabes que puedes decirme lo que sea.

Se quedó bruscamente callada ante la última frase, tratando de evitar arrugar el entrecejo por las palabras soltadas. En especial porque no era algo que ella, normalmente, diría. Nunca mostraba demasiado interés por lo que le podía estar sucediendo a sus parejas sexuales.

¿Eh? —Lisa asintió, un poco a la defensiva—. Tengo muchas cosas en mente. —fue lo único que dijo, antes de retirarse.

Jennie suspiró, tomando un poco de la bebida, y pensó en alguna forma de acabar con esa apuesta pronto. Pasaron ya varios días desde que la hicieron, más de dos semanas, y si bien iba con cierta ventaja, no tenía aún muchos avances que la dejaran satisfecha. Omegas y betas anteriores se negaban un par de días, para luego aceptar e ir a un auto a follar como locos, pero Lisa... Lisa parecía reacia a quedarse mucho tiempo a solas. A dejar que la tocaran más de lo normal.

Tenía una actitud normal en una omega, por supuesto: nerviosa, de voz suave, tímida, sumisa. Pero, al mismo tiempo, solía ponerse a la defensiva demasiado rápido, a pensar con cuidado antes de decir algo, a no mirar demasiado a los ojos. A rechazar las claras insinuaciones que le daban los alfas.

Jennie lo vio, en vivo y en directo, no solo con ChaeYoung: Lisa no permitía, se negaba, se alejaba, si algún alfa le coqueteaba. Le sonreía más de lo normal. Le pedía su número de teléfono. Le tocaba la mano en actitud dominante.

Lisa lucía como si no estuviera interesada en tener un alfa.

Pero Jennie podía leer en sus ojos todo lo contrario, podía verlo en su rostro, en sus movimientos. Lisa lucía como alguien que quería ser salvada. Como alguien que quería ser amada.

¿Salvada de qué? ¿Amada por quién?

La pobre chica no tenía oportunidad alguna de que un alfa, con buena situación económica, se contentara sólo con ella. Si tenía suerte, tendría que compartir a su pareja con otro omega o beta. O si quería ser la única, entonces tendría que ser feliz con un alfa sin dinero, que apenas la podría sacar adelante.

Sin embargo, a Lisa no parecía importarle. No parecía buscar ni dinero ni lujos. ¿Cómo llevarla a la cama, entonces?

Lisa no aceptaría una cita fácil con ella que terminara en sexo a menos que...

Hizo una mueca de disgusto.

Enamorarla. Esa parecía la única solución.

Uno por amor solía cometer las peores locuras del mundo, y si Jennie le prometía la luna, el sol, el cielo eterno, Lisa se abriría de piernas. Y de paso, le terminaría rompiendo el corazón cuando la dejara. Cuando le dijera que fue todo una apuesta.

A Jennie no le importaría hacer aquello. ¿Qué le importaba a ella que una omega se enamorara y su corazón se rompiera? No, solo le daba cierta lástima por Lisa, porque la pobre chica se ilusionaría por su culpa.

Iba a tener que decirle la verdad en un lugar público, así quizás la omega no reclamaría nada. O tal vez...

Miró a la menor de reojo, que hablaba con él camarero de cabello rubio y de cara indiferente.

Era una omega bonita, para nada insistente, no exigente. Tal vez, si le gustaba lo suficiente, podría tomarla como primera pareja. Lisa lucía como alguien fácil de controlar, así que le aclararía, apenas la apuesta diera fin, que ella no pensaba quedarse sóla con ella. Que sería su primera pareja, sí, pero que no sería exclusiva. Jennie le dejaría en claro que no le gustaban las escenas de celo.

Pero eso sería más adelante. Primero, vería que tal era, luego decidiría si se la quedaba.

—¿Quieres algo más, Jennie Unnie? —preguntó Lisa, acercándose unos minutos después al ver como acababa de beber su café helado.

Vamos a jugar la primera carta.

—Lili, no bromeaba cuando dije que podías decirme lo que fuera —contestó, tranquilamente—. Puedes hacerlo en cualquier momento.

La joven se quedó quieta un momento, entornando un poco los ojos, y sus ojeras pareciendo marcarse más con dicha acción.

Luego, Lisa relajó su rostro, esbozando una tímida sonrisa.

—No seas tonta —la omega recogió la copa, poniéndolo en la bandeja—, ¿Cómo podría hacerlo en cualquier momento? Vienes acá solo algunas veces.

Enarcó una ceja con lentitud, antes de mirarla con una sonrisa, tratando de lucir amigable.

—Dame tu número.

Brutal, limpio. Una alfa autoritaria, no dispuesta a recibir un rechazo.

Lisa frunció el entrecejo, su omega interior temblando al notar la mirada divertida, pero imponente de Jennie.

—Jennie... —murmuró, casi sin voz.

La de cabello negro se enderezó, sin embargo, suavizó un poco su expresión.

—No voy a molestarte —dijo—, de eso puedes estar segura. Es para estar comunicadas.

La omega mordió su labio inferior, indecisa, pero al mirar los ojos oscuros de Jennie, notando que lucían suplicantes de alguna forma, dejó salir un suspiro.

—Está bien —masculló—, anótalo en tu móvil.

Jennie trató de no mostrar su sonrisa de satisfacción, así que solo sacó su celular, dejando guardado el número de la muchacha y marcarlo.

Lisa la miró con sorpresa cuando sintió su móvil vibrar en su bolsillo.

—No quería el número de una lavandería. —dijo, medio burlona la alfa.

La menor enrojeció, avergonzada.

—No se lo des a ChaeYoung —suplicó Lisa—, por favor, Jennie, no quiero que lo tenga.

A punto estuvo Jennie de soltar una risa baja de triunfo.

Casi podía ver frente a ella el rostro enojado, furioso de ChaeYoung, gritando un montón de maldiciones al ver que no estaba avanzando en nada, que estaba perdiendo la apuesta.

—Claro —dijo, honesta—, no te preocupes. No le daré tu número a esa idiota.

Lisa la miró un momento, en silencio, y luego...

Luego, por primera vez desde que comenzaron a hablar, le dio una sonrisa enorme, mostrando todos sus dientes, las comisuras de sus ojos arrugándose por lo que parecía ser la primera sonrisa de diversión que vio en su rostro.

Y algo, en el interior de Jennie, pareció removerse.

ChaeYoung soltó un suspiro, irritada, mientras cortaba un pedazo de carne, evitando mirar a sus padres que comían frente a ella en actitud relajada, aunque podía notar como la tormenta iba a desatarse pronto.

Muy pronto, para su gusto.

Su mamá, una bonita omega que parecía sacada de una pintura, limpió su boca con una servilleta antes de mirar a su hija, sus lindos ojos color avellana exigentes.

—ChaeYoung, ¿Cuándo te saldrás de la carrera?

Estuvo a punto de soltar un gemido cuando su padre también limpió su boca. ¿Por qué cuando el alfa las visitaba a su casa fuera de la ciudad, donde su segunda pareja vivía junto con su hija, parecía siempre dispuesto a hablar de lo mismo?

—Eres una Park —declaró su padre—, te ordené que estudiaras derecho.

Frotó sus sienes, exasperada, a punto de golpear su cabeza contra la mesa.

Su padre sólo hizo un ruido de desaprobación ante la clara actitud negativa de su hija, pero a ChaeYoung le dio lo mismo. Al ser la tercera hija de su padre, no le importaba decepcionarlo. No aspiraba a estar siempre dentro de las prioridades de su padre, por lo que contentarlo tampoco estaba dentro de las suyas.

El alfa frente a ella, alto, de cabello negro, elegante, era uno de los abogados más reconocidos de Seúl, y tenía bajo su cuidado a tres omegas. La primera, vivía junto al alfa, su marido, dentro de la ciudad y tenía dos hijos con ella, a quienes ChaeYoung no conocía para nada ni le interesaba conocer. La segunda era su madre, que tenía esa preciosa casa en el campo que cuidaba con mucho amor, y recibía la visita del hombre tres veces a la semana para comer juntos, además de los obvios períodos de celo. El tercer omega era, por lo que sabía ChaeYoung, un muchacho joven, que su padre tomó un año atrás. El chico vivía en un pequeño departamento, y al parecer estaba preñado.

A ChaeYoung no le importaba. No realmente. Al menos su padre la iba a ver de vez en cuando, les daba dinero, y no la andaba presionando para que tuviera una pareja. Incluso su mamá era bastante relajada en ese tema, no así cómo la madre de Jennie.

Sin embargo, con los estudios...

—No me gusta derecho. —repitió como siempre, bebiendo un poco de vino.

Su padre tensó su mandíbula mientras su mamá soltaba un chasquido de reprobación.

ChaeYoung no se sintió ni siquiera culpable por ello. Sabía que su mamá lo único que quería era que fuera una hija buena y complaciente, que la ayudara a ganarse más la atención de su alfa.

Pero ChaeYoung no era, en primer lugar, alguien complaciente. No le interesaba ser ante los ojos de su padre otra hija más del montón: apenas pudiera valerse por sus propios medios, mejor, así podría marcharse e iniciar una nueva vida junto a alguien que pudiera ser su pareja.

—Apenas termines medicina —gruñó su padre—, entrarás a derecho, ¿Me oyes?

—No —ChaeYoung bajó la copa, poniéndose de pie—. No vas a manejar mi vida, ¿Entendido?

—¡ChaeYoung!

—Volveré después.

Su mamá pareció querer decir algo más, pero su padre le indicó con un gesto que se quedara en silencio, y la mujer obedeció, mientras ChaeYoung se marchaba, resoplando en voz baja.

Odiaba tanto que su madre no fuera capaz de pensar por sí misma y rebatirle la más mínima cosa al hombre, obedeciendo siempre con una sonrisa dispuesta. ChaeYoung no quería a alguien así como pareja. Quería a alguien con quien pudiera discutir, con quien pudiera llevar una buena conversación que no se limitara a monosílabos. Alguien a quien mirar como un igual, que pensara por sí mismo, que no se quedara callado y obedeciera a todo.

Subió a su auto, de mal humor, pensando en alguna forma de distraerse, y le envió un mensaje a Jennie para saber si estaba haciendo algo interesante.

Jendeukie:

Estoy coqueteándole a Lisa.

Frunció el ceño, maldiciendo a gritos al encender el auto, sin poder creer que Jennie llevara tanta ventaja en comparación con ella. Dos semanas pasaron desde el inicio de esa apuesta, y no había forma de que pudiera pasar la pared de hielo que la omega ponía inmediatamente apenas abría la boca; no así con su amiga, que siempre recibía respuestas amables de parte de la omega, e incluso algunas sonrisas suaves.

ChaeYoung no iba a admitir abiertamente de que estaba celosa de Jennie y lo que fuera que estuviera haciendo, que daba resultado con Lisa.

Ningún omega la desesperó tanto como esa muchacha estaba haciendo, mirándola siempre con indiferencia, casi con molesto desdén. En cambio, a Jennie nunca le contestaba mal, nunca la miraba con desprecio.

ChaeYoung no quería perder esa estúpida apuesta, menos con Jennie, que se lo terminaría restregando en cara por años.

Mientras conducía hacia la cafetería, sin dejar de murmurar maldiciones, trató de buscar algo en lo que pudiera agarrarse, alguna forma de poder lograr su cometido, pero no podía encontrar nada. Lisa no le estaba dando posibilidad alguna para poder seducirla.

Su celular vibró, y vio que su mamá le había enviado un mensaje.

Soltó un chasquido de fastidio al leerlo.

Mamá:

Si la próxima vez te marchas así, ChaeYoung, tu padre no te dará más dinero. Mándale saludos a Jennie.

Bufó con incredulidad, conteniéndose para no contestarle groseramente, sabiendo de antemano que su madre pegaría el grito al cielo si lo hacía.

Su familia y la de Jennie eran bastante cercanas, ambas madres siendo muy amigas desde jóvenes, y no dudaron en dejarlas juntas para jugar cuando las tuvieron. Así que conocía a Jennie desde pequeña, recordando con exactitud que su amiga cuando era niña tenía la misma cara de mejillas regordetas y sonrisa enorme que ahora.

Incluso su padre y el padre de Jennie se conocían; no eran buenos amigos, pero mantenían una positiva relación y ambas jóvenes estaban al tanto que se juntaban a hablar de vez en cuando. Quizás los dos hombres se dedicaban a buscar alguna pareja decente para sus hijas.

Volvió a bufar, estacionando su auto fuera de la cafetería, y miró por el ventanal.

¿Qué?

No pudo evitar quedarse quieta al ver como Jennie parecía estar hablando con Lisa, quien...

¿Acaso Lisa le daba su número de celular a la alfa?

Apretó el manubrio, sin poder desviar sus ojos de la escena.

Jennie gesticuló con su móvil, y pudo ver como la omega se ruborizaba y tartamudeaba algo, causando que su amiga sonriera de lado.

Entonces-...

Una enorme, bonita sonrisa se extendió por el rostro de la omega. Una sonrisa que no vio nunca en su rostro; una sonrisa que iba dirigida a Jennie, a nadie más.

Hizo un mohín de celos y rabia.

Yo vi a esa omega primero, quiso escupir, bajándose del auto. No tuve que haber hecho la apuesta, solo tuve que haberla dejado para mí.

Lisa volvió a la barra, sin perder el leve rubor en su rostro, y ChaeYoung entró al lugar tratando de no dar rienda suelta a la molestia que parecía carcomerla por dentro.

Se sentó frente a Jennie, que apenas le dirigió una mirada.

—Tienes una cara horrible. —comentó Jennie con tranquilidad.

Apretó sus labios.

¿Ni siquiera me dirás que ya tienes el número de Lisa?, quiso decir, pero en lugar de eso, sólo abrió la boca para hablar sobre otra cosa. Eso pensaba hasta que Lisa se acercó, poniendo una expresión en blanco al verla.

—¿Vas a pedir algo, ChaeYoung? —preguntó con la voz indiferente.

Los ojos oscuros de la alfa se encontraron con los de la de cabello negro, y los notó burlones, divertidos.

ChaeYoung se prometió mil veces que no dejaría que Jennie ganara.

No dejaría que tocara lo que era suyo.

¡Gracias por leer!

🌷

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