Capítulo 1†

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Jeon Jungkook tomó de la mesa de su habitación la mascarilla de color negro y rojo que siempre usaba cuando la marcha lgtbi anual de Corea del sur comenzaba. Como cada año, las calles que debían de estar repletas de diversión y buen ambiente, comenzaban a abarrotarse de católicos sentados sobre la carretera con sus carteles y música mal compuesta, como cada maldito año, estos lograban frenar el desfile con sus estratégias homofóbicas o las lecturas de fragmentos de la biblia resonando en los altavoces sobre sus cantos de libertad; frases en voz alta donde se le prometían mil castigos a aquellos que se atrevían a amar a una persona de su mismo sexo.

—¿Estás listo? —Namjoon estaba situado cerca del escenario principal y disfrutaba de la música de los artistas que habían decidido apoyar la marcha, a pesar del escándalo que los religiosos seguían montando a solo unos pasos—. Va a ser verdaderamente bueno este año. No haremos nada realmente peligroso contra ellos; sprays con los colores del arcoiris. Jimin es un genio, sus ideas son tan sencillas y efectivas, que me da miedo el simple hecho de pensar que siempre le hacemos caso sin tan siquiera pestañear.

Jungkook sonrió sin poder evitarlo y miró a su amigo, Namjoon parecía ser mucho más libre cuando se ponía esa maldita mascarilla y fingía que sus padres realmente no se imaginaban quién realmente era. Quizás después de todo seguían creyendo que Jimin solo dormía en su casa porque eran amigos de la infancia, tal vez eran más idiotas que los suyos y se convencían de que su hijo obtendría una buena chica que le diese nietos a una edad joven. Porque así era Corea, si no te casas con veinte años, embarazas a tu mujer unos meses después y la dejas tirada para realizar el servicio militar, entonces no eres el prototipo equivocado de hombre real que la mayoría de personas de allí quieren.

El grupo de amigos avanzó por la calle, a su alrededor las personas bailaban y disfrutaban del ambiente que se estaba formando. Para Jungkook todos los que estaban presentes en esa fiesta eran una parte de su familia, compartían su misma lucha y probablemente sufrían a diario las mismas miradas de asco a las que él tenía que hacer frente de forma continua.

—¿Dónde están? —Su mirada recorrió el tumulto, buscando a la manada de católicos que siempre encontraban la forma más absurda de detener su libertad. Jungkook estaba cansado de todo aquello, de tener que mirar y callar, de no defenderse por miedo a que al final él fuese el acusado de agresión por el simple hecho de intentar mantener su orgullo limpio.

—Los he visto en la entrada de la plaza, no podremos hacer mucho. Han traído niños con ellos, así que será mejor que nos ocupemos rápidamente de pintar con los sprays las camisetas de los adultos. —Namjoon sonrió y pasó un brazo sobre los hombros de Jimin en el instante que este se acercó a ellos—. ¿Preparados?

Tras un suspiro de preparación, los tres chicos asintieron y miraron a sus compañeros. Tendrían que prepararse para correr o de lo contrario la policía iría directamente en su contra. Proteger a la gente retrógrada era más importante que mantener seguros a aquellos que solo buscaban disfrutar de su sexualidad.

Fue ese día cuando lo conoció. Jungkook no tenía ni idea de que sus actos marcarían más que una tela, ese desfile del orgullo lgtbi sería recordado en el futuro con sonrisas cómplices.

—Vamos.

Su voz determinó el inicio del contraataque y sin dudarlo los más de quince chicos corrieron hacia el grupo de manifestantes, con sus sprays de colores derribaron las palabras dolorosas de los cárteles y cubrieron la ropa de todos los que habían comenzado a gritar insultos hacia ellos.

Jungkook no se lo estaba pensando demasiado, casi como si se tratase de un movimiento automático apartaba a aquellas personas que intentaban pegarle y expandía las rayas de colores por sus camisetas sin dudarlo. Sus manos agarraron la tela de una camisa lo suficientemente fina como para rasgarla sin pretenderlo y sus ojos analizaron brevemente la piel blanca del chico ante sus ojos.

Su cabello era castaño de un tono miel y llevaba lentillas azules que le daban un aspecto tan bonito como el de los angeles ficticios que esa banda de católicos extremistas adoraba. Dudó por un tiempo, había algo en la mirada de ese muchacho frenando su ataque: tal vez era el miedo tímido en el brillo de sus pupilas o quizás la manera en que se tapaba el torso nervioso al notar su camisa blanca siendo destrozada por los chicos que portaban sprays.

Jungkook se quedó quieto un segundo, mirando cómo su piel comenzaba a tomar color y entonces se acercó con una sonrisa que hizo temblar por completo al muchacho. Apartó la mascarilla de su boca sin prisa. Sabía que estaba a punto de hacer algo absurdo pero no podía evitarlo, ese idiota religioso era precioso y su rostro de chico bueno lo encendía. Sus manos apretaron la cintura de este jalandolo hacia su cuerpo, la música sonaba con estruendo y a su alrededor las personas del desfile se habían mezclado con los protestantes quienes trataban de apartarlos. El chico ejerció presión posando las manos sobre su pecho y tratando de apartarse, sin embargo bastaron unos instantes para que Jungkook se hiciese con el control de la situación. Sin borrar la sonrisa de su rostro se acercó a los labios del muchacho y lo besó rápidamente, pudo notar cómo con torpeza este intento abrir la boca y su gemido tímido lo hizo apartarse por miedo a no controlar su instinto. Besar a las personas a la fuerza estaba mal, por eso limitó todo a un sencillo roce.

Alzó su brazo y viendo cómo el chico castaño bajaba la cabeza cubrió de color violeta todas las zonas de su cuerpo que pudo. Tan pronto como las sirenas de la policía comenzaron a sonar su carrera comenzó a la vez que en los bafles la música estallaba con fuerza.

Taehyung respiró profundamente y con los ojos brillantes miró todos esos colores que bañaban su cuerpo, la purpurina y confeti que habían lanzado desde las carrozas de aquel desfile impregnaban su cabello castaño con rastros del spray que aquel grupo de muchachos esparció por su cuerpo.

Era triste pensar en que esa era la ocasión en que su vida había tenido más color desde su nacimiento. Jamás antes había podido disfrutar del brillo e intensidad de las cosas.

Kim Taehyung había nacido en una casa extremadamente religiosa, donde el blanco y el marrón claro eran los únicos colores que podía ver cada día. Sus padres lo arrastraban cada año hasta las protestas y sin embargo nunca se sintió tan vivo como ese día, cuando aquel idiota de rostro masculino lo pegó a su cuerpo y con un solo roce de labios lo hizo temblar.

De él solo tenía el recuerdo de su mirada intensa, su cabello del color del anochecer y el grito de alguien diciendo su nombre cuando la policía se acercaba. Suspiró y se asomó a la ventana de su habitación, la luna brillaba en el cielo, su única fiel amiga parecía dispuesta a escucharlo una noche más en esa habitación vacía de cariño.

—Quizás él pueda ayudarme a descubrir qué es lo que siento, mis padres siempre se han negado a hablar de todo aquello que me causa curiosidad. ¿Debería buscarlo?

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