𝐐𝐔𝐈𝐍𝐂𝐄

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15. PETER VS. MIRAZ


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CASPIAN Y YO seguíamos a Peter por los pasillos del Altozano, pero el rubio estaba en completo silencio. Parecía estar pensando en algo, pero era obvio que pensaba en la batalla que tendría lugar en unos minutos contra Miraz. Ya sabía que él había aceptado y seguramente se estaba preparando mentalmente.

Susan y Lucy se acababan de marchar rumbo a la persecución de Aslan, y yo me había despedido de ellas antes de que Caspian entrara para darle el cuerno a Susan. Había terminado en una escena de claro flirteo. Pero sobre todo por parte de Susan, que alegó que él necesitaba el cuerno porque si no, "¿Cómo le volvería a llamar?". Aproveché eso para reírme de ambos.

Caspian y yo ya habíamos hablado en cuanto volví de nuestro encuentro con los Telmarinos. Edmund y yo le habíamos explicado lo que había pasado, pero Peter solo supo la respuesta de Miraz. Necesitábamos que se concentrase tan solo en la batalla.

Pero Caspian no parecía de acuerdo con la decisión de que Peter fuese el que combatiese contra su tío.

—Esto no es a lo que yo me refería —comenzó a decir—, esta es mi lucha.

—Creo que ya hemos intentado eso —respondió Peter de manera tajante. Después paró su camino poco a poco y se giró para mirarnos a ambos—. Mira, si alguna vez va a haber paz con los Telmarinos —siguió andando y nosotros le seguimos—, tú tienes que ser el que la traiga.

—No podré si no me dejas.

Yo miré la conversación con el corazón latiendo a mil por hora, pues me esperaba una pelea de nuevo.

—Qué tal esto... —murmuró Peter, y se dio la vuelta para mirarme de reojo y después dirigirse a Caspian de manera intensa—. Si yo no consigo sobrevivir a esto, el futuro de Narnia está en tus manos.

Y el corazón me dejó de latir tan rápido para sentir cómo se quebraba. Literalmente se me acababa de caer el alma a los pies.

—¿Y qué hay de tu propio futuro? —Pregunté yo de manera demasiado preocupada para la que me habría gustado mostrar.

—Estaba pensando en una carrera de medicina —respondió el rubio con una expresión de dolor escondida que yo pude descifrar.

Contuve la respiración a la vez que veía que Peter entraba en la Mesa de Piedra y Caspian me miró formando una mueca. Yo simplemente suspiré y seguí a Peter.

Pero me volví a sentir de la misma manera al ver que en la mesa habían dejado la armadura y lo que Peter se pondría para la batalla, para el duelo. Reepicheep estaba de pie junto a las ropas. Y el resto de narnianos que solían estar en las reuniones con nosotros nos observaban en silencio.

Trumpkin tenía en su mano el casco que Peter utilizaría y se lo tendía con una expresión de seriedad que no me gustó. No me agradaba ver que el resto se sentían igual que yo.

Peter agarró el casco y lo analizó durante unos segundos, y vi tanta preocupación y miedo en sus ojos que me sentí desfallecer. Me acerqué a él y posé mi mano en su brazo, haciendo que él se girara para mirarme con sorpresa. No nos habíamos juntado mucho o tocado desde la escena vivida horas atrás, pero no podía simplemente seguir enfadada con él cuando ya había perdonado a Caspian por la misma razón.

No podía culpar a Peter de sentirse inseguro e incapaz de seguir ayudando a los narnianos, era humano.

Abrí la boca para decirle algo cuando el oso Bulgy habló.

—¿Su Alteza?

Peter rápidamente lo miró.

—¿Sí?—Le dijo con mucha amabilidad, dejando el casco en la mesa.

—Ehm... soy un oso, y...

—Y uno muy bueno, estoy seguro —Dijo Peter con dulzura, pero después se giró para marcharse de allí.

—Perdone la molestia —siguió diciendo el oso con tapices, queriendo captar su atención—, pero la tradición dice que puedes escoger a tus mariscales de las listas.

—Tiene razón —admitió Caspian—. Tienes que elegir a tus segundos.

—No le dejes a él —Le dijo Trumpkin a Peter—. Lo único que hace es quedarse dormido y chupar sus patas.

—Señor —habló ahora Reepicheep—. Mi vida estará por siempre a tus órdenes, pero he pensado que quizás yo sería mandado a este reto.

Trumpkin soltó una risa burlona, creyendo que Reepicheep no era una buena opción como mariscal.

—Como bien sabes, mi querido Reepicheep, muchos humanos tienen miedo a los ratones —dijo Peter—. Y realmente no sería justo para Miraz tener algo en su vista que pudiese diluir aún más su coraje.

—Por supuesto, su Majestad. Es usted el espejo del honor.

Peter sonrió en respuesta, agradecido.

—No sé si lo que necesita Miraz es justicia —dije de mala gana.

Peter sonrió de nuevo y me pasó el brazo por los hombros de manera cariñosa.

—Caspian —le dijo mientras yo juntaba mi mano con la suya—, dile a Glenstorm que quiero que él, Ed y...

—Por favor, su Majestad —le interrumpió el oso Bulgy.

—Es tu derecho —respondió Peter apretando mi mano—, y tu honor. Pero debes recordar no chupar tus patas.

Sonreí.

—¡Oh! —Exclamó Trumpkin con desesperación echando hacia atrás la cabeza—. ¡Lo está haciendo ahora mismo!

Reí junto a Caspian sin poder evitarlo al ver que, efectivamente, el oso Bulgy estaba chupando sus patas con nerviosismo.

—¿Estás seguro de estar preparado para esto? –le preguntó Peter soltándome y agarrando su escudo con diversión.

—¿Estás seguro de que lo estás tú? —le preguntó Caspian con seriedad, y preocupación.

Me emocioné por dentro al ver que Caspian se preocupaba por Peter. Miré a ambos mientras notaba que mi cuerpo respondía con el vello erizado. Estaba tan nerviosa por Peter que ver que Caspian también lo estaba despertó algo en mi.

Peter no supo qué responder. Se quedó serio, con expresión abrumada, y miró al suelo.

—¿Nos... podéis dar un momento a solas? —Pregunté yo.

Todos asintieron y comenzaron a salir de la sala mientras Caspian me miraba buscando algún signo de tristeza o preocupación. Yo le sonreí y asentí levemente haciéndole saber que estaba bien.

Aunque no lo estaba.

Peter me miró cuando todos se hubieron ido y yo finalmente me permití mirarle con toda la pena que sentía en mi interior. No aguanté más y me lancé a sus brazos, sintiendo que el alma se hacía pedazos.

Peter suspiró y me abrazó de vuelta, apretándome con fuerza contra él. Era la mejor sensación, sentirme amparada por él, aunque no lo necesitaba. Pero me sentía segura junto a él. Lo amaba.

Lo amaba mucho.

Y estaba a punto de dar su vida por nosotros.

Pero no me permití llorar, no cuando era él el que iba a luchar contra Miraz. No cuando necesitaba apoyo y seguridad, no miedo y preocupación. Necesitaba ver que yo confiaba en él.

—Todo saldrá bien—le dije sin separar mi rostro de su pecho. Aunque creo que me lo dije más para mi misma, autoconvenciéndome.

—Eso espero. —chasqueó la lengua.

Me separé de él, aún con sus brazos alrededor de mi torso, y agarré su rostro para besarle con decisión. Fue un simple beso, un toque de labios, pero los dos cerrábamos los ojos con fuerza y yo aprovechaba su sabor antes de que él pudiese salir herido en batalla.

Aunque tenía claro lo que yo haría si veía que Miraz se ponía muy salvaje.

—Audrey... —comenzó a decirme cuando paramos el beso—, siento lo de antes.

Negué con la cabeza, interrumpiéndole.

—No te disculpes, está bien. Te entiendo. Demos gracias a que ese asunto está arreglado. Ahora hay que arreglar este.

Él asintió y sonrió levemente, dejándome ver sus dos adorables hoyuelos que yo tanto adoraba ver. Sonreí levemente mirando cada parte de su rostro.

Él me miraba de una manera tan profunda y con los ojos tan brillantes que yo sentí la necesidad de agarrar su mano y llevarlo lejos de allí, llevarnos a ambos lejos del peligro y poder vivir tranquilos y felices.

—Audrey estoy enamorado de ti, jamás he querido tanto a alguien —me confesó apretando mi torso con sus manos—. Te juro que haría todo lo que fuera por mantenerte a salvo a ti y a mis hermanos. Si algún día nos tenemos que marchar y tú te quedas aquí como Legítima Hechicera... Quiero que estés en una Narnia pacífica.

Yo fruncí el ceño.

—¿Crees que me quedaría aquí si tú te vas?

—Eres su hechicera, y tendrías toda la eternidad para ti. —replicó desconcertado.

Le miré con intensidad mientras pasaba mi mano por su cabello rubio, y dije con voz firme:

—Preferiría compartir una sola vida breve contigo que afrontar todas las Edades de este mundo sola.

Peter apretó sus labios con fuerza al escuchar eso. Y después se acercó y me besó las mejillas.

—Quiero... —comenzó a decir.—Da igual lo que quiero.

—¿Qué quieres?

—Tú. Siempre tú.

Sacó algo de su bolsillo y abrí la boca con asombro al ver que se trataba del anillo que una vez me dio cuando estuvimos comprometidos. Mi corazón volvió a latir con rapidez. Mis manos se dormían y mis piernas temblaban.

—Te miro —comenzó a decirme mientras agarraba mi mano—, y simplemente te amo, y eso me aterroriza. Me aterroriza lo que sé que haría por ti.

Pasó el anillo por mi dedo anular y después me besó la mano mientras yo sentía que mis ojos se aguaban, a la vez que los suyos. Pero ninguna lágrima salió por los ojos de ninguno de los dos.

—No sé qué pasará después ni lo que significa que tú tengas ese anillo de nuevo, pero quiero que lo lleves mientras yo luche. Sé que me dará fuerzas.

Asentí frenéticamente al escuchar eso. Haría todo lo que estuviera en mi mano para darle fuerzas. Aunque fuese con mi presencia.

—Quiero que estés junto a los demás mariscales en la batalla. Por favor.

—Eso no tenías ni que decirlo —respondí riendo, y pasé mis brazos por su cuello mientras le besaba de nuevo.

Peter juntó nuestras frentes mientras cerrábamos nuestros ojos.

—No te diré que no tengo miedo por ti —confesé—, porque lo tengo. Quiero que tengas cuidado, no dejes que te haga nada, por favor.

—Me subestimas —dijo él con diversión, repitiendo lo que yo le había dicho con anterioridad. Me daba de mi propia medicina.

—No te subestimo —respondí repitiendo también sus palabras—, pero no quiero que te pase nada.


•••••

—Entonces piensas actuar si ves que Peter va perdiendo —me dijo Caspian mientras mirábamos de reojo a Miraz siendo ayudado a prepararse por sus generales y Lords.

—Ajá.

—¿Sabes esos momentos en los que te digo que algo no es una buena idea...?

—Y yo te ignoro, sí —zanjé la cuestión. Caspian asintió lentamente, aunque en mi rostro había una pequeña sonrisa.

Caspian suspiró.

—Quieres ir con Susan, ¿no es así? —dije después de analizarle durante unos segundos.

Él me miró de reojo con una mueca que quería llegar a sonrisa, pero no lo conseguía. Se preocupaba por ella, le gustaba de verdad.

—Ve —le incité.

—Esto es importante.

Le miré alzando una ceja mientras ladeaba la cabeza.

—Susan también es importante. Ve.

Caspian sonrió abiertamente y se acercó a mi para sujetar mi cara y darme un fuerte beso en la mejilla. Reí levemente, aunque también se debía a los nervios.

—Te quiero, Audrey, ¿te lo he dicho alguna vez?

—Eso es algo que ya sé —contesté bromeando.

Caspian miró a Miraz y después se dio la vuelta para correr. Seguramente se marchaba hacia los caballos para ir a buscar a su amada. Jamás me imaginé a ese par inmersos en una bonita historia de amor cuando conocí a Caspian. Era inesperado, pero satisfactorio.

Miré a mi lado, donde el oso Bulgy esperaba a que Peter saliera del Altozano mientras volvía a morder y chupar sus patas.

—Eh, Bulgy —le llamé dulcemente y agarré su brazo para bajarlo lentamente—. Intenta no hacer eso cuando los demás te miren o te lo reprocharán.

—Gracias, Hechicera.

Sonreí en respuesta, le tenía mucho aprecio a aquel oso tan adorable.

Pero toda calma o dulzura que había expresado durante esos segundos se esfumó nada ver a Peter salir del Altozano con su armadura y su casco puesto.

Se escuchaban gritos por todas partes, tanto del enemigo como del aliado. Todos alzaban sus armas y gritaban en respuesta del bando al que le juraban lealtad.

Yo miraba con las manos bien apretadas a Peter, que llegaba hasta la zona de combate –restos de piedra destrozados– y lo miré mientras asentía, aunque mi expresión era d preocupación y no pude evitarlo.

Me giré para mirar a Miraz, que en ese momento le susurraba algo al general Glozelle. El general asintió en respuesta a lo que fuese que Miraz le había dicho, y yo fruncí el ceño en su dirección. Sabía que el rey tramaba algo y eso no me hacía ninguna gracia.

Edmund le tendió la espada envainada a Peter y él la agarró del mando para poder sacarla de su funda. Todos rugieron detrás de nosotros, alabando a Peter.

Miraz se puso el casco en la cabeza mientras movía la boca, diciéndole cosas a sus segundos. Dio un paso al frente y anduvo hasta la zona de combate, y así Peter, antes de hacerlo, me miró de nuevo, me guiñó un ojo —aunque yo sabía que en el fondo estaba aterrorizado— y dio un paso al frente también.

Edmund y yo nos miramos, uno al lado del otro, y después volvimos nuestra vista hacia el frente. No necesitábamos hablar para comunicarnos que estábamos tan nerviosos que temblábamos en el fondo.

—Estás a tiempo de rendirte —le dijo Miraz, señalándolo con la espada.

—Lo mismo digo —respondió Peter andando de un lado a otro, sin dejar de mirarlo.

—¿Cuántos más han de morir por el trono?

Peter entornó los ojos hacia él y antes de bajar su casco para tapar su rostro dijo:

—Sólo uno.

Sentí una ola de orgullo hacia él al ver que se mostraba tan seguro de sí mismo a pesar de todo. Era una persona muy fuerte, no sólo física si no también mentalmente.

Entonces ambos comenzaron a correr uno hacia el otro, y Peter subió a una pequeña plataforma de piedra para impulsarse y saltar sobre Miraz.

Así comenzó la batalla.

Ambos chocaron sus espadas y escudos, y he de decir que Peter comenzó en desventaja, porque Miraz apretó con fuerza su escudo y lo lanzó directo hacia la cara de Peter. El impacto fue tan fuerte que toda su cabeza se giró hacia un lado.

—Eso ha tenido que doler —me dijo Edmund mirando con expresión de dolor hacia ese punto, como si estuviese comentando una escena ajena a nosotros, una escena teatral. 

Pero Peter se recompuso y reunió toda la fuerza que pudo para seguir el ritmo de Miraz. La batalla se estaba poniendo interesante y ambos oponentes eran testarudos y eficaces. Chocaban las espadas creando el sonido del los metales rozándose cada segundo y yo no paraba de mirar la punta de la espada de Miraz, para asegurarme de que se encontraba en el aire y no en la piel de Peter.

Peter, cabía decir, que hacía buen ejemplo de su nombre durante la Edad Dorada. Había sido conocido como el mejor luchador de Narnia.

Edmund y Glenstorm se miraron sonriendo al ver que Peter ejecutaba un buen movimiento haciendo que Miraz gritara de dolor cuando raspó la espada por su espalda cubierta de bronce. Pero yo no tenía ganas de sonreír.

Miraz, como demostrando que habían reaccionado demasiado rápido, le dio otro golpe fuerte a Peter en la cara con el escudo haciendo que al rubio se le cayese el casco. Peter gritó de dolor y yo tuve que aguantar mis ganas de lanzar una llama enorme directa al rostro de Miraz.

Miraz lanzó una estocada directa hacia la cara de Peter con su espada, la cual él esquivó con rapidez, y aprovechó para pasar su espada por la pierna sin proteger de Miraz, creándole un buen corte.

Peter le miró inclinado hacia él, respirando agitadamente y con el cabello sudado por el esfuerzo creado. Estaba preparado para atacar en cuanto Miraz actuase, pero este último estaba débil.

Miraz miró a sus súbditos con ira en los ojos que se podían ver a través de su máscara con bigote, y yo supe con certeza que Miraz había ordenado que los Lords hiciesen algo al respecto si veían que la batalla no iba tan bien como él se había esperado. Afortunadamente, ni el general Glozelle ni Lord Sopespian parecían dispuestos a atacar a Peter.

Peter gritó mirando a Miraz y este acabó gritando de vuelta, un rugido de guerra, y se lanzó hacia Peter. Fue un golpe desafortunado para el rubio, porque Miraz consiguió darle la vuelta y hacer que cayese al suelo.

Peter se levantó y lanzó más estocadas contra Miraz, pero Miraz se sentía muy renovado por el golpe a Peter y consiguió tirarlo al suelo de nuevo. Esta vez Peter cayó boca arriba y Miraz aprovechó para pisar su escudo, consiguiendo doblar su antebrazo.

Peter rugió de dolor al notar que su brazo se doblaba de manera anormal y yo apreté con fuerza las uñas contra mi piel mientras gritaba a Miraz improperios. Edmund puso una mueca de desagrado al ver a su hermano en ese estado.

A pesar del dolor, Peter se giró hacia un lado justo cuando Miraz planeaba clavarle la espada y fue rodando mientras paraba los golpes del rey con su propia espada. Cuando Miraz menos se lo esperaba, Peter rodó de nuevo hacia él y movió sus piernas de manera que enredó sus pies con los de Miraz y acabó consiguiendo que perdiera el equilibrio. Miraz cayó al suelo y Peter se levantó de manera triunfante.

Pero entonces miró hacia un punto exacto detrás de la batalla al escuchar el relinchar de un caballo.

Todos miramos en esa dirección, y no pude evitar preocuparme aún más al ver que en el caballo de Caspian estaban él y Susan, pero no Lucy.

—¿Necesita su Majestad un respiro?—Le dijo Miraz con furia, al ver que Peter tenía la cara del desconcierto puro (y del dolor).

—¿Cinco minutos?—Le pidió mientras tragaba saliva con fuerza.

—¡Tres!

No pude evitar poner los ojos en blanco.

En cuanto dijo aquello, Peter se permitió girarse hacia nosotros mientras ponía una mueca de dolor puro. Cerró los ojos mientras abría la boca ahogando el grito que nacía en sus entrañas. Tanto él como Miraz cojeaban un poco, al menos en ese aspecto estaban algo equilibrados.

Rápidamente fui hasta él junto con Edmund, que agarró el casco de su hermano y después posó su mano libre en la espalda del rubio. Yo miré a Peter con una mueca mientras agarraba su mano para andar junto a él. A penas pudo sonreírme.

Llegamos hasta Caspian y Susan, que se habían bajado del caballo, y ahora miraban intranquilos a Peter.

—¿Y Lucy? —les preguntó Peter con angustia, sin soltar mi mano.

—Ha seguido adelante —respondió Susan, y miró brevemente a Caspian—. Gracias a Caspian.

—Gracias —Le dijo Peter con sinceridad.

Yo sabía que Caspian por dentro estaba contento de que por fin Peter le hubiera dicho algo positivo, aunque fuese agradecerle algo.

—Tú estabas ocupado.

Susan llegó hasta a mi y me abrazó con fuerza. Yo correspondí su abrazo.

—Menos mal que estás bien —dije soltando un suspiro.

—Veremos si podemos estar bien todos cuando acabe todo esto.

Nos separamos y Peter trataba de no parecer demasiado adolorido. Me sentí mal al pensar en lo atractivo que se veía con esa armadura y el cabello revuelto.

—Será mejor que os preparéis —nos dijo a los cuatro—, por si acaso. No me fío de la palabra de los Telmarinos.

Peter se giró para mirar a Miraz, y Susan se debatió internamente entre si acercarse o no a su hermano. Pero finalmente anduvo hasta él y lo agarró del brazo herido para darle un corto y tímido abrazo de manera incómoda, pero queriendo reflejar que se preocupaba por él.

Peter no pudo evitar soltar un quejido al ser estrechado de esa manera con el brazo torcido ligeramente.

—Perdona —se disculpó Susan mientras cortaba el abrazo.

—No es nada.

—Ten cuidado.

Edmund miró hacia los narnianos que miraban con curiosidad a su Sumo Monarca, que no lucía muy enérgico o motivado.

—Sonríe más —le dijo entre dientes.

Mientras Susan me daba un leve asentimiento de cabeza y después marchaba corriendo hacia la plataforma donde estaban el resto de arqueros, Peter sonrió de manera muy forzada y algo cómica mientras levantaba el brazo bueno en señal de positividad.

Los narnianos lo tomaron como un gesto que indicaba que todo iba bien, por lo que comenzaron a vitorearle en respuesta.

Sentamos a Peter y cuando Caspian y yo le quitamos el escudo del brazo herido, Peter gritó de dolor. Cada vez que le escuchaba quejarse de sus heridas me sentía más inútil, porque no sabía cómo ayudarle.

—Creo que está dislocado —dijo con la voz entrecortada.

Edmund rápidamente se puso a su lado, mientras yo estaba a la derecha del rubio.

—¿Qué creéis que pasa en casa —comenzó a preguntar mirando al frente— si uno muere aquí?

Sentí una especie de escalofrío al escuchar que Peter veía la posibilidad de morir ese día. No quería ni imaginarme qué sería de nosotros... sobre todo de mi, si eso pasaba de verdad. Apreté la tela de mi vestido con fuerza.

—No se te ocurra decir eso, Peter Pevensie —no pude evitar regañarle con enfado.

Ambos hermanos me miraron y sonrieron un poco al ver mi expresión, aunque la sonrisa no les llegó a los ojos. Después, Edmund intentó tocar el brazo de Peter sin hacerle demasiado daño. Peter lo miró, como dándose cuenta de algo.

—Siempre has estado a mi lado, y yo jamás he...

Crack.

Edmund literalmente acababa de recolocar el hueso de Peter como si nada, interrumpiendo lo que habría sido un bonito y sentimental discurso hacia su persona. Peter gritó y Edmund se puso muy serio.

—Dímelo luego.

Después se marchó sin decir nada más. Yo miré con los ojos muy abiertos al pelinegro.

—Escucha, Sawyer —me llamó y lo miré mientras se levantaba con mi ayuda—. Sé que no quieres escuchar esto, pero si sale mal y Miraz me...

—No.

—Sawyer...

—No.

Él asintió lentamente mientras pasaba la lengua por sus labios resecos por el calor y el cansancio.

—Sal ahí y patéale el culo. Tu muerte no es una opción.

—De acuerdo. —me miró de soslayo y susurró—: Y ahora mismo no te beso porque rebajaría mi reputación, pero ahora mismo es lo que más quiero hacer.

—Termina con esto y te podrás llevar ese beso de recompensa —le di una palmada en el hombro y él miró a Miraz mientras éste se levantaba mirándonos a ambos con mirada retadora.

Edmund le tendió el casco a Peter, pero este lo rechazó con un movimiento de cabeza. Después dio un par de pasos hacia la zona de batalla creando más vítores por parte de los narnianos.

Miraz también rechazó su casco, y anduvo hasta el mismo lugar.

Peter no quiso perder el tiempo y fue rápido al atacar de nuevo a Miraz. Comenzaron a batirse en duelo con mucha prisa, más descansados, y pareció que Miraz estaba más dispuesto que nunca a acabar con el adolescente.

Daba golpes sin parar con el escudo, consiguiendo echar a Peter hacia atrás, y cuando podía lanzaba la hoja de su espada a cualquier parte del cuerpo del Pevensie.

Acabó dando un enorme golpe con el escudo en la cara a Peter consiguiendo que gritase de nuevo. Agarré con fuerza el brazo de Edmund sin poder evitarlo.

Peter intentó pasar la hoja por el cuello de Miraz, pero este la esquivó y acabó tirando a Peter al suelo. Miraz miró con ojos desquiciados a mi chico mientras alzaba su espada para llevarla directa a él, pero Peter –a duras penas– paró cada golpe con Rhindon. Acabó cruzando los pies con los de Miraz y le hizo girar hasta caer al suelo. Ahí Peter se levantó por fin, pero sin escudo.

Peter hizo lo mismo que Miraz minutos atrás, empezó a lanzar estocadas a diestro y siniestro, sin pensarlo demasiado. Tiró la espada de Miraz al suelo y eso lo motivó a seguir intentando llegar a él. Pero Miraz esquivaba todo gracias al escudo, al cual ahora se aferraba con más fuerza.

Peter intentó clavar la espada en el torso de Miraz, pero esta pasó entre el torso y el brazo, consiguiendo dejarla atrapada ahí. Miraz aprovechó para quitar el brazo de Peter de ahí, quedándose con Rhindon, y después le golpeó en la cara con su armadura.

Peter recibió muchos golpes por el escudo de Miraz.

—¡Agarra su escudo!—Le grité con desesperación.

Supe que me había escuchado cuando vi que al siguiente golpe que Miraz le lanzaba, Peter lo paró agarrando el escudo por el borde con una fuerza bruta. Miraz soltó gritos por el esfuerzo mientras Peter apretaba con más fuerza aún el metal. Tenía los dientes apretados y miraba al rey con los ojos en llamas.

Peter comenzó a girar sobre sí mismo sin soltar el escudo, y así consiguió que Miraz quedara rodeado por él con los brazos en una posición incómoda y dolorosa. Pero consiguió soltar uno de ellos y le dio un codazo a Peter, haciendo que ese agarre se rompiese. Lo agarró del cuello y lo tiró hacia una de las piedras de piedra que había entre los escombros que los rodeaban.

Miraz agarró su espada de nuevo pero Peter esquivó el golpe. El siguiente lo paró con la armadura de su antebrazo, y después aprovechó para meterle un puñetazo a la herida vendada que le había hecho minutos atrás con la espada en el muslo.

Había dado en el clavo.

Miraz rugió y se separó rápidamente del rubio con la respiración muy agitada.

—¿¡Un descanso!?—le pidió.

—Sí, claro —dije yo sarcásticamente desde mi puesto.

Peter miraba con los dientes apretados y el flequillo hacia un lado, completamente sudado, a Miraz. Se debatía entre si darle ese descanso o no. Peter se acercó a él con el puño en alto, pero Miraz alzó su mano con vulnerabilidad.

—Un descanso —repitió mientras caía al suelo de rodillas.

—No es momento de ser caballero, Peter —le dijo Edmund.

Peter, con su mano hecha un puño, miró a Miraz, vacilando, y después recogió su espada del suelo para comenzar a andar hacia nosotros.

Pero entonces Miraz, cuando Peter ya estaba de espaldas a él, se levantó con una velocidad que no dio tiempo a procesar, y agarró su espada para ir directa hacia Peter.

—¡No! —Grité.

—¡Cuidado!—Gritó Ed.

Peter se giró a tiempo para esquivarle, y tuvo que hacerlo una vez más hasta que agarró la espada directamente desde la hoja, y la dobló cambiándola de sentido hacia Miraz. Él giró sobre sí mismo y gritó mientras le clavaba la espada en el torso.

Miraz abrió mucho los ojos mientras soltaba un grito ahogado. La espada estaba dentro de él. No podía creerlo.

Me incliné hacia ellos con expectación y abrí la boca con sorpresa mientras vigilaba atentamente lo que ocurría. Había pasado todo muy rápido.

Peter se levantó lentamente mientras arrancaba la espada de Miraz, y este último cayó al suelo de rodillas.

Se quedó mirando a Peter, que estaba de pie, con la espada apoyada en su hombro, y lo miraba con furia y la respiración agitada.

—¿Qué pasa, muchacho? —dijo con voz ronca—. ¿No te atreves a quitar una vida?

—No me corresponde a mi —respondió con enojo.

Y entonces se giró hacia nosotros, mirando directamente a Caspian, y le tendió la espada de su tío. Caspian pareció pensarlo, muy serio, pero finalmente lo decidió y comenzó a acercarse a Peter con decisión, sin dejar de mirar a Miraz.

Agarró la espada y Peter se agachó para recoger la suya. Llegó hasta nosotros y pasó su mano por mi espalda, mientras mirábamos a Caspian frente a su tío.

En silencio, Caspian levantó la espada con cuidado y lentitud, con seguridad y confianza. Miraz miraba a su sobrino a los ojos como si estuviera viendo a una persona completamente diferente.

—Tal vez estuviera equivocado, posiblemente sí puedas ser un rey Telmarino después de todo.

Y ahí supe que había dado en el clavo para conseguir que Caspian no hiciese lo que había estado a punto de realizar.

Caspian jamás querría ser el rey Telmarino que Miraz quería que fuese.

La espada de Caspian comenzó a temblar y supe que era de rabia. No podía ver su expresión pero sabía que era de dolor porque miraba a los ojos de su tío y pensaba en su padre, y pensaba que él mismo estaba siendo débil, pero que no podía cambiar su forma de ser.

Miraz bajó la cabeza, esperando a su muerte.

Caspian gritó y llevó la espada directa hacia el suelo. La clavó en un pequeño círculo de hierba, y Miraz alzó la cabeza con sorpresa. Peter apretó su agarre en mi espalda.

—Uno como tú no —Acabó diciéndole Caspian—. Te perdono la vida. Pero les devolveré su reino a los narnianos.

Sonreí para mis adentro. Ese era el Caspian que yo conocía. Y aunque siempre había deseado que Miraz fuese asesinado por él, porque era quien merecía hacerlo, entendía las razones de Caspian para tener piedad, y me parecía bien.

Caspian miró a los Telmarinos y después se giró hacia nosotros. Todos los narnianos gritaron de emoción y alabaron a Caspian mientras llegaba a nuestro grupo.

Edmund palmeó la espalda de Caspian y yo lo abracé con fuerza. Cuando me separé de él me di cuenta de que Caspian en ese momento miraba a Susan, que lo contemplaba desde arriba con una expresión orgullosa.

Después se giró hacia mi.

—No he podido hacerlo, Audrey. Yo no soy así.

—Y porque tú no eres como él es por lo que eres merecedor de Narnia.

Caspian asintió y comenzó a alejarse rumbo al interior del altozano. Peter me sonrió levemente y yo pasé mi mano por su cabello. Estaba vivo.

Pero no nos dio tiempo a decir nada porque en ese instante escuchamos un grito proveniente de Miraz.

Nos giramos al instante y nos encontramos con que Lord Sopespian agarraba en ese momento una flecha que estaba clavada en Miraz. Miraz tenía los ojos idos, y Lord Sopespian ahora parecía nervioso por la audiencia que había tenido mientras cometía su crimen.

Miraz se separó de su asesino y comenzó a andar lentamente por el círculo de piedra, mirando al cielo, y cayó al suelo. Había sido ejecutado.

El general Glozelle comenzó a acercarse en caballo hacia las tropas telmarinas que habían más atrás, preparándose para la guerra que ahora venía.

—¡Traición!—Exclamó Lord Sopespian. Nos señaló—. ¡Lo han matado!

Nos miramos entre nosotros, muy nerviosos, y me di cuenta de que había sido todo una emboscada. La guerra de ese día iba a suceder hubiéramos ganado o perdido, eso era lo que habían querido los hombres de Miraz.

Lord Sopespian alzó la espada que Caspian había clavado en el césped.

—¡Han asesinado al rey!

—Lo sabía —murmuró Peter. Se giró y alzó su espada hacia los arqueros—. ¡Preparaos!

Los arqueros se pusieron en sus marcas y prepararon sus arcos y sus flechas.

—¡Peter!—Le avisó Caspian.

Los tres nos giramos para ver que un soldado Telmarino corría hacia nosotros. Peter luchó con él y en cuestión de dos segundos le había rebanado el cuello.

—¡Corred!—señaló al Altozano.

Después me miró mientras yo desenvainaba mi espada con los labios muy apretados. Abrí mi mano libre y comencé a concentrarme para generar la máxima energía posible para poder utilizarla en cuanto ellos se acercasen.

Está vez estaba lista.

—Te quiero —me dijo Peter mientras veíamos que los Telmarinos se acercaban.

A nuestros alrededor se escuchaba el bullicio de los narnianos.

—Te quiero —dije yo.

—A la carga.



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Intenso capítulo me he cargado. Bueno, yo no, pero ya me entendéis.

Se acerca cada vez más el final de la novela, pero bueno, estoy segura de que os dejará buen sabor de boca. Está saliendo mucho mejor de lo que me esperaba, y eso que me cuesta admitir cuando hago algo que me guste.

Más que nada porque no sabía cómo hacer una novela que no sea tan típica de Narnia (que lo es, no tiene nada tampoco que la caracterice) pero tiene esa esencia que yo quería dejar.

Espero que os esté gustando mucho, os quiero.

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