𝐃𝐈𝐄𝐂𝐈𝐒𝐄𝐈𝐒

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16. LA SEGUNDA BATALLA DE BERUNA

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            —¡CORRED! —les decía Peter a los narnianos en un intento de ayudarles.

La batalla había comenzado y mi cuerpo lo había sentido. De repente me sentía muchísimo más energética. Mi cuerpo se sentía mucho más contribuidor a la lucha y los sentidos de la naturaleza me acompañaban.

Estaba junto a los Pevensie, Caspian, todos los narnianos... y sobre todo me tenía a mí misma.

Los pocos telmarinos que se habían quedado en nuestra zona se dispersaron y galoparon en caballo hasta las tropas de su bando.

—¡A las armas, Telmarinos!—escuché que gritaba el general Glozelle hacia sus soldados.

Eran tantos que me dolía la cabeza de pensarlo, eran un gran número, mucho mayor que el nuestro. Además, sus armas eran intensamente superiores. Supuse que al menos nuestro bando contaba con una bruja con poderes, eso teníamos a nuestro favor.

Pero la piel se me erizó en cuanto vi que comenzaba a cargar las grandes catapultas que habían traído para lanzar gigantescas bolas hacia nuestro Altozano.

Las bolas impactaron con fuerza en el suelo, en la piedra, en los árboles... era devastador. El suelo a nuestros pies se tambaleaba y temblaba por la fuerza de la piedra, y yo comencé a crear calor en mis manos para poder transformar el aire en fuego, apretando mis labios con fuerza.

Edmund y Peter, a mis dos lados, miraban al frente, esperando. Sobre nosotros caían escombros de las partes dañadas por las catapultas. Ceniza, trozos de mármol y de más irrumpían en mi intento de mirar más allá en el ejército enemigo.

—¡Caballería! —escuché gritar al general de nuevo—. ¡A la cargaaaa!

Pude ver que el general nos señalaba con su espada y todos los soldados telmarinos comenzaron a acercarse a nosotros en sus caballos, iban a atacar cuerpo contra cuerpo.

Eso me hizo sentir aún más encendida por todo el cuerpo, sintiendo que de repente podía hacer cualquier cosa con el elemento que crecía en mi interior.

Me giré para ver a Caspian montado en su caballo marrón, le indiqué con la cabeza que entrara al Altozano. Él entendió mi orden, así que me dirigió un asentimiento de cabeza con una expresión preocupada en su rostro, y después se giró en caballo para ir a la planta subterránea del edificio junto con Glenstorm.

Todos los narnianos gritaban, lanzaban gritos de guerra ensordecedores, se preparaban. Peter, Edmund y yo estábamos al frente, esperando a los Telmarinos que cada vez estaban más cerca. Mi corazón latía con furia, con rapidez, con una mezcla de nervios y furia.

Escuché el sonido de los caballos y de la antorchas bajo nosotros. Estaban llegando.

Se escuchó el sonido de un cuerno que avisaba la llegada del ejército enemigo, así que miré a Edmund y a Peter, los cuales también me miraban a mi y entre ellos. Nuestras miradas fueron suficientes para ver que estábamos preparados. Teníamos miedo por el estado de nuestros seres más queridos, de nosotros, de ellos, pero era necesario y lucharíamos hasta la muerte si eso era lo que indicaba el destino.

—Uno... —comenzó a decir Peter con intensidad, mirando con los ojos entornados a los Telmarinos— dos...

El suelo volvió a temblar y la piedra de las columnas caía junto a nosotros, estaban destrozando aquel lugar tan sagrado.

—Tres... cuatro —siguió contando él—, cinco, seis...

Los caballos de los Telmarinos estaban cada vez más cercanos a nosotros, podía ver sus armas y sus máscaras de hierro y bronce con más claridad. Y mi fuego se volvía más fuerte.

Detrás de nosotros, Susan ordenó que los arqueros apuntaran.

—Ocho... nueve...

Estaba a unos metros de nosotros, y de repente me puse nerviosa, pensando que quizá Caspian y el resto no lograsen llegar a tiempo.

—¡Preparados!—Gritó Peter, lleno de esperanza y de furia.

Sonreí al ver que mientras los Telmarinos venían hacia nosotros el suelo bajo ellos y la hierba se deshacían. El suelo se estaba dividiendo en bloques, se estaba rompiendo. Lo habían hecho.

Los caballos y sus soldados comenzaron a caer entre gritos y relinchos, y me sentí mal por los animales que estaban siendo usados y maltratados de esa manera sin tener una pizca de culpa. Pero era la guerra.

Ante los tres, vimos que debajo de nosotros, a tan sólo unos metros, los Telmarinos eran parados por el desprendimiento de la tierra y del césped. Había sido una buena trampa.

— ¡Ahora! — chilló Susan.

Hubo un momento de silencio mientras solo se escuchaba el silbido de las flechas pasando por encima de nuestras cabezas, trazando una curva perfecta hasta caer sobre la zona de los Telmarinos.

Hubo un momento donde todo soldado, que estaba en el hueco recién creado, al intentar salir, fueron empujados de nuevo al vacío del agujero al ser disparados por las flechas.

El impacto de todas esas flechas lanzadas ayudó a aturdirles y a rebajar el número de soldados que teníamos ante nosotros.

Edmund no perdió el tiempo y corrió hasta un caballo marrón para después impulsarse y sentarse en él. Comenzó a galopar hacia los enemigos.

Peter alzó su espada, señalando a los Telmarinos.

—¡A la carga!

Di un grito de guerra a la vez que yo alzaba mi espada de la misma manera, y los dos empezamos a correr hacia ellos a la misma vez.

Detrás de nosotros, muchos narnianos salían del altozano mientras rugían con ferocidad y alzaban sus armas en señal de guerra.

Justo a los lados donde los Telmarinos se acercaban desde más lejos, dos trampillas camufladas por el césped del suelo se abrieron y de ellas salieron narnianos con antorchas y espadas hacia arriba, gritando.

Entre ellos, Caspian.

Caspian los lideraba, más seguro que nunca. Y me sentí orgullosa.

Peter y yo llegamos mientras corríamos hasta los Telmarinos y pronto nos fundimos un bando con el otro. Estábamos rodeados de gente y ahora no había otra que luchar. Pero yo estaba segura de mí misma.

Comencé a luchar espada con espada contra cualquiera que se impusiese frente a mi. Mis manos y mis brazos se movían solos, yo lanzaba estocadas en cuestión de mili segundos y mi rostro se giraba automáticamente para avistar nuevos cuerpos cercanos a mi.

Empujé a un soldado al suelo y después le lancé una llamarada. Eso hizo que algunos se alejasen de mi, pero aproveché el momento de confusión para gritar sacando toda la energía de mi pecho y agitar el brazo hacia un gran número de soldados, consiguiendo que hordas de llamas fuesen directamente hacia ellos.

Rebajé el número de enemigos de manera considerable y cree una barrera de gente incendiada, esa fue la parte negativa. Estaba obstaculizando el paso de muchos de mi bando.

El gigante Wimbleweather lanzaba hombres hacia el suelo y hacia el agujero del suelo sin piedad. Literalmente volaban por los aires.

Edmund en caballo lanzaba flechas gracias a una ballesta, Caspian cabalgaba entre las tropas mientras utilizaba su espada de manera eficaz, y Peter era tan fiero como yo lo recordaba.

Daba estocadas, lanzaba a hombres al suelo, los pateaba y después gritaba lanzando órdenes. Era un digno Sumo Monarca.

Seguí luchando mientras sentía que el número de soldados no se reducía tanto como pensaba, y me di un segundo para mirar más allá, detrás de todos. Me di cuenta de que aún había muchos soldados que no habían salido a la batalla y que esperaban a ser ordenados a salir, pues todavía no eran necesarios.

Todavía tenían mucho arsenal por utilizar.
Íbamos en inferioridad numérica.

Comenzaron a avanzar hacia nosotros a pie, más lentamente, pero de manera organizada y con pasos fuertes y acompasados.

Caspian se giró para buscarme y en cuanto me encontró, supe que ambos nos habíamos dicho lo mismo con la mirada: Estábamos en peligro de perder notablemente.

Así que Caspian y yo alzamos la espada dando la señal.

De la parte de arriba del altozano, salieron hipogrifos volando directamente hacia nosotros. Peter miró con confusión hacia el cielo, sin comprender qué estaba pasando. Esa parte de la estrategia no la conocía.

Los hipogrifos llevaban agarrados gracias a sus garras a arqueros, a enanos con arcos y flechas que apuntaban hacia los Telmarinos. Esquivaban las piedras lanzadas por las catapultas y volaban directamente hacia las tropas Telmarinas que iban más detrás y que se acercaban a la zona de batalla.

Peter, que estaba cerca de mi, se acercó y me miró con preocupación.

—¿Estás bien?—me preguntó.

Asentí frenéticamente mientras yo analizaba su rostro de arriba a abajo, buscando cualquier herida.

—Lucy no viene —dijo con nerviosismo.— ¿Dónde demonios estará?

—No lo sé —respondí con inquietud, haciendo mis manos dos puños helados, mirando a los Telmarinos—. Pero si no viene a tiempo estamos acabados.

Dicho esto apunté a un gran número de soldados Telmarinos y lancé el hielo que las palmas de mis manos habían estado creando. El hielo impactó de lleno sobre ellos y los paralizó tanto a ellos como a todo lo que les rodeaba, ya fuese vivo o no.

—¡Al Altozano! —gritó Peter.

Muchos narnianos comenzaron a seguirnos, corrían tras nosotros, mientras avanzamos con rapidez hacia el edificio de piedra.

El lanzamiento de piedra por catapultas aumentó, de repente caían más que antes y los Telmarinos parecían dispuestos a cerrarnos el paso por completo, se negaban a que escapáramos.

Y lo consiguieron, porque cuando Peter y yo estábamos a unos metros de la entrada, rodeados de narnianos, las piedras comenzaron a caer directamente hacia el arco que formaba el umbral de la entrada del Altozano. Nos paramos en seco al ver cómo la piedra de la entrada se desmoronaba y desprendía hacia el suelo.

Nos habían obstaculizado por completo la entrada al Altozano.

El sonido de otro golpe más fuerte llamó nuestra atención y enseguida miramos hacia ese punto. Un árbol que colgaba entre unas piedras del altozano ájela se desprendía de ellas detrás de Susan. Este le empujo hacia abajo.

Los tres gritamos a la vez, asustados por ella. Al menos fue rápida y se sujetó a la piedra de la plataforma donde estaba antes de pie. Trumpkin rápidamente agarró su mano y le ayudó a conseguir estabilidad, aunque estuviese colgando todo su cuerpo en el aire. Tenía el corazón hecho un puño.

Trumpkin no aguantó el peso de la chica, por lo que sus manos se soltaron. Susan gritó a la vez que caía sobre una plataforma más abajo. Esta estaba ligeramente inclinada hacia abajo, por lo que Susan bajó por ella deslizándose y acabó en el suelo a unos metros de nosotros.

El sonido de la guerra nos sacó de nuestro ensimismamiento y rápidamente nos giramos para ver lo que ocurría detrás de nosotros.

Los pelos se me pusieron de punta al ver que estábamos literalmente rodeados por el ejército Telmarino. Eran demasiados soldados contra nosotros.

Edmund y Susan llegaron hasta nosotros con la respiración agitada, y nos miramos entre los cinco con expresiones de seguridad y de decisión. Sabíamos que íbamos en desventaja, pero eso no nos pararía.

—Hasta la muerte por Narnia —dije en voz alta, alzando mi espada.

Edmund y Peter se miraron a la vez que el moreno desenvainaba su espada. Caspian a su vez sacó la suya, y Susan me dio un leve asentimiento de cabeza que indicaba que estaba preparada. Después miró a Caspian y sacó una flecha de su carcaj para colocarla en su arco.

Peter me miró a mi y no hicieron falta las palabras para saber lo que nos queríamos comunicar.

Él fue el primero en comenzar a correr hacia delante, y todos le seguimos sin vacilar. Con los narnianos que antes habían intentado llegar al Altozano detrás, avanzamos hacia el centro de la batalla, sintiéndonos más motivados que nunca.

Si debíamos morir en ese instante, así sería, pero no por cobardía o falta de valor.

Peter hizo la entrada triunfal saltando hacia un soldado y empurándole al suelo con una patada en su pecho. Yo lancé con todas mis fuerzas todo el aire que pude reunir y lancé a un grupo de hombres al suelo y contra otros de sus compañeros.

Ed y Caspian daban estocadas contra otros y Susan lanzaba flechas apuntando con destreza a cualquiera que se pusiera frente a ella.

Grité de manera muy fuerte al ver a dos hombres corriendo hacia mi con sus espadas en alto. Comencé a luchar contra ellos con mi espada mientras sentía que Peter llegaba hasta a mi y nos posicionábamos espalda con espalda para cuidar del otro mientras luchábamos.

Tiré a un hombre con el pie, empujándolo, y al otro lo reduje con la espada. Más tarde reuní fuego en mis manos y lancé toda la llamarada hacia otro grupo que iba hacia Caspian y Edmund.

Después lancé por los aires a otro soldado que luchaba contra Trumpkin, el cual asintió en mi dirección en modo de agradecimiento.

Sin embargo, tuve que parar instantáneamente al sentir algo extraño por todo mi cuerpo. Fue como una corriente eléctrica, como si un nudo en mi estómago se deshiciese y de repente todo lo que funcionaba en mi cuerpo despertase. Fue como si un rugido de león despertase desde lo más fondo de mi, para salir hacia fuera.

Aslan.

Justo vi cómo un soldado tiraba a Trumpkin al suelo arañando su rostro con la hoja de su espada, pero Caspian fue rápido y arrancó una de las flechas de Susan del cuerpo de otro soldado y la lanzó directa al cuello del atacante del enano.

Peter me miró con preocupación al ver que me había quedado parada y con expresión de estupefacción.

Mientras, detrás de nosotros, Susan disparaba flechas con una velocidad y agilidad impresionantes. Además, también golpeaba con el arco a los que se acercaran a ella. A veces las flechas no eran disparadas con el arco, sí no con sus manos.

Pero Peter posó sus manos en mi rostro para obligarme a mirarlo.

Me sentía en un trance, de repente mi cuerpo de sentía diferente. Claramente algo había despertado.

Y yo sabía que tenía que ver con el Gran León.

Pero cada vez estábamos más rodeados por los soldados, que hacían un círculo lentamente alrededor nuestro. Ese círculo se hacía más y más pequeño, cada vez más reducido, y yo me sentía agobiada porque sabía que había una esperanza que aún no se había mostrado.

Edmund se quedó con la espada en alto mientras respiraba con fuerza, mirando lo mismo que yo miraba. Peter perdió su atención en mi para fíjese también en el ejército que teníamos a unos metros. Estaban por todos lados. Nos iban a reducir en cuestión de minutos.

El sonido de un hombre gritando tras nosotros nos despertó de aquel trance y Peter no tardó en soltarme y girar para clavar su espada en el cuerpo del soldado desconocido sin pensarlo dos veces.

Yo también grité y me batí en duelo con otro hombre que se aproximaba. Parecía que la batalla jamás iba a acabar y aunque me sentía cansada sabía que debía resistir.

Todos mis amigos tenían heridas en sus rostros, en sus armaduras, y seguramente yo también las tuviera pero la adrenalina y la agitación no me hacían sentir dolor. No sentía nada. Solo que tenía la garganta seca y que cada centímetro de mi cuerpo emitía sudor que me hacía sentir más pesada al moverme.

Me giré de manera instintiva buscando al resto cuando vi que Caspian estaba tirado en el suelo lejos de mi. Estaba desarmado y el general Glozelle corría hacia él con una gigantesca lanza apuntándole.

Pero entonces el telmarino paró en seco sin razón alguna y dejó la lanza lejos de Caspian. Parecía haber decidido algo mentalmente, porque se echó hacia atrás.

¿Había sido eso la duda por parte del general? Le había perdonado la vida a Caspian.

Sin embargo, una rama me sorprendió a mi y Caspian saliendo detrás de una de las cuevas para agarrar al general con fuerza y darle golpes contra la piedra de esta.

Solté un grito ahogado cuando noté que el corazón me daba un vuelco: los árboles y la naturaleza se estaban moviendo.

—¡Peter! —señalé los árboles que comenzaban a levantarse del suelo y cuyas raíces empezaron a salir de la tierra.

Se estaban levantando.

Peter y yo corrimos hacia Caspian a la vez que los Telmarinos gritaban y corrían despavoridos lejos de los árboles. Estaban huyendo.

Sonreí a la vez que Peter le tendía su mano a Caspian y le ayudaba a levantarse del suelo. Caspian miraba asombrado y sin poder decir una palabra a todo lo que tenía en frente. Debía ser impresionante ver eso por primera vez, yo aún recordaba cuando me di cuenta de que podía comunicarme con ellos.

Los árboles –inmensos, he de decir– iban directos hacia los Telmarinos y los agarraban con sus ramas y raíces. Edmund y Susan se aproximaban a nosotros sin dejar de mirar a todos lados con sorpresa.

—Lucy –dijo Peter comprendiéndolo.

—Ha encontrado a Aslan —dije sonriendo, mirando a los árboles.

Cuando dos bolas de piedra enormes lanzadas por catapultas chocaron contra el tronco de un árbol, sus hojas formaron un rostro que rugió de dolor. El árbol cayó al suelo y yo sentí su dolor.

Pero eso consiguió enfadar aún más al resto de árboles, que empezaron a avanzar con más fuerza y fiereza. Sus ramas se incrustaron de nuevo bajo la tierra, pero esta vez fueron directas con demasiada velocidad hacia las catapultas. En cuestión de segundos estas ya no existían, eran un cúmulo de madera rota hecha escombros.

Todos alzamos nuestros brazos gritando emocionados por lo que veíamos.

—¡Por Aslan!—Gritó Peter con Rhindon alzada.

Al escuchar eso, todos corrimos tras él hacia los Telmarinos que intentaban huir dentro del bosque. Ahora me sentía renovada, y sabía que había llegado esa esperanza que había sentido con anterioridad.

Todos huían, todos y cada uno de ellos.

Un Telmarino hizo sonar un cuerno desde su caballo anunciando la retirada.

Nos sentíamos más poderosos y más fuertes, así que no cesamos de correr tras ellos. La batalla no iba a terminar ahí, no porque ellos quisiesen que lo hiciera. Terminaría cuando nosotros los ganáramos, cuando por fin consiguiéramos nuestra victoria.

Ya era hora de dejar de huir.

Pasaron minutos hasta que por fin llegamos al final del bosque y encontramos el comienzo de la arena que daba al río. El río ahora tenía en él un puente hecho de madera, obra de los Telmarinos para llegar hasta nosotros.

Ya fuera a pie o a caballo, corrían lejos de nosotros.

Llegamos justo detrás de ellos y nos quedamos en la línea que marcaba el final de la playa y el comienzo del bosque. Todos los Telmarinos habían parado en seco y se habían quedado mirando algo al otro lado del puente.

Algunos Telmarinos miraban a ese punto, y otros nos miraban a nosotros, esperando a nuestro próximo movimiento. Pero tanto un bando como otro estaba parado, aunque preparado.

Entonces nos dimos cuenta que eso a lo que miraban sin parar era una niña: Lucy.

Los demás bajamos las armas al darnos cuenta de que era ella por la sorpresa. Lucy, con su capa gris oscuro ondeando, sacó la daga de su cinturón granate lentamente. Formó una pequeña sonrisa pícara, desafiando a los Telmarinos.

Nosotros volvimos a apuntar a los enemigos con nuestras armas, y ellos nos miraron con los ojos entrecerrados. Pero podía sentir su miedo y desesperación. Sabían que no iban tan bien como al principio.

Pero un cuerpo enorme y de color marrón claro, del color de la arena, salió de entre los árboles y caminó con parsimonia hacia Lucy. Después se posicionó a su lado. Podía sentir la impresión de los Telmarinos.

Un león.

Pero ellos empezaron a avanzar hacia los dos, aunque con algo de duda.

Lord Sopespian llevó su espada arriba, sin embargo.

—¡Atacad!

Gritaron y comenzaron a correr hacia Lucy y Aslan.

Cuando iban por la mitad del puente, vi que Aslan me guiñaba un ojo señalando con su cabeza al río.

Una bombilla se encendió en mi cabeza cuando supe a qué se refería, así que me agaché en el suelo y cerré los ojos mientras invocaba al dios del río.

Ellos me habían ayudado a invocar el agua por primera vez cuando Peter y yo discutimos la noche en que Aslan murió, y sabía que me ayudarían ahora. Ya fuesen los dioses o las náyades. Confiaba en el río.

Para ayudarme, Aslan rugió con tanta fuerza que la marea del río se formó, pues antes había estado tranquilo, y junto a su fuerza y la mía –lo sentí en mis entrañas– invocamos al mayor dios del río.

Los Telmarinos pararon rápidamente al notar que algo había cambiado en el ambiente. Ese rugido no había sido casualidad o un simple acto.

El agua se movía con fuerza. Noté que mis amigos me miraban con curiosidad, pero miraron hacia el punto por el que el dios se acercaba a nosotros. Yo seguía con mi mano apretando la arena y el césped bajo ella, y cuando me levanté sacudí mi brazo con fuerza para hacer que el dios se acercase aún más velozmente.

Fue así como apareció a nuestra izquierda una inmensa ola que poco a poco iba transformándose en agua en forma de hombre. Los Telmarinos la vieron acercarse y salieron del agua a duras penas en un intento de escapar de su furia. De mi furia y la de Aslan.

Lord Sopespian intentó salir del puente para huir del dios, pero este se alzó sobre todos y adquirió más altura. Era terrorífico, pero asombroso.

Llegó hasta el puente en el que los Telmarinos –cuyo tamaño en comparación era como el de hormigas– corrían y rompió el puente posicionándose bajo él. El puente comenzó a partirse en diferentes trozos por la presión que sufría al alzarlo hacia arriba.

El dios sujetó el puente del que todos los soldados habían saltado, y miró al centro, donde ahora se encontraba Lord Sopespian montado en su caballo.

Acercó su enorme rostro a él, y cuando el Lord le gritó de manera patética agitando su espada como si eso pudiese dañar a la deidad acuática, esta abrió su boca e hizo desaparecer al hombre por el agua.

El hombre se deshizo mezclándose con el agua del río y con él no dejó rastro del Lord o de su caballo.

La batalla había terminado.

Y habíamos vencido.

Peter me miró con una expresión de puro orgullo en su rostro, y no pude evitar sonreír, aunque me sentía terriblemente débil y cansada.

Él agarró mi mano con fuerza mientras los demás miraban hacia Lucy y Aslan.

—Es hora de volver a hablar con él—Dijo Peter con decisión.

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Capítulo intensito, sí.
Ahora viene la parte sad...

Bueno, aún no, os daré un capítulo alegre y gracioso antes.

Y después podremos ver lo que pasará.

¿Teorías de cómo acabará?

Espero que os esté gustando. <3

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