𝐎𝐍𝐂𝐄

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng



11. LA DERROTA NARNIANA

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

        CORRÍAMOS por los pasillos del castillo. Ya no podíamos perder el tiempo en intentar ser silenciosos o algo por el estilo, teníamos que ser rápidos y llegar hasta la puerta cuanto antes.

O eso pensaba que todos teníamos en mente.

Porque entonces, Peter y yo corrimos por otro pasillo que llegaba al exterior y vimos cómo Caspian y Susan se dirigían hacia otro.

—¡Chicos!— nos llamó Susan.

Peter y yo paramos en seco.

—¡Nuestros hombres aguardan fuera! ¡Vamos! —Respondió Peter con agitación y después volvió a correr.

Miré a los dos con cara de «¿A qué estáis esperando?» y seguí al rubio. Escuché que ambos nos seguían.

Pero algo rondaba por mi mente mientras tratábamos de llegar al exterior. ¿No era muy tarde ya para seguir con la redada? A lo mejor a estas alturas era muy arriesgado y debíamos hacer retirada. Las cosas definitivamente no habían salido como esperábamos.

Peter llegó fuera el primero con una velocidad impresionante. Yo iba detrás de él sin tropezar porque llevaba un vestido especial para luchar, y mi armadura femenina era cómoda. Me sentía ligera corriendo.

—¡Peter!— le llamé con la voz cansada—. ¿No es muy tarde para abrirla?

—¡No lo es!

Y entonces desenvainó su espada mientras seguía corriendo. Yo saqué la mía y miré hacia arriba. Vi que Edmund estaba cuerpo a cuerpo contra otro soldado que amenazaba con tirarle de la torre.

—¡Ed!— grité preocupada.

—¡Ahora, Ed! ¡Corre, avisa a las tropas! —Le decía Peter.

—¡Estoy un poquito ocupado!

Desde abajo vi cómo Edmund conseguía darle un cabezazo al soldado y lo echaba hacia atrás para después combatir contra él. Peter a mi lado ahora combatía con dos Telmarinos.

Jadeé y me lancé a la lucha. Solté un grito de guerra y lancé estocadas con la espada contra uno de los hombres que estaba encima de Peter. Él me miró enfadado y pareció subestimarme porque entonces sonrió de lado y trató de mover su arma con tranquilidad y parsimonia, como si fuese a ser fácil luchar contra mi.

En un movimiento rápido que no duró ni dos segundos, conseguí desarmarle y pasé la hoja por su muslo para hacerle caer y clavarla finalmente en una zona dolorosa de la ingle. Gritó de dolor y, satisfecha, me encargué de otro soldado.

Cuando terminamos, los dos corrimos hacia la puerta y miré atrás. No veía a Caspian y a Susan cerca.

Peter llegó hasta la rueda que abría las rejas de la puerta y me posicioné a su lado. Él hacía mucha fuerza para poder girarla. No dudé dos segundos en ayudarle.

—¡Es muy tarde! ¡Todos estarán preparados en la sala de armas de Miraz!— le decía yo a Peter, asustada. Aquello no podía acabar bien.

—¡Peter! —escuchamos la voz de Susan detrás de nosotros.

Nos giramos mientras movíamos la rueda enorme y pesada. Caspian y Susan estaban mirándonos alertados.

—¡Es demasiado tarde! —Al menos Susan pensaba igual al que yo.— ¡Tenemos que salir en seguida!

—¡No! ¡Todavía puedo lograrlo!

Él era muy testarudo. Sabía que si eso se le había metido en la cabeza, no conseguiríamos sacarlo de ella.

Con miedo vimos que de una puerta de arriba salían hombres armados que cargaban antorchas para iluminar su paso. Se estaban acercando.

—¡Ayudadme!—pidió Peter girando la ruda, pues mirando hacia arriba yo había parado momentáneamente.

Caspian y Susan se acercaron con rapidez y llegaron para entonces ayudarnos. Yo estaba muy nerviosa y las piernas me temblaban. Era una de las veces que más agitada me encontraba en medio de una batalla. Y no sabía todavía lo que venía encima.

La rampa comenzaba a bajar y a estar preparada para los nuestros. Pero yo tenía un mal presentimiento que sabía que se avivaría en cuanto viese a nuestros guerreros traspasar la puerta de entrada.

—¿Exactamente por quién haces esto, Peter?— le preguntó Susan sin parar de girar la rueda.

Miré a Peter esperando su respuesta, pero lo único que él hizo fue mirarla con algo de desesperación y tensando todos los músculos de su cara, haciendo fuerza por seguir girando. No dijo nada. Caspian y yo nos miramos con preocupación.

De las escaleras que había detrás de nosotros a unos cuantos metros se escucharon los gritos de muchos hombres que se acercaban cada vez más. Estaban muy cerca ya.

—¡Se acercan! —grité yo.

Pero entonces, mientras escuchamos las cadenas de la rampa moverse y bajar, se pudo oír también el sonido de cascos y armas chocando contra la piedra, de patas de animales y gritos de guerra de narnianos. Los nuestros también estaban llegando.

Cuando la rampa hubo bajado del todo, vi cómo algunos minotauros lanzaban por los aires a dos soldados que habían estado guardando la puerta. Estaban ya aquí.

No tardaron en cruzar la puerta de rejas ya subidas, y entonces nos miramos entre nosotros. Era el momento.

Nos giramos para mirar a los soldados Telmarinos y alzamos nuestras armas.

—¡Por Narnia! —Gritó Peter con decisión.

Nosotros gritamos en respuesta y nos lanzamos directos a la batalla. En un segundo se había mezclado un ejército contra el otro y los Narnianos arremetían contra los enemigos de manera espectacular. Ellos no se esperaban lo que se les venía encima, por lo que al comienzo estábamos en cabeza.

Yo comencé a luchar contra dos hombres que habían llegado hasta a mi y que trataban de rebanarme el cuello con todas sus fuerzas. Yo no paraba de soltar quejidos por el esfuerzo pero a la vez me sentía renovada y llena de energía. Necesitaba ganar y necesitaba conseguir hacer lo que había estado mucho tiempo esperando.

La furia que crecía en mi interior a cada momento me ayudaba seguir adelante y yo no paraba de matar a hombres. No prestaba atención a nada más, mi mente lo hacía de manera mecánica y mis manos se movían solas. Ni siquiera había recibido un solo rasguño. Pero yo estaba en modo batalla y era imposible que ahora yo me desconcentrara.

Sólo veía sangre, hombres que se interponían en mi camino y yo los asesinaba. Los mataba. Pero no me sentía culpable, me sentía como una máquina cuya única función era deshacerme de los que me obstaculizaban el paso. Después de tantos años combatiendo, aquello no era nada.

Escuchaba gritos, choques de espadas, piel desgarrándose..., todo lo desagradable que alguien se podía imaginar. Pero en ese instante yo no podía permitirme pensar en cada persona herida o asesinada, no podía permitirme ser una débil que se ablandaba. Debía tener en cuenta todo lo ocurrido con anterioridad.

Vi cómo Susan peleaba con lanzando sus flechas incluso con su mano y las clavaba como si de cuchillos se tratara.

Dos soldado se acercaron a mi con mucha velocidad pero fui rápida y me libré de ellos con rapidez. Noté cómo caía sangre sobre mi escudo y un poco en mi rostro. La limpié de mi piel y seguí con mi misión.

Miré hacia arriba en un momento dado y fruncí el ceño al ver que Miraz nos contemplaba, a mi exactamente, desde el balcón de su habitación con total tranquilidad. Me invadió la furia por todo mi cuerpo.

Los Narnianos habían subido hasta las terrazas, la fachada y las ventanas del castillo, adentrándose más en él. Pero aún así algo no me cuadraba, los Telmarinos debían tener más soldados preparados. Aquello no era todo lo que veríamos esa noche.

Entonces mis dudas fueron aclaradas cuando comprendí que un grupo de arqueros Telmarinos andaban entre los balcones y se posicionaban por encima de nosotros, cargados de ballestas.

—¡Arqueros! —gritó un general—. ¡Elegid un blanco!

Entonces Miraz me señaló sin pensarlo dos veces. Solté un grito ahogado a la vez que veía que todos los arqueros apuntaban en mi dirección por orden del rey.

—¡Apunten! —Gritó el general.

—¡Audrey! —Gritó Peter en mi dirección, dejando de luchar momentáneamente.

Yo no tenía escapatoria en ese momento, una decena de arqueros me apuntaban en ese instante y yo no podía simplemente desaparecer.

Pero entonces Edmund apareció por encima de la fachada y bajó las tejas del tejado del castillo. Fue tan rápido que el soldado que tenía delante no pudo verle y cayó por la patada que Ed le propinó en la espalda al caer encima de él. El soldado soltó un grito a la vez que caía de manera dolorosa al suelo que había en nuestra parte.

Peter miró hacia arriba con agitación.

—¡Ed!

Le avisó porque entonces todos los arqueros se habían fijado en él y ahora le apuntaban. Grité aterrorizada cuando vi que disparaban, pero Edmund se lanzó al suelo de la habitación que había al lado, consiguió cerrar la puerta haciendo que las flechas se clavaran en la madera de esta.

Volví a fijar mi vista en una persona concreta: Miraz.

Corrí apretando mis dientes y fui quitando a hombres de mi camino con la mayor rapidez que podía. Era un camino lleno de obstáculos que yo conseguía apartar.

—¡Audrey, no!— me dijo Peter, corriendo detrás de mi al ver lo que yo intentaba hacer—. ¡No lo hagas!

Miraz me miraba con media sonrisa, sabiendo que yo era solo una chica de diecisiete años contra él, un rey adulto. Pero también sabía que tenía algo en mi favor: el temor que, en el fondo, sentía hacia mi.

Sabía que una parte de él sentía respeto e intimidación por mi, porque había querido aniquilarme con sus arqueros y eso era síntoma de que me consideraba peligrosa y necesitaba eliminarme cuanto antes.

No estaba tan calmado respecto a mi como quería hacer parecer.

Mientras subía escaleras de piedra sin pensar en nada más que venganza, recibí un golpe en la cabeza por parte de un soldado que me hizo caer al suelo. De repente mi vista estaba nublada por puntos negros que me hacían sentir mareada.

Cerré los ojos unos segundo mientras escuchaba que Peter gritaba y se lanzaba a una batalla con el hombre que me había herido.

Sentía un dolor impresionante en el cráneo, seguramente me había dado con todas sus fuerzas con la ayuda del mango de su espada.

Me sentía débil y floja. Inútil.

Pero no era momento de lamentarme por las heridas, era momento de reconstruirme de nuevo, de reunir mis pedazos que intentaban esparcir por el suelo, y de hacerme más fuerte con cada golpe.

Me levanté cuando Peter me ayudó. Me miraba con preocupación.

—Sawyer, ¿estás bien?— sus ojos me analizaban con mucha rapidez por todas partes. Agarraba mi rostro con mucha fuerza, pero a la vez con miedo de hacerme daño.

—Estaré bien cuando ese hijo de puta se haya muerto —respondí con decisión.

Peter me miró sorprendido por las palabras que yo acababa de soltar. Nunca hablaba de esa manera y jamás me había escuchado expresarme con tanta agresividad en mis palabras. Ni siquiera con Rabadash o con Jadis. Pero Miraz era otro caso aparte.

Por alguna razón jamás había detestado tanto a alguien.

Supuse que fue por tantos años sintiéndome como un objeto para él, teniendo que aguantar sus asquerosas miradas y después teniendo que vivir cómo quería matarme. Cómo seguía queriendo hacerlo.

Me hacía sentir como una inútil, como un juguete del que te podías deshacer.

Odiaba esa sensación y cuando él muriera se acabaría.

Peter asintió y me agarró la mano.

—Entonces lo haremos juntos.

No me dio tiempo a sonreírle porque entonces más hombres se acercaron a nosotros para poder asestarnos un golpe. Fuimos veloces y acabamos con ellos en menos de un minuto. Mi espada se movía sola, era como si de repente hubiera olvidado que me había sentido tan débil los días anteriores.

Y lo que más me estaba motivando era lo que sentía desde el interior de mi cuerpo, que iba brotando poco a poco.

Era una ráfaga que sentí el primer día en Narnia cuando volví de nuevo. Cuando estaba en Cair Paravel. Lo volvía a sentir y esta vez con más fuerza.

Las ganas de acabar con Miraz me estaban ayudado a recuperar fuerzas que creía ya perdidas.

Pero me paré en seco al ver que un minotauro, de nuestro ejército, saltaba directamente hacia el balcón de Miraz. Se sujetaba con sus patas en la piedra de éste y miraba a Miraz con furia. Miraz alzó una ceja, sintiéndose poco amenazado.

El minotauro alzó su espada curvada y la iba a lanzar contra el cuerpo de Miraz cuando el general Glozelle apareció por detrás seguido de más soldados y lanzó una flecha contra el brazo de la criatura.

El minotauro rugió de dolor a la vez que sin querer soltaba su arma y esta caía al suelo. Pero no perdió el equilibrio ni la fuerza porque se sujetaba al balcón gracias a su otra mano.

Miraz se acercó lentamente a él y mientras yo negaba con la cabeza y los ojos se me llenaban de lágrimas, Miraz lo empujó consiguiendo que la criatura cayese desde aquella altura hasta el suelo.

—¡No!— Grité con dolor.

Un soldado llegó hasta nosotros, pero Peter le empujó con fuerza hacia abajo y gritando. Después miró a los demás con mucha preocupación.

—¡Cerrad esa puerta!— escuché que le decía Miraz a sus soldados.

Miré con más furia que nunca a aquel hombre, y canalizando toda la energía que había sentido en el fondo de mi cuerpo durante la batalla, alcé las manos y las guié en dirección a Miraz. Una ráfaga de viento salió de ellas y fue disparatada hacia aquel balcón.

Miraz y sus hombres se tambalearon con mucho vigor y la mitad de ellos cayeron de allí hasta el suelo, de igual manera que había ocurrido con el minotauro unos segundos atrás. Miraz seguía en el balcón, intacto.

Una lágrima cayó por mi mejilla por el esfuerzo a la vez que contemplaba a Miraz mirándome con una mezcla de enojo y de miedo.

Pero el corazón me dio un vuelco cuando vi cómo Trumpkin, nuestro querido amiguito, caía también desde la torre de la campana y aterrizaba contra la piedra en una caída que no supe si había sido mortal. Me había quedado sin voz para gritar. Puse mis manos en la boca con sorpresa. El cuerpo se me había quedado helado.

Los soldados que lo habían tirado comenzaron a cortar el hierro que mantenía la puerta del castillo abierta con un hacha. Querían dejarnos allí encerrados.

Entonces el hierro y lo que sujetaba fueron cortados, de manera que al caer al suelo la rueda comenzó a moverse sola con rapidez. La verja estaba bajando, acabaríamos allí encerrados y nos aniquilarían uno a uno.

Apreté con fuerza la mano de Peter mientras veíamos cómo otro minotauro corría rugiendo hacia la puerta. Mi piel se erizó al contemplar cómo el pobre animal dejaba que todo el peso de la verja cayese sobre sus hombros. Había dejado vía libre para que los demás saliéramos.

Miré a Peter con terror y él tragó saliva.

Miró a los demás y comenzó a gritar desde su posición.

—¡Replegaos!

Apretó con más fuerza mi mano y me ayudó a bajar las escaleras prácticamente corriendo. Tuvimos que separarnos para poder librarnos de los que se interponían en nuestro camino. Pero ahora yo tenía la ayuda de mis poderes.

Habían vuelto por fin.

Con el fuego de la antorcha que un soldado tenía cerca de mi, pude proyectarlo hacia un grupo numeroso de hombres y conseguí incendiarlos. Gritaron por el dolor que sentían y yo me fijé en otros hombres que luchaban contra Reepicheep. Lancé unas estocadas contra sus cuellos, no había tiempo que perder.

—¡Salid de aquí!— le decía a todos los Narnianos que veía cerca de mi— ¡hay que salir de aquí cuanto antes!

—¡Hay que retirarse! —gritaba Peter a su vez en otra parte, aunque no le encontraba.— ¡en seguida!

Miré a todas partes con preocupación. No veía a Peter por ninguna parte y Susan también parecía buscar a Caspian, porque no estaba allí. ¿Dónde se habría metido?

Mientras me movía en círculos, gritando a los demás que se marcharan cuanto antes, e iba luchando contra otros enemigos, Susan chocó conmigo, espalda con espalda.

—¡Rápido, sácalas de aquí! —le dijo Peter a Glenstorm corriendo hacia nosotras con la espada en alto— ¡marchaos en seguida!

Susan y yo estábamos paralizadas mientras Glenstorm galopaba en nuestra dirección.

—¡Corred!— repitió Peter.

Glenstorm le tendió su mano a Susan y ella la agarró para después impulsarse sobre el lomo del animal. Ahora los dos me tendían sus manos para ayudarme a subir detrás de Susan.

Negué con la cabeza.

—¡Sawyer! —trató de advertirme Peter—. ¡Sube!

—¡No! —chillé decidida. Miré a Glenstorm—. ¡Salid de aquí ya, no me esperéis!

—¿¡Y Caspian!? —preguntó Susan cuando Glenstorm comenzó a trotar hacia la puerta medio abierta.

— ¡Lo encontraré! — respondió Peter.

Después se dirigió a mi con preocupación y enfado.

—¿Se puede saber qué haces? ¿Por qué no te has ido como te he dicho?

—¡Porque no te dejaré aquí solo! ¡Te conozco lo suficiente como para saber que no te marcharás hasta que no hayan salido todos! ¡Y de aquí no saldrán todos, por ende puedes morir!

—¡Soy su rey! —me intentó explicar, y actuó de escudo cuando un hombre se lanzó contra nosotros. Después le propinó un golpe con Rhindon y consiguió tirarlo al suelo dejándole inconsciente. Me miró de nuevo con la respiración muy agitada—. ¿Si no soy yo quién se quede con ellos quién lo será?

—¡Pues yo no me quedaré viviendo tan tranquila si tú mueres! ¡Te lo dije una vez y te lo repito ahora! ¡No me marcharé mientras tú no lo hagas, estoy contigo!

Peter me miró con sorpresa, subiendo y bajando su pecho con rapidez.
Después se giró para mirar a nuestros guerreros.

—¡Vamos! ¡Marchaos! —les gritó—. ¡Salid de aquí!

Utilicé el aire para crear un huracán que alejó a unos diez hombres de nosotros. Pero no podíamos hacer mucho más. Me sentía agotada y cada vez eran más en número. No había manera de que yo saliese viva de allí. Pero si iba a morir por los míos, luchando por su libertad, que así fuera.

En ese instante unas puertas se abrieron y de ellas salieron tres caballos. Uno lo llevaba Caspian, el otro el profesor Cornelius y el último iba vacío.

Caspian se giró para mirarnos y nos indicó con la cabeza que subiéramos al caballo vacío.

Peter y yo comenzamos a correr hacia él. No podíamos hacer nada más. No había manera de solucionar aquel desastre.

— ¡Marchaos! —les pedía Peter, pero había muchos narnianos que seguían empeñados en seguir luchando— ¡retirada!

—¡Salid de aquí ya! —decía yo mientras corría.

Peter se sujetó a la montura de su caballo y mientras corría sin llegar a subirse, tuvo que deshacerse de un soldado que se interponía en su camino con una patada en el pecho. Peter se subió de un salto al caballo.

Pero mientras yo corría un soldado se interpuso en mi camino y me golpeó con su espada en el estómago. Lancé un quejido mientras me echaba hacia atrás. Me había dejado completamente sin aire y apenas me quedaban fuerzas.

—¡AUDREY! —escuché que me llamaba Peter.

Paró su caballo en seco mientras Caspian se giraba para ver qué había pasado. Me miró con terror a la vez que yo miraba al soldado que estaba a punto de clavarme su espada en el pecho. Grité con pocas fuerzas y lo lancé gracias al aire hacia la pared más lejana. El hombre cayó de manera que seguro había sido mortal.

Intenté correr hacia el caballo de Peter, que tuvo que coger velocidad de nuevo para poder salir de allí con impulso, pero se giraba para mirarme con los ojos cristalizados.

—¡Audrey, tú puedes! –me gritaba con desesperación.

Mi vista se nublaba y mis extremidades me daban pinchazos que me debilitaban con cada paso que daba.

Peter me tendió su mano y yo le miré negando con la cabeza, apretando los labios, aunque no dejé de correr.

—¡Estás perdiendo el tiempo! —le dije con negación—. ¡Sal sin mi!

Él negó ahora con su cabeza, abriendo mucho sus ojos y tensando su mandíbula. Agarró mi mano, para mi sorpresa, y habló con determinación:

—Yo tampoco podría vivir si tú murieras.

Entonces me impulsó hacia arriba y me hizo caer detrás de él en el caballo. Lo había hecho de manera casi sin esfuerzo, a diferencia de lo que me habría costado a mi subir sin ayuda con las energía tan baja que tenía en ese momento.

Cruzamos la puerta con velocidad y noté cómo
esta acababa cerrándose detrás de nosotros. El minotauro había caído al suelo y con él la puerta.

Me agarré a la cintura de Peter y traté de no perder el equilibrio mientras galopábamos. Estábamos fuera.

Peter paró el caballo al escuchar los gritos de los Narnianos encerrados. Los demás cruzaron el puente y llegaron junto a los demás guerreros de nuestro ejército que habían conseguido salvarse.

Había muchísimos narnianos que nos miraban a través de las rejas, asustados.

—¡Corred, salvaos vosotros!— nos decía uno.

Ante mi tenía la imagen de nuestros guerreros muriendo sin poder evitarlo. Mi corazón se estaba rompiendo y mis ojos no tardaron en llenarse de lágrimas. Miré a Peter con desesperación, esperando que tuviera una solución para esto también.

Él siempre tenía una solución.

Pero la imagen que me dio me devastó. Se veía más derrotado que nunca. En su expresión se podía ver que se negaba a marcharse sin hacer nada más, pero cuando se giró para mirar a Susan y a Glenstorm, sus sospechas sobre las nulas posibilidades de salvarlos se confirmaron.

No había más que hacer.

Se había acabado.

Habíamos sido derrotados.

Comencé a llorar desconsoladamente agarrándome a Peter cuando vi cómo un hijo de Glenstorm asentía en dirección a su padre dándole a entender que estaba bien que se marchara. Glenstorm asintió también con profunda tristeza.

—¡Chicos! —nos llamó Caspian—. ¡El puente!

El puente en el que estábamos había comenzado a levantarse y en cualquier momento nos dejaría a nosotros también encerrados.

Lancé una última mirada a nuestros valientes y trágicos guerreros a la vez que Peter se debatía en si salir de allí. Me miró y apretó sus labios con los ojos cristalizados para después mirar hacia adelante y hacernos saltar en el cabello fuera del puente.

Caímos con fuerza sobre la otra parte del puerto y finalmente nos reunimos con los que habían podido salir sanos y salvos.

Al menos casi todos.

Edmund llegó hasta nosotros montado en un hipogrifo y me sentí una persona horrible al darme cuenta de que no había pensado en cómo habría salido él de allí o si habría salido. Nadie había preguntado por él. Él nos sobrevoló y nos adelantó.

Apreté mi mejilla contra la espalda de Peter mientras mis manos temblaban en su chaqueta de cuero. No podía mirar a mi alrededor, no me atrevía.

Había sido el peor momento de mi vida.

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

Una de las peores escenas sin duda :(

¿Opiniones?

Drey ha conseguido sus poderes y Peter y ella se han confesado unas cuentas cosas igualmente ;)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro