𝒆𝒍𝒆𝒗𝒆𝒏

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐸𝐿𝐸𝑉𝐸𝑁 )
𝚍𝚎𝚌𝚎𝚙𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚒𝚗𝚊𝚍𝚟𝚎𝚛𝚝𝚒𝚍𝚊𝚜.

Al día siguiente, como era usual, la habitación de Alaska parecía la biblioteca privada de sus amigos. Blaise y Theo estaban acompañándola, tenían libros y pergaminos por todas partes y se encontraban terminando con sus redacciones, comparándolas entre sí y perdiendo el tiempo entre charlas.

—¿Les dije que Slughorn va a organizar una fiesta de Navidad? —Les comentó Blaise.

—Y esa fiesta también será sólo para los preferidos de Slughorn, ¿no?

—Sí, sólo para los miembros del Club de las Eminencias —Confirmó Blaise, orgulloso por formar parte de aquel club—. Pero podemos llevar invitados. Daphne estará contenta de tener ocasión para mostrar alguno de sus vestidos.

—¿Y ya la invitaste? Sabes que se molestará si no lo haces pronto.

El moreno pareció analizar las palabras de su amiga, y termino saliendo de la habitación para ir a buscar a su novia.

—No comprendo cómo es que Slughorn no te ha invitado a formar parte aún —Le dijo Theo—. Por lo que Blaise dice, eres la mejor.

—Y es verdad, el profesor está encantado conmigo. Pero no está dispuesto a arriesgarse, su seguridad es más importante —Respondió ella—. De todos modos, no me sobra tiempo para ir a esas fiestas.

—¿Por eso estás atrasada con los deberes de Encantamientos? —Le preguntó el chico, señalando el libro de Hechizos que estaba leyendo.

—Terminé con esos deberes hace días —Alaska observó al chico por unos segundos—. Ven aquí.

Theo obedeció y se acercó a ella, echándole un vistazo a los nombres d ellos libros que tenía a su alrededor.

—¿Qué opinas de la creación de hechizos?

—¿Creación de hechizos? ¿no es eso avanzado?

—Sé lo suficiente —Dice Alaska con seguridad—. He tenido esta idea desde el curso anterior.

Y era cierto, a Alaska le había interesado la creación de hechizos desde que Snape le había enseñado los hechizos que el mismo creó en su época en Hogwarts, pero solo entonces, gracias a las lecciones que recibió en el verano, tenía las habilidades necesarias para llevar sus idead a cabo, y comenzaba a pensarlo de forma más seria.

—Es una excelente idea. Si alguien es capaz de hacerlo, eres tú —Le dijo Theo con una leve sonrisa—. Tal vez yo no sepa lo necesario, pero si necesitas opiniones, puedes acudir a mí.

—En ese caso —Buscó entre todos los pergaminos que tenía a su alrededor hasta encontrar la lista con sus borradores—. ¿Qué piensas? Sólo son ideas aún, nada concreto.

El chico agarró el pergamino y comenzó a leer los garabatos que Alaska había escrito allí, soltaba pequeños murmuros de aprobación y otros de sorpresa. Al final levantó las cejas, pero parecía a gusto con lo que acababa de leer.

—Me agradan, son ideas con una buena base.

—¿Pero?

—Todos serían clasificados como magia oscura, ¿lo sabes, no?

—Sí, estoy al tanto de ello. Es lo que lo hace más interesante, ¿no crees?

Ambos se quedaron el resto de la mañana en la habitación, no salieron para la hora de comer. Estaban demasiado entretenidos investigando más sobre la creación de hechizos y todo lo que debían saber para concretar las ideas. Era complicadísimo, pero era un desafío que Alaska quería superar.

Sin embargo, su tiempo se acabo cuando Blaise llegó una vez más a la habitación, cuando faltaban quince minutos para las cinco de la tarde. Se suponía que el entrenamiento de Quidditch estaba programado para las cinco, por lo que tuvo que apresurarse para llegar a la hora.

Y es que era importante practicar todo lo posible con el próximo partido a la vuelta de la esquina. Durante aquel último entrenamiento Alaska estaba segura de que el equipo tenía altas probabilidades de ganar contra Gryffindor, sólo tenía una preocupación para ese día, y era Draco. A pesar de asistir a los entrenamientos, estaba distraído y no daba su mayor esfuerzo como el resto del equipo, era frustrante, pero Alaska sabía que no sacaría nada presionándolo más.

El día del partido, como era usual, en el desayuno reinaba un ambiente de gran agitación: los alumnos de Slytherin silbaban y abucheaban ruidosamente cada vez que un jugador del equipo de Gryffindor entraba en el Gran Comedor. Ella no evitó que lo hicieran, no era algo que ella podía evitar. Estaba satisfecha con el clima, el cielo azul estaba despejado, perfecto para un partido.

—Tenemos un problema. —Alaska dejó de comer su desayuno para observar a Blaise, quien ya llevaba puesto su uniforme.

—Draco no vendrá. —Dijo ella, sabiendo que eso sucedería desde que el chico le dijo que se adelantara para el desayuno.

—Su habitación esta hecha un asco, vomito por todos lados —Le explicó el moreno—. Lo llevé a la Enfermería, y estará allí toda la mañana.

—De acuerdo —Se levantó del asiento y observó el reloj en la muñeca del chico—. Tenemos treinta minutos para encontrar a un nuevo buscador.

—¿Un nuevo buscador? ¿Qué pasó con Draco? —Preguntó Thomas Dankworth detrás de él, con un tono nervioso.

—Está enfermo.

—¿Vomito y alucinaciones?

—Eso parece. —Dijo Blaise, cruzándose de brazos.

—Lilianne esta igual —Dijo entonces el chico—. Fui a buscarla a su habitación y sus compañeras me dijeron que está en la Enfermería desde la madrugada.

—No podemos jugar sin buscador y con una cazadora menos —Comentó Blaise—. Debemos hablar con el profesor Snape, cancelar el partido.

—No será necesario —Alaska acababa de ver a Harper entrar al Gran Comedor, uno de los chicos que se había presentado a las pruebas el curso anterior como buscador—. Podemos jugar sin un cazador, el resto lo tengo arreglado.

Se separó del grupo de chicos y se apresuró a llegar junto a al chico.

—¡Harper, espera! —El pelirrojo se detuvo frente a ella, su rostro tenia pintura verde y gris en modo de apoyo a su casa—. ¿Estás en condiciones para jugar como buscador en el partido de hoy?

—¿Cómo buscador? Claro, por supuesto... ¿Pero qué pasa con Draco?

—No está en condiciones, ¿juegas o no?

—Sí, sí.

—Perfecto —Dijo ella —Ve a los vestidores, allí encontraras uniformes.

Harper no esperó por más instrucciones y salió del Castillo junto a los golpeadores del equipo, Alaska se quedó allí, observando a los estudiantes de Slytherin que se encontraban desayunando. Vio a Theo junto a unos chicos de último año, sonrió cuando se le ocurrió una idea.

—¡Theo, levántate! —Exclamó, acercándose a él.

—Pero aún no termino con mi desayuno.

—No me interesa —Le espetó—. Vas a jugar en el partido de hoy.

Unas fuertes carcajadas se escucharon detrás de ella, Blaise que se estaba acercando a sus amigos escuchó aquel comentario y no pudo contener al risa.

—¿Theo? ¿jugando Quidditch? ¿en un partido? —Blaise se carcajeó un par de veces más—. Es lo mas gracioso que he escuchado en toda mi vida.

—Necesitamos un cazador extra, y los que se presentaron a las pruebas no valen la pena. —Se explicó ella.

—¿Y por eso Theo es tu solución? El chico nunca ha jugado.

—Blaise y yo somos jugadores excelentes, podemos jugar por nuestra cuenta pero necesitamos tres cazadores o nos descalifican —Alaska miró a Theo casi con suplica—. No tendrás que jugar, solo volar alrededor del campo y pasarnos la quaffle de vez en cuando.

—No me parece una buena idea. —Comentó Theo.

—No me interesa —Dijo Alaska—. Vendrás con nosotros, ahora. ¡Vamos!

El castaño siguió protestando pero la siguió de todas formas, los tres amigos se dirigieron al campo de Quidditch para prepararse. Sería un partido complicado, pero no iba a darse por vencida.

Salieron al campo en medio de apoteósicos gritos de ánimo y abucheos. Uno de los extremos del estadio era una masa roja y dorada; el otro, un mar verde y plateado. Alaska se acercó a la señora Hooch, que hacía de árbitro y ya estaba preparada para soltar las pelotas de la caja, Harry era el nuevo capitán de Gryffindor.

—Estréchense la mano, capitanes —Les indicó—. Monten en las escobas. Atentos al silbato. Tres... dos... uno...

Tan pronto sonó el silbato, Alaska y los demás se impulsaron con una fuerte patada en el helado suelo y echaron a volar. Mientras iba por la quaffle, vio a Theo volar de forma torpe, entonces sonó una voz muy diferente de la del comentarista de siempre:

—Bueno, allá van, y creo que a todos nos ha sorprendido el equipo que ha formado Potter este año. Muchos creían que Ronald Weasley, después de su irregular actuación el año pasado, quedaría descartado, pero, claro, siempre ayuda tener una buena amistad con el capitán...

Esas palabras fueron recibidas con burlas y aplausos en las gradas ocupadas por los simpatizantes de Slytherin. Alaska vio que Zacharias Smith era el nuevo comentarista, ella no lo soportaba.

—Ahí va el primer ataque de Slytherin. Ryddle cruza el campo como una centella y... ¡paradón de Weasley! Bueno, supongo que todos tenemos suerte alguna vez...

A la media hora de partido Gryffindor ganaba sesenta a treinta, Ron había hecho varias paradas y era difícil mantener la quaffle cuando sólo Blaise y ella sabían jugar de forma apropiada. Theo estaba intentándolo, pero su fuerte no eran los deportes.

—Ya se habrán fijado en que Coote no tiene la planta del típico golpeador —Comentaba Smith con voz altiva—, por lo general suelen tener un poco más de músculo...

A Gryffindor todo le estaba saliendo de maravilla. Marcaban un gol tras otro. Sin duda era el peor partido que Slytherin había jugado desde que Alaska era capitana.

—¡Sí dejas pasar una vez más la quaffle, te saco del equipo Steven! —Le espetó Alaska al guardián, cuando pasaba por su lado.

Alaska logró anotar dos veces más cuando finalmente escuchó un comentario que la alivio.

—¡Me parece que Harper, de Slytherin, ha encontrado la snitch! —Anunció Zacharias Smith por el megáfono—. ¡Sí, ha descubierto algo que Potter no ha visto!

Harper había salido disparado hacia arriba, sin duda había localizado la snitch, que volaba a toda velocidad por encima de ellos despidiendo intensos destellos que destacaban contra el cielo azul. El jugador de Slytherin estaba a sólo unos palmos de la snitch, con el brazo estirado...

Harper intento agarrar la snitch, la pelota se le escapó entre los dedos y pasó de largo. Entonces Harry, que iba justo tras él, estiró un brazo y atrapó la diminuta pelota alada. Cuando el público se dio cuenta de lo que había pasado, se alzó una ovación que casi ahogó el sonido del silbato que señalaba el final del partido.

—¡Por Morgana! —Exclamó Alaska, aterrizando de forma brusca en el campo.

Estaba más que molesta, se sentía furiosa. Había puesto demasiado esfuerzo durante los entrenamientos para que todo culminara de esa manera. No fue a los vestidores ni le dirigió la palabra al resto del equipo, con el uniforme puesto y lleno de barro salió del campo de Quidditch. Empujó a estudiantes para hacerse paso, solo deseaba llegar a su habitación y descansar.

Caminó por los vacíos pasillos del Castillo, refunfuñando por lo bajo y esperando no encontrarse con nadie. Estaba de mal humor y el cansancio por el poco sueño no le ayudaban, creyó que aquella tarde iba a celebrar una nueva victoria, pero no sería así.

—¿Al?

La chica levantó la mirada al escuchar aquella voz, lo que le pareció extraño. Draco estaba frente a ella, utilizando sus típicos trajes, pero no parecía enfermo. Se veía más que bien.

—¿Qué estás haciendo aquí? Creí que el partido...

—¿Qué estás haciendo tú? —Espetó ella—. Blaise dijo que estabas enfermo.

—Yo... bueno...

—¿Mentiste? ¿le mentiste a Blaise?

—Escucha Al, tienes que entender —Le pidió el rubio—. Tenía cosas que hacer.

—No puedo creerlo Draco, eres increíble... —Alaska no podía estar más molesta—. Si no tenías tiempo para el Quidditch podrías habérmelo dicho, ¡hubiera buscado a alguien con tiempo!

—Al, por favor.

—¡Estás fuera del equipo! —Exclamó Alaska—. ¡Y no vayas a seguirme! ¡No quiero verte!

Alaska siguió su camino con un paso rápido y brusco, estaba perdiendo el control. Y sabía bien que su falta de control no era solo por perder el partido de Quidditch, no tenía tanta importancia, pero creía que las cosas estaban escapando de sus manos. No le gustaba lo que estaba ocurriendo, que Draco se hubiera unido a los Mortifagos era algo que desequilibraba todo.

—¿Por qué tienes esa cara? —Espetó, cuando se encontró a Blaise cerca de la entrada de la sala común—. Fue solo un partido. Ganaremos el próximo.

—Eso deberías decírtelo a ti misma, te ves furiosa. —Le hizo notar el moreno, quien tenía una patética mueca.

—¿Sí? Eso es porque discutí con Draco. —Le dice, entrando a la sala común y dirigiéndose a su habitación.

—Vaya, que coincidencia —Comentó Blaise a su lado, siguiéndola—. Daphne rompió conmigo.

Alaska se sorprendió, lo dejó pasar y ambos se sentaron en el sofá luego de cerrar la puerta. Querían privacidad.

—¿Qué fue lo que sucedió?

—Sabes que tenemos problemas desde hace un tiempo, se estaba comportando diferente conmigo, desinteresada. Sus padres insistían en que debía terminar conmigo por la reputación de mi madre.

—Sus padres son unos idiotas.

—Ella también —Dijo con un bufido, con poco animo—. Desde que comenzó el curso ha estado coqueteando con otros chicos, hice la vista gorda pero...

—¿Lo dejaste pasar? —Exclamó Alaska, ofendida por la decisión de su amigo—. Blaise, no debiste hacer eso.

—¿Sabes que es lo peor? —Dijo con ironía—. Acabamos de pelear por sus celos.

—¿De quién va a tener celos? —Preguntó extrañada—. Solo pasas tiempo con ella.

—De ti —Confesó—. Quise seguirte luego del partido para calmarte, pues estabas muy enfadada pero ella me encontró primero. Estaba molesta porque fui contigo en vez de ir con ella, lo que me pareció estúpido porque me dijo que no iría a ver el partido. ¡Ni siquiera sabía que estaba allí!

—Escucha Blaise, no has hecho nada malo —Dijo Alaska en un intento de tranquilizar a su amigo—. Y, bueno, siempre creí que te merecías algo mejor que Daphne.

—Sí, porque la odiabas.

—No la odio —Exclamó—. Solo creo que es una persona a la que le importa demasiado lo que los demás opinen de ella; no me gustan ese tipo de personas.

El chico frunció los labios, se sentía deprimido. A pesar de haber tenido problemas con Daphne, la quería mucho, y le dolía haber terminado la relación. Blaise miró a Alaska y abrió sus brazos, ella no dudó en acercarse al moreno y envolverlo en un abrazo.

—Entonces, ¿te gustaría acompañarme a la fiesta de Slughorn?

—Eso molestará mucho a Daphne —Dijo ella—. Acepto.

Una vez más la nieve formaba remolinos tras las heladas ventanas; se acercaba la Navidad. Como todos los años y sin ayuda alguna, Hagrid ya había llevado los doce árboles navideños al Gran Comedor; había guirnaldas de acebo y espumillones enroscados en los pasamanos de las escaleras; dentro de los cascos de las armaduras ardían velas perennes, y del techo de los pasillos colgaban a intervalos regulares grandes ramos de muérdago, los cuales Blaise y ella intentaban evitar a toda costa.

Últimamente ninguno de los dos estaba pasando por un buen momento. Blaise seguía bastante deprimido por el término de su relación, y más lo afectaba ver a la chica saliendo con más personas. Y, en cuanto a Alaska, ella y Draco se evitaban siempre que podían. No habían arreglado las cosas luego de la discusión por el partido. Alaska ya estaba cansada de intentarlo.

—Hoy es la fiesta de Navidad ¿están emocionados? —Les preguntó Theo mientras se reunían en el pasillo luego de sus clases.

—Si, bastante. —Dijo el moreno con ironía.

—No puedo esperar por esta noche. —Le siguió la rubia, con el mismo tono.

—¿Porque se quejan? —Soltó su amigo—. Yo soy el que se perderá la fiesta.

—No será divertida Theo, no te preocupes —Le dijo Blaise—. Alaska y yo nos estaremos quejando toda la noche de lo miserable que son nuestras vidas.

—Mientras bebemos ponche rancio. —Agregó Alaska.

—Pues al menos asegúrense de que Ann pase un buen rato.

—Ann no nos habla desde que inició el curso —Le recordó el chico—. La pasará bien con sus nuevos amigos.

Alaska esperaba que así fuera, prefería ver a su amiga feliz con otros amigos a que estuviera aislada.

Durante la tarde, cuando ya faltaba poco para que la fiesta diera inicio, comenzó a prepararse. No hizo mucho esfuerzo, pues no estaba de ánimo. Se ondulo el cabello y se puso algo de maquillaje.

—Lasky ¿ya estas lista? —Escuchó la voz de Blaise desde el otro lado de la puerta.

—Estoy a punto, espérame en la sala común. Bajo en un par de minutos.

Se quitó el uniforme a toda prisa mientras escuchaba a Blaise alejarse de su habitación. Se puso el vestido color rosa pálido, era un color que no usaba con frecuencia pero Cissy se lo había regalado hace un tiempo, era de una tela sedosa y brillante. Perfecto para la ocasión. Luego de calzarse los zapatos de tacón, salió de su habitación.

Se encontró de frente con la puerta abierta de la habitación de Draco, sin pode evitar echar un vistazo lo vio sentado en el suelo con el uniforme aún puesto, algunos botones de su camisa estaban desabrochados y su cabello estaba bastante desordenado. Sobre una mesa baja tenía un montón de planos de algún tipo de mueble que no alcanzó a reconocer puesto que, en cuánto Draco la vio frente a su habitación, escondió todo.

—¿Qué eran esos papeles?

—Nada que necesites saber —Respondió Draco mientras se levantaba del suelo y se acercaba a mi mirándome de pies a cabeza—. ¿Porque estas vestida así?

—Iré a la fiesta de Slughorn junto a Blaise.

—¿Y qué hay de Daphne?

Alaska frunció el ceño—. Si hablaras con tus amigos sabrías que ella terminó con él hace días.

No dijo nada más pues no quería arruinar más su ánimo, se alejó de la habitación y buscó a Blaise en la sala común, encontrándolo cerca de la salida.

—Te ves increíble —Le dice su amigo, dejando un beso dónde crecía su cabello—. Es un lindo vestido.

—No creí que fueras a colocarte esa corbata rosa. Debo admitir que el color se te ve bien.

—¿Hay algo que no sepa lucir? —Alaska negó con diversión en modo de respuesta,

Ambos amigos se pusieron en camino a la fiesta, que se llevaría a cabo en las mazmorras. Ya estaban cerca del despacho de Slughorn y el rumor de risas, música y conversaciones iba creciendo.

Cuando entraron notaron que el despacho era mucho más amplio que los de los otros profesores. Tanto el techo como las paredes estaban adornados con colgaduras verde esmeralda, carmesí y dorado. La habitación, abarrotada y con un ambiente muy cargado, estaba bañada por la luz rojiza que proyectaba una barroca lámpara dorada, colgada del centro del techo, en la que aleteaban hadas de verdad. Desde un rincón apartado llegaban cánticos acompañados por instrumentos que recordaban las mandolinas; una nube de humo de pipa flotaba suspendida sobre las cabezas de unos magos ancianos que conversaban animadamente, y, dando chillidos, varios elfos domésticos intentaban abrirse paso entre un bosque de rodillas.

—¡Señor Zabini, que gusto verlo aquí! —Exclamó Slughorn en cuanto el muchacho y Alaska entraron—. ¡Pase, pase! Veo que ha decidido invitar a la talentosa señorita Ryddle, ¡sin duda una gran pareja!

Slughorn llevaba un sombrero de terciopelo adornado con borlas haciendo juego con su batín.

—Ha venido mucha gente interesante esta noche, así que no sean tímidos y saluden ¿sí? —Les recomendó el profesor—. Estoy seguro de que se divertirán. —Y sin agregar más, los dejó marchar. Cosa que agradecieron.

Agarraron dos copas de hidromiel y se dirigieron hacia el otro lado de la sala, asegurándose de pasar un buen tiempo, siguieron bebiendo y riendo entre ellos, pasando un tiempo de calidad como amigos, lo que hace mucho no hacían.

Ambos ya tenían las mejillas coloradas cuando su jefe de casa, Snape que también se encontraba en la fiesta, se acercó a ellos para recomendarles que detuvieran las bebidas. Blaise estaba dispuesto a hacer caso, pero Alaska, que se encontraba entonada, le dijo al profesor que se relajara un poco, después de todo se encontraban en una fiesta.

—¡La señorita Ryddle tiene razón, Severus! —El profesor Slughorn, que había estado hablando detrás de ellos con Harry, Luna y la profesora de adivinación, le tendió el brazo a Severus para que se uniera a él—, ¡Alegra esa cara! ¡Estaba hablando de los extraordinarios dotes de Harry para la elaboración de pociones! ¡Hay que reconocerte parte del mérito, desde luego, porque tú fuiste su maestro durante cinco años!

Atrapado, con el brazo de Slughorn alrededor de los hombros, Snape miró a Harry entornando los ojos. Alaska y Blaise se unieron al grupo.

—Es curioso, pero siempre tuve la impresión de que no conseguiría enseñarle nada a Potter.

—¡Se trata de una capacidad innata! —Graznó Slughorn—. Deberías haber visto lo que me presentó el primer día de clase, ¡el Filtro de Muertos en Vida! Jamás un alumno había obtenido un resultado mejor al primer intento; creo que ni siquiera tú, Severus...

—¿En serio? —Repuso Snape y miró ceñudo a Harry.

—¡Pero claro, Alaska no se queda atrás! Estoy al tanto de que es una de tus protegidas, Severus, y no te equivocas en ella. Su potencial es extraordinario, prepara pociones sin necesidad de leer las instrucciones.

—El profesor Snape me ha enseñado todo lo que sabe —Respondió Alaska—. Tengo talento, pero también se debe a su ayuda.

—¡Por supuesto, por supuesto! Tú y Harry son el futuro, ¡se los digo ya! Recuérdame qué otras asignaturas estudias este año, Harry.

—Defensa Contra las Artes Oscuras, Encantamientos, Transformaciones, Herbología...

—Resumiendo, todas las requeridas para ser auror. —Terció Snape sonriendo con sarcasmo.

—Sí, es que eso es lo que quiero ser. —Replicó Harry, desafiante.

—¡Y serás un auror excelente! —Opinó Slughorn—. ¿Qué hay de ti Alaska? He escuchado de Hagrid que tienes un verdadero potencial con las criaturas mágicas, ¿piensas trabajar con ellas en un futuro?

—Sí, en realidad aspiró a...

—Profesor Slughorn —Una voz interrumpió por detrás interrumpió a Alaska, era Argus Filch y tenía Draco agarrado por una oreja—, he descubierto a este chico merodeando por un pasillo de los pisos superiores. Dice que venía a su fiesta pero que se ha extraviado. ¿Es verdad que está invitado?

Blaise dio un paso adelante, iba a ayudar a su amiga e inventar alguna excusa para salvarle el pellejo, pero Alaska no lo permitió. Agarró su brazo y tiró de él para que volviera a su lado. No dijo nada, pero el moreno comprendió. Se quedaron allí, observando sin intervenir.

—¡Está bien, no me han invitado! —Reconoció a regañadientes—. Quería colarme. ¿Satisfecho?

—¡No, no estoy nada satisfecho! —Repuso Filch, aunque su afirmación no concordaba con su expresión triunfante—. ¡Te has metido en un buen lío, te lo garantizo! ¿Acaso no dijo el director que estaba prohibido pasearse por el castillo de noche, a menos que tuvieran un permiso especial? ¿Eh, eh?

—No pasa nada, Argus —Lo apaciguó Slughorn agitando una mano—. Es Navidad, y querer entrar en una fiesta no es ningún crimen. Por esta vez no lo castigaremos. Puedes quedarte, Draco.

La súbita decepción de Filch era predecible y se dio la vuelta para marcharse murmurando por lo bajo mientras Draco sonreía y le daba las gracias a Slughorn por su generosidad.

—No tienes que agradecerme nada —Dijo Slughorn restándole importancia—. Ahora que lo pienso, creo que sí conocí a tu abuelo...

—Él siempre hablaba muy bien de usted, señor —Repuso Draco—. Aseguraba que usted preparaba las pociones mejor que nadie.

Alaska, observando al chico, se preguntó porque parecía tan decepcionado como el conserje al ser invitado a quedarte. ¿Qué era lo que realmente estaba haciendo fuera de la sala común a esas horas?

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