𝒇𝒐𝒖𝒓

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝑂𝑈𝑅 )
𝚝𝚘𝚍𝚘𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚊́𝚗 𝚖𝚊𝚕.

Luego de visitar el Callejón Diagon, Alaska no salió mucho de casa. Sólo para realizar sus obligaciones con Danniel y Bellatrix cada semana, pero además de eso, creía que pronto se volvería loca si no escapaba de aquella rutina. Sin embargo, a pesar de que las vacaciones estuvieran terminando, no estaba del todo feliz por volver a Hogwarts.

Ella creyó que, para entonces, ya tendría una nueva misión para ayudar al Señor Tenebroso, más eso no sucedió, lo que la tenía al borde de sus nervios, rememorando cada reunión en busca de una equivocación, pero estaba segura de que no había hecho nada mal.

Por ello no comprendió cuando, la noche anterior en la reunión con Voldemort, él solo se dedicó a felicitarla por sus grandes avances, luego de una demostración de sus habilidad había quedado más que satisfecho. Más, cuando le pregunto por su misión de aquel año, el Señor Tenebroso le decía que no tenía nada para ella, sus palabras exactas habían sido: "No hay nada en lo que me seas útil".

¿Nada en lo que fuera útil? Eso era una idiotez. ¿Para qué entonces la estaba preparando tanto? Alaska no lo entendía, pero no había nada que ella pudiera hacer al respecto. Snape la había tranquilizado mientras desayunaban el primero de septiembre, le dijo que tendría más tiempo para dedicarse a otros de sus pasatiempos o a la misión que Dumbledore tendría para ella.

—Tienes razón —Dijo recogiendo los platos sucios—. Sólo espero que sea algo bueno.

—Deja eso ahí —Le indicó el hombre, cuando Alaska iba a comenzar a lavar los platos—. El auto del ministerio llegara en cualquier momento, debes estar lista.

—Aun no entiendo porque un auto del Ministerio debe llevarme —Comentó ella, dejando que Snape se encargara de la loza con un simple movimiento de varita—. Puedo llegar a Kings Cross por mi cuenta, como siempre lo he hecho.

—Dumbledore lo quiere así.

Alaska bufó, no le gustaba la idea de ser llevada por Aurores hasta el tren, pero prefirió no gastar sus energías en quejarse. Fue a buscar su baúl y su capa, y en cuanto el auto llegó, ambos subieron en él. El camino hacia el orfanato fue algo incomodo, la mayor parte del tiempo podía sentir la mirada del chófer sobre ella, observándola por el retrovisor. No se veía cómodo o feliz de estar haciendo su trabajo, pero ella decidió ignorarlo. Con el regreso oficial de Voldemort sabía que las cosas se volverían un poco más complicadas.

Luego de ir a buscar a Tim, se dirigieron a King Cross, que sólo quedaba a unos minutos de distancia. En una situación normal, Severus los dejaría solos en la estación, pero aquel día decidió acompañarlo hasta que subieran al tren. La idea de que Alaska viajara con el resto de los estudiantes y tuviera que estar en el andén 9¾ con el resto de las familias no le agradaba, había intentado convencer al director de permitirle viajar directamente al Castillo, pero Dumbledore creía que no era una medida necesaria.

Alaska empujaba el carrito con ambos baúles mientras Severus caminaba por detrás de ellos, asegurándose de que nadie a su alrededor intentara algo contra la chica. La plataforma mágica repleta de gente. Ella le había dicho que exageraba, pero él insistió: la gente perdía la razón con la guerra.

Tim fue el primero en separarse del grupo. Con una ligera sonrisa se despidió de Alaska, pues sabía que no debían verlo mucho con ella, y partió a reunirse con sus amigos que subían al tren. Snape le hizo una seña a la rubia, señalándole a una chica castaña que tenía la espalda apoyada en el muro y escribía algo rápidamente en una libreta.

A simple vista se podía ver el atractivo de Ann. Su brilloso cabello castaño caía por un lado de su rostro y sin capa sus curvas resaltaban. Su ceño fruncido daba cuenta de que se encontraba escribiendo algo de suma importancia para ella.

—¿Tus anotaciones son muy importantes o puedes darte un tiempo para saludar a tu amiga?

La castaña no levantó la mirada de inmediato, pero su cuerpo demostraba que sabía que era Alaska quien estaba frente a ella. La pluma se deslizó con prisa por su libreta y en cuanto terminó de escribir la última palabra, Ann por fin miró a su amiga.

—Tienes suerte de que haya estado terminando —Su amiga le dio un corto abrazo para luego guardar la libreta en su bolso—. Subamos al tren y busquemos un compartimiento, así estaremos más cómodas.

—Tengo que ir al vagón de prefectos, pero supongo que puedo estar contigo unos minutos. —Acepto Alaska.

Subieron al tren y mientras caminaban por el pasillo en busca de un compartimiento vacío los otros estudiantes se quedaban mirando a Alaska con descaro e incluso pegaban la cara a los cristales de las puertas para observarla mejor.

Cuando finalmente encontraron un compartimiento, se adentraron y bajaron las persianas de las puertas, dándoles mayor privacidad.

—¿Crees poder soportar ese comportamiento todo el curso? —Quiso saber Ann, luego de asegurar su baúl.

—No es que tenga otra opción, ¿o sí?

—Tienes razón —Ann chasqueó la lengua—. Aunque es algo molesto, ¿por qué no se ocupan de sus propios asuntos?

—Me gusta creer que sus vidas no son lo suficientemente interesantes para mantenerlos entretenidos —Alaska no se sentía con ánimos de hablar de aquello—. De todos modos, ¿cómo estuvieron tus vacaciones? No supe mucho de ti durante estos últimos meses.

—Eso es porque no hice mucho —La falta de contacto visual al decir aquellas palabras le hizo creer a Alaska que su amiga estaba mintiéndole—. Además de ayudar a mamá con sus mermeladas, me la pase en el jardín o leyendo.

—¿Sí? ¿Y qué hay de tus visiones? —Inquirió Alaska—. ¿Todo bien con ellas?

Sin embargo, antes de que Ann pudiera darle una respuesta, la puerta del compartimiento se abrió dejando ver a tres chicos. Draco, Blaise y Theo se encontraban allí, y parecían más altos y guapos que nunca.

—¿Ya se instalaron? ¿Y sin esperarnos? —Soltó Blaise ofendido mientras iba a sentarse junto a Ann—. Creí que éramos más unidos que esto.

—Estaban mirándome como si fuera un animal de circo —Comentó Alaska—. Necesitábamos privacidad.

—¿Animal de circo? —Repitió el moreno con confusión—. ¿A qué te refieres?

—Olvídalo, no tiene importancia.

—Son tan molestos —Dijo Draco, refiriéndose a los estudiantes—, creen saberlo todo. —Y se sentó junto a Alaska.

La rubia le dirigió la mirada al único chico que quedaba de pie. Theo no había dicho ni una sola palabra y se mantenía bajo el umbral de la puerta.

—¿No te sentarás, Theo? —Le preguntó la chica—. Pensé que podríamos comentar acerca de nuestras vacaciones y competir por quien lo pasó peor.

Más, Theo no se sentó. El compartimiento se sumó en un incómodo silencio cuando el castaño le dirigió la mirada a Ann y ella volteó casi de inmediato, de forma indiferente. Los tres amigos observaban con los ojos abiertos de la sorpresa, sin saber bien que sucedía.

—¿Qué fue eso? —Blaise fue el primero que habló cuando Theo se fue, cerrando la puerta tras de sí.

El tren comenzó a avanzar justo en ese momento.

—¿Están peleados? —Preguntó luego Alaska.

—Terminé con él hace semanas. —Les anunció con naturalidad.

—¿Qué? —Soltó el moreno con conmoción—. Creí que ustedes dos seguirían juntos por toda su vida. Morgana, no puedo creer esto. Ahora Draco y Alaska son mi única esperanza que queda viva de amor verdadero.

—¿Qué hay de Daphne y tú? —Apuntó Draco.

—Oh, eso es algo diferente.

—No nos desviemos del tema —Pidió la rubia, volviendo a mirar a su amiga—. ¿Por qué terminaste con Theo? ¿Sucedió algo?

—¿Me dirás que en serio no lo sabes? —Ann no parecía creerlo—. ¿No te has enterado?

—¿Enterarme de qué? —Insistió, teniendo una mala sensación al respecto.

—Sabes que no puedo decir las cosas que veo. —Dijo finalmente.

—¿Las cosas que ves? ¿te refieres que viste algo acerca de Theo? —Repitió Alaska.

—Sí.

—Espera —Soltó, uniendo cabos y esperando que no tuviera razón—. ¿Viste algo del futuro? ¿terminaste con Theo por algo que tal vez ni siquiera ha hecho aún?

—Es algo malo, Alaska. No lo entenderías. —Recalcó, como si aquella justificación diera por terminada con la conversación.

—¡No puedes hacer eso! —Espetó Alaska con visible molestia—. ¡No puedes sacar a la gente de tu vida solo por cosas que aún no suceden! ¡No es razonable!

—Creo que tengo la edad para tomar decisiones por mi cuenta. —Dijo con suficiencia.

—¿Y cómo sabes que, sea lo que sea que Theo hará en un futuro, no es por culpa tuya? ¿Porque terminaste con él sin razón alguna?

Ann no respondió, de un momento a otro parecía muy interesada en el paisaje que se veía tras la ventanilla.

Alaska se levantó con frustración, y sin decir una palabra más se fue del compartimiento. No quería estar con Ann en ese momento, y de todos modos debía ir al vagón de prefectos, suponía que Draco se uniría a ella más tarde.

En el gran compartimiento vio casi los mismos rostros del año anterior. Los Premios Anuales y los prefectos de quinto de cada casa eran los únicos rostros nuevos, pero no se detuvo a observar a cada uno. No le interesaba demasiado conocerlos.

Intentó ignorar el hecho de que cada conversación se apagó en cuanto entro en el vagón, los prefectos de Slytherin intentaron ocultar aquel hecho, comenzando a charlar en el momento en que ella cerró la puerta tras de sí. Fue junto a los de su casa, y mientras saludaba a cada uno de ellos pudo sentir la fija mirada de Archer sobre ella. Durante las vacaciones no había dejado de insistir con una respuesta de su parte, le enviaba decenas de cartas las que ella nunca leyó. No podía hacerlo.

El pelinegro era el único chico de las demás casas que no evitaba mirarla, más ella no desistió y no le dio la satisfacción de una simple mirada.

—Alaska —Habló el Premio Anual—, ¿sabes cuándo llegará Malfoy?

—Debería estar acá en cualquier momento.

Sin embargo, Draco no se apareció. Luego de esperarlo por un cuarto de hora decidieron que lo mejor era comenzar con la reunión, que consistía en la misma larga y aburrida charla de la vez anterior.

Alaska se preguntó como algo que alguna vez la emocionaba tanto, ahora le parecía tan tedioso. Por supuesto que le encantaba la idea de ser Prefecta, era un claro recordatorio para ella que había superado a todas las demás chicas de su año, por eso anhelaba tanto convertirse en Premio Anual. Más, ahora las reuniones semanales, los castigos y quitar puntos le parecían una pérdida de tiempo. Tal vez, lo único que le llamaba la atención, eran las patrullas nocturnas, siempre le había gustado hacer aquello. Era el único momento que tenía para estar a solas y no ser vista por nadie más.

Para muchos, el baño de prefectos era el mejor privilegio, pero ella nunca lo utilizaba. No le gustaba entrar a aquel lugar.

Alguien sacudió su hombro, era Astoria. Parecía que la reunión había terminado mientras ella vagaba en las profundidades de sus pensamientos.

—¿Qué sucede con Draco? —Le preguntó la menor—. Él está bien, ¿cierto?

—¿Y por qué no lo estaría? —Respondió Alaska, nada alegre con aquella interrogación.

—¿Entonces por qué no se presentó a la reunión?

—Tal vez porque sabe lo aburridas que son estás reuniones.

La rubia fue descuidada con su tono de voz, y pudo observar como una sonrisa burlona aparecía en el rostro de Astoria. Alaska no podía sentirse más irritada.

—¿Él no te lo dijo, o sí? —Dijo ella con satisfacción.

—Eso no es de tu incumbencia, Astoria —Espetó Alaska—. Ahora, si me disculpas.

Y se deslizó entre los demás prefectos que intentaban salir, escapando de aquel lugar para volver con sus amigos. No se detuvo ni un solo segundo a pesar de los comentarios y susurros que llegaban a sus odios, no le interesaba malgastar su tiempo con aquellos estudiantes. Sólo deseaba estar a salvo en la seguridad que sus amigos le brindaban.

Con un suspiro de alivio abrió la puerta del compartimiento, sus ojos de inmediato se movieron hacia la pareja que se encontraba besándose contra la ventana del lugar, Blaise y Daphne no parecían avergonzados de la escena que estaban armando frente a Ann y Draco.

—Por el bien de Morgana podrían poner una advertencia en la puerta del compartimiento. —Se quejó Alaska, sentándose junto a Ann, lo más alejada posible de la pareja.

El eco de sus besos finalmente se detuvo, y Ann le agradeció a su amiga por la interrupción sin pronunciar las palabras. El moreno volvió a tomar asiento junto a Draco y su novia se arregló la blusa mientras decía:

—Tal vez tu podrías utilizar una campanilla en el cuello, así todos se enterarían cuando te estes acercando a algún lugar.

—No creo que sea necesario, es más fácil para ti observar a Blaise. Cuando se vea repentinamente desinteresado en tus besos, sabrás que estoy cerca.

Ahora que Alaska la que sonrió con satisfacción, y su reacción fue aún más notable cuando vio a Daphne dirigirle una mirada de indignación a su novio y desaparecer del compartimiento.

—¡Alaska! —Se quejó Blaise de inmediato—. Si te habló de sus inseguridades es para que me des consejos, no para que lo utilices en su contra.

—No pude evitarlo. —Dije, dejando escapar una carcajada.

—¿Por qué estarías más interesado en Alaska que en besar a tu propia novia? —Cuestionó Draco con cierta agresividad.

—¡Tranquilo hermano! —Blaise se aseguró de alejarse unos centímetros de Draco para asegurar su integridad física—. No es lo que crees.

—Blaise cree que Daphne es algo...

—Aburrida. —Dijo Alaska al ver que Ann no encontraba la palabra correcta.

—Y cuando se lo comentó a Daphne, ella se puso a la defensiva y asumió que Blaise deseaba que fuera más como Alaska, ya que siempre habla de ella. —Explicó la castaña.

—Y así debería ser —Comentó la rubia—. Sin duda soy mucho más interesante que Daphne.

—Yo creo que Daphne es admirable en ciertos aspectos. —Dijo Draco en voz baja, sabiendo que lo que decía no sería bien recibido.

—Un comentario más y te dejare por Blaise, Malfoy.

—Intentaba ser sincero. —Habló, levantando ambas manos en el aire,

—¿Ah sí? —Inquirió ella—. ¿Entonces por qué no me dijiste que no irías a la reunión de prefectos? No te hubiera tomado más de cinco segundos.

Draco no respondió.

—Entiendo que no quisieras ir a la reunión, de todos modos, es aburrida. Pero me hubiera gustado una advertencia al menos.

—No es sólo la reunión. Este año no pienso seguir con las obligaciones de prefecto. —Confesó, dándole poca importancia a sus palabras.

—¿Y eso a que se debe?

—Hay cosas mucho más importantes que patrullar y quitar puntos.

—No me digas que todo esto se trata de...

—¿Si ya lo sabes para que preguntas? —Le espetó Draco, sin dejar que terminara de hablar.

El ambiente era tenso, sus amigos se habían quedado inmóviles. Aquel ambiente se interrumpió cuando la puerta del compartimiento se abrió de golpe y una niña de tercero entró jadeando.

—Traigo esto para Blaise Zabini y Ann Pudeator. —Llevaba dos rollos de pergamino atados con una cinta violeta y se los entrego rápidamente para luego irse.

Ambos chicos abrieron los pergaminos y leyeron el contenido de los pergaminos, visiblemente confundidos.

—¿De qué se trata? —Preguntó Alaska con más dureza de la que hubiera esperado.

—El nuevo profesor nos está invitando a comer algo con él. —Les dijo Ann, revisando cada centímetro del pergamino en busca de alguna razón de la invitación.

—Bueno, supongo que nos veremos luego.

Blaise tomó a Ann por el brazo y se largó, no se veía nada molesto por tener que abandonar a sus amigos. De hecho, la invitación había llegado justo a tiempo.

Entonces, cuando Alaska se aseguró de poner el seguro de la puerta para que nadie más los interrumpiera, siguió con la conversación que había quedado pendiente.

—Creí que ya no tendríamos más secretos. —Dijo cruzando los brazos sobre su pecho.

Draco bufó con gracia—. Alaska, contigo siempre hay secretos. A pesar de ser mejores amigos desde primer año nunca me dijiste nada de tu marca, de tu misión, de todo lo que estabas pasando. Y no hablemos de tu tío... Ni siquiera me has contado toda la verdad sobre lo que ocurrió aquella noche en el Departamento de Misterios. ¿Cómo podría saber cuántas cosas más estas ocultándome?

—¿Cómo te atreves a sacarme eso en cara? —Soltó Alaska, al momento que su vista se nublaba y sentía un nudo formarse en su garganta. Sus ojos comenzaban a arder—. Sabes bien que no son temas fáciles de hablar. Si alguna vez te oculte algo fue por tu propio bien.

—Pues eso mismo estoy haciendo yo. Intentó protegerte.

—Ya te dije que...

—Sí, lo sé, lo dejaste claro la última vez. No tengo lo necesario para ayudarte, no soy suficiente para ti.

Alaska abrió la boca, pero ninguna palabra brotó de su garganta. Encontraba increíble que Draco pensara de aquella manera. Ella nunca había querido dar a entender aquello. Para ella, Draco era el que necesitaba a alguien mejor en su vida, que no tuviera tantos problemas consigo. ¿Qué ganaría él saliendo con la hija de un mago tenebroso del cual su padre es seguidor? Nada bueno. Era ella quien pensaba que Draco debía alejarse de ella y conseguir a alguien que le hiciera bien. Pero Alaska era demasiado egoísta como para dejarlo ir.

Entonces, que Draco dijera esas palabras no le hacía sentido. ¿No había demostrado ya lo mucho que lo amaba? Después de todo, estuvo reprimiendo sus sentimientos hacia él durante dos largos años porque lo que menos quería era perderlo. Entonces, ¿cómo Draco podría pensar que él no era suficiente?

—Eso no era a lo que me refería cuando dije eso.

Draco desvió la mirada.

—El Señor Tenebroso es uno de los más grandes magos que han existido, y aunque ambos nos opongamos a él, no será suficiente. Por más que nos guste pensar que podríamos contra él, no es cierto. La verdad es que él es mucho más poderoso que nosotros dos, y no quiero que nos arriesguemos a intentarlo, porque uno de los dos podría terminar muerto y eso sería el fin.

Alaska se arrodillo a un lado de Draco, buscando sus manos para entrelazarlas.

—Eres una de las personas más importantes en mi vida, Draco. No quiero perderte ni en un millón de años, ¿entiendes? Sé que ambos tenemos nuestros problemas, pero no quiero que esto nos separe. No cuando lo único que deseo es estar a tu lado, y que tu desees lo mismo.

—Lo único que me hace feliz es estar contigo, Al. —Le respondió el rubio, y ella tomó aquellas palabras como el fin de aquella pelea.

Sus amigos no volvieron hasta el atardecer, permitiéndoles a Draco y Alaska un buen tiempo a solas que añoraban después de no verse durante todas las vacaciones. Blaise abrió la puerta del compartimiento y dejó pasar primero a Ann para luego entrar él, sin embargo, al cerrar la puerta está se quedó atascada a mitad de camino.

—¿Qué le pasa a esta puerta? —Se extrañó Blaise, y tiró de ella haciéndola chocar contra algo. Luego se abrió por completo de forma repentina, y el moreno tropezó y cayó sobre Alaska.

Ann reía a carcajadas mientras cerraba la puerta sin ninguna dificultad.

—Juro que estaba atascada. —Dijo Blaise, aunque no parecía molesto por lo que había ocurrido.

—Blaise. —Lo llamó Alaska, esperando que se levantara y fuera a sentarse.

—¡Uy, lo siento! —Soltó él sin moverse sobre sus piernas, levantando su mirada para mirar a la rubia. Una sonrisa burlona decoraba su rostro—. ¿Interrumpí un momento intimo entre Draco y tú?

—Eso quisieras.

El chico finalmente se levantó y se sentó junto a Ann, que volvía a estar enfrascada en la libreta que Alaska había visto en la mañana. Draco siguió riendo por lo bajo mientras se recostaba y apoyaba su cabeza sobre el regazo de su novia.

—Entonces, ¿nos dirán que quería Slughorn?

—Sólo trataba de ganarse el favor de algunas personas bien relacionadas —Le contestó Blaise—. Aunque no ha encontrado muchas.

El comentario no pareció agradarle a Draco.

—¿Y a quién más invitó? —Inquirió.

—A McLaggen, de Gryffindor...

—Ya. Su tío es un pez gordo del ministerio.

—... a un tal Belby, de Ravenclaw... y a Longbottom, Potter y esa Weasley.

—¿Invitó a Longbottom? ¿Por qué iba a interesarle Longbottom? —Preguntó Draco y Blaise se encogió de hombros.

—Sus padres fueron reconocidos aurores en su época —Les dice Alaska, que ahora ya estaba al tanto de los nombres de todos los aurores y mortifagos que participaron en la Primera Guerra—. Debe pensar que Neville tiene la misma suerte.

—¿Y cómo sabes eso? —Quiso saber el moreno, comiendo algunos dulces que sus amigos habían comprado durante su ausencia.

—Porque leo libros, a diferencia de ti Blaise.

—Potter —Murmuró el rubio a su costado—, al maldito Potter. Vale, es lógico que quisiera conocer al «Elegido» pero ¿a esa Weasley? ¿Qué tiene de especial?

—Muchos chicos están enamorados de ella. —Le recordó Blaise.

—Además es buena jugadora de Quidditch. —Agregó Alaska.

—Y sabe realizar excelentes hechizos. —Terminó por decir la castaña.

—¿Por qué de repente todos están respaldándola?

Ann se encogió de hombros—. Es la verdad.

—Pues, además de eso, Weasley no tiene a nadie de interés en su familia. —Siguió el rubio.

—De hecho, su hermano Charlie es muy reconocido por sus estudios de Dragones —Intervino Alaska—. Ha publicado excelentes reportes sobre cosas que ningún otro mago había podido descubrir antes sobre los dragones. Además, si me preguntan, creo que sus habilidades son más que extraordinarias, tiene bastantes proyectos y estoy segura de que pronto se convertirá en un reconocido Magizoologo.

—¿Y cómo sabes de sus proyectos a futuro? —Inquirió Draco, enderezando su postura.

Alaska alzó las cejas—. Hablamos de vez en cuando, me dio su dirección cuando...

—¡Espera un momento! —Soltó Blaise con una sonrisa burlona—. Lasky, ¿acaso estas enamorada de un Weasley?

—Eso es absurdo —Dijo ella de inmediato, sin molestarse—. Charlie es más como un modelo a seguir, de verdad admiro su trabajo. Y también me servirá como un futuro contacto cuando comience con mi propia carrera, dijo que podía ayudarme a conseguir una pasantía en el Santuario de Dragones de Rumania en cuanto tenga mi título, ¿no es genial?

—¿Piensas irte a Rumania?

—Si tengo la oportunidad, claro. No tengo nada que perder.

Draco frunció el ceño y por unos segundos pareció perderse en sus pensamientos. Pero pronto sacudió su cabeza y continuo con el tema de Slughorn.

—De todos modos, Slughorn tiene muy mal gusto, mi padre siempre decía que en sus tiempos fue un gran mago, y él era uno de sus alumnos predilectos. Seguramente Slughorn no se ha enterado de que yo viajaba en el tren, porque si no...

—Yo no creo que te hubiese invitado —Lo interrumpió Blaise—. Me parece que a Slughorn no le interesan los mortífagos. Por eso no los ha invitado a ninguno de los dos.

—No quiere dar razones para que piensen que esta de su lado. —Dijo Alaska.

—Al fin y al cabo, ¿quién se cree que es? —Dijo Draco algo molesto por no haber sido invitado—. Tan sólo es un estúpido profesor. Además, el futuro es incierto, ni siquiera sé si el año que viene volveré a Hogwarts ¿A mí qué más me da si le caigo bien o mal a un viejo gordo y estúpido?

—¿Qué quieres decir con que no sabes si volverás a Hogwarts? —La rubia obligo a que el chico se levantara de su regazo.

—Por cómo están las cosas, quizás me dedique a cosas más importantes e interesantes. —Replicó.

—¿Cosas más importantes que tu educación? —Repitió Ann, dejando la libreta que había retomado a un lado.

—Mi madre también quiere que acabe mi educación en Hogwarts, pero francamente no creo que eso tenga tanta importancia. Si lo piensas un poco... Si el Señor Tenebroso se toma el poder, ¿crees que se va a fijar en cuántos TIMOS y ÉXTASIS tiene cada uno? Pues claro que no. Lo que importará entonces será la clase de servicio que se le haya prestado o el grado de devoción demostrado.

—¿Y crees que tú podrás hacer algo por él? —Repuso Blaise con tono mordaz—. Pero si sólo tienes dieciséis años y todavía no has terminado los estudios.

—Pues solo digo los hechos.

—No entiendo porque todos están tan obsesionados con el tema de Quien-no-debe-ser nombrado —Comento Ann levantándose de su asiento—. Pero no pienso quedarme con ustedes mientras piensen de esa forma.

Y sin más, la castaña salió del compartimiento.

—Bien hecho, Draco —Le espeta Alaska, asegurándose de que la puerta estuviera cerrada, bajando las persianas y lanzando un hechizo para que nadie fuera del compartimiento pudiera escuchar su conversación—. Has hecho a Ann enojar.

—¿Y que es todo ese discurso? ¿ya te has vuelto loco? —Le pregunto Blaise—. Creí que Lasky sería la primera en perder la cordura el año anterior con los TIMOs, peor creo que me he equivocado.

—No me he vuelto loco —Se limitó a decir Draco con una extraña expresión—. Ya se ve Hogwarts, será mejor que vayamos poniéndonos las túnicas.

Blaise se levantó para sacar los baúles de la rejilla, le había entregado el suyo a Alaska y en cuanto sacó el propio Alaska creyó escuchar un grito ahogado. Observó la rendija vacía y se volteó hacia Draco con una sonrisa salida, él también observaba con satisfacción.

Parecía que Harry Potter andaba espiando en compartimientos ajenos.

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