𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝑂𝑈𝑅𝑇𝐸𝐸𝑁 )

𝚞𝚗 𝚙𝚛𝚎𝚘𝚌𝚞𝚙𝚊𝚍𝚘 𝚌𝚘𝚖𝚒𝚎𝚗𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝚊𝚗̃𝚘.

La mañana siguiente despertó con jaqueca y horrible humor, Alaska lo relacionó a su periodo, pero también sabía que su mal sueño a causa de la reunión con Dumbledore era una de las causas.

Intentó no pensar en aquello, y pasar tiempo con Blaise era la mejor solución, pues él siempre tenía algo de lo que hablar.

—No me estás prestando atención. —Se había quejado el moreno en cuanto se sentaron y la rubia recostó su pecho y rostro sobre la mesa.

—Lo siento, Blaise —Dijo ella con sinceridad. Al sentarse de forma correcta vio que Draco y Daphne ya habían llegado y se encontraban sentados en la otra punta de la mesa, charlando entre ellos—. Estoy cansadísima.

—¿De qué? —Quiso saber él.

—De todo.

—¿Cierto rubio tiene algo de culpa en cómo te sientes? —Volvió a preguntar, en un tono más bajo—. Porque puedo darle una lección si es lo que deseas.

—No es necesario —Dijo ella, aunque analizó la idea por unos momentos—. Pronto se dará cuenta de que está siendo un imbécil.

—¿Qué fue lo que hizo ahora? Antes de las Navidades no se ignoraban tanto como ahora, creo que ni siquiera los he visto saludarse.

—Ambos pasamos las vacaciones en nuestras respectivas casas —Soltó ella, aliviada de poder hablar con Blaise—. No hemos hablado desde la fiesta de Slughorn, y él ni siquiera ha hecho el intento de acercarse.

—Entonces no pasaron juntos su aniversario.

—No dijo nada al respecto —Alaska se encogió de hombros, intentando demostrar que en realidad no le importaba tanto—. Parece no ser lo suficientemente importante para él como para recordarlo.

Pero, antes de que Blaise contestara, Slughorn pidió silencio a sus alumnos.

—¡Silencio, por favor, silencio! ¡Deprisa, esta tarde tenemos mucho trabajo! Tercera Ley de Golpalott... ¿Quién la sabe? ¡La señorita Granger, cómo no!

—La Tercera Ley de Golpalott establece que el antídoto para un veneno confeccionado con diversos componentes es igual a algo más que la suma de los antídotos de cada uno de sus diversos componentes. —Recitó Hermione de carrerilla, como siempre lo hacía cuando temía que Alaska pudiera robarle la respuesta, más, ella no se encontraba de ánimos como para participar.

—¡Exacto! —Exclamó Slughorn, eufórico—. ¡Diez puntos para Gryffindor! Pues bien, si damos por válida esa ley...

Alaska se acercó a Blaise y apoyó el costado de su frente en su hombro, se sentía extraña, incomoda en la clase.

—Creo que deberías dejarlo —Le murmuró el chico, sin hablar en serio—. Las personas que tienen nombres que comienzan con D sólo te hacen sufrir, te lo digo por experiencia propia.

—Puede que tome en cuenta tú comentario. —Le dijo de vuelta.

—Deberías. De hecho, creo que tú y yo seriamos una mejor pareja —Le aseguró Blaise, con rostro serio—. Ya sabes, tu nombre comienza con A, el mío con B... ¿conoces el abecedario, no?

Alaska se carcajeó en silencio—. Eso no tiene sentido.

—... lo cual significa, como es evidente, que suponiendo que hayamos conseguido identificar correctamente los ingredientes de la poción mediante el revelahechizos de Scarpin, nuestro principal objetivo no es seleccionar los antídotos de cada uno de esos ingredientes (tarea relativamente sencilla), sino encontrar un componente adicional que, mediante un proceso casi alquímico, transforme esos elementos dispares...

—¿Estás entendiendo algo de lo que está diciendo?

—Ni siquiera lo estoy escuchando. —Respondió Alaska.

—... así pues —Terminó Slughorn—, quiero que cada uno de ustedes se levante y agarre una de estas ampollas de mi mesa. Tienen que preparar un antídoto del veneno que contienen antes de que termine la clase. ¡Buena suerte, y no olviden ponerse los guantes protectores!

Hermione ya se había levantado e iba hacia la mesa de Slughorn antes de que el resto de la clase se hubiera dado cuenta de que tenía que ponerse en movimiento. Blaise y Alaska se pelearon por tomar una de las ampollas que contenía un líquido de color celeste, y regresaron a la mesa cada uno con una ampolla distinta, pues Daphne se había adelantado y tomado la que ellos querían.

Alaska inspeccionó el contenido de forma detallada y cuando supo que era lo que debía hacer, vació el contenido de la suya en el caldero y ya estaba encendiendo el fuego para calentarlo cuando el profesor Snape entró al aula con su expresión de siempre, aunque ella pudo notar que sus labios se encontraban fruncidos, y evitaba mirarla, Habló con el profesor Slughorn a susurros y luego, este se acercó a la clase.

—Señorita Ryddle —La mencionó el profesor Slughorn—. El profesor Snape necesita hablar con usted, con urgencia.

Alaska y Blaise compartieron una mirada de confusión. Ella se levantó con prisa.

—No será necesario que vuelva a la clase, quedará excusada. —Ante las palabras del profesor se sintió aún más nerviosa.

En el pasillo sintió escalofríos por su cuerpo ante las heladas que corrían por las mazmorras, observaba a Snape intentando averiguar qué era lo que ocurría.

—Antes de reaccionar, te pido Alaska que escuches bien todo lo que tengo para decirte. —Comenzó a decir Snape.

—Sólo me estás haciendo sentir más nerviosa —Le espetó—. Sólo dilo, ¿qué está ocurriendo?

—Me acaban de informar que esta mañana Tim ha sido internado en la enfermería.

—¿En la enfermería? —Repitió ella, asustada.

Pensó en todo lo que pudo haberle pasado al chico, y sin hacer caso a la petición del hombre, se alejó, llegando a correr para llegar al lugar, ignorando los llamados del profesor.

Entró a la enfermería abriendo la puerta con brusquedad, acercándose a la única camilla que se encontraba ocupada. Tim estaba durmiendo en ella, su cuerpo estaba sudando y tenía unas feas pústulas moradas cubriendo toda piel. En la mesita de noche que se encontraba a un costado había varios pares de pociones y medicamentos para el chico.

—¡Señorita Ryddle! ¡No puede estar aquí dentro! —Le espetó madame Pomfrey, sacándola a la fuerza de la enfermería—. ¿Acaso no vio la advertencia? ¡Este chico tiene Spattergroit!

Alaska se quejó airadamente cuando intentó entrar a la enfermería por segunda vez, pero le fue imposible.

—Tim siempre ha sido un niño sano —Le dijo Snape llegando a su lado—. La enfermera dice que se recuperara en menos de un mes, lo cual es rápido para la enfermedad que tiene.

—¿Qué va a pasar con él?

—En ocasiones normales los estudiantes se van de la escuela mientras están enfermos, pero no podemos enviarlo al orfanato.

—¿Y qué hay de tu casa? —Quiso saber Alaska.

—Tim necesita que lo cuiden —Le explicó el profesor—. Y yo no estoy en casa para hacerlo.

—Yo puedo cuidarlo —Dice casi de inmediato—. Lo llevaré a casa y cuidaré de él hasta que mejore.

—Eso es imposible. Primero porque también puedes contagiarte; y segundo, solo los padres o tutores legales pueden sacarlo de Hogwarts.

La chica se quedó en silencio, pensando.

—¿Cuantos años debe tener una persona para ser tutor legal de otra?

—No seas ridícula —Le espetó Snape con los labios fruncidos—, aún estás en la escuela. Nunca lo permitirán.

—¿Entonces que harán con él?

—Prepararan una habitación especial en la Enfermería para mantenerlo aislado, con hechizos protectores y todo lo necesario para este cómodo.

Y Alaska se aseguró de ello. Durante las semanas siguientes pasó todo su tiempo libre con Tim, hablando con él o ayudándolo a ponerse al día con sus asignaturas en la habitación que le habían preparado. Debía tener ciertas precauciones, como beber ciertas pociones y hacerse pruebas para asegurarse de no estar contagiada, le parecía algo molesto pero lo hacía de todas formas.

Al llegar febrero la nieve se fundió en los alrededores del colegio, pero la sustituyó un tiempo frío y lluvioso muy desalentador. Había unas nubes bajas de color entre gris y morado suspendidas sobre el castillo, y una constante y gélida lluvia convertía los jardines en un lugar fangoso y resbaladizo. A consecuencia de las condiciones climáticas, la primera clase de Aparición de los alumnos de sexto, programada para un sábado por la mañana a fin de que nadie se perdiera ninguna clase ordinaria, no se celebró en los jardines sino en el Gran Comedor.

La chica no estaba contenta con eso, hubiera preferido ocupar su tiempo cuidando al menor, pero se veía obligada a asistir a la clase.

En el Gran Comedor las mesas habían desaparecido. La lluvia repicaba en las altas ventanas y las nubes formaban amenazadores remolinos en el techo encantado mientras los alumnos se congregaban alrededor de los profesores McGonagall, Snape, Flitwick y Sprout, los jefes de cada una de las casas, y de un mago de escasa estatura que supusieron era el instructor de Aparición enviado por el ministerio. Tenía un rostro extrañamente desprovisto de color, pestañas transparentes, cabello ralo y un aire incorpóreo.

—Buenos días —Saludó el mago ministerial cuando hubieron llegado todos los estudiantes y después de que los jefes de las casas impusieran silencio—. Me llamo Wilkie Twycross y seré su instructor de Aparición durante las doce próximas semanas. Espero que sea tiempo suficiente para que adquieran las nociones de Aparición necesarias...

—¡Malfoy, cállate y presta atención! —Gruñó la profesora McGonagall.

Todos volvieron la cabeza hacia el mencionado. Draco, levemente ruborizado, se apartó a regañadientes de Crabbe, con quien estaba discutiendo en voz baja más adelante.

—...y para que muchos de ustedes puedan, después de este cursillo, presentarse al examen —Continuó Twycross, como si no hubiera habido ninguna interrupción—. Como quizá sepan, en circunstancias normales no es posible aparecerse o desaparecerse en Hogwarts. Pero el director ha levantado ese sortilegio durante una hora, exclusivamente dentro del Gran Comedor, para que practiquen. Permítanme que insista en que no tienen permiso para aparecerse fuera de esta sala y que no es conveniente que lo intenten. Bien, ahora me gustaría que se colocaran dejando un espacio libre de un metro y medio entre cada uno de ustedes y la persona que tengan delante.

A continuación se produjo un considerable alboroto cuando los alumnos, entrechocándose, se separaron e intentaron apartar a los demás de su espacio. Los jefes de las casas se pasearon entre ellos, indicándoles cómo situarse y solucionando discusiones. Mientras tanto Draco aprovecho el alboroto para continuar su discusión con Crabbe, aunque guardaba el metro y medio de distancia con su compañero.

—No puedo decirte cuándo, ¿está bien? —Le soltó Draco—. Me está llevando más tiempo del que creía —Crabbe fue a replicar, pero Draco se le adelantó—: Óyeme bien, lo que yo esté haciendo no es asunto tuyo. ¡Goyle y tú limítense a hacer lo que les mandan y sigan vigilando!

En ese momento los cuatro jefes de las casas gritaron «¡Silencio!» y los estudiantes obedecieron.

—Gracias —Dijo Twycross—. Y ahora... —Agitó la varita y delante de cada alumno apareció un anticuado aro de madera—. ¡Cuando uno se aparece, lo que tiene que recordar son las tres D! ¡Destino, decisión y desenvoltura! Primer paso: fijen la mente con firmeza en el destino deseado. En este caso, el interior del aro. Muy bien, hagan el favor de concentrarse en su destino.

Alaska se quedó observando el circulo de suelo polvoriento delimitado por su aro, no hizo el intento de concentrarse, lo encontraba ridículo.

—Segundo paso —Dijo Twycross—: ¡centren su decisión en ocupar el espacio visualizado! ¡Dejen que el deseo de entrar en él se les desborde de la mente e invada cada partícula del cuerpo! Tercer paso, cuando dé la orden... ¡giren sobre ustedes mismos, sientan cómo se funden con la nada y muévanse con desenvoltura! Atentos a mi orden: ¡uno!...

Miró a sus compañeros, que se ponían colorados o cerraban los ojos con mucha fuerza para concentrarse, ella mientras tanto pensaba en lo que podía estar haciendo. Casi había terminado con las limitaciones de sus hechizos, e incluso había pensado en los conjuros, Severus creía que lo estaba haciendo bastante bien y pronto podrían comenzar con la parte más difícil.

—... ¡dos!...

La chica aflojó su cuerpo y se preparó para imitar a sus compañeros.

—... ¡tres!

Giró sobre sí misma, perdiendo el equilibrio y estando a punto de caer. Alaska creyó fingir bien pues no fui la única que casi cayó a intentarlo. Muchos de sus compañeros habían caído o fingido hacerlo bien.

—No importa, no importa —Dijo Twycross con aspereza. Por lo visto no esperaba ningún resultado mejor—. Coloquen bien sus aros, por favor, y vuelvan a la posición inicial...

El segundo intento no fue mejor que el primero. El tercero tampoco. Hasta que en el cuarto pasó algo un poco emocionante. Se oyó un tremendo grito de dolor y todos volvieron la cabeza, aterrados: Susan Bones, de Hufflepuff, se tambaleaba dentro de su aro, pero la pierna izquierda se le había quedado a un metro y medio de distancia, en el sitio de su posición original.

Los jefes de las casas corrieron hacia ella. Entonces se produjo un fuerte estallido acompañado de una bocanada de humo morado; cuando el humo se disipó, todos vieron a Susan sollozando. Había recuperado la pierna, pero estaba muerta de miedo.

—La despartición, o separación involuntaria de alguna parte del cuerpo —Explicó Wilkie Twycross con calma—, se produce cuando la mente no tiene suficiente decisión. Deben concentrarse ininterrumpidamente en su destino, y moverse sin prisa pero con desenvoltura... Así. —Dio unos pasos al frente, giró con garbo con los brazos extendidos y se esfumó en medio de un revuelo de la túnica, para aparecer al fondo del comedor—. Recuerden las tres D. Venga, vuelvan a intentarlo. Uno... dos... tres...

Pero, una hora después, la despartición de Susan aún era lo más interesante que había pasado. Sin embargo, Twycross no parecía desanimado.

—Hasta el próximo sábado, y no lo olviden: Destino... Decisión... Desenvoltura.

Y dicho esto, agitó la varita para hacerles un hechizo desvanecedor a los aros y luego salió del Gran Comedor acompañado por la profesora McGonagall. De inmediato, los muchachos se pusieron a hablar y poco a poco fueron desfilando hacia el vestíbulo.

—¿Cómo te ha ido? —Le preguntó Blaise luego de ser alcanzado por Alaska—. Yo me sentí ridículo.

—Pues no ha estado tan mal. —Mintió ella, dirigiéndose hacia la enfermería.

—Como sea, ¿cómo está el pequeño Tim? —Quiso saber el moreno, acompañándola como solía hacer esos días—. Ese chico ya empieza a caerme bien, ¿crees que pueda presentarme a algunas chicas de Hufflepuff? No me molestaría conocer a Rosaline Beeper, ¿sabes?

—¡No vas a utilizar a Tim para conocer chicas!

—Sabía que dirías eso, pero tengo cinco buenas razones para convencerte.

—¿Y cuáles serían esas razones?

Más, no tuvo la oportunidad de escucharlas, puesto que Filch se apareció junto a ellos, dándole un susto a ambos.

—¡Ryddle! ¡Al salón de trofeos! —Le espetó sin siquiera saludar—. Un estudiante ha hechizado los trofeos y alguien debe hacerse cargo de ellos.

Alaska no podía negarse. Se despidió de Blaise, quien iría a ver a Tim y la esperaría allí mientras ella se encargaba, la chica se acomodó su broche de prefecta y con paso seguro se dirigió hacia las escaleras, subiendo y utilizando atajos para llegar lo antes posible al salón indicado.

Al entrar al lugar se encontró con grandes vitrinas con trofeos que brillaban contra la luz del sol, dentro se encontraban copas, escudos, bandejas y estatuas de oro y plata reluciendo por todo el lugar. Alaska casi nunca visitaba el lugar, de hecho, no recordaba haberlo visitado alguna vez desde su llegada a Hogwarts.

La chica vio los trofeos afectados, una de las vitrinas que contenían viejas copas de Torneos de Quidditch contra otras escuelas se encontraban bailando y moviéndose por toda la sala, golpeándose entre sí y contra las otras vitrinas. Había otras que peleaban entre sí o que intentaban saltar por la ventana. Fuera cual fuera la intención de la persona, ella no lo encontraba gracioso, sólo una pérdida de tiempo.

No le tomó mucho tiempo terminar con los encantamientos y poner cada uno de ellos en su lugar, sin embargo, cuando revisaba que no faltara ninguno, vio algo inesperado. En el estante de prefectos vio dos nombres bastante conocidos.

Danniel Kedward,
prefecto de Slytherin, 1969.
Elizabeth Kedward,
prefecta de Slytherin, 1975.

Alaska nunca antes había visto el nombre de su madre en algún lugar de Hogwarts, por lo que a veces dudaba de que su madre hubiera asistido a aquella escuela, pero allí estaba. Al igual que ella, se había convertido en prefecta de su casa años atrás, pero había algo más que le molestaba. 1969, la fecha le era conocida, conocía a una persona que asistía a Hogwarts en ese año, pero no creía que fuera posible.

Severus después de todo nunca había mencionado a su madre.

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