𝒕𝒘𝒐

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝑂 )
𝚕𝚊𝚜 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚎𝚌𝚞𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚗𝚘 𝚌𝚎𝚛𝚛𝚊𝚛 𝚕𝚊 𝚖𝚎𝚗𝚝𝚎.

¿Por qué el Señor Tenebroso necesitaba a más de un mortifago infiltrado en Hogwarts? Porque, ¿para qué otra cosa necesitaría a Draco? No es como si el chico tuviera algún talento oculto que podría ayudar al mago en algún otro aspecto. Y no es que Alaska estuviera menospreciando al chico, era la verdad.

Sí Voldemort necesitara a alguien joven para realizar algún tipo de misión, recurriría a ella. Ya había demostrado su total lealtad, ¿qué más necesitaba para confiar totalmente en ella? La idea de que estuviera desconfiando le parecía imposible, no había tenido ningún error en todo ese tiempo, ningún desliz, ¿entonces de que se trataba todo eso?

¿Acaso su rendimiento no era satisfactorio? ¿acaso no había hecho todo para complacer al Señor Tenebroso?

Una fuerza chocó contra su pecho, sacándola de sus pensamientos. Su varita salió disparada de su mano y ella voló un par de metros hacia atrás, dándose contra la pared.

—Estás distraída —La voz de Danniel se hizo presente en la habitación—. ¿Algo que quieras compartir con la clase?

—No estoy de humor para tus bromas. —Soltó Alaska mientras se ponía de pie.

—¡Vamos, pequeña! —Insistió—. Háblale de tus problemas a tu querido tío.

Alaska hubiera deseado quitarle la lengua de un solo tirón a Danniel, pero como siempre, se contuvo. Sin siquiera mirar al hombre tomó su bolso e intentó irse del lugar.

—¿A dónde crees que vas? ¡Hey, espera! —Espetó el hombre, y corrió para detener a la rubia. La había agarrado de la muñeca y la detenía con fuerza, apegándola a su cuerpo—. ¿Qué crees que haces?

—No es de tu incumbencia. —Le dijo Alaska, removiéndose con incomodidad.

—Me dijeron que no eras estúpida, que tenías una buena cabeza —Danniel inclinó levemente su cabeza hacia un lado—. Pero eso no es lo que estoy viendo.

—No creas por un segundo que sabes que pasa por mi mente.

—Sorpresa, pequeña. ¡Lo sé! —Danniel rió entre dientes—. ¿Crees que el Señor Tenebroso va a escucharte? ¿A ti?

Finalmente deshizo el agarre y dejo libre a Alaska, pero ella no se movió.

—Si el heredero de los Malfoy tiene una misión es porque el amo está castigando a Lucius por su irresponsabilidad. Lo está castigando a él, no a ti.

—No sé a qué te refieres.

—Eres perfecta, Alaska. Es inexplicable, pero has superado las expectativas que todos aquí tenían sobre ti. Tus habilidades son extraordinarias, eres astuta e inteligente, aprendes rápido y sin problema te volviste diestra en Magia Oscura —El hombre le levantó el mentón con su dedo índice—. Diría que, en un par de años y con un poco más de práctica, te convertirás en una bruja mucho más poderosa que muchos de los que se encuentran ahora mismo en este edificio.

—¿Y tienes miedo de qué te supere? —Soltó la chica con fiereza.

—Soy mejor que tú, ¿y quieres saber por qué?

Alaska no le respondió, pero su lenguaje corporal le dio a entender a Danniel que si quería escuchar la razón.

—No me dejo llevar por mis emociones, y no hay nadie que me importe más que el Señor Tenebroso. Su triunfo es mi triunfo, y haría lo necesario para complacerlo, cómo bien sabes —Agregó, dándole un leve vistazo a su cuello—. Tú en cambio, temes por la vida de tu noviecito.

—No me interesa saber de dónde viene aquella afirmación, pero te equivocas —Alaska dio un paso hacia atrás, controlando sus reacciones a pesar de que aquel comentario la haya tomado por sorpresa—. Tal vez no tenga una meta clara aún, pero he aprendido a no depender de ninguna otra persona. Lo único que me interesa mantener a salvo es mi propia vida.

—Lo dije antes y lo diré de nuevo: tus habilidades pequeña, son extraordinarias —Una mueca apareció en su rostro y antes de seguir comenzó a caminar lentamente a su alrededor—. Las de tu novio, no tanto.

—Ya te lo dije...

—Deja tus mentiras para alguien que las crea —La interrumpió levantando su dedo índice—. Draco debe tener cuidado, un desliz y alguien puede entrar en su mente, fisgonear un poco y encontrará sus mayores secretos.

—No deberías meterte en mentes ajenas, lo que suceda en otras vidas no debería ser de tu importancia.

—¿Y de qué otra manera podría manipular las cosas a mi favor?

—Es lo único que te importa, ¿no? Tu propio bienestar. —La chica se veía disgustada con esa idea.

—Y tú deberías pensar igual. De esa forma no estarías poniéndote en peligro al querer encarar al Señor Tenebroso, era una idea estúpida.

—¡Al menos intento salvar a quienes me importan! —Exclamó—. No me interesa escuchar tus consejos, nunca los seguiré. No para convertirme en alguien como tú.

—Escúchate, ¿crees que soy el malo de la historia? —Danniel se abalanzó hacia Alaska, agarrando su mandíbula con fuerza y estampándola contra la pared—. ¡Estás viva gracias a mí! ¡Gracias a mi blandura! Pero ten cuidado Alaska, no cometeré el mismo error dos veces.

Con rabia la chica empujó al hombre lejos de ella.

—¡Estoy viva gracias a mi fuerza! ¡Yo sobreviví a ese incendio! Si estoy de pie frente a ti es porque nunca me di por vencido, y no lo haré.

Alaska agarró su varita, que durante la discusión había quedado en el suelo, presiono con fuerza sus dedos contra la madera, pero no la utilizó.

—Si acepté aprender magia de ti, es porque no tuve más remedio. No tengo el más mínimo interés de ser parte de tu vida, así que te pido lo mismo —La voz de la rubia se escuchó fuerte y clara—. Limítate a cumplir con tus órdenes. De forma exitosa esta vez, si es posible.

No quería seguir allí, discutiendo con alguien que no merecía su tiempo. Con satisfacción escuchó los gruñidos de Danniel mientras se alejaba, y cuando creía que había ganado, volvió a escuchar su voz:

—Dile a Draco que estaré allí, cuando le pongan la Marca —A Alaska se le paralizó el cuerpo—. No puedo estar más ansioso de presenciar su unión definitiva a los Mortífagos.

.      .      .

Alaska uso Polvos Flu para aparecerse en la Mansión Malfoy, normalmente enviaba una carta para pedir permiso, pero no tenía tiempo y tampoco la paciencia. Salió de la pequeña habitación de bienvenida y caminó con decisión por los pasillos, no le importaba si alguien la veía allí cuando no debía. Necesitaba hablar con Draco.

Llegó a su puerta, sabía que estaba dentro, pero tampoco quería invadir su privacidad. Llamó con fuerza a la puerta y de inmediato escuchó quejidos, Draco siempre se quejaba cuando alguien lo interrumpía.

—Dije que no... —No terminó la frase ante la sorpresa de verla frente a él, podía notarse que no se esperaba aquella visita—. ¡Al! ¿Qué...? ¿Qué haces aquí?

—No nos vemos desde final de curso, ¿no me has extrañado?

—Por supuesto que lo he hecho, vamos, entra —El chico dejó un beso en su frente antes de hacerla pasar y cerrar la puerta—. Te dije que no podría enviar muchas cartas este verano.

La rubia le echó un vistazo, Draco vestía un traje negro, estaba más alto que nunca y juraría que se veía más atractivo, aunque la opinión de Alaska no era del todo imparcial. También vio que, debajo de la sonrisa ladina que le dedicaba, parecía cansado.

—Con mi padre en Azkaban hay muchas cosas que debemos hacer, mamá está muy alterada.

—¿En serio? —Preguntó ella, caminando alrededor de la habitación, observando el lugar—. ¿Qué es todo lo que tienen que hacer?

—Ya sabes... —Draco carraspeó— cosas.

—¿Cómo visitar a Severus? —Mencionó—. La visita de Cissy lo tomó de sorpresa, ¿sabes?

—No estaba enterado —Le dijo el chico—, supongo que querían ponerse al día.

—Sé sobre tu misión, Draco. —Soltó, sin rodeos.

Entonces Alaska vio como todo el cuerpo de Draco se tensaba, los músculos de su mandíbula se hicieron notorios contra la luz del atardecer.

—No debías enterarte. —Le dice él sin mirarla, alejándose al otro lado de la habitación.

—Pues ya me enteré —Alaska se acercó unos centímetros, pero dándole su espacio al rubio—. ¿Por cuánto tiempo creíste que podrías ocultármelo?

—El suficiente.

—No comprendo, ¿por qué has aceptado? —Luego las palabras de Alaska sonaron casi como una súplica—. Después de todo, dime, ¿realmente piensas de esa forma Draco? La supremacía de sangre.

—¡No! No, no, claro que no —Negó Draco de inmediato—. Acepte porque no tenía opción.

—¿No tenías opción? —Repitió ella, ahora con curiosidad—. ¿Qué fue lo que te dijo?

—Que te mataría —Y entonces se dio vuelta, volviendo a mirarla a los ojos—. Intenté cerrar mi mente, pero él es más fuerte. Lo vio todo y ahora te usa en mi contra. No puedo permitir que algo te ocurra, no por mi culpa.

Alaska sabía que no era el momento, pero no podía controlar su reacción. Comenzó a reír, de forma calmada, pero no podía detenerse.

—No veo que es lo gracioso de la situación.

—No lo entenderías, pero es muy gracioso —Alaska tenía una sonrisa en su rostro, que se desvaneció con rapidez—. ¿Sabes que es gracioso? Que creas que puedes protegerme de él, porque déjame decírtelo, no puedes.

Draco se vio ofendido con sus palabras, más de lo que la chica imaginó.

—Alaska... —La llama Draco cuando ella se da media vuelta, para evitar su mirada.

—No puedes protegerme Draco, porque ya es tarde. Yo soy su hija, ¿de verdad crees que no tiene control sobre mí?

—¿Lo tiene? —Quiso saber.

Cuando la chica volvió a encarar a su novio, algo había cambiado en su vestuario. La manga izquierda de su ropa estaba arremangada y en su rostro había una sonrisa de gracia, pero estaba llorando de forma silenciosa. Ahí estaba la Marca, el cráneo con una serpiente saliendo de su boca contrastaba de manera fuerte con su antebrazo. Draco notó que tenía ciertas cicatrices: rasguños, algunos más profundos que otros.

Alaska observó a Draco, su reacción. El chico se había quedado paralizado, se acercó para observar más de cerca, como si en realidad no creyera lo que sus ojos veían. No dijo nada, no en ese momento al menos.

Fue ella quien se acercó a él—. El Señor Tenebroso siempre sabe lo que hace, te ha manipulado para que no te niegues. Estoy con él desde hace un buen tiempo.

—¿Desde cuándo?

—No quieres saberlo —Le aseguró Alaska—, no quieres saber todo lo que he pasado.

—¿Desde cuándo? —Volvió a insistir.

Ella suspiró.

—El año anterior —Le dijo—, poco después de la muerte de Ced.

—¿Por qué Alaska? ¿Por qué lo hiciste? —Draco estaba más que confundido, y comenzaba a alteraste—. Tú siempre... no entiendo, ¿qué está ocurriendo?

—No puedo explicarte los detalles Draco, o tu estarías en peligro tanto como yo. Pero tienes que confiar en mí ¿sí? —Le pidió la chica, tomando las manos de Draco con fuerza—. Todo lo que estoy haciendo es por un mejor futuro para nosotros y para nuestros amigos.

—No sabes en lo que te has metido Al —Exclamó Draco con una mezcla de gracia y frustración—. No debías, no tenías por qué meterte en todo esto. Es demasiado peligroso.

—Sí, es peligroso, pero necesario. Tengo su confianza Draco, eso puedo asegurártelo —Alaska se acercó más a su novio, mirándolo a los ojos—. Dime tu misión, dime cuál es y yo la realizaré.

—¡No! ¡Por supuesto que no! —Espetó el chico, alejándose.

—¡Por favor, yo puedo ayudarte!

—No necesito tu ayuda para esto, es demasiado... No quiero que te involucres en esto.

—Créeme, estoy más que involucrada —Alaska se acercó a él, puso sus manos en su nuca, casi obligando al chico a mirarla—. Tú sigues siendo inocente.

—¿Inocente? No soy...

—Escúchame, por favor. A lo que me refiero es que, a pesar de todo, tu esencia no ha sido corrompida. Por eso te pido, por favor, déjame esta misión a mí.

—Sabes bien que no lo haré, tampoco quiero que hagas lo que tengo que hacer.

—¿Y qué es lo que tienes que hacer? —Draco volvió a negar—. Entiende, ya es demasiado tarde para mí.

Entonces sucedió. La mirada que Alaska nunca espero ver en el rostro de Draco, menos si la expresión iba dedicada para ella. Odiaba las miradas de lastima.

—¿Quieres saber lo que sucedió esa noche? ¿En el Departamento de Misterios? —Alaska parecía disgustada con el solo hecho de recordar aquel día, sus propias acciones le repugnaban—. Traicione a personas que confiaban en mí, que creyeron que podía ser mejor. Ayudé a quienes mataron a Ced, les di todo lo que me pidieron, y más —Soltó una carcajada—. Me deje llevar, mi petulancia me llevo a asesinar a alguien Draco. En eso me he convertido...

La mirada de la chica se perdió por unos segundos.

—Me estoy volviendo como él, exactamente como él...

—No es cierto, no eres como él. El Señor Tenebroso es...

—Habló de alguien más, Draco, alguien mucho peor.

—¿Quién puede ser peor?

—Danniel Kedward. —Nombró con aversión.

—¿Danniel Kedward?

—Sé que lo conoces. El año anterior hablaron de él con Theo y Blaise, el mortifago responsable de las muertes más violentas durante la Guerra Mágica. Tú mismo dijiste que tú madre lo despreciaba, lo recuerdo. Y como no, es un psicópata. Lo sigue siendo.

—No entiendo Al, ¿qué estás diciendo?

—Lo que escuchaste. Danniel Kedward, el mortifago, es mi tío.

—¿Tú tío?

—Fue él quien me llevó con el Señor Tenebroso la noche de la tercera prueba, me engatuso —La chica se sentó sobre el borde de la cama, sintiéndose algo agobiada. Draco la acompañó—. Dijo que me contaría más de mi madre y en cuanto puse un pie fuera de los terrenos del Castillo, me llevó con él a la fuerza. Lo único que hizo fue matar a mi mejor amigo frente a mis ojos.

—Yo no sabía... —Draco la envolvió en sus brazos—. No sabía que lo mataron frente a ti, nunca dijiste nada al respecto.

—Lo sabes ahora.

—Al, lo siento tanto.

Se permitió unos momentos de cariño, en dónde Draco la abrazaba, acariciaba su cabello y dejaba besos en su frente cada tantos segundos.

—Él fue el responsable de mis cicatrices —Agregó más tarde—, intentó matarme por órdenes del Señor Tenebroso.

El rubio se separó de ella, pero tan solo unos centímetros para poder ver a Alaska a la cara.

—Eso es...

—Mucho que procesar, lo sé, así que si quieres que nos tomemos un tiempo...

—¿Un tiempo? Creí que hace bastante había quedado claro que tu árbol genealógico no tiene importancia para mí —Draco se acomodó, sin romper el contacto entre ambos—. Te conozco desde los once años, sé bien quién eres y no te pareces a ninguno de esos dos hombres. Has tenido una vida complicada, sí. Y entiendo que todo lo que has llegado a hacer es para sobrevivir, para seguir en pie y nunca te reprocharé ninguna de tus decisiones porque sé que estás haciendo lo que crees correcto. Y mientras tú estés conmigo, yo nunca voy a dejarte.

Alaska no pudo hacer nada más que refugiarse en el pecho del chico mientras comenzaba a llorar, a desahogarse. Y no era algo que hacía siempre, sólo se lo permitía cuando se sentía segura y estaba con la persona correcta. Draco era esa persona, era su lugar seguro.

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