xvi. To Kill a Weasley

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sixteen to kill a weasley


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MIA SE FUE A DORMIR SIENDO FELIZ; se subió a su cama y se quedó dormida al instante cuando su cabeza golpeó la almohada, soñando con todos los escenarios del mundo. Sabe que sus sueños no predicen el futuro, pero fue agradable imaginar todo lo que podría suceder. Nada ocurre de la manera que esperas, es consciente a estas alturas, pero aún así... Es lindo soñar.

La cosa es que, cuando se despertó al día siguiente, algo se sintió mal. No sabe cómo ni por qué, pero cuando se vistió con el atuendo que dejó sobre su baúl, algo era extraño.

Bajó al Comedor e inmediatamente se dio cuenta: la mesa de Gryffindor estaba desprovista de pelirrojos. Harry también faltaba. No pudo evitar fruncir el ceño... Podía ver a Archie y Hermione sentados juntos incómodamente, pero no había nadie más. No debe haber sucedido nada importante; de manera realista, si estuvieran muertos, ya

habrían tenido una asamblea, pero aún así. Es el día de viajar a casa, así que el desayuno tiene lugar más tarde en la mañana, no hay ninguna razón por la que no estarían aquí. ¿No pueden llegar todos tarde a desayunar?

Mia se sienta junto a Hermione. Fuerza una sonrisa.

—Um, hola —saluda—. ¿Dónde está...?

Hermione y Archie intercambian una mirada. Mia comienza a preocuparse un poco.

—No podemos decir mucho —dice Hermione, quien pone su mano junto a la oreja de Mia para susurrar—: El señor Weasley fue atacado anoche, por la serpiente de Quien-Tú-Sabes.

—¿La serpiente? —repite Mia en voz baja, con los ojos muy abiertos.

Hermione asiente con gravedad antes de inclinarse hacia atrás para continuar.

—Y Harry... Lo supo.

—¿Así que todos se han ido temprano? —pregunta Mia.

—Sí —responde Archie, comiendo su tostada.

Ya no puede evitar pensar, espero que George esté bien. Que Harry lo sepa es terrible, y siente pena por él, ¿pero George? La madre de Mia estuvo en la misma posición. Sabe lo que es. Pero él no está aquí, no sabe cómo ha reaccionado. ¿Está molesto? ¿Nervioso?

—¿Cómo está el señor Weasley? —quiere saber Mia, tranquilamente quieta.

—Se pondrá bien —dice Archie—. Antes recibí una lechuza de Harry. Todo está bien, creo que solo están conmocionados.

Hermione asiente.

—Espero que estén bien.

—Voy a intentar ir a cenar a tu casa esta noche, para ver a Harry —dice Archie. Mia mira la selección de comida en el centro de la mesa. No tiene hambre. Su estómago parece revuelto.

Pero asiente.

—¿Tú vendrás, Hermione?

—No es seguro para todos ir a visitarlo —dice, con un obediente movimiento de cabeza—. Pero tranquila. Convenceré a mis padres para que me dejen ir más tarde, pero aún no tengo permiso.

—Estarán bien —dice Archie, y Mia cree que está hablando con Hermione. No está muy segura. Tal vez se lo esté diciendo a los tres, ya que todos están preocupados por alguien que se fue anoche. Todos estarán bien.

Sin embargo, Mia ha sido testigo de lo mucho que George se preocupa por su familia. Incluso si no está de acuerdo con ellos —como Ron anoche—, todavía los ama un montón. Y fue lo mismo con ella cuando su madre fue atacada. Es el impacto, la idea de que casi pierde a uno de sus padres, lo que la atrapa. Ella espera que esté bien. Al menos tiene a Fred, piensa.

—Dime, M —Archie comienza a sonreír un poco—, ¿qué estaba pasando anoche?

Mia puede sentir arder las mejillas.

—¿Qué quieres decir?

—Lo sabes perfectamente.

Mia toma una cucharada de avena.

—Um... —comienza, pero no sabe por dónde empezar—. Hablé con George... Y, um, no recordaréis esto, pero estuvimos peleados como dos años por culpa de un partido de quidditch...

Hermione asiente.

—Me acuerdo.

—Sí, y um, dijo... que antes de que nos peleáramos, solía gustarle... Y yo dije que me gustaba también... —Mia hace una pausa, para comer un poco más de avena, y mira a Archie, que está radiante de alegría—. Y bueno, ninguno de los dos lo dijo; en realidad, no, dije que sabía que le gusto, pero no que él me guste ahora, pero fue algo implícito... Y creo que nos íbamos a besar antes de que aparecieras por el pasillo.

¿En serio? —los ojos de Hermione se ensanchan.

Mia asiente.

—Sí...

—Tiene sentido —dice Hermione, en la forma práctica en que habla—. Te menciona mucho. Pensé que le agradabas.

—Como debe ser —dice Archie, todavía radiante—. ¡Mia y Georgie, sentados en un árbol, B-E-S-Á-N-D-O-S-E!

Mia bufa.

—Sin embargo, no sé qué está pasando ahora.

—No pasará nada —Hermione se encoge de hombros—. Supongo que le llevará un poco más de tiempo, si está ocupado.

—O molesto —agrega, y Hermione asiente también.

De repente, una chica bajita de cabello blanco como el hielo aparece junto a Archie, colocando sus manos sobre la mesa. Mia mira hacia arriba y ve que el borrón resulta ser Holliday Malfoy, la prima de Draco. Archie hace una mueca tan pronto como se da cuenta de quién es.

Archie le dijo a Mia lo que sucedió el año pasado: aparentemente "Holly" (ella es "Holly" para sus amigos) estaba ayudando a Harry con las cosas del Torneo de los Tres Magos. "Su madre es imbécil y una mortífaga, así que Holliday solo hizo todo lo posible para ayudar a Harry porque su madre quería llevarlo al cementerio para el sacrificio. Pero luego a Holliday comenzó a gustarle Harry, así que se sintió mal y trató de ayudarlo cuando llegó a la última prueba, pero ella es del tamaño de un maldito elfo, así que la lió y se despartió en el proceso, luego se dio cuenta de que en realidad es mestiza, no sangre pura, encontró a su padre muggle y fue repudiada por su madre."

»Y luego, cuando llegó el comienzo de este año, actuó como si nunca hubiera sido amiga de Harry, porque extraña a su primo idiota o algo así. Personalmente, creo que es una cobarde. Y una capulla.

Sin embargo, Holliday parece preocupada.

—¿Harry está bien? —pregunta débilmente.

—¿Por qué te importa? —dice Archie—. Ya te has metido demasiado con mi hermanito.

Hermione frunce.

Archie.

—Solo quería ver si está bien —dice Holliday Malfoy. Se cambió de Durmstrang a Hogwarts el año pasado; Mia recuerda cuando apareció por primera vez y todos pensaron que Draco Malfoy tenía una gemela perdida. Holliday siempre luce malvada, las cejas arqueadas para parecer crítica, los labios fruncidos en un puchero malicioso. Pero, en este momento, las cejas arqueadas parecían suavizadas, curvadas en un ceño de preocupación.

—Él está bien —dice Mia.

Archie casi mira a Mia, molesto que ella se atreviera a ser amable.

Holliday le sonríe débilmente.

—Gracias. No tengo permitido volver a esa casa. ¿Puedes decirle a Harry que espero que esté bien?

—¿Por qué no puedes volver? —cuestiona Archie, casi buscando una razón para pelear.

Sus cejas se fruncen. La preocupación ha vuelto a la mezquindad.

—Porque no quiero que mi familia me vuelva a repudiar —contesta Holliday.

—Hablaré con Harry de tu parte —dice Hermione, con una suave sonrisa.

Holliday parece aliviada.

—Gracias... os veré por ahí.

Ella se aleja, asegurándose de darle a Archie una última mirada sucia. Él pone los ojos en blanco y se desploma hacia adelante en el banco.

—No la creo.

—Yo —dice Hermione.

Archie se queda en silencio.

—¿Por qué?

—¿Te imaginas que tu familia te repudia, Archibald? —dice Hermione. La cosa es que Mia puede entender por qué Hermione no está tan impresionada con Archie. Normalmente tiene la mente abierta sobre la gente; es solo que cuando lastiman a Harry, se pone a la defensiva. Él no era malo con Mia, pero no era lo mismo. Mia era un poco idiota con Harry. Holliday lo medio traicionó y lo envió a Quien-tú-sabes para morir.

Archie niega con la cabeza.

—Trató de matar a mi hermanito.

¿Quién no? piensa Mia.

—Creo que es injusto ser desagradable con ella —dice Hermione—. Estuvo a punto de perder a todo su familia, y tuvo una segunda oportunidad. Es evidente que va a aprovecharla... Y sé que no debería haber hecho lo que hizo, pero tiene mi edad, es joven. No es lo mismo que un adulto que elige traicionar a un amigo.

—Estoy de acuerdo —dice Mia, asintiendo.

Archie no parece impresionado.

—Supongo...

—No tiene que caerte bien —continúa Hermione—, pero puedes entender la situación.

Archie, aparentemente terminando de hablar sobre la chica que le gustaba a su hermano pequeño, dice:

—Al menos ahora, con todo lo que ha pasado, no pueden convencer a Bill de que traiga a Fleur...

Hermione rueda los ojos en Fleur.

Mia frunce el ceño. ¿No acaba ella de decir...?

Lo que sea. Mia no lo entiende. Pero Archie y Hermione hablan sobre los diferentes parientes Weasley que ambos conocen, habiendo conocido a toda la colección a lo largo de los años: Hermione, a través de Ron y Archie, porque la casa de los Weasley era su única forma de ver a Harry en verano. Mia se pregunta cómo es su casa. Ha estado pensando en ella durante un tiempo, porque tienden a mencionarla mucho, pero no puede imaginarla.

El tren a casa saldrá a las once, y cuando se acercan las diez y cuarto, Mia, Archie y Hermione abandonan el Comedor para recoger sus cosas. Mia lleva un suéter con una minifalda a cuadros, con la chaqueta de cuero de su padre tan grande que oculta su falda. (O tal vez sea un comentario sobre el largo de la falda...) Llevaba la chaqueta desabrochada, pero cuando ve a Umbridge al lado de la puerta, se asegura de subir la cremallera, el cálido recordatorio de que su padre la consuela... y una excusa para antagonizar.

—Hola, señor Potter... señorita Black.

Hermione logró pasar sin ser detectada. Mia se pregunta si Umbridge escuchó sobre sus padres y es por eso que se destaca a sí misma y a Archie.

—Buenos días, Suma Inquisidora —repican los dos.

—Por favor, permítame recordarle, señorita Black, que mientras esté en el colegio su vestimenta debe ser apropiada para el ambiente escolar —advierte Umbridge. Mia está empezando a odiar el rosa cuanto más ve a Umbridge—. No quiero repetir esto el año que viene.

Mia finge fruncir.

—¿Qué le pasa a mi chaqueta? Es de mi padre.

Umbridge ahoga un chillido. Mia intenta no sonreír.

—¡Que pase una linda Navidad! —dice Mia, agarrando la mano de Archie para que puedan dejar a Umbridge.

Hermione se está riendo para sí misma cuando llegan hasta ella. Mia también comienza a reír.

—No entiendo por qué le tiene tanto miedo a mi padre —dice—. Es extraño... Es como si hubiera ido por ella en vez de Peter.

La risa de Hermione se apaga mientras frunce y comienza a pensar.

—Tal vez deberías tener cuidado...

Mia agita su mano con desdén.

—Solo quiere meter miedo —dice con indiferente confianza—. ¿Qué va a hacer? ¿Matarme? ¡Ja!

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EL TREN ENTRA EN LONDRES JUSTO después de las seis; para entonces el cielo es de un azul oscuro y la frialdad natural del invierno se ha multiplicado por veinte. Mia está contenta de haber usado medias con este atuendo, ya que estaba planeando prepararlas para el look. Envuelve la chaqueta de su padre alrededor de ella para mantenerse caliente, sentándose en el compartimiento del tren con Archie y Hermione, esperando que el expreso llegue a la estación.

La chaqueta de su padre es bonita. No es realmente una chaqueta motera, sino más bien una de cuero. Están bastante de moda ahora, Mia lo leyó en Vogue, pero adivina que es muy del estilo de su padre que se compre una chaqueta rebelde y elegante. Puedes sacar al chico de la antigua y más noble casa de los Black, pero nunca olvidará el estilo. Ella cree que la chaqueta le queda mejor. Las cazadoras se adaptan a todos. Piensa que es porque siempre se ven un poco hechas a medida... De todos modos.

—Te veré pronto —dice Mia a Archie mientras el tren frena en King's Cross. Le da un abrazo a Hermione, deseándole una buena Navidad si no la ve.

Mia se baja rápidamente después de haber visto a su madre a través de las ventanas del tren. A Emilia todavía se le permite salir en público, no tiene nada de malo ahora que se ha recuperado del ataque, por lo que Mia camina directamente hacia su madre, quien la abraza con fuerza.

—¿Cómo has estado, pequeña? —dice Emilia, sonriendo alegremente.

Emilia sonríe como si fuera la persona más feliz del mundo. A Mia le encanta.

—He estado bien. ¿Cómo está...?

—Bien —responde Emilia—. Estaba trabajando cuando llegó, así que les convencí de que me dejaran cuidar de él —normalmente Emilia trabaja con niños, pero lleva tanto tiempo en San Mungo que tiene bastante poder allí. Mia piensa que es realmente genial de su parte—. Vámonos a casa —añade, agarrando el baúl de Mia.

Caminan entre la multitud, hasta la línea de Red Flu. Entran en las chimeneas para regresar a su antigua casa, y desde allí se Aparecen en Grimmauld Place. Mia cree que se ha acostumbrado a hacerlo de esta manera y, aunque es complicado, los mantiene a salvo. Siempre solían usar la red Flu para llegar a casa, no podían caminar hasta allí. Y a su madre no le gusta conducir en Londres; tiene un Beetle, pero ahora está estacionado frente a su antigua casa, porque anula el propósito de casa secreta si el Beetle amarillo de Emilia Black está estacionado afuera.

Emilia lleva el baúl de Mia al piso de arriba, justo cuando Sirius sale de la cocina y le da a su hija un cálido abrazo.

—Te he echado de menos —dice él con una pequeña sonrisa.

—Yo también, papá —le responde ella.

Él besa la parte superior de su cabeza, antes de separarse.

—Todos los chicos se han ido a San Mungo, pero creo que volverán pronto. Están bien. Quizás con falta de sueño, pero aparte de eso, todos bien.

—Bien —dice Mia.

Decide subir las escaleras y cambiarse. Su madre pasa junto a ella en las escaleras y le hace saber que cenarán, solo los tres, antes de que los Weasley regresen. Mia asiente y sube corriendo los dos últimos tramos, comenzando a sudar un poco mientras abre la puerta de su dormitorio.

Mia saca el camisón de satén negro y un cárdigan grueso tejido en rojo sangre. También tiene calcetines a juego, esponjosos, que se pone antes de bajar las escaleras, mientras escucha a su padre llamarla para cenar.

Las próximas dos horas son tranquilas. A Mia le contaron todo sobre lo que les sucedió a los Weasley la noche anterior.

—Harry tuvo un sueño donde veía a través de los ojos de Nagini; obviamente esto significa que su... vínculo con Quien-tú-sabes es más fuerte de lo que imaginamos —explica Sirius.

Emilia asiente y continúa:

—Pero fue este sueño el que contó lo sucedido a Arthur. Así que se lo dijo a la profesora McGonagall, y la Orden verificó y encontró a Arthur donde Harry dijo que estaba... No entraré en detalles sobre cómo estaba, realmente no era agradable, pero fue algo bueno que lo encontraran.

—Entonces los chicos llegaron aquí anoche —dice Sirius—. Se quedaron despiertos por un tiempo. Fred y George no parecían muy felices, ya que no podían ver a su padre... Pero todos se quedaron dormidos después de un rato. Harry no, aunque creo que está bien ahora, pero ninguno de nosotros se dio cuenta del vínculo que tiene...

Mia siente pena por Harry. Sabe que es una locura, ha progresado tanto que siente simpatía por él, pero no puede evitarlo. No sabe lo horrible que se sentiría si sucediera algo así. Ve a Sirius mirar a Emilia con cautela, como si hubiera dicho demasiado sobre Harry, pero Mia frunce el ceño

—No pasa nada, papá —le dice—. Espero que esté bien.

Sirius, por ejemplo, parece sorprendido.

—Eso es muy bueno de tu parte —dice Emilia.

—Pero no quiero que te sientas forzada a pensar que...

—Tranquilo —dice Mia—. De la mejor manera, papá, no es que Harry fuera el problema.

Emilia sonríe con torpeza.

—¿Quién quiere pudín?

Terminan comiendo una tarrina entera de helado entre ellos. Es el favorito de Mia, con sabor a maní y pequeñas tazas de mantequilla. Los Weasley aún no han regresado cuando terminan, así que Mia se sienta en la cocina con sus padres, esperando que se abra la puerta principal.

Sus padres se han movido para sentarse juntos, el brazo de Sirius está alrededor de Emilia. Mia solía pensar que daba un poco de asco, pero cree que ahora se ha acostumbrado. Supone que es algo bueno, que se vea cuánto se aman sus padres. Es mejor que ambos odiándose y que ella sea consciente de ello.

—Una vez que todo haya terminado —comienza Sirius—, creo que deberíamos irnos de vacaciones en familia.

Emilia parece confundida.

—Eso... ¿lo has pensado de la nada?

—Sí —responde—. Podríamos ir a Italia.

Mia asiente y empieza a sonreír.

—Tengo muchas ganas de ir a Venecia.

—Pues iremos a Venecia —dice Sirius, sonriendo alegremente—. Si es que se dan cuenta de que soy un hombre inocente antes de que esto termine.

Emilia hace una mueca.

—Hm...

Mia intercambia una mirada con su padre. Él debe saber que tiene una esperanza increíble. Mia se pregunta qué tan doloroso debe ser para su madre saber que el mundo piensa que su esposo es un monstruo. Puede verlo ahora por la forma en que la miran; su madre, molesta, porque Sirius no será inocente por mucho tiempo, y su padre, esperanzado, porque es todo lo que puede estar. Es triste y extraño poder ver la diferencia con tanta claridad justo en frente de ella.

Son las diez y media cuando Mia admite la derrota y sube las escaleras a su dormitorio, decidiendo que verá a George mañana. Se cepilla los dientes en el baño, camina por la habitación y cierra la puerta del armario que dejó abierta antes. Todavía no ha desempacado por completo, su baúl sigue abierto en el suelo, pero se ocupará de eso por la mañana. Vuelve al baño para escupir la pasta de dientes y, mientras se enjuaga la boca con agua, alguien golpea ligeramente la puerta.

—Mamá —dice Mia, apagando la luz del baño al pasar y caminando hacia la puerta del dormitorio—, ya me voy a...

Ella abre la puerta. George sonríe con torpeza.

—Hola —saluda.

—Hola.

Ella se hace a un lado para dejarlo entrar. Debe haber regresado ahora mismo, porque todavía está en su ropa normal, no en pijama ni nada. No entiende cómo se las arregló para no darse cuenta, debió haber subido segundos antes de que todos regresaran. Pero cierra la puerta detrás de él mientras ella se cruza de brazos.

—¿Cómo estás? —pregunta, sentándose en su cama.

—Bien. Papá también lo está.

—Eso es bueno —dice ella.

—Quería ver cómo estabas —dice George, mientras se sienta junto a ella.

Mia frunce el ceño.

—¿Por qué? Estoy bien.

—He querido verte todo el día, Mia. Tú... me haces sentir mejor. Me calmas.

Su corazón da un vuelco. Al instante, siente como si olvidara todos los recuerdos románticos del pasado; se olvida de Oliver, Roger, Montague, Cormac y Cedric. No piensa en ellos, ni piensa en el crush que tuvo en George hace dos años. Todo en lo que puede centrarse es en el chico frente a ella, en su cabello pelirrojo desordenado por el viento, en sus ojos amables y en su postura casi cuidadosa. Como si quisiera hacer esto bien.

—Eres encantador —susurra Mia.

George sonríe.

—Sólo estoy siendo honesto.

George toma su rostro entre sus manos, inclinándose más hacia ella. De repente, Mia se da cuenta de la incomodidad logística de sentarse en una cama, pero a una parte de ella no le importa. Él sostiene su rostro con una mano y pone la otra en su muslo, acercándose más y más.

Siente que se necesita una eternidad. Una eternidad entre estas dos estaciones; Mia, antes de besar a George, y Mia, después. Se da cuenta que su antes con él cambiará. Ya no es el antes de cuando le gustaba, sino antes de este momento, donde está a punto de besarla.

Él presiona sus labios contra los de ella. Es el beso más suave que jamás haya sentido en su vida. Es bueno, no la malinterpretes, pero es... cuidado. Él sostiene su rostro entre sus manos y, sin embargo, la besa como si pensara que ella se va a romper.

Las comparaciones surgen y empieza a pensar en los otros chicos a los que ha besado, es natural, pero no puede evitar sentir que este es diferente. Como si ella y George supieran que se necesita mucho para llegar a este punto. Como si la fragilidad del beso, la ternura, fuera una correlación directa con los meses, y técnicamente años, de espera para esto.

Mia aparta la mano de él de su cara y la coloca en la cintura, mientras sostiene su rostro entre las manos. Ella lo besa primero esta vez, con un poco menos de delicadeza.

—Puedes quedarte aquí esta noche —dice Mia en voz baja—, si gustas.

—¿Tú quieres?

—Um... sí —dice, comenzando a sonreír.

Él asiente y la besa de nuevo antes de levantarse, quitarse los jeans y los calcetines y dejarlos en el suelo. Él mira su camiseta y ella rueda los ojos.

—Tranquilo —dice Mia, y se mueve hasta el borde de la cama, para levantarle la camiseta. Se la quita correctamente, la agrega a la pila de ropa en el suelo y mira su pecho. No es muy musculoso, pero jugaba quidditch hasta hace poco con bastante frecuencia, dejando sus brazos y pecho con músculos leves. Está tonificado, por decir lo menos. Mia deja escapar un suspiro—. Eres mono.

George bufa.

—Si hubiera sabido que solo necesitaba quitarme la camisa para que quisieras besarme...

—No seas tonto —dice Mia, y se pone de pie para besarlo de nuevo.

Apaga la luz y regresa a la cama, los dos acostados uno al lado del otro. Mia se acerca a él y siente que sus brazos la rodean, abrazándola con fuerza.

Y, por segunda noche consecutiva, Mia se fue a dormir siendo feliz.


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