Capítulo 7:

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Ynnu miraba la película sumida en la trama, mientras yo estaba distraído observando su rostro iluminado sutilmente por las luces de la pantalla de su televisor gigante.

Inconscientemente, acaricié su mejilla, suave y aporcelanada, ella me observó extrañada por mi reacción, incluso yo me sentía muy raro al hacer aquello.

—¿Qué haces? —Preguntó pestañeando varias veces seguidas.

—Nada... —me alejé al otro extremo del sofá.

—No creo que te guste mucho esta película si te has pasado una hora y media mirándome.

—¿Notaste eso? —Juro que al decir eso me sonrojé.

—No me gusta la magia y Harry Potter no me hará cambiar de idea. Los magos... ¿Huérfanos? No, no, eso no me gusta —negó y encendió la luz.

—¿Alguna vez te has enamorado? Yo nunca, que recuerde —solté de pronto como si las palabras se salieran solas de mi boca.

—¿Jugaremos a Yo Nunca? —colocó ambas manos en su rostro en forma de asombro—. No se me ocurrió añadirlo al itinerario —dio un paso para buscarlo.

—No —la detuve para que no lo hiciera, ni recordaba a dónde había tirado el rollo de papel—. Hablo en serio.

—¿Amor de pareja te refieres?

—Sí, me refiero a sentirme tan atraído por una chica que pueda decir que estoy enamorado.

—Yo tampoco —admitió extendiéndome una lata de refresco de limón.

—Tu dieta es muy rara, Ynnu, digo, eso de comer en horarios tan alejados a los normales...

—Cloudin —me interrumpió—. Ya te dije que eso de seguir las normas no va conmigo. Mis horarios son normales para mí, bebe tu refresco sin problemas, ya me conoces hace mucho para saber que como a las tres de la tarde. Y como ves estoy en perfecto estado de salud.

—Igual, desayunas a las diez de la mañana y almuerzas a las tres. Dos comidas al día y no mueres de hambre, por ejemplo en días tan ajetreados como mi cumpleaños ni probaste bocado.

—Tus cambios de temas me van a marear. No suelo alimentarme cuando estoy activa porque no me da hambre. Mis desayunos son extrafuertes y como en el trabajo mayormente, el resto es solo porque los médicos dicen que no basta una comida diaria —explicó con tono fuerte.

—Vale, no te enojes. ¿Continuamos con el tema de enamorarse?

—Conozco una chica a la que le gustas mucho —se recostó a la nevera jugueteando con una calabaza que la adornaba.

—¿Puedo saber quién es esa chica?

—No... Es un secreto.

Diciembre de 2019

Al regresar del último evento navideño, Ynnu esperaba sentada frente a mi puerta. Llevaba el cabello recogido en un pequeño moño alto, al ser tan corto lucía como una pelota de golf. Su piel tersa casi brillaba desde su posición como una estrella.

—¿Qué haces ahí? —Pregunté flexionándome en cuclillas frente a ella.

—Te esperaba —sonó demasiado triste y me alarmó.

—¿Quieres tomar algo?

—¿Qué opinas de un chico que se defiende a golpes? —sus ojos se encontraron con los míos.

Esa pregunta ya la conocía, yo se la había hecho a Sunny. Meses sin pensar en ella y justamente Ynnu me la recordaba.

—Podría decirse que soy ese tipo de persona, así que no soy el indicado para darte una respuesta.

—¿Qué opinas entonces de querer mucho a una persona como tú?

—Supongo que sería una bendición —acaricié su mejilla—. ¿Te gusta alguien? ¿Cómo yo?

—No lo sé... Pienso que es una obsesión.

—Comprendo el sentimiento —aseguré sentándome a su lado.

—Le hice daño a esa persona —admitió bajando la cabeza.

Desordené su moño intentando animarla, pero no le saqué una sonrisa.

—Tal vez te perdone —me atreví a decir.

—¿Por qué me perdonaría? No he hecho nada para ganarme ese perdón. No me va a perdonar solo porque es una buena persona.

—Pegúntale.

—Tengo miedo.

—Ynnu, te contaré algo que me ocurrió hace más de un año —sus ojos reflejaban los míos—. Conocí a una chica en línea y alguien me dio una golpiza por hablar con ella.

—Por eso estuviste ingresado y tenías problemas en la pierna.

—Exacto. Las heridas físicas sanaron, pero tengo una herida mental, una paranoia, y deseo poder hablar con Sunny una vez más. Hacerle preguntas. Entender... —me detuve al notar que todo aquel tiempo me había estado engañando al pensar que no la necesitaba—. Lo que quiero decir con esto es que; si ella me dijera por qué ocurrió todo, yo la perdonaría.

—No sabes si la perdonarías, no sabes siquiera qué sucedió. ¿Qué te hace pensar que es algo que puedes perdonar?

—Llevaba años sin entablar una conversación cordial con nadie. Ella y su nube rara traspasaron mi nube de tormenta con dos o tres conversaciones. ¿Te imaginas si hablo con ella al igual que lo hago contigo? Tendría más amigas, volvería a ser normal.

—¿Te estás escuchando? —Se puso de pie—. No me necesitas ni a mí, ni a ella para ser normal. ¡Eres normal Cloudin! No hay nada extraño en ti, eres un ser humano, uno de los mejores que he podido conocer.

—Solo quiero decirte que todo se resuelve hablando. Si le hiciste daño a alguien, pide perdón y no des la respuesta a esa pregunta antes de tiempo. Y con respecto a cómo me siento, no soy normal. ¿Me has visto detenidamente?

—¡Eres genial!

—No, soy feo, aburrido, mal humorado y, para colmos, asocial.

—Yo creo que eres guapo, divertido, tienes un humor ácido y sabes seleccionar muy bien a tus amistades.

—Eso lo dices porque eres mi amiga.

—Eso lo digo porque es lo que veo —corrigió.

Nuestra charla fue interrumpida por una voz que me encantaría decir que no conocía.

—Tierna plática —dijo Scott aplaudiendo. Sus palmadas retumbaban en las paredes. Nos observaba plácidamente desde el elevador.

Mi reacción tardía fue intentar correr hacia él para golpearlo, pero el fuerte agarre de Ynnu me lo impidió.

—¿Qué haces? —Gruñí molesto.

—No puedo...

—No me digas que... Ynnu... ¿Te gusta Scott? —Negó con la cabeza gacha.

—Suéltalo —ordenó el chico, su posición relajada me hacía hervir la sangre.

—No lo haré —gritó Ynnu levantando el rostro y encarándolo—. No le harás daño.

—Debiste pensarlo mejor antes de intentar engañarme. ¿Qué es eso? ¿Mentirme? ¿A mí? Ni que no me conocieras Sunny.

Un balde de agua hirviendo, me hundió en una tormenta artificial. Las palabras de Scott quemaron cada célula de mi piel. ¿Ynnu era Sunny?

Imposible, no, jamás, lo negaba internamente una y otra vez, al punto que deje de escuchar su conversación. No podía seguir el hilo de la plática porque un millón de preguntas me nublaron la conciencia.

Desperté acostado en el sofá, creía que había sido un sueño, una pesadilla, o tal vez una jugarreta de mi imaginación. Salí estirándome de mi departamento al de Ynnu. Como estábamos en días feriados, ella no trabajaba. Un cartel en su puerta me demostró que no había sido un sueño:

Una vez más te fallé... Lo siento. Si realmente puedes perdonarme, eso bastará... Esta vez no regresaré... Te quiero.

Febrero de 2021

Había pasado más de un año desde que descubrí que Ynnu y Sunny eran la misma persona. Fue decepcionante, pero a la vez me agradaba saber cómo lucía. Ahora podría reconocerla en cualquier lado. Extrañamente, todas las personas que interactuaron con Ynnu la habían olvidado, incluso Laura no recordaba haber tenido una amiga llamada así. Las fotos habían desaparecido, todas, como si ella jamás hubiese estado con nosotros.

Mi abuela seguía de viaje, mi posición económica tras el concurso de fotografía y los más de cien contratos que había tenido me dieron la solvencia necesaria para mantener sus caprichos. Había dejado de vivir en un departamento rentado, compré una casa grande y espaciosa que se parecía mucho a la de mis padres. La universidad comenzó a complicarse en tercer año, pero todo marchaba bastante bien, mis notas volvían a subir tras un año completo de bajones emocionales y ya no era tan invisible como antes.

Podría decirse que mi nube gris se estaba aclarando. Luego de descubrir que podía tener nuevamente amigos gracias a Ynnu y Laura, comencé a ser más amigable con mis compañeros. ¿Quién diría que algunos podían llegar a ser agradables? Muchos adoraban mis fotografías, o mejor dicho, las del fotógrafo enmascarado.

Durante el 2020 tuve que asistir a muchas sesiones con el antiguo psicólogo de mi abuela. Las crisis de ansiedad por lo ocurrido con Ynnu y Sunny me afectaron mucho mentalmente. Casi pierdo el segundo año, mis notas bajaron drásticamente. Incluso tomé medicación durante algunos meses. Mi barco a la deriva volvía a salir a flote en esa época del año.

El 14 de febrero había llegado, se suponía que sería el primero que celebraría en compañía amorosa. Tres meses antes había comenzado una relación romántica con una chica de segundo año de mi carrera. No los voy a engañar, ella no me gustaba, no estaba enamorado. Mi mente seguía pensando en que Ynnu era más guapa. La chica, Hanna, era muy cariñosa, no habíamos pasado de besos y caricias, estaba bien sin cruzar la línea, sin embargo, mis deseos más profundos comenzaron a revelarse poco a poco, desgraciadamente las cosas no se dieron como esperaba.

Aquella noche habíamos quedado en cenar juntos y luego regresaríamos mi casa. Planes que jamás se llevaron a cabo gracias a mi absoluta curiosidad. Dicen que la curiosidad mató al gato, yo creo que era un gato.

Hanna vivía a unas cuadras del hospital de la doctora Sunny. Decidí pasar antes por su consulta a llevarle un regalo de agradecimiento por su amistad; solo que me encontré con otra escena absurda.

La doctora hablaba con alguien dentro del armario, esta vez no tenía ningún medicamento en sangre. No lo estaba imaginando. Entré sigilosamente sin que ella lo notara. Coloqué la bolsa del regalo sobre su escritorio evitando emitir sonido alguno y escuché atentamente la conversación.

—No puedes venir —susurraba la doctora.

—¡Pero tía! —se quejaba una voz femenina, pero no cualquier voz, sino la de Ynnu.

—Hiciste una promesa.

—Ya no aguanto más —obligué a mis músculos a quedarse quietos, ya que mi primer impulso fue acercarme para verla y abrazarla.

No lo podía negar, ninguna terapia sería suficiente para sacarla de mi mente. Ella era más que una vieja amiga, fue la primera persona que me recordó lo bien que se sentía ser querido y sobre todo, lo maravilloso que era sentir cariño hacia una persona.

—Cariño... —la doctora entró en el armario y la seguí antes de que las puertas cerraran, pero justo delante había otra que no me dio tiempo a alcanzar, me golpeé de lleno en la nariz.

La sobé un poco para aliviar el dolor y pegué el oído a la segunda puerta, no escuchaba voces, así que decidí abrir. Aparecí en una casa antigua, espaciosa, de puntal alto, muy elegante, con finas alfombras rojas de ribetes dorados y bonitos retratos de paisajes increíbles con marcos de oro brillante. Las luces estaban apagadas, el reflejo de una habitación abierta permitía observar el entorno con claridad. Caminé de puntitas hacia la luz.

Scott estaba de pie dando vueltas en círculos y la doctora parada al lado de un sofá cubriendo a otra persona de cabello muy largo y rubio. Similar al que había visto aquella vez en el hospital. Al otro lado de la habitación estaba Ynnu, estática, parecía casi sin vida, le faltaba algo.

Comencé a atar cabos, era evidente que Sunny era sobrina de la doctora, tal vez fue así como me encontró tras la golpiza de Scott. Se llamaban igual, de ahí la confusión que causaron.

—Sunny no lo voy a repetir. Ese pobre chico ha rehecho su vida, ¡déjalo en paz! —Bramó Scott.

—Quiero verlo, aunque sea de lejos.

—Mi niña no seas insistente, Cloudin incluso tuvo que ir a terapias —añadió la doctora.

—¿Terapias? ¿Cómo no va a ir a terapias? Para él es muy difícil asimilar toda esta mierda de la magia. Cuidado y aún no sepa ni que existe este mundo.

—Su abuela dejó muy claro que quería mantenerlo alejado de todo esto —Scott se arrodilló frente a la chica.

—Sí, su abuela, la misma que lo sigue engañando. El pobre envía dinero todos los meses a una iglesia pensando que es a ella. Mientras la señora disfruta de su retiro mágico. ¡Fabuloso de verdad!

Me tomó por sorpresa esa revelación de mi abuela. ¿Mundo mágico? Detalle importante, mi abuela no estaba de vacaciones por el mundo y me había engañado.

—Sunny, ellos son dueños de sus secretos —expresó la doctora.

—Yo solo quiero verlo, no hablaré con él, lo prometo —continuaba pidiendo.

—¿Tú qué haces aquí? —Preguntó un chico detrás de mí y todas las miradas se giraron a verme.

La doctora me observaba aterrorizada, Scott impenetrable como siempre y Sunny, la chica de cabellos dorados, sus ojos transmitían mucha emoción retenida, estaban aguados. Me quedé prendido en su mirada. No sabía exactamente por qué había dos, una Sunny y una Ynnu, de repente me vi cayendo en un pozo sin fondo y perdí la conciencia.

—Ya despertó —anunció la doctora pasando alcohol por mi nariz.

—Ya me preocupaba tener que decirle a la reina que tenemos un cadáver de un mortal en mi casa —refunfuñó Scott de mala gana.

Las cosas continuaban pareciéndome raras, ¿reina? ¿Había viajado entre mundos por las puertas? ¿Eran dos chicas?

—La reina te castigaría, y no por el cadáver, sino por las mentiras. Todos sabemos que Kolie odia ese tipo de actitud —explicó la nueva Sunny rubia.

—¿Sunny? —Pregunté agarrándome la cabeza que me daba vueltas.

—Sí —la chica de cabello rubio se colocó muy cerca de mi rostro, sus ojos esmeraldas me elevaban como una nube.

Poseía un aroma inigualable, lo detectaba como algo dulce, pero a la vez suave y fresco. Una tenue mezcla de vainilla con menta.

Saber que la magia existía realmente era una situación impactante en la vida de cualquier persona, pero de alguna forma no me asombraba. Explicaba todos los hechos sobrenaturales que habían ocurrido y confirmaba una de mis absurdas teorías.

Para los individuos como yo que amaban esos mundos fantásticos como Harry Potter descubrir que era real, lejos de dar miedo, causaba gran placer y curiosidad. Saber que todo eso no solo es imaginación y es posible, formula el deseo cumplido de un Potterhead.

—¿Ynnu?

—Ynnu es un robot controlado por un juego de realidad virtual —intervino el chico que me había sorprendido.

Lucía delgado, no tanto como yo, un poco más bajo, de cabello negro corto, labios finos y piel pálida. Su rostro parecía el de un bebé angelical.

—Ralph, se va a desmayar de nuevo —lo regañó Sunny.

La Sunny frente a mí sí coordinaba las expresiones de su rostro con su tono de voz. Me había ilusionado con un robot, era evidente. Aunque valorando las cosas, la no robot era la chica más guapa que había visto en mi vida. Superaba a Ynnu por millones y eso era decir demasiado.

—¿Dónde está mi nieto? —Entró gritando mi abuela.

—Aquí —alcé el brazo y Sunny se colocó al lado de Scott.

Él la abrazó y ella se acurrucó en sus brazos como una niña pequeña y asustada. La sangre me hervía. Luego de todo, seguía junto a él.

—Ya sé que mereces muchas explicaciones —dijo besando mi mejilla y examinándome con la vista, continuaba en su modo tierno—. Primero que nada, ¿no quedamos en que esa niña malcriada no buscaría a mi nieto? —le habló a Scott como la antigua abuela lo haría, es más, lo hizo justo como conmigo.

—Sunny no es una niña malcriada, ha cumplido su palabra. Es su nieto quien se coló en nuestro mundo por si no lo ve. ¿O es que esta le parece su casa en la tierra? —Mi abuela tomó aire, a ese estúpido no le importaba hablar con una anciana de esa forma y yo que no necesitaba excusas me levanté como rayo dispuesto a golpearlo.

Mis cálculos fallaron, Scott no solo es más rápido y fuerte, sino que poseía reflejos demasiado agudizados. Mi puño impactó contra la pared y me fracturé la mano, lo supe por el dolor punzante y el sonido de los huesos al romperse.

Me preocupaban mucho las sorpresas que podría traerme este nuevo mundo, en unos minutos había tenido muchas. Quería explicaciones, sobre todo quería que Sunny se alejara de Scott. Él no me agradaba y sus innegables habilidades me molestaban, porque por más que lo intentara siempre estaba un paso por detrás de él.

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