El loco.

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Marcelo era considerado el hombre más feliz de la ciudad, tenía un gran trabajo que le permitía darse lujos y viajes que deseara, una esposa maravillosa la cual era considerada como una de las más bellas del lugar y lo más importante, lo quería por encima de todas las cosas, en pocas palabras, Marcelo tenía la vida que muchos deseaban, pero no todo es color de rosa y Ana, le ocultaba un gran secreto a su esposo, un secreto que acabaría con la vida perfecta que ambos llevaban.

Un día, Marcelo se levantó de su cama muy temprano como solía hacerlo siempre para ir a trabajar, su esposa le preparaba su desayuno favorito mientras baila y tarareaba una de sus canciones favoritas. Marcelo adoraba ver a Ana con ese destello de felicidad que la caracterizaba tanto, para él, Ana era la mejor que todo hombre quisiera tener y él era el afortunado de tenerla. Mientras Ana seguía preparando el desayuno, Marcelo la abrazó por detrás dejando un casto beso en su mejilla mientras le susurraba al oído un "Buenos días" Ana sonrió y dio media vuelta para ponerse a bailar un rato con su marido como era de costumbre en su alegre hogar.

—Has mejorado mucho, cariño. —felicitó su esposa mientras seguía los pasos de su marido.

—Todo gracias a ti, eres una excelente maestra y la más hermosa. —halagó Marcelo haciendo reír a su esposa.

Ambos siguieron así por un largo rato, después, Marcelo se dispuso a desayunar mientras conversaba con su esposa sobre lo tarde que llegaría esa noche, pues su jefe lo había ascendido de puesto en aquella empresa prestigiosa y habían decidido ir a celebrar. Por alguna extraña razón, Ana no le puso problema a la celebración de su esposo, al contrario, se encontraba incluso más alegre que hace algunos segundos atrás. Marcelo no vio nada extraño en su esposa, pues el creía que ella se alegraba de su ascenso y consideraba que él se merecía algunos tragos para celebrar, después de todo, su esposa era perfecta.

Marcelo salió rápidamente de su casa después de haberse despedido correctamente de su esposa, para Marcelo, Ana era la razón de su existir, sin ella la vida no tendría sentido y le agradecía al destino por haberla puesto en su camino. Después de algunas horas manejando para llegar hacia su trabajo, éste llegó siendo recibido por su jefe y compañeros, quienes tenían todo preparado para un noche espetacular, la nueva oficina de Marcelo estaba decorada con globos y un gran cártel que decía "Bienvenido a tu nuevo lugar de trabajo" Marcelo no pudo contener las lágrimas de felicidad al ver su sueño hecho realidad, pues él y su esposa siempre habían deseado ese momento.

—Felicidades Marcelo, te lo mereces. —felicitó su jefe dándole suaves palmadas sobre su hombro—. Me alegra tener a alguien tan valioso como tú en ésta empresa.

—Muchas gracias, es para mí todo un honor. —agradeció Marcelo limpiando sus lágrimas— es un verdadero sueño.

—Vamos, no es momento para llorar. —dijo uno de sus compañeros— hay que trabajar, nos espera una noche de locos.

Todos volvieron a lo suyo tratando de dejar todos los pendientes listos para tener la noche libre, pues tenían pensado celebrar hasta perder la noción del tiempo. El resto del día pasó rápidamente, en un parpadeo, todos los de la empresa ya se encontraban bajo los efectos del alcohol, incluyendo a Marcelo, quién ya se encontraba con varias copas encima. Su jefe le sugirió ir a casa con su amada esposa, pues ya era bastante tarde y probablemente ella se encontraba preocupa, Marcelo no se opuso y acepto tomar el taxi que su jefe le había llamado y pagado.

Marcelo llegó rápidamente a su casa, entró sigilosamente a ésta para no despertar a su esposa, pues el creía que a tan altas horas de la noche, ella ya se encontraba durmiendo. Mientras iba subiendo las escaleras hacia el segundo piso, unos sonidos extraños se empezaron a hacer presente, Marcelo agudizó su oído y se dio cuenta que eran gemidos provenientes de su alcoba, éste rápidamente se dirigió hacia la habitación ya abrió la puerta de golpe encontrándose con su esposa moviéndose encima de otra hombre, en ese momento, el mundo perfecto de Marcelo se vino a abajo.

—¡Marcelo! —exclamó su esposa tratando de regular su respiración mientras se baja del regazo de aquel hombre—. Creí que llegarías más tarde.

—¿Cómo pudiste? —preguntó Marcelo en un susurro después de un largo silencio.

—No es lo que estás pensando. —dijo su esposa mientras se vestía al lado de aquel hombre.

—Eres una maldita. —sollozó— creía que eras la esposa perfecta y te acostabas con otro a mis espaldas.

—Marcelo. Déjame explicarte. —musitó su esposa con temor.

Por más que Ana trataba de calmar la ira de Marcelo, éste sólo pensaba en su esposa encima de aquel hombre. Con el alcohol haciendo efecto en su cabeza y con la ira haciendo efecto en su corazón, Marcelo sacó una pistola de su bolsillo y sin previo aviso, le disparó al pecho del hombre, quién inmediatamente cayó al suelo. Ana lanzó un grito despavorida al ver el cadáver del hombre con el que se había acostado, rápidamente empezó a correr por la casa con su esposo pisándole los talones, en un movimiento mal hecho, Ana cayó al suelo mientras sentía como el frío de una navaja empezaba a clavarse en su corazón, lo último que vio antes de caer muerta, fue el rostro de su esposo totalmente enfurecido.

La mañana siguiente llegó rápidamente, Marcelo se encontraba al lado del cuerpo de su esposa mientras lloraba desconsoladamente, había cometido el peor de los delitos, había matado a la persona que él más amaba, a la razón de su existir. Los días siguieron pasando y sin darse cuenta, Marcelo empezó a volverse loco como medio de sobrellevar el dolor de aquella pérdida, aquel empresario con vida perfecta se había convertido en un loco quién baila por las calles cada vez que recordaba a su esposa, cantaba una y otra vez la canción favorita de Ana, porque por más loco que estuviera, él jamás la pudo olvidar.

Con el pasar de los años, las personas se olvidaron por completo de aquel loco, a nadie le importaba la razón de su locura, a nadie le importa lo que pesaba por la cabeza de un loco, ahora Marcelo bailaba y cantaba por las calles siendo ignorado por todos los que los rodeaban y día día, se hizo más loco, recordando aquella noche y la razón por la que la mato.

El loco.
Manuel Fernando - Balada.

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