❁; capítulo diecisiete

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Varios partidos ganados después
Harry 18 y Louis 19

Es el último jueves del mes.

Las porristas avanzan hacia el campo como si se tratara de un pequeño ejército, con sus coletas elevadas ondeándose rítmicamente de lado a lado, adornadas por encantadores moños que le aportan un toque primoroso al peinado.

Resulta imposible no mirarlas.

La comunidad estudiantil comparte ese pensamiento, pues cada vez que una de ellas cruza el patio, sus pasos despiertan decenas de murmullos basados en la admiración que generan gracias a su talento y belleza.

Lo cierto es que Harry todavía no se acostumbra a lo que todos llaman popularidad.

Y es que, siendo objetivo, él siempre fue una persona sociable desde temprana edad, jamás tuvo dificultad para hacer amigos, pero eso no quiere decir que al día de hoy sepa como manejar el ser un chico reconocido por gran parte de las alumnas y alumnos matriculados en la preparatoria.

A pesar de ser alguien amable, encuentra algo abrumador tener que saludar a personas que a veces no reconoce. No se trata de falta de educación, solo se siente pésimo cuando lo llaman por su nombre y él no consigue recordar el de la otra persona.

Sus amigas le han dicho que solo sonría y devuelva los gestos, así que eso ha hecho por dos semestres completos.

Ser parte del equipo de animadoras era uno de sus sueños más anhelados. Las clases de gimnasia le vinieron de maravilla ya que desarrolló una flexibilidad impresionante, y esta ventaja siempre le ha facilitado obtener el puesto de mano derecha de las capitanas.

Además, su carisma es un arma infalible, porque todas la chicas terminan amando su espontaneidad.

Por ahora, su posición permanece intacta y debe asumir las responsabilidades que le corresponden junto a la entrenadora.

Esa tarde se llevarán a cabo las audiciones para reclutar nuevas promesas, y sí, Harry ha sido considerado en el panel de las votaciones.

¿Está nervioso? Sí.

¿Emocionado? También.

Es la primera vez que su punto de vista será considerado en la toma de decisiones, lo cual significa muchísimo para él.

—¿Cuántas personas se inscribieron? —pregunta, al frotar sus palmas entre sí con entusiasmo.

Emilia echa un vistazo a su tabla portapapeles y se acomoda uno de sus mechones sueltos atrás de la oreja.

—Aquí tengo anotadas a veinte chicas y a cinco chicos.

Los ojos de Harry se agrandan con impresión.

—¡Ay! —chilla e involuntariamente da un brinco en su lugar—. ¿En serio se anotaron chicos?

—Ajá —Su amiga asiente, antes de apuntarlo de manera amenazadora con su bolígrafo rosa—. Ni te emociones, Hazz, tú ya estás casado.

—Tonta, no lo decía por eso —rechista, dejando claro que sus intenciones no apuntan en esa dirección—. Es que, si no mal recuerdo, es la primera vez que eso pasa y me pone feliz saber que al fin puedo tener un compañero porrista.

Es obvio que la simple idea de tener un amigo que comparta su pasión le causa felicidad.

Muchos jóvenes creen erróneamente que ser porrista es exclusivo para mujeres, y es lamentable que mantengan esa idea equivocada.

—Tú sueño hecho realidad, ¿cierto? —Emilia prosigue con buen humor—: Ya no molestaras a Liam para que acepte unirse.

—¡Exacto! —Chasquea los dedos, resaltando el punto—. Ya sé que a él no le gusta, creo que es más feliz siendo nuestro auxiliar de actividades.

—Sí, así es —Gira la tabla portapapeles hacia él y le señala los nombres de los muchachos que se inscribieron—. Mira, ¿ubicas a alguno?

Harry revisa la lista y conforme lee, trata de hacer memoria.

Mhn, Evan está en mi clase de física —Se rasca la sien izquierda—. Y creo que Robbie es de un grado mayor, lo conozco por Louis.

—¿Es su amigo?

—No, pero están en el mismo equipo de laboratorio —comunica—, creo que está enamorado de Lou o algo así, babea cada que lo ve.

Emilia lo observa con el ceño fruncido, exteriorizando una repentina confusión.

—¿De verdad? —Atónita, se coloca la mano suelta en la cintura—. ¿Y lo dices así de tranquilo?

—Sí, ¿qué tiene?

—¿Hola? —Menea la cabeza, incapaz de comprender cómo su amigo puede estar tan sereno—. ¡Estás hablando de un chico que quiere con tu novio!

Harry se ve despreocupado ante la situación, adoptando una actitud relajada mientras sonríe con desinterés.

—Lo sé, pero Lou está conmigo, jamás me ha dado motivos para desconfiar y yo sé que me quiere a mí —argumenta, restándole importancia al asunto con un ademán—. Además no podemos culparlo, es guapísimo y es común que se mueran por él.

—Bueno, de hecho sí, pero tu tampoco te quedas atrás, tienes una montaña de pretendientes —dice con satisfacción, reconociendo que la belleza de su mejor amigo es única—. ¡Por eso son la envidia de la escuela!

Con un tímido encogimiento de hombros, el rizado le pone punto final a ese tema.

No va a alardear, pero tampoco negará la verdad.

Esa calma que posee se fundamenta en una sola cosa y es un gran ejemplo de la estabilidad que ha encontrado en su relación. Todo gracias a la comunicación que tienen como pareja.

Su noviazgo con uno de los mejores jugadores de americano es objeto de amor, odio, admiración y repudio entre los diversos alumnos. A fin de cuentas, sigue siendo uno de los temas favoritos que el resto elige para discutir a sus espaldas.

Su existencia genera pláticas controversiales y él vive tranquilo con eso.

—¡Emilia y Harry! —La entrenadora les llama desde la mesa que se ha montado frente a las gradas—. ¡Vengan!

Los jóvenes asienten efusivamente, intercambiando una mirada repleta de entusiasmo.

Uf, llegó la hora —Emilia se coloca su tabla portapapeles por abajo del brazo—. ¿Estás listo?

—Creo que sí, ¿tú?

—No, pero haré lo que pueda.

Con una sonrisa plena, Harry envuelve a su mejor amiga por los hombros con un solo brazo, ofreciéndole un poquito de tranquilidad mientras se dirigen hacia el lugar donde el resto del grupo los espera impaciente.

Las chicas se encuentran sentadas en las primeras filas de las gradas, ansiosas por presenciar las habilidades que otros pueden aportar al equipo y listas para aplaudir a cada persona que se inscribió, sin importar que tan bien o mal lo haga.

Tres sillas están colocadas debajo de la mesa, hay botellas de agua descansando sobre su superficie y varios folders están dispersos por allí, probablemente conteniendo las fichas de los estudiantes que aguardan ansiosos su turno para demostrar que merecen un lugar en el equipo.

Todo esta listo y hay una fusión palpable de tensión e ilusión que flota en el aire.

—Aquí estamos, profesora —masculla Emilia, en cuanto deja las hojas que traía consigo sobre la mesa—. ¿Qué es lo vamos a hacer?

La entrenadora les sonríe a ambos antes de tomar una de las carpetas y abrirla, mostrando el formato impreso del listado oficial de quienes se inscribieron.

—Les voy a explicar como funcionará esto de las audiciones —Con el índice, señala el encabezado en la primera página—. Hay veinte chicas y solo tenemos cuatro lugares, ¿de acuerdo?

—¿Solo cuatro?

—Sí, y de los cinco chicos, únicamente reclutaremos a dos.

Harry traga saliva, sintiendo cómo los nervios comienzan a picar en la boca de su estómago.

—Bien, sí.

—Hay que ir por etapas, vamos filtrando a los mejores y a los que todavía necesitan practicar más, los descartamos —La mujer establece con simpleza y después intercala su vista entre los dos porristas—. Esto también será una prueba para ustedes.

—¿Para nosotros? —cuestiona el ojiverde, marcado por la incertidumbre—. ¿Cómo?

—Así es. Con base a sus observaciones y a los años que ya llevan en el equipo, ustedes me dirán a quienes consideran buenos elementos. Yo puedo distinguir a los que tiene potencial rápidamente, así que si coincidimos, quiere decir que han aprendido bien.

La boca de Emilia se entreabre con estupefacción e inmediatamente se gira hacia Harry, quien también está formando una leve circunferencia con los labios.

Es bastante responsabilidad para los dos.

—Emi, tú siéntate en medio, Hazz a la derecha y yo me quedaré a la izquierda —indica la entrenadora, dándole a cada uno su respectiva palmada en la espalda—. Voy por las chicas y los chicos, me están esperando en el vestidor.

Cuando la profesora toma su camino rumbo al sitio mencionado, los dos amigos vuelven a mirarse y aunque quieren sonreírse, ninguno logra torcer las comisuras.

Ahora más que nunca, tienen el peso del equipo sobre los hombros y de ellos depende elegir a los mejores para continuar siendo uno de los grupos más destacados de la zona.

—¿Qué vamos a hacer? —cuestiona el menor, antes de encajarse los dientes en el labio—. ¡No somos expertos!

—Ya sé, ya sé, déjame pensar —La joven de cabello ondulado exhala y se muerde la uña del pulgar—. ¿Qué demonios vamos a calificar?

—No tengo idea... —murmura, intentando que sus compañeras en las gradas no se enteren del colapso por el que están pasando—. Debieron estudiar la rutina de entrenamiento, ¿no?

—Sí, esa es la que tienen que presentar. ¿Deberíamos irnos por quienes tengan mayor elasticidad?

—También hay que tomar en cuenta la destreza, la seguridad que muestren y la limpieza en los movimientos.

Tras suspirar, Emilia expresa su conformidad con un asentimiento.

—Podemos hacerlo, ¿no?

—Sí, yo sé que sí, solo hay que poner mucha atención.

La estrategia se consolida, sellando el pacto mediante un sonoro choque de palmas. Después, ellos ocupan sus asientos asignados y, mientras esperan a que todo de inicio, dedican un momento a charlar con sus amigas que se ubican a sus espaldas.

La emoción es general, porque nada les genera más gusto que planear la bienvenida de las integrantes que se unirán próximamente a la escuadra.

O quizá, si existe algo que les otorga un poco más de felicidad.

Porque al observar que el equipo de fútbol americano ingresa al extremo opuesto del campo, con sus uniformes de entrenamiento y su equipo de seguridad, sus rostros resplandecen de alegría, irradiando una luz que realza aún más sus lindas facciones.

Ninguna parece ser inmune al hechizo; todas permanecen cautivadas por el grupo de muchachos que está a punto de comenzar su práctica esa tarde.

Incluso Harry ha perdido su concentración.

Acaba de distinguir a su novio entre los jugadores y eso siempre provoca que el corazón se le acelere.

—Niall es encantador... —comenta una de las animadoras, pestañeando con ensoñación—. De verdad, es adorable.

—Además es muy divertido y servicial. Va en mi clase de trigonometría y a veces se convierte en una agradable distracción para mí.

—Zayn también es guapísimo —agrega otra, apoyando la cabeza en el hombro de la chica que tiene a un lado—. ¿Han visto sus pestañas?

—¡Sí! Son muy bonitas, igual que toda su cara.

Los comentarios suelen ser así cuando hablan de los jugadores más atractivos.

—Y espero que Hazz no se moleste por lo que voy a decir, pero Louis siempre será mi crush —agrega una más de las jóvenes—, jamás había visto a alguien tan lindo.

—Yo estoy de acuerdo con eso.

—¡Y yo!

Lejos de sentirse molesto, Harry les sonríe, compartiendo la opinión de que Louis es un ser humano extraordinariamente bello.

El crecimiento le ha favorecido notablemente, y su aspecto ha ido captando cada vez más la atención de la gente.

Muy en el fondo, disfruta que todos reconozcan que aquel precioso chico ya no está disponible, y ese hecho se refuerza cada vez que Louis lo saluda antes que a nadie, agitando la mano a distancia mientras le regala una sonrisa de oreja a oreja.

Sí, están jodidamente enamorados.

Y tal vez lo han estado desde que se vieron en el parque por primera vez.

—¡Ahí viene la entrenadora!

El aviso interrumpe el romántico momento, y es entonces cuando Harry retoma su posición como porrista oficial junto a Emilia. Se rotan sobre las sillas, regresando la vista al frente y velozmente abren la carpeta que la profesora les mostró, en la cual se encuentra la lista impresa de los inscritos.

Y puede ser que el menor no esté completamente enfocado, ya que tener a su novio entrenando a solo unos metros de distancia resulta demasiado atrayente.

Sin embargo, se esfuerza al máximo para no perder el rumbo, recibiendo a todas las talentosas personas que van a presentar la rutina estudiada y brindándoles un par de consejos previos que les serán útiles a la hora de desenvolverse.

De esta manera, la etapa de audiciones da inicio y, aunque los nervios están a flor de piel, las cosas avanzan positivamente.

Emilia está fascinada con la habilidad de las primeras chicas, se encuentra rescatando los puntos más relevantes de sus participaciones y tomando nota de quiénes tienen mayores posibilidades de quedar como las finalistas.

La profesora también sigue atentamente las rutinas ejecutadas. Sin necesidad de analizar cada movimiento, solo marca con un tic los nombres de aquellas que ve con la oportunidad de destacar en el equipo.

Y por otro lado, está Harry.

Él está intentando valorar como debe ser a las posibles animadoras, de verdad, trata de capturar los detalles importantes de cada una, pero ese juego de miradas que trae con Louis le está jugando en contra.

Es difícil resistir la tentación de observarlo, y se vuelve aún más complicado evitar ruborizarse ante su mera presencia.

—Hazz, ella definitivamente debe estar en el equipo —El susurro de su amiga le devuelve el enfoque—. ¿Viste eso?

—¿Eh? —Pestañea con rapidez y sacude débilmente la cabeza—. ¿Qué cosa?

—Su split fue perfecto, de los mejores que he visto —Discretamente, le enseña lo que escribió en la hoja de sus notas—. ¿No es así?

Él disimula al arreglarse los rizos, aparentando estar atento a la presentación de la chica que parece tener una elasticidad magnífica.

Ah, sí... —Su gesto de concentración oculta hábilmente la distracción anterior—. Lo vi, sin duda debemos considerarlo.

Lamentablemente, Emilia capta la vacilación en su tono.

—¿Por qué parece que lo dudas? —musita—. ¿No te convenció?

—No, estoy de acuerdo —Continúa con su actuación, esperando que su nueva idea le ayude a no parecer irresponsable—. Es que debo ir al baño, ya no aguanto.

Oh, entiendo. Dile a la entrenadora, antes de que empecemos con la siguiente chica.

Harry cabecea ante la propuesta, considerando que lo correcto es tomarse unos segundos fuera para despejar cualquier cosa que pueda estar saturando su mente.

Con discreción, desliza su brazo por la mesa y toca la mano de su entrenadora.

—Profesora, ¿puedo ir al sanitario? —pregunta, una vez que ella lo mira.

—Sí, adelante —concede el permiso, y después, ella estira los brazos hacia arriba para aliviar la tensión de su espalda—. Aprovechemos para tomar un descanso de diez minutos.

—Excelente, ya vuelvo.

El rizado se alza de su silla, apoyando las manos al borde de la mesa y, al erguirse, se ajusta el short deportivo que habitualmente utiliza al entrenar.

Echa otro vistazo hacia la zona de juego, sin sorprenderse cuando descubre que Louis se halla contemplándolo otra vez y debido a que el contacto visual le da la confianza requerida, marca una suave señal con la cabeza, pidiéndole de forma sutil que lo siga.

La instrucción está hecha, y por lo tanto, Harry se interna hacia los vestidores, sin darse cuenta de que varios integrantes del equipo de fútbol lo observan mientras se retira del campo.

Una vez dentro del lugar que la escuela le proporcionó a las animadoras para guardar sus pertenencias, se coloca a unos metros de la puerta, con los brazos cruzados y espera serenamente a que su novio cruce el umbral.

Por suerte, apenas dos minutos después de su llegada, la cabellera castaña de Louis se vislumbra en la puerta y la expresión juguetona que trae en su rostro provoca que el ceño del menor se frunza por inercia.

—Hola, ratón —Le saluda al entrar, deteniéndose al notar su postura rígida—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar evaluando a las nuevas porristas?

Harry endereza la espalda y sus cejas amenazan con unirse al centro de su frente.

—Debería, pero cierto individuo me está robando la atención —Sus pestañas se mueven con parsimonia antes de ladear el rostro—. No puedo enfocarme si te tengo entrenando al otro extremo del campo.

Ah, ¿en serio? —replica, adoptando la misma postura de entrelazar los brazos frente a su pecho—. ¿Y por qué no puedes?

—Porque no puedo ignorar el hecho de que luces muy guapo con el uniforme.

—Entonces estamos a mano, a mí también me parece que te ves precioso con el tuyo.

Ambos se mantienen firmes, pero la seriedad fingida en sus semblantes se desmorona cuando Harry exhala con exasperación, dejando caer los brazos y torciendo los labios.

—¿Estás jugando conmigo? —Se frota la mitad de la cara con la palma extendida—. ¡Me van a echar del equipo si sigues distrayéndome así!

Del mismo modo, Louis relaja los músculos, dando pasos cortos hacia adelante y provocando que el menor retroceda al sentir la presión de su avance.

—No, amor, lo último que quiero es que te echen —murmura con dulzura al sostenerlo del mentón—, pero admito que es bastante entretenido ver cómo te pones nervioso con solo una mirada mía.

—Para ti es divertido, ¿tú no piensas en lo que yo siento o qué?

—Bueno, no lo sé, dime que es lo que sientes y así podré tomarlo en cuenta.

De repente, la espalda de Harry choca contra las puertas de los casilleros cerrados. Ahora tiene los labios de Louis a escasos centímetros de los suyos y la tirantez en el entorno se ha vuelto asfixiante.

Es como si el tiempo se detuviera y él se ve envuelto en una lucha interna, pero ante la proximidad desquiciante, finalmente se rinde al capricho.

—Pues ahora me muero de ganas por besarte —murmura, rodeando apresuradamente su cuello con las manos y atrayéndolo con impaciencia—. Desconsiderado.

—Eso lo podemos arreglar.

Es muy común que Louis tome el control en cada uno de los besos que se dan, parece que le gusta liderar el compás del acto. Para ser franco, a Harry le encanta la firmeza con la que una mano siempre se posa en su nuca y adora la seguridad que la otra le transmite al sostener su cintura.

Siempre es así, la intensidad se mezcla con la suavidad, creando una sensación de vulnerabilidad gracias al contacto y la combinación de los toques hace que disfrute al triple cada segundo en que sus labios se deslizan, encajando de forma sublime con los de su novio.

Sus dedos derechos se enredan con ansia en los cabellos marrones de Louis, acariciándole repetidas veces el área posterior de la cabeza y simultáneamente, presiona las yemas izquierdas en su brazo, buscando anclarse a la piel cuando la falta de aire comienza a ser un obstáculo que enfrentar.

A Harry le tiemblan las piernas en cuanto escucha que la palma de Louis se estampa en la taquilla ubicada a un costado de su cabeza, el metal resuena al ser golpeado sin querer y al sentir un par de mordidas ávidas en el labio inferior, entiende que es momento de parar.

—Ya, basta, aléjate —musita sobre su boca, y trata de apartarlo a posicionar las manos por encima de su pecho—. Alguien puede vernos.

El mayor gruñe, y a pesar de que las ganas de reclamar aquella hermosa boca lo consumen, obedece la indicación de retirarse.

—No me importaría, nos han visto besándonos hasta en los pasillos, así que no creo que les sorprenda.

—Pero no así... Nos van a mandar a la dirección porque van a creer que estamos haciendo cosas indebidas.

—¿Y qué sería indebido para ti?

—Esto, que nos encuentren así es indebido —En cambio, el rizado coloca la barrera en lo más alto, pactando un límite al menos por esa tarde—.  Así que ya, vuelve a tu práctica y yo me concentraré en mi actividad porque de las cinco chicas que han pasado, solo he puesto atención en la mitad de cada audición.

—Que ratón tan amargado —Se jacta, dando una zancada hacia atrás e inspira—. Ya verás, algún día me entenderás.

—Lo que digas, mi amor. Que te vaya fenomenal, te quiero con todo mi corazón.

—Te quiero mucho más, y por favor ya no te pongas nervioso por mí culpa.

Cuando Harry detecta la ironía en su tono, le entrega una última mueca, sacándole la lengua de forma infantil y entornando los ojos antes de salir por la puerta de los vestidores.

Finalmente, Louis se queda solo al interior, reflexionando sobre la necesidad de demorarse al menos cinco minutos más que él porque no deben levantar sospechas de su breve fuga.

Durante ese lapso, él aprovecha para deshacerse del caos que se ha creado en su flequillo, pasándose la mano por el cabello mientras piensa en lo que acaba de ocurrir.

No puede seguir negando la intriga que le provoca la experiencia de besar a su novio de esa manera. Es extraño, pues recientemente ha estado inmerso en emociones estimulantes e intensas, algo que se podría considerar común a su edad, pero que le resulta difícil manejar. Su relación con Harry es la primera y única que tendrá en la vida, lo que lo deja desconcertado al tratar de comprender mejor todo lo que implica la atracción, y más específicamente, el significado del deseo.

Lo que desconoce, es que Harry también está confundido por lo mismo.

Cierta tensión está aumentando en silencio entre ellos, y aunque ninguno está seguro de qué es lo que sucede exactamente, ambos son conscientes de que algo ha cambiado.

Sin embargo, quizás aún no sea el momento adecuado para que lo averigüen.

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