❁; capítulo siete

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La siguiente semana se llevará a cabo el primer partido del ciclo escolar y sinceramente, a Louis no le emociona tanto la noticia.

¿La razón? El entrenador fue muy claro al decirle que ese día debe permanecer en la banca.

De alguna forma lo veía venir, él sabe que lleva muy poco tiempo entrenando, reconoce que aún le faltan varias cosas importantes por aprender y debido a su escasa experiencia, el profesor Morgan considera que todavía no es su momento de entrar al campo para una contienda deportiva.

Y aunque lo entiende, no puede ocultar que sí se siente algo triste por la estipulación.

—Entonces, ¿no vas a jugar el otro viernes? —Zayn pregunta en voz baja, dándole la vuelta a la página de su libro.

—No, todavía no —El ojiazul susurra, mientras utiliza el sacapuntas para afilar el grafito de su lapiz—. Ni siquiera me han asignado una posición.

—¿Y tú cuál quieres?

—La verdad es que por ahora me da igual, solo quiero entrar al partido —establece, frunciendo los labios en un puchero—. Pero más adelante, buscaré ser el mariscal de campo.

Wow, eso sí es pensar en grande —Voltea a mirarlo con una ceja levantada—. Cuando mis papás me den permiso de entrar, yo trataré de ser receptor.

—¿Te dejarán inscribirte hasta el año que viene?

—Ajá, si mantengo mi buen promedio, sí —Sonríe de manera soñadora. Está esforzándose mucho por conservarlo—. Sus dos condiciones fueron esas, buenas calificaciones y tener mínimo ocho años para empezar a practicar.

Louis asiente, regresándole la sonrisa y después baja la mirada hacia su tormentoso libro de matemáticas.

—Tus papás son algo estrictos, pero me caen bien —musita, leyendo después el primer problema plasmado en la hoja—. Oye, ¿ya te sabes bien las tablas de multiplicar?

—Más o menos —Le responde, tallándose la nuca con la goma de su lapicero—. Te ayudo en las que pueda.

Él lo atesora, porque si bien es muy bueno en la mayoría de las materias, su debilidad se encuentra en las operaciones matemáticas.

Los números son sus peores enemigos, en serio trata de entenderlos, hace lo que puede por dedicarle un poco más al estudio de la asignatura y a pesar de que jamás reprueba en los exámenes, él quisiera obtener una nota más alta.

En su última prueba obtuvo una C+, y todavía se siente inconforme por ello.

Entonces, mientras se halla contando con los dedos de sus manos para resolver la incógnita impresa en el libro escolar, la puerta de su salón es golpeada con el puño de un chiquillo que espera ser notado por la profesora.

—Maestra, buen día. ¿Puedo hablar con Louis un minuto?

La voz es fácil de identificar.

Tanto, que no disimula su premura al levantar de sopetón la cara, apartando la vista de la compleja página y aprieta los labios cuando ve a su mejor amigo bajo el marco de la puerta abierta.

—Claro, no hay problema —La mujer de grandes anteojos accede y enseguida, lo enfoca mediante las micas antirreflejantes—. Tomlinson, puedes salir. Solo no demores mucho.

Ella apunta hacia la puerta con la cabeza, indicándole que tiene permiso de atender el llamado y él afirma del mismo modo, parpadeando a su vez con una pizca de aturdimiento.

Todavía no sabe qué es lo que Harry necesita, pero a juzgar por la sonrisita relajada que muestra, puede pensar que no es nada de gravedad.

Louis se alza, arrastrando las patas de la silla hacia atrás y deja el espacio suficiente para circular entre su escritorio y el asiento. Transita por el corredor que se forma con los pupitres, avistando por el rabillo del ojo que sus compañeros lo miran avanzar y solo los ignora, porque es natural que todos sean fisgones en tales circunstancias.

Las orillas de sus ojos se plisan, formando esos bonitos pliegues que se le marcan al subir las comisuras y eventualmente se detiene luego de cruzar el umbral.

—Hola —masculla, alejándose dos pasos de la puerta. No desea que su conversación sea oída—. ¿Qué pasa?

El rizado lo contempla, moviendo su pie de lado a lado y un dejo de vergüenza se apropia de sus rasgos.

—Perdón por interrumpirte, Lou, pero tengo una emergencia —La distancia entre sus cejas se contrae con pena—. Olvidé mi estuche para la clase de arte y quería ver si me prestabas el tuyo, por favor.

Y tal vez, el mayor se pierde por valiosos segundos en la expresión mortificada de Harry, notando ese mohín que captura la ansiedad generada al no tener el material completo para la asignatura.

Obviamente, no puede permitirse verlo así.

—Por supuesto que sí —accede, sin ningún problema—. ¿Lo necesitas ya?

—Supongo, tengo que utilizarlo en la siguiente hora…

—Bien, aguarda aquí.

Louis vuelve a su pupitre con apuro, haciendo caso omiso del buen consejo que la profesora le está brindando a sus compañeros con respecto a los problemas matemáticos y simplemente se concentra en sacar su cartuchera de la mochila.

Es lo doble de veloz al regresar con Harry, atravesando el salón como una ráfaga de viento y cuando por fin se encuentra otra vez con él, le otorga el estuche de tela que contiene pinturas, colores, pinceles, crayones y hasta gises.

—Aquí tienes —dice, con una sonrisa tierna creciendo en su boca—. Usa lo que quieras.

—¡Muchas gracias! —El menor canturrea con alivio y se coloca la cartuchera bajo el brazo—. Te lo devuelvo a la salida, ¿sí?

—Sí, no te preocupes por eso.

A nadie se le hace extraño que Harry se acerque a Louis para tronar los labios en su cachete, creando un beso muy sonoro y lleno de cariño que el resto de los alumnos alcanzan a ver de lejos.

Lo común.

Con un suspiro atorado en el pecho, el ojiazul retorna a su asiento, conservando ese semblante de paz que fue causado gracias a la visita imprevista de su ratón consentido.

—Oye, Tommo —Zayn le observa dudoso, con el mentón apoyado en su mano y el codo sobre el escritorio—. ¿Qué le diste a Harry?

—Le presté mis útiles de artes plásticas, ¿por qué? —replica y bufa en cuanto recuerda que todavía no tiene ni una respuesta en los ejercicios de su libro.

El chiquillo de cabello oscuro permanece callado y poco a poco, unas leves arrugas se van marcando en su entrecejo.

—Pero nosotros tenemos clase de arte a la próxima hora —Se anima a comentar, después de repasar mentalmente el horario escolar que comparten.

—Lo sé, pero Harry también y olvidó su estuche en casa —contesta con calma y muerde la parte superior de su lapicero, intentando comprender la operación que debe realizar—. ¿Cuánto es seis por tres?

Está claro que a Zayn no le sorprende el hecho de que su amigo priorice a Harry.

Tras algún tiempo de amistad, conoce a la perfección el lugar privilegiado que el rizado ha ocupado en el mundo de Louis desde que apareció en su vida y lejos de sentirse desplazado por tal situación, agradece que haya conseguido un amigo más, porque sabe lo difícil que es para él eso de las relaciones sociales.

Admira sinceramente el lazo tan fuerte que ellos han forjado y de corazón, espera que sea así por muchos años más.

—Dieciocho —contesta primero la multiplicación solicitada y después, pregunta con vacilación—: Me tocará prestarte mis materiales, ¿cierto?

—Cierto —dictamina, anotando la respuesta antes de olvidarla en la línea correspondiente—. Y gracias por ser un genio en las operaciones.

Zayn rueda los ojos.

A pesar de que no lo externa, se siente halagado por el cumplido.

── •∘°❁°∘• ──

Las gradas del campo están a reventar.

Hay muchas familias ocupando un asiento en las diversas filas, se pueden ver varios carteles en muestra de apoyo al equipo del colegio y otros más que se encargan de alentar al grupo contrario, quienes tienen el papel de los visitantes en el partido.

Louis se halla en la banca, junto a dos niños más que tampoco jugarán en esa contienda por las mismas razones que él.

Eso debería hacerle sentir mejor, sin embargo, todavía se siente desanimado.

Tiene el uniforme puesto, pero ni siquiera lo puede enseñar como el resto ya que él tiene una casaca amarilla encima, como signo diferenciador de su nula participación en aquel juego.

Sus compañeros ya están preparándose, ellos ejecutan el calentamiento que el entrenador les impuso para evitar lesiones o algún dolor a futuro y no pierde detalle de cada ejercicio, memorizando los estiramientos con el fin de mejorar su técnica a la hora de preparar sus músculos.

Debe ser paciente, pronto será uno de ellos.

Da una mirada hacia la gradería, recorriendo al montón de gente entusiasmada por ver al equipo infantil de la escuela en acción y resopla cuando se cruza con la figura de sus padres, sentados en la segunda hilera con un cartel enorme que —a sugerencia suya— solo lleva el nombre del equipo.

Su atención se desplaza hacia sus zapatillas deportivas, reflexionando sobre el probable aburrimiento de los próximos minutos y además, reafirma la acertada decisión de haberle pedido a Harry que no acudiera a ese partido.

Su comportamiento no había sido un desplante irreparable y tampoco adoptó la alternativa por gusto; en realidad, actuó con la única intención de prevenir cualquier decepción que pudiera causar.

El menor tiene puesta toda su fe en él.

—¡Hey, Tommo!

Louis levanta el rostro cuando escucha que su sobrenombre es pronunciado por Niall.

El niño rubio ya se le acerca a zancadas largas y él sonríe legítimamente, admirando lo bien que se ve con el equipo completo de americano.

—Hola, Ni —Se muestra contento con su presencia. La parece fascinante que tenga un casco a la medida—. ¿Estás listo?

—Eso creo, ya casi vamos a empezar —Frota sus manos entre sí, en una clara señal de nerviosismo—. ¿Tú cómo estás?

—Bien, todo bien.

Niall inclina ligeramente la cabeza y una sutil mueca delata su completa desconfianza en las palabras escuchadas.

Mhn, no luces bien —dice, aventurándose a tocar la frente del mayor para comprobar su temperatura, tal y como su madre lo hace—. ¿Te sientes mal? ¿Quieres ir a la enfermería?

—No, no, no hace falta —Sin ser tosco, retira el toque ajeno de su cara y se toma un momento al jalar aire—: De salud estoy completamente bien.

—¿Entonces? —Le insiste—. ¿Por qué pareces un zombie?

Él no se ofende, pero la cuestión si le hace fruncir el ceño.

—¿Tan mal me veo?

—Algo...

Bien, al parecer Niall posee un poder especial que le ayuda a conocer el verdadero estado de ánimo en las personas.

Quizá, él también es un superhéroe.

Y como Louis sabe que puede confiar en él, únicamente asiente, dándole la razón y exhala con fuerza.

—Solo... creo que me pone triste no jugar hoy —confiesa.

—¡Oh, entiendo muy bien eso! Cuando yo entré al equipo, tuvieron que pasar unos meses para que me incluyeran en el juego y me sentía igual que tú —relata su experiencia. Después de todo, es un proceso que los integrantes deben respetar—. Pero te prometo que el día que llegue tu turno de estar en el campo, ¡será lo mejor!

—Eso espero... —Su humor mejora con levedad, le es gratificante que alguien más trate de alentarlo—. ¿Qué posición tienes tú?

—¡Soy corredor! —dice, con orgullo.

—¡Fantástico!

Ahí, su agradable conversación se ve interrumpida por el irritante sonido del silbato.

Es la indicación de que Niall debe volver a su puesto.

—Ya me tengo que ir, Tommo, te veo más tarde, ¡ojalá ganemos! —Celebra una vez más, previo a dirigirse a los otros dos alumnos que se encuentran en la misma banca—. Y ustedes, ¡igual anímense!

Ambos estudiantes sonríen, pues leguas se nota que ellos están menos afectados que Louis por no poder participar en la contienda.

La preparación en el campo comienza, los chiquillos van tomando sus posiciones, corriendo hasta la zona que les corresponde y el balón es entregado para dar inicio a la actividad deportiva, con la bulla de la tribuna sonando de fondo.

Los nervios le erizan la piel al castaño, quien inhala profundamente y golpea sus propios muslos con las palmas, contagiándose por la emoción del resto.

Los padres de familia están gritando, levantando sus carteles de apoyo y los aplausos se oyen en el aire cuando ambos equipos ya están en espera del silbatazo.

—¡Boo!

Y por el amor al cielo, Louis siente un golpe de pánico que le hace temer un paro cardiaco.

No está seguro si es por el susto repentino o por la sorpresa de ver a Harry allí, pero el alma ya le ha abandonado el cuerpo.

—¿¡Hazz!? —El sobresalto le hace bramar—. ¿Qué haces aquí?

Aún no entiende la manía que el rizado tiene de espantarlo en los momentos menos indicados, pero el día que termine en el hospital por ello, lo obligará a ser su visitante diario.

—¡Hola, Lou! —canturrea, mirando hacia el campo—. ¡Ya va a empezar el juego!

—¡No puedes estar aquí si no eres parte del equipo! —reprocha, escandalizado—. ¡Te van a regañar!

—Lo sé, ¡por eso me escabullí como un espía! Nadie me vio.

El mayor se palmea la frente. No puede negar que Harry posee una habilidad extraordinaria para evitar meterse en problemas, es como si trajera un escudo invisible.

—Eres increíble, si el entrenador te ve... —Cierra los ojos por un santiamén y se rasca el cuero cabelludo—. Dios, ¿por qué viniste?

—Porque tenía que apoyarte —Con toda calma, toma asiento a un costado suyo—. Sé que dijiste que no tenía caso porque estarías en la banca, pero aun así yo quería estar contigo y mi mamá me trajo.

—Es que ni siquiera voy a pisar el pasto, ratón —farfulla, al balancear los dos pies con lentitud—. Todo el tiempo estaré aquí.

—¡Eso no importa! Formas parte del equipo y aunque te quedes por algunos juegos sentado, yo te acompañaré en todos —Lo observa con simpatía, sonriendo de extremo de extremo—. Te lo prometo.

Inevitablemente, el ojiazul se pone rojo de la cara.

Aún le cuesta creer que un niño tan lindo como Harry, sea su mejor amigo y tampoco comprende que hizo bien para merecerlo...

Pero si está completamente seguro de que lo adora con todo su ser.

—Gracias por venir —dice, y obedece al instinto que le surge de hundir la yema de su índice en el hoyuelo de la mejilla opuesta—. Me hacías falta.

—Nunca te dejaré solito —establece, riéndose como consecuencia a la presión en su piel—. Te quiero mucho.

—Y yo a ti.

Gracias a la compañía del menor, Louis ya no percibe la pesadez que antes cargaba en el ánimo.

Un brote de energía positiva le ha llenado el corazón.

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¡Besties! A partir de aquí, H y L empezarán a crecer 💫 Vamos por ello, les amo y gracias por la paciencia.

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