❁; capítulo uno

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Louis está realmente emocionado.

La sonrisa en sus labios delgados lo confirma y la manera en la que da pequeños saltos mientras camina, evidencia totalmente el buen humor con el que carga aquella tarde.

Su padre lo sujeta por la mano izquierda y su madre por la derecha, ambos sonríen cuando lo ven evadir las líneas marcadas en el concreto de la acera y asimilan que su crío de siete años, se encuentra demasiado feliz por la fantástica noticia que le dieron.

El día está tan resplandeciente como el rostro de su querubín.

Doblan la esquina en el siguiente conjunto de viviendas, saludan al guardia de seguridad que se dedica a la vigilancia de ese lote y Louis se suelta de su progenitora, agitando la mano en dirección al hombre que ya conoce debido a sus frecuentes visitas.

El fraccionamiento dónde residen es uno de los más tranquilos de toda la ciudad, a pesar de que está ubicado en una zona cercana al centro de Londres, dónde el ruido es el pan de cada día, ese lugar que escogieron para establecerse es bastante seguro y cómodo.

Y Louis ama vivir ahí por un millón de motivos, pero el más importante es que a diez minutos de su casa, está la de su mejor amigo.

No tiene que montarse en el auto, tampoco tiene que tomar ningún bus o pagar un boleto del subterráneo, simplemente tiene que caminar por tres cuadras y ahí, siempre encuentra la casa de los Styles.

—¡¿Puedo ir ya?! —pregunta, porque antes de salir corriendo, debe conseguir la aprobación de sus padres—. ¡Ya llegamos!

La preciosa mujer que le heredó los ojos azules, asiente con levedad.

—Ve, pero toca como un niño normal y no como un desesperado que quiere tumbar la puerta.

—¡Lo prometo!

Entonces, el señor Tomlinson lo libera de la única palma que le falta y le permite que salga disparado hacia el acceso de aquella vivienda, dejándolo correr con toda la velocidad que sus piernas pueden dar.

No pierde el tiempo, deja atrás a sus padres en cuestión de segundos y en un santiamén, ya está subiendo los tres escalones del pórtico.

Golpea con su puño cerrado la puerta de madera, creando el eco al interior que anuncia una visita y se promete comer más saludable porque en serio necesita alcanzar el botón del timbre lo antes posible.

Retrocede un paso mientras espera, mete la mano a su bolsillo y sonríe al sacar aquel volante arrugado que tomó de la recepción.

"¡Sé parte del equipo de americano!
Categoría pre infantil.
Inscripciones abiertas."

Inhala profundamente al leer el título al centro del papel satinado y cuando escucha que las bisagras de la puerta rechinan, alza la vista, parpadeando al vislumbrar que la mamá de su mejor amigo está parada al otro lado del marco.

—¡Hola, Lisa! —parlotea, e inevitablemente, proyecta mucho entusiasmo en el timbre de su voz—. ¿Está Harry?

—¡Hola, mi niño! —Ella curva del mismo modo sus comisuras—. Sí, él está en su recámara, pasa.

—Gracias, allá vienen mis papás —dice, señalando con el pulgar a sus espaldas—. ¡Traen el flan que te gusta!

Lisa muestra su hilera de dientes en una sonrisa más amplia y observa hacia el exterior, notando que efectivamente, Julieth y Saul Tomlinson avanzan por el andador de piedra hacia la entrada de su casa.

Louis aprovecha la distracción para colarse por el espacio libre que deja la señora Styles, apresurándose hacia las escaleras y sube con una rapidez que hasta el mismo admira.

Hallándose ya en la planta alta, se dirige a la habitación correspondiente y al ver que la puerta está entreabierta, se toma el atrevimiento de empujarla, asomando apenas la cabeza.

Husmea al interior, escaneando el perímetro y por fin se topa con la imagen de un Harry sentado frente a su mesa de juegos, con un montón de crayolas regadas por la superficie y su libro para colorear abierto de par en par, en una página llena de rayones.

—¡Hazzie! —chilla, entrando sorpresivamente a la linda habitación—. ¡Ya vine!

El pequeño de ojos verdes se sobresalta con el llamado y voltea de golpe, soltando su crayón rojo.

Una sonrisa enorme se apodera de su boca y es magnífico como su rostro se ilumina con la presencia del otro chiquillo, quien ya le devuelve el gesto mientras sacude el volante de lado a lado.

—¡Lou! —Se levanta, arrastrando con torpeza la silla hacia atrás—. ¡Te extrañé!

Por un instante, hace caso omiso al flyer que se menea por el aire y se le va encima a Louis, rodeando su torso con ambos brazos para apretujarlo en un acto de bienvenida.

Él se ríe de su efusividad y termina dándole un beso tronado en la mejilla, justo en el sitio dónde se forma uno de sus singulares hoyuelos.

—Yo también te extrañé, ratón —murmura, al revolverle los lindos mechones que presume—. ¿Qué haces?

—Estoy dibujando —Le informa, parpadeando soñador—. ¿Quieres ver?

—¡Sí!

Su mano derecha es tomada por la del ojiverde, como cotidianamente lo hace y es arrastrado con débiles tirones hasta que se encuentran frente a la pequeña mesa.

Harry le señala la página que ha pintado, mostrándole un león de distintos colores, y aunque el chistoso animal no tiene los mismos tonos de uno real, le parece que es el mejor dibujo de la historia.

—¡Ya casi no te sales de las líneas! —Le festeja, apuntando el borde de la figura.

—¡Sí! Mi maestra me felicitó por eso ayer —Achina las esquinas de los ojos al sonreír—. Y me dio una estrella en la frente, pero ya no la pudiste ver.

—Me alegra mucho, Hazzie —Con el dedo, le brinda un toquecito en la nariz—. Yo también traigo buenas noticias, ¿adivina que?

—¡¿Tus papás te compraron un perro?!

Uhm, no, eso no —Maquinalmente, su labio inferior sobresale—. Es otra cosa...

—¡Ya dime que es!

Él sonríe todavía más amplio y poco le importa dejar en evidencia el hueco entre sus dientes por la ausencia del que se le cayó la semana anterior.

Emocionado, retoma la intención de enseñarle su volante mal doblado, extendiéndolo ante esos ojos verdes que se ensanchan con solo ver la imagen de un casco de americano acompañado de un balón.

—¡¿Te van a llevar a un partido de tu equipo favorito?! —El rizado pregunta lo primero que se le ocurre al ver la ilustración—. ¡Que bueno, Lou!

—No, ¡mira bien! —Sacude el papel por delante de su cara—. Es de la escuela.

—¿Tú equipo favorito va a jugar en nuestra escuela?

—¡No! —Traza una línea con la yema de su dedo, por debajo del título impreso—. ¿Qué dice aquí?

Ehm... No sé, aún me cuesta leer.

Bueno, no pueden culpar a Louis, a veces se le olvida que Harry todavía tiene problemas para desarrollar sus habilidades de lectura.

—Perdón, se me escapó —Curva las orillas de su boca en un gesto de disculpa—. Pero vine a verte porque quería que fueras el primero en saber.

—¿Saber qué?

—¡Voy a entrenar americano al fin! —Suelta la noticia, al no poder aguantar más—. Hoy me inscribieron al equipo infantil de la escuela.

Los labios del más pequeño forman una enorme "o" por el asombro, sintiéndose realmente contento con el anuncio.

—¿Vas a jugar como los que salen en televisión?

—¡Sí! Mis practicas serán los martes y los jueves —parlotea, muy animado—. Tendré que quedarme una hora después de clases.

—¡Wow! —Sus cejas están arriba y un encantador color carmín se apodera de sus mejillas—.  ¡Vas a ser el mejor jugador de todo el mundo!

El ojiazul pasa saliva, asintiendo con suavidad y también percibe que sus pómulos se entibian involuntariamente.

Por algún motivo, encuentra adorable que su amigo se emocione a tal grado por él.

—Estoy nervioso, soy el único de mi grupo que se inscribió —susurra, rascándose la nuca—. A Zayn no lo dejaron.

—¿Por qué no?

—Sus papás le dijeron que hasta el año que viene.

Buh... —Su gesto se contrae al compadecerse—. ¿Y no quieres estar tu solito?

—Me da miedo no tener amigos... No le hablo a nadie de otro salón.

Eso de no tener compañía y de intentar sobrevivir solo con gente nueva, si le causa conflicto.

Siempre ha tenido problemas para hacer amigos, porque a pesar de su espontánea forma de ser, no tiene las habilidades sociales que el menor posee.

De hecho, le debe por completo al querubín de rizos que ellos sean amigos actualmente, pues fue él quien se le acercó aquella tarde, dónde se hallaba jugando en una de las resbaladillas del fraccionamiento cuando recién se mudó.

Un "¡Hola, ¿quieres que me aviente contigo?" fue suficiente para que hoy en día, ya llevaran un año completo siendo inseparables.

Y por ello, Harry piensa que puede ayudarle otra vez a no pasar por ese momento incómodo de ser el nuevo en algún lugar.

Quizá no tiene en mente inscribirse al equipo porque uno, no tiene la edad adecuada, y dos, no le gusta ese deporte, pero de inmediato piensa en otro método para aportar su granito de arena.

—¿Puedo ir a verte a tus prácticas? —pregunta, con el semblante radiante—. Puedo pedirle a mi mamá que nos quedemos contigo después de la escuela.

Las pestañas de Louis se baten ante la sugerencia, inclinando el rostro hacia un lado y ni siquiera es consciente de que sus iris brillan cuando sonríe de oreja a oreja.

—¿De verdad me acompañarías?

—Sí, mis clases de guitarra son los lunes y miércoles —Analiza, contabilizando los días que tiene ocupados con los dedos—. No tengo actividades los martes ni los jueves...

—¿Y la gimnasia?

—Solo voy los sábados, mi papá decidió que solo asistiera una vez a la semana.

—¡Genial! —Definitivamente, no oculta que está encantado con la posibilidad—. Si me gustaría que estuvieras ahí.

El pecho del rizado se infla, orgulloso de haber realizado una propuesta tan atinada.

—¡Ven! —Se toma la libertad de entrelazar sus dígitos con los de su amigo—. ¡Vamos a decirle a mi mamá!

Louis asiente, sin borrar la deslumbrante sonrisa que esboza y permite que sea Harry quien lo guíe, saliendo de la bonita habitación a zancadas precipitadas.

Tienen cuidado al bajar las escaleras, pisando cada peldaño con precaución y cuando se encuentran a un escalón de la planta baja, hacen eso de saltar juntos, riéndose al tocar finalmente el porcelanato con la suela de sus tenis.

Corren hacia la sala, todavía sujetados de la mano y el castaño siente una calidez en el pecho que le hace elevar lo más que puede las orillas de los labios. Ve como los tirabuzones opuestos brincan en cada paso, se percata de como se revuelven y a su nariz, llega ese aroma a frutas que despide gracias al shampoo.

Tan singular en él...

Ambos frenan su carrera al ingreso de la estancia dónde sus padres charlan e instantáneamente, son observados por los cuatro adultos presentes.

—¿Qué sucede? —La mamá de Louis cuestiona, un poco alarmada por la súbita aparición—. ¿Les pasó algo?

—No, no, nada malo —dice el pequeño de ojos verdes y hace una pausa educada, para saludar—: Por cierto, hola, Julieth y hola, Saul.

Con ademanes marcados, los Tomlinson le devuelven cariñosamente el gesto.

—Hola, Hazz, ¿cómo estás?

—¿Qué tal te va?

—¡Bien, gracias! —contesta, apretando la palma del otro por instinto—. ¿Ustedes cómo están?

—También estamos bien, cielo, gracias por preguntar —La mujer le informa, colocando su taza de café en la mesa de centro—. ¿Van a decirnos por qué llegaron como si hubieran visto un fantasma allá arriba?

Harry afirma con un cabeceo y enseguida, mira a Louis.

Él suspira, deduciendo que debe hacerse cargo de liderar la repentina situación y no le resulta extraño, porque ya está acostumbrado a hablar por los dos.

—Es que le conté a Hazz que voy a entrenar fútbol —menciona, con calma—, y le dije que me pone nervioso no conocer a nadie del equipo y ser el nuevo, así que él dijo que podría acompañarme en las prácticas...

—¡Por favor, por favor! —El implicado se adelanta a rogar, antes de oír cualquier tipo de oposición—. Quiero estar con Lou, puedo quedarme en las gradas mientras juega y no lo distraeré.

—¡Solo sería el martes y el jueves! —Lo respalda, buscando una respuesta que los beneficie—. Solo dos días después de la escuela, una hora y ya.

—¡Digan que sí!

—¡Por favor!

La petición está hecha y el par de niños permanece a la expectativa, encogiéndose bajo los cuatro pares de ojos que los escrutan en silencio.

Llegan a pensar que el resultado no va a ser el que anhelan, pero cuando Lisa comparte un rápido vistazo con Julieth, el aire en el ambiente se aligera.

—¿Tú qué opinas? —La señora Styles le consulta a su amiga—. ¿Deberíamos dar el permiso?

Ella finge pensarlo, se soba el mentón y eso genera que el par de chiquillos afiance su agarre, como si estuvieran implorando por dentro.

—Creo que podríamos acceder.

—¿Tú crees?

—Sí, puede ser.

Ellas juegan un poco con la linda circunstancia, porque en realidad no tienen planeado negarse.

Incluso, los dos hombres se ríen gracias a la diversión que les causa ver a sus retoños tan tensos.

—Bien, me ofrezco a esperarlos y traerlos de vuelta cuando el entrenamiento de Louis termine —Julieth accede por fin.

—¡Oh! De ninguna manera, yo los traigo.

—Bueno... Podemos discutirlo y turnarnos.

Así, en cuanto la autorización es otorgada, Harry y Louis se sueltan para saltar en sincronía, festejando que podrán llevar a cabo su propósito.

El menor no se percata del momento en que termina siendo cargado y abrazado con fuerza, recibiendo dos besos llenos de dulzura en el cachete izquierdo mientras es balanceado de lado a lado por su mejor amigo.

Y se siente bien.

Siempre que está con Louis, se siente feliz.

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¡La fic que les prometí a llegado! A petición de varias personitas, aquí la tienen. ♥︎ Espero la disfruten, les amo, y nos leemos pronto<3. Y nota, ya sé que H no tenía ricitos desde niño, pero imaginemos que sí. ✨️
María.

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