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Mina tomó apurada la mochila de Nayeon, llevándola en la mano. Revisó rápido el apartamento, por si se le olvidaba algo.

Ya eran las siete cuarenta y cinco de la mañana, debían llegar rápido al jardín para que no llegue tarde al hospital, menos cuando ese día iba a ser un día importante, aunque no recordaba muy bien el  por qué, pero lo que si estaba segura era que debía estar en el hospital temprano sí o sí.

Tomó la mano de su hija y salieron del apartamento, dirigiéndose a donde estaba su auto estacionado. Al estar ya en el auto, sentó bien a Nayeon en su silla y le puso el cinturón, revisó que esté bien asegurada y cerró la puerta. Sacó sus llaves y se sentó frente al volante, colocó las llaves en su lugar y arrancó el auto.

Cuando llegaron al jardín, Mina se bajó del vehículo encaminándose al lado donde estaba su hija, quien ya se había sacado el cinturón y se había puesto su mochila. Se encaminaron a la entrada donde ya estaba Sana saludando a los niños con su linda y cálida sonrisa.

— Bunny, atención —Habló la mayor, arrodillándose y quedando a la altura de la niña. — Lisa está enferma, así que tu tía Momo te vendrá a buscar, ¿está bien? —la menor asintió. Se levantó y caminó hasta la profesora que las miraba con una sonrisa tímida.

— Buenos días. —Saludó cordialmente. Las contrarias respondieron de igual forma. Prestó atención y pudo ver las manos inquietas de la madre de la alumna. — ¿lleva prisa?

— De hecho, sí, un poco. —Hizo una mueca mirando el reloj de muñeca marcando las siete con cincuenta minutos. — Debo irme, nos vemos en la noche, conejita. —Le dio un beso en la suave y regordeta mejilla de su hija.

— ¡Adiós, mamá! —Levantó su manita, moviéndola de un lado a otro despidiéndose, siguiendo con la mirada como su mamá se iba hasta el auto, dirigiéndose al hospital.

— No se acuerda que haremos una salida al hospital, ¿no? —Preguntó divertida Sana. La niña solo sonrió burlona, sabía que su mamá había olvidado que ese día su curso iban a ir al hospital donde trabajaba su progenitora, aprenderían sobre lo que hacían los médicos, sus especialidades y responsabilidades. — Es hora de entrar. Vamos, Nayeonnie. —Tomó su mano y caminaron hacia el establecimiento, ingresando a clases.

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Los niños miraban emocionados el hospital, sobre todo al personal que se movían de un lado a otro. Cuando pasaban por los pasillos, por fuera de las habitaciones de los pacientes, sus ojos se expandían, preguntándose qué habría pasado con el paciente.

La jefa de cirugía iba adelante, presentando a los jefes del área donde estuvieran. Los jefes de cada aérea respondían las preguntas que los niños curiosos hacían, además de decir que era lo que hacían ellos.

— Y la aérea a la que entraremos ahora es la de pediatría, donde verán a muchos niños de sus mismas edades, o un poco mayores. —Doblaron al final del pasillo, entrando a pediatría. Detrás del mostrador había un chico hablando con la jefa de cirugía pediátrica, Mina. Ambos estaban mirando los resultados de un paciente, compartiendo opiniones. Se veían serios, haciendo leves muecas al no estar de acuerdo con algo, pero pronto daban otra solución. Una chica mucho más joven con un uniforme de otro color, siendo un celeste más claro, llegó donde los titulares diciéndoles algo.

— ¡Mamá! —Gritó Nayeon, corriendo donde su madre. La mayor buscó con la mirada la voz que reconoció de inmediato, bajó la mirada al sentir unos brazos abrazando sus piernas. Sonrió confundida, levantó a su hija en brazos, dándole un beso en la mejilla.

— ¿Qué haces acá, conejita? —La mencionada apuntó a sus compañeros, y ahí fue cuando Mina recordó ese día y porque era importante. Al ver que su jefa la miraba fijamente y moviendo disimuladamente su cabeza para que se acerque hacia donde estaba el curso, bajó a la menor de sus brazos, la cual corrió hasta sus compañeros. Se acercó hasta su jefa, sonriendo nerviosa.

— Y ella es nuestra jefa de cirugía pediátrica, la doctora Myoui Mina. —La mencionada hizo una reverencia.

— Mi mamá. —Mencionó orgullosa Nayeon. Su madre solo negó divertida.

— Bueno, doctora Myoui, preséntese y diga que hace. —Sana al escuchar eso prestó de inmediato atención a la mayor.

Debía hablar con términos fáciles y claros, para que los menores entiendan. — Hola, niños. Soy la doctora Myoui, yo atiendo y ayudo a menores de edad, quiero decir que atiendo desde los bebés hasta los chicos de dieciocho años. —Los menores abrieron sus bocas, formando una "o".

Una niña levantó la mano emocionada. Mina la miró y asintió, indicándole que podía preguntar. — ¿Usted ha ayudado a todos los niños de esta aérea?

— Bueno, no todos. En la aérea de pediatría hay más doctores especializados y que atendieron a los demás niños. —Pasó su mirada a otro niño que levantaba su mano.

— Doctora Myoui, ¿usted abre a los niños? Mi mamá dice que abrir a las personas es un delito. —Dijo inocente. Los mayores, como la jefa y la profesora, rieron bajo al ver a la cirujana con una expresión confusa e incómoda.

— Eso depende. Yo lo debo hacer para ayudarlos, no por un motivo malo. —Al ver que el niño aún se veía un poco confundido, decidió proseguir. — Hay veces que las heridas no solo son en sus pieles y fáciles de ver, algunas están dentro de ustedes y para poder curarlas debemos hacer una cirugía. —El menor, Mark Lee, sonrió al resolver su duda, entiendo por fin. — Otra pregunt- —Uno de los monitores empezó a sonar, avisando del paro de uno de los pacientes. Los del personal empezaron a ir a la habitación, y por supuesto, ella también.

Los niños miraron por medio de la ventana, viendo como los profesionales se ponían manos a la obra. Al ver que el corazón se detuvo, Wonho, un colega del aérea, empezó a hacer RCP, o en sí, reanimación cardiopulmonar mientras Mina preparaba el desfibrilador. Al tener todo listo, empezó a indicar.

— ¡Despejen! —Todos alejaron sus manos antes que la carga se hiciera. Al no haber respuesta, indicó una carga más alta. Al estar lista, avisó. — ¡Despejen! —Mordió su labio inferior al no tener respuesta. Prepararon una carga más fuerte, y la efectuaron. —¡Despejen! —El monitor sonó al tener latidos. Todos soltaron el aire que tenían retenido. La pequeña WonYoung había vuelto.

— ¿Revivió? —Preguntó asombrada una de las alumnas. La jefa de cirugía asintió. — ¡Eso es genial!

— ¿Y ahora va a estar bien? —Preguntó un niño más.

— Eso esperamos. Bueno, es momento de ir a la aérea de neurocirugía, síganme. —Y aunque dieron pasos cortos, seguían mirando por medio de la ventana impresionados, y la profesora no era la excepción, quien no paraba de mirar a la jefa de cirugía pediátrica.

Una de las compañeras de Nayeon se acercó a la menor. — Nayeon, tu mamá es genial. —Dijo emocionada. La niña asintió feliz.

Dahyun volteó al no ver a su colega, y claro, la mayor se había quedado atrás. Rodó los ojos y se acercó a ella. — Se supone que solo debo vigilar a los niños, pero parece que a ti también. —La pelirrubia salió de su trance y sacudió su cabeza. Encaminándose junto a los niños. Aunque aún no sabía cómo, estaba segura que le pediría una cita a esa cirujana, pero ahora debía estar pendiente de sus alumnos. 

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