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Ya era viernes y los recuerdos de lunes, habían desaparecido.

Su mente no retuvo nada del día anterior, ni mucho menos algo sobre la tarea.
Es decir, padecía nuevamente, las consecuencias de su insomnio.
Efectos los cuales, eran varios y constantes.

Al comenzar el último receso, aquella voz en su cabeza seguía diciendo que algo, faltaba.

Tras convencer a Rosé y abrir su carpeta para revisar, reafirmó su teoría.

Como su redacción de moral y ética, no la llevo el jueves, debía entregarla a Karina si o si, ese mismo dia.

Todo, antes de irse. Pues, de no hacerlo, le restaba nota del promedio.

Injusto y en simultáneo, parte del sistema.

-- Te acompaño -- exclamó risueño Jimin, sin siquiera preguntar.

Fue un gesto amable, claro, aunque algo inesperado.

Park, un rubio de 18 años, era uno de los populares del salón. De vez en cuando se saludaron e intercambiaron palabras, pero, no más que eso.

En realidad, se conocían desde 4to y comenzaron a hablarse recién, el año pasado. No tenía nada en su contra, simplemente, le era inevitable pensar que lo hacía por lastima.

 Siguió sin objetar al mayor y tras subir las escaleras, cruzó en su camino a Min.

Quien, observó empedernido los labios gruesos de Nam.

El moreno, a pesar de su baja estatura, sentía como esos ojos ajenos y profundos, se anclaron a él.

Todo a su alrededor, nuevamente transitaba lento a comparacion de su corazón. Este, era incluso o hasta igual, a la locomotora de un tren de máxima velocidad. Incrementando así su ritmo, con cada latido.

-- No la vi, pero insistan -- comentó el de cabellera gris, para luego irse.

Ambos jóvenes, se miraron uno al otro perdidos.

Sus intentos, más que nada el de Kim, fueron en vanos. 

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