Capítulo 21: Te necesito ❤

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Atención: El siguiente capítulo continente escenas +18

Dedicado: xxBlackSwan__ JustAHumans0_ ensaladitas

•••••

— ¿Eh? —ensimismado, El moreno soltó aire de sus pulmones con lentitud.

— Me insiste tanto por una respuesta, luego de que me rehúse a dártela y solo dices ¿Eh? —entre cierra los ojos.

A pesar de haber tensado sus hombros, el cazador de medicina no aflojó el agarre en el brazo del rubio.

— Tú... Tú me quieres a mi —repitió el doctor— no puedo creerlo

Kurapika tuerce el gesto.

— ¿Qué no puedes creerlo? —protestó con un vago tono desfavorable.

— Esto... ¿Es una broma? —sin soltar al otro, se inclinó más con una expresión seria— ¿Cómo podrías quererme a mi?

— De la forma que tú quieres a tu esposa —replicó fríamente. El pelinegro sonrió con ironía ante esto.

— Esto es ridículo, ni si quiera se por que estás diciendo esto. No juegues más conmigo Kurapika, dime en serio lo que buscas de mi. No trates de...

— No estoy tratando nada idiota —suspira— no soy tan desgraciado como crees, no pienses que no soy consciente de mi propia conducta. Actúo mal con quiénes más se preocupan por mí y eso me duele, deseo cambiar eso lo mejor que puedo... —descendió su cabeza observando el suelo bajo sus pies—la oscuridad me persigue donde quiera que voy, se que nadie necesita de mi intervención para estar a salvo, pero no puedo evitar sentir que les hago un mal al estar cerca de ustedes. Pero lo que más me enoja de mi lado egoísta de ser... —clava los ojos duramente en los iris cafés— es que puedas regresar a su lado sin problema, que te reciba con los brazos abiertos. Que sea capaz de besarte, abrazarte y hacerte el hombre más feliz del mundo

Ablandando su gesto, Leorio lo escuchó atentamente.

— Te refieres a...

— Tu esposa —completó el Kuruta— tienes razón de decir que fui el causante de todo lo pasó entre nosotros, jamás lo negué incluso si eso me era una molestia para centrarme en mi trabajo —cierra los ojos— pero tú eres todo lo que quiero en verdad, jamás te odiaría y solo... Me siento frustrado de no ser capaz de olvidarme de ti, quiero alejarme para que vivas tranquilo con la persona que te hizo volver a sonreír, nunca me perdonaré por haberte hecho la vida miserable estado junto a mi; la razón se me escapa de las manos al verte, deseo tanto... Deseo tanto tener lo que ella recibe de ti todos los días. Por que fui yo quien recibía todas esas atenciones antes —relamió sus labios— Yo... Yo nunca amé a Neón, si me casé con ella fue por Kerim. No estoy diciendo que es culpa de él por la cual terminé casado con ella, por qué de igual forma me separé hace un par de años. Nunca dejé de sentirme atraído por ti bajo ninguna circunstancia, no tengo derecho de reclamar nada y sentir lo que siento después de la desdicha que te hice pasar... No me arrepentimiento de haber tenido a mi hijo, pero me arrepiento no haber sido honesto contigo cuando más me necesitabas, cuando más necesitabas una respuesta coherente y honesta de mi parte —un par de lágrimas cayeron de sus mejillas sin poder controlarse.

— Kurapika... —murmuró casi ido.

— Reprocharte por algo que fue mi culpa es estúpido y absurdo. Trató de no rebasar mis límites quiero que me odies como yo me odio a mí mismo ahora. No soy capaz de hacer algo bien sin dañar a otros —con resquemor lo mira— por eso trato de borde contigo, quiero tener la mentalidad ahí peregne de que me aborreces con todo tu ser, que jamás me perdonarás por abandonarte tal y como lo hice el día de nuestra boda. No quería mendigar migajas de un maldito tal vez, lo último que deseo es que pierdas a tu familia por un disparate de esa índole solo por estar aquí conmigo. Los dos construimos esta falsa burbuja de estabilidad, cuando ninguno de nosotros sabía lo que pasaría, ¿recuerdas que eso me dijiste?. Y tienes razón, tú me amabas y yo a penas y podía sentir cosas extrañas cuando te declaraste

— ¿Por que dijiste entonces si al matrimonio? —preguntó Paladiknight— cuando te declaré mis sentimientos, me abrazaste. Me preguntaste por qué te amaba... Yo solamente dije lo que mi corazón sentía y también... Te dije que eras libre de tomar la decisión que quisieras —dolido, aprieta los dientes—  yo no quería que te sintieras obligado a nada, era tu elección casarte conmigo o no. Tal vez pareció broma para ti cuando lo mencioné, pero hablaba en serio de que me lo dijeras antes y no al último minuto

— Lo sé —

— Si lo sabes, ¿Por que no lo hiciste?

— Por estabas feliz. Las dudas en mi interior crecieron y el miedo a arrastrarte conmigo a la oscuridad... fueron tanto que, solo al ver como sonreías mientras me dabas el anillo... Quería apagar esas voces de la perdición de mi mente, trataba opacar la sangre con los rayos de sol que eran tus ojos cuando me veías.

— ... Yo... —mueve la cabeza de un lado a otro— es increíble cómo llegamos a este punto, lo único que deseaba era que fueras feliz a mi lado, con o sin mi. Pero que me dijeras lo que sentías, se que en el pasado... Fuiste tú quien me impulsó a hablar cuando recién nos conocimos. No era necesario que hicieras eso por mi, Kurapika. No era un niño para que me impidieras saber la razón de su desesperación... —pasa una mano por su cabello—  te perdí por 7 años después de todo el calvario que vivimos en el continente oscuro, te perdí desde hace tiempo... ¿No es así?. No, creo que estoy haciendo la pregunta incorrecta —suspira— ¿Alguna vez te eh tenido?

— Con las cosas que acabo de decirte. ¿Sigue preguntado por eso?, ¿Acaso no me oíste? —dijo el rubio.

— Si te oí, pero a estas alturas todo es un desnivel contigo. Puede que nunca amaras a tu esposa y lo que sientas por mi fue solo por costumbre de verme tras de ti

— ¡Deja de decir estupideces!. No se trata de la costumbre —enfadado, el Kuruta alzó un poco el tono de su voz. Aunque Kerim durmiera como una piedra, no se arriesgaría a despertarlo y que escuche de nuevo— se perfectamente lo que siento. Yo decido si aceptarlo o no y se a quien correspondería el todo de mi

— ¿Entonces es a mi a quién corresponde?. No digas más cosas tontas Kurapika... Ni siquiera me dijiste que me amabas cuando estabamos juntos, ¿cómo podría confiar en lo que dices y no pensar que lo haces a propósito con el impulso de tu narcisismo? —lo suelta y se aleja con la intención de marcharse, solo quería dormir y deshacerse de la opresión de su pecho.

— ¿Me intorrogas primero y luego quieres largarte sin más? —molesto, el rubio objetó.

— ¿Es lo que tú hiciste no, dudo mucho que haya diferencia?. —de reojo, lo observó.

Apretando los puños, viendo como la mano derecha del emisor se asentaba en la puerta, tomó un poco de aire y cerró los ojos.

— Te amo

Paró en seco, volteó a verlo incrédulo.

— Si te amo, Leorio

La noche se sentía tan mágica ahora, estando a oscuras en la sala. El joven médico admiró la belleza de cabellos dorados detrás de él, la expresión que mantenía Kurapika era seria y suave a la vez, el manto gris en sus ojos titilan tenuemente. Frunció el entrecejo y se giró nuevamente, queriendo hacer caso omiso a la presencia del cazador de listas negras. De pronto, una mano de tamaño medio se situó en su espalda, ¿Cómo era posible que el frío fuera tan ardiente con sólo un simple contacto sobre la ropa?.

Percibió la parte delantera de la cabeza del Kuruta situarse en su espalda. El mayor cerró los ojos sin relajar sus facciones por completo, el rubio estaba muy cerca de él.

Aléjate, no gires una vez más...

Si lo haces...

Si lo haces tú...

— Te pido perdón... —la estridente pero melodiosa voz del más bajo, retumbó en sus oídos— por que dejé de lado al único hombre que me hizo sentir vivo. Pido perdón al hombre soportó mi crueldad incluso si no estaba obligado hacerlo, quien cuidó de mi tras haber colapsado por la fiebre después de salvar a Gon y a Killua —entre abre sus ojos sin apartarse de la formidable espalda del emisor— pido perdón... Por haber dudado lo que sentía por ti —se lamentó, recordando y refiriéndose al día en el que comenzó su desastre. El día en el que destruyó a Leorio.

La mano que sostenía con firmeza la perilla de la puerta, era retirada lentamente mientras lágrimas cayeron por las ásperas mejillas del más alto. Leorio no sabía que responder ante esta disculpa, es decir. Anteriormente Kurapika se disculpó, pero había estado tan metido en su molestia que solo quería salir cuanto antes. Acabar con la conversación a la mitad era más fácil que seguir esperando una explicación en concreto que siempre era pospuesta por el interminable silencio del rubio.

El orgullo iba de la mano y sin embargo, ahí se encontraban. Esta sensación de querer llenar los cabos sueltos y llenar con gotas de miel los recuerdos amargos y transformarlos en una herida en recuperación. No quería volverse hacia Kurapika, había cumplido con su parte, habló con Kerim y deseaba regresar a casa con su esposa... Narumi lo esperaba en casa y se prometió así mismo mantenerse al margen de su ex pareja. Pero no estaba cumpliendo con ello...

No obstante, las palabras minusiosas, tan latentes que el rubio le dedicaba, se alojaban sin piedad en su corazón, escalando niveles insospechados de cariño.

Kurapika dijo que lo amaba.

Kurapika estaba enamorado de él.

¡Corazón idiota, cállate!.

Ambos traían en sus pómulos los rastros húmedos de la tristeza albergada por años. El Kuruta nunca se apartó de él y Leorio no se alejó por más que intentara moverse.

Los segundos pasaron, no hubo respuesta alguna o un tipo de sonido que le permita intuir lo que transitaba por la mente del medico. Kurapika tenía la certeza de que su ex amigo y pareja se desharía de su toque y se marcharía obligándose nuevamente a dejar estancado lo antes dicho y expresado. No habría nada más que hacer después de esto, tuvo la osadía de decirle que lo amaba y se disculpaba tarde.

Cómo era su maldita costumbre.

— Dilo de nuevo —mas que orden, sonaba a que le imploraba. Kurapika no lo piensa dos veces.

No quería pensar esta vez.

— Te amo —repitió tan afable que no creyó que se escucharía así mismo en ese tono.

Cuando vio los pies del médico tomar otro rumbo, apuntando con la cima de sus pies los suyos. Kurapika se sobresaltó ligeramente elevando sus iris platinos hacia el rostro del médico. Leorio traía los párpados cerrados, como de forma de meditar lo que acababa de oír de parte suya. Era irrelevante hasta eras alturas las manchas de lágrimas secas que dejaron sus rostros. Abre los ojos y mira fijamente al más bajo, juntó su frente con la del materializador.

— De nuevo... —demandó.

— Te amo —suspiró a medida que las grandes manos ajenas abarcaban su rostro, acunandolo como lo más preciado en ese momento.

— ¿Por que...? —preguntó con vacilación, parecía un oasis que desaparecería en cualquier instante.

Susurró Kurapika a milímetros de sus labios— Te necesito...

No puedo más.

Lo besó, como si no hubiera un mañana. Sus bocas se devoraban desesperadas, hambrientas. Tantos años sin sentir los labios del otro, era algo irreal... Una fantasía tan deliciosa y en su máximo esplendor; las pálidas manos se aferraron con esmero en la camisa blanca del contrario, llevándolo al otro a encorbarse y fijar aún más la cercanía de sus cuerpos presionando la cintura del rubio. Ladeando su rostro, ambos consiguieron un beso húmedo, disparando aquellas balas que representaban el amor, el deseo y la lujuria del momento. No había tiempo para reclamos, lamentos o dudas, los dos necesitaban saciar su sed por el otro.

•••••


Llegar hasta la habitación del Kuruta mayor, no fue una tarea compleja, se dejó guiar por este a rastras sin detener los besos urgidos y necesitados. La puerta se cerró y la dulzura del momento desató el libido en ambas partes, como si la escena fuera puesta en cámara lenta. Los dedos pálidos del más bajo iban a pasos titubeantes y tortuosos a los botones de la camisa del médico desabotonando lo mejor que su desesperación le permitía. El emisor lo ayudó deslizando la prenda por los musculosos brazos hasta el suelo. Cuando el aire ya hacía falta, separaron sus labios pero no sus cuerpos, contemplándose, envueltos en la lucibridad más intensa que hayan presenciado sus pieles. Esta vez, fue el turno de Leorio en deshacerse de las prendas del Kuruta, quitó de encima la parte superior de su tabardo azul, repartiendo besos con gozo en la piel blanca como la nieve.

Hacía ya mucho tiempo que no tocaba a Kurapika.

— Ah~ —el primer suspiro lleno de deleite del rubio, fue capaz de enardecer los cinco sentidos del joven médico. Quien con una mano, lo sostuvo de la nuca, envolviendo los hilos dorados entre sus gruesos falanges. Mordió mediana fuerte su clavícula— nhg~... —Kurapika apretó los ojos.

Se sentían tocando una fruta prohibida, estaba mal y era incorrecto comportarse así. No obstante, mandaron al carajo lo demás y Kurapika entendió que ninguno de los dos escaparía, al menos no está noche. La menuda espalda nívea ya reposaba sobre el colchón con suma cautela por cortesía de Paladiknight, quien tomando el borde inferior de su polera de entrenamiento, la alzó hasta dejarlo desnudo desde su torso para arriba.

Se detuvieron un segundo para apreciar las joyas preciosas de los ojos ajenos.

La mano encadenada del curta, ascendieron lento por la mejilla del cazador de medicina, acariciando despacio los cabellos negros desde a raíz, con un poco de presión, le indicó a Leorio que baje su rostro. Este obedeció por inercia, acercándose para pegar sus labios nuevamente, las manos morenas se aventuraban por las prendas inferiores del contrario, luego de ser lanzadas al suelo y dejadas en el olvido, sintió la piel de los muslos blanquecinos con la llema de sus dedos. Kurapika suspiró profundamente, antes de sacudirse un poco por el contacto que solo le quemaba fuertemente y derretía sus músculos, descendiendo cada vez más y más, besó y lamió el pecho del Kuruta quien se arqueaba de vez en cuando soltando gemidos sonoramente provocadores.

El sonido casi sordo de la correa y la bragueta del pelinegro, dieron por enterado cual ansioso se encontraba el materializador. Quería sentirlo, quería a Leorio dentro de él... No había tiempo para meditar sobre algo más, lo deseaba como el infierno.

Deseaba a ese hombre.

Deseaba que su tacto se quede impregnado en su piel.

Que jamás fueran borradas de su sistema.

Por más egoísta que sonara, no quería que Narumi tocara a este hombre. Su hombre.

El camino húmedo se trazó a la perfección por el cuerpo más delgado, creando unas curvas brillantes a su paso, Leorio continuó bajando. Con una mirada laciva y tentadora, tomó el elástico de los boxers del rubio, sonriendo de lado.

Maldición. Kurapika se sonrojó furiosamente ante la imagen creada.

Se los quitó pasando de sus muslos, hacia sus pies. Cuando lo observó incorporarse, solo pudo pensar en lo malditamente atractivo que era el emisor. Estaban ardiendo, el fuego de la pasión los quemaba por dentro y por fuera, una vez Leorio se liberó de su propia ropa interior, aquel enorme pedazo de carne se dejó ver, más qué listo para la acción. La poca luz de la luna que se colaba por la ventana oculta con las cortinas grises, fue suficiente para que el corazón de Kurapika latiera a mil. A medida que Leorio volvía acercarse a él a gatas y quedar encima suyo, los nervios llegaron. Pero no por algo malo, si no, que desde que se separaron, jamás volvió a tener sexo de esa forma; no con ningún hombre. Con los fuertes brazos uno en cada lado de la cabeza del Kuruta, atacó su cuello otra vez. Rozándose y frotándose sin tregua Paladiknight tenía el conocimiento de cada que hacía esto, a Kurapika le temblaban las piernas y se aferraba su espalda con insistencia. Así lo hizo.

— L-Leorio... Por favor... Yo... —acaricia la espalda del mayor, percatándose de como su espalda era aún más ancha que la última vez.

Leorio respiraba agitado, para lamer el óvulo de su oreja obteniendo como recompensa, otro gemido tembloroso. Apretó el agarre del cabello de Kurapika y le habló con voz ronca.

— Kurapika...~ —murmuró gutural, Kurapika lo abrazó con sus piernas. Vio los iris grises cambiar a rojo escarlata, se volvieron besar.

La omisión de sonidos exteriores, permitían a los dos amantes escucharse mutuamente mientras recorrían sus cuerpos. Entre besos y caricias, Leorio repartió lamidas, mordidas y besos en las piernas ajenas, con la boca, se apoderó del miembro del Kuruta quien apretó las sábanas bajo sus manos y arqueando la espalda, hizo un esfuerzo sobrehumano para no soltar un grito de placer a causa de la acuosa cavidad del moreno en su parte íntima.

Antes de que si quiera llegase al clímax, la boca del mayor abandonó su miembro logrando captar el sonido de protesta por parte de la persona que yacía bajo su cuerpo. Depósito algunas marcas de dientes en la vejiga, muslos internos y la cadera de este, cada carica lo transportaba a un mundo sin tapujos donde lo único importante era el adonis que tenía a su lado. Las marcas estaban enrojecidas, pero a ninguno le pareció importar realmente. Kurapika dejaba volar su mente por completo, no era la primera vez que Leorio lo haría suyo. Era cierto, pero la última vez que tuvieron un encuentro de ese tipo... Parecía ahora tan lejano, que no pensó que volvería a ocurrir. Los miedos infernales que no lo dejaban dormir, la misión, los problemas dados estos últimos días... Fueron trasladados a un segundo plano; amar a un hombre el cual ya no era suyo, era doloroso por donde quiera que lo viera. Sentía celos, culpa, gratitud hacia Narumi, muchas cosas juntas para ser procesadas. Nunca esperó realizar este tipo de actos con una persona casada y que esté fuera su primer amor, no quería a Leorio solo por qué estaba con él cuando perdía sus fuerzas. Amaba a Leorio por que fue la única persona capaz de recibir el corazón moribundo de un ser que buscaba solo la venganza, la forma de ver la vida, el como no solamente le tendía la mano a él, si no a Gon, Killua... Y las personas que conocía, solo lo hacía preguntarse.

¿Qué vio Leorio en alguien como él?.

Alguien tan transparente como el joven médico, era un factor necesario de vez en cuando en la vida.

— Hey... —abre los ojos ante el llamado ronco de Paladiknight— Concéntrate en mi

Eso hago... Estoy condenando a estar tan centrado en ti, que pierdo el conocimiento de mi propia jurisdicción.

Presión suave en sus muslos mientras sus rodillas se flexionan. Posa ambas manos en los hombros duros y firmes. Juegueto indecente en sus botones rocaseos, parecía un manjar para el pelinegro quien cerraba los ojos satisfecho con el toqueteo frío en su hombros. Subió, enteramente indecoroso besando el lado derecho de su cuello, obteniendo el ladeó inconsciente del otro quien gimió de nueva cuenta. Desnudos, más cerca que nunca, nada los detendría, ya no. Ensalivando su  dedo índice y el del medio con un semblante serio y coqueto, Leorio introdujo el primer dedo nombrado en la estrecha cavidad.

— Dime que ningún otro hombre te a tocado de esta manera... —balbuceó contra la mejilla del cazador de listas negras, quien se sonrojó aun mas ante las descaradas palabras del doctor.

— N-No seas idiota. No permitiría que ningún imbécil se atreviera a tocarme... —como si fuera una especie de respuesta mágicamente correcta, el dedo índice se introdujo completo en el orificio anal— Ah~

A penas y podía articular algunas oraciones con éxito.

Luego, insertó el segundo, dilatando un poco más la cavidad. Adelante y atrás, los dedos hacían lo suyo, girando muy lentamente, haciendo sudar al Kuruta que meneó por instinto sus caderas. Leorio degustó de los labios ajenos reiteradas veces, el roce de labios era descontrolado, mojado y delicioso. Una vez el tamaño de la dilatación fue la correcta, separó las piernas blancas a una buena medida, la imagen de la cintura estrecha, el flequillo de oro del materializador. Sus ojos enrojecidos que solo resplandecían por y para él, todo en Kurapika era perfecto.

Quería volter a tenerlo entre sus brazos hasta el final.

•••••

Una dos, tres... Numerosas gotas de sudor caían de la frente del pelinegro, apretando el ente cejo, afianzándose de las sábanas con insistencia. Pereciera que estás terminarían por romperse ante el agarre. Estaba hipnotizado, los movimientos casi circulares y embriagantes como fuertes y rudos de su pelvis, los llevaban al borde de la locura, las paredes internas del Kuruta apretaba su pene estimulandolo a tal grado que le enviaba corrientes eléctricas por todo el cuerpo, las manos que ahora parecían torpes por las embestidas, pasaban una y otra vez por los brazos bronceados y fibrosos, la fornida espalda y los glúteos de Paladiknight hasta apretar un poco, queriendo que entre aún más. El accionar llevó a Leorio a lanzar varios gruñidos de placer en su oreja.

Kurapika no estaba mejor, no paraba de soltar ruidos obsenos y lujuriosos cada que el contrario arremetía sin piedad en su zona anal, los dos sudaban casi a mares. ¿Cuánto tiempo llevaban haciéndolo?, No lo sabía, Leorio solo se había venido una vez, mientras él iba ya tres eyaculaciones seguidas. El poderoso miembro erecto del emisor se movía empedernido adentro, tocando su punto débil en más de cinco ocasiones. Se mordía el dorso de su mano, esa maldita cosa iba a romperlo. ¿Por qué demonios era tan grande?.

¿Qué hora era ya?.

¿A quién le interesa?.

Lo único que querían eran fundirse sin problema, alcanzar los límites del desenfreno pasional. Cambió de objetivo de tomar las sábanas a tomar las menos más pequeñas. Entrelazando los dedos en un toque simbólico, afectuoso y lleno de amor oculto... Suavizó su ritmo un segundo.

Kurapika... La persona que había amado desde los 19 años. La persona con quien compartió muchas cosas antes y después de la experiencia atros que brindó el barco ballena rumbo a ese tétrico continente. El primer beso que compartieron siendo solo amigos, cuando se conocieron por primera vez para el examen del cazador, la vez que tuvieron que poner cada uno su parte para salvar a los niños. La ocasión donde se desmayó producto a la exigencia de su cuerpo por haber usado tanto Nen, había estado tan preocupado por él que temía no poder cuidarlo como se requería. Cuando la fiebre bajó y parecía recuperarse, las bolsas en sus ojos le indicaron lo cansado que se encontraba.

— No... Le digas a Gon y a Killua que me fui, no deseo que se preocupen  —pidió con una ligera sonrisa, quizá en modo de disculpa.

Leorio se había sentido triste de tan sólo pensar en que su amigo se iba lejos nuevamente.

— De acuerdo —sonrió lo mejor que pudo.

Quedaron un corto periodo de tiempo viéndose detenidamente, Kurapika deseaba quedarse. Leorio anhelaba que se quedara, pero no fue así.

Aquel día, fue la última vez que vio a Kurapika sonreírle como despedida. De alguna manera esa despedida dolió menos, por qué aunque sea... Lo volteó a ver una vez más y sonreírle antes de marcharse.

La llegada del Kurapika frívolo y estoico caló en lo más profundo de su ser, discutían todo el tiempo y pocas eran las veces que podían llevar la fiesta en paz. Y aunque varias fueron las ocasiones donde tuvo Leorio para confesar sus sentimientos al Kuruta, a la final, nunca lo hacía. Kurapika tenía otros planeas mucho más importantes y de sumo riesgo que la de él, el pelinegro ejercía sus prácticas bajo la tutela de Cheadle y el contacto con su mejor amigo se limitaba a nada. Pocas veces lograron intercambiar saludos y eso sí con suerte el rubio abría la boca para responderle.

El tormento secó, la pesadilla viviente que era estar en tierras peligros acabó y aún así, Kurapika estaba aún peor. Lo acompañó a enterrar los ojos de su tribu, lo vio llorar por primera vez en sus brazos. Se quedó con él sin importar que, idealizó su posible vida junto al cazador de listas negras una vez lo ayudara a levantarse de nuevo. Lo había hecho, lo había logrado, llevó tiempo, lágrimas, angustia y paciencia. Pero Kurapika se estaba recuperando emocionalmente, paso por paso, iban tan bien... Después, la burbuja de amor que habían creado, estalló, Kurapika recayó y lo dejó en medio de la lluvia, a nada de contraer matrimonio.

¿Cual era la diferencia de esa ida del rubio?.

Era que en la primera vez que se fue. Kurapika le sonrió... Sin embargo, esta segunda vez... No hubo nada, nunca regresó a darle una mirada. La figura más pequeña de la espalda cubierta por el traje blanco se alejaba.

Pero Kurapika nunca volteó a sonreírle para calmarlo...

Simplemente se marchó sin mirar atrás.

Pero ahora....

Contempló el rostro sonrojado del Kuruta, quien traía los ojos cerrados obstaculizando su visión a esos volátiles orbes rojos. Suspirando, el pecho subía y bajaba apresurado, otra vez tenía la oportunidad de sentir a Kurapika, de besar sus labios, de recorrer cada rincón de su piel. Como si se tratara de un monumento tan único y exótico que era permitido dejar verse cada mil años, así era él.

Los días que pasaron con su estancia en Zaban, solo removieron sentimientos que necesitaba borrar y no pudo. El raciocinio quedó renegado en algún lugar de su conciencia, no era capaz de procesar lo que estaba haciendo, lo que sus acciones le estaban gritando para que se diera cuenta. Su falta era colosal, no había vuelta atrás, por primera vez en su vida le era infiel a una persona que lo amaba...

Si bien amaba a Narumi, los niveles de amor por el Kuruta sobrepasaron todas la barreras que había colocado. Amar a dos personas no estaba bien, no tenía perdón de lo que hacía con el usuario de las cadenas. Que lo dejara entrar en su vida, que le permita hablar con su hijo...

— Te amo

Kurapika lo amaba.

Sentía su pecho estallar con solo pensarlo, parecía un idiota enamorado. Volver a estar íntimamente con tu primer amor era una experiencia jamás prevista, que Kurapika le mostrara que lo que decía era en serio, dejándose llevar por el romántico ambiente... No cabía dudas, su corazón continuaba correspondiendo la existencia de ese amor.

Estar así siempre, ojalá fuera posible.

Los dos habrían querido retroceder el tiempo y hacer mejor las cosas.

— Te amo —quien hablaba era el corazón de Paladiknight, la revelación tomó por sorpresa al rubio quien entre abre sus ojos como puede— te amo, Kurapika —reposa sus codos en la cama, enterrándose lo mas profundo que el cuerpo del rubio se lo permitía. Encestando embestidas urgidas, fogosas y alucinantes. Por séptima vez, tocó el punto débil del de iris escarlata.

Cambiaron de posición, ¿Kurapika era tan liviano o era a causa de la adrenalina obtenida por los sexuales encuentros seguidos?. Como sea, no reparó mucho en ello, sólo se dedicaba a besar la espalda menudita también dejando marcas en el proceso, pequeños besos amorosos en su hombros, vio como el cazador de listas negras, gemía una y otra vez contra la almohada.

— Kurapika... —este lo ve de reojo, soltando lágrimas de placer y las mejillas ruborizadas— Kurapika... —besa la parte trasera de su cuello, con sensualidad.— Eres mío.... —se mueve más — ... Eres mío

Por los Dioses, Kurapika no sabía que decir, estaba sumergido en las sensaciones extraordinarias que el otro dejaba en su cuerpo que ningún rastro de coherencia parecía existir en él, solo se estremecía.

Minutos, horas quizá, entre varias posiciones. Kurapika y Leorio logran llegar a la cúspide del placer, enterrando sus uñas el materializador acaba primero, derramando un poco de su esencia en ambos abdómenes. Gimiendo contra la almohada, Kurapika se dejaba hacer, mientras Leorio finalmente se libera en su interior, incluso derramando un poco del líquido blanquecino en las sábanas.

Dejó caer un poco de su peso sobre su amante, agitados, sudados, exhaustos. Pero satisfechos...

Caigo de nuevo en tu red, ¿realmente es posible que lleguemos a ser felices por encima de los demás?.

•••••

El sueño se apoderaba de ambos, ladeando su cabeza, casi dormido. Kurapika apreció el perfil del azabache, transpiraba, y respiraba por la boca buscando recuperar el ritmo de una respiración más pacífica. Suspiró, a la final... El momento de los dos acabó, Leorio probablemente se culpe de lo que pasó y sería el turno de él irse, con justas razones; escalaron tan alto como para fundirse en el lecho pero cuando llegue el momento de recuperar al cien por ciento su cordura, el mayor no estaría a su lado.

Sabía lo que sucedería y aún así...

Leorio abre sus párpados lentamente, su pecho ahora gozaba de la calma en sus pulmones, respirando con normalidad. Giró en dirección del Kuruta.

Se apreciaron como si fueran el tesoro más preciado.

¿Qué más decir?.

¿Hay algo más?.

— Kurapika...

Con el corazón sumergido en el llanto de un futuro sin Leorio, le dió la espalda. No quería verse afligido, verlo irse con la mujer que estaba casado y esperaba una hija suya... Le destrozaría la poca capacidad que tenía de ver la luz al final del túnel.

— Debes irte... —pronunció, viendo la hora en su reloj del velador— son las 4:25 de la madrugada

— Yo...

— Si no te encuentra en casa, podría sospechar —dijo en un tono apagado y entre cortado.

La silueta del rubio parecía tan angelical que las marcas rojizas que dejó en su piel, daban una imagen adorable sin pretender serlo. Kurapika irradiaba calor, no quería... no quería irse y alejarse de ese calor, con su brazo izquierdo rodeó la cintura del más bajo. Depósito besos en su hombro y su mejilla con adoración, cosa que Kurapika disfrutó cerrando los ojos.

— L-Lo se... Solo, déjame estar así un poco más—habló contra su voluntad se nuca. Este no objetó las caricias tiernas del Emisor en su vientre lo hicieron sonrojarse, puso su mano sobre la de este, dado pequeños mimos con su pulgar. Leorio lo tomó como una afirmación por parte de la rata del zodiaco.

8:00 AM la alarma sonó en la habitación del día Martes.

El primero en abrirse camino hacia la mañana, fue Leorio quien había perdido la razón de donde se encontraba, con quien y el tipo de contexto en el que había terminado varado en la inconsciencia. A cada parpadeo la visión abandonó su estado de opacidad para una más nítida y clara. Un techo blanco, a su costado izquierdo unas cortinas grises totalmente cerradas entre sí, pero dejaba entrar alumnos rayos de sol; esa habitación no era la suya, no estaba ni cerca de serlo.

Te amo —quien hablaba era el corazón de Paladiknight, la revelación tomó por sorpresa al rubio quien entre abre sus ojos como puede— te amo, Kurapika

¡Por un carajo!.

Se sentó de lleno en la cama, como si fuera una pesadilla (o eso quería pensar), haber... Anoche, llegó a la caza del rubio por que su hijo quería hablar con él, luego de que tranquilizó al menor fue a reclamarle al Kuruta por una respuesta. Se enojaron, lloraron en silencio y después... Se besaron, dicho beso desató la pasión guardada por más de un lustro. Tocó un cuerpo que ya no era para él, acarició y degustó el peligro envuelto en un rostro de ángel.

Cometió un gran pecado, jamás se vio así mismo faltando a su palabra. ¡¿Por que mierda no fue de ahí?!, Se comportó como un completo idiota al dejarse dominar por el deseo casi recurrente de tener a Kurapika más cerca que nunca, ¿Qué fue lo que hizo?, ¿Sus valores se mandaron directo al drenaje?, ¿Es que no aprendió nada?.

¿Qué más debía suceder para alejarse emocionalmente de Kurapika?.

Volvió desde el punto de partida. ¿Por que tenía que ser tan débil con él?, ¿Por qué siempre cedía?.

La sonrisa de la castaña apareció en su mente.

Convirtió sus manos hora puños, la cabeza la traía gacha y las lágrimas caían sobre sus manos, esto ya no era culpa del rubio, de Narumi o de alguien más. Era culpa suya, nadie le puso una pistola en la cabeza para acostarse con Kurapika de nuevo, nadie... Pero lo hizo.

Eres un maldito infiel.

¿Cómo puedes llamarte hombre cuando la persona que te ayudó a levantarte, te está esperando con una sonrisa y tú estás en casa de tu amante?.

Eres igual o peor que los demás.

Ella depósito su confianza en ti y tu solo piensas en la persona que te abandonó.

¿Quién sabe si el amor de Kurapika es sincero?.

¿Qué tal si por cuestiones de ego, volvió solo para burlarse una vez más de ti comprobando que sigue teniendo efecto sobre tu persona?.

Rabia, era todo lo que sentía, le quemaba fuertemente el pecho, percibía un adormecimiento en su cabeza. Su piel estaba ligeramente enrojecida, cubrió con sus grandes manos su propio rostro, rastrilló sus dientes entre sí con todos sus sentidos activados. Su esposa jamás le perdonaría, lo que tanto luchó por cuidar esos años... Lo echó a la basura sin más en un solo movimiento inicial. La puerta del cuarto llamó su atención, con recelo observó al rubio quien entraba con una mirada bastante... Extraña, sus iris parecían brillar al igual que su rostro, resplandecía bastante. Se le miraba... tierno.

Tensó su quijada.

Permanecieron así unos minutos contemplándose, cada quien apartó sus ojos de los ajenos. Buscando recuperar algo de la dignidad pérdida, el sufrimiento era aun más colosal, Leorio por traicionar a su esposa y Kurapika por hacer caer al pelinegro en lo mismo que él, excepto por el tipo de contexto que fueron llevadas a cabo.

— Buenos di...-

— Pude hablar con Kerim esta mañana gracias a... lo que hablaste con él... —informó, un mechón de cabello cayó hacia su rostro estorbando lo que realmente quería decir, el emisor se perdió ante el gesto— ... preparé el desayuno, ven a sentarte si deseas. Puedes usar la ducha principal —tan rápido habló, que apenas y parpadeó un mini segundo.

Leorio levantó la mano, como tratando de detener su marcha hacia la salida de la habitación. ¿Qué hacer con esto ahora?, ¿Qué le digo?.

— Kurapika... —carraspeó un poco, no esperaba sonar ronco— Esto...

— Lamento los inconvenientes, nuevamente te viste envuelto en un problema que no te concierne —expresó con mesura. Dándole la espalda, el mayor suspira.

— ¿Estás bien? —preguntó como reflejo, uno bastante distraído— tus caderas... creo que fui un poco brusco —parecía un niño con la mente por las nubes. Qué ni cuenta se dio de una de las pantuflas del rubio que se estampaba contra su rostro— ¡Uhg!. ¡Oye!, ¡¿Qué te pasa?!

— ¡¿Acaso no puedes dejar de ser un vulgar al hablar?!, Maldición. —cuando el cazador de medicina en otro grito iba a protestar, el usuario de las cadenas colocó ambas manos en la boca de este— Mis... Caderas están bien, lo último que necesito es que te preocupes por ellas, ¿me oíste? —amenzante, pero sobretodo ruborizado hasta la punta de sus orejas— no vuelvas a mencionar algo tan... Degradante y de mal gusto

Con blandura, alejó un poco las manos del Kuruta de su boca. La sangre viaja apresuradamente hacia los pómulos de los dos. La chispa que irradiaban sus iris era más que notoria, Kurapika es el primero de deshacerse del contacto visual y bajando sus manos guardandolas en los bolsillos de su pantalón de entrenamiento negro, el cual hacia juego con su camiseta de manga larga.

Tal parece que el rubio se había levantado temprano y se había dado un baño antes de venir a verlo, seguramente antes de hablar con Kerim también.

— No tienes que decir nada al respecto. No sucedió nada más —pronunció el Kurapika, llamando la atención del doctor— lo que hicimos... Ya no viene al caso, como te dije...

— ¿Cómo que ya no viene al caso? —bajó sus cejas viéndolo con pesadez— ¿Lo dices por mí o por ti?, ¿Quieres convencerte de que no hicimos nada?. Dudo que sea posible

— Ah. Claro... Y dime, ¿Qué hay de ti? —serio y sin filtro alguno lo encara— le acabas de ser infiel a la mujer con la que estás casado y espera un hijo tuyo —pasó saliva de forma dura— Da igual lo que yo sienta o sintamos ahora, tienes una familia real. Algo que jamás tendrás de mi parte, Narumi no merece esto... Es mejor alejarse y hacer de cuenta de que nada ocurrió

— Ja... Seguro —negó con la cabeza en una leve risa irónica— Ya se de ante mano que eres experto en ignorar algunos acontecimientos. ¿Crees que estoy bien? —lo miró fijo— ¿Quieres escuchar lo que pienso de ella y de ti?

— Me rehuso —fingiendo indiferencia.

— Me importa muy poco, lo diré igual — clavó sus ojos hacia el suelo— Narumi es mi esposa, si. Ella me dio lo que te empeñaste en jamás darme, nunca pidió nada a cambio excepto devolverle el amor que ella me tiene. Muy a parte de ser mi esposa... Es mi amiga, estuvo en los tiempos en donde más nos alejamos, ¿Recuerdas las veces que llegabas tarde?. Quería comentarte de algunas cosas sobre la universidad, entre ellas... Cuando conocí a una chica a quien le destruyeron el corazón

Kurapika abrió los ojos ampliamente de golpe, estupefacto.

— Conocí a Narumi cuando iba en la universidad, Kurapika. Cuando estábamos juntos —declaró Leorio.

¿Qué?. ¿Leorio y Narumi... Se conocían cuando él y yo estábamos juntos?.

— Sorpresa, ¿No?. Obviamente lo es, ¿por que lo sabrías de todas formas? —Serio, el pelinegro suspiró— nunca te importó lo que te quería compartir, y no, si piensas que ella y yo teníamos algo a escondidas tuya... Jamás se me cruzó por la mente hacerlo. A pesar de los bajones en nuestra relación, estaba estúpidamente enamorado de ti

Los labios del contrario, temblaron involuntariamente, su semblante se tornó melancólico.

— Como verás... Lo mío con Narumi no fue algo así como así, no se dio de la noche a la mañana. Empezando siendo amigos, nunca me dijo sus sentimientos hasta tiempo después en el que te fuiste —ablandó su gesto para sentir la ansiedad calando su corazón— me enamoré de ella sin notarlo

El usuario de las cadenas, tomó una calada de aire y con la garganta adolorida por soportar un grito ahora ahogado... Pronunció— Si estás enamorado de ella, solo ve... vuelve a su lado, de todas formas. Si ella logró avanzar contigo de mejor manera, entonces no le veo la razón por volver a estar aquí, conmigo —cierra los ojos— ¿Quieres que admita que fue culpa mía por no saber que tenía una posible rival? —se mofa de ello con un dejo de molestia— bien, lo admito... alguien tan normal y sin ningún tipo de pasado desgarrador fue capaz de conquistarte, pero a estas alturas es normal que suceda. La diferencia es sublime si nos comparamos, al fin decidiste amar sin ser lastimado en el proceso, deberías estar orgulloso de ello, Leorio... De verdad —aunque no lo pareciera, sinceramente Kurapika en serio le estaba felicitando. Sin una burla o toque de sarcasmo en su voz.

— Para ser honesto... —desvía su mirada— Desde que apareciste, afectaste bastante en mi tomo de decisiones. Traté de odiarte como querías, o lo que sería normal hacerlo —pasa una mano por sus cabellos oscuros— pero, no resultó, ¿Comprendes eso?, En lugar de odiarte, me seguías enamorando por más que me negara a mí mismo... Nunca se me pasó por la cabeza que tocarías a alguien más, es decir... No me refiero que sea imposible, pero dado a que tú a penas y lograste aceptar a estar conmigo, yo me pregunté: ¿Cómo pasó?, ¿Cuando sucedió?. ¿Por que permitiste que ella te tocara de esa manera? —lo mira otra vez— Cuando luego de años apareciste con Kerim, me dolió, y eso me enfurecía más... Saber que me seguía doliendo como el infierno al ver a la tipo que tanto amaba con un hijo que tuvo con otra persona, no me mal intérpretes... Adoro a Kerim, lo que trato de decir es: ¿Por qué con ella decidiste tener una familia?

— Yo no planeé que eso sucediera, el como se dieron las cosas fue por pura irresponsabilidad mía —rememoró amargamente— fue tarde para comprenderlo, no había manera de retorceder el tiempo. Lo hecho, hecho estaba —un escalofrío recorrió su de su espalda hasta su nuca cuando notó hacia donde estaba dirigiéndose. Involuntariamente le daría pistas a Leorio de lo que pasó, no podía ser. Cuando el ex Jabalí de los Zodiacos estuvo parado frente a él, a pequeños centímetros. Su rostro se coloreó ligeramente— vivimos lo que quisimos vivir, nos pusimos a nosotros mismos en segundo plano. Lo quieras reconocer o no, tenías metas y sueños por cumplir, ninguno dejaría las aspiraciones del otro solo para complacernos. Yo no quería que abandonaras tus sueños por mi sanguinaria meta y yo... Tampoco

— Tienes razón... La verdad, duele pensar que es así. Pero es como es, somos como somos... Eso jamás cambiará —el impulso de acomodar esos mechones rebeldes fueron más, que colocó las hebras rubias detrás de la oreja del Kuruta— Kurapika, si hubiera un mundo distinto, en donde tú y yo nos conociéramos sin nuestros doloroso pasados y demás... ¿Te quedarías conmigo?

Kurapika se acercó a él, dándole un vasto beso en la comisura de sus labios, para luego susurrar— créeme que lo haría

Otro roce delicado, pausado y sin prisas. Luego uno más y unos cuantos también, toque que duraron menos de un segundo, finalmente abrieron cada quien sus bocas para encajar mejor en un ardiente beso. Sus lenguas se acariciaron con cuidado, pero sus labios se probaban una y otra vez, transmitiendo el sentimiento de culpa en cada contacto; Leorio despegó sus labios de Kurapika, lo observó con detenimiento contemplando la imagen del rubio sonrosado ocultando sus orbes grises... Después, él también lo miró.

Reposando sus manos en la puerta de la habitación, acorraló el cuerpo del rubio, aspiró profundamente el aroma tan dulzón del rubio. Por reflejo Kurapika acarició los fuertes brazos del mayor, imitando la acción secundaria de este.

— Hueles bien ... —murmuró El Emisor contra su pálida piel.

— Tu igual... —respondió con voz extasiada.

¡Papá! —llamó Kerim desde el comedor, los mayores se separaron de golpe por el susto.

Nerviosos Kurapika fue el primero salir de ahí mientras Leorio usó el baño del cuarto del cazador de listas negras pese a que este le dijo que usara el otro.

•••••

Esa misma mañana un cuarto de hora antes, Kurapika despertó viendo el adormilado rostro del médico descansar con tranquilidad sobre su cama. Tenía abrazando su pecho, apoyó su barbilla en el pectoral del moreno, cada músculo lleno de fibra. Debía reconocer que Leorio si era bastante atractivo y más cuando esos molestos lentes redondos y oscuros desaparecían de esa angular cara, contra todo pronóstico, su mano se movió sola hacia el manto negro de su cabello; lo acarició suavemente mientras veía hipnotizado el como subía y bajaba el pecho con ritmos pacíficos. Se acercó unos centímetros, plantando un beso breve para después correrse del abrazo y levantarse de la cama, lo cierto es que tratar de hacer esto último resultó complicado un dolor punzante y extrañamente satisfactorio chocó con fuerza contra él, escalando hasta su espina dorsal.

Tensó la mandíbula para dar un vistazo rápido a Leorio con seriedad bastante cómica. El idiota pelinegro lo había dejado adolorida ahí abajo, lo peor de todo es que deseaba sentir eso una vez más y quiso golpearse así mismo con su propia cadena; lo cubrió con la sábana y se ocupó de sí mismo caminando hasta su armario y tomar de ahí un buzo de entrenamiento negro y una polera del mismo color, suspiró profundamente antes de entrar a su cuarto de baño para empezar a ducharse.

Al salir, secó su cabello con la toalla alrededor de su cuello y se detuvo en la puerta de la habitación de su hijo. Era hora de que hablaran cómo era debido, arreglaría las cosas con su pequeño. Tocó un par de veces, no muy fuerte, pero si lo suficiente como para captar la atención del menor.

— ¿Kerim? —lo llamó abriendo un poco la puerta, el menor se removió un poquito sobre la superficie del colchón y se sentó ahí con los cabellos revueltos. Parecían un nido dorado, frotó sus ojos con el dorso de su mano derecha, para darse cuenta de su padre.

— Buenos días papá —sonrió sin mostrar los dientes.

— Buenos días —asintió— ¿Puedo pasar?

— Si, señor —concedió el niño.

Estando sentado al lado de su primogénito, Kurapika hizo algunas leyes muecas tratando de buscar cómo iniciar la conversación todo a la espectativa del infante. Quien con ojos grandes, lo miraba con atención.

— Kerim, yo... Lo siento —colocó sus manos en su regazo— No debí perder el control de esa forma contigo. Si no te dije mi pasado con Leorio no tiene nada que era con la confianza, es un tema que abarca solo los adultos, ¿me entiendes? —el aludido asintió— Yo... Amo a Leorio, no obstante, le hice mucho daño en el pasado y por esa razón estábamos en términos... Que dejaban mucho desear. Jamás tuve intención de involucrarte en esto, pero al ver como ustedes empezaban a llevarse bien, me llenaba de angustia saber que en algún punto terminarías por verlo como una persona necesaria en tu vida como me ves a mi —con arrepentimiento, agacha un poco la cabeza— Mi misión no durará para siempre y tendremos que irnos una vez se termine, por lo tanto, esperaba que al menos no le tomarás tanto aprecio. No supe que hacer

Kerim parpadeó con entendimiento.

— Escuché lo que hablaste con Leorio anoche... —ante la declaración, el pequeño Nostrade se encoge de hombros— No estoy molesto contigo si piensas que es algo indebido desahogarte y hablar de tus problemas, comprendo que tienes dudas sobre mi y deseas llenar esos huecos con cumplimientos de órdenes mías —acaria la cabeza del menor— No existe un mejor hijo para mí, que no seas tú Kerim. Nadie podrá ocupar tu lugar nunca —Ante ello, los iris amatistas del heredero Nostrade, brillaron como el sol— no estoy arrepentido de nacieras, que hables, que camines... Nunca me arrepentiría de que existas. Por que eres mi hijo, nada cambiará... Y Leorio tiene razón —pone una mirada severa— no necesito que seas igual a mi, es lo que menos deseo. Tengo... La intranquilidad de alejarme y volver sin saber si estás bien o no, sigue tus sueños, pero no dependas de lo que digan los demás, no busques la aprobación de nadie más que de la tuya, ni si quiera la mía. ¿Entendido? —dijo con sensatez, una de las actitudes que Kerim adulaba de su padre y que lo hacía lucirse ante sus ojos de niño.

— ¡Si! —sonrió ampliamente, inspirado por las palabras de su progenitor— Entiendo lo que dices papá... Yo, tenía miedo de no agradarte y que te aburrieras de mi. Ahora lo veo mejor... Oh, Santo Nen. No fui justo contigo —avergonzado lleva su vista hacia sus manitos en la cubre cama— Lo siento mucho papá, no era mi intención llamarte mentiroso y tratarte así. Te expreso mis más sinceras disculpas, de ser necesario... Dejaré de robarme las lechugas que usas al cocinar —propuso como un juramento.

El rubio mayor arqueó la ceja.

— Te robas la lechuga todo el tiempo —cruzándose de brazos, ajusta sus ojos en forma de rendija— es claro que te gusta y no dejarás de hacerlo. Promete algo que si cumplas

— Ah... Oh... —pensativo— entonces prometo no comer dulces tan seguido

— ¿Seguro lo cumplirás? —provocó sonriendo de lado.

— ... ¿Si? —No muy convencido de sí mismo— ¡Espera, lo tengo! —alza sus hombros con diversión— comeré dos dulces, dejando pasar un día

— No me parece razonable, no habrá efecto alguno —negó con la cabeza el Materializador— dejando pasar tres días

— Dos... Y, ¿lavo tus tabardos? —con una mueca graciosa, Kurapika soltó una risita.

— ¿De quien aprendiste a negociar? —preguntó risueño su Papá.

— Si mi padre es un señor de negocios —hace comillitas con sus deditos— y mi amigo Leorio-San sabe regatear precios... No es una sorpresa —se cruza de brazos sonriendo.

— Je, de acuerdo. Dejando pasar dos días, pero no quiero que laves nada —suspiró tranquilo— ¿Cómo te fue en tu clase de ayer?

— Un poco monótona, pero bien —aseguró el infante— Aunque me olvidé de la laptop y mis cosas de la escuela en a clínica de Leorio-San cuando nos fuimos. Pero él me dijo que no hay problema, que iríamos para allá cuando me dejaras a su cuidado de nuevo

— De acuerdo, procura no olvidar nada cuando debamos regresar

— Sip —dudó un segundo antes de hablar—Papá...

— ¿Hum?

— Quiero ser un diseñador de interiores. Crear los mejores espacios internos para las casas, ser un gran decorador —apretó sus puños con entusiasmo— no quiero ser un cazador, solo quiero ser eso. Practicaré el Nen y desarrollaré mi especialidad, pero solo será para cuidar y proteger a las personas que amo.

— Tratandose de ti, lo harás —asintió— ¿ya pensaste en algún objeto que desees manifestar? 

La sonrisa del niño cayó cómicamente, para ponerse un poco serio.

— Honestamente no lo eh pensado, no quería tocar el tema por que deseaba que fueras tú quien me oriente un poco al respecto —

— No creo ser de mucha ayuda. La habilidad Nen que desarrolles según tu especialidad, deberá presentarse con lo que tú creas que se ajusta a tus pensamientos y gustos.

— ... —Kerim mira las cadenas en la mano derecha de su papá— No creo que me guste lamer cadenas papá —dijo inocente.

El nombrado casi se ahoga con su propia saliva. Mira a su hijo con los ojos en blanco.

— ¿Dije algo malo? —parecía un cachorro confundido. Kurapika este niega rendido.

El Kuruta mayor al ver la mejilla amorotada del rubio más bajo, la culpa le pegó fuerte de nuevo— ¿Como está?

— ¿Qué?, ¿mi mejilla?. Oh, está bien —Se soba un poco aunque hace un gesto adolorido— no es nada

— Déjame curar...

— No, no te preocupes —sonríe— no quiero que me lo cures con tu habilidad papá, prefiero el método tradicional del doctor Leorio

— ¿Y eso por qué? —cuestionó sin comprender.

— En una de las películas del abuelo, vi que muchas chicas se acercaban facinadas hacia el chico con cicatrices. Decían que era muy varonil eso—

¿Ese viejo que le anda enseñando a mi hijo?.

— Cambiemos de tema —rueda los ojos— arregla tu cama, ve a bañarte y ve a sentarte a la mesa, prepararé el desayuno

— ¿Harás huevo frito con sonrisa de tocino?

— Se acabaron

— Ou —baja los hombros.

— Pero haré Hotcakes

— ¡SI! —Lo abraza— ¡Gracias, Señor papá!

Una risita escapa de los labios del rubio mayor.

•••••

Una vez acabó de darse una ducha, Leorio se detuvo en la puerta del baño el cual soltaba vapor cálido y reconfortante, pasó su mano por el rostro mientras inclinaba un poco su cabeza hacia atrás, las gotas de agua resbalaban agraciadas por cada músculo de su cuerpo, hasta perderse en la blanca toalla, estaba relajado o al menos físicamente. Pero la dichosa ducha no servía de mucho para despejar el peso de sus actos.

Anoche tubo sexo con Kurapika, hicieron el amor y no una, si no, varias veces. Incluso él le dijo un par de ocasiones que lo amaba.

Aumentan a un gran ritmo acelerado el corazón del médico.

Pero... Diablos, actuaba como si nada más existiera cuando estaba con Kurapika y eso no era justo. Lamentarse una y otra vez por un error que volvería a cometer por influencia de sus sentimientos (por que valga la redundancia es un idiota indeciso) era cosa que estaba demás.

¿Con qué cara vería a Narumi ahora?.

Odiaba darle la razón a ese rubio ingrato. Pero tendría que volver a su lado, sonreír y hacer de cuenta que no ocurrió nada entre su ex pareja y él, era difícil, una lucha interna que parecía solo prolongarse y complicarse cada vez más. Los sentimientos que tenía por Narumi eran un poco más bajos de lo que pensó, pero de igual forma no se irían de la noche a la mañana sin importar cual enamorado de esté del rubio. Era extraño, no sabía cómo explicarlo... Su esposa le hacía sentir cosas muy bellas en el corazón, tan lindas y frescas. Una seguridad invaluable que adoraba tener a su lado, su carisma lo ayudó afrontar el sufrimiento, era imposible ignorar eso... Pero Kurapika era una flecha directa en su pecho y aunque Narumi se encargó de quitar la madera, quedaba enterrado el triángulo afilado del primer amor no resuelto.

No quiero que elijas, entiendo perfectamente cual es tu lugar esta vez

Ese era el problema. ¿Qué debía elegir?.

No abandonaría a su princesa que esperaba pacientemente por salir. No, eso jamás. Su pequeña hija estaría con él siempre, pase lo que pase, la protegería con su vida de ser necesario.

¿Pero que haría por el lado romántico de su problema?.

— Será mejor que me calme un poco, oh demonios. Soy un tonto —bufó con indecisión. Cuando detuvo sus pensamientos, se dio cuenta que no tenía mudo de ropa y la de Kurapika estaba muy de lejos por quedarle. No tenía de otra... Activó su Nen creando un portal hacia la clínica cerrada, en su casillero de su consultorio para ser exactos y de ahí sacó un terno color mostaza y una camisa negra con corbata blanca. Cerró la celestina entrada, dedicándose a vestirse ahí.

Después de lo hablado en esta mañana sentía que le carcomía los nervios y sabía que Kurapika también estaba en las mismas. Los dos son unos completos sopencos en el amor, bueno, al menos ese elemento formaba parte de unas de las pocas cosas que tenían en común.

Mientras se le cruzó el pensamiento de que si logró hacer las pases con su hijo. El pelinegro imaginaba que el pequeño ya se encontraba mejor, posiblemente en el comedor a punto de tomar desayuno junto a Kurapika. Focalizar la escena le pareció sumamente adorable y dicha concentración en un escenario para nada lejano a la realidad, accidentalmente dio pequeños golpeteos en su en el suelo con su pie derecho, cuando tocó el suelo en el sexto golpesito una cantidad de aura se transfirió a la baldosa hasta dispersarse por todo el departamento. Cuando notó esto, la visión de la realidad cambió. Ahora todo parecía tener un color azul celeste y las líneas blancas que se encontraba ahí, representaban las divisiones de la casa, pero más allá de ello. Vio dos manchas anaranjadas, una pequeña y otra un poco más alta, la manchita estaba sentada moviéndose, comiendo algo quizá, mientras la mancha de calor más alta en comparación, parecía cocinar.

Aguarda...

Parpadeó rápidamente, incluso frotó sus ojos con los puños.

¿Qué?.

Estaba en el departamento de Kurapika, pero no parecía que fuera así. Es como una dimensión distinta... Un segundo... No, no era una dimensión contraria, era más una realidad alterada por medio de un territorio diferente. La casa y todo lo demás estaba ahí, pero... Parecía como si estuviera dentro de un sensor de calor.

Sensor de calor...

¡ESO ES!.

Él había reflexionado el domingo pasado de cómo podría extender mejor sus habilidades Nen. Incluso creyó en cómo sería de utilizada por si algún enemigo se presentara el atacarlo a distancias muy grandes sin ser notado fácilmente, él sabría su ubicación de antemano para evitarlo. Fue ahí cuando pensó en una especie de rastreo a kilómetros, luego en un sensor de movimiento y calor.

Funciona.

Lo había logrado.

— ¡TOMA ESO ALBERT EINSTEIN! —Grita sin poder evitarlo, riendo ampliamente por su logro— Ja Ja Ja, que máquinas especiales ni que ocho cuartos, ¡Leorio les gana perras!

Al presumir de su logro a sí mismo, perdió la concepción y volvió a la normalidad.

— ¡Ay, por favor! —se quejó, abriendo las manos, Kurapika abre la puerta de de forma inesperada, haciéndolo sobresaltar— ah... Je je —rasca su nuca con nerviosismo.

El rubio quien estaba recostado en la pared del baño, lo mirada con ojos entrecerrados y con una ceja levantada.

— ¿Qué haces en mi baño privado?, Te dije que usaras el otro

— Lo siento... —se ruboriza— ah espera, no puedes reclamarme, no tenía mudo de ropa. Era el baño más cercano y no podía pasearme desnudo hasta llegar al baño —farfulla con recelo— ¿Oh acaso querías verme disfrazado de Adán? —sonríe coqueto.

— No, ya comí bien en la noche. Gracias por la preocupación —dijo serio, pero si prestas más atención. El Kuruta habló en doble sentido en modo de burla.

Ok, no esperaba esa respuesta.

Abajo fifi.

— Como sea, date prisa en ir a desayunar, tengo cosas que hacer. Hasta Kerim escuchó tus gritos extraños

— A-Ah... ¿Kerim sabe que estoy aquí?, ¿Ya hablaste con él? —camina hacia él— ¿Qué pasó?

— Gracias a ti, pude hablar mejor con él, ambos necesitábamos un pequeño empujón llamado Leorio para darnos cuenta de lo mal que llevábamos las cosas —ladea su rostro un tanto serio— aunque me pude dar cuenta de otras cosas y el tipo de influencia que eres para él —dijo ameno.

— ¿Ah sí?, ¿Qué tipo de influencia soy? —alegó con encanto.

— Le enseñaste a negociar —se cruza de brazos— resulta que ahora tendré que vivir con el hecho de que mi hijo sabe reducir su sentencia

Leorio ríe espontáneo.

— Ni te quejes, tú eres igual de negociador... No de forma normal claro, pero lo eres

— Tsk —cierra los ojos sonriendo leve.

— Kurapika

— ¿Hum? —lo mira.

— Había olvidado lo estrecha que es tu cintura —los colores se le subieron al rostro del rubio quien apretó los labios y como un tomate maduro, lo golpeó en la nuca sin lastimarlo.

— ¡Cierra la boca! —sonrojado se dispuso a irse, no sin antes ser besado por el pelinegro.

— Bien, vamos a desayunar —tomó la mano del rubio y salieron del baño.

El corazón de Kurapika latía apresurado y solo podía apreciar, como sus dedos encajaban a la perfección con las del emisor. Sonrió tontamente sin darse por enterado.

•••••

Estando en el comedor, Leorio se sentó a comer junto a los dos rubios, el cazador de listas negras estaba comportándose tímido y solo respondía a algunas preguntas de su hijo con delicadeza pero sin perder el toque serio en su voz. Si bien Paladiknight estaba en las mismas, que su... ¿amigo?, No sabía cómo romper el hielo de la extraña pero agradable incomodidad entre los dos.

Kurapika preparó los Hotcakes que quería el infante y le dejó también un baso de leche tibia. Los cabellos dorados del niño ya estaban secos y en esta ocasión, usaba un suéter blanco con pantalón oscuro y su poncho verde agua y franjas anaranjadas de la tribu Kuruta. Un mechón divertido se levantaba por encima de su cabello tan bien peinado. El usuario de las cadenas, por su parte, le sirvió una taza de café caliente y algunos Hotcakes haciendo babear al médico. Una vez la tostadora mostró lo el pan tostadito, Kurapika se sentó junto a los otros dos.

— Me siento feliz de que desayune con nosotros Leorio-San —habló el Kerim educado y emocionado a la vez.

— Yo también pequeño tigre —saboreó uno de los Hotcakes— estos Hotcakes son fabulosos

— Si, papá hace los mejores desayunos —asintió varias veces mirando a su papá quién desvía la mirada muy sonrojado— ¿Cierto papá?

—  Uh, eso me parece interesante. Lástima que no le gusta probar su propio manjar —reprochó el pelinegro.

— ¿Qué tiene de malo comer tostadas con mermelada? —preguntó con desdén.

Un brazo rodea el cuello del Kuruta mayor, pegando suave su cabeza con la de él— Tiene de malo si lo comes todo el tiempo sin probar delicias nuevas

— ¡Oh, cierto!. Leorio-San tiene razón papá —corta un pedazo de panque y lo agarra con el tenedor, extendiendolo hacia su papá— prueba un poco

Vencido por la insistencia doble, no tiene de otra más que aceptar. Come y mastica despacio.

— Hm... Si, sabe delicioso —confesó risueño.

Las risas no se hicieron esperar. Quienes no los conocían, pensarían que solo eran una hermosa familia de tres que pasaban un rato tranquilo por las mañana como todos los días. La calma y la paz fueron muy bien recibidas y apreciadas, logrando enmarcar, el mejor cuadro de todos. Lo único que hacía falta, era Gon, Killua y Alluka y la familia estaría completa; tal vez, en un mundo distinto en donde Kurapika no se hubiera equivocado en la despedida y Leorio se hubiera dado cuenta de la enorme cruz que cargaba este, quizá... Solo quizá, hubieran vivido una escena como esta y más desde un principio.

Pero la realidad azota contra cualquier fantasía.

Continuará:...

•••••

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro