22. Rastro y espuma

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Marinette daba vueltas en aquel lugar blanquecino en el que se encontraba. No importase cuanto caminara, no había nada, solo la misma luz blanca. Se sentó agotada y ocultó su rostro en medio de sus rodillas pensando que hacer. ¿Estaba dormida? ¿Muerta?

Una risa infantil llegó a sus oídos. Era la risa de un niño pequeño. Se levantó y corrió hacia donde creía que se encontraba el sonido. Mientras más corría, el ambiente a su alrededor iba tomando color.

Luego vió a dos personas más al frente. Una pareja. Se acercó con cautela, pero no distinguía bien sus rostros o sus ropas. Estaban en la playa, o eso pudo observar. Y de atrás suyo apareció una niñita de cabellos azulados y ojos zafiros. La niña corría hacia los brazos del señor.

"Su padre"  pensó. Este la alzó cuanto pudo y la bajo divertidamente. Fue cuando se dió cuenta que era invisible para ellos. La joven adulta estaba conmovida por la escena. Se sentía alegre, como si ella fuese parte de la familia.

El hombre bajó a la infante, y ella volteó la cabeza en dirección a Marinette. La peliazul abrió grande los ojos y agitó su mano. La niña le devolvió el gesto. Mientras que la criatura podía verla, seguía siendo invisible para los adultos. La pequeña corrió hasta quedar frente a la joven. Esta se agachó para quedar a su altura.

Marinette le sonrió. Miró con detenimiento a la peladita. Soltó un jadeo de sorpresa al notar que era ella misma, sus físicos eran demasiado similares. Significaba que la pareja de esposos eran sus padres. Alzó la vista para tratar de verlos, pero la niñita se abalanzó sobre ella, haciéndola caer.

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Marinette despertó de un brinco, enderezando su espalda. Mantuvo su mano derecha pegada a su pecho hasta calmar su respiración. Sintió una suave bria bañar su rostro. Vió el mar frente a ella, y, al ladear la cabeza, el cuerpo del rubio estaba acostado a su lado. Estaba boca arriba; sus cabellos de oro caían sobre su frente, apenas tapando sus ojos cerrados.

Marinette recordó los eventos de la noche anterior. Había nadado hasta la isla en la que se encontraban, y tras presionar varias veces el pecho del ojiverde, este había escupido al agua antes de caer rendido en la arena mojada. Estaban frente al mar, y sentía la marea mojar sus pies.

Miró rápidamente al lugar donde sus piernas deberían estar, y se mordió la mano ahogando el grito que soltó al ver que la cola con la que se habían salvado era real y no una ilusión. Se arrastró bruscamente hacia la tierra seca. Su pecho subía y bajaba aceleradamente. La cola de sirena desapareció, dejando su parte de abajo desnuda. Tocó sus pies y no notó nada extraño.

Al pararse, decidió caminar por la playa, para tratar de reflexionar sobre lo qur había visto y para buscar algo con que taparse. Nada más llevaba puesto una camisa blanca holgada, que apenas le cubrían los glúteos, y no deseaba encontrarse expuesta cuando Adrien despertara.

Se mantenía a una distancia prudente con el mar, temiendo mojarse. ¿Qué diablos le había sucedido? ¿Cómo podía transformarse en otro ser? ¿Desde cuando podía? Eran las preguntas más básicas que su mente formulaba incapaz de responder. No lograba entender, y probablemente jamás lo haría. ¿Había sido enbrujada? Negó con la cabeza, aquello era más absurdo que su situación actual. Se detuvo en sus pasos. ¿Fu era consciente de aquello que ella ignoraba?

Trató de descartarlo pero... El viejo siempre la había tratado con amabilidad, y no le ocultaba nada cuando preguntaba por sus padres, cómo eran, y qué hacían. Sin embargo, él solo le detallaba lo que hacían por los demás, no sobre cosas privadas. Arrastró sus manos por su cara rendida. Sería un misterio del que Alya probablemente podría saber.

Se volvió en sus pasos hasta donde Adrien. Él seguía dormido, su pecho aún subía y bajaba con tranquilidad, y no mostraba daño alguno. Fijó su mirada azul en el océano. Insegura en sus acciones, corrió para no arrepentirse, y se zambulló en el agua.

Nadó y nadó hasta lo más profundo que podía. Se topaba con algunos peces u otros animales marinos. Por instinto saludó a todos con los que se topara. En un momento dado, se detuvó en una roca cubierta de conchas para ver su cola y aleta. Ambas eran del mismo color rosado claro, casi de un tono piel.

Miró a su alrededor. Sus brazos abrazaron su cuerpo, como si se estuviera cubriendo de algún frío descomunal cuando, en realidad, sentía su cuerpo entibiarse. Su mente estaba conectada con la corriente del agua, y enganchada en el océano que tanta libertad le otorgaba. Nada de preocupaciones. Nada de dolor. Nada de pensamientos. 

Se sentía como si fuese su hogar.

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Adrien soltó un gemido de dolor cuando despertó. Su espalda dolía como nunca. Se quedó acostado, con las manos detrás de su cabeza hasta que el dolor disminuyera. En ese instante se dió cuenta que no estaba en su barco. Por las olas reventando en la orilla, y la arena debajo, supuso que estaba en alguna playa, probablemente en alguna isla. Recordó que había saltado del barco para salvar a Marinette y algo lo golpeó.

Soltó un chasquido de fastidio. ¿Donde diablos estaba su barco? ¿Y su tripulación? Se enderezó rápidamente mirando a los lados sin importar la punzada en su espalda. ¿Marinette se había ahogado? Era imposible que solo él haya llegado a esa playa sin ayuda de alguien.

Se paró lentamente, estirando los brazos. Se quitó su camiseta qu estaba mojada y se la colgó en el hombro. Se quitó sus botas y las dejó donde había pasado toda la noche. Primero quiso rodear la isla. Y después de caminar alrededor de una hora se dió cuenta de que no era tan pequeña como supuso, y decidió volver. A medio camino, su estómago rugió. Miró al agua. Pescar sonaba algo complicado, por lo que decidió adentrarse un poco en la jungla, para buscar alguna fruta.

Con su espada que, milagrosamente, no se había perdido al lanzarse al agua, iba marcando los árboles para saber como regresar. Al cabo de varios minutos, encontró un mango. En lo más alto tenía varios mangos verdes y amarillos. Se dispusó a trepar, lo cual no le fue dificil. Llevó muchos en su camiseta, y otros en su brazo izquierdo.

Salió de la jungla y emprendió el regreso. Al dislumbrar su botas, también dislumbró un punto negro en el aire. Se dió cuenta que era la cabeza de Marinette. Sonrió aliviado. Se apresuró a llegar.

La peliazul divisó a Adrien, que llevaba cargando algo que no podía descifrar a tan larga distancia. Cuando este se acercó, ella se alejó un poco, tratando de taparse con la camiseta. Se sonrojó de la vergüenza y sintió doler sus mejillas.

- Parece que te has despertado amtes que yo- rió el rubio rascándose el cuello. - Encontré muchos de estos en la jungla, por si te da hambre- dijo. Le dió un mordisco a uno de los mangos. Ella no le respondió. Arqueó una ceja extrañado.

- ¿Pasa algo?- preguntó observándola. Al ver el rostro rojo que ella llevaba notó su falta de ropa.

- P-p- pues...- tartamudeó manteniendo su distancia. Adrien rió por lo bajo. Agarró su camiseta y se acercó a la azabache. Rodeó con la prenda de ropa un poco más abajo de la cintura, y ató en un nudo la camiseta, formando una falda corta.

- Mejor- habló mirándola. Ella asintió y cogió uno de los mangos. Tras comer varios en silencio retrocedió y miró con detenimiento a la jungla. Y luego al océano. Juntó sus manos, apretando sus dedos.

- ¿Tienes idea de lo que pasó anoche?- preguntó Adrien rompiendo el silencio. - Te caíste y salté para ayudarte pero uno de esos imbéciles no tuvieron cuidado al lanzar el ancla. ¿Nadaste hasta aquí? En todo caso gracias- sonrió. Él mismo se llevó una sorpresa con sus palabras. ¿Hace cuánto que le había agradecido a alguien?

- Si nadé hasta aquí- respondió sin apartar la mirada. Debatió en su interior. ¿Sería correcto contarle que era una sirena? Ni siquiera ella se lo creyó en un inicio. ¿Cómo reaccionaría Adrien?

- Debió ser difícil llevando otra persona a cuestas- rió. Marinette suspiró.

- Talvez no me costó porque soy una sirena- habló ni tan bajo ni tan alto.

Silencio.

Y duró de esa manera por horas, según la peliazul. Los ojos verdes, tan brillantes e indescifrables, la observaron con asombro... o posiblemente con incredulidad. Apretó los labios nerviosa. ¿La mataría?

Juzgando la prolongada carcajada del rubio, y como golpeaba su rodilla repetidas veces, dudó que algo malo sucediera. Otras horas, según Marinette, pasaron hasta que su acompañante pudiera calmarse por completo. Su cara estaba roja, y una gran sonrisa adornaba su rostro.

- Claro claro. ¿Podrías repetirlo? No.. mejor no, terminaría orinándome en los pantalones. Oh carajo- rió por lo bajo. Esta vez solo por segundos. Fue, después de toda esa escena, que Marinette rodó los ojos. No necesitaba más burlas para comprobar que no le creía.

- Es en serio- intentó una vez más.

- Desde luego. ¿Te he mencionado que fui yó quién mató a Barba Negra?- volvió a reír por un largo rato. Marinette lo dejó. Talvez era una señal. De que ese secreto debía seguir siendo secreto.

Tienes que prometerme que nunca se lo dirás a nadie.

Se giró en menos de un parpadeo. Dió vueltas hasta asegurar que solo Adrien y ella se encontraban en esa playa. Sin embargo, aquella voz masculina la había escuchado. No era imaginación suya, estaba segura de oírlo. Miró a Adrien atorándose con uno de los mangos. ¿Habrá sonado en su mente?

De ser así, ¿por qué le resultaba conocido?

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Adrien se limpió el sudor de la frente con el antebrazo. Ladeó una sonrisa. Se tiró con cuidado en la arena, a unos metros de la peliazul, que estaba sentada con las rodillas pegadas al pecho.

- Y de esta manera logras hacer una maldita fogata- suspiró poniendo las manos detrás de su cabeza y recostarse. La noche había arrivado justo cuando ambos habían logrado recoger madera de algunos árboles caídos. Y como la peliazul no tenía idea de como prender un fuego sin un fósforo, el capitán tuvo que encargarse.

- Felicitaciones- aplaudió la chica sonriente.

- No tener fuego sería suicidio. Quien sabe que tan frío puede ponerse. Especialmente sin ropa puesta- la ojiazul se ruborizó, e, inconscientemente, apretó la tela que usaba como falda.

- Esto es una mierda- gruñó Adrien. - No tenemos barco, refugio, agua bebible, y no tengo remota idea de lo que le pasó a mi tripulación. ¿Cómo saldremos de aquí?-

- Mañana pensaremos mejor si descansamos- habló tratando de calmar la situación. 

- Eso espero, porque pasar el resto de mi vida en una isla no es de mi agrado- suspiró molesto. Momentos después, la miró pícaro. - Aunque de la compañía no me quejo- dijo haciendo que ella ría avergonzada.

- Claro claro-

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Hooooola amados lectores. Aquí otro cap. Me sorprende terminarlo, con toda la tarea que me han puesto. Geeeeezz, aqui estamos acabando el año escolar en 2 semanas y los maestros son buenos para fastidiar. 😵🔫

Eso si, un dia despues d acabar las clases publicare dos capitulos en un dia (Mañana y noche) para celebrar.

Espero que les haya gustado. Y me pregunto, ¿como saldran de la isla?

....

Es posible q lo veamos en el siguiente cap.

Miraculousteen💖

P.D. acabo d ver Coco, ES BUENISIMA, SE LAS RECOMIENDO😭😭😭😫

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