06: Anhelar

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Atestiguar una escena póstuma de homicidio, lejos de amedrentarlo como a cualquier persona corriente, causó que el interés de Alex por el caso se tornara mucho más agudo. Si bien fue capaz de fingir serenidad frente a su madre y su hermana para no preocuparlas, en su interior barajaba diversos métodos que podrían servirle para recoger más información. Lo único que le impedía ponerse manos a la obra era su fobia natural por los temas escabrosos, aplicable tanto en la ficción como en la vida real, la cual bastó para mantener a raya su creciente curiosidad.

De todas formas, estaba un tanto insensibilizado.

En ocasiones pasadas había podido ver con sus propios ojos las consecuencias traídas por la fría mano de la Muerte. Tal como siempre sucedía, el ambiente tenso y el agridulce hedor metálico impregnado en todo aquel fúnebre escenario le habían generado una violenta sensación de incertidumbre mezclada con exaltación. Era probable, cavilaba el muchacho, que esa misma emoción hubiese invadido al perpetrador en caso de haberse hallado oculto entre la indiscreta multitud, fingiendo inocencia mientras se deleitaba en su sadismo. Tal como Nirvana siempre repetía, la noche guardaba grandes peligros y lo mejor era andarse con cuidado para no convertirse en una cifra más.

Ese último punto también había acaparado buena parte de su atención. El extraño comportamiento de la rubia no había pasado desapercibido para Alex, quien sospechaba que algo mucho más grande de lo calculado se estaba gestando en la ciudad. En condiciones normales, para disipar sus dudas hubiese recurrido de inmediato a su padre dadas sus conexiones e influencia, pero este se hallaba en un viaje de negocios fuera de la ciudad. Actuar por su cuenta quedaba totalmente descartado; había aprendido bien su lección luego de su internamiento en el hospital, y, si bien no recordaba qué lo había conducido a ese último fracaso, prefería no volver a cometer errores de novato que pudiesen involucrar a su familia.

En cualquier caso, carecía de motivación suficiente para meterse de lleno en una investigación que no le correspondía mientras no tuviese una imagen clara del contexto. La información que se había hecho pública hasta el momento confirmaba dos casos de homicidio: el de la pareja en los barrios bajos y el que Alex había tenido la "suerte" de atestiguar cerca de la universidad, además de un tercero no corroborado que, en base a los rumores, había tomado lugar en el zoológico hacía ya un tiempo. En base a los variados reportes, el estado en el que habían acabado las víctimas era prácticamente el mismo, lo que validaba su cada vez más obvia conexión. Según las teorías que se barajaban como las más plausibles, el culpable era un asesino en serie con tendencias antropófagas o, en su defecto, algún tipo de culto demonista o cosmicista especializado en sacrificios humanos.

Como aquellos datos no resultaban de mucha utilidad para Alex, le era más sencillo ignorar el tema en la medida de lo posible. Siempre y cuando el problema no afectara su vida cotidiana o pusiera en peligro a sus seres queridos, prefería disfrutar hasta el último segundo los valiosos tiempos de paz. Algo le decía que su preciada tranquilidad bien podría reventar en cualquier momento, pero también era consciente de que no ganaba nada preocupándose por cosas que aún no habían sucedido.

Con tal convencimiento, no tuvo complicaciones en asistir a sus clases el día jueves, ya que además solo las tenía en horario diurno, e incluso reunió el coraje suficiente para cumplir sus obligaciones académicas el viernes después del almuerzo. A las cinco de la tarde se vio inesperadamente libre, luego de que el profesor del último curso que le tocaba decidiera posponer la sesión por motivos no especificados. Alex asumió que lo más sensato era regresar a su casa antes del ocaso, pero no pudo resistir la tentación de dar una pequeña visita a la biblioteca. Tan solo quería refrescar un poco su mente para relajarse, así que tomó una antología de fantasía al azar y se prometió que no leería más de un par de historias cortas antes de irse.

Cuando ya estaba por finalizar la décima, sintió que un escalofrío tan fuerte como una corriente eléctrica le recorría desde el inicio del cuello hasta la parte baja de la espalda. No se debía ni por lejos al contenido del relato, sino a algún elemento externo desconocido que había activado su instinto de supervivencia de sopetón. Dado que no podía existir un lugar más seguro que la biblioteca, decidió ignorar el presentimiento para proseguir con su amena lectura. Bien hubiera podido continuar hundiéndose en la trama del relato, mas alguien tuvo la osadía de romper su concentración sentándose a su lado. Incluso si se encontraba ante una amplia mesa que cualquiera podía usar, resultaba de lo más incómodo que el indeseado desconocido no hubiese elegido alguno de los otros lugares disponibles.

―¿Me estás ignorando, Alex-nada-más?

El aludido despegó la mirada del libro nada más escuchar su nombre y sus ojos se cruzaron con los dorados de Nirvana. El gesto de desconcierto que Alex dibujó en su rostro resultó tan ridículo, que la chica soltó una suave risilla burlona. Su sorpresa estaba muy bien justificada: era la primera vez que ella iniciaba una conversación de manera voluntaria. Y también era la primera vez que la veía reír.

—Qué raro —dijo para sí mismo, recuperándose del asombro—. Por lo general, es al revés.

—No soy de pedir ayuda, pero ahora no me queda de otra. —Nirvana señaló la pantalla del portátil que tenía sobre la mesa, donde se podía apreciar un documento de texto completamente vacío—. Como falté a la clase del martes, no sé qué parte debo hacer del proyecto que llevamos con los otros cuatro.

—¿No has revisado el chat grupal? Aunque esos viles plebeyos lo usan para hablar de su vida social en lugar de temas del trabajo, así que yo también ando medio perdido. —Alex manejó su celular durante un rato—. Tuvieron la grandiosa idea de repartirse todo lo fácil entre ellos y nos dejaron las dos peores partes. Solo nos queda reír o llorar... o cortarles el cuello mientras duermen.

—O terminarlo ahora juntos.

El muchacho enarcó una ceja, perplejo. Nirvana parecía estar comportándose de una forma inusualmente animada, en especial considerando que hace unos pocos días habían presenciado la escena de un crimen. En cualquier otro caso, no hubiera dudado en aceptar su propuesta para librarse de la carga académica cuanto antes, pero en esos momentos prefería regresar a su casa antes de que el manto de la noche le cayera encima. Lo último que necesitaba era meterse en problemas innecesarios sin un buen plan de contingencia en el bolsillo.

—Pensé que eras de las que prefieren hacer las cosas en solitario. Si recurres a mí, me voy a creer la gran cosa.

—Tienes razón, lo siento. No debí haber esperado nada de tu parte.

—Tranquila, era otra de mis malas bromas. —Alex suspiró, resignado a posponer su huida para no destruir el frágil y recién instaurado vínculo que los unía—. Está bien, terminemos esto rápido.

Se pusieron manos a la obra, confirmando casi de inmediato que realmente estaban ante un trabajo descomunal. Por fortuna, sus respectivos segmentos estaban correlacionados hasta cierto punto, de modo que no tuvieron inconvenientes en compartir información e incluso aportar con opiniones al trabajo del otro. Lograron superar la parte más difícil luego de un par de horas, pero aún restaba el arduo proceso de transcribir y organizar la información del borrador al documento oficial.

—Resultó mucho más complicado de lo que temía —comentó Alex, asumiendo que podían conversar con más calma luego del trabajo pesado—. No me quiero ni imaginar cuánto tiempo me hubiera tomado de intentarlo solo. ¡Seguro no lo habría podido terminar nunca!

—¿En serio? ¿Por qué?

—Por procrastinar. Yo no tengo la culpa, es la red la que me tienta con tantas noticias y libros virtuales interesantes.

—Así que te gusta leer. —Nirvana echó un vistazo a la antología que él tenía a un costado—. ¿Cuál género es tu preferido?

—Todo aquel que se aleje de la realidad sin entrar al ámbito del terror. O sea, fantasía y ciencia ficción, entre otras cosas.

—¿Te da miedo leer historias de horror? Vaya hombre estás hecho.

—No solo historias de ficción. Soy el único humano sensato en el mundo que rehúye todo peligro como debería de ser. Por eso el día que nos encontramos en el zoológico estaba viendo a los simios inhumanos... Mi otra opción hubiese sido acompañar a mi hermana al territorio de los felinos.

—¿Qué tienes contra los leones? —preguntó la chica, observándolo como si acabase de soltar la mayor de las blasfemias.

—Cualquier bestia salvaje o carnívoro en general me resulta insoportable. Los únicos a los que puedo tolerar son los perros. —Se señaló a sí mismo—. Ya sabes, soy un noble Hound, así que tengo la obligación moral de apreciar a los sabuesos de caza tanto como al té de calidad.

Nirvana se mantuvo silenciosa durante un buen rato, con un gesto que reflejaba cierto tinte de melancolía difícil interpretar. Estuvo concentrada en la pantalla de su portátil por unos segundos, hasta volver a posar su atención en su compañero.

—Eres un mal comediante.

—¿Te tomaste todo ese tiempo para llegar a tal conclusión? Como mínimo merezco una crítica mejor trabajada.

Ella meneó la cabeza y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa.

—Si logré causarte gracia, no soy tan mal comediante —indicó Alex, satisfecho—. Deberías sonreír más a menudo, tendrías muchos amigos de esa forma.

—¿Con qué derecho lo dices tú?

—Directo al cuello, ¿eh? No puedo negarlo, este año quedé como un triste hongo ermitaño. —Suspiró pesadamente— Fui hospitalizado por... ciertas razones que me obligaron a cortar todo lazo con mis antiguos conocidos. Así que estás en lo correcto, no soy quien para hablar con tremenda soledad que cargo encima.

—No quise expresarlo de esa forma. —Nirvana se encogió de hombros—. Eres muy extraño, pero no creo que seas mala persona. Podrás hacer nuevos amigos con facilidad.

—¡Lo mismo va para ti! De nada nos sirve seguir como tristes liebres desamparadas, será mejor que formemos una gloriosa jauría.

—Sí, tal vez tengas razón ―musitó ella mientras esbozaba una sonrisa apagada.

—Por eso, cuando decidas ascenderme de "conocido con el que estás en buenos términos" a "primer y único mejor amigo", estaré más que encantado de discutir los términos del contrato.

La sonrisa melancólica de la joven adquirió algo más de brillo mientras alzaba el mentón y miraba a Alex con fingido desdén.

—Puedes esperar sentado, Alex-nada-más. Tendrás que ganar muchos más puntos conmigo si quieres que te tome en cuenta.

Ambos rieron y, unos minutos después, lograron concluir con todas sus obligaciones académicas. Liberados del estrés, guardaron sus cosas y salieron juntos de la biblioteca con dirección a la entrada principal de la universidad. En el camino, Alex escuchó un pitido de su celular y su gestó se endureció ligeramente al leer el mensaje que acababa de recibir. Al parecer, su padre había regresado de un viaje de negocios y requería de su presencia para una reunión de emergencia. Para hacerlo simple: sus "vacaciones" habían concluido.

—Bueno, este fue un día productivo —concluyó el muchacho, apenas pusieron pie fuera del campus—. Nos vemos en clase.

—Espera... Recién son las ocho, así que tal vez podamos cenar juntos. —Nirvana frunció el ceño, aunque no lo miró a los ojos—. ¡Agradece que te doy la oportunidad de ganar puntos!

—Oh, vaya... Es un buena idea —Alex se calló por un segundo—, pero tengo que atender unos asuntos familiares justo ahora. Lo lamento, en serio, fue algo inesperado que acaban de avisarme y...

—Está bien, no te preocupes, tal vez podamos salir otro día... Borra esa sonrisita, tu sentido del humor es muy estúpido, pero tienes un poco de gracia. Como sea, no te atrevas a salir muy tarde a la calle. ¡Ya viste lo que le pasa a las personas que lo hacen!

—Claro, un sabueso cobarde como yo aprende muy bien las lecciones. Entonces, hasta luego.

Ambos se quedaron estáticos por unos segundos, sin saber si agregar algo más, hasta que Alex finalmente dio media vuelta y comenzó a alejarse a paso lento. Lamentaba haber perdido la oportunidad de estar un poco más de tiempo al lado de Nirvana. Charlar con ella le había permitido reducir parte de la inquietud que lo embargaba e incluso había empezado a considerar factible la idea de sacarle algo de información, pero era mejor huir del peligro que la noche guardaba. Además, tenía que cumplir sus responsabilidades acudiendo al llamado de su padre; no estaba dispuesto a cometer más errores.

Por su parte, Nirvana mantuvo sus ojos dorados siguiendo la silueta del muchacho hasta perderlo entre el gentío. Era la primera vez que había mantenido una conversación afable con alguien de su edad y ella misma se sorprendía de haber tomado la iniciativa. Estaba confundida y todavía guardaba ciertas dudas, pero también tenía en claro un punto muy importante: siempre había estado sola, era parte de su naturaleza y no veía razón sensata para cambiar tal hecho. Sin embargo, incluso si de esa manera evitaba involucrar a los demás en sus problemas, no podía negar que en ocasiones había anhelado llevarse bien con al menos una persona.

Suspiró.

Para no seguir perdida en sus reflexiones, partió a toda prisa preguntándose qué podría comer aquella noche.


...☠...


Una humareda grisácea recorría apaciblemente el cielo nocturno de las ciudades gemelas de Londres y London. Gracias a la oscuridad del firmamento, aquella peculiar niebla podía pasar desapercibida, pero quien se ocultaba en su interior sabía que el riesgo de llamar la atención era nulo. Los londresianos y londinenses se caracterizaban por ser personas muy ocupadas, o al menos así lo aparentaban, de modo que ninguno de ellos tenía la costumbre de despegar su mirada de la pantalla de su celular o de los luminosos carteles publicitarios que plagaba las concurridas calles.

El humo ceniciento continuó su trayecto hasta posarse en el techo del edificio más alto de las inmediaciones, en donde se disipó emitiendo un silbido similar al de una tetera con agua hirviendo. De entre los rastros nebulosos emergió una alta figura envuelta en ropajes de un color incluso más oscuro que el de la noche que le rodeaba. El individuo retiró la capucha puntiaguda que cubría su cabeza, revelando un afilado rostro surcado de arrugas que destacaba a simple vista: su ojo izquierdo era completamente negro y estaba atravesado por un tatuaje con textura de cicatriz que empezaba en su mejilla hasta perderse entre el comienzo de sus largos cabellos plateados. En medio de su poblada barba grisácea se podía distinguir una boca de labios delgados, la cual se curvó en una maliciosa sonrisa tras aspirar una honda bocanada de aire.

Aquella ciudad estaba marcada por el hedor de la muerte y la putrefacción, no se necesitaba ser un especialista en el tema para poder percibirlo. Aquel miasma acre y metálico era clara señal de que una criatura sanguinaria había hecho de las ciudades gemelas su coto de caza. Pero lo que llamó la atención del tétrico sujeto fue otro aroma mucho más tenue: uno que traía a la mente frutas cítricas azucaradas. Dulce y ácido al mismo tiempo.

La sonrisa del anciano se ensanchó y su ojo ennegrecido se entrecerró.

Reconocía aquel aroma a la perfección y estaba vinculado a la importante misión que debía cumplir antes de que las cosas se salieran de control por completo. Pero, concluyó luego de otear el panorama por unos instantes, no perdía nada si dedicaba un poco de tiempo al placer de estudiar las viles acciones que podían llegar a cometer las criaturas involucradas. A fin de cuentas, su especialidad siempre había sido observar a la distancia y no tanto tomar parte de la acción directa.

Con tales pensamientos haciendo eco en su cabeza, volvió a transformarse en una humareda gris para descender de inmediato a las intrincadas calles de la ciudad sin producir el más mínimo sonido.

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