17: Retorcer

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La pronta llegada del anochecer fue anunciada por una luminosidad mortecina que se fue esparciendo hasta cubrir el campus de la universidad por completo. Alex y Nirvana se hallaban apostados en el balcón exterior de uno de los pabellones, desde donde podían atisbar el área del evento que, en teoría, tendría que estar llevándose a cabo en aquellos instantes. Sin embargo, por motivos no esclarecidos, la presentación del alcalde había venido posponiéndose desde hacía ya casi dos horas, lo cual tenía muy inquietos tanto al par como al resto de asistentes. Si de por sí lidiar con el necrólito iba a ser una ardua tarea, verse forzados a hacerlo bajo el manto de la noche complicaba aún más el asunto.

―Era de esperarse ―opinó Nirvana, observando sus uñas con preocupación―. Como su intención es atraer a una criatura nocturna, preferirán empezar lo más tarde posible.

―Sí, tiene sentido...

Además de la hora tardía, también existía otro pequeño inconveniente que, suponían, tal vez podría traerles problemas. Si bien habían ido preparados para hallarse ante un público numeroso dada la magnitud del evento, se toparon con muchísima más gente de la prevista. Dejando de lado a los estudiantes y profesores, también estaban presentes varios corresponsales de diversos medios de comunicación, junto a una caterva de políticos locales interesados en captar atención pública. Ante tremendo banquete, era cuestionable que el necrólito prefiriese cazar a un par de personas aisladas en lugar de concentrarse en acechar a la masa.

―Oye, Alex...

―Oigo, Nirv.

―¿Cómo me veo?

―¿Eh? ―El joven Hound pegó un bostezo antes de dirigirle la mirada―. Tienes la apariencia de necesitar tratamiento médico urgente luego de haber ido a bucear al mar en pleno invierno.

En efecto, el semblante de la chica solo podía ser calificado de deplorable. Un suave matiz celestino teñía cada centímetro de su piel, tornándose algo más oscuro en zonas específicas como sus labios y párpados. Algunas de sus uñas todavía conservaban un sonrosado aspecto corriente, mientras que las restantes habían adquirido un enfermizo tono entre azulado y purpúreo. Por fortuna, su vestimenta solo dejaba su cabeza y manos al descubierto, aunque era fácil suponer que el resto de su cuerpo también debía presentar el mismo estado cromático.

―¿Tenías que decirlo de esa forma? ―Nirvana suspiró―. No he podido retocar mi maquillaje desde ayer... Y lamento haber roto el espejo del cuarto de baño.

―No importa, dudo que al necrólito le interese mucho tu estética. Si quieres mi humilde opinión, considero que posees una belleza de estilo fúnebre sin parangón. Creo que ya te lo dije antes...

―Guárdate tus ofensivos halagos, por favor ―cortó ella, dándole un empujón amistoso―. Tal vez sea mejor alejarnos de la multitud, no quiero que nadie me vea.

―Suena bien, con un poco de suerte incluso podríamos dar con el necrólito. Vayamos al pabellón de ciencias humanas, debe de estar completamente vacío a estas horas.

Se pusieron en marcha sin perder tiempo, internándose en los pasillos desiertos hasta dejar atrás el bullicio de la muchedumbre. Su idea era deambular por los alrededores de la zona del evento hasta toparse con su monstruoso objetivo, de modo que tras llegar a su primer destino continuaron por la ruta que conducía al departamento de educación. Se detenían a cada momento para prestar especial atención a los detalles que los rodeaban, lo que terminó alargando el trayecto mucho más de lo esperado. Al finalmente completar el recorrido, se aseguraron de que no hubiera otras personas en las cercanías y reemprendieron la marcha en dirección al siguiente punto estratégico.

―Ahora que lo pienso mejor... ―dijo Alex, lanzando otro bostezo―. Este plan es poco ingenioso. ¿Qué sentido tiene ir de un lado a otro si el monstruo que buscamos bien podría estar en cualquier otra parte?

―El necrólito debe recordar nuestros olores. No lo estamos buscando, lo estamos atrayendo. Logios lo explicó mucho mejor más de una vez, ¿no prestaste atención?

El joven Hound se encogió de hombros y negó con la cabeza. Lo cierto era que recordaba a la perfección todos los detalles que el brujo había señalado, ya que en base a ellos había armado sus propias maquinaciones. En teoría, Nirvana tendría que luchar contra el necrólito hasta que Logios hiciera acto de presencia para capturar a la criatura. Alex se limitaría a esperar con paciencia a que la bestia quedara completamente neutralizada y entonces tan solo tendría que susurrar para sacar del juego al brujo. Transportar al necrólito hasta algún punto de extracción sería la parte complicada, pero confiaba en que su habilidad de persuasión resultara suficiente para obtener la ayuda de Nirvana.

Las probabilidades de éxito eran elevadas, aunque había un pequeño detalle que le preocupaba: el destino que le deparaba a su rubia amiga luego de concretada su misión. En el mejor de los casos, pensó, podría convencer a su padre de incluirla dentro de sus planes, dado que alguna utilidad a futuro podrían encontrarle a un monstruo como ella. Ya tenía pensados varios argumentos para tal fin, como el amplio uso que se le podría dar a su fuerza sobrehumana y a sus sentidos mejorados, además de que él se sentía muy a gusto teniéndola de compañera. De todas formas, concluyó el noble dejando escapar un suspiro, le era menester concentrarse en su problema más inmediato: sobrevivir al encuentro con el necrólito.

―Creo que... ―Nirvana se detuvo de golpe, con los ojos muy abiertos―. ¡Lo he detectado!

Sin agregar nada más, la chica emprendió una apresurada marcha hacia un pabellón distante. Alex había quedado desorientado por lo súbito de aquella reacción, pero se recuperó al instante para ir tras su amiga antes de perderla de vista. Entonces, cuando consiguió igualar su paso y estaba por pedirle algunas explicaciones, ambos fueron sorprendidos por un estruendo que estalló a sus espaldas, seguido de un bullicio que ganaba más fuerza a cada segundo.

―Viene de la zona del evento... ―Alex redujo la velocidad de su andar, a diferencia de Nirvana, que siguió de largo―. Espera, Nirv... ¿No deberíamos regresar?

―¡No! Percibo al necrólito por aquí, aunque su aroma parece un poco distinto.

―¿En serio?

Tras afinar el oído, el muchacho pudo discernir que la multitud de gritos que llenaban el ambiente estaban teñidos de horror puro. También fue capaz de captar detonaciones de armas de fuego e, incluso, ciertos ruidos guturales que le trajeron a la mente algún tipo de bestia salvaje. Sin embargo, como Nirvana estaba decidida a ignorar todas aquellas señales con tal de seguir su propio instinto, no le quedó de otra más que continuar a su lado.

Avanzaron a paso rápido con dirección a las escaleras que conducían al segundo piso del pabellón. Ascendieron a trompicones y, tras alcanzar su destino, se toparon con una reja que impedía el acceso al tercero, por lo que tuvieron que recorrer el pasillo buscando otra forma de subir. De un momento a otro, Nirvana se plantó a mitad de camino con un gesto de desconcierto en el rostro.

―¿Qué pasa? ―preguntó su compañero―. ¿Se ha escapado?

―No... Está por aquí, pero... ―Miró a su alrededor con creciente angustia―. Hay algo más...

En eso, el sonido de cristales rompiéndose seguido de varios pasos pesados los puso a ambos en alerta máxima. Dirigieron sus miradas al origen del ruido y fueron capaces de atisbar una negruzca silueta que acababa de emerger de uno de los salones que habían dejado atrás. Alex tensó los músculos, asumiendo que el momento de la batalla había llegado, pero sintió que Nirvana lo tomaba de un brazo para obligarlo a emprender una apresurada huida hasta alcanzar las escaleras que llevaban a la planta superior.

―Pensé que la idea era luchar hasta que el brujo viniera a terminar el trabajo ―comentó el noble, confundido―. ¿Por qué corremos?

―Es que... esa cosa...

Consiguieron llegar al tercer piso, pero apenas pudieron avanzar unos pocos metros antes de que una criatura humanoide de piel profundamente negra les cortara el paso. A Alex le pareció increíble que el necrólito hubiese sido tan rápido como para adelantárseles, mas con un rápido vistazo pudo comprender que la situación no era tan simple.

Aquel monstruo guardaba mucha similitud con el necrólito, pero no podía serlo. A diferencia de la bestia original, su altura era un poco inferior al de un humano adulto y no poseía pelos en el cuerpo, además de que sus ojos refulgían con un enfermizo tono verdoso. Su piel de tonalidad azabache parecía estar sufriendo una necrosis terminal, aunque era posible apreciar múltiples cicatrices con formas numéricas y alfabéticas marcando su superficie. Aquel detalle, junto a su postura encorvada y sus larguiruchos brazos terminados en grandes manos, le permitió a Alex rememorar el atentado que había sufrido en el bus, conduciéndolo a una grotesca conclusión: estaban ante un simio inhumano. Mejor dicho, estaban ante dos, porque el que habían dejado en el segundo piso logró alcanzarlos en ese instante, bloqueando por completo el camino de regreso.

―Dos contra dos... ―musitó el joven Hound, calculando sus posibilidades de supervivencia―. ¿Alguna idea, Nirv?

Ella no contestó.

Estaba aterrada.


...☠...


Logios observaba desde la distancia el gran cúmulo de gente que esperaba con ansias a que la presentación del alcalde finalmente diera inicio. Salvo la inapropiada ausencia del político protagonista, hasta el momento no había sucedido nada que resultase sospechoso o siquiera destacable. La seguridad se podía calificar de buena en cierta medida, con diversos vigilantes armados dispuestos en puntos estratégicos de la zona, además de otros encubiertos que se mezclaban con el gentío. Por su parte, los medios de comunicación cumplían su autoimpuesta labor de mantener informados a los ciudadanos que habían preferido permanecer en sus hogares, de modo que casi todo el país estaba al tanto de los hechos.

Eso era lo que resultaba más extraño para Logios. Estaba claro que el alcalde no pensaba asistir bajo ningún concepto, decisión lógica considerando que aquel lugar pronto se convertiría en el posible escenario de una masacre. Pero con semejante cantidad de testigos, contando tanto a los asistentes como a la gente que presenciaba el evento a través de la red y la televisión, resultaba indiscutible que la culpa entera recaería en el político. Aquello debía tener algún truco, los avariciosos Drachidae nunca permitirían que los desatinos de uno de los suyos llegaran a manchar su nombre con tanta facilidad.

Al menos, concluyó el brujo, las cosas no parecían ir mal de momento. Ya que estaba posicionado en el techo de uno de los pabellones que circundaban la zona de la presentación, había podido cerciorarse de que ningún adversario peligroso se hallaba entre los asistentes. A lo mucho llegó a distinguir algunos agentes uniformados que, suponía, formaban parte del cuerpo de seguridad paramilitar del alcalde, pero no eran nada del otro mundo. Con ese tema zanjado, Logios se apresuró a tomar su forma neblinosa para movilizarse por el firmamento en búsqueda de Nirvana y Alex, a quienes puedo ubicar a los pocos segundos, marchando juntos por los caminos exteriores que conectaban los distintos edificios.

El anciano aterrizó en la azotea de una estructura cercana, sin despegarles la mirada. Todavía no era momento de reunirse con ellos, su presencia podría causar la huida inmediata del necrólito, así que se concentró en mantener oculto su rastro de energía. Se mantuvo estático sin siquiera parpadear, preguntándose dónde demonios estaría metido su monstruoso objetivo, hasta que un sobresalto de Nirvana le reveló que acaba de dar con el susodicho. El brujo también fue capaz de captar la esencia de la bestia en el interior del pabellón al cual sus jóvenes secuaces se disponían a ingresar, cuando en eso un estruendo desvió su atención.

Algo había sucedido en la zona donde se llevaba a cabo el evento. Se trataba de un suceso inesperado y con claros tintes violentos, tal como daban a entender los gritos que comenzaron a esparcirse por el ambiente. Al poco rato se unieron al coro unos rugidos y bramidos bestiales acompañados de detonaciones de armas, siendo estas últimas las que más llamaron la atención de Logios. Pudo captar las descargas de las pistolas de los agentes de seguridad que había visto antes, pero también distinguió otro tipo de resonancia que le recordó vagamente al armamento ligero de fotones sólidos.

A pesar de la inmensa curiosidad que le generaba descubrir qué estaba sucediendo, su prioridad era mantener a Nirvana bajo estricta vigilancia. Al dirigir su mirada al edificio, se llevó una inmensa sorpresa apenas observó que una criatura muy similar a un necrólito ingresaba con premura por la entrada principal. Todavía podía sentir la esencia de la primera bestia a la que había detectado en el interior del pabellón, lo que, junto al bullicio que aún se esparcía por los alrededores, dejaba en claro que habían muchos de esos seres en el área.

Incluso sin conocer a ciencia cierta el riesgo que representaban, era posible suponer que Nirvana no sería capaz de confrontar a dos enemigos al mismo tiempo. Tal vez el noble Hound que tenía como compañero podría darle algo de apoyo, aunque, dados sus antecedentes, resultaba más probable que intentara huir con la cola entre las piernas. Lo peor de todo, determinó Logios, versaba en el hecho de que el instinto de la chica le advertiría del inminente peligro, lo cual llegaría a sumirla en un estado de pánico incontrolable. Dependía de él intervenir antes de que su protegida terminara siendo presa de las criaturas desconocidas.

―Logios.

Escuchar su nombre lo obligó a detenerse en seco, un segundo antes de que se dispusiera a adoptar su estado gaseoso. Giró en redondo y se encontró a Ethios, su hermano menor, a unos cuantos metros de su posición. Sus ojos de iris negro rodeados de tatuajes-cicatrices se hallaban entrecerrados, mas el gesto de su rostro no expresaba nada en concreto. Sin embargo, no había sido él quien había pronunciado el nombre del brujo barbudo, sino que alguien más lo había llamado. Se trataba de una persona andrógina de baja estatura cubierta por una tersa túnica tan plateada como sus largos cabellos. Su apacible mirada de ojos grises estaba posada sobre Logios con cierto aire de desaprobación, aunque no tenía fruncido el ceño ni denotaba ninguna otra señal de enfado.

―Un placer estar ante tu presencia, Sinaí ―pronunció este último, haciendo ondear sus oscuros ropajes―. Me gustaría disponer del tiempo para entablar una amena conversación, pero nuestra necrópata se halla en grave peligro. Si no actuamos a tiempo...

―Lo sé, Logios, lo sé. ―El sujeto del cabello plateado meneó la cabeza con suavidad―. No vale la pena intervenir, este ahora es territorio de la Corporación Ethereal.

―¿Desde cuándo nos importa a quién pertenece el territorio? Los Samlesbury hemos impuesto nuestra voluntad por sobre las de los demás desde la caída de los Edator... ―Buscó con la mirada a Ethios para recibir su apoyo, pero este se mantuvo impasible y silencioso―. Gólghota juró luchar contra la Corporación hasta las últimas consecuencias. En honor a su legado, tenemos la obligación de...

―Gólghota no es más el líder del Culto ―cortó Sinaí, en tono cordial a la vez que severo―. Lo mejor para nuestra gente es evitar conflictos innecesarios con grupos más poderosos. Deja a la necrópata a su suerte y regresa a la fortaleza cuanto antes, Logios. Es una orden.

Sin agregar más, el andrógino personaje se transformó en una estela de luz cristalina que ascendió al firmamento hasta perderse entre las nubes nocturnas. Por su parte, Logios sintió que una profunda ira lo invadía al haber recibido órdenes que consideraba ilógicas. De cualquier forma, incluso si Sinaí era el líder indiscutible del Culto, no estaba dispuesto a obedecerlo ciegamente cuando un elemento tan valioso como lo era Nirvana estaba en riesgo.

―Has de saber, querido hermano... ―siseó Ethios, notando su frustración―. Que, por más repudiado que sea Sinaí entre nuestros cófrades, desacatar sus mandatos directos puede conducirte a un destino muy desafortunado.

Logios lo miró a los ojos, pasmado.

―¿Estás de su lado? ¿Tú, uno de sus mayores zoilos?

―Lo has malinterpretado, hermano, mi mayor deseo es ver su cabeza rodar a mis pies ―espetó el brujo de la trenza, lanzado un escupitajo al suelo―. Pero, por el momento, debes fingir sumisión ante él y...

―¡La situación no lo permite! Perder a Nirvana implica tirar a la basura todo el esfuerzo de Gólghota.

―Tus palabras guardan pura verdad, hermano. Nunca supe por qué, pero resguardar a la necrópata siempre fue parte de la voluntad de Padre ―Su rostro repleto de cicatrices esbozó una sonrisa de dientes perfectos―. Y por eso me he encargado de arreglar unas cuantas piezas a nuestro favor.

En ese instante, el retumbo de un disparo de gran calibre rasgó el aire, imponiéndose incluso por sobre el bullicio reinante. Logios determinó que el origen del potente ruido provenía del edificio donde Nirvana y Alex se encontraban, lo que lo llenó de inquietud. Al intentar preguntarle a Ethios qué demonios se traía entre manos, no pudo ver más que una sanguinolenta masa amorfa alejándose a toda prisa por el cielo nocturno.

Al parecer, algo muy grande acababa de ponerse en marcha.

Y, para bien o para mal, debía mantenerse al margen.


...☠...


Alex y Nirvana habían terminado encerrados entre los dos falsos necrólitos con pocas probabilidades de evitar un enfrentamiento. Por fortuna, aquellos monstruosos simios inhumanos se habían mantenido a una distancia prudente, gruñendo y lanzando dentelladas al aire. Resultaba posible que contasen con la capacidad de percibir la naturaleza de la necrópata que tenían ante ellos, lo que les impedía decidirse a dar comienzo al ataque. Gracias a las dudas que invadían a las bestias, los chicos pudieron dar unos cuantos pasos por el pasillo principal del tercer piso, hasta alcanzar un estrecho corredor que llevaba a las escaleras de emergencia.

―Alex... ―musitó Nirvana―. Cuando te de la señal, corre con todas tus fuerzas. Yo me quedaré a distraerlos...

―¿De qué hablas? Hasta un simple humano como yo puede ver que estás aterrorizada. Dejarte sola sería un deshonor imperdonable.

―¡No me discutas!

Al escuchar la exclamación de la chica, uno de los simios emitió un rasposo bramido y extendió los brazos de par en par. Sus intenciones violentas eran más que claras, aunque no fue capaz de concretar su cometida. Antes de siquiera ponerse en marcha, su cabeza se desprendió de su cuello y rebotó en el piso un par de veces antes de detenerse con un golpe seco. Su victimario no había sido Alex ni Nirvana, quienes apenas habían podido reaccionar, sino una tercera persona que acababa de entrar en escena.

―Apártate ―ordenó la recién llegada, levantando el cañón de un arma similar a un fusil antitanque en dirección a los jóvenes.

Sin ningún miramiento, apretó el gatillo para dejar escapar un proyectil de gran calibre que surcó el aire a toda velocidad. Alex se encontraba en medio de la trayectoria, pero Nirvana lo empujó a un lado a último segundo, recibiendo la descarga en el centro del abdomen. La bala emergió por la espalda de la necrópata luego de atravesar sus entrañas y siguió de largo hasta impactar en la frente del simio inhumano que continuaba con vida. La bestia ni siquiera pudo enterarse de lo que había sucedido, ya que el proyectil esparció su masa encefálica por todos lados apenas hizo contacto con su cabeza.

―¡Nirvana! ―exclamó Alex, al ver que su amiga se desplomaba al suelo.

Se arrodilló a su lado para revisar la herida que había sufrido en el vientre. Si bien parecía muy grave dado el torrente de sangre color índigo que brotaba sin cesar, la hemorragia se redujo al cabo de un instante hasta detenerse casi por completo. El joven Hound se sintió aliviado de que el poder regenerativo de la chica hubiese logrado salvarla, por lo que concentró su atención la persona que había realizado el disparo. La susodicha llevaba encima una pesada gabardina negra adornada a la altura del pecho con el símbolo de un ojo rojo sobre una cruz negra, mientras que su rostro encapuchado se hallaba oculto bajo una máscara táctica anti-impacto con forma de calavera.

Estaba caminando con parsimonia, sin el menor rastro del fusil que había usado tan solo segundos atrás. Al llegar a unos pocos centímetros de donde estaban el noble y la necrópata, aquel misterioso personaje apartó el capuchón que le cubría la cabeza y llevó su mano izquierda a un costado de su máscara, causando que se retrajera hasta convertirse en un accesorio acoplado a su oreja. Se trataba de una mujer de no más de treinta años, según los cálculos de Alex, de piel pálida y enmarañado cabello corto de tonalidad amatista. Entre sus características más resaltantes estaban el iris de sus ojos, tan negros que se entremezclaban con sus pupilas, y un par de marcas triangulares similares a cicatrices que partían de sus pestañas inferiores hasta alcanzar la mitad de sus mejillas. Por si su imagen no fuera de por sí llamativa, sus párpados y labios estaban teñidos de un profundo matiz granate y tenía algunos piercings incrustados en un costado de su nariz.

―Las criaturas despreciables como tú no merecen existir ―pronunció la desconocida con una voz cargada de desprecio, mirando a Nirvana de soslayo―. Pero tengo órdenes de mantenerte con vida mientras seas útil a la causa. Considérate afortunada.

―¿Quién demonios eres? ―espetó Alex, poniéndose de pie en un segundo para encararla.

Como simple respuesta, la mujer lanzó un puño directo al estómago del joven Hound, mas este pudo prever el ataque y la tomó de la muñeca con firmeza. El muchacho consideró la idea de romperle el brazo, pero no se decidió a hacerlo al tomar en cuenta que, en teoría, la extraña los había salvado a Nirvana y a él. Tales dudas le costaron caro: a pesar de los veinte centímetros que diferenciaban sus estaturas, su contrincante le pegó un cabezazo en medio del rostro, causándole una profusa hemorragia nasal que lo hizo retroceder varios pasos.

―Maldición... ―masculló el herido, limpiándose la sangre con un brazo mientras se preparaba para emprender su propia ofensiva.

―Tranquilízate, Alex, por favor ―pidió Nirvana, levantándose con dificultad―. Ella es de Cruz Negra... Es una agrupación paramilitar que coopera con el Culto Samlesbury, aunque...

―Soy Senith ―cortó la referida―. Si estás en condiciones de hablar, entonces también puedes moverte, necrópata. ―Se calló por unos instantes al notar que el bullicio lejano se hacía más fuerte―. Me ordenaron sacarte de aquí con vida, no me hagas perder tiempo.

Sin agregar más, se puso en marcha en dirección a las escaleras que conducían al segundo piso. Nirvana, todavía muy debilitada, se apresuró a seguirle el paso, mas Alex se mantuvo estático.

―¿Qué hay de las personas? ―preguntó este último, frotándose la adolorida nariz―. Debe de haber otros simios cazándolas...

―No es mi problema ―decretó la miembro de Cruz Negra sin detenerse―. Pero tú puedes jugar al héroe si quieres, cachorro noble, no eres útil a la causa.

―Tenemos que irnos, Alex ―Nirvana se aproximó a él y lo tomó de un brazo―. Cruz Negra se encargará de proteger a la gente, no te preocupes.

El aludido chasqueó la lengua con molestia, pero asintió en silencio y se resignó a seguir el cauce de los acontecimientos. De todas formas, aquellos sucesos imprevistos lo obligaban a tomarse las cosas con calma para planear cuáles serían sus siguientes movimientos. Por el momento, se limitó a clavar una mirada cargada de ira en la espalda de Senith.

No cualquiera era capaz de golpear a un noble y sobrevivir para contarlo.

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