Capítulo 6

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—¡No hemos estado haciendo nada! —exclamaron los dos, prácticamente a la vez, algo avergonzados. El griterío hizo que el resto fuera apareciendo poco a poco.

—Vaya, ¿Law ha experimentado por primera vez lo que es sentirse atraído por una mujer? —se burló Kid, mientras caminaba hacia ellos.

El pelinegro solo chasqueó la lengua. Era cierto que nunca se había interesado en las chicas de esa manera. Tenía otras cosas de las que preocuparse. Se metió rápidamente en el baño. Las malditas hormonas le estaban revolucionando.

—Vale. Entonces alguien tiene que acompañar a (TN) a casa. Alguien que no sea Law, por supuesto —comentó Corazón, una vez hubo recuperado la calma.

—No hace falta... —murmuró ella.

—Yo me ofrezco a acompañarte, querida (TN)-chwan. Puedes abrazarte a mí todo el viaje si así lo deseas —intervino Sanji, con corazones en los ojos y moviéndose de manera extraña cerca de la chica. Está lo miró, arqueando una ceja.

—Él no —sentenció el tutor.

—A mí no me importa ofrecerte una de mis piernas si necesitas calmar tus ansías. Jamás me sentiría atraído por un pequeño y maloliente gatito —intervino Kid.

—¡Tú eres el único maloliente! —gruñó ella.

—Kid descartado... —murmuró Corazón. Se fijó en Luffy, que observaba la situación sin acabar de entender lo que estaba pasando. No era el indicado—. ¿Dónde está Hancock?

—Está durmiendo todavía —contestó el pecoso.

—Bien. Entonces tú la acompañarás —decidió el mayor. Definitivamente, Ace era el más sensato y agradable. La mejor elección.

—¿Yo? Eh, bueno. Sí, claro —dijo Ace, tardando unos segundos en reaccionar—. Voy a vestirme. Enseguida salgo.

—Ven, (TN). Esperaremos en la entrada. ¿Quieres comer algo? ¿Unas galletas? ¿Magdalenas? —preguntó el mayor, mientras ponía un brazo en el hombro de la joven y le empujaba para que caminara.

Antes de ir al recibidor, se acercaron a la cocina y ella cogió un par de magdalenas. Después de eso, esperaron al chico en la entrada mientras ella devoraba su desayuno. Enseguida apareció Ace, con unos vaqueros y una camiseta blanca. Todavía tenía cara de dormido.

—Vale, estoy listo. ¿Vamos al autobús? —preguntó a la chica, mientras le hacía una señal.

Ella asintió y empezó a caminar junto a él. Se giró y se despidió de Corazón agitando la mano en el aire. La parada no estaba muy lejos de allí. Estuvieron en silencio mientras esperaban al autobús. (TN) miraba de reojo al pecoso de vez en cuando. Ace olía bien y parecía simpático. Los gatos y los tigres compartían algunas características. Estaba claro que eso tenía algo que ver. Sin embargo, no notaba nada parecido a lo que había sentido hace un rato en el baño al estar cerca de Law. Había sido como si un impulso incontrolable dominara su cerebro y su cuerpo. Sacudió la cabeza. A la próxima se llevaría la pastilla. Jamás permitiría que pasara algo así de nuevo.

—Mira, por ahí llega el autobús —comentó Ace, sacando a la chica de sus pensamientos. Se levantó y le hizo una señal.

Cada uno sacó su cartera mientras el autobús acababa de frenar en frente de ellos. Entraron y se acercaron al conductor para pagar el billete. Quedaban un par de asientos libres al fondo, así que se dirigieron hacia allí. Había un grupo de personas de pie. (TN) hizo todos los esfuerzos posibles, pero no pudo evitar restregarse contra una de las personas que había allí plantadas.

—Ey, pequeña... ¿Tienes ganas de jugar? —preguntó el hombre con el que se había rozado.

—Disculpé, es que no hay mucho espacio para pasar —contestó Ace, rápidamente, mientras pasaba un brazo alrededor de los hombros de la chica y le obligaba a caminar—. Tú siéntate al lado de la ventanilla.

—Prr... —ronroneó, mientras se sentaba dónde él le había indicado.

—Venga. Ya está, ya está. Ya falta poco para llegar —dijo el pecoso, mientras le acariciaba la cabeza por encima del gorro. (TN) se acomodó y se dejó acariciar. Eso era lo que necesitaba.

Cuando bajaron del autobús, Ace se encargó de que su compañera llegara hasta la puerta de su casa. No hasta el portal, si no arriba del todo. Cuando llamaron al timbre, la que abrió la puerta fue la madre. Nadie podría negar que eran madre e hija. Eran prácticamente iguales.

—Buenos días —saludó la mujer, sonriente—. ¿Es otro amiguito?

—Es Ace, también es como yo —contestó la chica. Miró hacia los lados y bajó la voz—. Pero en tigre.

—Ah, encantada Ace —dijo ella, mientras le tendía la mano. Él acercó la suya para estrecharla. Mientras tanto, el padre de (TN) se acercó también a la puerta.

—(TN) estaba algo nerviosa y he decidido acompañarla hasta casa. Será mejor que tome la pastilla esa cuanto antes —comentó el chico.

—¿Ha pasado algo? —preguntó el padre, con expresión seria y sombría.

—No, no —contestó Ace, algo nervioso—. Todo bajo control.

—Perfecto. Gracias por acompañarla —agradeció, más tranquilo.

—Bueno, (TN). Nos vemos mañana en clase —se despidió Ace, regalándole una amable sonrisa.

—Sí, gracias por acompañarme. Hasta mañana —se despidió ella, antes de entrar a casa y que su madre cerrara la puerta tras ella. Se acercó rápidamente a la cocina para tomarse la pastilla.

—Son guapitos todos tus compañeros, ¿eh? —comentó la mujer, mientras seguía por atrás a su hija.

—¡Mamá! Deja de decir tonterías —se quejó la pequeña, mientras aceleraba el paso—. Voy ducharme.

—Muy bien. Y luego estudia antes de comer —logró alcanzar a decir la mujer, antes de que su hija cerrara la puerta de la habitación.

Después de una buena ducha, (TN) se quedó tirada vagueando en la cama. Nada de estudiar. Ya haría todo por la tarde. Pudo vaguear un buen rato hasta que su madre entró para avisarle de que la comida ya estaba lista. Le riñó por haberse quedado dormida, pero enseguida se le pasó cuando les dijo que tenía que contarles lo que había descubierto en casa de sus compañeros.

—No me lo puedo creer... ¡Claro que sabemos quién es ese tipo! —exclamó la madre de la pequeña, sorprendida a la par que indignada—. Pero... ¿Cómo? ¿Cuándo?

—Es obvio —intervino el padre. Apretó el tenedor con tanta fuerza que logró doblarlo—. Mi hermano.

—Yo no me acuerdo de nada... —murmuró la joven.

—Creo que deberíamos esperar a que la policía investigue —comentó la señora (TA)—. Pueden llevarlo a la cárcel por tráfico de menores o lo que sea. Es mejor que no sospeche nada. Podría huir o algo así.

—De la paliza que le daría no podría irse muy lejos... —gruñó el hombre.

Al final quedaron en esperar a que la policía actuara. Corazón iría informando a (TN) y ella se lo contaría a sus padres. El resto de la comida transcurrió entre temas de conversación cotidianos.

Durante la tarde la joven no pudo concentrarse en sus tareas de clase. Incluso los deberes de las asignaturas que se le daban bien le estaban costando más de lo normal. Todo era porque, en su cabeza, no paraba de dar vueltas el encuentro que había tenido con Law en el baño. Más le valía a ese estúpido no pensar que la tenía a sus pies.

Unas horas después, mientras estaba tirada en la cama antes de dormir, decidió enviarle un mensaje a su compañero. Rodó sobre el colchón, hasta llegar a uno de los extremos y cogió el móvil de encima de la mesita. Puso la contraseña y se fue directa al chat para buscar su conversación con él. Bien. Allá iba.

(TN): Quiero que quede claro que no me gustas. Ha sido cosa de la pastilla.

Law: Está más que claro. Y lo mismo digo.

(TN): Perfecto. Adiós.

Apagó la pantalla y dejó el móvil rápidamente de nuevo en la mesita. Ya estaba claro, clarísimo. Ahora podría dormir tranquila. Apagó la luz, se acomodó sobre el colchón mientras ronroneaba y se fue quedado dormida poco a poco.

[•••]

Ya había pasado una semana. Las clases de matemáticas con Law se habían retrasado porque tenía que ayudar a su tutor con algunas cosas. A (TN) le daba exactamente igual. ¡Cómo si no empezaban nunca! Pero no, no iba a librarse tan fácilmente.

En aquellos momentos estaba saliendo del vestuario. Había dejado su uniforme de kendo en la taquilla correspondiente y estaba a punto de encontrarse con Zoro y el estúpido gato.

—¿Estamos yendo por la calle que toca? —preguntó el peliverde, al darse cuenta de que Law no se separaba de ellos.

—Sí. Law viene a mí casa. Tiene que ayudarme con unos deberes —contestó ella, a regañadientes.

—Ah —murmuró Zoro, sin darle mucha importancia.

En la esquina de siempre se dividieron sus caminos. Por suerte, Zoro vivía en la misma calle en la que se despedían. Era un chico con una orientación nefasta. Incluso a veces se pasaba su propio portal, aun sabiendo el número de memoria. (TN) solía esperarse para ver si entraba donde tocaba.

Excepto los viernes, los padres de la chica no llegaban a casa hasta prácticamente la hora de la cena. Solían quedarse hasta tarde trabajando en el laboratorio. Por tanto, los dos estarían solos. Una vez salieron del ascensor, la gatita abrió la puerta de casa y se dirigió directa hacia la mesa del comedor. Dejó su mochila en una de las sillas y sacó el libro de matemáticas.

—¿No haces los deberes en tu habitación? —preguntó Law, mientras se acercaba hacia la mesa.

—Ni sueñes que me vas a dar clase en mi habitación —contestó ella, frunciendo el ceño.

—Es importante tener una rutina y un lugar de estudio —insistió el pelinegro—. ¿Sabes lo que significa eso?

—¿Sabes que no soy idiota? —se quejó ella, apartando la mirada. Se levantó y cogió sus cosas de nuevo—. Va. Vamos.

Se dirigió a su habitación entre gruñidos mientras él le seguía por detrás. En el rostro del chico había dibujada una sonrisa ladina. Otra vez se salía con la suya. Mientras (TN) dejaba las cosas sobre su escritorio, Law se fue a buscar una silla. Dejó caer su cabeza lentamente sobre el escritorio. Suspiró. Solo quería tumbarse en la cama y descansar.

—No seas tan vaga —dijo el pelinegro, mientras apoyaba su silla junto a la de ella. La chica se incorporó, sobresaltada—. Venga, son los ejercicios de la página ocho.

—Ya lo sé. Los tengo marcados —comentó ella, mientras copiaba el número de la página y el número del ejercicio.

—¿Ni si quiera has empezado a intentar hacerlos en clase? —le reprochó Law. Ella rodó los ojos—. No voy a decirte las respuestas. Solo lo que tienes que hacer.

—Ya lo sé. Es que estaba leyendo la teoría... —se excusó ella.

—Por cada actividad que te salga bien te daré un premio —anunció el pelinegro. Ella le miró con desconfianza. Se agachó para sacar algo de su mochila bajo la atenta mirada de la chica. Puso sobre la mesa un paquete de galletitas saladas en forma de pez.

—Bien. Puede que lleguemos a entendernos —dijo, mientras miraba fijamente la bolsa. Notó los dedos de su compañero tirándole de la barbilla y obligándole a mirar directamente esos ojos grises.

—Si te portas mal, te castigaré —le advirtió, aunque no iba en serio.

—No me voy a portal mal —farfulló ella, mientras hacía fuerza para mover la silla y apartarse un poco de él. ¿Qué hacía tocándole?

—Solo son tres actividades. Primero leeremos la teoría sobre las matrices los dos juntos. Después haremos un ejemplo y ya cuando el ejemplo te salga bien, harás tú sola los ejercicios —le explicó Law. La pequeña asintió.

Buscó las primeras páginas del tema y empezaron a mirar las explicaciones. Después de haberlo leído, el chico cogió un trozo de papel y empezó a resolver una matriz paso por paso mientras iba explicando en voz alta lo que hacía. (TN) miraba concentrada el papel mientras escuchaba su voz. En mitad de la explicación no pudo evitar dirigir sus ojos hacia la cara de Law. Estaban muy cerca el uno del otro. Se quedó examinándole durante un buen rato. Ese pelo negro alborotado, sus ojos grises tan profundos, la perilla que le salía en la barbilla, esa cara de concentración... Bueno, puede que hubiera algún que otro motivo para que las chicas de cursos inferiores estuvieran detrás de él. De repente, sus ojos se encontraron. La chica se alejó rápidamente, mientras notaban como sus mejillas empezaban a arder.

—¿Lo has entendido? —preguntó él, sonriendo de lado y sin quitarle la vista de encima. Le había pillado mirándole. Por alguna extraña razón, eso le producía una gran satisfacción.

—Es que no lo estás explicando bien —contestó ella, algo nerviosa. No sabía que excusa inventarse. Maldito Law. Solo lo había visto serio o con esa estúpida sonrisa de superioridad. Era idiota, estúpido, arrogante y... Un poco guapo. Solo un poco.

—Si no hubieras estado embobada mirándome puede que te hubieras enterado de algo —recalcó él, sin perder la sonrisa. No pensaba que dar clase iba a ser tan divertido.

—No estaba embobada mirándote, es que me distraigo con cualquier cosa —le rectificó ella, cruzándose de brazos.

—Pues intenta concentrarte. Venga. Haré un ejemplo más y luego haces uno tú —ordenó Law, poniéndose serio de nuevo. (TN) iba a acabar sabiendo matemáticas sí o sí.

Después de numerosos intentos, justo cinco minutos antes de que acabara la hora, por fin la pequeña consiguió resolver uno de los ejemplos que el pelinegro le había puesto. Cuando su compañero escribió un tick rojo al lado del resultado, abrió la boca en señal de asombro.

—¡Vamos! —exclamó, alzando los puños—. Ya lo entiendo. No era tan difícil. Bueno, o eso creo.

—Puedes mandarme una foto con los resultados una vez lo tengas hecho —propuso Law.

—Ah, sí. Gracias —murmuró ella.

—Ahora debo irme —anunció, mientras empezaba a recoger sus cosas—. Tú acaba los ejercicios.

(TN) asintió y se levantó para acompañarle hasta la puerta. Todavía quedaba una hora para que sus padres llegaran, así que le daría tiempo de hacerlo. ¿Qué caras pondrían cuando vieran que le salían bien las matrices? O bueno, eso esperaba.

—Eh, espera —dijo ella, de repente, mientras sujetaba el pomo de la puerta—. ¿Me vas a dar mi galleta?

—Ah, cierto. Has conseguido hacerlo bien —murmuró él, mientras se descolgaba la mochila de uno de los hombros para poder abrirla. Sacó el paquete, lo abrió y cogió una de las galletas—. ¿Y si la condición es que te la de directamente en la boca?

—No digas tonterías —gruñó (TN), arrancándosela de las manos. Le dio la espalda rápidamente antes de que viera que se había sonrojado. ¿Por qué se ponía nerviosa con esos estúpidos comentarios?

—Ya hablamos. Adiós —se despidió él, mientras abría la puerta. Había sido una tontería, pero quería comprobar si se ponía nerviosa ante la propuesta. La cuestión es... ¿Por qué quería comprobarlo?

La pequeña gatita se giró hacia la puerta cuando escuchó que se cerraba. Maldito idiota pervertido. Solo los novios se daban de comer entre ellos. ¿Qué se había creído? Gruñó mientras se llevaba una mano a la cabeza. ¿Qué le pasaba ahora? ¿Por qué se ponía así cuando le hacía ese tipo de comentarios? Le había pillado desprevenida. Pronto se le pasaría la tontería. Solo debía recordar lo insoportable que era.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro