Capítulo 8

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—¿No estás emocionada? —preguntó Law, que iba sentado al lado de la joven en el autobús.

Había llegado el sábado. Ese maldito día en el que (TN) había tenido que hacer la maleta para pasar, con suerte, un mes rodeada de gente. Esperaba que solo fuera un mes, ya que podían ser dos. ¡Con lo que ella disfrutaba de la soledad en su habitación!

—No me hables —contestó ella, lanzándole una mirada asesina. ¿Por qué había tenido que ir a buscarla hasta su casa? Ah, bueno, claro. Quería asegurarse de que iba a ir con ellos.

—No creas que me hace ilusión tener a una persona más en casa —comentó el pelinegro—. Lo único bueno es que no tendré que desplazarme para darte las clases.

La chica soltó un bufido y  se recolocó en su asiento, dando la espalda a su compañero y mirando fijamente el cristal de la ventanilla. ¿En serio iba a tener que soportar a este idiota hasta cuando saliera del colegio? Bueno, y también al maloliente perro pelirrojo. Y a ese pervertido rubio. Aunque, bueno, Sanji cocinaba muy bien. Eso era un punto a favor. El resto... Bueno, los otros tres eran bastante simpáticos.

—Ya hemos llegado. —La voz de Law le sacó de sus pensamientos.

La pequeña se levantó de su asiento y cogió la maleta, casi cayéndose en el intento. Por suerte, la espalda de su compañero frenó la caída. Se apartó rápidamente y continuó caminando detrás de él. Cuando bajaron del autobús caminaron en silencio hasta llegar a la casa. Mientras caminaban solo se escuchaba el ruido de los coches, la gente charlando y sonido que hacían las ruedas de la maleta de (TN) al ser arrastrada por el suelo.

Al llegar al portal, el pelinegro llamó al timbre. La puerta se abrió de par en par y aparecieron todos los compañeros de la joven, bastante sonrientes. Detrás de ellos estaba Corazón.

—Bienvenida, (TN). ¡Hemos preparado una merienda para celebrar tu llegada! —anunció el tutor, emocionado. Ella no tuvo tiempo de decir nada, ya que Hancock se le abalanzó, tirándola casi al suelo.

—¡Por fin una chica más entre nosotros! —exclamó la conejita. Estaba algo harta de ser la única mujer de la casa. Aunque por otra parte no quería que se unieran nuevas chicas que pudieran quitarle a Luffy. Tenía una lucha de sentimientos contradictorios.

—Bueno, vamos (TN). ¡Vamos a comernos la merienda! —intervino Luffy, mientras estiraba a su compañera de la camiseta. En aquellos momentos estaba cegado por el hambre. Bueno, casi siempre lo estaba. Hancock soltó a (TN). Si su amado tenía hambre irían enseguida a comer.

—Por favor, (TN)-chwan. He preparado la merienda con todo mi amor para ti —dijo Sanji, mientras se acercaba haciendo un baile extraño. Ella caminó hacia dentro de la casa, ignorando a su compañero. Este se quedó deprimido en el suelo. Law pasó por su lado y le cogió de la camisa para arrastrarlo al interior de la vivienda.

Mientras los chicos esperaban en el salón. La pelinegra acompaño a (TN) hasta su habitación. Era obvio que la compartiría con ella, incluso la cama ya estaba preparada. Entre las dos, ordenaron rápidamente la ropa de la nueva inquilina. No es que estuviera muy contenta por tener que compartir habitación, pero Hancock era graciosa y simpática. Podría haber sido peor.

Una vez entrar al salón, a la pequeña casi se le salen los ojos al observar todos los manjares que había encima de la mesa. Las dos chicas se sentaron en los huecos que quedaban libres. Luffy había hecho un gran esfuerzo por esperarlas, pero nada más se sentaron comenzó a atacar. Ace también se unió rápido. ¡Era una barbaridad cómo comían! Sanji les regañó, advirtiéndoles que dejaran algo de comida para las chicas o que nunca más cocinaría para ellos. Bajaron el ritmo y todos pudieron tener una animada charla mientras disfrutaban de la merienda. Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de (TN) mientras escuchaba las bromas y risas de la mayoría de sus compañeros.

[•••]

—¿Te has tomado la pastilla? —preguntó (TN) a Hancock, mientras se acababan de poner el uniforme para ir al instituto.

—¡Ay, no! —exclamó la conejita, mientras salía pitando hacia la cocina.

—¡Recuérdaselo a Luffy! —exclamó, mientras la pelinegra salía por la puerta. Solo se la habían tomado el día anterior. Todavía debían acostumbrarse.

Los padres de (TN), aparte de preparar un arsenal de pastillas para su hija, habían hecho lo mismo para la otra parejita de medio animales que vivía en aquella casa. Eso había sido todo un alivio para Corazón, que no sabía muy bien cómo actuar ante ese tipo de situaciones. Todavía no había tenido una charla sobre sexo con los menores y no sabía si sería capaz de tenerla. ¿Por qué le había tocado esa misión a él?

Aquel extraño grupo de jóvenes salió de la casa, rumbo a la parada del autobús para llegar al instituto. Cada uno iba con su respectivo gorrito. Por suerte, en Tokio había gente bastante extravagante vistiendo, así que de normal era difícil llamar la atención de los ciudadanos.

Las clases de aquel lunes por la mañana pasaron bastante rápido. Prácticamente todas las actividades que hicieron fueron por parejas, así que (TN) estuvo trabajando con Sabo toda la mañana. ¡Menos mal que le había tocado estar sentada con él! Era de los que mejor le caía de la clase. De hecho, la mitad de los alumnos que había en la clase le parecían insoportables.

Cuando llegó la hora del almuerzo, (TN) sacó de la mochila el bento que Sanji había preparado. Bueno, para ella y para el resto. Todos eran iguales y llevaban lo mismo en el interior. Una comida rica y saludable. Salió de clase junto con Robin y Rebeca, para dirigirse hacia la cafetería. Ellas no llevaban almuerzo, así que cogerían alguno de los menos que se ofrecían en el instituto.

—¿Qué tal en tu nueva casa? —preguntó Rebecca, con curiosidad, mientras caminaban por los pasillos.

—Bueno, bien —contestó ella, encogiéndose de hombros.

—Ya que van a ser tus nuevos amigos podríamos sentarnos con ellos hoy para almorzar —propuso la peli-rosa.

—Es una buena idea. Podrían pasar a formar parte de nuestro grupo, así se relacionarían más con otros compañeros. Solo suelen hablar entre ellos —comentó Robin.

—No creo que haga falta —comentó (TN), algo nerviosa. Se le había olvidado comentar al resto que sus dos amigas sabían acerca de su secreto. Bueno, no sabían sobre ellos, pero sí sabían que tenían una amiga medio gato.

—¡Claro que sí! Iremos solo nosotras dos, así no se agobiaran —explicó Rebecca—. Les comentaremos si les apetece hacer algún plan con nosotros este fin de semana.

La gatita suspiró. Sabía que no conseguiría hacerles cambiar de opinión. Nada más entrar a la cafetería, las dos fueron directa hacia la mesa de los nuevos compañeros de casa de (TN). Tan solo Law  y Kid se percataron de que las chicas estaban yendo hacia allí. El resto estaba charlando. Buen, Luffy y Ace charlaban y reían escandalosamente. Debían estar haciendo alguna tontería.

—Hola —saludó Robin, con su típica sonrisa amigable—. Ya que estáis viviendo con nuestra mejor amiga, creíamos que era adecuado presentarnos y charlar un rato todos juntos.

—¡Robin-chwan, Rebeca-chwan! —exclamó Sanji, de repente. Sus ojos se transformaron en corazones—. Será un placer compartir mesa con vosotras.

—¡Sí, claro! ¡Cuántos más mejor! —añadió Luffy, mientras Hancock le abrazaba y miraba fijamente a las dos amigas de (TN).

—Es genial que (TN) haya podido conoceros, ya no debe sentirse tan sola —comentó la pelinegra, mientras se sentaba en una de la sillas libres. Rebecca hizo lo mismo. A Law se le agudizaron las orejas al escuchar ese comentario. ¿Acaso Robin sabía sobre su secreto?

—(TN)-ya. Tengo que hablar contigo un momento —dijo el pelinegro, mientras se levantaba de su silla y se acercaba hacia ella.

—No. Es hora de almorzar. Tengo hambre y quiero comer junto a mis amigos —contestó la gatita, mientras dejaba el bento sobre la mesa y arrastraba una de las sillas para sentarse. El proceso se vio interrumpido, ya que Law la cogió como si fuera un saco de patatas y comenzó a caminar—. ¡Ah! ¡Me secuestra! ¡Robin, Rebecca!

Sus amigas no le hicieron caso. La peli-rosa se había unido enseguida a la conversación. Sin embargo, Robin solo se reía mientras veía como los dos se alejaban. (TN) sacudía los brazos y se quejaba, mientras él permanecía impasible. Eran una pareja graciosa. Sabía que Law solo quería hablar con ella y sabía perfectamente de que tema se trataba. Si su amiga hubiera corrido algún peligro no hubiera dejado que se fuera.

—¡Estás loco! ¡Secuestrador, maleducado, grosero! —se quejó la pequeña, intentado golpear a su compañero una vez la había dejado en el suelo. Él le cogió de las muñecas, sin hacerle daño, solo para que se estuviera quieta—. ¡Ayuda!

—¿Quieres callarte ya? —Law intentaba mantener la calma. A veces esa cría conseguía ponerle de los nervios. Además, estaban solos en las escaleras de aquel pasillo—. Tengo que preguntarte algo importante. No pienses que quería hablar contigo porque sí.

—¿Qué pasa? —preguntó ella, poniendo los ojos en blanco.

—¿Le has contado a tus amigas algo sobre lo que somos? —preguntó él, con seriedad.

—No... —murmuró la chica, apartando la mirada. ¿Por qué Robin había hecho ese comentario? Maldición—. ¡Ay! A ver lo que pasa es que ellas si saben sobre mí... Y Robin es muy lista. Pues habrá pensado que a vosotros os pasa lo mismo.

—¿Lo sabe alguien más?

—No. Solo ellas.

—Bien. Solo era eso —dijo él, soltándole las muñecas. La joven soltó un pequeño gruñido.

—¿Y para eso tenías que sacarme en brazos delante de todo el mundo? —preguntó, frunciendo el ceño.

—Tenía que saberlo y no querías venir —contestó él.

—Pues haberme dicho que era algo importante.

—¿Para qué iba a ser si no? ¿Qué otra cosa tengo que hablar contigo? —preguntó él, con frialdad.

Ella se quedó en silencio. Estaba muriendo de rabia. Ya no sabía si estaba enfadada, triste, dolida o qué. Se dio la vuelta y comenzó a andar sin decir nada.

Law la miró, algo extrañado. ¿Qué le pasaba ahora? ¡Pero si era ella la que no quería acercarse a él! Le iba a volver loco. Sobre todo porque no entendía por qué le importaba que se enfadara. Nunca le había importado caer mal a la gente.

—Quieta ahí —ordenó, antes de que girara la esquina y llegara al pasillo de la cafetería. Le cogió del brazo y tiró de ella. (TN) gruñó mientras hacía fuerza para soltarse—. Te suelto, pero quédate quieta un momento.

—¿Qué quieres? ¿Es algo de matemáticas o algo importante? O es eso o no es nada—preguntó ella, sarcásticamente, mientras se cruzaba de brazos.

—¿Por qué te ha molestado ese comentario? Tú eres la que siempre dice que soy un borde, un desagradable y un maleducado —intervino el pelinegro, intentando no alzar demasiado la voz—. Además, no es que tú seas precisamente simpática y amable conmigo.

—Yo soy simpática con quién lo merece. No con alguien desagradable —explicó ella. Law chasqueó la lengua. Sí. Ya lo había estado observando esa misma mañana. Tantas horas seguidas hablando con Sabo, riéndose y sonriéndose.

—¿Entonces qué problema hay? Si no quieres ser mi amiga no tendría que molestarte. —Amiga... ¡Qué estúpida palabra! Él no tenía amigos. Solo compañeros.

—Pero... Bueno... Yo si quiero ser tu amiga. Quiero ser amiga de todos —murmuró ella—. Pero me pones nerviosa.

—Bueno, tampoco hace falta mucho para ponerte nerviosa —comentó él.

—¡Ya lo sé! —exclamó. Suspiró y se quedó unos segundos en silencio—. Sí, tienes razón.

—Bueno, intentaré ser menos desagradable ahora que estarás en casa. Si tanto te molesta —cedió Law. Bueno, no estaba seguro de poder hacerlo. Ser agradable no era parte de sus encantos.

—Está bien. No lo eres siempre... Muchas veces cuando me das clase eres más... Menos borde. O algo así —comentó la chica, confundida. No sabía cómo explicarlo. El pelinegro la miró fijamente, aunque ella tenía la mirada perdida en el suelo. Maldición. Era extrañamente adorable cuando se ponía así.

—Venga. Vamos a almorzar o no dará tiempo. Si tienes que esperar a comer algo hasta final de las clases te pondrás insoportable —dijo él, mientras comenzaba a caminar. La escuchó farfullar algo de fondo. Sonrió de lado. Era demasiado divertido ponerla nerviosa.

[•••]

Ese día después de las clases extraescolares, al llegar a casa, (TN) se libró de las clases de matemáticas. Tenían demasiados deberes de otras asignaturas. Cada uno estuvo trabajando en su habitación. Esa noche, ya que Sanji no podía preparar la cena porque debía estudiar, Corazón decidió pedir comida a domicilio.

Después de acabar las actividades, se reunieron en el salón para comer el sushi que el repartidor había traído hace un rato. Una vez estuvieron todos alrededor de la mesa, empezó la guerra por coger sus piezas favoritas. Su tutor intentaba poner orden en la mesa mientras iban apareciendo manos y más manos encima de las bandejas. Al final se calmaron y acabaron de cenar tranquilamente.

—¿Os apetece que veamos alguna película? —preguntó Law, una vez acabaron de cenar y recoger la mesa. Todas las miradas recayeron en él. Se quedaron unos segundos en silencio, observándole con confusión.

—¿Estás bien? —preguntó Hancock.

—¿Tienes fiebre? —preguntó Kid.

—Olvidadlo —gruñó el pelinegro, mientras se daba la vuelta para irse a su habitación. Intentaba ser un poco más sociable y así lo pagaban.

—¡Espera! —gritó (TN), cogiéndole de la cola. Law soltó un bufido.

—¡No hagas eso! —exclamó, aunque fue ignorado.

—Dejad de decir tonterías y vamos a buscar una película para ver todos juntos —ordenó ella, mirando a sus compañeros con el ceño fruncido. Todos asintieron.

—¡Sí! ¡Película, película! —exclamó Luffy, mientras saltaba sobre uno de los sofás y cogía el mando. Por suerte, el cuerpo de policía mandaba a Corazón todo el dinero necesario para cubrir las necesidades de ese grupo de adolescentes, y una de ellas era el ocio.

(TN) estiró a Law del brazo para que se sentara en el sofá y no se escapara. Este se dejó caer, se soltó y se cruzó de brazos. Tras una larga discusión sobre qué película ver, acabaron eligiendo una de comedia. El pelinegro miraba de vez en cuando a su compañera, de reojo. No iba a negar que se había sentido ligeramente feliz al ver cómo le defendía y quería que se quedara.

Por su parte, ella estaba inexplicablemente feliz. Estaban todos allí reunidos viendo una película. Un plan que Law había propuesto. ¡Quién lo hubiera dicho! Hasta Corazón se había quedado con ellos. Puede que le gustara pasar tiempo sola, pero había descubierto que estos pequeños momentos con... ¿Amigos? Bueno, que en ese momento se sentía realmente bien. Acompañada y sin tener que esconder nada. Puede que no fuera a ser tan malo vivir con este extraño grupo.

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