una sonrisa amarilla
se me desprendía entre espadas trémulas
y los perdidos pétalos de lo perseguido
¡había una cruz verdeada y distante
y una trompeta que irradiaba
gorriones que picoteaban
migajas de una quietud anhelante!
pero el tiempo era un elefante evanescente
soterrado por la piel borrosa de una azucena
que penaba de niebla ataviada de ensueño...
perladísimo sendero de las piedras destino magullado por un cóndor eterno sandalias paridas por un arroyo vano semilla indomable cuenco donde se muele lo azuroso del alma un perro que devoró el ropero del viento profuso gemido derrumbado aterrado mono que juega con lo infinito...
y al fin una gota de realidad
masculló un himno azul que se incendió entre los cielos de los siglos
hasta los años blancos blancos blancos
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