New girlfriend

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Jennie Kim y Lalisa Manoban eran de esas típicas parejas populares en toda la preparatoria. Admiradas por muchos y envidiadas por otros, no había alguien que no supiera de la existencia de la famosa capitana del equipo de porristas y la bonita presidenta del consejo estudiantil.

Sin embargo, bajo esa tachada de relación perfecta y feliz, se escondía el agrio comportamiento de una Jennie desinteresada y poco accesible.

Lisa muchas veces se cuestionaba cómo rayos se había enamorado de Kim, pero al parecer hasta ahora no encontraba nada en sus recuerdos. Suponía que de todas formas, las relaciones llegaban a ese punto... Tan monótono y aburrido.
Con una novia sobrepasando los celos y enojándose por todo.

***

—¿Qué hacías mirándola, eh?

Y ahí iban otra vez, Jennie la había jalado fuertemente de la muñeca para sacarla de la discoteca. ¿La razón? Ni siquiera la pelinegra lo sabía.

—¿Me engañas con esa imbécil? ¿Es eso? —intentó acercarse más de lo que Lisa le permitía, y esta, asqueada por el olor a alcohol en el cuerpo adverso, terminó por empujarla del pecho.

—No tengo tiempo para soportar tus berrinches, iré a mi casa —la ignoró, pero no fue tan fácil cuando Jennie la agarró de ambos hombros. Golpeando su espalda con la pared de aquel oscuro y estrecho callejón—. Suéltame, Kim.

Y aunque lo dijo con voz firme y autoritaria, su novia apretó más el agarre en su piel, observándola fijamente con enojo.

Entonces Lisa decidió que ya no más, no la soportaba. Estaba harta de la misma absurda cosa. Ella merecía mucho más que lo que esa chica frente a ella le ofrecía.

—Te lo diré una última vez —resopló, al parecer la inútil olvidaba que ella era más alta y por lo tanto, tenía más fuerza. No se dejaría doblegar—, aléjate.

Cuando Jennie mostró una sonrisa burlesca, le demostró a Lisa que esa era la señal perfecta para flexionar su brazo y darle un fuerte codazo en sus senos. El quejido lastimero de la otra no se hizo de esperar por más de dos segundos, encogiéndose y abrazándose así misma.

—Te lo advertí —dijo Lisa, pasando la tira de su fino bolso por su cabeza para hacerla reposar en el hombro.

—Ven aquí, tienes que escucharme —anunció como pudo, intentando volver a su postura.

La tailandesa detuvo sus pasos, simplemente para mirarla con fastidio y decirle:—Terminamos.

—¿Eh? ¡Detente, Lisa! —gritó en desconcierto, mas la otra no volteó a verla nuevamente.

No iba a perder su tiempo.

Porque esa la ruptura que Lalisa Manoban dio y no se iba a retractar.

***

A pesar de que solo pasaron tres semanas desde que empezó el nuevo año escolar, al parecer el chisme corrió tan rápido sobre lo que pasó ese fin de semana.

Ciertamente a Manoban no le sorprendió, puesto que en esa fiesta asistieron muchos amigos de su -ahora- ex novia, y de seguro vieron todo el show que no dudaron en compartirlo con medio mundo.

Ser alguien popular tenía sus puntos negativos, y algo de ello era que su vida personal era totalmente tocada y hablada. Lisa ya suponía que su relación fallida sería la noticia de toda la semana.

—¿Es cierto, entonces?

—Hola Minnie, estoy de maravilla. Gracias por preguntar —contestó con sarcasmo, guardando un par de libros en el casillero.

—Ya, tonta —la pelirroja rodó los ojos, un poco apenada por no evitar su gran curiosidad—. Nos vimos en la fiesta, antes de que Jennie se pusiera como desquiciada.

—Es una maldita loca —resopló, ambas emprendiendo camino hacia su primera clase—. Ya estaba cansada de su comportamiento, no lo tolero.

—¿Entonces es verdad que terminaron?

—Supongo que la pregunta es demasiado absurda. A estas alturas todas las secciones deben tenerlo más que claro.

Ambas sonrieron, sentándose respectivamente en sus carpetas que quedaban una al lado de la otra.

—No me declaro tan culpable. Jennie terminó por confirmarlo cuando subió estados de canciones y frases sobre desamor en Instagram.

Lisa ensanchó su sonrisa que poco a poco se volvió en una risita pura.

—Por Dios, dime que no es cierto.

—¡Eso mismo quisiera! Pero no, fue realmente ridículo —negó divertida—. Ella parece que te quiere, pero se lo merece.

—Esa cosa ni sentimientos tiene.

—¡Hey, no seas así! —trató de reprocharle, pero con sus manitos cubrió la escandalosa risa que brotó de sus labios.

—Espero no chocar con ella en la salida, ni hoy, ni mañana. Y si es posible, no por mucho tiempo.

Cuando Minnie se calmó, se quedó un tanto dubitativa.

—¿Crees que esté tranquila con esto? Tal vez te buscará para hablar sobre el tema.

—No tengo absolutamente nada más qué decir. Lo hecho, hecho está.

Su mejor amiga iba a replicar, pero el profesor ingresó al aula. Haciendo que el alumnado se concentrara en la clase y ellas pausaran su conversación.

***

Minnie tenía razón, pensó Lisa luego de que esa semana Jennie se la pasó persiguiéndole como perrito faldero. Intentando "hacerle entrar en razón" y pedirle aunque sea un par de minutos para "arreglar las cosas".

Manoban ya no quería seguir siendo la misma ingenua, ya habían pasado por eso al menos dos veces en menos de los seis meses de relación que tuvieron. Y si antes no cumplió con su palabra, esas estúpidas promesas que pintaban pajaritos en el aire, ¿qué le aseguraba que ahora sí lo haría?

Nah, esas mujeres no podían cambiar de la noche a la mañana.

Así que, dejándola a media charla y bloqueándole de todas las redes sociales posibles, empezó a rehacer su jovial vida. Su soltería volvió, fresca y renovada, que a pesar de tener rápidamente una fila de pretendientes esperando una respuesta suya, no hizo nada por interesarse en buscar a alguien más.

O al menos le duró casi dos meses, hasta que llegó ella.

Roseanne Park.

Transferida de Australia, con carita de bebé pero poseedora de un cuerpo totalmente ilegal. Cabello largo y rubio, labios rosados, mandíbula en V, -totalmente marcada, por cierto-, y lo mejor, estatura mayor que la suya, aunque fuera por algunos centímetros.

¿Cómo rayos no iba a quedar flechada
con tremendo partido?

—Oh, en buena hora, señorita Manoban.

—Buenos días, profesora Kang —saludó con cordialidad, sus ojos se posaron desde la mujer bajita hasta quedarse en la imagen nueva frente a ella.

—Ella es Roseanne Park —mencionó primeramente al analizar la forma atenta que miraba a la rubia—. Está en último grado, pero tú, al ser la presidenta del consejo, creí que sería buena idea que puedas dirigirla y enseñarle las instalaciones.

A ella podría mostrarle todo, de hecho.

—Espero no ser una molestia. ── la voz suave de la chica la trajo a la situación actual.

—Supongo que solo sería por hoy.

Lisa le regaló una sonrisita de labios cerrados para finalmente asentir.

—Claro que no lo es. Estaría encantada de ayudar a la joven Park, profesora Kang.

El tono de su voz fue dulce, viéndose risueña y preciosa con ese cabello largo cayendo en proporciones perfectas.

La mujer les sonrió a ambas ante la respuesta, alejándose rápidamente por una junta importante con los colegas de su misma materia. Dejando el pequeño trabajo a la pelinegra, confiando en su eficiencia como estudiante aplicada.

—Así que...

—Lalisa, Lalisa Manoban.

Rosé se acercó más a ella hasta que ambas rozaron sus hombros y le susurró al oído.

—Bonito nombre.

—¿Solo el nombre? —inquirió arqueando una de sus cejas, con una pizca de coquetería.

La rubia la analizó con la mirada, deleitándose con no solo la carita. Sino también con la pequeña cintura siendo sujetada por los apretados jeans, mostrando unas buenas curvas y un par de esbeltas y largas piernas. La camisa le daba un toque angelical, con esas clavículas expuestas que resultaban más llamativas.

—Mucho más que eso, cariño.

Lisa sonrió satisfecha, empezando a caminar.

—Ya que eres mi unnie, creo que el trabajo será más fácil.

—Me alegra saberlo.

—Créeme que a mí también.

***

Su espalda baja chocó contra una de las paredes, Lisa no sabe cómo habían decidido llegar a ese punto luego de toda una tensa semana viendo y conversando con Rosé.

Porque a pesar de todo, eran obvias las ansias que guardaban entre ambas. Con ganas de acabar ese jueguito de sonrisas ladinas y acercamientos peligrosos.

Hoy por fin apagaría esa chispa de querer sentir a Park dentro de ella.

Y por supuesto que fue más increíble de lo que pensó. Con la adrenalina pura de estar haciéndolo en un reducido espacio como lo era el armario del conserje.

Lisa no había tenido una experiencia tan alocada como en ese momento, todos sus encuentros íntimos eran minimizados al querer compararlo siquiera con lo que Rosé le hacía sentir.

Esas suaves y delgadas manos acariciando su cintura desnuda, lo bien que sus dedos encajaba dentro de ella. El cambio de su voz, de suave a una grave y ronca, contra su oído, el movimiento delicioso de aquella mano -y boca-.

Su fachada de chica buena y aplicada se derretía tal cual suave mantequilla, así como Lisa lo hizo con el tacto de Park sobre su piel. Dominándola a su antojo, haciéndole delirar de placer a pesar de cubrir sus gimoteos con una mano y estar escondidas en un lugar tan descuidado, poco agradable en contraste con lo que Lisa estaba viviendo.

Y fue así que, luego de ese gran polvo como la pelinegra lo llamó, la distancia fue cada vez menos un problema. Las manos de ambas estaban inquietas por querer tocar a la otra, recobrar las sensaciones y hacer un mejor disfrute en otro lugar más cómodo.

Lisa decidió dar el primer paso a los dos días, anotando su número de celular para entregárselo.

Rosé no dejó pasar una noche más para contactarla y conversar por chat hasta altas horas de la madrugada.

Lo que estaba planeado a ser como simple sexo casual.

Fue cambiando por la idea de indagar y descubrir más sobre la otra. Se juntaban al receso, Rosé solía acompañarla a la salida y terminaban por conversar hasta de lo más simple, en medio de juegos tontos y sonrisas despreocupadas.

Ellas hicieron click.

Pudieron comprenderlo tempranamente, luego de que Rosé saliera de los entrenamientos de baloncesto y Lisa la estuviera esperando, tomando su mochila y preguntado qué tal le había ido al ser nueva miembro del equipaje.

Todo se sentía tan bien y correcto, muy cálido que su coraza de chica distante se rompió para mostrar un lado más dulce e infantil.

No pasó mucho para cuando se enamoraron y se dieron el primer beso lleno de significado.

***

—¡Vamos, Rosie! ¡Estás a nada, tú puedes! —gritaba algo nerviosa pero muy atenta, ese era el primer partido en donde Park participaba y la tailandesa se encontraba en primera fila. Animándola con todo lo que podía.

Dos minutos después, Rosé encestó el último balón dándole el triunfo al club que representaba a la preparatoria.

—¡Tu futura novia es genial! —aplaudió Minnie—. Obvio que no más que la mía, pero lo hizo increíble.

Lisa asintió orgullosa y feliz, bajando las gradas cuando el equipo se dispersó. Sabía que Minnie iría por su pareja y ella no lo pensó tanto cuando corrió hacia Rosé y se abalanzó con fuerza, siendo rápidamente sujetada por la cintura y enrollando sus propias piernas en el torso adverso.

—La victoria fue por ti, bebé.

—¡Eres la jugadora estrella! —respondió con una gran sonrisa, ambas se sumergieron en su propio mundo hasta que la voz de una tercera interrumpió el momento.

—¿En serio, Manoban? ¿Es broma, cierto? —Jennie no se había rendido desde aquella fiesta. Intentando buscarla por todos lados, siendo cruelmente ignorada en respuesta—. Tú y yo no hemos terminado de hablar, estás cometiendo un error.

Rosé hizo una mueca, intentando no reír ante lo patética que la otra se veía.

—El error lo cometí yo al estar contigo —respondió arisca, sin soltarse del cuerpo de la más alta—. Y deja de rogar, ya no queda nada.

—Pero...

—Lo siento, amiga, pero desperdiciaste tu última oportunidad —concluyó la rubia y Jennie la fulminó con rencor, sintiéndose humillada cuando todos alrededor hacían de espectadores.

Sumida en el resentimiento y los celos, tomó su maleta y corrió lejos del gimnasio, con la molestia saliendo hasta por sus poros.

—¡Llora, gatita, todo el mundo tiene reemplazo!

—¿Solo soy un reemplazo? —bromeó con la mirada fija en Lisa, acariciándole la cintura con ternura.

—Nop, tú eres mucho más que eso.

Entonces cuando Rosé se acercó brevemente, Lisa la tomó del rostro para besarla sin tantas vueltas. Pactando el inicio de una relación que sabía muy bien que anhelaba con cada latido de su corazón.

Iba a ser más que feliz, lo presentía al notar la forma en cómo Rosé la observaba con adoración. Y lo sabía por la manera en que su corazón latía desbocado con cada adorable sonrisa que la mayor le dedicaba.

Tendría una nueva novia, una que valía toda la pena.

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