Marylin, la Magnífica: Acto II (I)

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Por Metahumano


—Bien, nos vemos en unos minutos, solo... tengan cuidado —dijo Alexa a Héctor y Roxy, que escucharon con atención el relato de las muchachas sobre el encapuchado que las persiguió.

Si bien la idea de abandonar la seguridad del mausoleo no les gustaba demasiado, ambas reconocían que quedarse allí hasta el amanecer tampoco era una opción viable, en particular si consideraban que sus amigos aún estaban allí afuera y podían correr algún peligro. Juntos serían más fuertes, siempre lo fueron.

—¿Estás lista para esto? —preguntó la mayor, dirigiendo una fugaz mirada a su compañera.

Marylin, por su parte, mantenía la mirada fija en el final del pasillo que conducía hacia la escalera y parecía no haber escuchado una sola palabra de lo que dijo Alexa. Desde que tomaron el libro, que ahora descansaba en la mochila de Marylin, una indescriptible sensación de escalofrío la sobresaltaba a cada momento, manteniéndola siempre alerta. La mano de su amiga sobre su hombro la despertó de su trance y se giró para observarla entre aturdida y asustada.

—¿Huh?

—Te necesito concentrada. Vamos a reunirnos con Héctor y Roxy, que están esperando en la tumba de Marx.

—Vámonos de aquí, este lugar me da escalofríos.

Alexa asintió y, con cuidado, abrió la puerta, dejando entrar una fría brisa que las hizo replantearse la idea de esperar hasta el amanecer. Sin embargo, el deseo de abandonar el cementerio prevaleció y las dos chicas abandonaron el mausoleo. Tan pronto como Marylin puso un pie fuera de la edificación, una correntada de viento trajo a sus oídos una suave palabra, casi como un susurro.

Daaaaaaaarliiiiiing.

Aterrada, Marylin se volvió para observar la puerta del mausoleo abierta de par en par, pero sus ojos fueron incapaces de penetrar la oscuridad.

—Mary, apresúrate, me estoy congelando el culo aquí —le gritó Alexa, ya unos pasos adelante.

Le joven dio unos pasos hacia atrás, sin dejar de mirar el interior del mausoleo, convencida de que, si esperaba lo suficiente, el dueño de aquella voz comenzaría a revelarse. Dado que el tiempo apremiaba, cuando estuvo lo suficiente alejada de la puerta (como para evitar que una espectral mano se estirara desde las sombras y la tomara cuando intentara huir), Mary se volteó y alcanzó a su compañera.

Con pasos acelerados y la respiración agitada, tan solo echando fugaces miradas por encima de sus hombros para asegurarse de no estar siendo seguidas, Alexa y Marylin cruzaron el cementerio en dirección a la tumba del famoso filósofo. Grande fue su sorpresa cuando llegaron y fueron recibidas por el silencio y la soledad.

Su cerebro saltó de inmediato al peor escenario. Algo le había sucedido a Héctor y Roxy, de lo contrario, ellos estarían allí, estarían esperándolas para... un sonido entre los árboles cercanos puso un freno instantáneo a la locomotora de pensamientos que se llevaba a cabo en la mente de las chicas. Marylin, temblorosa, se puso casi de forma instintiva detrás de Alexa, quien tragando saliva apuntó la linterna hacia los árboles.

—Quita esa luz de mi puto rostro —dijo Héctor entre dientes, saliendo de las sombras y caminando hacia las chicas. En otras condiciones, Alexa hubiera enviado al diablo al grosero muchacho, pero esa fatídica noche tenía preocupaciones mucho más grandes.

—Nos pareció sensato permanecer ocultos hasta verlas, ya saben, con todo eso del encapuchado que vieron... —agregó Roxy al salir de atrás de su novio.

—¿Qué hay de Eric y Nate? —preguntó Marylin. Se sentía un poco más tranquila al verse rodeada de caras conocidas.

—Intentamos avisarles que íbamos a reunirnos aquí, pero nadie respondió hasta ahora —replicó Héctor—. ¿Están seguras de que lo que vieron no eran esos dos imbéciles jugándoles una broma?

Marylin y Alexa compartieron una breve mirada. La respuesta sencilla era «no» y Héctor tenía un buen punto, ya que Eric, muchas veces ayudado por Nate, era infame en el orfanato por los sustos que solía darles a ellos y los demás habitantes. Sin embargo, había algo que no se sentía del todo correcto en todo ello, algo muy dentro de ellas les impedía descartar la idea que algo acechaba el cementerio aquella noche, así que, a falta de una buena respuesta, decidieron quedarse calladas, y aquel silencio bastó para poner algo nerviosa a Roxy, que ya estaba bastante alterada con la idea de un demente persiguiéndolos por el cementerio.

—Supongo que nadie supo nada más de Clark tampoco —agregó Roxy con frustración, no esperando una respuesta.

—Miren, podemos quedarnos aquí y terminar de empaparnos —cortó Héctor—, o podemos ir a buscar a los otros dos idiotas e irnos de aquí. Tal vez sus talkies se quedaron sin batería, o están besándose cerca de las tumbas mientras se cuentan historias de fantasmas.

—¿Y Clark? —preguntó Marylin.

—Que se joda ese fenómeno.

No muy conformes con la respuesta que había dado Héctor, pero reconociendo que quedarse a esperar bajo la llovizna tampoco era una opción, el cuarteto inició su caminata hacia la zona que Eric y Nate acordaron explorar.

Si bien contar con un par más de ojos para vigilar sus alrededores dejaba más tranquila a Marylin, la horrible sensación de ser observada seguía intensificándose, al punto que casi que podía sentir una penetrante mirada ausente clavada en su espalda. El viento parecía cargar palabras lejanas, apenas perceptibles, provenientes del más allá; cada sombra parecía cobrar vida propia a su alrededor, forzándola a dirigir la mirada allí, donde por el rabillo del ojo le había parecido ver algo terrible acercándose al grupo, y una y otra vez descubría que se había equivocado, pero le resultaba imposible no mirar. Alexa se percató de cuán afectada parecía estar su amiga y no podía culparla, no después de todo lo que habían vivido desde su llegada al cementerio, así que bajó un poco la velocidad para caminar a su par.

Héctor tomó la delantera del grupo, seguido bien de cerca por Roxy, que se esforzaba lo más posible en mantener la mirada fija en la ancha espalda de su novio; sentía que si sus ojos se dirigían hacia la inescrutable oscuridad del cementerio, tal y como estaba la situación, su mente no podría soportarlo, vería algo allí y perdería la cabeza en un instante.

—Tengan los ojos abiertos, ya tendríamos... —comenzó a advertir Héctor cuando, de repente, un explosivo grito de su novia lo hizo frenar en seco y voltearse.

Alexa y Marylin observaban aterradas la situación. Detrás de una tumba, una pálida mano se había extendido y había tomado a Roxy por el tobillo. Incapaz de hacer otra cosa, la asustada chica cayó al suelo, aún con la mano envuelta alrededor de su pierna. A Héctor le tomó un segundo comprender lo que pasaba, pero de inmediato entró en acción y se preparó para darle una brutal patada al bulto que se encontraba junto a la tumba, cuando las palabras de Roxy lo obligaron a detenerse.

¿Nate?

El haz de luz de la linterna de Héctor se posó sobre el muchacho que temblaba lastimeramente con una mano extendida hacia Roxy y la otra abrazando sus piernas. Alexa y Marylin se acercaron para ver mejor, al tiempo que Héctor tomaba a Nate de la remera y lo levantaba casi sin esfuerzo. Cuando intentó soltarlo, las piernas del muchacho flaquearon y casi cayó de nuevo, de forma que se vio obligado a mantenerlo de pie. Marylin aprovechó el momento para levantar a Roxy, que apenas y se recuperaba del susto que se llevó

—¿Qué mierda está pasando aquí, Cambell? —preguntó Héctor, Eric seguía con la mirada perdida, ni siquiera parecía estar consciente de con quién estaba hablando.

El autoproclamado líder del grupo se preparaba para abofetear al escuálido muchacho, a la espera que eso bastara para despertarlo de su trance, pero entonces su mano fue detenida por Alexa. Las miradas de ambos parecían sacar chispas, y probablemente hubieran terminado a los gritos sino fuera porque la voz de Nate se hizo oír:

Está muerto...

Aquellas palabras bastaron para helar la sangre del grupo al instante. Todos permanecieron en silencio, trataban de procesar lo que acaban de oír, rogando haber escuchado mal. El pecho de Héctor se infló y todas supieron que cualquier cosa que fuera a decir tan solo iba a servir para alterar aún más a Nate, así que Marylin decidió intervenir.

—Nate, por favor... dinos qué está pasando, ¿dónde está Eric?

¡MUERTO! —vociferó el muchacho al tiempo que rompía en desconsolado llanto, sacándole un susto a todos los presentes.

Roxy y Alexa ayudaron a que Héctor soltara la remera de Nate y, antes de que este último cayera al suelo, Marylin se apresuró a envolver sus brazos alrededor de su cuerpo. Con cuidado, el desconcertado grupo de amigos marchó hacia un árbol cercano, donde podrían estar a cubierto de la suave lluvia que caía.

Héctor seguía con su idea de sacarle respuestas a Nate a los golpes, mientras que Roxy y Alexa intentaban calmarlo. Marylin mantenía al muchacho de pie apoyado contra el árbol, pero, si debía ser honesta, tampoco estaba del todo segura sobre cómo lograr que Nate empezara a hablar, al punto en que las ideas de su bruto amigo comenzaban a sonar un poco menos descabelladas. Entonces, un nuevo susurro llegó a sus oídos, poniéndole los pelos de punta y haciéndola temblar.

Latnem zap.

Aquel espectral e incoherente sonido bastó para que Marylin se volteara en busca del origen. Sus amigos, enfrascados en sus discusiones, jamás podrían haberlo percibido, pero ella lo escuchó, estaba segura de ello. Sin embargo, todo eso se volvió secundario cuando se percató de que Nate ya no lloraba. Al volverse a verlo, encontró que su amigo tenía los ojos hinchados y la piel pálida, y al inspeccionarlo un poco más con la linterna pudo percibir algunas manchas rojas en su ropa que no presagiaban nada bueno.

—Eric murió... lo mataron —sentenció Nate, con la mirada clavada en el suelo y, de repente, todo el grupo volvió a quedar en silencio—. Nos separamos... fue... mierda, fueron solo unos minutos. Cuando dijeron que encontraron el libro, intenté llamarlo, pero no había caso, y cuando lo encontré... le abrieron el cuello y lo dejaron para desangrarse... —Las lágrimas volvían a caer por el rostro de Nate, pero ya no eran de tristeza o de dolor, sino de furia.

—¿Estás bromeando? —preguntó Héctor, ganándose una mirada de desprecio de parte de Nate y de Marylin, que bastó para hacerle entender que todo lo que decía era cierto, muy cierto—. No puede ser...

—¿Pudiste ver quién lo hizo? —inquirió Alexa en un esfuerzo sobrehumano para superar el nudo formado en su garganta.

—Solo vi una silueta... en la oscuridad... un encapuchado —murmuró Nate, intentando recordar cualquier detalle que pudiera servirles, mientras que Marylin y Alexa compartían una mirada de preocupación al escuchar aquella descripción—. Tenemos que irnos de aquí, de inmediato, llamar a la policía... a alguien.

—No voy a discutir contigo sobre eso —replicó Héctor, disipando la tensión que se venía acumulando en el grupo—. Nos vamos.

Sin embargo, cuando el reducido grupo de jóvenes se preparó para su retirada, una figura oscura apareció a sus espaldas. Los corazones de todos los presentes se aceleraron, Nate casi se desmayó al reconocer la silueta encapuchada, Alexa y Marylin se tomaron con fuerza de las manos y Roxy retrocedió hasta sentir su espalda contra el árbol, dejando solo a Héctor al frente.

—¿Qué hacen todos acurrucados bajo el árbol? —preguntó Clark, quitándose la capucha y mirando a sus compañeros con confusión.

—Hijo de puta —exclamó Héctor,

Antes de que cualquiera de sus aterrados compañeros pudiera reaccionar, Héctor ya había tirado al suelo a Clark y le daba un puñetazo tras otro.

—¡Héctor, detente! —gritó Marylin, corriendo hacia ellos y ganándose un empujón del musculoso muchacho que la arrojó al suelo.

¿¡QUÉ LE HICISTE A ERIC, FENÓMENO!? —exclamaba mientras metía un puñetazo tras otro. El rostro de Clark ya empezaba a sangrar.

¿¡DE QUÉ MIERDA ESTÁS HABLANDO, SIMIO ESTÚPIDO!? —replicó Clark, escupiendo un poco de sangre al rostro de Héctor.

Marylin y Alexa se abalanzaron sobre el dúo y lucharon para evitar que Héctor le siguiera haciendo daño, pero de un solo empujón ambas terminaron en el suelo.

—Tenemos a un imbécil encapuchado persiguiéndonos y tratando de... —La palabra «matarnos» se atoró en la garganta del muchacho, y descargó su frustración con otro puñetazo a Clark—, ¿y coincide con el momento en que desapareces de nuestra vista? Vas a tener suerte si llegas con los dientes intactos a la comisaría... mierda, vas a tener suerte si llegas a estar con la policía y no te mato aquí mismo.

La furia de Héctor era explosiva, caliente, pero Clark se mantenía frío como un iceberg, y aprovechando una apertura, movió su rodilla e impactó justo en la entrepierna de su atacante, ganando unos vitales segundos para quitárselo de encima. Clark se levantó y escupió sangre al piso.

—No tengo la menor idea de lo que estás hablando. —Clark respiraba de forma agitada.

Héctor ya se ponía de pie y se preparaba para el round 2, pero esa vez Marylin y Alexa se interpusieron en su camino.

—Tienes que detenerte, no sabemos si él es el responsable... —advirtió Alexa, haciendo su mejor esfuerzo por sonar dura.

—Quítate de mi camino, Flowers —masculló Héctor, pero ninguna de las dos se movió.

—Chicos... —intentó hablar Roxy desde atrás, pero nadie le prestó atención.

—¿Cómo explicas su desaparición entonces?

—Viejo, vete a la mierda, no te debo ninguna explicación —retrucó Clark, enfadando aún más a Héctor.

Chicos...

—¿Qué no me debes...? —Héctor sonrió sin gracia—. ¿Crees que estas dos van a poder detenerme si realmente quiero lastimarte?

—Supongo que lo averiguaremos —agregó Marylin, desafiante.

¡CHICOS! —gritó Roxy, y al fin logró atraer la atención.

Todas las miradas se posaron sobre ella y notaron que sostenía en una mano la mochila de Clark que se había caído en su escaramuza contra Héctor y en la otra una navaja cuyo peligroso filo brillaba con intensidad al recibir los rayos de luz de las linternas.

El grupo permaneció un momento en silencio, hasta que Clark cortó la tensión.

—Vengo de Krimson Hill... si no llevas un arma en la calle es probable que no vuelvas con vida a tu hogar... —comentó por lo bajo, intentaba sonar lo más convincente posible, pero su explicación no bastó para Héctor, que se giró violentamente echando a Marylin y Alexa al suelo y marchó hasta él para tomarlo del cuello y estrellarlo contra un árbol cercano.

Esta vez no había salida. Las manos del fuerte muchacho apretaban con una fuerza implacable, al punto que el rostro de Clark se puso rojo en cuestión de segundos. Paralizados, el resto del grupo observaba aquel horroroso espectáculo, tan solo atinaban a gritar con la esperanza de que Héctor se detuviera, que recapacitara, pero no parecía haber caso.

—Héctor, por favor... —lloraba Roxy, incapaz de creer que estaba a punto de ver a su novio convertirse en un asesino frente a sus ojos.

—Debemos entregarlo a las autoridades —intentó razonar Alexa.

—Acaba con el maldito... —murmuró Nate, consumido por el odio y deseoso de ver la vida apagarse en los ojos del asesino de su mejor amigo.

Habría sido el final de Clark Vance, sino fuera porque, en medio de todo el caos, Marylin se percató de algo. Había un sonido que no podía precisar en un principio, algo que no pertenecía a aquella escena y que la estaba sacando de quicio, entonces se dio cuenta... era una respiración, pausada y tranquila, y provenía de uno de los talkies tirado en el suelo.

—¿Hay alguien ahí? —Fue lo único que atinó a preguntar.

—Solo quedan ustedes... —comentó una fría voz femenina al otro lado del comunicador que de inmediato frenó todas las acciones del grupo—. Los guardias lo intentaron, pero no pudieron detenerme. La noche es mía... mía y de Mi Amo.

El agarre de Héctor sobre el cuello de Clark se fue aflojando palabra a palabra, hasta que el muchacho de Krimson Hill quedó tendido en el suelo, luchaba por tomar una bocanada de aire, mientras que el resto de los chicos se reunía junto a Marylin para escuchar aquella hipnótica voz que les llegaba con una desesperante calma y un tono casi espectral. Había cierta frialdad en sus palabras, el tono monocorde y suave daba la impresión de que alguien más manipulaba sus palabras, como si aquella persona fuera tan solo un portal por el cual sonidos infernales eran conducidos.

—La muerte de su amigo fue rápida, si eso les brinda algo de consuelo. Su sangre aún se siente tibia en mi ropa —continuó la voz—. Si se entregan ahora, me aseguraré de que no sufran y, más importante aún, de que su sangre no se derrame en vano. Sus vidas finalmente encontraron un propósito, esta noche, aquí... conmigo.

—Escucha, hija de puta, no tengo idea de quién seas o qué quieres de nosotros, pero... —empezó a decir Héctor en un intento de ocultar el miedo en su voz, pero se vio interrumpido por la asesina.

—No soy yo quien quiero algo de ustedes, sino Mi Amo. Los necesita, necesita su sangre. Cuando los escuché llegar me tomaron por sorpresa, pensé que iban a ser un obstáculo en mi camino, pero ahora lo entiendo. Mi maestro me lo explicó: ustedes forman parte de algo mucho más grande, algo que no pueden percibir, pero que los trajo aquí, a mí, esta noche. Es la voluntad de Mi Amo que ustedes mueran aquí. —Roxy estalló en un llanto desesperado, y si no fuera porque Héctor la sostuvo habría caído de rodillas al suelo, derrotada—. Les puede parecer injusto, tan solo espero que en sus últimos momentos puedan ver la verdad, puedan dar una mirada detrás del velo de esta realidad y comprenderlo...

Antes de que la mujer pudiera terminar de hablar, Héctor tomó el walkie-talkie y lo estrelló contra el suelo, sacando al grupo de su trance. Como para asegurarse de que ya no serviría, el atlético muchacho pisoteó la máquina hasta que no fue más que un montón de cables, circuitos y pedazos de plásticos distribuidos por el pasto. Todos permanecieron algunos segundos con la mirada clavada en los restos del comunicador, casi temiendo que la fantasmal voz de la asesina continuara hablándoles. El pecho de Héctor subía y bajaba de forma rítmica, estaba aterrado, confundido y, por primera vez, sin una respuesta sobre qué hacer. Aquel estallido de violencia había sido lo único que su cuerpo pudo procesar.

—La única forma en que saldremos de esta... es juntos —argumentó Alexa, mientras Héctor ayudaba a su novia a levantarse.

—¿Y qué hacemos con él? —preguntó Nate, señalando con la cabeza a Clark, quien empezaba a recuperar su color natural de piel.

—No confío en él —dijo entre dientes Héctor.

—¿Estás bromeando? ¿Después de lo que acabamos de oír? —replicó Marylin.

—¿No les parece mucha coincidencia que recibiéramos ese mensaje justo a tiempo para evitar que Héctor lo matara? —agregó Nate con una mirada pensativa.

—No puedes estar hablando en serio...

—Solo digo que no podemos estar seguros de que no está metido en todo esto, no digo que debamos matarlo y ciertamente no digo que debamos dejarlo solo.

—¿Y qué sugieres? —inquirió Alexa.

—Que camine delante nuestro, siempre, y nosotros llevamos sus cosas para asegurarnos de que no apunte el filo de su navaja en nuestra contra. Si logramos salir con vida de aquí podemos decidir qué hacer con él después —respondió Nate, y permaneció algunos segundos en silencio, dejando que el resto procesara la idea durante algunos vitales segundos.

—Suficiente para mí —dijo Héctor—. Nos vamos de aquí.


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