CAPÍTULO 8:

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Al despertar no abro los ojos aún, pero escucho el agua gotear y el canto de los pájaros. Eso quiere decir que no más ruido por ahora...me alegro. Creo que es momento de levantarme. Sí, manos a la obra.

Abro mis párpados y...emm, ¿pelo?, ¿tela? ¿Qué? ¿Un cuerpo? ¡¿Derek?! ¡¡¿ESTOY ABRAZANDO A DEREK?!! No, espera, ¡mi pierna también está rodeándolo! Penélope, ¿qué demonios estabas pensando? ¿Estilo Koala? Hay que arreglar esto pero que ahora, si lo hago despacio, puede que no se dé cuenta.

Quito mi pierna de su cintura e intento retroceder, pero resulta que encima tiene una de mis manos fuertemente atrapada con la suya. Ay, estamos en problemas... ¿Podría amputármela?

Me incorporo un poco para tratar de ver por encima de su espalda. Sus dedos prácticamente aprisionan los míos.

—Derek, ¿serías tan amable de soltarme?

Nada.

—Derek, por favor.

Nada de nada.

Sonrío con malicia antes de ejecutar el plan que se me acaba de ocurrir:

—¡¡¡DEREK!!!

Abre los ojos de golpe y suelta un grito de novela:

—¡¿QUÉ, QUÉ, QUÉ?!

Un instante antes de que se levante, me vuelvo a acostar y simulo estar dormida como un angelito (admito que soy odiosa, pero me encanta).

Cuando está completamente despabilado, "despierto" con mi mejor y dulce rostro de actriz.

—¿Qué pasa? Pareces un loco... —.No te rías Penélope, que no lo descubra...

Su pelo está peinado con corriente estática y los focos alienígenas que tiene por iris se le podrían salir en cualquier momento.

—No...no sé, creo...—me observa detenidamente, primero confundido, luego serio y por último molesto, ups, tal vez fui demasiado obvia—Fuiste tú, ¿cierto?

—¿Yo? —Me señalo sorprendida— ¿Por qué?

Se cruza de brazos y baja la cabeza para verme, provocando que algunos de sus mechones caigan hacia la nariz. Parece un águila cuando se enoja.

—Dímelo tú...tienes esa manía insoportable de hacerle la vida imposible a la gente.

—Bueno, exagerado gruñón, sólo fue una bromita.

—Nunca debes meterte con el descanso de un hombre —.Me apunta con el dedo.

—Ah, ¿sí? ¿Y tú puedes meterte con mi privacidad? —Muevo la cabeza de un lado a otro y alzo una ceja.

Retrocede un poco ante mi acusación:

—¿Qué?

Sacudo la mano frente a su rostro para que la vea mejor:

—Tomaste mi mano, ¿sabes por cuánto tiempo voy a tener que lavarla?

Su expresión es la clara representación de la vergüenza y la sorpresa (y no, no pienso decirle que casi lo asfixio con brazos y piernas, no, mejor que sufra él).

—Oh Dios... ¡Qué asco! —Raspa ambas palmas por las paredes de la cueva como si tuviera moco en ellas.

—Sí, ¡qué asco las manos que tienes!

—¿Las mías? ¡Tus dedos parecen fideos crudos!

—¡Y los tuyos salchichas en formol!

Nos quedamos viendo un buen rato hasta que no aguantamos la risa, ¿cómo podemos pelear por una cosa así? ¿Dije salchichas en formol? Es lo más absurdo que ha salido de mi boca... Ah, no, también está aquella vez que jugué "agar.io" con mi hermana y me comí una bolita con el nombre "tu vieja" y grité "¡Me comí a tu vieja!", aquellos tiempos... (Fue hace un mes).

—¿Podríamos dejar de discutir aunque sea una vez?— Se peina descuidadamente mientras sale afuera.

—Cuando tengas que enterrar mi cadáver.

Se da vuelta con una sonrisa torcida:

—Genial, así estaríamos a mano.

Blanqueo los ojos y salgo también para ver qué hay...plantas verdes, cielo azul, un arbusto con fruta... ¡Comida!

—¡Mira, por fin algo que no viene del mar! —Me arrojo a los brazos de ese sensual desayuno de bayas y comienzo a recogerlas una a una.

—Oye, ¿estás segura de que son comestibles?

Lo miro despreocupada:

—¡Claro! Estudié biología—sigue dudando—. ¡Vamos, hazme caso! Apuesto a que saben delicioso.

Unos...quince minutos después:

Ay, ay, ay, mi pancita, mi pobre y descompuesta pancita.

Estamos uno al lado del otro, cada quien entre sus matorrales, haciendo popó. Sí...y no precisamente del duro.

—¡Si muero con los pantalones bajos va a ser tu culpa! —Grita al tiempo que se queja con un gemido.

—¡¿Cómo iba a saber que eran tóxicas?! —Mi voz sale apretada debido a los retorcijones.

—¡Dijiste que sabías! —Gime de nuevo.

—¿Por qué me haces caso? —Me sostengo el estómago con los dos brazos y respiro con dificultad.

—¡Maldición!

—¡Au!...

—Ah...no —.Mustia.

—Ah...

–Ah...ah...

—Esto está sonando raro —.Comento.

—Penélope —hace una pausa— cállate.

Salgo de ahí con sumo cuidado, caminando con los glúteos hacia adentro por si acaso (ya es la tercera vez que vuelvo corriendo al baño, no quiero que pase de nuevo).

Derek no está por ningún lado, creo que tanto evacuar lo mató, es lo más probable. Eso, o al tratar de limpiar su trasero en el mar, un tiburón se lo comió. ¡Oh no, esta está mejor! Inhaló sus propios gases tóxicos, provocándole una extraña adicción a respirar su excremento. Al descubrir esta droga nueva, instaló una mafia de simios en el lugar y falleció por venganza del otro bando de...tortugas.

Mejor voy a buscarlo antes de que piense una estupidez mayor (si eso es posible).

Cuando lo encuentro me muero: Resulta que el hombre estaba asando otro pez, y yo aquí, preocupándome por él. ¡Qué ingrato!

—¿A caso no pensabas convidarme?

Ni me ve:

—Oh, cierto, ¿cómo no voy a invitar a la loca que me ha intentado matar tres veces en menos de una semana? ¡Claro, siéntate!

Sonrío como idiota y me le pongo bien próxima (sí entiendo el sarcasmo, es sólo que amo exasperarlo).

—Gracias, pensé que estabas molesto...

—¡No!, ¿por qué tendría que estarlo?

—No sé... ¿Por qué te alimenté cruelmente con comida venenosa?

—Te perdono.

¿Eh? Eso último no lo entendí.

—¿Cómo?

Gira la cabeza para clavarme los ojos:

—Si esa es tu forma de disculparte, te perdono.

No, no, señor, no pienso dejarlo pasar:

—¡No tengo que disculparme! ¡Yo también salí herida en esta ocasión! Y... —Pone un dedo sobre mis labios para silenciarme. Tonto, juro que si pudiera se lo arrancaría de un mordisco.

—Por favor, sólo, sólo cállate y come —.Me pasa mi trozo de pescado correspondiente. Ok...él es raro, pero hoy lo está aún más.

Quedamos en silencio solo unos segundos antes de que le hable de nuevo:

—¿Qué te pasa?

—¡Ay! —se toma la cabeza y arrastra su cabello hacia atrás— ¡¿Por qué no cierras la puta boca una vez?!

No lo pienso dos veces antes de darle a su cara de lleno, tanto que el sonido del impacto se escucha en toda la isla:

—¡No me vuelvas a hablar así! —Tiene mi mano marcada con rojo por toda la mejilla, puede que me haya pasado un poquito— Lo siento —. Cubro mi boca, apenada. Suelo ser temperamental si me buscan...él tendría que saberlo.

Se frota ese costado con desgano y no dice nada, sólo se queda viendo la lejanía como los ancianos tristes de los asilos por un buen rato, luego se levanta y camina hacia quien sabe dónde... Bueno Penélope, la jodiste.


—¿Puedes creer lo que hizo?, ¡se fue hace horas!, y mira que lo llamé, ¡lo llamé! —escondo mi rostro entre las manos— ¿Cómo hago para pelearme con la única persona aquí?

Julio me observa con pena:

—Sí, lo sé, tal vez no debí golpearlo, pero... ¡Fue muy grosero! —parece molesta— Sé que está cansado y necesita un poco de espacio, pero, ¿irse por tanto tiempo? —baja la cabeza y ve el suelo— ¡No tiene nada que ver! ¡Lo de la piedra sí estuvo mal!, pero ahora... Tú no eres Julio, ¿cierto?

La tortuga se da vuelta y marcha al océano.

—¡Julio, espera, no terminé! —No hace caso, continúa dándome la espalda e internándose en el agua hasta que se pierde entre las celestes olas.

Genial, incluso el terapeuta, responsable de mi equilibrio mental y emocional, decide abandonarme. ¿Y ahora qué queda? ¿Ser el personaje de la película a la que todos en el fondo quieren ver muerta?

Encima el idiota se fue sin agua ni nada, ¿se encontrará bien? Está oscureciendo... Nah, por supuesto que sí, es Derek Freeman, el idiota más duro de roer de toda la historia, ¿no?

Uh...desearía ser mala gente en este momento.

Me levanto, tomo un par de botellas y corro hacia la selva con un extraño presentimiento invadiéndome el pecho...


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