Nieve Otoñal (Dereth&Ellette)

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 Bueno, primero que todo ¡ey! Iba a subir otro relato, pero al final decidí explicar el inicio de la historia de Ellette y Dereth y eso hace este escrito.

Aclarar un par de cosas:

-Lo escribí en conjunto con@LuxMatnific por lo que no es 100% de mi autoria (yo le metí mi esencia más que nada)

-Los personajes son nombrados en Leiriu, pero aun así este es un relato independiente.

(en verdad solo quería aclarar la co autoria, pero como puse un par de cosas me veo obligada a escribir más de una XDD)

En fin, acá va :)

***********************

Nieve Otoñal 

Finalmente había sucedido, el verano ya no era más que una sombra, mientras que el otoño hacía acto de presencia embriagando todo el bosque de las hadas de luz con su esencia adormecedora que no era más que una pausa al desarrollo y el crecimiento, el comienzo de la muerte del lugar que se hacía realidad en invierno, pero que era vencida nuevamente en primavera. Esta estación para Ellete resultaba especialmente melancólica, le amargaba ver las hojas arrugadas recordándole la forma en que serían sus alas cuando la luz de su vida comenzara a desgastarse y la muerte estuviera próxima, aunque realmente lo que más la afligía no era solo eso, sino que el saber que ese desgaste sería solo producto del trabajo que el paso de los años harían en ella y no del paso de la vida real, de la vida activa que soñaba, pero que su título y obligaciones hacían que siguiera siendo nada más que eso por siempre, solo un sueño.

—Tú deberías ser lila y menos molesto – comentó para sí misma, mientras se cambiaba de lugar de trabajo, usando su cuaderno de dibujo como visera para que no le diera de lleno el sol en el rostro. Había llegado temprano en la mañana al bosque, instalándose sobre una cómoda cama de hojas secas que se había formado bajo un árbol antes frondoso, hoy desnudo por la llegada del otoño… pero no había contado con que el mismo árbol al no tener hojas que lo abrigaran no impediría que los rayos solares detuvieran el proceso creativo que estaba llevando a cabo, hecho que molestó al hada, quien ya de por sí tenía una relación de amor y desamor con él; por una parte le gustaba la luz que brindaba y cómo se encargaba de hacer que los días dejaran de ser grises y  que el bosque brillara con más fuerza, pero por otro, odiaba los días demasiado calurosos y que la luz le encandilara, eso sin contar que no podía verlo directamente y eso la frustraba, así que como de por sí tenía que imaginárselo, a la hora de plasmarlo en papel se tomaba muchas libertades, casi como si fuera una guerra o burla <<Ya que no te muestras, te haré a mi manera… y a mi manera eres un triángulo hoy y mañana un espiral>> Estas  libertades sin embargo, no se reducían solo  al sol, dependiendo del ánimo con el que se encontrara pintaba de un color o de otro las cosas o seres, haciendo que los  dibujos una vez terminados fueran difícil de reconocer con la inspiración real, casi como si en la páginas de su libro  de dibujo se encargara de crear un nuevo mundo solo remplazando un par de formas o colores.

Continuaba caminando en busca de un nuevo lugar, cuando se percató de que alguien le seguía los pasos, es que no era el simple hecho de oír pisadas cercanas, sino que podía sentir el peso de una mirada sobre ella; definitivamente la espiaban. Había sido un día demasiado tranquilo y por alguna razón lejos de asustarse o albergar pensamientos que la incitaran a alejarse, rápidamente volteó, secretamente esperando que fuera realmente algo interesante y no solo producto de su imaginación hiperactiva. Sus expectativas fueron satisfechas con creces.

Dereth había pensado en ocultarse como lo había hecho hasta el momento, actuar como una sombra más en el bosque, pero sinceramente no se le había dado la gana; no tenía nada que ocultar, solo comenzaba su camino para lograr su libertad… y solo su libertad. Así, cuando el hada había decidido moverse, él lo hizo al mismo tiempo sin intentar ser cauteloso, sino que todo lo contrario, buscando llamar su atención, aunque probablemente a pesar de ser consciente de eso, ni él mismo lo reconocería. Una vez frente a la princesa, ésta lo examino de pies a cabeza de forma descarada, mas no le sorprendió  esto, para estas alturas sabía cómo era Ellette y algo que no era  y nunca sería era tímida, siempre hacía lo que quería sin pensar en quién era el que estaba al frente, quizás porque estaba demasiado segura de sí misma, o tal vez simplemente porque le ganaba la  espontaneidad. Aunque no se sorprendió por la reacción del hada, sí disfrutó siendo el centro de atención de la muchacha por los segundos que duró el recorrido que los ojos del hada trazaban en su cuerpo a pesar de que no debía y de que fuera una tontería… luego se daría cuenta que por más que no quisiera muchas cosas, o por muy tontas que le parecieran en un momento, estando con ella de pronto dejaría de creer con fuerza que existen imposibles o tonterías, y que si existen para algunos, ellos son los verdaderos locos e idiotas.

—¡Ya lo tengo! ¡Por favor, déjeme que le retrate! Eres perfecto… — Rompió Ellette el silencio que se había formado en todo el bosque por los segundos en los que ambos se analizaban mutuamente. Sus ojos emocionados brillaban con más fuerza, haciendo que el azul de sus ojos destacara aún más, mientras se imaginaba el resultado de dibujar a un ser como el que tenía frente a ella, nunca antes había visto un hombre como él, nunca antes había visto a un elfo oscuro de hecho, pero algo le decía que éste no era como los demás, se trataba de un ser único, bastaba con solo ver su cabello rubio oscuro y la ropa que llevaba para tomar consciencia de eso, sin contar sus ojos, que si bien terroríficos, parecían contener el mayor de los secretos, y por qué no, la mayor de las aventuras. De cierta forma, Ellette no se equivocaba.

—Supongo que esa es la razón por la cual me mirabas tan detenidamente – Aunque el hada no quería, el rubor alcanzó sus mejillas al instante, ante su reacción Dereth sonrió.

—Por supuesto, estaba comprobando si la iluminación era la correcta – respondió rápidamente y segura de sí misma, como si su cuerpo no hablara por ella también. Sabía que estaba actuando mal, y no solo por el hecho de sonrojarse, sino que porque hablaba con un elfo oscuro en la mitad del bosque como si le conociera de toda la vida, pero no podía evitarlo, de cierta forma le había fascinado todo de él, y no quería apartarse, aunque eso la pusiera en peligro… el peligro con él se le hacía de hecho demasiado atractivo, como una droga, luego descubriría que era la peor de todas.

—¿Y bien? – Alzó las cejas buscando una respuesta el elfo, sacándola de sus cavilaciones.

—Que tal como pensaba la iluminación está mal, tendremos que moverte un poco – habló mientras rompía la distancia que los separaba y tomándolo de uno de los brazos lo hacía moverse hasta un sitio donde la luz del sol iluminara su rostro de forma más tenue – Ahora sí puedo empezar – declaró antes de volver a buscar su cuaderno de dibujo que había dejado en el suelo junto con sus lápices e implementos al acercarse al elfo. – A ver, ponga expresión mágica – Tenía el carboncillo listo para comenzar el bosquejo mientras esperaba ansiosa que su acompañante siguiera sus direcciones.

—¿Cómo se supone que es eso? – preguntó terminando se apoyarse en el tronco del árbol bajo el cual lo había dejado.

—Oh vamos, tú tienes que saberlo… ¡expresión mágica! Aquella que capta los sueños del atardecer, la esencia de la vida, el sabor de los colores… ¡Que pongas mirada guay, vamos!

—No estoy seguro de que haya alguien en este mundo que ponga la mirada que estás buscando ¿Ya has retratado alguna vez esta mirada mágica? – preguntó moviéndose hasta donde estaba el hada rápidamente sin darle tiempo a ésta de reaccionar antes de hacerse con su cuadernillo.

—¡Ey, devuélvemelo! Es algo privado y personal.

—Acá es donde guardas tu arte ¿No? Pues en el momento en que decidiste que fuera tu modelo dejó de ser un misterio para mí, no solamente el artista debe conocer a su modelo, sino que de ser posible también debe existir la relación contraria.— habló seriamente, como si fuera un sabio compartiendo el mayor de los secretos – ¿Sientes vergüenza de tus obras?

—¡No es eso! Es solo que hay gente idiota que no es capaz de comprender mi arte – Al tiempo que hablaba, el elfo pasaba las páginas de dibujos mirándolos extrañado y curioso, riendo internamente al imaginarse las reacciones de la gente al ver a lo que parecía ser el sol de color morado y las nubes pintadas de rosa. Profanando el orden natural de cómo debían ser las cosas sin un ápice de culpa, siendo feliz de crear su propio paisaje; por algún motivo le dieron ganas de llevarla hasta esos lugares donde el cielo a momentos se teñía de color rosa y dónde no había sol, sino que una luna perpetua que iluminaba el ambiente con la misma fuerza que el astro rey.— … ¿Cómo llamarías a la mirada que tienes ahora? – Volvió a hablar Ellette, haciendo que el elfo recién tomara consciencia de que la estaba mirando hace un rato sin decir palabra alguna y solo imaginando la cara que pondría en lugares como los que él mismo ya había conocido.

—Esta mirada es la mirada del artista… lo más parecido a una mirada mágica que encontrarás nunca –

—Explícate

—Los artistas de verdad sabemos cuando estamos ante uno de los nuestros.

—¿Tú también eres un artista? – cuestionó Ellette emocionada viendo cómo Dereth volvía a observar su trabajo.—

—Lo soy, definitivamente.

—¿En serio te gustaron mis dibujos? – Sentía que si su respuesta era un no, le iba a doler mucho más que el rechazo de cualquier otro ser, él era un artista y ahora que lo veía mejor se preguntaba por qué no había pensado en ello antes, eso debía explicar la razón de porque le parecía tan interesante.

—Si no lo hubieran hecho no te habría reconocido como artista – Sonrió —  es muy fácil pintar simplemente lo que todos ven, sin embargo, el dibujar aquello que solo tú puedes ver es el reto, y tú princesa lo has superado – Con esas palabras Ellette se sintió poderosa, al final alguien comprendía su arte y no se burlaba de ella, y eso la emocionaba al mismo tiempo que la intrigaba, aquel hombre era demasiado único y no le bastaba solo con verlo… ya que sería su modelo ella también tenía que conocerlo mejor, quería leerle el corazón y descubrir que escondía ahí, qué era lo que lo hacía ser como era ahora; quién era.

Para poder leer el corazón necesitaba algún tipo de contacto con el ser en cuestión, así, buscó tomar entre sus manos las del elfo y descubrir a través de ellas lo que escondía, ver en su interior y romper cualquier barrera que intentara interponer. Necesitaba descubrir lo que guardaba más allá de su mirada indescifrable, pero sus intentos fueron en vano, antes de que pudiera siquiera rozar sus dedos con los suyos, Dereth había tomado sus muñecas, haciendo que su cuerpo quedara atrapado entre el tronco del árbol de antes y del propio cuerpo del elfo oscuro. Nuevamente lejos de temer quiso envolverse más en el ambiente que se había formado, ser consumida por la adrenalina que le recorría el cuerpo y que provocaba que se le escaparan algunas lágrimas sin poder contenerse.

—¿Qué pretendías? Si quieres pintar, el cuaderno no está en mi dirección

—Yo…— quiso decir algo Ellete, pero todavía le costaba respirar por la emoción, era uno de los inconvenientes de ser un hada de luz, sus emociones eran frágiles y el exaltarlas para nada complicado.

—Ahora bien si quieres que el mejor artista de todos te enseñe, haz hecho el movimiento correcto – siguió hablando Dereth sin dar lugar a respuestas – pero tengo que advertirte que una vez que entras difícilmente puedes escapar…

—¿Escapar de qué?

—De las clases que soy capaz de darte, pero que por el nerviosismo que demuestras no estoy seguro seas la indicada – La provocó soltando una de sus muñecas y levantando el mentón de Ellette para que lo mirara a los ojos – ¿O será que me equivoco y sí que lo eres?

—No me subestimes, soy la princesa Ellette y futura reina de los feéricos de luz… Yo soy la que no está segura de que alguien como tú pueda enseñarme algo –declaró tajante, recuperando la fuerza que siempre tenía su voz ante la ofensa que se había atrevido a decir ese tipo, que si bien interesante no tenía derecho para expresarse de esa manera y menos sobre ella, menospreciando sus capacidades.

—¿Eso qué quiere decir? ¿Que eres poderosa? Puede ser, no lo niego… pero no lo es todo el poder, tienes que  saber el arte de utilizarlo, los secretos que lo envuelven y eso no se aprende estando encerrada en un palacio, se aprende con la experiencia. Y si hay alguien que tiene experiencia en esto, soy yo… eso me transforma en el mejor de todos los artistas.

—No pareces el mejor  de todos sinceramente…

—Y mi primera enseñanza es que las apariencias engañan – La miró fijamente soltándola por completo antes de alejarse.

—Entonces sí me has reconocida como digna de tus consejos ¿eh? – Se vanaglorió intentando ignorar el escalofrío que aún recorría todo su cuerpo a pesar de que ya no estaba junto a ella.

—Muy perspicaz – Torció una sonrisa, intentando ocultar la risa que buscaba escapar de sus labios. – Y nuevamente se demuestra mi teoría de que las apariencias engañan… — Ellette le envió una mirada fulminante ante su comentario, ya se estaba pasando, o al menos eso pensó antes de ver la expresión enmarcada en el rostro del elfo que le hizo saber que solo le estaba tomando el pelo, de alguna forma él sabía que ella no era solo una niña tonta e irresponsable, así cambió esa mirada por una sonrisa.

—Eres muy desvergonzado.

—Los artistas lo son, así que por ende, ambos lo seríamos… Entonces, ¿quieres aprender o no?

—Enséñame, pero supongo que a cambio quieres una paga ¿Verdad? – Se acercó al elfo oscuro provocativamente, simplemente para vacilarlo, para encantarlo con su presencia como a todos los demás, porque no creía que fuera justo que saliera impune luego de hacerla sentir estas cosas.

—Tal vez – respondió tranquilo sin alejarla.

Ellette no habló y Dereth tampoco agregó nada, ambos nuevamente callaron, contemplando cómo el viento proveniente del sur se había levantado mientras hablaban, causando que los árboles dejaran caer junto con él las hojas que antes los envolvían, agonizando poco a poco, agrupándose con las ya muertas que reposaban en la hierba, que ahora gracias a la acción del viento se unían a las recién caídas dando la impresión de que se tratara de una lluvia de oro por la acción del sol en ellas.

—Quiero saber lo que dice el viento – Rompió el tranquilo ambiente creado el elfo, para dar a conocer su precio.— ¿Puedes hacerlo verdad?

—Puedo… — Dudó un instante antes de seguir, le había decepcionado que esa fuera su petición, pero pronto una sonrisa traviesa apareció en sus labios. – El viento me dice que hay un elfo oscuro en mi bosque, uno muy fresco que finge ser artista porque quiere besarme.

—No pensé que el viento fuera capaz de decir tantas cosas.

—No debes menospreciarlo, es poderoso e inteligente y me cuenta grandes verdades.

—Eres sin duda…

—Yo también quiero— No dejó que dijera lo que fuera a decir, suponía que sería algo que lo haría quedar a él como el más sabio de todos, y por más interesantes que fueran sus palabras, ya no las quería, era un desperdicio que utilizara sus labios solo para eso.

—¿Eso también te lo dijo el viento?

—Lo digo yo – Se ruborizó un poco antes de continuar – Aunque está prohibido que un ser de luz y oscuridad se junten… pero también hay otras cosas que están prohibidas y eso no ha impedido que las pruebe.

—¿Quieres probarme?

—Siento curiosidad, eres extraño, no sé qué pensar de ti; me confundes.

—¿Y el besarme ayudaría a calmar tus dudas? – cuestionó siendo esta vez él quien se acercara al hada, quien al tenerlo tan cerca le volvía a costar respirar y nuevamente escalofríos recorrían su cuerpo aunque intentara detenerlo; él era riesgo, pero pronto se dio cuenta que con tal de descubrir lo que escondía no le importaría caer en este juego.

Iba a responder que por supuesto, que era evidente, pero antes de que lo hiciera, una de las hojas que el viento llevaba se posó sobre el cabello de Dereth… una de las mismas que antes lo evitaban, como si hubiera un halo mágico a su alrededor que lo protegiera de cualquier otra magia que quisiera acercarse; Ellette decidió ser esa magia audaz capaz de sobrepasar la barrera que siempre interponía, no solo ahora con este efecto, sino que atravesar más allá de lo que mostraba y de sus respuestas ambiguas.

—Mira como te ha dejado la nieve… — comentó poniéndose de puntas para sacar la hoja que aún tenía el elfo en el cabello, sin lograrlo.

—La verdad es que hacía tiempo que no nevaba de esta forma. El tiempo está loco—Le siguió el juego al hada luego de tomar consciencia de a qué se refería. Las hojas cayendo le recordaban a Ellette irremediablemente la nieve fría de invierno, siendo ésta la peor de todas, la nieve que se disfraza de calor detrás del anaranjado que la envolvía… matando así sin previo aviso, dando un espectáculo maravilloso, la última danza de lo florecido en primavera, pero al fin y al cabo exterminando el color, la alegría, la vida.

—Si no te sacudes el cabello vas a quedar empapado – Ellette instó a Dereth a que se sentara posando sus manos en los hombros de él, a lo que el elfo no opuso mayor resistencia, ni a eso, ni a lo que fuera que estaba haciendo Ellette en su cabello entre risitas, a pesar de que estuviera prácticamente seguro de que se trataba de alguna tontería.— Te he dejado listo para luchar contra la nieve – habló sin poder contener una carcajada, es que el ver a un hombre tan serio como él con esas pintas era impagable.

—Entonces ahora es mi turno – proclamó Dereth mientras el hada aprovechaba el tiempo que él gastaba arreglándose el caos que tenía en el pelo para escabullirse entre el laberinto de árboles que había unos metros más allá de donde estaban. Mientras se alejaba rápida y ligera, Ellette reía jovialmente, plenamente, se sentía feliz y al mismo tiempo intentaba atrapar al elfo, incitarlo a que le diera caza, a que fuera otro más de los incautos que caían ante sus encantos. Él por su parte, consciente del lugar al que se había internado la princesa, recordó que había cierto flor que se había propuesto destruir, era una cuestión personal… simplemente lo odiaba, a pesar de que su amiga, allá donde ella vivía lo cuidara con esmero. No sabía ni el nombre de esta flor, solo que Nadine había decidido que era una lástima que ya no existiera en el mundo y que quería volverla a introducir, pero a él le seguía pareciendo una burla que pusiera la misma flor que le recordaba la esclavitud también en este lugar. Así, sin perder tiempo se dirigió utilizando la capa que la misma Nadine le había regalado hasta el lugar donde habían comenzado a florecer desentonando con el resto de las flores que morían, éstas se mostraban fuertes y sanas.

Ellete se preguntaba dónde se había metido el elfo y por un momento temió que se hubiera marchado, así cuando sintió que envolvían su cintura en un abrazo y pudo reconocer a Dereth se sintió aliviada y siguió con el juego, dando grititos y protestando, sin que esto fuera de mucha ayuda, luego de unos segundos el ya había ganado y logrado introducir dentro de su vestido “nieve”, aplastándola contra su vientre antes de que Ellette lograra soltarse de su agarre y sacudirse el vestido, es que no era nieve imaginaria, realmente había metido algo.

—¡Son pétalos de idril! — exclamó el hada al reconocer los pequeños pétalos blancos que ahora estaban esparcidos en el césped.— —Las idriles son muy difíciles de encontrar. – comentó mientras se agachaba para tomarlos entre sus manos— Antes crecían de forma habitual pero debido a su increíble belleza y su fragancia sin igual la gente comenzó a arrancarlas desconsideradamente hasta casi extinguirlas; se dice incluso que las mismísimas rosas las envidiaban y colaboraron en su desaparición. En realidad son flores muy delicadas que sólo germinan si el equilibrio entre luz y oscuridad del lugar es perfecto. En el lenguaje floral significan esperanza, pero no una esperanza cualquiera como anhelo desesperado y cabezota del corazón, sino esperanza que otorga una fuerza especial para conseguir que cosas imposibles se vuelvan posibles— Estaba tan ensimismada en sus propias palabras en la propia magia que sentía tenía en sus manos que ni las miradas burlescas de Dereth la afectaron, ella sabía que no estaba mintiendo… Con los idriles todo era posible.

—De alguna forma no me sorprende que tenga ese significado… Dime Ellette, ¿tú crees que estas flores en serio son capaces de hacer posible lo imposible? —. Preguntó tomando algunos de los pétalos desde las manos del hada, para una vez en su poder estrujarlos haciendo que tuvieran la misma rugosidad que las hojas que seguían cayendo a su alrededor — ¿No te parecen demasiado frágiles?

—… ¿No era que las apariencias engañaban? Las idriles son mucho que flores a la intemperie, son esperanza.

—Y estas idriles tan maravillosas serían capaces de destruir a los Dioses, por ejemplo – preguntó mirando fijamente una de ellas, seguían sin gustarle del todo, pero quizás le serviría que ella creyera tanto en ellas, o quizás no, pero le daba curiosidad.

—Sí, ¿por qué no? Las idriles lo hacen todo posible. Que haya de ellas en mi bosque me alienta

¿La alentaba? Ese era un problema porque ya no habían más, se había encargado de sacarlos de este bosque por lo menos, y ahora que entendía cuál era el motivo de que Nadine hubiera dejado allí las semillas lo molestaba más, es que la manía con meterse en su vida lo enfermaba… algún día tendría que entender que solo quería libertad, que no había nada más porque no existía, no al menos para él. El amor era una mentira, la más grande de las ilusiones y la que provoca la más fuerte de las caídas, por suerte, él mantenía los pies en la tierra o eso se esforzaba en creer.

—Ellette, ¿eres poderosa?— preguntó saliendo de sus cavilaciones y volviendo a mirar a la princesa a los ojos.

—Soy la princesa y próxima reina de las hadas de luz, ¡claro que soy poderosa! La naturaleza me obedece además que puedo controlar el aire a mi antojo. Si quiero puedo dejar de hacer que fluya a tu alrededor. También puedo imbuirle una fragancia tan embriagadora que te obligaría a adorarme y a morirte por mí en estos mismos momentos, así como puedo hacer que las plantas lo absorban y crezcan a mi antojo.

¿Saldrías de tu reino si con ello consiguieras más poder, más conocimientos, un arte más prolijo?— Esta vez la respuesta del hada no fue instantánea, la pregunta la había pillado desprevenida, más incluso que la anterior, no estaba segura de qué decir, quería escapar, pero por otro lado tenía responsabilidades — Qué tal si alguien ocasionase mucho daño a tu reino e incluso amenazara con destruir el planeta, ¿te vengarías entonces? – Para estas alturas no sabía qué pensar, pero suponía que era alguna clase de prueba para las clases de arte tan particulares que el elfo le prometía y no quería parecer temerosa, más que nada porque definitivamente no lo era.

—¡Por supuesto! La mayoría piensa que ser reina consiste en lucir una bonita tiara y encerrarme en la sala del trono a tocar el arpa, pero yo defenderé a los míos peleando con mi propia magia y exhibiendo mi singular belleza. Dejaré anonadados a mis enemigos.

Él sonrió, esta vez sin burlas ni comentarios mordaces detrás haciendo que Ellette no pudiera evitar sentirse más atrapada, como si ya no estuviera lo suficientemente perdida, se vio de pronto dejándose encandilar por aquel gesto encantador, perfecto, pero también como todo él, oscuro.

—Me alegro. Me decepcionaría si no fuese así—contestó.

Y así, sin indicio alguno que le diera señal a Ellete la apresó entre sus brazos y la besó, cumpliendo con los designios del viento, haciendo lo que ambos deseaban. Uniendo sus labios a los de ella antes de que el hada pudiera crear respuesta alguna, hundiendo su lengua en la boca de Ellette mientras se preguntaba porque no lo había hecho antes. Estrechando el cuerpo del hada fuertemente al suyo, recorriendo su espalda inmaculada antes cubierta por la fina tela del vestido celeste que llevaba ese día. Consumiéndose mutuamente en sus propios anhelos; Ellette se imaginaba que era la heroína de una historia, la que lograba hacer cambiar al malvado, a lo que Dereth se veía a sí mismo libre a pesar de estar rendido ante los encantos del hada.

—Espera— Logró hablar Ellette entre jadeos, a pesar de que a ella le molestara tanto como a él detener lo que estaba a punto de llevarse a cabo, pero es que no quería que el día acabara así, con un elfo que ya habría obtenido lo que quería y con su vida nuevamente monótona, quería que la anhelara tanto que deseara volver a verla lo antes posible, tenerlo en la palma de su mano, que regresara e hiciera que su vida tuviera un poco más de color.

—¿Qué sucede ahora?

—No quiero llegar tan lejos… No hoy – aclaró.

—Creí que el viento te había dicho que esto sucedería, de hecho, tú lo confirmaste.— Su mirada no había perdido el brillo febril que mientras compartían besos y caricias se había formado, y sus manos se negaban a dejar ir el cuerpo de Ellette.

— Hablamos de besos… — Explicó posando su mano sobre la de Dereth que se había posicionado discretamente cerca de su intimidad – No quiero entregarte todo al primer encuentro.

—¿Es que acaso tu cuerpo es todo lo que tienes? – Cuestionó trazando una línea desde donde antes se ubicaban sus manos ansiosas para subir desde sus caderas hasta su vientre haciendo estremecer al hada, quien lo odió por tener tal poder sobre ella.

—El viento no me dijo que también eras un violador – Bromeó.

—Quizás no haya una próxima vez en la que el viento te hablé de mí.—Ante tal comentario Ellette frunció el ceño, se sentía rechazada y lo odiaba.

—Yo quiero volver a verte, tú quieres volverme a ver, entonces sucederá.— proclamó antes de ser ella quien volviera a destruir las distancias, envolviendo su cuerpo en un abrazo y enredando sus piernas en la cintura del elfo, quedando sentada sobre él, quien seguía en el césped. —Y en el caso de que realmente ocurriese algo muy malo que impidiese esto, no te preocupes porque las idriles lo hacen todo posible, no lo olvides. – susurró finalmente antes de morder su oreja picuda divertida.

—Eres un caso ¿no? – Le habló haciendo que su rostro quedara frente al suyo antes de volver a atacar sus labios, dulces y embriagadores de los que se siguió aprovechando durante la tarde, hasta que las estrellas comenzaron a aparecer intentando iluminar el cielo nocturno. Se habían pasado la tarde entre cálidas caricias, juegos infantiles, comentarios idiotas… derritiendo la nieve que había alrededor, llenando con vida un bosque que se estaba muriendo.

—Tengo frío – comentó Ellette frotando sus manos para darse calor y dando la vuelta para poder observar a Dereth, quien a estas alturas simplemente acariciaba el cabello del hada, haciendo que a momentos Ellette se adormilara y le asaltara la idea de que todo esto no era más que un sueño.

—Eso es lo que le pasa a las hadas que van contra lo que dice el viento – A pesar de que la molestara igualmente la atrajo hacia sí y le brindó su calor arropándola entre sus brazos.

—Eres un pesado con lo del viento… Además no sé si creer en él, no me ha dicho tu nombre y tú no te has dignado a compartirlo.— No se lo iba a pedir y dudaba que él se lo dijera, por lo que cambió de tema y aún con Dereth abrazándola dirigió su vista hacia el cielo, que para estas alturas no era más que un lienzo oscuro con pequeñas pintitas plateadas adornándolo.

—A pesar de la nieve, el cielo está estrellado ¿Te recuerdan algo las estrellas?

—¿Cuál es la gracia de la noche si aun así hay luz?

—No hagas una contra pregunta –Protestó

—…— Meditó un momento lo que diría – Supongo que me recuerdan a ti.— Esas simple palabras hicieron que nuevamente su rostro fuera un poema y decidió que la próxima vez que se vieran no dejaría que él tuviera tal poder en ella.

—¿Se puede saber por qué?

—No, y a ti a qué te recuerdan – Quiso insistir y saber la razón de la comparación, pero tampoco quería darle más importancia, por lo que decidió morderse la lengua y limitarse a responder la pregunta, porque ella era de verdad y no se andaba con tonterías.

—Pues a mí me recuerdan a las idriles. El cielo es una extensa pradera y las estrellas, los capullos abiertos. 

—Que comparación más inesperada… — Se burló, pero la princesa apenas le prestó atención.

—En algún lugar del mundo sé que existe un campo repleto de idriles. Si algo malo pasara, sé que nos reencontraremos allí y entonces yo seré tuya y tú serás mío. Te entregaré todo lo que quieras, menos mi vida. Eso de morir por amor es demasiado dramático para mí.– El que mencionara el amor hizo que la decisión tomada por el elfo hace un rato cobrara todavía más fuerza, él definitivamente y a pesar de los momentos compartidos ese día no quería su amor, ni siquiera ese amor infantil y efímero que seguro atacaba a Ellette ahora.

—No sabes nada Ellette, eres una cría todavía – comentó acariciando su rostro.

—Porque no me dejas conocerte ni saber lo que tú sabes – respondió tomando las manos del elfo entre las suyas, y aprovechando este contacto para leer su corazón. Un corazón que a medida que se habría para ella dejaba entrever la oscuridad que lo envolvía, una oscuridad que mientras más avanzaba amenazaba con quitarle el aire al hada, quien poco a poco se sofocaba más, mientras un escalofrío diferente a lo vividos ese día recorría su cuerpo, alertándola. Su alma le pedía a gritos que se alejara, la oscuridad de ese ser no podía ser buena para la luz que la envolvía a ella, y sin embargo no se movía, se había quedado paralizada… leerle el corazón a Dereth fue peor que morir, fue una tortura que pareció durar horas, aunque apenas habían transcurrido segundos para cuando el elfo había hecho que Ellette soltara su agarre.

—Tú no eres normal – Consiguió susurrar el hada temblorosa aun, si antes lo observaba con curiosidad, ahora el miedo había remplazado cualquier sentimiento que había podido sentir, pero duró poco, para cuando Dereth volvió a abrir la boca y nuevamente sus palabras la envolvieron, se odió más si es que eso era posible por seguir queriendo estar a su lado.

—Nunca dije que lo fuera.

—¡Me has engañado!— Le acusó volviendo a tener el control de su cuerpo y levantándose del césped.

 —Nunca te dije que fuera normal, nunca te hice promesas que no voy a cumplir, nunca te dije que en mí había luz… si hay alguien que ha engañado hoy, has sido tú misma – Habló también incorporándose y acercándose al hada nuevamente – No te hagas ilusiones, esa es mi segunda enseñanza.— Dejó caer mirándola a los ojos serio.

— No me interesa aprender nada de ti – respondió tajante, había imaginado que al ser un elfo de oscuridad había de ella en su interior, pero jamás pensó que eso sería lo único que encontraría allí, que no había nada más que eso en su corazón… Ellette no buscó bien y Dereth jamás le diría que había algo más allá de penumbra en él.— Llamaré a mis guardias. Es demasiado tarde, deben de andar buscándome y no podrás salir nunca de este bosque, nadie lo consigue sin mi permiso.— Creía que con eso tal vez lograría intimidarlo, si supiera quién era en realidad no lo habría intentado, de todas formas, intimidante o no, ahora se encontraba hablando sola, de alguna forma el elfo había desaparecido de un segundo al otro.

—Ya es tarde para que te niegues a mis clases, te dije que no había vuelta atrás. Ahora solo queda que me demuestres que no mientes y que eres una gran alumna – Le susurró la voz del elfo rozando su cuello con sus labios haciendo que se volteara rápidamente solo para ver como nuevamente desaparecía entre la tela de la capa que ahora lo envolvía, esta vez su desaparición fue definitiva.

Una vez Dereth se marchó del lugar, un cúmulo de emociones volvieron a invadir al hada, quien nuevamente había quedado paralizada por el miedo, mientras se imaginaba las razones de porqué un elfo oscuro estuviera en su bosque y se encaprichara con ella. Miles de teorías trabajó su mente mientras el bosque dejaba de tener nieve y volvía a estar desbordante de hojas secas, de realidad. Así la encontró su guardia personal que no se demoró en aparecer, logrando que volviera en sí y los acompañara al palacio, donde después de que se diera un baño y cepillara su cabello enredado por los juegos con el elfo logró dormirse, animada por la idea de que todo lo que le había dicho sobre el campo de Idriles no era más que mentiras.

****

Buscaba casi con desesperación entre lo que antes era un amago de campo de idriles, sabía que si no encontraba nada sus planes podían irse a la mierda y la sola idea lo ponía de mal humor, como si ya no tuviera suficiente. La mayoría de las flores no eran más que cenizas, pero confiaba que alguna de ellas se hubiera salvado, al menos su raíz, solo con eso bastaba… pero por más que buscaba no hallaba nada.

<<Patético>> Se repetía al ver cómo se encontraba ahora lleno de tierra, el traje estaba arruinado y el cabello además de estar lleno de hojas tenía cenizas. Así no parecía el malvado asesino a quien todos temían.

—¿Qué haces? –Preguntó una voz femenina de pronto haciendo que levantara el rostro de la tierra.

—Jardinería ¿y tú?

—Eso pretendía hacer, pero veo que te me has adelantado – Lo fulminó con la mirada— ¿Quién te crees que eres para intervenir en mis cosas?

—Yo podría preguntarte lo mismo, pero ambos sabemos que ninguno de los dos tiene respuestas lógicas y coherentes – Había vuelto a su trabajo.

—… Sigo sin entender… Quemaste las idriles y ahora, qué haces ahora.—Cuestionó confundida.

—Busco una flor que siga viva.

—¿Para terminar de eliminarlas? – Se horrorizó.

—Sinceramente, ¿tú crees que arruinaría mi mejor traje para terminar de matar tus flores? – Francamente a estas alturas Nadine no sabía qué creer, todo era demasiado extraño, y la actitud de Dereth le sorprendía muchísimo. Pero aun así sabía que no entierraría su ropa preferida por matar una flor, siendo que volviendo a quemar el lugar lo lograría en pocos segundos.

—Entonces buscas una flor viva con otro propósito.

—Evidentemente, qué lentas estás hoy – Se burló más que nada para ser él quien dijera la última palabra y que la mujer no comentara su aspecto. –Necesito un campo de idriles para ser libre.

—Necesitas un hijo para ser libre…

—Lo sé, y para eso necesito un campo de idriles.

—Para eso necesitas follar con un ser de luz, quizás tu vida sexual no es del todo activa, pero pensé que sabrías… –

—No te hagas la graciosa – La detuvo – Hoy hablé con Ellette y por cosas del destino, del cual sabes es difícil escapar – Agregó ante la mirada incrédula de Nadine, el que hubiera estado con Ellette la animaba, pero por otra parte todo resultaba increíblemente surrealista, más que antes si es que eso era posible. – si quiero que volvamos a estar juntos necesito un Idril, uno al menos.

—Llámame loca, pero juraría que es mucho más fácil que la seduzcas, que se enamoren…

— No quiero su amor, no me interesa. Ya te lo dije – Ni siquiera la miraba a los ojos y fingía seguir escarbando, ni el mismo se creía eso y le perturbaba, cuando le había mencionado antes el amor inocentemente, aunque no quería, sus palabras le afectaron y no de la forma que esperaba. No quería que le volvieran a sorprender jamás, si un sentimiento haría que ella lo siguiera definitivamente no sería el amor, primero que todo porque no era más que una mentira.

—Podrías tomarla simplemente… Por qué no lo haces – Cuestionó a pesar de no estar de acuerdo con esa idea, pero le inquietaba la reacción que estaba tomando Dereth, porque peor que alguien que desconoce el amor, es aquel que conociéndolo se lo niega a sí mismo, como un enfermo que finge estar fuerte… irremediablemente acabas muriendo.

—¿Te acuerdas de la primera vez que vine hasta acá? – Volvió a posar su mirada en los ojos de Nadine, quien asintió – Esa vez no le hice daño ni a ella, ni a su reino… ese fue mi regalo, he meditado sobre porqué lo hice…

— ¿A qué conclusión llegaste?

— No me gusta herir a la gente inocente, y ese día, todos celebrando, a pesar de que su celebración fuera en parte retorcida me parecieron inocentes.

— Es difícil creer tus palabras – Se había dejado caer sobre una cama de hojas secas y observaba como sin siquiera estar al tanto de esto, el elfo seguía buscando con sus manos alguna raíz viva.

— No considero que la gente sea inocente, esa es mi explicación, no es que me guste asesinar tampoco, pero no tengo resquemores con seres que no valen nada – Se encogió de hombros – Sin embargo, a veces, muy pocas –Aclaró— ocurre que llega alguien que es capaz de devolverles en parte esa inocencia. – Nadine esperó que siguiera hablando, pero no lo hizo y volvió a lo que hacía antes, esta vez más atento.

—Asumo que hablas de Ellette.

— Asumes bien – Respondió analizando un tallo, que luego de unos segundos descubrió muerto, todo estaba muerto y empezaba a entender la frustración de los silfos al ver el efecto del fuego sobre la naturaleza. – Si no le hice daño antes, no se lo haré ahora – La mujer sonrió, mientras a los lejos podía visualizar un idril que no estaba destruido y que seguramente Dereth no había sido capaz de ver porque solo se había enfocado en el espacio donde estaban todos los demás, sin mirar más allá.

—No entiendo todavía bien de qué va lo del campo de idriles, pero te daré una oportunidad – Se levantó y avanzó hasta donde estaba la flor, arrancándola desde la raíz y cubriéndola con sus manos. Dereth se acercó a su amiga esperando su aporte – No puedo asegurarte lo que sucederá con la flor, pero llegará al lugar de su destino – Dijo antes de posar sus labios sobre sus manos y soplar suavemente antes de abrirlas, haciendo que un polvo plateado y brillante saliera de ellas, y que junto a las hojas de otoño que volvían a elevarse se perdiera con el viento. Había vuelto la magia, pero pronto desaparecería. – Florecerá donde la flor lo crea indicado… ¿En serio no le harás daño a la gente inocente?

—Nunca lo he hecho Nadine y no lo haré, pero…

—¿Pero?

—Esta gente ya no es inocente.

—¿Qué hay de Ellette y todo lo que dijiste antes?

— Me temo que su don para hacer que se vuelvan inocentes ahora solo sirve para ligar, es una lástima – Sonrió

—¿Le harás daño entonces?

—No, y aunque se lo hiciera… —Suspiró luego de meditar unos segundos— no será de la forma que crees.

—¿Vas a destruir el bosque? – Le preguntó, aunque para estas alturas ya le estaba dando la espalda y se cubría nuevamente con la capa, con su capa, que más que darle libertad solo le ayudaba a destruir más, y a destruirse más a sí mismo también.

—Voy a recuperar mi libertad, solo eso – Dicho esto se marchó, no ocuparía fuego, estaba descartado al ver lo frustrante del trabajo de hoy. Dereth tenía otros métodos para destruir, Nadine lo sabía, así como sabía que no podía impedir que la oscuridad lo invadiera o que hiciera estas cosas, era su trabajo al fin y al cabo. Se sentía frustrada, no quería llorar, ella era fuerte, pero aun así lo hizo previo a marcharse antes de ver ese lugar todavía vivo cubierto por la muerte—

****

Ellette despertó temprano en la mañana envuelta por los primeros rayos de sol que se asomaban desde su ventana pensando que todo lo que había sucedido el día anterior no había sido más que un mal sueño y que hoy tendría que volver a bosquejar al astro rey, esta vez claro está procurando refugiarse desde el principio bajo un arbusto tupido. Pronto descubrió que nada de eso sucedería, el día anterior no había sido un sueño, sino que el comienzo de una larga pesadilla, que había tenido su inicio al leerle el corazón al elfo y como segunda escena plantas y animales muertos producto del envenenamiento del río proveedor. Un tal Kra Dereth había sido el que había cometido la infame acción de contaminar la más importante fuente de vida del reino, desde ese día Ellette no olvidaría su nombre, aunque su rostro ya llevaba varias horas en su mente sin saberlo.

—Oye Laila, ¿alguien sabe de qué raza es ese  Kra Dereth? —le preguntó Ellette a una pequeña hada, que formaba parte del grupo de su séquito de doncellas.

—Es un elfo oscuro, es de lo poco que se sabe de él.— Le contestó rápidamente. Si algo le gustaba a las hadas era cotillear, incluso en ocasiones como estas en las que por cosas del destino seguía con vida. El palacio tenía víveres y agua suficiente, y había sido esta la razón por la que a ellos no les había afectado le treta del archiconocido y malvado Kra Dereth.

Las palabras de su doncella no sorprendieron a Ellette aunque le hubiera gustado decir que sí, ya sabía quién había sido el encargado de tal infamia desde el principio. Había sido el mismo elfo que ayer le prometía clases de arte, el mismo que se había atrevido a intentar seducirla, el mismo que había demostrado ser diferente a los demás… el mismo que la había encantado. Sin embargo, a pesar de todo esto y de que incluso en parte lograra su propósito, no lo dejaría salirse con la suya, ella también sabía un par de cosas y no dudaría a la hora de enseñarle. Ella ganaría, se vengaría, y volvería al palacio con honores y con una aventura en el cuerpo. Se odió por sentir que se aprovechaba de la situación, pero era su destino y no pretendía escapar de él, y menos del elfo. Lucharía.

En fin, me quedó larguísimo XDDD Gracias por leer, en serio, si llegaste hasta acá te mereces un premio XDD

¡Ah! si quieres saber más de la pareja tengo subido: Gealach y La ciudad del caos :333

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