━ 𝐕: Te veo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

N. de la A.: os aconsejo escuchar la música de multimedia mientras leéis el relato. De este modo lograréis una mayor inmersión y gozaréis de una mejor experiencia.

✹.✹.✹

──── RELATO V ────

TE VEO

────────✦•✦────────

 Recuerda que no estás solo.

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        NO PUEDES DORMIR.

Por más que cierras los ojos, tu mente no es capaz de desconectarse de tu cuerpo. Lo has intentado todo, desde contar ovejas hasta ponerte los auriculares y escuchar música relajante, pero nada funciona. Ni aun estando recostada en la cama consigues caer en los brazos de Morfeo. La oscuridad que reina en tu habitación es tu única compañera y confidente esta noche.

Giras tu cuerpo hacia la izquierda, luego hacia la derecha. Te colocas bocarriba y bocabajo, con las piernas estiradas y en posición fetal. Te tapas, te destapas y maldices por lo bajo. Siempre te pasa lo mismo cuando las vacaciones llegan a su fin: durante esos días de libertad te acostumbras a acostarte y levantarte tarde, pero cuando llega la noche previa al retorno a la rutina eres incapaz de pegar ojo.

Estiras un brazo y tanteas la superficie de tu mesita de noche. A ciegas, coges tu teléfono móvil y lo enciendes. Los dígitos que aparecen en la pantalla de bloqueo te indican que son las tres menos cuarto de la mañana.

Suspiras.

Con dedos rápidos y ágiles marcas los cuatro números que actúan de contraseña para desbloquear el aparato. Una vez te encuentras en la pantalla principal, entras en tus redes sociales. En Instagram das me gusta a un par de fotos que te llaman la atención, en Twitter compartes algún que otro meme que te hace reír entre dientes y en TikTok se te va el tiempo viendo vídeos absurdos de gente que no conoces.

Vuelves a fijarte en la hora y te das cuenta de que han pasado quince minutos más. El tiempo se te escurre como el agua entre los dedos y eres consciente de que, a este paso, va a sonar la alarma y no has conseguido descansar nada. Te resignas, cada vez más convencida de que vas a enfrentarte a tu primer día del nuevo cuatrimestre sin haber pegado ojo en toda la maldita noche.

Las tres y cinco de la madrugada.

Apartas las sábanas de mala manera y te levantas de la cama como un zombi. Sueltas un exabrupto cuando tus pies descalzos toman contacto con el frío suelo. Te calzas rápidamente tus zapatillas de andar por casa y es en ese momento cuando tu móvil vibra un par de veces, avisándote de que te han mandado un WhatsApp.

Frunces el ceño, puesto que no son horas para enviar mensajes. Tus amigas de la facultad están dormidas y dudas mucho que alguien de tu clase haya hablado por el grupo.

Vuelves a extender la mano hacia la mesita y aferras nuevamente el móvil. Tu entrecejo se arruga aún más cuando en la ventana flotante aparece la palabra «Mamá», junto con un mensaje que te descoloca e inquieta a partes iguales.

«Te veo».

Con la curiosidad mordisqueándote las entrañas, entras al chat y compruebas la hora del mensaje, dado que eres consciente de que a veces WhatsApp no los notifica hasta varios minutos después de haber sido mandados. Pero esta vez no es el caso. El texto ha sido enviado ahora mismo, a las tres y siete minutos.

Niegas con la cabeza y chasqueas la lengua. Tu madre y tú sois muy dadas a gastaros bromas y asustaros siempre que podéis. Al vivir las dos solas os resulta sencillo llevar a cabo vuestras pequeñas maquinaciones, pero esta vez tu progenitora se ha pasado de la raya. Pones los ojos en blanco y, luego de prender la luz de la lamparita, te encaminas hacia la puerta.

Lo primero que ves nada más abrirla es una profunda lobreguez que lo envuelve todo en un manto negro y opaco. El corredor y el resto de la casa están a oscuras, por lo que no hay señales de actividad. Tu mirada se desvía entonces hacia la puerta cerrada que conduce al dormitorio de tu madre. No se ve ni el más mínimo haz de luz a través de las rendijas, lo que te hace rodar de nuevo los ojos. Tu progenitora es mucho de tirar la piedra y esconder la mano.

Pones rumbo al baño, ya que te han entrado ganas de orinar, y apenas das la luz te percatas de que el móvil de tu madre está cargando sobre la encimera en la que se encuentra encastrado el lavabo.

Aquello te extraña, pero decides no darle importancia. Te estás poniendo de mal humor y lo único que quieres es aprovechar las horas de sueño que te quedan. De modo que haces tus necesidades y, tras tirar de la cadena y lavarte las manos, regresas a tu cuarto. Una vez allí, te acuestas nuevamente en la cama y te tapas. Revisas el móvil en un acto reflejo, pero no tienes más mensajes extraños.

Suspiras por segunda vez y cierras los ojos.

Estás harta de contar ovejas y de escuchar ASMR, por lo que simplemente dejas tu mente en blanco. Para tu sorpresa, poco a poco te vas relajando, sumiéndote en un apacible duermevela. Las paredes son finas, de manera que oyes los ronquidos de tu progenitora. Sin embargo, no te molestan. Has entrado en una especie de limbo del que no quieres salir. Tus sentidos comienzan a abotargarse y tu respiración se acompasa con los latidos de tu corazón.

Pierdes la noción del tiempo, pero hay algo que vuelve a ponerte alerta.

La vibración del móvil.

Tu cuerpo se activa por mero instinto y tu mente emerge de esa esponjosidad característica del mundo onírico. Finalmente abres los ojos y, con un humor que no hace más que empeorar con el transcurso de los minutos, vuelves a coger el móvil. Tus músculos se contraen al ver un nuevo mensaje de tu madre. Es exactamente el mismo texto de hace unos minutos.

«Te veo».

Tus ojos ascienden a la parte superior de la pantalla, reparando en que tu progenitora está en línea. Resoplas, exasperada, y no vacilas a la hora de empezar a escribir. Tienes que presionar la tecla de borrar un par de veces, puesto que aún estás algo adormilada y no atinas a la hora de escribir bien ciertas palabras.

«Una vez vale. Dos ya no hacen gracia».

Envías el mensaje. Tu madre continúa en línea.

Es entonces cuando te das cuenta de algo, y es que los ronquidos no han cesado en ningún momento.

Un escalofrío te recorre de pies a cabeza, haciendo que el vello de la cerviz se te erice. Esto se está convirtiendo en una broma de mal gusto.

Gruñes entre dientes y, sin pensártelo dos veces, vuelves a salir de la cama. Por segunda vez en lo que va de noche tus pies se dirigen hacia la salida de tu habitación, solo que ahora llevas el móvil encima. Abres la puerta y, una vez más, solo te recibe oscuridad al otro lado del umbral. Tu mirada vuelve a clavarse en el dormitorio de tu progenitora, pero sigue sin haber señales de actividad dentro. Los ronquidos, por otro lado, son más intensos ahora que estás en el pasillo.

Tu primer impulso es irrumpir en su cuarto y reprocharle su comportamiento infantil. Pero, en lugar de eso, te quedas inmóvil frente al baño. La puerta está exactamente igual a como la dejaste rato atrás, ligeramente entornada. Tu madre siempre se molesta por eso, por el hecho de que nunca las dejes bien cerradas.

Un nuevo escalofrío te pone la piel de gallina, pero, a pesar de la intranquilidad que se ha abierto paso en tu interior, te adentras en el cuarto de baño. Prendes la luz de inmediato, con los nervios cada vez más crispados, y el corazón te da un vuelco dentro del pecho al vislumbrar el móvil de tu madre sobre la encimera del lavabo. El aparato tampoco ha sufrido variaciones en su posición.

La sangre empieza a cantarte en los oídos y, aunque una vocecilla en tu cabeza te repite una y otra vez que no lo hagas, alzas la mano en la que sostienes tu propio móvil y lo vuelves a desbloquear. El chat de tu progenitora aparece de nuevo en la pantalla y a ti se te queda atascado el aire en mitad de la garganta cuando ves que sigue en línea.

No entiendes nada. No sabes qué está pasando.

El pánico hace presa de ti.

Tus pulsaciones se disparan y en un abrir y cerrar de ojos regresas corriendo a tu habitación. Allí te encierras de nuevo y enciendes rápidamente la lamparita que reposa sobre tu mesita de noche. Tu cuerpo no deja de temblar, y aquello sigue siendo así incluso cuando te metes en la cama y te cubres hasta arriba con las sábanas. Los ronquidos de tu progenitora, más suaves ahora que vuelves a estar en tu dormitorio, continúan siendo el único telón de fondo. Aunque eso cambia cuando, de un momento a otro, dejan de escucharse.

Contienes el aliento cuando todo queda sumido en un silencio sepulcral. Tu mente bulle de actividad, tratando de encontrar una explicación razonable a lo que está ocurriendo. Pero, por más que te devanes los sesos, no das con nada lo suficientemente coherente. Tu madre está durmiendo en la habitación de al lado y su móvil está cargando en el baño. ¿Cómo es posible entonces que esté en línea?

Tu cuerpo se pone rígido cuando, sin previo aviso, tu móvil vuelve a vibrar dos veces seguidas. La pantalla del aparato se enciende a causa de la entrada de un nuevo mensaje, y tu corazón se acelera cuando tu mirada desciende hasta la ventana flotante de WhatsApp. El sabor amargo de la bilis inunda tu boca al leer por tercera vez el mismo mensaje.

«Te veo».

De pronto, la luz de la lamparita se apaga. No titila como haría cuando la bombilla se funde o empieza a fallar, sino que la habitación se queda directamente a oscuras. Incluso jurarías haber oído el característico click que produce el interruptor al ser desactivado, pero a estas alturas ya no sabes si son imaginaciones tuyas o si es que la falta de sueño te está jugando una mala pasada.

Lo que sí sientes con total claridad es una presencia a tu lado, como si no estuvieras sola en el cuarto. El miedo repta por tu cuerpo como la más furiosa de las serpientes, dejándote paralizada. No puedes llorar, no puedes gritar... Ni siquiera eres capaz de moverte, oculta como estás bajo las sábanas, como si estas fueran a protegerte de los terrores que se ocultan en las sombras.

Lo siguiente que notas son unos dedos largos y fríos cerrándose en torno a tus tobillos como grilletes.

—Te tengo —te susurra una voz al oído, áspera, sibilina y de ultratumba.

Ahogas un grito de horror.

Y entonces todo se vuelve negro para ti.

··◦ • ◦··

· · • • • ──⊱≼✵≽⊰── • • • · ·

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

· INFORMACIÓN ·

— ೖ୭ Fecha de publicación: 31/10/2023

— ೖ୭ Número de palabras: 1794

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

· NOTA DE LA AUTORA ·

¡Feliz Halloween, calabacitas!

Ha pasado un tiempo desde la última vez que publiqué un relato, ¡pero aquí estamos de nuevo! Retomando la costumbre de actualizar el 31 de octubre, jeje. Admito que este relato lleva escrito desde enero, pero no he querido subirlo hasta ahora porque ya sabéis que adoro actualizar esta antología en Halloween uwu

Y hasta aquí mi reporte anual xP Espero que os haya gustado o que, al menos, os haya inquietado un poquito. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro