12. Ayuda

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Como se habían prometido a sí mismas, estuvieron los tres días siguientes sin acercarse a él ni decirle nada, aunque sí que lo acecharon en algún momento que otro. ¿Confirmamos que se estaban ganando una denuncia por acoso? ¡Confirmamos!

¿Quién es ese hombre? —canturreaba Virginia cada vez que lo veían, normalmente desde detrás de un árbol que no las tapaba apenas.

Victoria aprovechaba para darle un leve golpe en el brazo, que provocaba más su risa que el que se callara, y ella no tenía más remedio que reírse también. Jack, por su parte, seguía a lo suyo, o trataba de hacerlo, a pesar de que se desconcentraba alguna que otra vez debido al poco disimulo que ambas tenían.

Como te digo, tres días las aguantó, ¡tres! ¡Si él supiera por lo que yo tuve que pasar con esas dos juntas! Aquella tarde, después de entrenar como buenamente pudo, llenó los pulmones de aire y se armó de valor. Se miró las manos y pude vislumbrar el momento exacto en el que se resignó. Él también se dio cuenta.

Recogió su hacha del tocón, parecía Oliver obsesionado con ir siempre con la pelota de fútbol, pero él con su hacha. Se fue a casa a darse una ducha rápida, antes de presentarse en la casa donde sabía que ella se estaba quedando.

—¡Oh, vaya, Jack! ¡Qué sorpresa! No te esperaba aquí.

Las palabras atropelladas de Victoria habrían tenido más sentido si no le hubiera abierto la puerta antes de que él pegara, puesto que, a pesar de la oscuridad que comenzaba a notarse en la calle, lo había visto llegar por la ventana. Puso los ojos en blanco no creyéndose nada, y ella tan solo carraspeó incómoda.

—¿Puedo? —pidió él guardando las buenas formas, como siempre.

—Claro, claro —contestó apartándose rápida de la puerta para que él pudiera pasar.

Virginia estaba sentada con las piernas cruzadas y hacía como que sacudía alguna pelusa de su pantalón. Se hizo la sorprendida cuando él entró en el salón de casa, seguido por Victoria. Si me lo preguntas, a ninguna de las dos le darían el Óscar por su actuación de esa tarde.

—¿Qué tal? Soy Virginia —comenzó a presentarse tras ponerse en pie—. ¿Y tú eres...?

Llegó a pensar que, si seguía poniendo los ojos en blanco, en cualquier momento no tendría vuelta atrás y se quedaría así, pero no podía evitarlo.

—Disculpe, señorita, llevan tres días escondiéndose... mal, he de decir, detrás de un árbol cualquiera. No quiera hacerme creer que no sabe cómo me llamo —dijo sarcástico, aunque manteniendo las formas, que a ella aún no la tuteaba.

Ella le dio la razón con un gesto y se sentó de nuevo. Victoria le ofreció algo de beber y de comer, pero él negó con la cabeza. Sí que tomó asiento cuando ella le señaló una butaca que tenía a su lado, para ir junto a su amiga y sentarse también.

—Entendería que nos quisieras denunciar por acoso —habló Virginia con su obviedad habitual.

—Por lo menos lo tiene claro —comentó Jack, provocando que ella asintiera.

—Que estés aquí... —empezó a hablar tentativa Victoria—, ¿significa que me vas a ayudar?

Jack hizo una mueca con la cara y negó de nuevo, de forma lenta y tranquila, haciendo que las esperanzas de Victoria cayeran un poco.

—Que esté aquí significa que voy a escucharte.

Ella respiró hondo y asintió. Su aura me decía que no podía esperar más de él, pero que se tenía que conformar con ello, al menos al principio, hasta que atacara de nuevo a convencerlo.

—Al margen de lo que te haya dicho la televisión, ¿qué te hace pensar que puedo hacer algo para ayudarte con tu marido? Nadie puede hacer nada.

—Eso no es del todo cierto —corrigió ella.

Fue entonces que se dispuso a contarle todo con pelos y señales, nada de un pequeño resumen que era lo que había hecho la vez anterior que habló con él. Pero claro, te puedes imaginar la cara de Jack, no dando crédito a lo que escuchaba, porque si bien él tenía antecedentes mágicos, estaba flipando en colores, la verdad.

—Creo que le ha dado un ictus —comentó Virginia cuando su amiga finalizó todo su relato y él se quedó callado parpadeando raro.

Victoria le siseó para callarla, y esperó paciente a que saliera de su estupor. ¡Boom! ¡Ahí tienes, Virginia, también he añadido estupor!

—Yo no puedo hacer eso —dijo por fin.

—Espera, espera, espera —habló Victoria poniéndose de pie—, no te apresures a decirme que no.

En honor a la verdad, él no se estaba apresurando porque llevaba pensando esa respuesta desde hacía bastante, pero le concedió unos minutos más para zanjar el tema.

—Yo sé que todo esto te puede parecer una locura —dijo, obviando el bufido de los otros dos—. Pero sé que tienes la magia para ayudarme. No me conoces, no me debes nada ni te tengo por qué importar en absoluto, pero necesito esto. No sé cómo es que creo en estas cosas, cómo es que confío en que un artefacto que ni sé cómo es va a poder devolverme al amor de mi vida, pero lo sé, lo siento. Y te pido por favor que me ayudes a lograrlo. Por favor —imploró juntando las manos en señal de súplica.

Jack rechinó los dientes, un gesto que no hacía desde tiempo atrás, o eso me decía su aura. Vale, su aura y su gesto de dolor. Miró a Virginia, la loca que parecía más cuerda de las dos, y ella tan solo se encogió de hombros. Había aprendido que no podía quitar ciertas ideas de la cabeza de su amiga, y esta estaba claro que esa era una de ellas.

—Si te sirve de algo —se atrevió a hablar Virginia—, se está planteando contratar a un hipnotista para que la ayude a convencerte.

—¡Virgi! —le reprochó Victoria para luego girarse hacia él, quien las miraba con el ceño fruncido—. Eso no es cierto, no te lo creas.

—¡Es lo que me has dicho! —se defendió su amiga.

—¡Si lo has sugerido tú! —alzó la voz.

—Y tú has aceptado.

—¡Te lo he dicho de broma!

—¡Hace unos pocos meses que no bromeas! Y mira que has llegado a hablarme de... ¡señales everywhere!

Continuaban hablando cada vez más alto, y de forma más absurda, para qué te voy a engañar.

—¡Pues esto lo era!

—¡Pues...!

—¡BASTA YA! —gritó Jack, quien se puso en pie, parando la siguiente réplica.

Ambas se callaron de inmediato y él se volvió a sentar con actitud cansada. Ellas se mantuvieron en silencio pues parecía que estaba pensando algo y no querían molestarlo, no más de lo que ya lo hacían, al menos.

—Vale. Si te ayudo —comenzó, y tuvo que alzar la mano para detener a Victoria, quien ya lo miraba con un gesto emocionado—, no estoy diciendo que lo vaya a hacer, pero si te ayudo, ¿te irás de mi pueblo?, ¿me dejarás tranquilo?

Victoria asentía con fervor a su petición, una bastante razonable, si se me permite opinar. Que ya que lo cuento yo, qué menos que se me permita, ¿no?

—¿Aunque el resultado no sea en absoluto el que piensas?

En esa ocasión el asentimiento no fue tan efusivo, pero sí algo más ceremonioso. Quería dejarle claro que, aunque confiaba en su instinto, si algo fallaba pararía, o eso fue lo que yo entendí, claro.

El suspiro de Jack le dijo todo lo que ella necesitaba saber. Lo haría, vaya si lo haría. Sabía que no habría otra forma en la que ella lo dejara vivir en paz de nuevo. Sus manos vibraron un poco más en ese momento, su propio cuerpo conspirando en su contra, necesitando volver a funcionar.

Se puso de pie, dispuesto a marcharse para comenzar a hacerse a la idea de que había aceptado hacer algo que no estaba seguro de poder conseguir, de hecho, no confiaba en absoluto en poder hacerlo. Victoria intentó hablar, aunque él levantó la mano para detenerla.

—Mañana será otro día —dijo sin dar opción a réplica.

Hizo un gesto con la cabeza, en señal de despedida y se fue, dejándolas allí algo incrédulas y silenciosas.

—Acaba de decir que me va a ayudar, ¿no?

Era normal que no se lo terminara de creer, pero la esperanza resplandecía en sus ojos. Virginia, por su parte, asentía lentamente, aún mirando hacia la puerta.

—Me va a ayudar... ¡Me va a ayudar! —repitió más alto con una amplia sonrisa.

Virginia seguía mirando hacia la puerta hasta que su amiga le llamó la atención.

—Perdona, Vi, es que ¿tú has visto qué culo tiene? Ese chico está bien hecho, ¿eh?

Victoria rio de nuevo y negó dándola por imposible.

—Yo no lo veo tan guapo —admitió.

Virginia chasqueó con la lengua en el paladar y puso los ojos en blanco al más puro estilo Robert Downey Jr. No me puedes decir que no la has visualizado, has podido verla, ¿a que sí?

—Pues tiene un rollo rural que gusta.

Cuando miró a Victoria la vio con una expresión entre desconcertada y socarrona.

—¿Un rollo rural?

—Claro, Vi. No te hagas ahora la nueva. El tipo es la fantasía rural de cualquiera, tú hazme caso.

Su amiga volvió a negar divertida.

—Tú sigues cegada por Carlos, te lo digo yo —dictaminó levantándose de su sitio—. Me voy a la cama... a soñar con los angelitos.

—Angelitos rurales.

Alzó las cejas varias veces como única respuesta y se marchó con una sonrisa.

Victoria también sonrió, y su sonrisa se hizo más amplia cuando, en efecto, volvió a darse cuenta de que él la iba a ayudar. Se permitió un instante para disfrutar de aquel avance, soñando con que llegara mañana para comenzar con la siguiente parte del camino. Claro que no tenía ni idea de con cuántas curvas se iba a encontrar. 

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