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Acomodé la ropa limpia en un banco y comencé a desvestirme. Estaba agotada, llevaba una semana intensa desde que el capitán decidió aumentar mis entrenamientos. No sé cómo cree que alguien puede aguantar su explotación.

Me estiré haciendo que mi espalda crujiera y solté un gruñido sin ánimos. Caminé hacia la ducha. Estaba sola, claramente todas estarían durmiendo ya, no es normal que se desvelen hasta tarde. Bueno, no es normal si no eres Eun Yeong.

Finalmente el agua comenzó a caer por mi cuerpo, esto si era relajante y no el spinner con el que se pasa el día JungKook. He pensado en botarselo sin que sé de cuenta, pero no quiero escuchar como llora por su cacharro rojo con stickers de Spiderman.

—!Eun!

¿Ya he dicho que odio a Ji Woon?

Cerré la ducha y saqué mi cabeza para que pudiera verme.

—El capitán Kim te está buscando. Dice que si no apareces en cinco segundos tendrás un castigo...—fruncí el entrecejo. Me di cuenta de que mi amiga estaba en pijama y lucía algo adormilada. ¿Acaso la había despertado?—. Y ya pasaron tres segundos.

—Mierda—salgo rápido sin importarme qué Ji Woln me pueda ver desnudar y me envuelvo en la primera toalla que vi.

Mi experiencia con este chico me ha demostrado que no importan las condiciones en las que esté, siempre, SIEMPRE, debo llegar a tiempo.

Parecía más loca de lo normal corriendo por los pasillos solamente con una toalla encima. Si alguien se despierta ahora podría resbalar con el piso mojado por mi culpa.

Ahora me viene algo a la mente, no le pregunté a la rubia donde me esperaba Don Mandón...MIERDA. Piensa Eun Yeong, si me llama es porque quiere castigarme así que debe estar en el patio trasero. Bien, ahora a correr hacia ahí.

Llegué más sofocada de lo normal. El baño no sirvió de nada, estoy empapada en sudor gracias al maratón que acabo de correr.

Busqué con la mirada al señor jefe y lo encontré mirándome fijamente un poco apartado de las instalaciones. Caminé hacia él y comencé a sentirme intimidada por su mirada. Mal momento para recordar que la toalla no es la más grande del mundo.

—¿Así viste un soldado?

—Se supone que cuando está en la ducha no debe llevar nada puesto—respondo y me autogolpeo mentalmente por hacerlo.

—Podías ponerte algo decente.

—Si llegaba tarde con usted recibiría un regaño.

—También lo recibirás por estar semidesnuda frente a mí—cierro los ojos tratando de calmarme. Me crucé de brazos para sujetar más la toalla a mis pechos.

–¿Para que me llamó?

—Hace poco acaba de llover y me pareció buena idea que corrieras en la pista de tierra. El fango debe llegarle al cuello—sonríe cínicamente.

—No puedo hacerlo así—me miro de arriba abajo. Por favor que no me obligue a hacerlo así.

—Puede ir a vestirse, tiene cinco minutos. Si no llega a tiempo tendrá un castigo peor—se gira dándome la espalda y le saco la lengua sin que se dé cuenta.

Me giré yo también para ir hacia el edificio del que hace poco salí.

—"Si no llega a tiempo tendrá un castigo peor"—lo imito en susurros—. Estúpido, engreído...

Un relámpago me hace dejar de lado mis insultos. Miré el cielo y hago una mueca al verlo tan oscuro. Se dice que si no se ven las estrellas es porque lloverá. Espero que esta vez sea la excepción.

____
—Aún te falta darle tres vueltas al terreno—habla firme cuñado ve que detuve mi paso para tomar respiraciones agitadas. No entiendo como le cabe en su cabeza que este es el mejor momento para entrenarme.

—No tienes que informarme cada cinco minutos sobre cuantas vueltas me faltan—dije con dificulta. Creo que soy asmática, ¿me pueden traer un inhalador?

—Esa no es manera de hablarle a tu superior—dice firme—. ¿Sabes qué? Hice recuento y te faltan cinco—sonríe y hago una mueca de asco.

—Como digas—susurro y comienzo a correr nuevamente, mis piernas flaqueaban, pero trataba de mantenerme firme.

—¿Cuando aceptarás que no tienes material para ser soldado y sólo eres una princesa delicada?—pregunta una vez paso por su lado.

—¡No me llames princesa!—escupo con rabia subiendo un poco la voz por la distancia. Odio que me llame así, no se cuantas veces tendré que decírselo.

Sonrió con superioridad y se cruzó de brazos apoyando todo su peso sobre su pierna derecha. Él disfruta torturándome, y yo lo odio más con cada paso que doy.

No sé en qué momento comenzó a llover y debía hacer más esfuerzo para correr. Mis zapatos se quedaban atascados en el fango, pero no podía detenerme.

De esta cojo neumonía.

Kim Nam Joon estaba demasiado relajado para estar bajo el agua que caía, no entiendo como este hombre puede lucir tan indiferente ante las cosas, en este caso, ante el frío.

Dejé de correr cuando llegué a su lado y puse mis manos sobre mis muslos para tratar de arreglar mi respiración. Creo que me voy a desmayar.

—Te demorabas un poquito más y veíamos el amanecer—habla y lo miro. Mi cabello mojado caía sobre mi rostro impidiéndome ver con claridad, lo acomodé a un lado.

—Podíamos hacer esto en otro momento, no ahora.

—Tengo insomnio, por lo tanto no me molesta—bufo.

—¿Puedo retirarme?—entrecierro los ojos ya que el agua me molestaba.

—¿Tanto odio me tienes?—pregunta de repente. Fruncí el entrecejo.

—Esa pregunta debería hacérsela yo a usted—me cruzo de brazos—. Desde el primer día me trató mal. Me hizo trabajar como si fuera una esclava. ¿No podías tomarla contra otro soldado?

—Te estabas duchando en el baño de los hombres—explica como si eso arreglara algo.

—¡No por eso debías odiarme!

—¡¿Sabes lo mal que se ve eso?!—sube el también la voz.

—Vale, puede que se malpensara. Pero no fue nada. Solo vagancia.

—No puedes ser vago cuando estás en el ejercito.

—Lo entiendo. ¡Lo entiendo!—gruño—. Desde que me conociste has hecho hasta lo imposible para sacarme de este lugar. ¿Por qué?

—No estaba tratando de sacarte.

—No entiendo—la lluvia ya no era tan fuerte como antes.

—Estaba tratando de hacerte más fuerte. Sabía que tenías potencial, solo necesitaba explotarte para hacerlo salir—suelto una carcajada.

—¿Me estás diciendo que todo este tiempo me has tratado mal y me has hecho sufrir para hacerme mejorar?

—No le veo la gracia—vuelvo a soltar otra carcajada.

—Esto no es un drama de romance. Deja de darme excusas tontas sobre tu comportamiento conmigo. Dime la verdad, ¿te recuerdo a una ex?—levanto una ceja, él no responde, pero si sonríe negando con la cabeza—. ¿No? ¿Entonces qué es? ¿Te gustó y crees es del odio al amor solo hay un paso? ¿Que los que se pelean se desean?

—¿No es más fácil creer mi explicación?

—No puede ser la real. ¡No puede ser que todo este tiempo me hayas hecho odiarte cuando tú solo tratabas de hacerme mejorar!—me niego a creer que todo esto era un plan—. Si es así. ¿Por qué me lo cuentas ahora?

—Tal vez porque ya tienes potencial y no me necesitas para seguir entrenándote...—guarda silencio.

—¿O?

—O me traspasan mañana a la frontera y tal vez no volvamos a vernos jamás—abrí mucho los ojos. Comencé a tener más frió y me abracé con mis brazos—. Mañana puedes volver a entrenar bajo el mando del sargento Min. Lo hablé con él ya.

—No puede ser que ahora quedes como el bueno y yo la mala.

—No se trata sobre quién es el bueno y quien es el malo. Es sobre quien es el fuerte y quien es el débil. Y tú has demostrado ser fuerte.

—¿Entonces tú eres el débil?—pregunto sin entender su pequeño discurso motivacional.

—Es una forma de decirte que eres fuerte—me mira mal y asiento apretando los labios. La verdad sigo sin entenderlo—. Además, es un método que usan muchos superiores para sacar el potencial de sus subordinados.

—No es tan malo cuando no me está gritando por hacer todo mal.

—No es tan malo cuando finalmente haces las cosas bien—ruedo los ojos.

—Entonces...—guardo silencio unos segundos—. ¿No nos volveremos a ver?

—Si todo sale como lo planeado, espero que no—asiento—. Fue un placer entrenarla soldado—estira su brazo hacia mí. Me quedo estática en mi lugar. ¿De verdad esto está pasando?

—El placer fue todo mío—le doy un apretón. Ambos a la vez miramos el cielo, ya casi ni caían gotas.

—Debemos entrar si no queremos enfermarnos—señala con la cabeza el edificio.

—Creo que ya es tarde para eso—miro nuestras manos aún tomadas y él la deja libre poco a poco. Comienza a caminar y lo sigo.

—Puede dejar de hacerse cargo del armamento. Alguien especializado tomará su lugar.

—¡¿Me está diciendo que hacía mal mi trabajo?!—subo mucho la voz haciéndolo reír.

—También puede dejar la cocina si quiere. Tendrá que concentrarse en pasar todos los exámenes de vuelo—le sonrió.

—Me gusta trabajar en la cocina, he hecho buenos amigos—asiente—. Extrañaré ver su ceño fruncido—suelto sin pensar. Nos detenemos uno frente al otro ante la puerta de la edificación.

—Yo extrañaré escucharla gritarme.

—Sabía que te gustaba que te gritara—reímos.

—Eres algo bipolar—me señala con el dedo índice.

—No soy bipolar, solo tengo días buenos y días malos.

—Conmigo eran más malos que buenos—abre la puerta para mí.

—La caballerosidad no ha muerto—me burlo.

—Las princesas se lo merecen.

Y por primera vez, no me molestó que me llamara princesa.

_____
¡Mátenme!

Odio cuando me enfermo. Odio despertar media muerta. Odio estornudar. Odio que me duela la garganta al tragar. Y odio la lluvia por hacerme esto.

Ji Woon llevó su mano para tapar la sonrisa que tenía en su rostro. Estaba disfrutando mi mala cara. Le odio tanto.

—Creo que deberías descansar un rato—sugiere y trato de no enojarme.

—No puedo irme a dormir y dejar todo mi trabajo sin hacer—digo como si fuera obvio.

—Pareces Rodolfo el reno—se burla de mi nariz comenzando a reír. Rodé los ojos.

—Y tú parecerás un mapache cuando te deje el ojo negro de un puñetazo—amenazo haciéndola reír mas.

—Creí que era dejarlo morado.

—No sé que animal tiene el borde de los ojos morados—susurro y suelta otra carcajada—. ¡Déjame en...—no pude terminar de gritar ya que el estornudo me interrumpió.

—Vale, debes ir a dormir un rato o tomar algo. Vete tranquila, yo hago esto por ti—me da un empujón quedando frente al lavadero.

—Gracias—mis párpados estaban cerrándose solos. Estoy exhausta.

—Para eso estoy—me lanza un beso y me voy de ahí.

Arrastraba mis piernas sin ganas de nada. No quería llegar hasta la habitación. Mejor voy a la enfermería a buscar algo que me pueda activar o que impida que tenga fiebre.

Me paré en seco cuando vi a Kim Nam Joon caminando al lado de Min Yoongi. Llevaba una maleta en su mano. No mintió cuando dijo que se iba. La verdad si lo había dudado un poco.

Su mirada coincidió con la mía y me regaló una sonrisa. Creí que seguiría de largo, pero al contrario, se despidió del enano con un abrazo y caminó hacia mí.

—Así que te vas—hablé luego de unos segundos.

—No me extrañes mucho.

—Ya quisieras—sonrío.

—No tienes de que preocuparte, te dejo en buenas manos.

—Cualquiera es mejor que tú—abre mucho los ojos.

—Fue un golpe duro directo a donde no me importa—reímos—. Deberías ir a la enfermería, pareces enferma—se concentra en mi nariz.

—Dime algo que no sepa.

No tengo ni la menor idea de que está sucediendo entre nosotros desde ayer. Pero esto es mejor que estar discutiendo y recibiendo castigos.

Ya no sirve de nada, no lo verás nunca más.

—Tengo que irme—señala la puerta.

—Supongo que esta es la despedida.

—Hasta nunca, princesa—comienza a caminar.

—Hasta nunca, Don Mandón—murmuro, pues por la distancia ya era casi imposible que me escuchara.

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