XV

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Su leve murmuro me impresionó y algo dentro de mí se movió, pero no dije nada, no quise parecer entrometido, solo lo dejé a él desahogarse de la manera y en el tiempo que quisiera hacerlo.

Sin embargo, luego de algunos segundos en la misma posición, ambos dimos un salto, de hecho, Ricky hasta maldijo por lo bajo en el instante que un claxon sonó tras nosotros. Una risa vaga se me escapó y no tuve más remedio que continuar el viaje.

—Tu historia con Tadeo me hizo pensar que quizás él podría…

Volteé la mirada hacia él por un momento y pude sentir su dolor, las lágrimas habían enjuagado todo rastro del chico bromista que siempre llevaba una sonrisa en el rostro, pero Ricky se limpió los ojos, usó la misma mano que luego empleó para señalarme al frente con mala cara, así que lo hice y él continuó:

—Quiero decir, pasaron veintidós años, creí que quizás llegó a preguntarse por mí, pensé: “tal vez sus padres le forzaron a marcharse”, o que por lo menos al verme se interesaría.

Suspiró sonoramente, luego volvió a subir el volumen y aunque tuve un sobresalto, no me molestó porque si eso le ayudaba a desahogarse o regresar a ser el gracioso y alocado chico de siempre, por mí estaba bien.

—¡Ven y sana mi doloooor, tienes la cura de este amoooor, hago este llamado para que tú vuelvas!

No obstante, habría deseado otro género distinto al reguetón para afrontar sus penas. Ni modo, seguí conduciendo con sus chillidos como fondo hasta que bajó el volumen de pronto y habló entre sollozos.

—Descubrí que tengo una h-hermana…

De nuevo el silencio hizo acto de presencia, solo le escuché tomar enormes bocanadas de aire en un vago intento por calmarse antes de seguir, yo permanecí sin emitir palabra alguna, ¿qué podía decirle en ese momento? Cuando volvió a hablar, su voz se oía temblorosa, pero aunque baja, estaba cargada de rabia y resentimiento.

—Una hermana de trece años que sí le importa, una hermana a la cual sí quiere.

Esa murmuración en medio de sollozos me provocó un doloroso latido, por un instante pensé en Tadeo «¿qué habría sido de él sin conocerme? ¿Se interesaría en buscarme? De hacerlo, ¿lo habría rechazado?», esa y otras preguntas inundaron mi cabeza, pero también fui asaltado por la imagen de Odalys, algo muy malo debió pasar con ella para haber desaparecido de la manera que lo hizo, así que también me preocupaba.

—Una hermana que nunca va a conocerme.

Las palabras de Ricky me sacaron de mis divagaciones y volví a centrarme en el camino, cerca estuve de chocar el auto que iba delante, miré a Ricky y no paraba de temblar, estaba tan ensimismado que ni cuenta se dio del momento en que desobedecí su prohibición de orillarme y detuve el auto en la zona de emergencia de la autopista; lo sé, no debí hacerlo, pero tampoco podía concentrarme en el trayecto con mi cabeza como la tenía.

—“Eres un error, no tienes nada que hacer aquí. ¿Cuánto quieres?, ¿qué cantidad deseas para que desaparezcan?”, eso me dijo, Tobi. ¡A mí qué puede importarme su dinero!

Ese desgarrador grito lo sentí como un ardor en el pecho, recordé el día que Jessica apareció con el bebé y cómo quise deshacerme de ella con una fuerte suma, habría perdido cada una de las vivencias que he compartido con él, un escalofrío me recorrió, tuve miedo y ansiedad por llegar a casa con mi pequeño.

Miré a Ricky, lucía perdido, por un rato pensé qué hacer o decir, entonces resonó en mi cabeza la frase qué él mismo dijo hace unos meses:

—No es necesario quien sobra. —Me atreví a decirle y así puso los ojos en mí. Apreté su hombro izquierdo y sonreí antes de seguir—. Fueron tus palabras, Ricky, ¿recuerdas? Jamás lo has necesitado en tu vida, tú y tu madre han luchado juntos.

—Mi mamita… aún no le cuento —gimoteó en bajo y yo proseguí.

—Pues, pregúntale a ella si tú eres un error y luego me avisas. Ricky, el error es suyo porque fue él quien lo cometió al rechazarte y no vale la pena sufrir por alguien así.

El pecho de Ricky se movía sin control, supongo que intentaba alcanzar la calma a través de la respiración porque su boca se entreabrió y pude ver sus labios temblar, aunque sus ojos no dejaron los míos en ningún momento.

Algo demasiado extraño sentí, no supe si alivio u otra cosa cuando su mirada se serenó, huellas traslucidas todavía le marcaban el rostro.

Quizás cuánto tiempo transcurrió, ni siquiera fui consciente del momento en que soltó el cinturón hasta que su mano derecha se posó en mi empapado pecho, así noté que esa parte de mi cuerpo también carecía de control.

Me pareció que su mano migró a mi mejilla y creo haberlo sentido demasiado cerca. Sin embargo, tampoco sabría explicar con exactitud lo que siguió, pero un extraño sentimiento se apoderó de mí.

—T-tobi…

Escuché su voz como un lejano murmullo o no sé si fueron ideas mías, pero luego vi sus ojos temblar…

Entonces, un par de golpes en mi ventanilla me provocaron un sobresalto y al voltear, palidecí de la impresión al ver a un oficial de policía reclamar atención.

—¿Cuál es su emergencia, ciudadano? —preguntó el oficial en tono muy serio y no se me ocurrió qué responder.

Sin embargo, en ese instante el chico a mi lado comenzó a hiperventilar de tal manera que me asusté, no entendí al momento qué le ocurrió, pensé que fue nuestro maravilloso encuentro bajo la gélida lluvia; cosas terribles pasaron por mi mente cuando lo vi ahogarse, incluso el mismo oficial, asustado, encendió alarma en su motocicleta y decidió guiarnos a la emergencia del hospital más cercano.

Llegamos a toda prisa, lo saqué del auto en brazos mientras le pedía a gritos reaccionar y al personal médico, ayuda. Mi corazón iba desbocado, sentí pavor…

—¡¡¡No respira!!! —grité aterrado; un par de enfermeros se acercaron junto al doctor pelirrojo y rompecorazones que estaba de guardia, Harry.

—¿Tobías? —me dijo extrañado mientras corría junto a los enfermeros que transportaban en la camilla a Ricky con un respirador, yo estaba temblando, todo era rarísimo—. ¿Qué ocurrió?

—¡No tengo idea, de repente comenzó a ahogarse!

—Está bien, nosotros nos encargaremos, tú, sigue a la enfermera y por favor, ¡cámbiate! —Me lanzó un juego de llaves y luego siguió adelante.

Permanecí parado, confundido, sin dejar de contemplar el vaivén de la puerta plateada que acababan de atravesar.

«¿Qué diablos pasó?», no paré de preguntarme, llegué a creerlo una jugarreta para despistar al policía, pero a esas alturas ya no sabía ni qué pensar. El oficial que nos acompañó deseó lo mejor y se despidió; yo seguí a la enfermera hacia unos vestidores, busqué allí el casillero cuyo número coincidía con la llave que Harry me aventó y luego de una veloz ducha caliente, que no consiguió erradicar el trepidar de mi cuerpo, tomé prestado un conjunto deportivo para regresar a la emergencia.

Vi al pelirrojo intercambiar información en el módulo de enfermeras y a paso veloz me acerqué a su encuentro, entregué las llaves a Harry y este me guio hacia otro lugar menos concurrido para hablarme:

—¿Qué fue lo que pasó, Tobías?

—Te lo dije, él solo comenzó a…

—Eso fue anafilaxia producto de algo que ingirió, Tob. Llegó inconsciente.

—¿Qué? P-pero ¿c-cómo? Harry, hablábamos en el auto de camino a casa, no comimos absolutamente nada.

—¿Seguro? —inquirió un incrédulo Harry y yo asentí con la cabeza repetidas veces porque era la verdad.

Teníamos alrededor de quince minutos viajando juntos y en ese tiempo no ingerimos nada, ¿o acaso él sí y no me fijé porque iba pendiente del tránsito? Si lo hizo, ¿significaba que adrede se provocó eso? ¡Maldición! La anafilaxia puede ser mortal y sentí miedo ante esa posibilidad.

«¿Fue un intento suicida?», el pánico se apoderó de mí luego de tal pensamiento y Harry debió chascar los dedos para recobrar mi atención.

—Está en el cubículo cinco, te aviso que le quitamos la ropa para prevenir una hipotermia. Tobías, ¿se cayeron a un río?

—No, claro que no…

—¿Entonces, decidiste bailar bajo la lluvia con el nuevo novio de tu mejor amigo?

Observé a Harry algo liado por sus insinuaciones, pero luego comprendí la verdadera razón que le carcomía por dentro y se notaba en su tono de voz: él sabía que Ricky y Ed eran pareja y pese a que fue él quien arruinó la relación, estaba ardido. Sonreí con algo de burla y le palmeé el pecho al pasar a su lado, una vez distanciado contesté sin girarme:

—Que tú seas un desgraciado no significa que todos lo seamos. Gracias por tu atención, doctor, también por la ropa, luego te la envío —hablé en un tono bastante irónico y seguí mi camino hacia el lugar donde Ricky se encontraba.

Lo hallé dormido, envuelto en una gruesa manta de lana, noté su boca bastante hinchada y un poco enrojecida todavía, «¿cómo no me di cuenta antes?», pensé y me senté junto a la camilla, varias veces repasé el viaje en mi mente, intentando encontrar un indicio de lo que nos trajo aquí, pero estaba en blanco.

—¿Qué fue lo que hiciste, estúpido? —le pregunté en bajo y por un instante posé la frente en el borde de la camilla.

Un rato después volví a incorporarme, decidí llamar a casa para avisarle a mamá en qué estaba y así no preocuparla si se hacía demasiado tarde.

—¡¿Qué le pasó a Ricky?! —preguntó mi madre consternada en el auricular y de fondo escuché al bebé repetir “Qui” sin cesar.

De verdad era sorprendente cómo ese entrometido se había hecho del cariño de mi familia. Cuando al fin conseguí calmar a mamá y desertó en su idea de ir conmigo, tuvo que poner a Tadeo al teléfono porque estaba desesperado.

Intenté de mil formas tranquilizar a mi hijo, pero resultaba imposible, fijé la vista en Ricky al verlo despertar y en silencio le dije: “es tu culpa” a lo que él contestó con una débil sonrisa para luego pedir acercarle el teléfono.

—Hola, bebé. —Su voz salió baja y algo más grave que de costumbre, supongo que por la misma reacción, pero puedo jurar que escuché a ese pequeño traidor reír—. Ahora vamos allá, ¿sí? Te quiero.

Y ya, así de simple logró controlar al bebé, negué con la cabeza en silencio luego volví a llevar el teléfono a mi oído para despedirme de ellos antes de tomar asiento una vez más junto a Ricky.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté en tono bajo y él medio sonrió— ¿Si ves lo imperfecta que es mi vida? Mi hijo te prefiere.

Ricky empezó a reír y sentí demasiado alivio por eso.

—Eso tiene solución, Tobi. —Aunque estaba débil, la picardía se notaba en su voz—. Salimos de aquí y hago mis maletas —añadió el desgraciado y yo negué con la cabeza, sonriente. 

Ese idiota era increíble, estuvo a punto de morir y continuaba con sus payasadas. Sin embargo, la duda seguía allí, sembrada en mi cabeza, carente de respuesta, así que hice a un lado las bromas y lo observé con seriedad, él enseguida cambió el semblante.

—Modo serio —dijo en un intento por remedarme y yo permanecí igual, impasible.

—¿Me puedes explicar qué pasó? —exigí.

Ricky suspiró sonoramente y trató de sentarse, entonces me acerqué a ayudarlo, pero la manta se deslizó y la desnudez de su cuerpo quedó expuesta, no supe por qué eso me hizo sentir algo inquieto.

—No tengo nada que no hayas visto antes, soy un hombre como tú —dijo el desgraciado en tono burlesco supongo que ante mi reacción, es que sí, yo mismo podía sentir el rostro arder.

Tenía los brazos llenos de tatuajes, eso me sorprendió; su pezón izquierdo tenía una fea cicatriz que me revolvió la sangre mientras el derecho portaba ahora un pirsin y entorné la vista por eso. Lo escuché reír, supuse que al notar la dirección de mi mirada.

—¿Qué? ¿Se te antoja, Tobi?

Ignoré sus tonterías y una vez más le exigí explicación. Entonces lo vi ladear la cabeza, lucía confundido.

—Tobi, ya sabías de mi alergia a las nueces y el maní.

Arrugué el rostro y me sentí más enredado por su respuesta; recordé la celebración de año nuevo y cómo Ed también rechazaba los frutos secos y postres que los contenían para evitarle una reacción alérgica.

No obstante, carecía de todo sentido lo que mencionaba, no había tal alimento en el auto, de hecho, no consumimos nada.

—¿Y de dónde lo sacaste o por qué te lo comiste? ¡Ricky, pudiste morir!

—¿De tu boca? —contestó con ironía, eso me hizo enojar, crucé los brazos sobre el pecho en una clara señal de molestia y fijé la mirada en él.

—Ricky, no es gracioso.

—Tampoco lo es casi morirse, ¡yo qué iba a saber que tú comiste esas cosas!

—¡Ricky, basta! Quiero una explicación

Volví a exigirle, alterado, estaba harto de sus jueguitos, no podía creer que ese chico todo lo tomase a broma; pero él me miró como si yo estuviese loco y luego de un sonoro suspiro respondió con un tono de obviedad que me dejó perplejo:

—Tobías, ¡tú me besaste!

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Y pos bueno, no me aguanté, así que espero hayan disfrutado la segunda actualización del día 🤗💖

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